Hugo Cabieses, economista de la Universidad del Pacífico, experto en desarrollo rural andinoamazónico. Por ser, principalmente, un tema de cultura y comportamiento, el «problema» de las drogas —producción, tráfico y consumo— es de difícil solución en el corto plazo. La historia humana ha sido, en gran medida, una historia de convivencia con las drogas de origen natural, alteradoras de la conciencia y los estados de ánimo. Pero, en el mundo actual, este fenómeno se ha expandido más allá del control social que siempre tuvo; por eso es que las políticas para encararlo deben ser integrales y de mediano plazo. Las políticas actuales, sin embargo, son cortoplacistas y buscan «solucionar» el problema a costa de cometer una serie de omisiones y errores. 16 Drogas y coca: copia de una estrategia fracasada Siguiendo a pie juntillas el fracasado e hipócrita prohibicionismo que impone en todo el mundo el gobierno de EE.UU., se concibe el tema como un asunto de seguridad nacional y se habla, por tanto, de una «guerra contra las drogas», tanto a nivel de cultivo y producción como de consumo. Además, se diagnostica que la oferta de drogas es, desde el cultivo hasta la distribución, lo que determina su demanda y, por tanto, antes que luchar contra la pobreza y educar a la población con información y prevención, el enfoque dominante es policíaco-militar: erradicar cultivos, interceptar cargamentos de droga y capturar «narcotraficantes». Bajo esta premisa, la mayor parte del esfuerzo se dirige a restringir la oferta en la idea de que los precios en las calles aumentarán, la calidad de las drogas al consumidor disminuirá y, así, se combatirá la delincuencia e inseguridad en los barrios. Como esta estrategia «ofertista» lleva a éxitos mediáticos, se ve por conveniente continuarla. Pero, lamentablemente, lo primero afecta el bolsillo de los consumidores, lo segundo su salud, y lo tercero la exigencia de seguridad ciudadana. No obstante, los resultados han sido otros en el principal país consumidor — EE.UU.—, y en los últimos 30 años de prohibicionismo y guerra a las drogas lo que ha sucedido es que los precios de la cocaína en las calles han bajado (o, en el mejor de los casos, se han L A R E V I S TA A G R A R I A / 9 0 mantenido), la calidad de venta al menudeo de las drogas (en general) y la cocaína (en particular) ha mejorado ostensiblemente, y la delincuencia, asesinatos e inseguridad relacionados con el tráfico de drogas han aumentado en todas las ciudades norteamericanas. Por todo ello, este enfoque debe cambiar en, por lo menos, los siguientes puntos: uno, combatir la adicción al fracaso que los gobiernos tienen en este tema al hacer calco y copia de la estrategia norteamericana, para construir una política de Estado propia; dos, respetar el cultivo y uso tradicional e industrial benéfico de la hoja de coca; tres, encarar el exceso de cultivo de coca como un tema agrícola, cultural y de pobreza campesina, sin erradicación forzosa de cultivos, impulsando, junto a las organizaciones de agricultores, un verdadero desarrollo rural integral y sostenible; cuatro, combatir el consu- mo de drogas con educación y prevención, no con sobrepenalización y represión policíaca; y cinco, combatir el tráfico ilícito de drogas con inteligencia operativa y apresamiento de grandes cabecillas, no de microcomercializadores y «peces chicos», es decir, golpeando a los verdaderos delincuentes, que son los traficantes de insumos químicos, los lavadores de dinero, los funcionarios corruptos y algunos miembros de las «fuerzas del orden» que favorecen esta actividad. En términos legales, lo primero que hay que hacer es derogar el Decreto Ley 22095, de 1978, promulgado por la dictadura del general Morales Bermúdez por orden del gobierno de EE.UU., pues lo único que ha hecho es incentivar la producción y el tráfico ilícito de drogas —la experiencia e historia muestran que la prohibición, eje central de esta ley, incentiva el con- sumo y el tráfico—. En su reemplazo, se debe abrir un espacio para discutir y promulgar una «Ley de Bases» que plantee un nuevo diagnóstico y una estrategia diferente de la actual para abordar el problema. Esta estrategia debe ser apuntalada en un triple sentido: fortalecer y construir mercados locales y regionales; diversificar la oferta agropecuaria y forestal dirigida a estos mercados; y aprovechar la vocación forestal, maderable y no maderable de los bosques. Pero, sobre todo, el gobierno debe recoger las propuestas que los agricultores cocaleros han formulado en más de 47 actas firmadas y sistemáticamente incumplidas por cuatro gobiernos —Fujimori, Paniagua, Toledo y García—, y considerar que el «problema de la coca» es un tema agrícola de carácter socioeconómico y cultural. Junta Nacional de Usuarios de Riego anuncia paro agrario «Tras una reciente asamblea, hemos decidido irnos a un paro nacional el 15 de enero próximo, porque no hay apoyo para el sector», reveló, al programa radial Tierra Fecunda, Cesar Ubillús, presidente de la Junta de Usuarios de Riego del Alto Piura. La medida —explicó— busca llamar la atención del gobierno sobre el desamparo en que se encuentra el sector agricultura y sobre la inexistencia de políticas claras para reactivarlo. Entre otras demandas, el gremio pide al gobierno la reestructuración de sus deudas (cuatro de cada cinco productores está endeudado), con el fin de que puedan cancelarlas sin tener que entregar sus tierras en remate. Además, solicitan la definición de una política de reDICIEMBRE de 2007 conversión que les otorgue, no subsidios directos, sino capacitación técnica e infraestructura. El representante señaló, también, que ven el futuro con desesperanza. «La bolsa de urea nos está costando noventa y cinco soles, mientras que en Ecuador está a nueve dólares. ¿Cómo cree que puede sentirse el agricultor?», declaró. «Hemos presentado un proyecto para que, como usuarios, nos permitan traer la urea directamente desde Australia a cincuenta y cinco soles. Pero, hasta ahora, no tenemos el aval». Indicó que el paro nacional busca demostrar, a través del desabastecimiento de los mercados, la importancia del agricultor en la producción de alimentos para la canasta familiar peruana. 17