Paloma Gracia, Baladro del sabio Merlín (1998) INTRODUCCIÓN EL BALADRO del sabio Merlín es la adaptación castellana de la segunda sección de uno de los grandes ciclos artúricos en prosa –el ciclo de la Post-Vulgata–, por lo que su lectura debe mantener siempre la perspectiva que le confiere el hecho de constituir la versión de un original francés, original que conocemos con el nombre de Suite du Merlin Post-Vulgata. En consonancia plena con la evolución de la materia artúrica, el Baladro se muestra respetuoso con la tradición heredada a la par que proclive a una novedad que se manifiesta en la supresión, alteración y adición de pasajes, muchas veces anecdótica, pero que en otras supone una transformación profunda del original. En cuanto a ese respeto por la tradición hay que tener en cuenta la amalgama de materiales de que se nutre la Suite: aunque al Merlin de Robert de Boron se remonta una buena parte del relato, también es palpable el influjo de la sección correspondiente al ciclo de la Vulgata. La materia se remonta, de hecho, a las obras de Nenio y de Geoffrey of Monmouth en una larga cadena que se entreteje con la aportación de los distintos autores y con elementos folclóricos. Por lo que hace a la novedad, es tanta la tendencia de la materia artúrica a la admisión de innovaciones que debemos distinguir entre las dos versiones conservadas: una es la del Baladro que aquí presentamos, la del incunable de Burgos (1498), la otra es la del impreso de 1535 (Sevilla), publicada como primera parte de la Demanda del Santo Grial. La gran aportación del incunable es sin duda el relato de la muerte de Merlín, no sólo porque es una narración extensa y original, sino porque su inclusión como cierre a los contenidos de la Suite dotan a la obra de un sentido ajeno a su fuente. No obstante, las alteraciones frecuentes de la Suite están hechas en ocasiones de modo tan torpe que hay casos en que la línea argumental se ve trastocada o rota, y la identidad de los personajes confundida. Sucintamente lo que el Baladro de 1498 narra es la vida de Merlín y, en gran medida a partir de la relación del profeta con los reyes de Londres, el reinado de Úterpadragón y los inicios del de Artur. El personaje central es Merlín: el largo relato de su concepción da inicio a la obra con el conciliábulo de demonios y la ardua labor de Onqueveces a la búsqueda de una madre virtuosa para Merlín; el consejero de ésta, Blaisen, acabará por convertirse en escribiente de los sucesos del reino a partir de la información suministrada regularmente por Merlín. El episodio de la torre de Verenguer da pie a la participación de Merlín como consejero real, que continúa en el reinado de Úterpadragón y cobra particular importancia a partir del momento de la concepción de Artur. Es Merlín quien transforma a Úterpadragón y posibilita la concepción de Artur, y quien, al poco de nacer éste, se lo entrega a Antor, lo que determina las circunstancias especiales en que Artur es coronado y el desconocimiento de los lazos de sangre que hacen que su unión con Elena, en la que engendra a Morderer, constituya un pecado de incesto. Las revelaciones de Merlín, parciales y en cierta forma engañosas, llevarán a que Artur sepa en seguida el aciago final que le espera a él y a su reino, a que la Bestia Ladradora se convierta en la imagen de su propio pecado, y al episodio del encierro de los niños, que dotará a Morderer de una infancia en total consonancia con el arquetipo de la biografía heroica. Siguen el conflicto © Centro de Estudios Cervantinos Paloma Gracia, Baladro del sabio Merlín (1998) con el rey Rión, la desgraciada historia de Baalín y la revelación del golpe doloroso que conllevará una gran desolación en el reino, además de la triple aventura de Galván, Pelinor y Tor; tales episodios se entretejen con el relato de los amores de Merlín, primero hacia Morgaina, después hacia Niviana, y suponen el declive moral y físico del personaje que se ve utilizado, desposeído de su saber y de su fuerza, y conducido al más triste de los fines. Al final, Merlín muere despojado de sus poderes y se entrega al infierno en medio de un grito estremecedor. Frente a la Vulgata, el ciclo de la Post-Vulgata manifiesta una voluntad de coherencia tanto por lo que hace al sentido como por lo que se refiere a la línea argumental, aquí simple y restringida en gran manera a la evolución de unos pocos personajes principales. La moralidad impregna la obra y es guía de Merlín, que atribuye su propia caída al pecado. También el pecado de Artur es determinante y es causa de su fin trágico y del de su reino; el carácter involuntario de la falta aumenta el sentimiento de fatalidad propio del ciclo, acrecentado por las alusiones recurrentes al destino inevitable. El personaje de Merlín es desgarrador; la condición de sus padres le dota de una doble naturaleza diabólica y divina a la vez, que es herencia respectiva de su padre y de su madre. En el Baladro, es el amor, primero por posibilitar que Úterpadragón satisfaga sus deseos con Iguerna, después por sus propios sentimientos, nunca correspondidos, lo que decide que sea su parte diabólica la que se imponga y determine su entrega al infierno. No hay duda de que con el relato del trágico final de Merlín el autor castellano transformó el original; ese negro pasaje, en consonancia con las historias de Artur, de los hijos de Idomenes, y de Faunes y Diana, evidencia el principio largamente sostenido de que el amor lleva a la muerte. Si Merlín muere desesperado, Artur y su reino cabalgan hacia una destrucción, no sólo anunciada sino en cierta manera merecida, puesto que se entiende como la punición del pecado de Artur. Así, la historia de su reinado constituye por tanto la narración del modo y la forma en que se ejecuta esa pena, imprimiendo al universo artúrico una enorme carga moral; pero eso es materia de la última parte del ciclo, materia de la Demanda del Santo Grial. Paloma Gracia Universidad de Granada © Centro de Estudios Cervantinos