JÜRGEN MOLTMANN APÉNDICE: DECLARACIÓN TEOLÓGICA SOBRE LOS DERECHOS HUMANOS (TRABAJO DE JÜRGEN MOLTMANN) Los derechos humanos y la tarea de la Teología y de las Iglesias cristianas En muchos países el reconocimiento de los derechos y obligaciones humanos básicos ha surgido simultáneamente con la comprensión de su humanidad; no se trata de una idea exclusivamente europea o cristiana, aunque los derechos humanos en el tiempo de la Ilustración no son independientes de la influencia cristiana en la historia constitucional de Europa y Norteamérica, por lo que han ganado significado político universal. Hoy en día son precisamente los países del tercer mundo los que con su lucha a favor de la libertad y la autodeterminación de todos los seres humanos y las naciones inculcan la necesidad de respetar y establecer los derechos humanos fundamentales. Las declaraciones de derechos humanos válidas hoy en las Naciones Unidas se encuentran en la Declaración General de los Derechos Humanos de 1948 y en las Convenciones Internacionales de Derechos Humanos de 1966, que, sin embargo, no han sido ratificados por todos los firmantes. Con todo, los pueblos, como consecuencia de sus diferentes historias políticas, económicas y sociales, acentúan y pretenden establecer distintos aspectos de los derechos humanos; las naciones que han sufrido bajo la dictadura fascista han acentuado los derechos individuales frente al Estado y la sociedad; las naciones socialistas han establecido los derechos humanos sociales, en pugna con el capitalismo y el dominio de una clase; los pueblos del tercer mundo reclaman el derecho a la autodeterminación económica, social y política. Por tanto, los derechos humanos no pueden considerarse como un ideal abstracto, sino que deben entenderse en el contexto correspondiente de la historia concreta y de la lucha por la libertad presente del hombre, los pueblos y las naciones. No es función de la Teología cristiana exponer por su cuenta lo que han llevado a cabo miles de juristas, parlamentarios y diplomáticos en las Naciones Unidas; pero tampoco puede mantenerse al margen de la discusión y de la lucha por el establecimiento de estos derechos. En nombre de la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios, de la venida de Dios hecho hombre para la reconciliación del mundo y del Reino de Dios que viene para la plenitud de la Historia, la teología debe ocuparse de la humanidad del hombre y de sus derechos y obligaciones temporales; consideramos que la aportación teológica cristiana a los derechos humanos se basa en el derecho de Dios sobre los hombres y sobre la dignidad del hombre, su colectividad, su señorío sobre la Tierra y su futuro. La fe cristiana ha de mantener o afirmar, más allá de los derechos y obligaciones del hombre, la dignidad del hombre en su vida con y para Dios. La Iglesia, las comunidades cristianas y las organizaciones ecuménicas deben actuar públicamente para el reconocimiento y aplicaciones de los derechos humanos. Al no ser grupos privados ni gobernantes oficiales, pero actuar también públicamente, se puede esperar de ellos que tengan menos egoísmos y prejuicios que otras instituciones dedicadas a la defensa de los derechos humanos, así como que sean autocríticas y saquen a la luz el egoísmo de pueblos, naciones, clases sociales y razas a los que pertenecen; por tanto, se espera de ellas el testimonio de solidaridad con todos los seres humanos y, sobre todo, que abracen la causa de aquéllos a los que se han arrebatado sus derechos y libertades fundamentales. JÜRGEN MOLTMANN El derecho de Dios sobre los hombres La Teología cristiana alude a la historia de Dios con los hombres basándose en los testimonios bíblicos. En esta historia se libera a los hombres de su ateísmo pecador y de su mortal falta de humanidad, permitiéndoles la realización de su destino original como imagen de Dios. Liberación, alianza y derecho de Dios son el contenido concreto del testimonio del Antiguo Testamento, precisamente en ese orden, y poseen la fuerza orientadora en especial para Israel y para la cristiandad y un significado ejemplar para todos los homb res y pueblos: los derechos a la libertad, comunidad, señorío y futuro del hombre son parte integrante e inseparable del derecho de Dios sobre el hombre y sobre toda la Creación y pertenecen a la dignidad del hombre en su alianza con Dios. Según el Nuevo Testamento, la Teología cristiana refleja la liberación del hombre del pecado, la ley y la muerte, mediante el envío, la entrega y la resurrección de Jesucristo: en el señorío del Hijo del Hombre crucificado se rompe el círculo diabólico del mal que engendra siempre mal, y aparece la libertad de los hijos de Dios. La liberación por la muerte de Cristo, la nueva alianza en su sangre y los nuevos derechos y obligaciones de la comunidad, "sean señores o esclavos, judíos o gentiles, hombres o mujeres" (Gal 3, 28), son el contenido concreto del testimonio bíblico del Nuevo Testamento. Por el hecho de que Cristo en su envío, su entrega y su resurrección es la imagen visible del Dios invisible, los hombres se convierten en sus hermanos dentro de su comunidad y entran en el camino de la realización de su destino humano como imagen de Dios en el mundo; en esto consiste la gracia de Dios y la dignidad de los hombres. La Teología cristiana al reflexionar sobre la liberación, la alianza y el derecho divino según el testimonio bíblico, descubre también la libertad, la alianza y el derecho del hombre hoy. Con ello provoca el dolor por la esclavitud actual del hombre, tanto interna como externa, así como la lucha por su liberación para una nueva vida en la dignidad, los derechos y las obligaciones de la comunidad con Dios, en un mundo que aún no es el Reino de Dios. El presupuesto universal de la historia especial de Dios con Israel y la cristiandad se basa en que el Dios liberador y salvador es el creador de todos los hombres y de todas las cosas. En su obra liberadora y salvadora se experimenta y realiza el destino original del hombre a imagen de Dios y se expresa el derecho divino sobre los hombres. Los derechos humanos a la vida, la libertad, la asociación y la autodeterminación reflejan el derecho divino sobre los hombres porque el hombre, en todas las funciones de su vida, está destinado a ser imagen de Dios, como hombre con los hombres y parte integrante de la Creación. El objeto universal de la experiencia especial de Dios en Israel y en la cristiandad se encuentra en el hecho de que el Dios liberador y salvador es quien completa la historia del mundo y quien realiza su derecho y su Creación en su reino. Su actuación liberadora en la historia revela así el futuro real del hombre, que es ser imagen de Dios. El hombre tiene derecho al futuro: los derechos humanos reflejan el derecho del Dios que vendrá y su futuro. El derecho de Dios sobre los hombres fue y será experimentado en el acontecimiento concreto de la liberación del hombre, su alianza con Dios y los derechos y obligaciones JÜRGEN MOLTMANN de su liberación; el destino como imagen de Dios describe el derecho indivisible de Dios sobre los hombres y con ello la dignidad humana. Derechos humanos fundamentales Entendemos por derechos fundamentales del hombre aquellos derechos y obligaciones que corresponden claramente a su humanidad, porque sin realizarlos y practicarlos no puede cumplir su destino como imagen de Dios: 1. El hombre, como persona, es imagen de Dios en todas las actividades de su vida económicas, sociales, políticas y personales-, y está obligado a vivir ante Dios, a responder a la palabra divina y a responder ante el mundo de su destino como imagen fiel de Dios. En consecuencia, sus derechos y obligaciones son inviolables e indivisibles, y la economía, la sociedad y el Estado tienen que respetar este destino del hombre. El respeto a la libertad de pensamiento es el fundamento de una sociedad libre. En los mitos de gobierno y en las ideologías políticas de los pueblos, se llama frecuentemente al rey imagen de Dios: la sombra de Dios es el príncipe y la sombra del príncipe son los hombres (imagen babilónica de los príncipes), solamente el que gobierna se considera mediador entre dioses y hombres. La Biblia, al denominar al hombre imagen de Dios, critica fundamentalmente el endiosamiento de los gobernantes y sus ideologías: el hombre y no el rey es el mediador entre Dios y los hombres. El hombre no existe por deseo de los gobernantes, sino éstos por deseo de aquél; de aquí se desprenden los principios democráticos del gobierno de hombres por hombres: gobernantes y gobernados deben ser considerados, juntos y en igual medida, como hombres, lo que ,s posible únicamente en el terreno de la igualdad de derechos de todos los ciudadanos. Una constitución debe garantizar los derechos humanos fundamentales como derechos básicos de los ciudadanos, debe unir a regentes y regidos, pues sólo basándose en la igualdad de derechos puede hablarse de la identidad humana de gobernantes y gobernados. Los derechos humanos establecidos a imagen de Dios se respetan en la historia por el proceso continuo de democratización en la formación de la voluntad política. El control del poder mediante la separación de poderes, la limitación temporal del gobierno, la auto-administración y la co-determinación de los pueblos son los medios por los que se realiza históricamente la semejanza de los hombres con Dios. Si los derechos humanos se basan en el derecho de Dios sobre los hombres y las libertades humanas se basan en la liberación donada por Dios, deberán formularse también las obligaciones humanas sin eliminar aquellos derechos y libertades. Por importante que sea formular la dignidad y los derechos de los seres humanos frente al Estado, para frenar y controlar la utilización del poder, no deben olvidarse las obligaciones que el hombre tiene para con sus semejantes. A ellas pertenecen el derecho y la obligación de oponerse al gobierno ilegal, e inhumano, en defensa de los derechos del prójimo. Según los escritos de la reforma, se debe obediencia a las autoridades siempre que no estén en contra de Dios (Zu- ingli, Zürcher Disputation, 1523 Schlussreden Nr. 38); por consiguiente, "todas sus leyes deberán responder a la voluntad divina" (39); de la alianza divina en la libertad se deriva la obligación de proteger al inocente, oponerse a la tiranía y defender al oprimido. Los derechos que aseguran la libertad del individuo sólo pueden tomarse en consideración cuando van unidos a las correspondientes obligaciones liberadoras; el amor cristiano respeta el derecho ajeno. JÜRGEN MOLTMANN 2. Sólo en comunidad con los otros hombres es el hombre imagen de Dios (Gn 1, 28). La historia de libertad europea y norteamericana acentúa con parcialidad sólo los derechos individuales frente a las organizaciones económicas, políticas y sociales. El ignorar la sociabilidad del ser humano (el lado social de la libertad) es el error del liberalismo y un defecto del individualismo: el hombre ha de responder de su destino como imagen de Dios no en contra de su prójimo ni prescindiendo de él, sino con él y para él. Debe estar disponible para Dios y ser responsable ante él en comunidad con los otros hombres. Por consiguiente, los derechos y obligaciones de la comunidad humana son también ineludibles e indivisibles, como los del individuo, y los seres humanos han de respetar la dignidad y responsabilidad colectivas. Al democratizar el gobierno humano no resulta que cada hombre sea su propio y absoluto gobernante: como en Gn 1, 277, la imagen de Dios que se produce en la comunidad del hombre y mujer, se produce también en los grupos sociales mediante la comunidad humana; por ello, los derechos de los seres humanos a la vida, la libertad y la autodeterminación están íntimamente ligados a los derechos de las colectividades humanas sobre las personas. En principio, no existe prioridad de los derechos individuales sobre los sociales, ni viceversa: ambos se encuentran en un contexto genético recíproco, de igual manera que la socialización y la individuación del hombre se complementan recíprocamente en la Historia. Los derechos de la persona sólo pueden hacerse realidad en una soriedad justa y ésta sólo puede existir basándose en los derechos personales: la libertad del ser humano sólo puede constituirse en una sociedad libre y ésta sólo puede existir basándose en la libertad personal. La liberación humana es liberación para la colectividad y la colectividad humana es comunidad en libertad. Cada sociedad y cada nación es responsable de sus derechos y obligaciones sociales no sólo ante los hombres que la forman, sino ante toda la Humanidad; los derechos humanos son los mismos que los de la Humanidad sobre las sociedades y los hombres. Si las comunidades particulares, políticas y sociales se sujetan por la Constitución a los derechos humanos, deben hacerlo también a los derechos de la Humanidad. El egoísmo colectivo es tan amenazador para los derechos humanos como el individual: las comunidades y naciones son legitimadas por los derechos humanos sólo cuando respetan los derechos de otros pueblos y otros hombres. El derecho humano es indivisible y no puede ser un privilegio, por lo que la política exterior nacional sólo puede legitimarse como política interior universal. La solidaridad internacional en la superación de la falta de medios de subsistencia y de las crisis militares universales tiene prioridad frente a la lealtad al propio pueblo, la propia clase, raza o nación, en virtud de los derechos de la Humanidad. Cada colectividad y cada Estado tiene obligaciones frente a los derechos de toda la Humanidad a la vida, la libertad y la Comunidad. 3. El ser imagen de Dios fundamenta el derecho del hombre a gobernar la Tierra y a vivir en comunión con el resto de la creación. Gn 1, 28 ss. incluye, en la creación del hombre a imagen de Dios, la bendición divina y el destino humano a la fertilidad y a la soberanía sobre el resto de la creación. El hombre debe "labrar y cuidar la Tierra" (Gn 2, 15). La explotación y destrucción de la Naturaleza están en contra de su derecho y de su dignidad, y por ello la soberanía del hombre sobre la naturaleza va ligada a su unión con el mundo exterior y conduce a la simbiosis que permite la vida en común de la colectividad humana con el mundo que la rodea. Por consiguiente, el derecho del JÜRGEN MOLTMANN hombre a mandar en el resto de la creación debe equilibrarse mediante el respeto de los derechos de ésta. Al existir el derecho a la Tierra surge como consecuencia el derecho económico que todos y cada uno de los hombres poseen a una justa participación en la vida, la alimentación, el trabajo, la protección y la propiedad personal; la concentración de alimentos y medios de producción en manos de unos pocos debe considerase una deformación y una perversión de la semejanza del hombre con Dios, indignas del hombre y contrarias al derecho divino sobre los hombres. La privación de derechos económicos fundamentales, la total miseria de pueblos o grupos de población, la muerte por inanición, extendida por todo el mundo a causa del imperialismo político y económico, son vergonzosos para la imagen de Dios y para el derecho de Dios sobre todos y cada uno de los hombres: sin la realidad de los derechos económicos humanos fundamentales a la vida, la alimentación, el trabajo y la protección, no pueden hacerse realidad los derechos humanos individuales ni sociales. Si con el derecho del hombre sobre la Tierra se establece también el "derecho" de éste sobre el hombre, estos derechos económicos fundamentales estarán ligados con obligaciones ecológicas fundamentales. El número de aquéllos no puede aumentarse indiscriminadamente, ya que existen fronteras ecológicas fijas para el crecimiento económico. La lucha humana por la supervivencia y el dominio del mundo no puede realizarse a costa de la naturaleza, porque la muerte ecológica traería como consecuencia el final de la vida humana. Por consiguiente, los derechos humanos económicos coinciden con las condiciones cósmicas fundamentales para la supervivencia de la humanidad en su ambiente natural. No pueden ya seguir realizándose por medio del crecimiento económico incontrolado. La justicia económica en la disposición y reparto de alimentos, recursos naturales y medios de producción industrial debe estar dirigida a la supervivencia y a la convivencia de hombres y pueblos. Sólo así se llegará a la estabilidad ecológica en la supervivencia y convivencia con el resto de la creación: por tanto, la justicia económica y la ecológica se condicionan mutuamente y sólo juntas podrán realizarse. 4. El ser imagen de Dios fundamenta el derecho del hombre a su futuro y su responsabilidad para con sus descendientes. El hombre tiene derecho -en sus actividades vitales, sus relaciones con otros hombres y su comunidad con la creación no humana- a su auto-determinación y a la responsabilidad de su futuro. Su verdadero futuro reside en la realización de su destino para la gloria de su comunidad con Dios, con los otros hombres y con toda la creación. En su historia, que aún no es el Reino, cumple el hombre con esta dignidad suya mediante su apertura a este futuro y sie ndo responsable del presente frente al futuro. En virtud de la ciudadanía en el Reino de Dios, que le ha sido otorgada, el hombre posee el derecho a este futuro real y las obligaciones consecuentes respecto a la vida presente, derecho y obligaciones que sólo puede realizar cuando ha ganado la libertad para responsabilizarse y el derecho a la autodeterminación. Esta autodeterminación y esta imposibilidad se refieren: - al hombre en todas sus actividades vitales; - al hombre en comunidad con otros hombres; JÜRGEN MOLTMANN - al hombre en comunidad con la creación no humana. Esto constituye una dimensión importante de los derechos y obligaciones humanos individuales, sociales, económicos y ecológicos. Los derechos humanos no existen sin el derecho a la autodeterminación y a la propia responsabilidad ante el futuro, ya que el hombre vive personal, colectiva, económica y ecológicamente en el tiempo y en la historia. Su futuro eterno y su futuro temporal poseen un derecho sobre él y el reconocimiento y establecimiento político de los derechos humanos adquieren su sentido en esta perspectiva del futuro. El hombre se hace libre y prueba sus derechos y obligaciones tanto más cuanto su futuro, verdadero y eterno, adquieren poder sobre él e influye en su presente. Entonces abogará por el derecho del futuro y por derecho a la vida de sus descendientes, se ocupará no sólo de la justicia en el mundo de su generación, sino también en el de futuras generaciones. Pues no sólo existe el egoísmo personal y el colectivo, sino también el egoísmo de las generaciones. El hombre no debe abusar de su medio ambiente a costa del futuro, ni está obligado a sacrificar su presente al futuro, sino que deberá intentar equilibrar las posibilidades de vida y libertad de las generaciones actuales y futuras. En tiempos de superpoblación y de limitación de desarrollo, esta perspectiva temporal de los derechos humanos adquieren un significado especial: la política económica, de población, de sanidad, etcétera y tal vez la política hereditaria, deben encaminarse a establecer los derechos humanos actuales y futuros. Justificación y renovación del hombre Los derechos humanos surten efecto en tanto el hombre es y se comporta como tal. La falta de humanidad del hombre se manifiesta en la violación de los derechos humanos. Tras la cuestión práctica de cómo pueden hacerse realidad sobre la Tierra estos derechos, late la pregunta más profunda de cómo puede el hombre experimentar su verdadera humanidad y superar su indudable falta de ella. Desde la declaración colectiva de los derechos humanos en 1948 se han dado a conocer las violaciones políticas de los mismos, y se ha sabido en qué medida y en qué forma se violan diariamente derechos humanos fundamentales. El aumento de la tortura en las dictaduras es un signo de que la simple declaración y aprobación pública de los derechos humanos no consiguen una humanización de los pueblos, aunque agudizan la conciencia de los hombres y hacen ilegal la falta de humanidad. Desde la discusión sobre los Pactos Internacionales en 1966, resulta claro que los derechos humanos no sólo se violan, sino que se abusa de ellos. Esto sucede cuando se utiliza para justificar los propios intereses a costa de los derechos de los demás, o cuando se dividen y sólo se da a conocer una parte presentándolas como la totalidad. Existen también el egoísmo individual, la arrogancia nacional, el imperialismo de la humanidad frente a la naturaleza y el absolutismo de la generación actual frente a las venideras. El aumento del abuso ideológico de los derechos humanos es otro signo de que su declaración y aprobación no basta para hacer a los hombres más humanos. Sin embargo, el conocimiento de la unidad indivisible de los derechos humanos agudiza la conciencia y la responsabilidad de los hombres entre sí. La Teología cristiana llama pecado a la inhumanidad del hombre cuando se manifiesta en la violación o el abuso continuados de los derechos humanos; según el testimonio JÜRGEN MOLTMANN bíblico, el hombre fracasa en su destino original de vivir a imagen de Dios al del hombre con la naturaleza (Gn 3). Con el fratricidio de Caín comienza la historia del hombre que no quiere ser guardián de su hermano (Gn 4) y de esta forma el pecado trasforma la relación del hombre con Dios, su creador, con sus congéneres, su prójimo, y con la naturaleza, su hogar. Así, Dios se convierte en juez, sus congéneres en enemigos y la naturaleza se le hace extraña. El miedo y las agresiones dominan hoy a la Humanidad dividida y enemistada, que está en camino de destruirse a sí misma y a la naturaleza: los derechos humanos sólo pueden ser un hecho real cuando se convierten en "justificación" del hombre y en renovación de su humanidad. La fe cristiana reconoce y anuncia que Dios justifica al hombre por Jesucristo y le renueva para su auténtica humanidad. Con la encarnación de Cristo, Dios devuelve al hombre, que quiere ser como Dios, su verdadera humanidad perdida. Por la muerte de Cristo, Dios toma sobre sí el juicio del pecado del hombre y le reconcilia consigo (2 Co 5,19). Por la resurrección de Cristo de entre los muertos, Dios hace realidad su derecho sobre el hombre al justificarlo (Rm 4,25). Al enviar su Espíritu a todos los hombres (Jl 3,1; Hch 2), Dios renueva su imagen sobre la Tierra, reúne la Humanidad dispersa y libera a la creación de la sombra del mal. En su Reino futuro, Dios glorificará definitivamente su derecho, hará justo al hombre y transfigurará a la Creación. Para la cristiandad, en este mundo pecaminoso e inhumano, la justicia divina se revela a través del Evangelio de Cristo (Rm 1,16-17), porque mediante él se comunica a todos los hombres el derecho divino de la gracia y se proclama la dignidad otorgada por Dios a todos y cada uno de los hombres. Al revelarse esta dignidad, se pone en vigor también los derechos humanos fundamentales. Su realizació n se hace posible, convirtiéndose en una obligación ineludible. Basándose en el Evangelio, los derechos humanos se realizan, en un mundo enemigo e inhumano, en primer lugar por el servicio de la reconciliación (2 Co 5,18ss). La fe separa a la persona humana del pecado inhumano. El amor acepta la persona y perdona el pecado. La esperanza reconoce su futuro humano e inicia la vida nueva. A través de la fe, el amor y la esperanza se devuelve al hombre su humanidad traicionada y perdida. Por el "servicio de la reconciliación" se vuelven a establecer la dignidad y el derecho humano: siempre que se respete la dignidad humana y se establezcan los derechos humanos, se cumple este servicio de la reconciliación, que no es otra cosa que el derecho justificante, la fuerza de la nueva Creación en este mundo falso. Por causa de la reconciliación se puede incluso renunciar al propio derecho; por el derecho del prójimo puede llegarse a arriesgar la propia vida: la renuncia y el sacrificio en el servicio de la reconciliación del mundo con Dios son siempre la renuncia y el sacrificio a favor de la humanidad del hombre. La cristiandad ha sido encargada por Dios de aportar el derecho de la reconciliación a la lucha universal por los privilegios y el dominio. En esta lucha es testimonio del futuro y agente de la esperanza, ya que con el derecho de la reconciliación comienza ya aquí el cambio del mundo, que pasa de ser desconocido a ser reconocido como mundo humano, amado por Dios. La experiencia de la reconciliación convierte a los enemigos en amigos, y el trabajo en la reconciliación abre un futuro de vida al hombre amenazado de muerte. Sin reconciliación no hay humanización en las relaciones entre los hombres; sin humanización, la reconciliación no es efectiva. Reconciliación y transformación se complementan y hacen que este mundo sea más humano. La fe cristiana no dispensa de la lucha para el reconocimiento y la realización de los derechos humanos, sino que ayuda a avanzar en esta lucha; la JÜRGEN MOLTMANN comunidad que llama a Jesús "hijo del hombre" sufre con la inhumanidad y la deshumanización perenne del hombre y, en sus oraciones, convierte este sufrimiento en dolor consciente. Prioridad y equilibrio en la lucha por los derechos humanos El hombre está destinado a ser imagen de Dios como individuo, en comunidad y dentro de la Humanidad. Por esto, todos los hombres están ligados entre sí y no pueden ser reducidos, separados o valorados en distinta forma. Todos los derechos humanos están también relacionados con obligaciones específicas del hombre, que no pueden separarse de aquéllos; de los derechos no deben derivarse privilegios ni de las obligaciones postulados huecos. En la Historia, sin embargo, los hombres y las naciones establecen siempre prioridades en virtud de sus necesidades: cuando la necesidad económica ocupa el primer lugar, intentan la realización de los derechos económicos básicos; cuando rige la opresión política, pretenden la realización de los derechos humanos políticos. Sin embargo, el progreso parcial produce un desequilibrio; el crecimiento económico unilateral y no coordinado de algunas naciones ha llevado el equilibrio político al borde de la destrucción; la supremacía de las naciones industrialmente desarrolladas ha mantenido a otros pueblos subdesarrollados y dependientes de ellas. El rápido desarrollo de las libertades y derechos personales puede debilitar los derechos colectivos y, por el contrario, el establecimiento unilateral de los derechos colectivos lleva a la debilitación de los derechos personales. Por ello, los avances parciales en uno de los campos vitales deben equilibrarse con la introducción de los derechos humanos en los otros terrenos. El progreso sin equilibrio destruye, mientras que el equilibrio sin avance provoca la degeneración. La historia. real del reconocimiento y establecimiento de los derechos humanos se realiza en el conflicto inevitable entre progreso y equilibrio; quien respeta al hombre como imagen de Dios, debe respetar, en la misma medida, todos los derechos humanos y verlos en su relación recíproca e indisoluble. Quien respeta la dignidad humana, deberá, en el conflicto entre progreso y equilibrio, respetar la unidad de los derechos del hombre en todas sus actividades y para todos los hombres. En los conflictos históricos los hombres viven en el equilibrio perturbado de sus derechos humanos. Su dignidad está distorsionada. Por esto para la realización de todos los derechos humanos han de desarrollarse estrategias que eliminen las diferencias resultantes de prioridades establecidas: cuando el rápido progreso económico suponga una disminución de los derechos políticos y las libertades individuales, deberá insistirse en la realización de estos derechos; cuando los derechos colectivos se descuiden en favor de la libertad individual, deberán reivindicarse aquéllos; cuando se establezcan derechos sociales a costa de los individuales, deberán reclamarse éstos; en los países colonizados y subdesarrollados, tienen prioridad los derechos a la independencia y a la autodeterminación. La idea reguladora que mantiene el equilibrio es el reconocimiento de la dignidad intransferible del hombre y de la indivisibilidad de sus derechos y obligaciones. En este contexto puede esperarse de las Iglesias, comunidades y organizaciones ecuménicas lo siguiente: JÜRGEN MOLTMANN 1. Que en la discusión sobre los derechos humanos y prioridades políticas defiendan la dignidad humana intransferible y la indivisibilidad de los derechos y obligaciones del hombre, basados en el derecho de Dios sobre los hombres. 2. Que aboguen por el restablecimiento de los derechos humanos descuidados, debilitados u oprimidos a causa del progreso unilateral o de las prioridades existentes. 3. Que superen su propio egoísmo para ayudar a la superación del egoísmo individual, social y humano frente a la naturaleza, así como el egoísmo de la generación actual frente a generaciones venideras, sirviendo a la Humanidad, en todos y cada uno de los hombres, en favor del Dios creador y libertador del hombre. 4. Que inculquen públicamente las obligaciones humanas (ligadas ineludiblemente a los derechos) frente a su dignidad que procede de Dios, frente a los demás hombres, a la naturaleza y al futuro. La cristiandad se considera a sí misma como testimonio del Dios trinitario, que libera a los hombres de su inhumanidad interior y exterior, que les permite vivir en su alianza y los conduce a la gloria de su Reino. Aboga por la dignidad humana, de la que se derivan los derechos y obligaciones del hombre. Defiende, por voluntad de Dios, la dignidad del hombre y sus derechos como image n de Dios con todos los medios a su alcance. Para realizar este servicio la cristiandad necesita el derecho a la libertad religiosa, el derecho a la asociación y el derecho a poder hablar y actuar públicamente. Tradujo y condensó: MARÍA AMPARO BRAVO