El esposo y la esposa

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EL ESPOSO Y LA ESPOSA
Watchman Nee
Lectura bíblica: Col. 3:18-19; 1 P. 3:1-7; Ef. 5:22-23
Ya hablamos acerca de la elección del cónyuge. Lo dicho anteriormente estaba
orientado a nuestros jóvenes, tanto hermanos como hermanas. Sin embargo, no todos
los que se reúnen con nosotros son jóvenes. En el futuro, algunos de los nuevos
creyentes serán parejas ya casadas. La Biblia tiene enseñanzas muy claras para
aquellos que están casados. Algunos pasajes bíblicos contienen enseñanzas para los
maridos, y otros pasajes contienen enseñanzas para las esposas. Antes de casarse,
uno tiene que esforzarse por elegir un cónyuge con el menor número de defectos
posible. Sin embargo, después que una persona se ha casado, tiene que comportarse
de tal manera que evite causar problemas, tanto a la familia como a la iglesia.
I. DEDIQUE TIEMPO A APRENDER A SER UN ESPOSO O UNA ESPOSA
Lo primero que una persona casada tiene que comprender es que ser esposo o
esposa es un asunto muy serio. Toda persona requiere cierta preparación antes de
asumir cualquier responsabilidad o trabajo. Por ejemplo, un médico necesita de cinco,
seis o siete años de adiestramiento antes de poder practicar medicina. Un profesor
tiene que pasar algunos años en una escuela normal antes de empezar a enseñar. Un
ingeniero también tiene que estudiar unos cuatro años en la universidad, antes de
empezar su carrera. Incluso una enfermera requiere de al menos tres años para
prepararse para su trabajo. Pero lo interesante es que nadie dedica ni un solo día para
aprender a ser esposo o esposa. No es de asombrarse entonces que tantos fracasen
en su rol matrimonial, pues ellos jamás se detuvieron a considerar cómo podrían ser
esposos y esposas apropiados. Yo estaría muy indeciso y me sentiría muy incómodo
si tuviera que pedirle asistencia médica a una persona que jamás estudió medicina.
Asimismo, estaría lleno de dudas y temor si tuviera que valerme de una enfermera que
jamás estudió para ser enfermera. Estaría temeroso e incómodo ante la posibilidad de
contratar a un maestro que no haya recibido adiestramiento alguno. Y si quisiera
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edificar una casa, solamente contrataría para ello a un ingeniero civil. Asimismo, tengo
mis dudas respecto de aquellos que han llegado a ser esposos y esposas sin que
jamás hayan sido adiestrados para ello.
Nuestros padres nunca nos enseñaron a ser esposos o esposas. Simplemente, al
llegar a ser adultos, buscamos un trabajo, y en cuanto pudimos mantener una familia,
encontramos una pareja y nos casamos. Por favor recuerden que muchas de las
dificultades que surgen entre marido y mujer, se deben a que ninguno de los dos ha
recibido preparación alguna. Cuando dos personas se casan sin haber recibido
ninguna preparación y de improviso se encuentran que son marido y mujer, ¿qué otra
cosa podrían esperar sino tener problemas familiares? Todo cuanto hacemos en
nuestras vidas requiere de adiestramiento; ninguno de nosotros se atrevería a
emprender una actividad sin haber reflexionado en ello antes. Nosotros nos
preparamos para nuestro trabajo y procuramos aprender algo al respecto antes de
emprenderlo.
Tenemos que comprender que no hay ninguna tarea que sea más difícil que la de ser
esposo o esposa. Todo trabajo tiene horarios fijos. Este es el único trabajo que
demanda las veinticuatro horas del día. En todo trabajo se establece una edad en la
que uno se puede jubilar, con la excepción de este. Se trata, pues, de una vocación
muy seria y muy importante.
Por ahora, nos olvidaremos de nuestro pasado. Si bien no estuvieron preparados para
ser marido y mujer, aun así, ya han llegado a serlo. Ustedes ya están casados y han
alcanzado esta etapa en sus vidas. Tal vez su ligereza en el pasado haya causado
perjuicios serios a su familia, por lo que hay que ver que la familia es un asunto muy
serio. Ahora, usted debe tener un nuevo comienzo y empezar todo de nuevo. Los
esposos deben empezar a aprender cómo ser esposos, y las esposas deben tener un
nuevo comienzo y aprender cómo ser esposas.
Quizá no siempre dé buenos resultados el intentar aplicar a nuestra vida familiar la
misma vehemencia que usamos en nuestro trabajo. Sin embargo, la verdad es que
muchas personas son mucho más descuidadas con su familia que lo que son con su
trabajo. Tal ligereza inevitablemente propicia el fracaso familiar. Tenemos que invertir
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todas nuestras energías en la edificación de nuestra familia. Tenemos que ocuparnos
de ello más concienzudamente que de nuestros trabajos. Si nos comportamos con
ligereza y no consideramos que ser esposo o esposa es una ocupación que reviste
gran seriedad, entonces inevitablemente nuestra familia será un fracaso. Si queremos
que nuestra familia tenga éxito, tenemos que estimarla como si fuera nuestra principal
ocupación y debemos dedicar tiempo a tal empeño. Tenemos que hacer que nuestra
familia marche bien a cualquier precio y poner nuestro máximo esfuerzo en este
cometido que reviste de suma importancia. Aquellos que son negligentes con respecto
a su matrimonio y no tienen la intención de que sea un éxito, jamás tendrán un
matrimonio exitoso.
Todos los hermanos y hermanas casados tienen que aprender esta lección. Tenemos
que pasar cierto tiempo delante del Señor a fin de hacernos cargo de este asunto de
un modo responsable. Este trabajo es mucho más difícil que cualquier otro. Debemos
pasar tiempo a solas con el Señor a fin de aprender bien nuestras lecciones. Espero
que desde el día de hoy comencemos a aprender esta lección.
II. DEBEMOS CERRAR NUESTROS OJOS A LOS DEFECTOS DEL OTRO
Después que una persona se ha casado, deberá aprender a cerrar sus ojos para no
ver. En un matrimonio, dos personas viven juntos como marido y mujer. Ellos conviven
día tras día, año tras año, sin ninguna ausencia ni separación. Así pues, ambos tienen
mucho tiempo para descubrirse sus debilidades y defectos.
Por ello, ustedes tienen que aprender, delante del Señor, a cerrar sus ojos desde el
día de su matrimonio. El propósito del matrimonio no es descubrir los defectos del otro,
ni tampoco descubrir sus carencias. Su esposa no es su estudiante y su esposo no es
su discípulo. No hay necesidad de que usted procure descubrir sus carencias a fin de
―ayudar‖. Jamás procure descubrir sus defectos y nunca trate de corregir. Si ustedes
prestan atención a esta advertencia, su familia estará erigida sobre cimientos firmes.
Tal como les dije anteriormente, uno tiene que abrir mucho sus ojos a fin de discernir y
sopesar cuidadosamente las carencias de la otra persona, antes de empezar un
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matrimonio, pero una vez que se ha casado, debe procurar no saber más. Desde el
día de su casamiento, no deberá tratar de entender nada. Si trata de encontrar
defectos, podrá encontrarlos muy fácilmente. Sin embargo, Dios ha unido a estas dos
personas. Quizá ellos vayan a vivir juntos unos cincuenta años. Durante esos
cincuenta años cada cónyuge tendrá todas las oportunidades que quiera para
descubrir los defectos del otro. Por ello, lo primero que se debe hacer después de
casados, es cerrar los ojos para no ver los defectos y carencias de la otra persona. Ya
saben bastante del otro; si deliberadamente procuran averiguar más, no terminarán
con nada más que problemas.
Cuando Dios une a dos personas como marido y mujer, tiene la intención de que en tal
relación haya sumisión y amor. Dios no desea que uno se dedique a descubrir las
carencias o errores del otro, o a corregirlo. Dios no te ha hecho amo o maestro del
otro. Ningún esposo es el maestro de su esposa, y ninguna esposa es el amo de su
esposo. Ninguno de los dos tiene que corregir al otro. Cualquiera sea la clase de
persona con la que usted se haya casado, debe esperar que ella continúe igual. No
hay necesidad de que usted investigue las carencias y defectos de su cónyuge a fin de
intentar cambiarlo. Cualquier motivación que lo lleve a tratar de cambiar a su cónyuge
es fundamentalmente errónea. Aquellos que están casados tienen que aprender a
cerrar sus ojos. Aprendan a amar al otro. No traten de ayudarlo, ni corregirlo.
III. DEBEMOS APRENDER A ESTAR DISPUESTOS A CEDER
También es necesario aprender a ceder el uno al otro. Esta es la primera lección que
uno tiene que aprender después de haberse casado. No importa cuán similares sean
el esposo y la esposa entre sí, ni cuán compatibles sean sus caracteres, tarde o
temprano descubrirán que existen muchas diferencias entre ellos. Ellos tendrán
opiniones, preferencias y aversiones diferentes, ideas diferentes, y distintas
tendencias. Tarde o temprano, ellos descubrirán que difieren mucho entre sí. Por eso,
los cónyuges tienen que aprender a estar dispuestos a ceder entre sí, desde el primer
día de su matrimonio.
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¿Qué queremos decir con estar dispuestos a ceder? Ceder el uno al otro significa que
ambos cónyuges están dispuestos a lograr un acuerdo mutuo, para que en las
desavenencias que tengan, se encuentren a mitad de camino. Debemos notar que se
trata de algo recíproco. Por tanto, lo ideal es que ambas partes cedan, pero si no es
posible que ambos cónyuges se den el paso, por lo menos uno de ellos debe tomar la
iniciativa de ceder ante el otro. Incluso, si uno de ellos ve muchos problemas, aun así,
debe procurar abandonar su propia postura y adoptar la del otro. Es mucho mejor
ceder del todo y abandonar nuestra propia posición, pero si esto no es posible, por lo
menos debemos encontrarnos a mitad de camino. En otras palabras, después que dos
personas se casan, ambas tienen que aprender a cambiar, como mínimo la mitad de
todo cuanto hacen. Siempre deben estar dispuestos a sacrificarse, con tal de
complacer a su cónyuge. Así pues, acoplarse al cónyuge significa no aferrarnos a
nuestros propios puntos de vista y estar dispuestos a abandonar nuestras propias
ideas. Quizás uno tenga cierta perspectiva, pero está dispuesto a transigir al respecto
por el bien del otro.
Si una pareja joven aprende esta lección y se dispone a ceder entre sí durante sus
primeros cinco años de vida matrimonial, después de esos cinco años tendrá una vida
familiar llena de paz y felicidad. Estar dispuestos a ceder significa que ambos
cónyuges ceden hasta la mitad. Ello implica que uno de ellos se acerca al otro
mientras que el otro hace lo mismo. El esposo cede ante la esposa, y la esposa cede
ante el esposo. Si durante los primeros cinco años de vida matrimonial, ninguno de los
dos cónyuges aprende el significado de esto, a tal familia le será muy difícil proseguir
armoniosamente. El matrimonio no es un asunto sencillo. Debemos esforzarnos y ser
dedicados para tener un buen matrimonio.
Estar dispuesto a ceder implica comprender las limitaciones de la otra persona.
Algunas personas son muy sensibles al ruido, mientras que para otras, el silencio les
inspira temor. Mientras que algunos no soportan el menor ruido, otros no pueden vivir
sin ruido y agitación a su alrededor. Por ello, debemos aprender a ceder el uno al otro.
Si una persona ama la tranquilidad y la otra persona disminuye el tono de su voz por
esta causa, ambos habrán sabido ceder. Supongamos que uno de los cónyuges es
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una persona extremadamente esmerada y pulcra, mientras que el otro es una persona
muy descuidada. Si el cónyuge desaliñado tiene que ceder hasta acoplarse por
completo a su cónyuge excesivamente pulcro, cuando este vaya de visita a la casa de
sus padres, se sentirá muy feliz de poder tirar sus almohadas y su ropa al piso, y
cantará de alegría. Por otro lado, si una esposa que es de pulcritud impecable siempre
tiene que adaptarse a su marido desordenado, ella deseará mudarse a la casa de sus
padres cuando ya no pueda soportar tanto desorden.
Por ser cristianos, tenemos que aprender a negarnos a nosotros mismos. La
abnegación hace que seamos personas que nos adaptamos. Tanto el esposo como la
esposa deben aprender a ceder el uno al otro. De este modo, la familia disfrutará de
paz aun si todavía no llegara a alcanzar la felicidad completa. Si en nuestra vida
familiar aprendemos a negarnos a nosotros mismos, en nuestro hogar estará presente
la capacidad para ceder. Si ninguno de los cónyuges es capaz de ser abnegado en la
vida familiar, entonces tampoco estará dispuesto a ceder al otro.
No solamente es necesario ceder al otro en ciertas cosas o hasta en una docena de
cosas, sino en cientos y miles de cosas. No debiéramos esperar nada menos. Esta es
la disciplina provista por Dios en el seno familiar. Debido a que tenemos que aprender
a estar dispuestos a ceder a los otros en nuestra familia, somos disciplinados
mediante la familia. Es de este modo que aprendemos a ser disciplinados. Tenemos
que aprender a renunciar a nuestros propios puntos de vista y a aceptar los puntos de
vista de los demás. Tenemos que aprender a estar dispuestos a ceder.
IV. DEBEMOS APRENDER A VALORAR LAS VIRTUDES DEL OTRO
Una vez que nos hemos casado, tenemos que aprender a valorar las virtudes del otro.
En una familia, por un lado, tenemos que aprender a cerrar nuestros ojos para no ver
los defectos del otro y a ceder y, por otro lado, debemos aprender a valorar las
virtudes del otro. Esto quiere decir que cuando la otra persona hace algo bueno,
debemos ser sensibles al respecto. Si un esposo no sabe valorar a su esposa ni ella a
él, él o ella estará abriendo una gran fisura en su familia. Esto no quiere decir que el
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esposo tiene que adular a la esposa, o que la esposa tenga que hacer algo muy
especial a fin de complacer al esposo. Esto quiere decir que ambos tienen que
aprender a valorar las virtudes, la bondad y la belleza de la otra persona.
Conozco a un hermano que asume la responsabilidad en una iglesia local. Todos los
hermanos y hermanas en esa localidad piensan que este es un hermano muy bueno,
pero si usted le pregunta a su esposa acerca de él, ella le dirá que él es un caso
perdido. La hermana constantemente critica a su esposo, diciendo que él no es apto
para ser un hermano responsable. En esa iglesia local, todos los hermanos y
hermanas son personas muy sumisas, con la excepción de una sola: la esposa de ese
hermano. Ustedes descubrirán que tal clase de familia no puede marchar bien.
También conocemos casos en los que sucede lo opuesto; es decir, todos afirman que
esa hermana es muy buena, con la excepción de su esposo. Hace un tiempo yo
estaba en Pekín y me encontraba conversando con algunas personas, y todas ellas
hablaban muy bien de cierta hermana. A mitad de la conversación, su esposo entró.
Mientras que la conversación acerca de la hermana continuaba, su esposo
permanecía callado. Él parecía estar diciendo: ―Ustedes no la conocen. Yo me he
casado con la persona equivocada‖. El pensamiento de que uno se ha casado con la
persona equivocada, ha destruido a muchas familias.
Un esposo no debiera dejarse ganar por nadie en cuanto al aprecio por su esposa.
Quizás no tenga que superar por mucho a los demás en cuanto a tal aprecio, pero
jamás debiera dejarse ganar por ningún otro al respecto. Usted no es un cónyuge
apropiado si valora a su pareja menos que otros. Si usted siente que su cónyuge es la
persona errada, ¿por qué entonces se casó con ella? Esto prueba que usted fue el
primero en estar equivocado. A fin de tener una buena familia, un esposo debe saber
valorar a su esposa, y la esposa debe saber valorar a su esposo. Uno no debiera decir
algo malo acerca de su cónyuge mientras los demás hablan bien de él. Usted tiene
que descubrir sus virtudes. Tiene que ser sensible a sus méritos. Siempre que se
presente alguna oportunidad, usted debe reconocer públicamente las virtudes de su
cónyuge y expresar sus sentimientos al respecto. Usted no está mintiendo. Usted está
reconociendo los hechos. Cuando usted valora a su esposo o esposa, su familia se
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volverá más unida y su relación se hará más sólida. Pero si no lo hace, estará
provocando muchos problemas en el seno de la familia. Son muchos los
malentendidos y los problemas que surgen en una familia como resultado de haber
descuidado este asunto.
En cierta ocasión, en Inglaterra, una hermana se casó con un hermano, pero este
hermano jamás dijo nada bueno acerca de ella en toda su vida. Esta hermana estaba
siempre preocupada, diciéndose: ―He fracasado como esposa. He fracasado como
cristiana‖. Ella se preocupaba tanto por ello, que contrajo tuberculosis, y después
murió. Poco antes de morir, su esposo le dijo: ―Si mueres, no sé que haré; tú has
hecho tanto por mí. Si tú mueres, ¿qué sucederá con nuestra familia?‖. La esposa le
preguntó: ―¿Por qué no me dijiste esto antes?‖. Luego, ella continuó diciendo:
―Siempre sentí que no era buena y me reprendía a mí misma por ello. Tú jamás me
dijiste que yo era buena. Yo estaba triste y preocupada, y siempre pensé que yo
estaba errada. Es por ello que me he enfermado y estoy a punto de morir‖. Esta es
una historia verdadera. El esposo manifestó sus sentimientos por ella sólo al verla en
su lecho de muerte. Por favor recuerden que en una familia siempre se puede proferir
palabras bondadosas. Debemos aprender a pronunciar más palabras bondadosas.
Debemos aprender a valorar a nuestros respectivos cónyuges.
Conozco algunos hermanos que no avanzan debido a que no son apreciados por sus
esposas. Tales esposas siempre piensan que su esposo es un inútil. Ellas le dicen a
su esposo: ―Entre todos los hermanos, tú eres el único inútil‖. Estos hermanos se
convierten en personas que siempre se están condenando a sí mismas. Ellos dicen:
―Yo no sé hacer nada. Mi esposa me dice que soy un inútil. La persona que mejor me
conoce dice que soy un inútil‖. Como resultado de ello, verdaderamente se convierten
en personas inútiles. El hecho de que uno tenga una familia feliz o no, depende no
solamente de que aprendamos a cerrar nuestros ojos a los defectos del otro, sino
también de que descubramos las virtudes del otro y las valoremos. Algunas veces,
tenemos que decírselo a la otra persona o reconocerlo en público. Si hacemos esto,
muchos de los problemas familiares desaparecerán.
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V. SEAMOS CORTESES
Además, debemos comportarnos cortésmente en el seno de la familia. Es repugnante
ser descorteses con los demás. Usted debe tratar a todos con la debida cortesía, no
importa quién sea él o ella. No importa cuánta confianza le tenga a un amigo, usted
jamás debería olvidar sus buenos modales, pues en cuanto lo haga, perderá tal
amistad. No importa cuán íntima sea su relación con la otra persona, usted perderá su
amistad con ella en cuanto pierda sus modales. En el capítulo 13 de 1 Corintios, Pablo
nos dijo que el amor jamás se porta indecorosamente. El amor no le permite a nadie
abandonar sus buenos modales. Por favor, nunca olviden que los problemas en el
hogar con frecuencia surgen debido a cuestiones insignificantes. Con frecuencia, es
en el hogar donde una persona suele manifestar sus malos modales. La mayoría de
las personas piensa que pueden abandonar sus buenos modales, debido a que tienen
tanta confianza con su esposo o su esposa. Por favor recuerden que el gozo y el
deleite que nos conceden las relaciones humanas se hallan estrechamente vinculados
con los buenos modales. En cuanto usted se despoja de ellos, un aspecto horrible de
su naturaleza humana saldrá a la superficie. No importa cuánta confianza exista entre
dos personas, ellas tienen que seguir tratándose con los modales apropiados. Un
hermano se expresó muy bien cuando dijo una vez que los modales son como el
aceite que lubrica una maquinaria. Cuando dos personas están juntas y carecen de
estos, surgirán las fricciones y se fomentarán sentimientos desagradables.
A. Las palabras
En el hogar, tenemos que aprender a decir siempre: ―Gracias‖ y ―Discúlpame‖.
Debemos preocuparnos por usar expresiones de cortesía, tales como: ―Gracias‖,
―¿Puedo?‖, ―Discúlpame‖ y ―Por favor‖. Si usted no sabe cómo usar estas palabras,
no podrá ni siquiera hacer amigos, mucho menos tener éxito en su hogar. Los
cristianos tienen que recordar que el amor no se porta indecorosamente. Tienen que
aprender a decir: ―Discúlpame‖, ―Gracias‖ y ―¿Podría...?‖, cuando están en el hogar.
Aprendan a utilizar expresiones de cortesía en la familia.
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B. El vestido
En la familia, no solamente nuestras palabras deben ser las más apropiadas y
amables, sino que incluso la manera en que nos vestimos debe ser apropiada y pulcra.
A todos nos gusta estar apropiadamente vestidos delante de nuestros amigos, pero
uno también debe vestirse apropiadamente delante de su familia. Tienen que vestirse
con pulcritud y apropiadamente. El amor no se porta indecorosamente. No sean
descuidados por causa de la confianza. Una vez que ustedes estén familiarizados se
descuidarán y les será fácil comportarse descortésmente. La confianza fomenta la falta
de respeto y el desdén mutuo. Los esposos y las esposas ya están familiarizados
entre ellos, y si no se tratan apropiadamente, se fomentará la excesiva confianza
mutua. Por ello, sean apropiados en cuanto a su manera de vestir. No guarden su peor
vestido para usarlo dentro de la casa.
C. La conducta
Además, uno tiene que comportarse apropiadamente. Siempre que uno sirva algo de
comer, es mejor servirlo en un plato y ofrecerlo a otro usando ambas manos. Si sólo
puede usar una mano, aun así debe ser propio en su actitud. Al pasar el cuchillo a
otros, debe hacerlo evitando darles la punta, sino darles el mango. Al pasar las tijeras,
también evite darle la punta al otro. Al servirles a otros, debe entregar las cosas de la
manera apropiada y no tirárselas. Tenemos que darle la debida importancia a tales
gestos dentro del hogar. La diferencia entre tirarle algo al otro y alcanzárselo
apropiadamente es apenas tres segundos, ¡pero cuánta diferencia hace! Por tanto,
tenemos que aprender buenos modales.
No podría afirmar que he conocido a muchas familias, pero tampoco podría decir que
he conocido a pocas. Cuando una persona se conduce con discreción en su hogar, su
familia tendrá menos problemas. He observado que cuando ambos cónyuges se tratan
con cortesía, hay más paz y menos ruido de los platos y palillos. Donde carecen de
buenos modales y se tiran las cosas, hay muchas fricciones en la familia. Si ambos
cónyuges son corteses entre ellos en el hogar, por lo menos tendrán una vida familiar
apacible.
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Creo que si muchas esposas trataran a sus amigas de la misma manera que tratan a
su familia, ninguna de ellas querría visitarla. Y en el caso de muchos esposos, también
creo que si ellos se comportaran con sus colegas de la misma manera en que se
comportan en el hogar, ninguno de ellos querría trabajar con él. Quisiera decirles a los
hermanos que sus esposas han sido muy tolerantes con ellos. Ellas han tolerado lo
que ninguno de sus colegas hubiese tolerado.
También quisiera decirles a las esposas que sus esposos han sido muy tolerantes con
ellas. Si ellas trataran a sus mejores amigas del mismo modo que ellas tratan a sus
cónyuges, sus amigas las habrían abandonado. Ser descortés es manifestación de
que somos groseros. Ningún cristiano puede ser grosero. Una persona que ha sido
instruida apropiadamente, jamás será una persona descortés.
D. La voz
Hay otro factor crucial para poder ser amables, y es nuestra voz. Podemos decir cosas
similares, pero la manera en que las decimos puede variar. El tono de nuestra voz
puede variar. Cuando un jefe habla a sus subalternos, usa cierto tono de voz. Cuando
los amigos hablan con sus amigos, usan otro tono de voz. Cuando dos personas están
enamoradas, hay amor en el tono de su voz. Cuando una persona odia, habrá rencor
en el tono de su voz. El problema con la gran mayoría de personas hoy en día es que
han agotado su tono amable de voz y una vez que llegan al hogar, sólo les queda un
tono feo. Somos amables con nuestros colegas en la oficina, somos tolerantes con
nuestros pacientes en el hospital y somos cuidadosos al hablar con nuestros
estudiantes en la escuela. Pero cuando estamos en casa, hablamos con brusquedad.
Si usted hablara en la oficina con el tono de voz que usa para hablar en su casa, lo
correrían en menos de dos días. Mucha gente tiene un tono de voz que raya en lo
vulgar cuando está en su casa. Ellos utilizan el lenguaje más vulgar en el hogar. No es
de asombrarse que no puedan mantener una vida familiar apropiada.
Tenemos que darnos cuenta de que no gozaremos de paz en nuestra familia mientras
hablemos con el tono de voz equivocado. Cualquier tono de voz que sea impropio,
fuerte, áspero o altanero no debe ser permitido en la familia. Cualquier tono de voz
que denote conmiseración propia, complacencia propia o que da la impresión de que
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uno se considera un mártir, jamás debería encontrarse en la vida familiar. Si usted
habla en otro sitio con el tono de voz que usa en su hogar, arruinaría su carrera. Sin
embargo, usted sí permite que ese tono de voz permanezca en su familia. No es de
asombrarse que ustedes estén experimentando problemas en su hogar. Por lo tanto,
tenemos que aprender a ser corteses. El amor no se porta indecorosamente, ni
siquiera con el tono de su voz. No hablen descuidadamente. Si uno es descuidado con
el tono de voz que emplea con su familia, su familia no podrá marchar bien.
VI. PERMITIR QUE EL AMOR CREZCA
A fin de que una familia marche bien, el amor deberá crecer. Uno no debe permitir que
el amor muera. Con frecuencia, la gente joven pregunta: ―¿Es posible que el amor
muera?‖. Hoy, yo les respondería: ―Sí, el amor puede morir y muere fácilmente‖. El
amor es como cualquier cosa que es orgánica: necesita ser alimentado; necesita
comida. Si no es nutrido, el amor se muere. Si usted no le da de comer, el amor
morirá, pero si usted lo alimenta, el amor crecerá.
El amor es el fundamento mismo del matrimonio. Es también el cimiento de la familia.
El amor lleva a que dos personas se casen y se mantengan unidas en la familia. El
amor crece fácilmente si usted lo alimenta apropiadamente, sin embargo, muere
fácilmente si usted no lo alimenta. Muchos se aman antes de casarse, y debido a su
amor se casan, pero después que se han casado, comienzan a matarlo de hambre, y
poco a poco ese amor muere.
El matrimonio sin amor es algo doloroso, y una familia que carece de amor es algo
todavía más doloroso. Si en una familia no hay amor, quizás ello no nos cause dolor
ahora mismo, y puede ser que no se perciba pesadumbre alguna antes que la pareja
alcance la edad mediana. Pero cuando ellos envejezcan, descubrirán que hay algo
que no anda bien en su familia: ¡es demasiado fría! La diferencia entre una familia en
la que hay amor y otra en la que no lo hay, es abismal. Aprendan a alimentar su familia
con amor antes de llegar a la edad mediana. Esfuércense al máximo por alimentar el
amor y nutrirlo. Si hacen esto, su hogar estará lleno de amor.
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Otro aspecto que requiere la debida atención es este: toda persona casada debe
averiguar cuáles son las cosas que le inspiran mayor temor a su pareja. No sea tan
indulgente consigo mismo como para vivir despreocupadamente a su manera. Toda
persona teme o detesta algo en particular. Este odio o temor puede relacionarse con
alguna debilidad moral. Tanto el esposo como la esposa tiene que aprender a estar
dispuestos a ceder a su cónyuge y, en casos como estos, aprender a realizar los
ajustes necesarios. Puede ser que una persona tema y deteste algo que no tiene nada
que ver con una debilidad moral. En este caso, el otro cónyuge deberá aprender a
transigir por completo.
Permítanme darles uno o dos ejemplos. Hace algunos años, leí acerca de un esposo
en los Estados Unidos que demandó a su esposa por abuso. Quizá les vaya a parecer
que es una historia muy graciosa, pero también es una historia que da miedo. Este
esposo no podía tolerar ninguna clase de ruido monótono. Simplemente no podía
tolerarlo. Inicialmente, él y su esposa estaban muy enamorados, pero su matrimonio
sufrió una crisis muy grave después de dos años. A su esposa le encantaba tejer, pero
él no podía tolerar el ruido que esto producía. Durante el primer año y el segundo, él
trató de soportarlo, pero su condición no hacía sino empeorar. Al séptimo año, ya no
podía tolerarlo y la demandó por abuso mental. El juez dictaminó que no era un crimen
tejer y no le concedió el divorcio. El esposo le dijo al juez: ―Antes de casarme, ella era
como un corderito conmigo, y yo la amaba mucho. Después de un año de casados,
descubrí que tejer era para ella una adicción. Cada vez que terminaba una prenda, la
deshacía y la volvía a tejer; a ella le encantaba tejer. Ahora, yo no puedo soportar ver
hilos de lana; ni siquiera puedo soportar ver una oveja, pues en cuanto la veo siento
deseos de matarla. Si usted no me concede el divorcio, no me culpe si mato una oveja
que pertenece a otro‖. ¿Ven cuál es el problema aquí? Es un verdadero problema. Su
esposa sentía que no había nada de malo en tejer, pero su esposo detestaba tanto el
tejer que llegó al grado de querer matar cualquiera oveja que veía.
Por favor recuerden que todos tenemos cosas que nos disgustan o que tememos. Tal
vez tales cosas no tengan nada que ver con asuntos de índole moral. Una persona
puede detestar los ruidos monótonos; este es su rasgo peculiar. Todos tienen algún
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rasgo peculiar que no tiene nada que ver con la moralidad. Para que una familia tenga
éxito, ni el esposo ni la esposa debieran hacer cosas que el otro considere
detestables, aun cuando él o ella no sienta lo mismo al respecto. Si usted hace algo
que su pareja no puede soportar y, aun así, usted no siente ninguna clase de
remordimiento por ello, usted terminará teniendo problemas con su familia.
En Shanghái tuve muchas oportunidades de conversar con varias familias, y durante
mis viajes también conversaba con muchas de ellas. Con frecuencia, las cosas que
causan las disputas familiares son cosas pequeñas. Para los extraños y los amigos,
tales cosas pueden ser insignificantes, pero cuando estas cosas presuntamente
insignificantes suceden con tanta frecuencia que agotan la paciencia de uno de los
cónyuges, ocurren problemas muy serios en la familia.
Delante de Dios, tenemos que darnos cuenta de que es algo muy delicado que dos
personas vivan juntas. No se trata de una tarea fácil. Jamás piensen que pueden ser
descuidados al respecto. Lo que a usted le parece que no tiene importancia alguna, a
la otra persona le puede parecer intolerable. Usted estará torturando mentalmente a la
otra persona si hace algo que él o ella no puede soportar.
VII. NO SEAMOS EGOÍSTAS
Hay otro aspecto que debemos considerar y es algo muy importante para una familia:
no debemos ser egoístas. Si usted se ha casado, debe vivir como una persona
casada; ya no debe vivir como una persona soltera. En 1 Corintios 7 se nos dice que
una persona se casa con la otra a fin de complacerla (vs. 33-34). El egoísmo es
probablemente una de las causas principales de los problemas familiares.
Recuerdo un pastor en los Estados Unidos que celebró más de 750 matrimonios en el
curso de su vida. En todos los casamientos que celebraba, aconsejaba a los recién
casados que tuvieran cuidado especialmente de una cosa: de no ser egoístas.
Después de casarse, tenían que amarse mutuamente y no ser egoístas. Cuando el
pastor llegó a viejo, escribió a todas estas parejas preguntándoles cómo les había ido
en su matrimonio. Todos ellos le contestaron que habían sido capaces de disfrutar de
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una vida familiar feliz debido a que siguieron su consejo de no ser egoístas. Esto es
poco común en los Estados Unidos, donde hoy al menos el veinticinco por ciento de
los matrimonios acaba en divorcio. Pero estas setecientas o más parejas consiguieron
ser felices juntas.
Tenemos que comprender que el egoísmo es un problema muy serio. Tenemos que
aprender a sentir lo que la otra persona siente. Tenemos que aprender a sentir como
si fuera nuestro su dolor, su gozo, sus aversiones, sus conflictos y sus inclinaciones.
Nadie puede ser un buen esposo o una buena esposa si él o ella está inmerso en su
subjetivismo. Aquellos que son subjetivos son muy egoístas. De hecho, el amor propio
es lo más subjetivo que hay.
Un requisito fundamental para el matrimonio es sacrificarse. Sacrificarse significa
aprender a complacer a la otra persona. Si usted desea agradar a la otra persona,
tiene que ser objetivo, no subjetivo. No se trata de lo que a usted le gusta y disgusta,
sino de lo que a la otra persona le gusta y disgusta. Aprenda a descubrir lo que a la
otra persona le gusta. Aprenda a entenderla y conozca sus puntos de vista. Aprenda a
ponerse al lado del otro, y aprenda a comprenderlo a él y a usted mismo desde la
perspectiva del otro. Aprenda a sacrificar, en lo que sea posible, sus propios
sentimientos, sus propias opiniones y sus propios puntos de vista. Trate de
comprender a la otra persona y trate de conocerla. Procure tener abnegación y amor.
Si hace esto, tendrá menos problemas en su familia.
Muchos maridos piensan que son el centro del universo. Piensan que el universo
entero gira alrededor de ellos. Cuando se casan con una señorita, la reciben en el
seno de su familia con miras a su propio bien y beneficio. Aquellos que piensan así,
con certeza le traerán muchos problemas a su familia. Una esposa podría también
pensar que ella es el centro del universo y que todos los demás existen para beneficio
de ella; quizás piense que todos existen para su felicidad y que, al encontrar un
esposo, ella ha encontrado un esclavo. Para ella todos los demás conforman la
periferia, mientras que ella es el centro. Ella contrae matrimonio con el único propósito
de lograr su meta. Ciertamente, tal clase de matrimonio fracasará, pues no sirve para
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nada más que el interés personal de uno. Hermanos y hermanas, sus familias tendrán
problemas a menos que ustedes le den la debida importancia a este asunto.
VIII. DAR A NUESTRO CÓNYUGE LA LIBERTAD DE MANTENER SECRETOS Y DE
CONSERVAR POSESIONES PERSONALES
En un hogar, usted tiene que permitir que la otra persona tenga cierta medida de
libertad y confidencialidad. Además, tiene que permitir que la otra persona conserve
sus posesiones personales.
En muchos hogares, las esposas no tienen ningún derecho, y en otros, a los esposos
les pasa lo mismo. Esta clase de familia está destinada a tener problemas. Quizás
usted sea el esposo o la esposa, pero no se olvide que todo tipo de persona puede ser
amada, excepto una: el carcelero. Nadie puede amar a un carcelero o a alguien que
nos mantiene en una prisión. Nadie puede amar a aquellos que le quitan su libertad.
Hay muchos esposos que son como los carceleros de sus esposas. Que ellos
pretendan que su esposa los ame, es como hacer que un prisionero ame a su
carcelero; nada es más imposible que esto. Esos maridos esperan lo imposible.
Muchas esposas son los carceleros de sus maridos. Piden algo imposible cuando
quieren que su esposo las ame. Los carceleros son objeto de nuestro temor, no de
nuestro afecto. Usted jamás podrá quitarle completamente su libertad a nadie. Si bien
el matrimonio reduce la libertad de los cónyuges, no debe sacrificarse toda la libertad.
El esposo no tiene que renunciar a toda su libertad ante la esposa, ni la esposa tiene
que renunciar a toda su libertad ante el esposo. Si usted pretende que su esposa
renuncie a toda su libertad, esto equivale a decir que quiere que ella le tenga temor o
lo aborrezca.
A nadie le gusta perder toda su libertad; esto es propio de la naturaleza humana.
Hasta Dios mismo nos da libertad. La mejor prueba de esto es que no hay cercas
alrededor del infierno. Desde el principio, el árbol del conocimiento del bien y del mal
no estaba resguardado por la flameante espada de un querubín. Si Dios no hubiese
querido otorgarle ninguna libertad al hombre, Él hubiera resguardado el árbol del
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conocimiento del bien y del mal con la espada del querubín desde el principio, y Adán
y Eva no habrían comido de su fruto. Pero Dios jamás viola la libertad del hombre. Por
este motivo, todo esposo debiera darle cierto espacio a su esposa, y toda esposa
debiera igualmente darle cierto espacio a su esposo. Si usted le quita toda su libertad
y toma todas las decisiones, es natural que su cónyuge le tenga miedo. Si usted no es
cuidadoso, la otra persona irá más allá; lo odiará. Apenas desaparece la libertad, el
odio es introducido. Como mínimo, entrará el temor.
El esposo tiene que aprender a darle a su esposa algo de libertad, y la esposa tiene
que aprender a darle a su esposo algo de libertad. Permita que la otra persona tenga
su propio tiempo, su propio dinero y sus propias posesiones. No piense que puede
pedir prestado del tiempo de su esposa para su propio uso,
simplemente porque usted es el esposo. Tanto el esposo como la esposa tienen que
aprender a conservar su lugar. Cuando usted desperdicia el tiempo de su esposa, está
quitándole su libertad. Asuntos pequeños pueden convertirse en problemas serios más
tarde.
Todo esposo y esposa debiera tener sus propios secretos. Esto es algo legítimo. No
es necesario que la mano derecha sepa lo que hace la mano izquierda. Si él es la
mano izquierda, no es necesario que usted, por ser la mano derecha, sepa lo que él
está haciendo. Aprenda a respetar su individualidad. No haga que dos personas sean
una. Si usted aplica esta regla, evitará muchos problemas en la familia.
IX. LA MANERA DE RESOLVER LOS PROBLEMAS FAMILIARES
¿Qué debiéramos hacer cuando surgen disputas entre el esposo y la esposa? ¿Cómo
podemos resolver las disputas familiares? Es inevitable que los esposos y esposas
encuentren problemas y tengan discusiones. Sin embargo, puesto que se trata de dos
personas adultas y dos hijos de Dios, ellos tienen que aprender a conocer cuál es el
problema de la otra persona y en qué no están de acuerdo. Antes de poder resolver
cualquier disputa, ellos primero tienen que descubrir dónde radica el problema.
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A. Cualquier resolución tiene que ser justa
Cualquier convenio debe ser justo. Si no lo es, no durará. No pretenda que la otra
persona aguante hasta el fin. Uno de cada diez cristianos quizás sea capaz de
aguantar hasta el fin, pero ninguno de los otros nueve será capaz de aguantar así. Si
la solución no es equitativa, tarde o temprano el problema resurgirá. Cuando estuve en
Shanghái, serví de árbitro en algunas disputas familiares. Mucha gente se asombraba
que asuntos insignificantes pueden engrandecerse tanto. Tienen que darse cuenta que
cuando asuntos triviales se engrandecen, no se engrandecen por causa de los
asuntos en sí mismos, sino a causa de una determinada historia. Es la acumulación de
una serie de cosas que hace que ocurran estas explosiones. Puede ser que tal
explosión haya sido provocada por asuntos triviales, pero la causa subyacente es por
lo general una acumulación de pequeñas rencillas a través de los años. No
debiéramos considerar nada como trivial. Si hay problemas que resurgen hoy, se debe
a que no fueron tratados con la debida equidad y justicia en su momento y, mientras
tanto, la paciencia se agotó.
B. Debemos hacer que los cónyuges conversen entre sí
Es mejor que nadie más intervenga en una discusión familiar. Deje que la pareja tenga
su propia conversación. Deje que ellos mismos resuelvan sus propias discusiones
cuando surge alguna disputa. Tampoco permita que se difundan las noticias fuera de
la familia mientras que la propia familia no sabe nada al respecto. A veces, noticias
acerca del esposo se difunden veinte millas a la redonda, y él mismo no sabe nada al
respecto. A veces, noticias acerca de la esposa se propagan del mismo modo.
Dejemos que la esposa converse personalmente con su esposo acerca de sus propios
asuntos, y que el esposo converse personalmente con su esposa acerca de sus
propios asuntos. De esta manera, ambos tendrán las cosas claras. Nuestra
experiencia nos dice que los esposos rara vez saben qué es lo que piensan sus
esposas, y viceversa. Todos los demás saben qué opinan ellos al respecto, pero ellos
mismos no saben qué es lo que su cónyuge piensa. Por tanto, permitamos que ambos
tengan la oportunidad de conversar el uno con el otro, y cada uno de ellos debe
esperar que el otro termine de hablar antes de emitir su opinión. No permitan que el
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cónyuge más hablador domine la conversación. El esposo tiene que escuchar a la
esposa, y la esposa tiene que escuchar al esposo.
En muchas ocasiones, los problemas se resuelven en cuanto la esposa escucha
algunas palabras de boca de su esposo, o el esposo escucha algunas palabras de
boca de su esposa. Muchas esposas únicamente hablan, mas no escuchan a sus
esposos. Si ellas tan sólo les escucharan, sus problemas desaparecerían.
Tanto el esposo como la esposa debieran sentarse y discutir el asunto de manera
objetiva, no de un modo subjetivo. Una vez que se vuelven subjetivos, la discusión
acabará. Mientras conversan, deben procurar encontrar el discernimiento apropiado y
el sentimiento apropiado. Quizás ellos no sepan quién está en lo correcto, pero deben
procurar descubrir qué es lo correcto. Ellos deben esforzarse por entender qué es lo
que el otro está diciendo. Ambos tienen que hacer esto con objetividad, sin ser
subjetivos al respecto. Ambos deben hablar y, después de haber hablado, deben orar
juntos. Siempre debemos buscar una solución por medio de la oración. Pídanle al
Señor que les muestre claramente dónde reside el problema. Si ellos siguen este
consejo, el problema estará más o menos resuelto para cuando se reúnan a orar una
segunda vez. Son muchos los problemas que surgen debido a que los cónyuges no se
escuchan el uno al otro con la debida objetividad. En cuanto se sienten a conversar y
se escuchen con objetividad, la mitad del problema estará resuelto. Al sentarse a
conversar y escucharse un poco más, descubrirán en qué radica el problema.
Durante los primeros años de vida matrimonial, una familia debería tener esta clase de
reunión unas dos o tres veces al año. Cada uno de los cónyuges aprenderá dónde
radican los problemas y cómo deben enfrentarse a ellos. Son muchas las familias que
tienen que aprender esta lección. Con toda certeza, esto resolverá muchos problemas
en el seno familiar.
X. LA NECESIDAD DE CONFESIÓN Y PERDÓN
En la relación familiar entre dos personas, tiene que haber confesión y perdón.
Muchos errores necesitan ser confesados, no simplemente ser ignorados. No sean
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descuidados respecto de sus propias faltas; deben confesarlas siempre. En cuanto a
las faltas del otro, usted tiene que perdonarlas.
Cuando un cristiano hace algo errado, el principio fundamental no es encubrirlo.
Tampoco basta con arrepentirse. Cuando un cristiano ha hecho algo errado, el
principio básico es confesar. Un cristiano no encubre su pecado ni lo ignora; esto no
es suficiente para uno que se llama cristiano. Cuando un cristiano hace algo errado,
tiene que confesarlo y decir: ―Me equivoqué en esto‖. Todo error debe ser confesado.
Siempre que haya algo errado entre el esposo y la esposa, tiene que haber confesión.
Uno tiene que admitir: ―Me equivoqué en esto o aquello‖.
Uno confiesa cuando se ha equivocado, pero ¿qué sucede cuando es el otro el que
erró? Tiene que tratarlo de la misma manera como cualquier otra relación entre
cristianos. Cuando se cometió alguna injusticia, aprenda a perdonarla. Pero no
profundice en tal asunto ni trate de vengarse. El amor no toma en cuenta el mal. Esto
quiere decir que no recuerda los pecados de otros. Aprenda a perdonarlos delante del
Señor. Una vez que usted perdona, debe olvidarse de ellos, tiene que hacer a un lado
aquello que perdonó. No sea como Pedro, que intentó llevar la cuenta del número de
veces que otros lo ofendieron (Mt. 18:21-22). Si usted lleva cuentas, no está
perdonando. El perdón verdadero no cuenta las veces que ha perdonado. En cuanto
usted perdona, el asunto ha concluido. Para que una familia avance, tiene que haber
perdón.
XI. BUSCAR AYUDA DE LA IGLESIA CON EL CONSENTIMIENTO DE AMBOS
Cuando una familia enfrenta algún problema, tiene que tratar de resolverlo, primero,
por medio de convocar una reunión familiar. En algunos casos, uno debe perdonar. En
otros casos, uno debe confesar. Es difícil que una tercera persona pueda resolver las
disputas que surgen en el seno de una familia. Las disputas entre dos personas se
resuelven mucho más fácilmente entre ellas dos. Si una tercera persona se involucra,
la situación se complica. Debemos procurar resolver cualquier disputa de la manera
más sencilla posible. No procuren soluciones complicadas. Referir una disputa a una
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tercera persona es como echarle barro a una pierna herida. Una pierna herida que no
está embarrada es fácil de tratar, pero si ha sido embarrada, es difícil de curar. Las
disputas entre dos personas se resuelven más fácilmente cuando no se involucra a
una tercera persona. En cuanto se le informa a una tercera persona, el problema se
complica. Por tanto, la pareja debe aprender a resolver sus propios problemas y debe
procurar no informar estos asuntos a otros.
Sin embargo, a veces uno tiene que referir cierto asunto a la iglesia. Por favor, no se
olviden que una persona no debe traer estos asuntos a la iglesia por sí misma. El
esposo debe procurar el consentimiento de la esposa, y viceversa, antes que puedan
llevar su disputa a la iglesia. Las dos personas deben haber agotado sus propios
medios de afrontar la situación y ahora desean que la iglesia intervenga a fin de
ayudarlos. Ellos no deben acudir a la iglesia con sus discusiones, sino con la actitud
de quienes buscan ayuda de parte de la iglesia. Ambos deben acudir y ambos deben
hablar. Supongamos que ambos están dispuestos a acudir a la iglesia y decir: ―Somos
cristianos y hay algo entre nosotros. Nos gustaría que la iglesia nos indicara en dónde
está el problema‖. Uno le dirá a la iglesia cómo se siente, y el otro hará lo mismo.
Cuando ambos cónyuges hacen esto, será más fácil para la iglesia intervenir y
resolver el problema. Esta no es ocasión para vengarse ni para exponer los defectos y
faltas del otro. Tampoco es tiempo para armar un pleito. Al hablar con la iglesia,
sinceramente ambas partes deben tener como propósito descubrir dónde estriba el
problema.
XII. DEBEMOS VIVIR JUNTOS EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR
A fin de resolver los problemas de la familia y gozar de una buena vida familiar, existe
también la necesidad de tener influencias positivas. En particular, las familias con hijos
deben separar un tiempo para orar como familia, un tiempo dedicado a esperar en el
Señor y tener comunión acerca de asuntos espirituales. Tanto el esposo como la
esposa deben estar abiertos a que la luz del Señor los juzgue en cuanto a muchos
asuntos. Ni el esposo ni la esposa deben evitar ser avergonzados. Antes bien, ambos
deben estar dispuestos a someterse al juicio de la luz de Dios. Deben ocurrir muchas
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transacciones espirituales en el seno de una familia. Los miembros de una familia
deben pasar mucho tiempo orando juntos y teniendo comunión espiritual juntos. Esto
es especialmente cierto en el caso de familias con hijos. Tales familias deben buscar
oportunidades para acudir al Señor con mayor frecuencia. A fin de que una familia
pueda avanzar apropiadamente, tanto el esposo como la esposa deben vivir en la
presencia del Señor. Si ellos no viven delante del Señor, su familia tendrá problemas.
XIII. LA VIDA DE IGLESIA APROPIADA SE MANTIENE MEDIANTE UNA VIDA
FAMILIAR APROPIADA
He mencionado doce puntos aquí y espero que ustedes aprendan estas lecciones en
la familia. No sean descuidados ni necios en estos asuntos. Si usted no aprende bien
estas lecciones, los problemas familiares pronto se convertirán en los problemas de la
iglesia. Si un hombre no puede vivir junto a su esposa en el hogar ni puede ser uno
con ella, jamás podrá ser uno con los hermanos y hermanas en la iglesia. Esto es un
hecho. Es imposible que una persona pelee con su cónyuge en la casa y luego venga
a la iglesia con aleluyas brotando de sus labios. Uno puede ser un buen hermano en la
iglesia sólo cuando es un buen esposo y padre en su hogar. Una vida de iglesia buena
se mantiene mediante familias buenas. Los esposos tienen que ser buenos esposos y
las esposas también tienen que ser buenas esposas. Entonces la vida de iglesia
estará libre de problemas.
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