Cultura de Italia Desde los tiempos más remotos, la historia de Italia ha estado ligada al arte en alguna de sus manifestaciones. El arte romano tiene sus mejores obras en la arquitectura, aunque no destaca menos en otras facetas, como pintura, escultura o literatura. La verdadera explosión artística italiana se produjo durante el Renacimiento, movimiento nacido en Florencia a principios del siglo XV gracias a los príncipes de los estados italianos, que no dudaron en ser los mecenas de artistas que, sin este apoyo, quizá no hubieran conseguido ni siquiera sobrevivir. Las obras de Brunelleschi, Miguel Ángel, Tintoretto, Donatello y muchos otros forman parte de un impresionante legado que convierte a Italia en la cuna del arte y la cultura por méritos propios. Literatura El desarrollo de la literatura italiana comienza con la poesía en Sicilia y Toscana, la cual terminaría evolucionando hacia la prosa en lengua vulgar que compite con el latín. En la Edad Media los poemas de caballerías compiten con los temas religiosos y la poesía satírica sobre las cortes de San Gimgnano. Los poetas toscanos como Cavalcanti o da Pistoia ofrecen una mayor profundización en los temas hasta llegar a Dante con la Divina Comedia. Esta obra supone un punto y aparte con respecto a todo lo anterior y abre un nuevo horizonte lleno de posibilidades. El Decamerón de Boccaccio recoge el testigo y lo hace con un reflejo plenamente literario de la sociedad burguesa. No obstante es en el Renacimiento cuando las obras en lengua vulgar ocupan el lugar predominante, con obras como Orlando Enamorado de Boiardo o las Prosas en Lengua Vulgar de Pietro Bembo. Es también cuando la literatura pasa a relatar los temas del momento y el resurgir de la burguesía en un estilo sin prejuicios y con un gran sentido del humor, algo que constatan los cuentos de Firenzuola y Straparola, la poesía de Folengo, la prosa de Cellini y sobre todo, en las comedias teatrales de Aretino y Bibbiena, así como La Mandrágora de Maquiavelo. El Orlando Furioso de Ariosto o el Príncipe de Maquiavelo, son los mejores exponentes de este período que luego dejó paso a la religiosidad plasmada por Tasso en La Jerusalén Libertada. Posteriormente la literatura italiana derivaría hacia la ampulosidad del Barroco. Una vez dicho estilo llegó al punto de saturación se intenta crear algo nuevo de más calidad naciendo, entre otros, el teatro de Goldoni y la poesía satírica de Parini. El Romanticismo consigue que la literatura italiana pase a considerarse moderna y Manzoni con Los Novios, los Cantos de Leopardi o las Confesiones de un Italiano de Nievo, son una buena muestra. Con la poesía de D'Annunzio y el teatro de Pirandello se da una nueva perspectiva al panorama literario, recogida en este siglo por autores mucho más profundos como Croce y Gentile, poetas como Ungaretti y Montale y novelistas de la talla de Pavese, Moravia y Sciasia. Tampoco hay que olvidar la obra de Carlo Levi, Italo Calvino y Tomasi di Lampedusa. Entre los literatos actuales desatacan Umberto Eco, Morselli y Tabucchi entre otros. De la Prehistoria al Renacimiento Los primeros vestigios del arte italiano se encuentran en pinturas rupestres como las encontradas en las Cuevas de Balzi Rossi o Romanelli. También de épocas prehistóricas son utensilios de piedra, bronce y cerámica. No obstante los restos prehistóricos más llamativos son los Nuraghi de Cerdeña. Estas viviendas de forma cónica, construidas con enormes bloques de piedra, aún se mantienen, pese a los miles de años trascurridos, en muy buen estado. El primer gran pueblo destacado de Italia en el terreno cultural fueron los etruscos. Las necrópolis de Taquina y Cervéteri constituyen un excelente testimonio de la pericia de este pueblo, también presente en las puertas de arco en las murallas de Perusa. La vecina Grecia también dejo su huella de manera paralela a los etruscos, como así lo demuestran antiguas colonias griegas como Paestum, Poseidonia y Elea y obras como el Teatro y Museo de Siracusa, el Templo dórico de Gela y el Templo de la Caracella en Taormina. No obstante, fueron los romanos los que dejaron la mayor huella. Influenciados por el arte griego, maestros de la arquitectura romana consiguieron, a través de la combinación de elementos como el arco de medio punto, la bóveda, y sobre todo, el mortero de hormigón, obras de gran envergadura que se conservan muy bien aún hoy en día a lo largo de todo el territorio italiano. Ejemplo de ello son las Termas de Caracola, el Coliseo, el Foro o los Arcos de Tito y Constantino, que resultan impresionantes. Los cristianos, debido a las persecuciones desarrollaron primero su arte clandestinamente en las catacumbas, con pinturas y sarcófagos trabajados en relieve. A partir del siglo IV d.C., tras el Edicto de Milán, pasaron a construir impresionantes basílicas como Santa María la Mayor o San Pedro Extramuros y mausoleos como el de Gala Placidia en Rávena, de gran belleza. Durante la Edad Media el románico dio excelentes muestras en Italia. La ciudad de Pisa, con su Catedral, el Baptisterio y la famosísima Torre inclinada que es, en realidad, el Campanario del conjunto arquitectónico, es el mejor ejemplo. También lo son los claustros de San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. El románico se transformó en el estilo lombardo en el Valle del Po, con características muy particulares que se pueden apreciar en la milanesa San Ambrosio, las catedrales de Parma, Módena y en San Zenón de Verona. La pintura italiana empieza a desarrollarse en este período, desterrando el hieratismo del arte bizantino. Buenas muestras de ello son el crucifijo de Cimabue y la Virgen del Trono de Duccio de Buoninsegna. El gótico, sin embargo, no influyó de manera determinante en la arquitectura pese a que se adoptaron algunos de sus elementos. El Duomo -consagrado a San Francisco de Asís- o la Catedral de Siena y Santa María de la Flor en Florencia, son buenas muestras de dicha influencia. En cambio, la pintura sí encontró un camino dentro de este estilo con la figura humana y los paisajes como nuevos motivos. Giotto, Simone Martini o Lorenzetti son sus principales representantes. Del Renacimiento al arte moderno El cambio de mentalidad del periodo del Renacimiento cristalizó en una edad de oro que potenció todas las manifestaciones artísticas. En arquitectura Brunelleschi llenó Florencia de muestras de su incomparable estilo: el Hospital de los Inocentes, la Iglesia del Espíritu Santo, la Abadía Fiesolana o el Palacio Pitti. Paralelamente otros artistas daban muestras de su ingenio como León Battista Alberti, Bramante, Vignola y sobretodo Miguel Ángel, destacando de este último la cúpula de San Pedro y la Plaza del Capitolio. Por su parte, la escultura renacentista pretende reflejar los valores espirituales del hombre, algo que Donatello y Andrea del Verrochio consiguen plenamente con sus San Jorge y Amorrino Delfíno respectivamente. Sin embargo es de nuevo Miguel Ángel el artista que alcanza las cotas más altas: su Pietà, el Moisés ó el David son tan perfectos que dan la sensación de que van a cobrar vida de un momento a otro. La pintura de la época tampoco se queda corta en lo referente a maestría. Junto a Masaccio, el primero que dio el salto del gótico a la pintura renacentista, destacan Piero della Francesca por el cuidado de la luz en sus cuadros y Mategna, quien abrió nuevos cauces en relación con la perspectiva. Sin embargo, los pintores que destacaron dentro de este período son los de la llamada Escuela Florentina: Leonardo da Vinci, dotado de un estilo inconfundible que combina perfectamente el conocimiento del cuerpo humano y la técnica con saber crear el ambiente perfecto, el omnipresente Miguel Ángel con la fuerza y expresividad de los personajes como máxima cualidad y Rafael, cuyo estilo supo combinar lo mejor de los dos anteriores e incluso superarlos. Resultado de su genio son obras tan magníficas como las conocidas como Estancias del Vaticano. Posteriormente las manifestaciones artísticas evolucionaron hasta el Manierismo, estilo que sigue las técnicas renacentistas pero con un mayor número de ornamentaciones. Pintores de la talla de Tintoretto, Corregio, Veronés, Tiziano y Caravaggio, escultores como Cellini y arquitectos como Palladio y Sansovino son sus mejores representantes. Toda esta atención a la ornamentación desemboca en la aparición del Barroco, estilo recargado que tiene en Bernini -creador de la Columnata de la Plaza de San Pedro, la Plaza Navona y del proyecto de la Fontana de Trevi- a uno de sus máximos creadores. Tiépolo, los Carracci y Albani representa a la pintura barroca. La saturación excesiva acabaría finalmente provocando una vuelta a formas más austeras con el arte grecorromano como modelo. Nace así el Neoclasicismo, con Canaleto en pintura y Canova en arquitectura como principales impulsores. A partir de entonces el arte se libera y los artistas siguen sus propias tendencias evolucionando hacia obras mucho menos homogéneas y futuristas como Boccioni ó Carrá (metafísicos) e independientes, como Modigliani y Morandi.