homenaje a raimundo prado redondez 1

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I'''''Sfa. M¡¡drid, Gredas, 1955.
,¡,ij'"t''lltinos. Buenos Aires, Gleizer, 1928.
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Luis ¡3orges. Ensayo de interpretación.
~1'1, ttna biografía !iteraría. México, FCE,
Escritura y Pensamiento
Mo X, N" 22, 2008, PP. 195-203
áscAR AuGusTo ÜARCÍA ZÁRATE
HOMENAJE A RAIMUNDO PRADO REDONDEZ 1
Homenajes de este tipo, por los azares en medio de los cuales se desenvuelven nuestras vidas, se ofrecen, muchas veces, con un involuntario
retraso. Así, no es inusual que ellos se programen cuando la personalidad
a la que se destina este reconocimiento en virtud del valor de su obra y de
su trayectoria intelectual, se encuentra ya en los momentos postreros de
su vida o, tras el impotente lamento que acompaña la irrupción de una
situación límite como lo es el fin de la existencia, ya lejos para siempre de
la posibilidad de sentir nuestra gratitud. Sin embargo, y es cosa que me
produce una algarabía especial, en esta ocasión, la Escuela de Filosofía,
el Departamento de Filosofía y el Centro de Estudiantes de Filosofía han
decidido, con mucho acierto, hay que decirlo, rendir homenaje a una
personalidad emblemática de San Marcos, a un destacadísimo profesor e
investigador de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, a un filósofo
que, para alegría de todos nosotros, familiares, alumnos y amigos, se encuentra transitando por los pasillos de la Facultad, como si del primer día
de labores se tratara, con la energía que lo ha caracterizado siempre, para
continuar sin asomo alguno de cansancio entregándonos lo mucho que
puede enseñarnos. Por todo ello, y al unirme a él una especial amistad,
fortalecida por los años transcurridos, me siento inmensamente honrado
de participar en este homenaje. Homenaje que con toda justicia ofrecemos esta noche en el marco del Día Mundial de la Filosofía al ilustre
maestro sanmarquino Raimundo Prado Redondez, aquí presente, y para
quien pido, antes de continuar, un fortísimo aplauso.
Discurso pronunciado en el marco del homenaje a Raimundo Prado que se llevó a cabo con
ocasión del Dia Mundial de la Filosofia el 15 de noviembre de 2007 en el Auditorio de la
Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM.
1 •
196
ÓSCAR AUGUSTO GARCÍA ZÁRATE
Conocí a Raimundo Prado, por decirlo de algún modo, en su
hábitat natural, es decir, en un evento académico. De ningún modo
exageraría si digo que entre los decisivos factores que me decidieron a
estudiar filosofía se cuenta el impulso que significó su magistral intervención en dicho evento. Así, pues, ingresé a San Marcos, en la década
del setenta, luego de haberlo escuchado disertar sobre la temática que
constituye una de sus principales franjas de interés en el marco de un
curso de actualización para docentes de educación secundaria procedentes de provincia. A lo largo de cuatro semanas, Raimundo Prado se
encargó de brindarnos un panorama general del marxismo. Debo decir
que además de la desbordante pasión que le imprimía a su discurso,
quedé impresionado por su solvencia intelectual, por la amplitud de
sus conocimientos y por la manera didáctica en que llevó adelante su
exposición. Virtudes éstas que siempre, como paulatinamente yo había
de advertir, ponía invariablemente en juego en las aulas, en los diversos
event:,os en que participaba y en las tertulias con los amigos.
Ya en la universidad, tuve el enorme privilegio de ser su alumno.
Raimundo Prado fue mi profesor en cuatro cursos, que no está de más
recordar: Materialismo dialéctico, Materialismo histórico, Marxismo y
Seminario de Marxismo. A través de sus esclarecedoras clases, tuve la
oportunidad de acercarme a las ideas medulares de esta corriente del
pensamiento moderno y contemporáneo, siendo requisito indispensable para ello la obligada lectura de los clásicos del marxismo, dejando
de lado, a instancias de nuestro gran profesor, los socorridos recursos
manualísticos a los que a veces por cierta desidia se suele recurrir. Y no
sólo eso. Tuve, además, otro gran privilegio: convertirme en su amigo.
Amistad que se vio consolidada por el hecho posterior de compartir
una labor tan noble como la que le corresponde a un maestro. Labor
que mi amigo Raimundo lleva adelante con un entusiasmo que parece
renovarse cada día.
Fue tal la influencia que ejerció Raimundo Prado en mi formación que decidí escribir mi tesis para optar el título de Licenciado de
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Filosofía tomando como tema El concepto de alienación en los Manuscritos
Económico-Filosóficos de 1844.
En este punto, no puedo dejar de mencionar el inicio de mi labor
como profesor en ésta nuestra alma máter, cuando ingresé a enseñar,
a fines de los setenta, Materialismo dialéctico, Materialismo histórico
y Dialéctica de la naturaleza, pues en estrecha vinculación con ese importante paso en mi carrera, y ostentando pareja importancia, se encuentra fuertemente impregnado en mi memoria el gratísimo recuerdo
de la desinteresada y generosa ayuda que Raimundo me brindó en esa
ocasión. La responsabilidad adquirida era, sin duda, una circunstancie1
que, aun cuando había tenido al mejor maestro en estas materias -el
mismo Raimundo Prado-, me abrumaba en alguna medida. No pude
elegir hacer nada mejor que acudir a él para obtener orientación con
el objeto de hacer frente a este desafío. Ante mi pedido de ayuda, Raímundo no opuso objeciones de ningún tipo. Muy por el contrario, se
mostró absolutamente dispuesto a recibirme en su casa para absolver las
dudas que yo tuviera al respecto. Tengo que reconocer que fui insistente
y que, probablemente en otras circunstancias, y con otra persona, me
hubiera visto expuesto a algún tipo de desplante, comprensible, por lo
demás, a causa de mis quizá un tanto impertinentes requerimientos y
de mis repetidas y prolongadas visitas. Pero tratándose de Raimundo
Prado y de su proverbial desprendimiento sólo obtuve de él fraternal
comprensión y sabia orientación. Especialmente los sábados, nos reuníamos en el acogedor estudio de su casa y tras interesantísimas y extensas
conversaciones, jalonadas por los interrogantes que yo le formulaba, ya
digo, con particular insistencia, y que sólo él podía responder con solidez
y prestancia, nos despedíamos hasta la siguiente ocasión, no sin antes facilitarme sin ningún asomo de resquemor el material bibliográfico que me
era indispensable, y que formaba parte de su nutrida biblioteca. Si acaso
pude desempeñarme con algún acierto en el dictado de los cursos que me
fueron asignados, apenas hace falta decir que la cuota que le corresponde a mi buen amigo Raimundo no es de ninguna manera desdeñable.
Aunque nunca podré agradecerle lo suficiente, estas palabras que hoy
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Pero volvamos, sólo por un momento más, a las épocas en que
fui su alumno. Brillante en la exposición de sus ideas, sus clases se encontraban lejos de aquellas tantas otras que suelen seguir un desarrollo
esquemático y muchas veces árido. Las clases de Raimundo Prado se
desarrollaban siempre bajo la cálida atmósfera que suele cubrir la conversación entre amigos. Él, precisamente, siempre puso énfasis en que
en el salón nos encontrábamos para conversar. Así, pues, allí la relación
entre alumno y profesor asumía una horizontalidad que resultaba singularmente estimulante. Esta predilección por la conversación, por el fecundo intercambio de ideas, por ese compartir sus conocimientos y sus
puntos de vista con amplitud y, sobre todo, con sencillez, a despecho del
ingente caudal de conocimientos que a pulso ha logrado acopiar, y, por
supuesto, asimilar con originalidad, dado su gran talento, constituye un
rasgo que lo define como filósofo, como profesional y persona, ya sea en
el ámbito académico, ya en el correspondiente al trato con los amigos.
Raimundo Prado, desde que pasara a ocupar la cátedra de materialismo dialéctico, cátedra que antes hubo de estar a cargo de César Guardia Mayorga, rápidamente se reveló como un acucioso y penetrante estudioso del pensamiento marxista. A partir de ese momento, y por obra
de su magisterio, los cursos sobre marxismo adquieren un importante
posicionamiento curricular en la universidad. Diversos artículos suyos,
publicados en revistas especializadas, y ponencias diversas presentadas
en eventos académicos varios, atestiguan de modo inequívoco la permanente presencia de esta preocupación. Ahí tenemos, y sólo por citar
algunos de estos textos, "El pensamiento socialista en el Perú", artículo
recogido en el volumen recopilatorio intitulado Pensamiento filosófico en
el Perú, que data de 1994; y "Mariátegui y la cuestión de pensar bien",
texto publicado en la revista Alétheia el año 1996. Merecen ser mencionados, del mismo modo, aunque ya situados en el ámbito de otra
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temática, "Tres preguntas de Augusto Salazar Bondy a la Filosofía de
la Filosofía Latinoamericana", ponencia presentada en el Primer Congreso Nacional de Filosofía, celebrado en 1984, y publicada luego, en
1990, como parte de las actas de dicho congreso; el trabajo colectivo, en
dos volúmenes, escrito al lado de José Carlos Ballón y Juan Abugattás,
y publicado en 1993, Para iniciarse en filosofía; y los artículos "Problemas
epistemológicos de las ciencias sociales", publicado en 1998, y "La identidad cultural: una perspectiva filosófica", de 1999. Su ámbito de intereses abarca además el estudio de la filosofía en el Perú. En este terreno,
del mismo modo, ha alcanzado un nivel excepcional de conocimientos,
y actualmente, como es sabido, es considerado un verdadero especialista
en relación con esta temática. Como expresión de este interés, tenemos
un artículo suyo dado a conocer el año 2000, "Las ideas políticas en el
Perú contemporáneo".
Luego de cuarenta y dos años de sostenida entrega a la labor docente e investigativa, sus pesquisas siguen dando frutos. Tres trabajos
suyos serán publicados en breve. Se trata de El concepto de ideología en
Marx, El concepto de ciencia en Marx y Las condiciones de posibilidad del pensamiento crítico. Dicho sea de paso, el primero de estos títulos constituyó
su tesis con que optó el grado académico de Doctor en Filosofía, que
obtuvo la más alta calificación y la recomendación del jurado para su
publicación.
Pero es un libro suyo, publicado en 1982, intitulado El marxismo
de Maridtegui, al que le ha correspondido el justo destino de convertirse
ya en un pequeño gran clásico sanmarquino en lo que concierne al
estudio de este notable pensador peruano. A veinticinco años de su publicación, precisamente, ya tenemos entre nosotros la segunda edición
de esta obra, alentada sin duda por la contundencia y frescura de las
ideas allí contenidas y que no son sino el testimonio de la preocupación
permanente de Raimundo por el legado mariateguiano, y expresión,
además, de su permanente compromiso con el ideario socialista que el
Amauta con destellante lucidez propugnaba. Esta primera obra había
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200
ÓSCAR AUGUSTO ÜARCÍA ZÁRATE
de gestarse en 1978, a partir de un informe presentado por Raimundo
Prado al Instituto de Investigaciones Humanísticas de la Facultad de
Letras y Ciencias Humanas de nuestra universidad, y contiene actualmente importantes añadidos que'vienen a enriquecer su contenido, ya
de por sí sugestivo y esclarecedor.
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estudio de las líneas maestras que definen el pensamiento y la acción
de José Carlos Mariátegui. El objetivo primordial de Raimundo en esta
obra es forjar, a partir del empleo de criterios de evaluación objetivos,
una imagen del gran Mariátegui en la que quede nítidamente plasmada su condición de consecuente y auténtico marxista. En el contexto
de esta obra, pues, se adopta una posición de prudente distancia con
respecto a aquellas interpretaciones encaminadas a plantear que el marxismo desde la perspectiva de Mariátegui podría ser asumido como un
simple "canon" de interpretación o como un "marxismo abierto" sin
más, pues contra esto último, Raimundo Prado señala que el marxismo
de Mariátegui, más bien, queda definido por su "asimilación" de lo
extraño. El desarrollo de la temática del libro comprende dos partes. A
lo largo de la primera de ellas queda establecida la presencia de cuatro
períodos en la formación teórica de Mariátegui, a saber: el esteticismo
literario, el criticismo socializante, el despliegue del pensamiento marxista y el momento correspondiente a la creación del movimiento socialista peruano. En la segunda parte, en tanto, nuestro autor se aboca a
precisar los rasgos que definen a Mariátegui como un marxista-leninista
indiscutible. En esta parte de la obra, el análisis crítico está dirigido a
examinar la pertinencia del supuesto sorelianismo adjudicado a Mariátegui, así como a la determinación del lugar ocupado en su ideario por
el concepto de "mito social". Por lo demás, aquellos rasgos que definen
el marxismo de Mariátegui, permitiendo encuadrarlo en el marco de
un auténtico marxismo-leninismo son, según, Prado, la asunción de
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socialismo como alternativa política ineludible en la transformación de
la sociedad.
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El marxismo de Mariátegui, además de suscitar un intenso debate a
nivel iberoamericano nada menos, fue muy bien acogido en los medios
académicos y no faltaron, como era de esperarse, comentarios elogiosos hacia el autor y su obra. Por ejemplo, el 2 de agosto de 1982, Manuel Tarazana publicó en el diario El Observador un comentario en que
ponía de relieve los aciertos de aquella obra, aciertos que, corno ya lo
señaláramos hace un momento, han hecho de ella un gran clásico sanmarquino, y, en virtud de esa condición, fuente de consulta obligada
para todo aquél que pretenda llevar a término una investigación acerca
del pensamiento de Mariátegui. Y cómo no mencionar, por supuesto,
la reseña que David Sobrevilla escribiera a poco de la publicación de la
obra y que, años más tarde también publicaría corno parte de su conocidísirno libro La filosofía contemporánea en el Perú, y en la que, aun cuando
discrepa de algunas ideas contenidas en El marxismo de Mariátegui, no
deja de reconocer su apreciable valor.
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Pero si podemos hablar largo y tendido acerca de las dotes intelectuales y de la labor destacadísima de nuestro apreciado homenajeado en
lo que atañe al territorio fascinante de la investigación y de la docencia,
no es menor el espacio que podríamos dedicar al referirnos a su actuación en el muchas veces farragoso terreno del trabajo administrativo.
Raimundo ha desempeñado con igual acierto y eficiencia el cargo de
Jefe del Departamento de Filosofía y ha sido, asimismo, director tanto
del Instituto de Investigaciones Humanísticas, cuanto del Instituto del
Pensamiento Peruano y Latinoamericano. Fue también Coordinador
del Doctorado en Filosofía en la Unidad de Post Grado de la Facultad
de Letras de San Marcos. Ocupó, además, el cargo de Decano de esta
misma Facultad. Aunque nadie podría decir que no estuvo a la altura de
202
ÓscAR AuousTo GARcíA ZÁRATE
HOMENAJE A
las circunstancias, pues su desempeño fue, además de ejemplar, y como
ya lo mencionáramos, eficiente, para quienes lo conocemos de cerca
-me permito esta fraternal infidencia- era evidente que al poco tiempo
de estar en el cargo, contaba las horas para dejarlo y dedicarse, nuevamente, al dictado de sus cursos de manera íntegra y sin las inevitables y
repentinas interrupciones que a raíz del cumplimiento de sus obligaciones en razón de su novísima labor se producían, para él, con mortificante frecuencia. Y cómo no recordar en este momento también, y a modo
de chanza, su encarnizada lucha con uno de sus peores enemigos, ése
que interrumpía con alguna frecuencia sus clases: el bendito teléfono celular, del que muchas veces lo escuchamos abominar amargamente. Este
brevísimo anecdotario pone de manifiesto, de modo particularmente
gráfico, el vigor con que la envolvente vocación intelectual de mi amigo
Raimundo se imponía. Pues antes que en un despacho administrativo,
su lugar, sin ningún atisbo de duda, se encuentra en un salón de clases,
aliado de sus alumnos, en el permanente y apasionado ejercicio de la filosofía a través de las charlas amigables a que nos tiene acostumbrados,
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los alcances de sus reflexiones e investigaciones a través de los frecuentes eventos a que es invitado.
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Y si de anécdotas se trata, quizá haría falta una que nos hable
de la juvenil dedicación de Raimundo. Los escarceos académicos de
mi amigo Raimundo con la filosofía se remiten al tiempo en que paralelamente estudiaba Derecho y Filología. Fue nada menos Augusto
Salazar Bondy, nuestro descollante filósofo, quien le daría la primera
oportunidad de poner a prueba los conocimientos adquiridos en este
saber. Raimundo, como alumno libre, asistía a las clases que Salazar
dictaba en la Facultad de Letras como parte del curso de Introducción a
la Filosofía. Ésa fue la razón por la que, al momento de programarse el
primer examen del curso, Raimundo pasó a retirarse cuando los alumnos matriculados se disponían a rendirlo. Al verlo, a él, que era uno de
los alumnos más puntuales y atentos, encaminarse a la puerta, Salazar,
muy intrigado, le preguntó la razón de su actitud. Luego de darle las
Muchas gracias.
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HoMENAJE A RAIMUNDO PRADO REDONDEZ
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explicaciones del caso, y contra lo que esperaba, Salazar lo invitó a que
diera el examen. Sorprendido, Raimundo tomó asiento. Y sorprendido
también quedó Salazar al comprobar, luego de algunos días, y con el
examen ya corregido, que el puntual alumno libre había obtenido la
más alta nota del salón.
¿Qué más podría decir para terminar de hacer una semblanza en
que quede expresada de manera total mi gran estima y absoluta admiración hacia nuestro maestro Raimundo Prado? Con toda seguridad, muchas cosas más. Sin embargo, aquello que testimoniaría de manera más
cabal mi aprecio hacia él, quizá se manifieste mejor en el trato diario, en
la cotidianidad de la amistad de tantos años, en el intercambio fecundo
de ideas, en fin, en cosas tan simples, y a un tiempo profundamente significativas, como un apretón de manos o una charla en un cafetín. Sólo
restaría, por ello, en primer lugar, agradecer, una vez más, a los organizadores del evento por haberme brindado la ocasión de participar en este
oportuno y merecido homenaje leyendo estas breves líneas, pues una
oportunidad de esta naturaleza, vale la pena reiterarlo, representa para
mí un inmenso honor. Y, en segundo lugar, pero de una manera muy
especial, querría también agradecer al maestro sanmarquino Raimundo
Prado Redondez por haberme permitido, en las aulas, y también como
colega y amigo, aprender tanto de éL
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