Huellas Crónica Franz Van Heyl, el artista que construía casas de otra era Por Óscar López Lobo * Esta crónica refresca los recuerdos de algunas casas “futuristas” que se nos cruzan en el deambular por la ciudad, pero de las cuales no tenemos mayores referentes. Su creador, casi olvidado, es Franz Van Heyl: autodidacta, artista, bohemio y amante del Carnaval. He aquí un texto que lucha contra el olvido de su legado artístico. Solía usar abarcas, pantalones anchos, guayaberas cortas y pelo largo. Hombre de fino y elaborado castellano, bebía en verbenas, no ahorraba miradas para una hermosa mujer y semanalmente se desconectaba contemplando al mar, observando sus olas, el horizonte, su textura. Franz Albert Van Heyl Altamar, pupilo del maestro Alejandro Obregón, usó a Barranquilla como un gran lienzo en el que plasmó viviendas de otra era, así como murales y capillas de gran valor artístico que el insensible olvido se empeña en destruir. Van Heyl nació el 30 de septiembre de 1931 en una casa de la calle 46 con carrera 46, del barrio Rosario. Hijo mayor del holandés Franz Van Heyl, descendiente de obreros y músicos, y de la barranquillera Rosa Alta- * Magíster en Documental periodístico, Universidad Nacional Tres de Febrero, Argentina. mar. Tuvo dos hermanos: Rosa Esther, quien reside en los Estados Unidos, y Enrique Luis, fallecido en 2012. Casado dos veces; dejó igual número de hijos: Franz Kurt, residente en Panamá, y Érika Van Heyl, quien lo recuerda como “un padre cariñoso, bohemio, que los fines de semana nos llevaba a casa de mis abuelos en Puerto Colombia para disfrutar de la playa y correr con los perros criollos y malteses que criábamos”. En las venas de Franz Van Heyl corría el arte, y lo desahogó en numerosas pinturas, como la desaparecida acuarela “República y rapiña” en la que plasmó a la mujer justiciera. También dejó la huella de su talento en los murales de El Quijote de La Mancha y Sancho Panza, y el escudo que engalanan la fachada del Colegio Liceo de Cervantes. “Fui varias veces con él, en su vieja camioneta, a visitar las obras. Era una persona desapegada al dinero, escogía bien a sus amistades, era sencillo, amable y un artista impresionante”, dice su primo Germán Van Heyl. 44 Franz y sus sueños de navegante Era un navegante de embarcaciones multidimensionales, e inspirado podía diseñar o pintar obras sobre servilletas, como lo hacía con el maestro Pacho Galán, con quien compartió espacios de bohemia en clubes, bares, en cualquier esquina. Diseños como la capilla del Cementerio Jardines del Recuerdo, la del Cervantes o la de la casa ubicada en la calle 87 con carrera 50, se asemejan a botes, embarcaciones en las que viajaban sus sueños, frustraciones y genialidades. Sus primos Erick y Germán recuerdan que Van Heyl fue pupilo de Alejandro Obregón, cuando este artista nacido en Barcelona pero criado entre Puerto Colombia y Barranquilla dirigía la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico; allí sostuvieron una relación académica que trascendió a una amistad entre maestro y estudiante. Esta relación llevó a Obregón a recomendar a Franz para que construyera, a petición de las directivas religiosas del Cervantes, la capilla que engalana a la institución así como los murales y una de las entradas del colegio. Según el arquitecto, empresario y docente Ramiro Manjarrés, el primer cementerio construido en Colombia basado en el concepto de jardines, con 11.5 hectáreas, se levantó en lo que eran las afueras de Barranquilla en el año 1965; el diseño y construcción de Jardines del Recuerdo fue obra del barranquillero Van Heyl, con la asistencia de Manjarrés. Su fijación por las embarcaciones marinas le motivó también la fabricación de una con motor fuera de borda, construido con sus propias manos durante 1961 en la casa de sus padres, en el vecino municipio de Puerto Colombia. Válvula de escape y esquina caribeña que visitaba frecuentemente, para vislumbrar al mar, adentrarse en él, apreciar sus texturas, colores, el eterno horizonte donde su imaginación volaba y hacia donde solía navegar para pescar en las madrugadas. “En varias ocasiones, cuando llovía, Franz me decía que apenas escampara teníamos que ir a ver el mar, ya que se despejaba totalmente y se podía ver más nítido el horizonte”, cuenta su pupilo más connotado Ramiro Manjarrés, quien no oculta su admiración por él. Van Heyl obtuvo el diploma de arquitecto post mortem, gracias a la gestión de Manjarrés que sirvió para construirle, junto a Eduardo Peñate, reconocido escultor y artista, un busto con su rostro para homenajearlo en la Corporación Universitaria de la Costa CUC, donde fue docente, pero del que hoy no se sabe dónde está. A 45 Tumba del escritor Álvaro Cepeda Samudio y al fondo la capilla de Jardines del Recuerdo. Foto: Giselle Massard Franz Van Heyl, pupilo del maestro Alejandro Obregón, usó a Barranquilla como un gran lienzo para enmarcar con viviendas de otra era. pesar de que han transcurrido 30 años de la muerte de Van Heyl, Manjarrés no oculta el respeto y profunda admiración que le tiene: “fue mi maestro, me siento orgulloso de haber sido su asistente”, expresa con evidente nostalgia. Franz, autodidacta, constructor, bohemio de tiempo completo, amante del cine y del Carnaval falleció de un infarto fulminante mientras dormía al lado de su segunda esposa, Carmen Sierra, un 17 de octubre de 1979 a los 49 años. Franz van Heyl en compañía de Álvaro Cepeda Samudio, Luis Lorduy, Alejandro Obregón, Guillermo Marín, Eduardo Vilá y Alfonso Fuenmayor, entre otros personajes del mundo cultural de Barranquilla. El primer cementerio construido en Colombia, basado en el concepto de jardines, fue Jardines del Recuerdo y las pinceladas arquitectónicas así como la construcción entera fue obra del barranquillero. Legado Van Heyl “A pesar del tiempo pasado, como crecí escuchando las historias que mi tío Germán y mi padre Enrique Van Heyl me contaban de Franz y de su genialidad, nos pusimos en la tarea de evitar que su legado siga en el olvido”, comenta el ingeniero industrial Rudolf Van Heyl, sobrino del artista. Según señala un grupo de arquitectos historiadores de la CUC, en la década de 1960 culminó la época más floreciente del urbanismo en Barranquilla, iniciada en 1930 y finalizada a comienzos de la década de 1970; fue el período en el que el estilo republicano se abrazó con el Art Deco. Fue la etapa en la que la genialidad de Franz Van Heyl explotó, rompiendo moldes, superando las predominantes líneas rectas por curvas, cuyos diseños ergonómicos estamparon un sello único para la época. “Nunca se fue por la línea recta; sus diseños, sus construcciones eran únicas. De él aprendí su plástica, era un artista, un arquitecto único; de hecho era gran constructor, sin duda se debería hacer algo para que las casas que hizo sean protegidas porque hacen parte de la memoria de la ciudad”, afirma Humberto Osorio, decano de la Facultad de Arquitectura de la CUC. Entre sus construcciones más relevantes podemos describir: Casa “Guerra de las Galaxias”: Aún intacta, rodeada de un amplio jardín en la calle 84 con carrera 50 esquina; es probablemente la joya que resume la evolución de Van Heyl, con ventanas pequeñas, muros curvilíneos que asemejan iglúes traídos de la serie de ficción de George Lucas. Esta casa se impone ante el paso de quienes se detienen para apreciarla, con una estructura íntima, de elevaciones circulares que resaltan del techo como si fueran bolas de nieve. Casa “El Barco”: ubicada en la calle 87 entre carreras 50 y 49C; está ocupada por una clínica, presenta un frente con líneas curvas y diagonales pronunciadas que ase- 46 mejan la proa o la popa de un barco. Al entrar, las salas se unen en un punto medio, estructura circular que posee habitaciones y un céntrico jardín interior con un techo con forma de una embarcación boca abajo. Casa de “Los Picapiedra”: bajo la evidente influencia del genio español Antonio Gaudi, Van Heyl se basó en ‘La Pedrera de Gaudi’ para darle vida a la popularmente conocida en Barranquilla como “La Pica Piedra”, casa esquinera, de 480 metros cuadrados, 4 niveles con 5 habitaciones, 4 baños, patio tras patio, localizada en la carrera 42E con calle 83B. Esta casa posee amplios ventanales está sostenida por muros con acabados en puntas parecidos a cuernos de elefantes imponiéndose por su diseño único. Hoy, a pesar de que su diseño original ha sido manipulado en un mínimo porcentaje, padece las consecuencias del olvido; sin embargo, aunque en venta y con las ventanas rotas, se mantiene impactante. Casa “Los pica-piedra”: Carrera 42E con calle 83B. Casa “El hongo’: en la carrera 54 con calle 66, en el pleno corazón del barrio El Prado, se erige un gran hongo blanco sostenido por columnas curvilíneas y con ventanas cuyos extremos parecieran ondular. Es un concepto vanguardista de una vivienda de estructura rocosa, corrugada, con protuberancias salidas del techo y que sostienen paredes que parecen moverse, para conformar la fachada de un hongo que alucina con su diseño a quienes la han apreciado. En la actualidad, la fachada de esta casa se ve afectada por carteles con formas y colores evidentemente incoherentes con el diseño original, que contrastan e impactan negativamente una obra que se muestra a los estudiantes de arquitectura como ejemplo de arte revelador. Según el docente Jairo López: “esta es una vivienda única que, desafortunadamente, ha sido modificada; el diseño original se ha alterado con avisos que no tienen nada que ver con su forma; sin embargo, se las muestro a los alumnos como referente de creatividad, de alguien que recuerdo como un gran profesor”. Siempre carnavalero No solo fue un amante de las carnestolendas de La Arenosa, también aportó su talento a las fiestas para el diseño de carrozas. Sus familiares recuerdan de manera especial una carroza, adornada con pirámides incas, que diseñó para la Reina de Soledad. “Franz no concebía que un barranquillero se fuera a otro lado en carnavales”, apunta su primo Enrique. Perdía con frecuencia sus diseños, muchos de ellos realizados sobre 47 Casa “El Barco”, ubicada en la calle 87 entre carreras 50 y 49C. el capó de su viejo Jeep Willis y hasta las cuentas de cobro por su trabajo tenían que ser guardadas y reclamadas por sus asistentes. Amigos y familiares coinciden que para Franz el dinero era un estorbo. Fue un hombre versátil; además de su amistad con Lucho Bermúdez, compartió con distinguidos contertulios del Grupo Barranquilla, del que fue muy cercano. Recuerda su sobrino Rudolf, que Franz se relacionaba con personajes de la talla de Alfonso Fuenmayor y Alejandro Obregón. Sin embargo, poco se sabe de su histórico aporte a la cultura y de la relevancia de su legado a la arquitectura local. Como la melancólica pintura de una paradoja, la tumba del gran escritor Álvaro Cepeda Samudio se encuentra a veinte pasos de la capilla, de vitrales sucios y rotos, hecha por Franz Van Heyl en el cementerio Jardines del Recuerdo.