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EL PUMA Y EL SOLDADO
El puma es un animal muy grande. Es del tamaño de una vaca. Mejor dicho,
su cuerpo es parecido a una sachavaca. Es un animal muy inteligente. Sabe
construir casa igual que los hombres. Sabe trabajar la chacra, cultivar y sembrar.
Pero es un animal muy peligroso. Cuando ve un hombre, le mira entre ojos.
Persigue a los hombres. Y los mata. Y los come. También sabe comer sajino y
sachavaca. Corre mucho, más que ningún otro animal.
Una vez había un puma que estaba echado en el suelo descansando. Este
puma tenía su chacra. En la chacra del puma había toda clase de frutas
sembradas: naranjas, piñas. Plátanos, caimitos y mangos.
Un día llegaron varios soldados. Unos venían a cortar árboles con hacha.
Buscaban cedros para después cortar tablas de madera para construir casas y
botes. Otros soldados buscaban árboles de jebe para enjebar sus botas de viaje.
Y un soldado se fue lejos por el boque en busca de mitayo. Y caminando,
caminando, el soldado llegó a una chacra muy grande. Había abundancia de
plantas y de frutas. Y el soldado tenía mucha hambre. Y, entrando a la chacra,
agarró un caimito y se lo comió. Y después iba a cortar plátano de seda.
Pero esa chacra era del puma. Y el puma estaba escondido, observando al
soldado que agarraba caimitos. Y el soldado vio de pronto también al puma. Se
asustó. El soldado temblaba de miedo.
Cortó dos palos y los puso en forma de cruz clavándola en la tierra. Y en esa
cruz de palo colgó su camisa y su pantalón. Y encima puso su gorra de soldado.
En forma de hombre lo hizo. Igual que hombre lo dejó para que asuste al puma y
no avance. Y el soldado se marchó corriendo al campamento a avisar a sus
compañeros. Y les gritaba:
—¡He visto a un puma! Estaba en una chacra. ¡Tenemos que marcharnos
rápido! ¡Puede venir y matarnos! ¡El puma es peligroso!
Y los demás soldados no le hacían caso. Y le hacían bromas:
—Seguro por miedo te has regresado. No nos engañes.
Y el soldado que había visto el puma les volvía a decir:
—¡He visto al puma! ¡He visto al puma! ¡No los engaño! Digo verdad. Hay que
ir rápido a otra parte para que nos salvemos. Si nos quedamos aquí nomás,
vendrán los pumas cuando estemos dormidos y nos van a caer toditos.
Y los otros soldados no le querían creer. Y le decían:
—Estás mintiendo. Aquí en esta zona no se encuentran pumas. Tal vez en
sueños hayas visto. Mejor vete a matar sajino para que podamos comer alguna
cosa.
—Si no matas nada, te vamos a castigar. Tú estás hablando por gusto.
Quieres asustarnos. ¿No será que has confundido a un sajino con el puma?-le
decía un sargento. Y siguieron trabajando jebe y cortando cedro sin hacer caso al
soldado.
Llegó la noche. Todos los soldados se fueron a dormir. Menos el soldado que
había visto al puma, que se subió a un árbol llevando su fusil y su puñal. Y cuando
los soldados dormían tranquilamente, vinieron los pumas al campamento. Eran
bastantes. Entraron rompiendo el cerco que rodeaba el campamento. Y mordían
en sus cabezas a los soldados. Los pumas gritaban como si fueran vacas. Y los
comieron a todos los soldados. No dejaron ni los huesos.
Solamente quedaron las frazadas tiradas por el suelo.
Y los pumas habían contado a todos los soldados. Y se dieron cuenta de que
faltaba un soldado. Y lo buscaban por todas partes. El soldado estaba subido en lo
alto de un árbol. Tenía su fusil y su puñal. El soldado, cuando subió al árbol, se
llevó yuca y plátano maduro. Ahora estaba haciendo su barbacoa para que pueda
dormir. El soldado había visto cómo los pumas terminaban con todos sus
compañeros. Y lloraba diciendo así:
—Yo les había avisado. ¡Yo vi al puma! ¡Yo vi al puma! No me quisieron creer.
Ahora toditos han muerto. Los pumas acabaron con todos. El puma venía
buscando al soldado que faltaba. Miraba por todos lados.
Ya se iba a regresar el puma, cuando vio al soldado subido a un árbol. Y el
puma también sabía subir a los árboles. Y empezó a subir adonde estaba el
soldado. Y el soldado, con valentía, le clavó el puñal en su garganta. Luego le
disparó bala con su fusil. El primer disparo no le entró. El segundo disparo le entró
y le mató. Así terminó el soldado con el puma. El puma se soltó del palo y cayó a
tierra.
El soldado se bajó del árbol y le cortó el rabo al puma muerto. Y se fue
corriendo al río para que no le persiguiera otro puma. Llegó adonde estaba
amarrado el bote de los soldados. Soltó su soga y lo empujó al centro del río. Ya
estaban llegando los otros pumas a matarle. Pero el soldado se escapó con su
bote salvando su vida. Y se fue a su casa y avisó a sus familias y a sus amigos
que él había matado al puma. Y para que no dijesen que era mentira, les
enseñaba el rabo del puma que él había cortado con su puñal.
En Iquitos piensa la gente que al puma nadie lo puede matar. Que a ese
animal solamente con bombas se le puede exterminar.
José Luis Jordana (Mitos e historias Aguarunas)
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