EL SAGRARIO Y EL PAN CONSAGRADO PARA LA COMUNIÓN Esta semana nos preguntamos: ¿Debemos acudir al sagrario para tomar de allí el Pan consagrado y distribuirlo en la comunión? En muchas comunidades el sagrario se sigue usando, de manera equivocada, para distribuir la comunión en la Misa, siguiendo las costumbres anteriores a la reforma del Concilio Vaticano II. Muchos sacerdotes dan por supuesto que en el momento “del Cordero…” alguien irá siempre al sagrario a buscar el Pan consagrado y que luego alguien devolverá al sagrario “lo que sobra” de la comunión y que no hay ningún problema en esta práctica. Pero debemos afirmar que en ningún lugar de los nuevos libros litúrgicos está indicado esto, de modo explícito. No olvidemos que el sagrario está destinado para reservar la eucaristía para los enfermos y para el viático y para el culto eucarístico fuera de la Misa. Al leer cuidadosamente la Ordenación General del Misal Romano vemos claramente que al sagrario no nos acercamos nunca o por lo menos no nos deberíamos acercar, a no ser que sea para reservar el Pan consagrado que haya sobrado después de la comunión, durante la celebración eucarística (OGMR Nº 163), explícitamente se dice que “las hostias consagradas que hayan sobrado se las consume en el altar (si son pocas) o se las lleva al lugar destinado a la reserva eucarística”. La Ordenación prescribe que se consagre suficiente cantidad de pan y de vino para la comunión de todos los presentes (OGMR 84). Es decir lo que suponen los libros litúrgicos es que se prepare suficiente pan y vino para la comunión de toda la asamblea y consumir lo que sobra, obviamente si se puede, más que reservarlo en el sagrario. Consumir las especies consagradas sobrantes está explícitamente permitido en el documento Inaestimabile Donum del año 1980 Nº 13. El Jueves Santo sí que se dice explícitamente que se reserva el Pan consagrado en el sagrario, para la comunión en la celebración del Viernes Santo. En la introducción del “Ritual de la Sagrada Comunión y del Culto a la Eucaristía fuera de la Misa” se afirma que “es más propio de la naturaleza de la celebración que la presencia eucarística de Cristo, fruto de la consagración, no se tenga ya desde el principio por la reserva de las especies sagradas en el altar en que se celebra la Misa” (Nº 6). Esto se debe a que la celebración de la Misa es una revelación “dinámica” de la presencia eucarística de Cristo, mientras que la reserva en el sagrario es una expresión, podemos decir, “estática” de esta misma presencia. En lo práctico, dentro de la celebración, qué debemos hacer: Preparar una cantidad suficiente de pan y vino para consagrar, así la comunión de los presentes se da de modo que no falte Pan consagrado pero que tampoco sobre mucho. Un sacristán atento puede lograr esto. Tratar de no acudir a buscar el Pan consagrado en el sagrario, a no ser en situaciones particulares, por ejemplo en las grandes celebraciones o cuando no se ha consagrado pan suficiente. No olvidemos que tenemos también el caso de los Santuarios que tienen una situación muy particular; pero debemos tratar de acudir al sagrario excepcionalmente. Si llegara a faltar Pan consagrado para distribuir a la asamblea la primera opción será buscar más Pan consagrado del que están distribuyendo los otros ministros y en último lugar ir al sagrario. A veces la presencia de pocos comulgantes u otras situaciones lleva a una abundancia de Pan consagrado, en tal caso se reunirá todo lo sobrante en un solo recipiente y uno de ellos lo reserva en el sagrario de una manera sobria, discreta, sin demasiado “ceremonial” y genuflexiones, si el sagrario se encuentra en el ámbito del presbiterio. Debemos tratar de no convertir nuestros sagrarios, en una reserva llenas de copones para la comunión; En cuántas oportunidades hemos visto sagrarios con dos, tres o incluso cuatro copones reservados en el sagrario de una manera innecesaria, olvidando que la reserva del Pan consagrado para la comunión de los fieles en el sagrario es un fin secundario del mismo, ya nos lo recuerda Eucharisticum Mysterium en el Nº 49. Sería importante, empezar a vivir el auténtico espíritu de la reforma litúrgica propuesta por el Concilio y no ir en contra de este espíritu y lo hacemos, cuando sin necesidad, casi por costumbre, se distribuye la comunión de las hostias reservadas en el sagrario. Con valentía tenemos que ir dejando de lado ciertos vestigios preconciliares que todavía subsisten en nuestras celebraciones eucarísticas. Lo que nos propone el Misal -que todos comulguemos de lo consagrado en la misma Misa- no es tan difícil de realizar, si abrimos el corazón y ponemos lo necesario en lo práctico, que lo tenemos, no será algo imposible. ¿Podemos empezar a intentarlo, no? Hasta cada eucaristía.