LA CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD EUROPEA EN EL PROCESO DE

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UNISCI DISCUSSION PAPERS
Nº 10 (Enero / January 2006)
LA CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD EUROPEA EN EL PROCESO DE
ADHESIÓN DE TURQUÍA
AUTOR:1
PILAR BALET ROBINSON
UNISCI / Universidad Complutense de Madrid
Introducción
Muchos ciudadanos de la Unión Europea rechazan la entrada de Turquía en el espacio
europeo debido, principalmente, a una condición que, según ellos, no cumple: la de la
europeidad. Una cuestión que puede parecer sencilla y básica a simple vista, pero que se
complica a medida que se profundiza en su estudio. El significado de Europa, así como la
definición de “europeo/a” entrañan numerosas contradicciones e inexactitudes que a menudo
olvidamos. Exigimos a Turquía ser europea, pero ¿qué significado tiene realmente esta
condición?
Se trata de una cuestión que abordaré en esta ocasión desde las perspectivas geográfica y
cultural. En primer lugar, estudiaré los límites geográficos y políticos de nuestro continente,
así como los límites de una posible Unión Europea con fronteras en Oriente Medio. A
continuación, analizaré las diferencias culturales entre turcos y europeos haciendo hincapié en
la delicada cuestión religiosa, así como en la idiosincrasia de la propia identidad turca. Por
último, la conclusión del artículo abordará el último informe publicado por la Comisión
Europea sobre el estado de Turquía, así como el valor de la diversidad y la tolerancia en la
construcción de la Unión.
1. Los límites geográficos y políticos de Europa
¿Dónde están los límites geográficos de la Unión Europea? El artículo 49 del Tratado de la
Unión Europea establece que “cualquier estado europeo que respete los principios enunciados
en el apartado 1 del Artículo 6 podrá solicitar el ingreso como miembro de la Unión”. Estos
criterios establecen que para pertenecer a la Unión el país en cuestión debe estar fundado
sobre los principios de la libertad y la democracia, así como asegurar el respeto a los derechos
1
Las opiniones expresadas en estos artículos son propias de sus autores. Estos artículos no reflejan
necesariamente la opinión de UNISCI. The views expressed in these articles are those of the authors. These
articles do not necessarily reflect the views of UNISCI.
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del hombre y al estado de derecho2. Criterios que ya en 1957 abrían las puertas de un proyecto
pluralista con ansias de instaurar y asegurar la paz en Europa.
Cincuenta años después del nacimiento de la Comunidad, los ciudadanos europeos nos
preguntamos si para asegurar la paz es necesario invadir pacíficamente territorios con
profundas diferencias culturales, económicas y políticas. También nos preguntamos hoy
cuáles son los límites de nuestras instituciones europeas e incluso quién es el legítimo juez
capaz de determinar el acceso a la estabilidad y bienestar de la Unión.
El Artículo 49 establece que el país debe ser, en primer lugar, “europeo”. Para poder
determinar si Turquía pertenece o no a esta categoría, es necesario aproximarse a los límites
geográficos del viejo continente. Concretamente, el límite sur-oriental de Europa se sitúa en el
mar de Marmara donde el estrecho del Bósforo divide Turquía en dos, dejando menos del 5%
de su territorio en Europa. El resto del país se extiende por la península de Anatolia hasta la
frontera con diferentes países de Oriente Medio3. Según estos datos, Turquía es un estado
territorialmente asiático por lo que no debería haber dudas acerca de su condición de estado
no europeo y, por lo tanto, sin posibilidades de entrar en la UE. Sin embargo, desde diciembre
de 2004, Turquía es candidato a formar parte de Bruselas. Decisión que ha levantado
ampollas entre muchos ciudadanos que defienden que Turquía no es suelo europeo, y por lo
tanto, no puede entrar en la Unión.
Lo que muchos de estos ciudadanos no han considerado es que en múltiples ocasiones los
límites terrestres de Europa no coinciden con sus fronteras políticas4. Es el caso de Chipre,
cuya adhesión no despertó profundos debates en Bruselas. Una isla que geográficamente
pertenece a Asia Menor, pero con voz y voto en el Parlamento Europeo. Lo mismo ocurre con
los departamentos de ultramar franceses (la Guyana francesa, Martinica, Guadalupe y
Reunión), las regiones insulares portuguesas (Madeira y las Azores) o los territorios españoles
en las islas Canarias, Ceuta y Melilla. Territorios que pertenecen a la geografía americana o
africana, respectivamente, pero que políticamente se incluyen dentro de los límites europeos.
Por otro lado, también deben tenerse en cuenta los territorios del noreste europeo. Los
montes Urales en Rusia delimitan la frontera entre Europa y Asia dejando Ucrania y el
Cáucaso dentro de los límites de nuestro continente. ¿Debemos por ello considerar la
adhesión de Ucrania o incluso del convulso Cáucaso simplemente por el hecho de cumplir la
condición geográfica? Hoy día la realidad europea demuestra que los 25 aceptan o excluyen a
nuevos miembros sin tener en cuenta el factor geográfico. Rusia podría considerarse el estado
europeo de mayor tamaño, y no por ello, está automáticamente incluido en el proyecto
político de la Unión.
Las fronteras que delimitan la Europa del siglo XXI son barreras que, en la mayoría de
las ocasiones, se forjaron entre los nacionalismos del XIX y a raíz de unas necesidades que
poco tienen que ver con la Europa del tercer milenio. Sin duda, no se puede entender la
Europa de hoy según los parámetros políticos o culturales de hace dos siglos, ni tan siquiera
por aquéllos que surgieron tras la Segunda Guerra Mundial. Del mismo modo, tampoco
Turquía es hoy la misma que hace 200 años. La Europa de los estados ha dado paso a una
Europa globalizada que, a raíz de la candidatura del país musulmán, se ha visto obligada a
reflexionar con urgencia sobre su propia construcción e identidad y donde además, según
2
Les traités de Rome, Maastricht, Amsterdam et Nice (2002), París, La documentation française.
The Times Atlas of the World (2002), Times Books.
4
Brotóns, Ramiro (coord.) (2005): Los límites de Europa: la adhesión de Turquía a la UE. Academia Europea
de Ciencias y Artes.
3
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estudios recientes, tan sólo el 2% de su población se siente plenamente representada por las
instituciones o los políticos europeos5.
Por ello, los límites geográficos no deberían convertirse en una condición imprescindible
para un país que ha decidido mantener su vocación occidental desde hace casi un siglo. Según
el Tratado de Roma, la Unión se creó para asegurar y mantener la paz en Europa. Si para
lograrlo debe abrir sus fronteras hasta Ankara, la condición geográfica pasa a un segundo
plano frente a otras necesidades e intereses prioritarios.
Del mismo modo, antes de realizar cualquier ampliación geográfica resulta
imprescindible el estudio del nuevo vecindario de la Unión. La adhesión de Turquía supondría
ampliar nuestras fronteras hasta los límites de complejos países con futuro incierto, como
Iraq, Irán o Siria. Las cifras de las últimas encuestas europeas hacen pensar que, por el
momento, la ciudadanía europea es incapaz de identificarse con un país cuyas regiones
orientales albergan problemas de terrorismo, nacionalismo kurdo y subdesarrollo, así como
conflictos derivados del vecino Iraq y la intervención occidental6. La extensión de los límites
europeos a la península de Anatolia podrían conllevar serios problemas de estabilidad para la
UE. Por ello, llegado el momento, Bruselas deberá estudiar minuciosamente la propuesta
turca e inclinar la balanza hacia una Unión fuertemente cohesionada pero limitada, o hacia
una potencia mundial con más puntos vulnerables. Si, finalmente, Europa decide continuar
por el camino actual hacia la ampliación turca, deberá afianzar su papel en la sociedad
internacional a través de una política exterior y de seguridad común fuerte capaz de afrontar
los riesgos que los conflictos tanto internos como externos del país musulmán podrían
ocasionar a la seguridad del conjunto de la Unión.
2. Las diferencias culturales: la cuestión religiosa
Considerando que tan solo el 2% de la población de Europa se siente plenamente europea,
resulta contradictorio el aumento del rechazo a la candidatura turca por motivos de identidad.
Cifras que alcanzan ya el 61% de los encuestados en Alemania y el 57% en Francia7. En la
mayoría de las ocasiones, este rechazo viene determinado por cuestiones de tamaño o de
índole religiosa. Con la adhesión de Turquía, sus 70 millones de habitantes, la gran mayoría
de ellos musulmanes, adquirirían una importante capacidad de decisión en el seno de la
Unión.
La cuestión de la identidad europea es aún un asunto inmaduro en proceso de estudio.
Hace apenas unos días, el canciller austríaco y presidente de turno de la Unión, Wolfgang
Schüssel, proponía definir “el sistema de vida europeo”8. Para ello, el canciller indicó,
además, que “es necesario encontrar el marco de Europa, cuál es el modelo, cómo queremos
vivir, qué beneficio proporciona Europa, cuáles son sus fronteras...”. Declaraciones que
resucitan los debates complementarios en torno a la Constitución y la Identidad europeas.
Algunos investigadores defienden la existencia de esta identidad como resultado de la
herencia común greco-romana, cristiana e ilustrada compartida por los actuales miembros.
Unos conceptos que durante siglos homogeneizaron culturalmente a la población del
5
La Constitución Europea (2005), Garrigues y Expansión.
Pécout, Gilles (2004): Penser les frontières de l’Europe, Éditions Rue d’Ulm.
7
Kohen, Sami: “Being large as a problem”, Turkish Press, 12 diciembre 2005.
8
Rituerto, Ricardo M. de: “Austria propone definir el modelo de vida europeo antes de hablar de la
Constitución”, El País, 10 octubre 2005.
6
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continente a través de las influencias y las conquistas9. Por otro lado, otros estudiosos afirman
que la identidad europea se ha construido históricamente por oposición a otros, como lo
fueron los “bárbaros”, los “infieles” o los “salvajes”. Este grupo incluiría, además, a los
musulmanes mongoles, tártaros, árabes y turcos que durante siglos supusieron una amenaza
para Europa. Sin duda, se trata de una teoría que, probablemente, continúe enraizada en el
seno de muchos europeos que hoy rechazan la candidatura turca10.
Nadie duda de la herencia compartida por los ciudadanos europeos. Sin embargo, resulta
necesario abordar las importantes diferencias culturales que se extienden por los territorios del
continente. Entre ellas, las 21 lenguas oficiales que convierten a la Unión Europea en una
compleja babel lingüística. Se trata de unas diferencias que en diversas ocasiones han
ralentizado los procesos de adhesión de determinados países, como lo fue el de Gran Bretaña.
La ampliación de la Unión a Dinamarca, Irlanda y Gran Bretaña abrió los debates sobre la
identidad y las fronteras de Europa en la década de los años 60. Una candidatura que fue
rechazada en dos ocasiones debido a las continuas rivalidades entre franceses y anglosajones
y que no logró su propósito de adhesión hasta 1972.
Las diferencias culturales en el marco europeo son obvias. Diferencias que, en muchas
ocasiones, plantean preguntas acerca de la validez de la “herencia cultural europea” como
condición de admisión. Sin duda, la herencia cultural compartida por españoles, franceses e
italianos es inmensa. Del mismo modo, ésta también abarca en muchos aspectos a nuestros
vecinos del norte de África. Unas similitudes culturales enraizadas en la lengua, la memoria,
las costumbres o el carácter mediterráneo que distan mucho de parecerse a los ciudadanos
eslavos y escandinavos. Con esto no quiero negar las diferencias culturales con Turquía, sino
recordar que entre los diversos puntos cardinales de Europa siempre han existido valores
culturales diferentes, que nunca han supuesto un problema para las sucesivas ampliaciones de
la Unión.
Muchos de los que rechazan la candidatura turca alegando sus diferencias culturales
basan sus argumentos en la delicada cuestión religiosa. Con un 95% de su población
musulmana, el acceso de Turquía aumentaría el número de fieles mahometanos a alrededor de
85 millones de ciudadanos en la Unión. El último informe publicado por la Comisión Europea
acerca del proceso de adhesión turco establece que quedan todavía múltiples aspectos
culturales que deben modificarse antes de permitir la plena incorporación de Ankara11. Entre
ellos, la situación de inferioridad de la mujer y la ausencia de muchas libertades
fundamentales, entre ellas la religiosa. Aspectos que muchos achacan al componente islámico
de su población y gobierno.
Se trata de una toma de posición contradictoria si tenemos en cuenta que muchos de los
que hoy rechazan la candidatura turca, albergaron sentimientos pro-bosnios o kosovares y
esperan, además, la plena integración de los Balcanes en el espacio de la Unión. Países
europeos de pleno derecho que incluyen dos estados de tradición musulmana con una amplia
herencia cultural compartida con Turquía: Bosnia y Albania. Sin duda, la posible adhesión de
estos países pondría en tela de juicio una afirmación que muchos evitan por ser políticamente
incorrecta: la incompatibilidad de ser europeo y musulmán al mismo tiempo.
9
López de la Vieja, Mª Teresa (2005): Ciudadanos de Europa. Madrid, Biblioteca Nueva.
Ver Brotóns, op. cit.
11
EC: “Turkey 2005 Progress Report”, 9 noviembre 2005.
10
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A lo largo de la construcción europea, diversas situaciones ponen de manifiesto las
contradicciones que surgen a causa del componente religioso12. Hace tan solo 30 años que
Chipre separa a cristianos y musulmanes. Sin embargo, desde mayo de 2004 tan solo los
cristianos pueden denominarse europeos. ¿Son acaso los ciudadanos de religión cristiana más
europeos que sus vecinos musulmanes? Muchos se han llevado las manos a la cabeza tras
conocer la solicitud de adhesión de Marruecos a la Unión. Sin embargo, parecen no recordar
la pertenencia de Argelia a la Comunidad Económica Europea hasta su independencia en
1962. ¿Era entonces Argelia “culturalmente” más europea que ahora?
Sin duda, los atentados de Nueva York y Washington en 2001 radicalizaron las
diferencias entre las culturas de tradición musulmana y cristiana en todo el mundo. Un
informe publicado recientemente por la Dirección de Asuntos Religiosos de Turquía y la
administración del AKP (partido liderado por Erdogan) afirma que, desde los atentados del
11-S, se han registrado 120 incidentes contra musulmanes en territorio europeo13.Por su parte,
los altercados del pasado otoño en París terminaron con más de 5000 coches calcinados y
alrededor de 1000 detenidos, en su mayoría inmigrantes musulmanes del norte de África.
Altercados ocasionados, en la mayoría de las ocasiones, por los prejuicios de Occidente, la
ignorancia y la falta de integración de los inmigrantes fieles al Islam. Tres cuestiones que
deberían ser muy tenidas en cuenta a la hora de analizar el rechazo cultural de los europeos
hacia la candidatura turca.
El hecho religioso es, sin duda, el factor que determina la principal diferencia cultural
entre turcos y europeos. Una diferencia que, muchas veces, se esconde bajo el amparo de
cuestiones económicas o políticas. El aumento de la islamofobia alimenta una creciente y
preocupante “turcofobia” entre muchos sectores tradicionales de una Europa que, según su
proyecto de Constitución, se autodenomina laica. Por ello, es necesario dar a conocer una
Turquía que hoy comparte con Bruselas unos fuertes valores culturales capaces de cumplir,
poco a poco, con las exigencias del proyecto europeo.
3. El debate de la identidad en Turquía
Diferentes artículos publicados recientemente en la prensa turca abordan una cuestión de gran
interés para el futuro de las relaciones turco-europeas: el aumento de la hostilidad entre la
población hacia todo aquello que no sea turco, especialmente hacia aquello proveniente del
oeste de Anatolia, incluida Europa14. La influencia de las corrientes islámicas radicales, la
intervención de los EE.UU en Iraq, así como el cumplimiento de los criterios de adhesión a la
UE sitúan al Gobierno de Ankara en un delicado sistema de equilibrios entre las raíces
musulmanas del país y los requisitos de Occidente. La población turca se divide, actualmente,
entre aquéllos que buscan modernizar el país y los que prefieren volver a sus raíces y
oponerse a cualquier signo de modernidad proveniente de Occidente15.
Un debate que parece trasladarse al campo de la política tras el reciente veredicto de la
Corte Europea de Derechos Humanos que autoriza la prohibición del uso del velo en los
12
Para ampliar información sobre la construcción de Europa, consultar Pécout, Pilles (2003): Penser les
frontières de l’Europe, Éditions d’Ulm.
13
“AKP Administration documents attacks against Muslims in Europe”, Turkish Daily News, 22 de noviembre
de 2006.
14
Ferentinov, Ariana: “A friend that Turkey needs”, Turkish Daily News, 21 noviembre 2006.
15
Seundi, Nevval: “European Muslim Turks”, Zaman, 7 diciembre 2006.
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edificios públicos. El equipo de Erdogan ha desafiado a la Unión Europea anunciando que no
respetará la decisión ya que, según el propio primer ministro, no compete a este organismo,
sino a los estudiosos del Islam. Una decisión que alimenta y enciende todas las polémicas
relacionadas con las diferencias entre los partidarios de una u otra tendencia y que ya hace
más de un año anunció en Francia la actual tormenta política de Ankara.
Sin embargo, y a pesar de las recientes declaraciones del premier turco sobre el uso del
hajib, es necesario subrayar su labor por mantener la unidad del país ante los “complots que
amenazan su estabilidad”16, así como por la integración y participación de los inmigrantes
turcos en la vida política, económica y social de los países europeos en los que residen.
Turquía es un país con una compleja identidad que reúne dos conceptos que normalmente
permanecen separados en otros países: el de nacionalismo y el de modernidad. Se trata de un
sistema único gobernado por un partido de corte islamista que respeta los valores tradicionales
y los modernos por igual. Una compleja identidad construida durante siglos mediante las
influencias recibidas de Oriente y Occidente y que, actualmente, ha decidido apostar por un
camino único que reúne características culturales muy heterogéneas imposibles de comparar
con determinados estándares occidentales. Por ello, y porque el futuro de la estabilidad de
Turquía es un problema que compete al conjunto de la UE, los ciudadanos europeos deberían
dar la oportunidad a Ankara de demostrar su capacidad de adaptación al modo de vida
europeo sin exigir la homogeneización absoluta y el rechazo a sus profundas y enraizadas
tradiciones.
Conclusión
Los 25 estados de la Unión Europea componen un mosaico cultural y étnico del que los
europeos pueden sentirse orgullosos. Europa cuenta hoy con diferentes sistemas
democráticos, una economía fuerte y unida y unos valores respetados por todos sus miembros.
Caracterizada por su respeto a las libertades fundamentales, la Unión Europea ha decidido
mantenerse al margen de cuestiones religiosas declarándose laica en su nuevo proyecto
político. Una decisión que permite y asegura la igualdad de derechos para sus estados y
ciudadanos, así como para los 12 millones de musulmanes (entre ellos, alrededor de 4
millones de inmigrantes y descendientes turcos) que viven en la Unión.
Europa vive hoy un conflicto interno que desestabiliza los pilares sobre los que se
construyó la comunidad europea hace 50 años. El retraso económico y político de Turquía
sumado a los recientes altercados protagonizados por inmigrantes musulmanes en Francia,
Holanda y Gran Bretaña alimentan las reticencias sobre la futura anexión de Ankara,
levantando las murallas de una Europa fortaleza temerosa de abrir las puertas a la diversidad.
Los atentados terroristas de los últimos años junto con el disparo de los índices de
inmigración musulmana en determinados países de la Unión han levantado la alarma social en
todo el continente. El continuo flujo de noticias inquietantes publicadas por los medios de
comunicación se ha unido a la manipulación desarrollada desde determinados partidos
políticos sedientos de votos. Una combinación explosiva que ha magnificado los temores de
los ciudadanos que desconocen la verdadera realidad del Islam en Europa y de la adhesión de
Turquía.
16
Declaraciones del propio Erdogan recogidas en el Turkish Daily News, 21 noviembre 2006.
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Actualmente, Ankara continúa inmersa en un proceso de reformas que resulta
imprescindible para acceder a la Unión. El reciente informe de la Comisión sobre Turquía
refleja que el país va por el buen camino hacia la homogeneización de su vida democrática y
política a los estándares requeridos. Sin embargo, todavía quedan aspectos que deberán
desarrollarse ampliamente durante estos años de reformas antes de autorizar su plena adhesión
a la Unión. Uno de ellos preocupa especialmente a los europeos: la cuestión de la igualdad de
género. En la actualidad, y a pesar del buen trabajo realizado en el país, las mujeres turcas
continúan siendo consideradas inferiores a los hombres en muchas regiones. Sus índices de
escolarización son menores, muchos matrimonios siguen siendo de conveniencia, y la
violencia y la poligamia se mantienen como prácticas habituales entre determinados sectores
de la población. Además, su participación en la vida política es muy pequeña y, laboralmente,
son menos activas que los varones17.
Asimismo, la Comisión establece que la libertad religiosa en Turquía dista mucho de ser
una realidad. Las comunidades no musulmanas continúan encontrando serias dificultades
relacionadas con sus derechos de propiedad, su estatus legal, la gestión de sus fundaciones o
la posibilidad de formar a su clero. Asunto que resulta chocante si tenemos en cuenta que el
estado turco paga y forma, a través de la Diyanet o Dirección de Asuntos Religiosos, a los
imanes que desarrollan sus actividades a lo largo y ancho de su territorio. Además, el marco
legal actual no reconoce el derecho de estas comunidades religiosas a asociarse con el fin de
promocionar su religión18.
Por su parte, Turquía deberá decidir si los cambios estructurales impuestos desde
Bruselas se compensan con las ventajas aportadas por la Unión. Europa atraviesa un delicado
momento con un futuro más que incierto. A día de hoy, la identidad europea continúa siendo
un concepto abstracto y la integración de sus miembros es un reto que sólo podrá lograrse a
medio y largo plazo. Asimismo, los 25 carecen de una visión compartida sobre el presente y
el futuro de la Unión que dificulta la continuidad del proceso constitucional europeo. En el
peor de los casos, Turquía deberá decidir si mantener su independencia o arriesgarse cediendo
muchas de sus competencias a una Unión desunida.
Sin duda, y en caso de pretender la confianza de los europeos, Turquía tiene todavía
mucho trabajo que hacer. Un trabajo que no sólo abarca aspectos económicos y políticos, sino
también culturales. Con ello, no quiero decir que Ankara deba homogeneizar su cultura según
los valores europeos, ni rechazar el Islam como condición para ondear su bandera en
Bruselas. Sin embargo, deberá asegurar las libertades fundamentales compartidas por
anglosajones, latinos, eslavos y escandinavos.
Por otro lado, los próximos años de negociaciones son el plazo que la Unión Europea
tiene para afianzar una identidad basada en la diversidad y la tolerancia. La historia del
continente ha configurado una identidad europea basada en una serie de valores adquiridos
tras las invasiones, las guerras y las revoluciones. No existe una única y estática identidad
europea que se haya mantenido imperturbable durante siglos, sino que ésta se ha configurado
a través de la adquisición e interpretación de múltiples elementos de otras culturas que, en un
momento dado, estuvieron presentes en el continente19. Mantener el miedo a la “invasión”
musulmana resulta sorprendente si se estudian detenidamente las cifras de inmigrantes o de
17
Para ampliar información ver Pérouse, Jean-François: “La Turquie est-elle intégrable?”, en Pécout, Gilles
(2003): Penser ler frontières de l’Europe, Éditions d’Ulm.
18
EC “Turkey 2005 Progress Report”, 9 noviembre 2005. Brussels.
19
Marquina, Antonio (ed.) (2002): España-Irán: Globalización, Cuestiones Regionales y Diálogo Cultural.
Madrid, UNISCI.
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ataques terroristas en el continente europeo durante los últimos cinco o diez años. En todo
caso, los alrededor de 15 millones de musulmanes que habitan actualmente en Europa más
que amenazar la identidad cultural del continente, enriquecen con sus tradiciones y
costumbres la ansiada identidad europea, elemento clave en la construcción e integración de
la Unión.
En este contexto, Barroso, presidente de la Comisión Europea, afirmó hace unas semanas
en Lisboa que “Europa necesita una dimensión más realista y mayor. Estamos en el siglo XXI
y el gran reto es la globalización. Por ello, necesitamos ideas y energías nuevas”20. Para
superar este reto, Bruselas necesitará el respaldo de una política exterior y de seguridad
común fuerte capaz de asegurar la integridad de la Unión ante un nuevo vecindario.
Para concluir, recordaré las palabras de Pinkerton: “Europa es un continente abierto con
vocación universalista, sin más límites que aquéllos derivados de su propio progreso”21.
20
“Turkish membership would help EU compete with China, says Barroso” Turkish Daily News, 5 diciembre
2005.
21
Pécout, op. cit.
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