1. EL TRABAJO: DIMENSION FUNDAMENTAL DE LA EXISTENCIA

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1. EL TRABAJO: DIMENSION FUNDAMENTAL DE LA EXISTENCIA
HUMANA
En las primeras páginas del Génesis, la Iglesia encuentra el fundamento
por el que el trabajo constituye una dimensión fundamental de la existencia
humana. Con el mandato: “Procread y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla”
(Gen 1,28) el ser humano prolonga la acción creadora de Dios a lo largo de la
historia, transformando, así ,el universo.
Mediante el trabajo, hombre y mujer se hacen dueños de la tierra, colaboran
en la creación y responden a su vocación de ser “imagen de Dios”. El dominio de
la persona sobre la tierra se realiza en el trabajo y mediante el trabajo. Con su
trabajo, la humanidad ha de procurarse el pan cotidiano, contribuir al progreso de
las ciencias y la técnica y a la elevación cultural y moral de la sociedad en la que
vive.
El hombre está, desde el principio, llamado al trabajo, y éste constituye una
de las características que lo distinguen del resto de las criaturas. Por lo tanto, el
trabajo es uno de los derechos fundamentales de la persona, a través del cual se
valoran los bienes de la tierra y se obtiene el sustento propio y de la familia.
Queremos entender el trabajo en sentido amplio: toda actividad destinada al
progreso humano hecho desde la persona humana es trabajo. El estudio,
actividad habitual en un tiempo de la vida, es un trabajo debe de ser una
dedicación personal para la preparación a colaborar activamente en la
construcción del Reino.
El trabajo no puede entenderse sólo como un elemento objetivo, ajeno a la
persona, sino que tiene también una dimensión subjetiva en la medida que la
implica a toda ella. Para analizar el proceso de “someter la tierra” por medio del
trabajo, siguiendo la Encíclica “Laboren Exercens” del Papa Juan Pablo II,
tenemos que distinguir dos niveles en el concepto de “trabajo”:
- El trabajo en sentido objetivo: la técnica. Es toda actividad humana
ejercida de forma cambiante para dominar la tierra, y el conjunto de
instrumentos por medio de los cuales el ser humano ha ido
transformando la naturaleza.
- El trabajo en sentido subjetivo: La persona, sujeto del trabajo. El ser
humano debe someter la tierra porque como “imagen de Dios” es una
persona capaz de actuar de forma racional, de decidir por sí mismo y que
tiende a realizarse a sí mismo. La persona es sujeto del trabajo y realiza
su humanidad y responde a su vocación de ser persona a través del
proceso del trabajo; por eso, la dignidad del trabajo no está en la
actividad en sí, sino en la persona que lo realiza.
Según esta distinción de niveles, se puede definir el trabajo como una
vocación a la transformación del mundo, en espíritu de servicio y amor a los
hermanos, para que el ser humano se realice como persona y contribuya a la
humanización del mundo y sus estructuras. De ahí que podamos señalar como
VALORES DEL TRABAJO los siguientes:
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- Es un bien de la persona que constituye una dimensión fundamental de la
naturaleza y existencia humanas.
- Es un derecho de toda persona.
- Es un factor de maduración humana.
- Es un medio para colaborar con Dios en el perfeccionamiento de la
naturaleza.
- Tiene una proyección comunitaria, como medio para unir a los hombres
entre sí ,mediante el servicio que se ofrece al prójimo, a la familia y a la
sociedad para colaborar, de forma concreta, en el bien común.
- Es una realidad trascendente y religiosa como medio de santificación.
2. LA CULTURA DEL TRABAJO A PARTIR DE LA DOCTRINA
SOCIAL DE LA IGLESIA.
La Iglesia, a lo largo de la historia, ha ido elaborando su Doctrina Social,
plasmada en encíclicas y documentos del la Iglesia. Teniendo en cuenta las
realidades socioculturales y políticas del momento, la Iglesia ha ido formulando
sus principios y valores y ha tomado posición con respecto a temas tan
importantes para la persona, como el trabajo, al que considera como la clave
esencial de toda la “cuestión social”.
2.1- Encíclica Rerum Novarum
A finales del siglo pasado, la Iglesia se encontró ante un proceso histórico
con grandes cambios en la concepción de la sociedad y el estado. En el campo
económico, aparecieron nuevas estructuras en la producción de los bienes de
consumo, de manera que surgió una nueva forma de propiedad, el capital, y una
nueva forma de trabajo, el trabajo asalariado, que se caracterizaban por gravosos
ritmos de producción determinados por la eficiencia, para el incremento de los
beneficios. De esta forma el trabajo se convirtió en una mercancía que se compra
y se vende según la ley de la oferta y la demanda, sin tener en cuenta el mínimo
vital necesario para el sustento del trabajador y su familia.
En este contexto, León XIII, interviene con un documento, la Encíclica
Rerum Novarum, cuyo contenido esencial fue proclamar las condiciones
fundamentales de la justicia en la coyuntura social de la época, defendiendo los
derechos fundamentales de los trabajadores, para esclarecer el conflicto existente
entre capital y trabajo. Los puntos básicos que proclama son:
- El trabajo es algo personal, que pertenece a la vocación de toda persona y
el ser humano se expresa y realiza mediante su actividad laboral.
- El trabajo tiene una dimensión social por su última relación con el bien
común (...el trabajo de los obreros produce la riqueza de los Estados...)
- Toda persona tiene derecho al trabajo.
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- Los trabajadores poseen como tales derechos fundamentales: derecho a un
salario justo, a condiciones de trabajo dignas e higiénicas en los locales de
trabajo, derecho al descanso semanal, horarios de trabajo limitados y justos,
derecho a crear asociaciones profesionales y sindicales...
2.2-Encíclica Centesimus Annus
En el centenario de la Encíclica Rerum Novarum, Juan Pablo II revisa la
situación en nuestros días de muchos temas básicos, incluido el trabajo, haciendo
una lectura más actual de los mismos. En el último siglo se han producido muchos
cambios, cuyos factores siguen estando vigentes en la actualidad: creciente
automatización de todos los campos de producción, aumento del coste de la
energía y materias básicas, toma de conciencia de lo limitado del patrimonio
natural y de su creciente contaminación, aparición de pueblos, que tras muchos
años de sumisión, reclaman su legítimo puesto en las decisiones internacionales...
Por todo ello, se hace necesaria una revisión de las estructuras de la economía
actual y de la distribución del trabajo.
Los principios básicos que proclama esta Encíclica con respecto al trabajo
los podemos resumir como sigue:
- La lucha pacífica, basada en la negociación y el diálogo, en defensa del
trabajador, se ha unido a la lucha por la cultura y los derechos humanos. De
ahí la importancia de valorar que el trabajo humano está destinado, por su
naturaleza, a unir a los pueblos y no a dividirlos.
- Se debe preservar el trabajo de la condición de “mercancía” y garantizar la
posibilidad de realizarlo dignamente mediante: abundantes ofertas de
trabajo, un sistema de seguridad social sólido, una adecuada capacitación
profesional, libertad de asociación de los trabajadores, previsión social en
caso de desempleo e instrumentos de participación democrática en la vida
de la empresa...
- Actualmente el factor decisivo es la persona misma, su capacidad de
conocimiento, que se pone de manifiesto mediante el saber científico y su
capacidad de organización así como de intuir y satisfacer las necesidades
de los otros. A través del trabajo se lleva a cabo la transformación no sólo
del ambiente natural sino también del ambiente humano, y cobran
importancia virtudes como la laboriosidad, la lealtad en las relaciones
interpersonales, la prudencia al asumir riesgos, la fiabilidad...
- Actualmente, no todos los seres humanos, pueden recibir una educación
que les permita alcanzar las capacidades suficientes para desarrollar un
trabajo digno, por lo que se situarán en la marginación como consecuencia
de esta falta de bienes culturales.
- La Iglesia reconoce lo positivo del mercado y de la empresa, pero estos
tienen que estar orientados al bien común y se debe luchar por un acceso
equitativo de todos los pueblos al Mercado Internacional. La propiedad de
los medios de producción es justa y legítima, pero resulta ilegítima cuando
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sirve para impedir el trabajo de los demás, o para obtener unas ganancia
que no son fruto de la expansión global del trabajo y la riqueza social, sino
de la explotación ilícita, de la especulación y de la ruptura de la solidaridad
en el mundo laboral. La propiedad se justifica moralmente cuando crea
oportunidad de trabajo y crecimiento para todos.
- La Iglesia reconoce la empresa cuya finalidad no es simplemente la
producción de beneficios sino su existencia como comunidad de personas
que satisfacen sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo al
servicio de la sociedad entera. Para este tipo de empresas, hombres y
mujeres son su patrimonio más valioso.
3. ELEMENTOS PARA UNA ESPIRITUALIDAD DEL TRABAJO.
El trabajo en su aspecto subjetivo es un acto personal, en el que participa el
ser humano completo, cuerpo y espíritu. A través del trabajo la persona puede
acercarse a Dios, Creador y Redentor, participando en su plan de salvación.
Desde el trabajo se puede construir toda una espiritualidad.
3.1-El trabajo como participación en la obra del Creador.
El trabajo nos ofrece la oportunidad de colaborar en la obra del Creador en
la medida que es camino y medio para mejorar las condiciones de vida de los
seres humanos. La conciencia de que el trabajo humano es una participación en
la obra de Dios debe llegar incluso a los quehaceres más cotidianos, ya que el
trabajo realizado por el bien de los hermanos y en beneficio de todos, responde a
la voluntad de Dios y desarrolla su obra creadora.
Esta verdad fue puesta particularmente de relieve por Jesús, él mismo fue
un hombre de trabajo, aunque no habló explícitamente de él, lo conoció, lo
respetó y lo amó, como muestran las múltiples citas del Evangelio en las que
utilizó elementos del trabajo humano. (rf. II Ts. 3,10-12; Lc. 5,1-7; Mc. 4, 1-20)
3.2.-El trabajo humano a la luz de la Cruz y la Resurrección de Jesús.
Jesús, al aceptar con amor el sufrimiento, como camino de Redención, nos
enseña a aceptar por amor las fatigas y sufrimientos de nuestro trabajo, como
camino de servicio a los demás, de salvación y de construcción del Reino de Dios
en la tierra, anuncio de nuestra Resurrección con Él.
Dice Pablo: “hacer que todo tenga a Cristo por cabeza, lo que está en los
cielos y, lo que está en la tierra” (Ef. 1,10) Con la Resurrección se inaugura un
tiempo nuevo, el tiempo de la total posibilidad; el tiempo de recapitular todas las
cosas en Cristo, es decir, llevar todo a la máxima plenitud. Y quien va a realizar
esta función es el ser humano, el cual desde su propia capacidad actual y a través
de su propio esfuerzo personal y en comunión con la mayoría de las personas
tenderá a la máxima plenitud: horizonte nuevo de Resurrección.
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4. EL TRABAJO: DIMENSION ESPECIFICA DE LA MISIÓN DE LOS
LAICOS.
Cada cristiano está llamado a participar activa y responsablemente en la
única misión de Salvación de la Iglesia, y por lo tanto, a vivir concretamente el
servicio cristiano según la diversidad de los carismas y el carácter específico de
las vocaciones que el Espíritu Santo da a cada uno.
El carácter secular es propio y peculiar de los laicos:
- “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el
Reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios.
Viven en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo... Allí están
llamados por Dios para que, desempeñando su propia profesión, guiados por el
espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo desde dentro, y así
manifiesten a Cristo ante los demás...” ( Lumen Gentium n.31 ).
- “Los seglares están llamados particularmente, a hacer presente y
operante a la Iglesia en los lugares y condiciones dónde sólo ellos pueden ser la
sal de la tierra.” ( Lumen Gentium n.33 ).
- Pablo VI escribe de los laicos en la Exhortación Apostólica Evangelii
Nuntiandi: “El campo propio de su actividad evangelizadora es el mundo complejo
de la política, de lo social, de la economía y de la cultura, de las ciencias y las
artes... así como de otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la
familia, la educación, el trabajo profesional...”
El Padre Chaminade inculcó a sus discípulos su presencia activa en la
sociedad. Nuestra espiritualidad marianista se basa en el misterio de la
Encarnación de Jesús, Hijo de Dios, hecho Hijo de María para la salvación de los
hombres. Estamos llamados, desde el seno de la Iglesia, a encarnar a Cristo en
el mundo como lo hizo María. Por ello nuestra vida personal y comunitaria es
instrumento preferencial de evangelización y es por eso que debemos estar
presentes de forma activa en el mundo laboral, cultural, familiar, político... para,
desde allí, dar respuestas realistas y efectivas de transformación de dichos
ámbitos a la luz del Evangelio.
Nuestra inserción en la sociedad se hace normalmente mediante nuestra
profesión. Con ella, y con el testimonio de nuestra propia vida, colaboramos en la
construcción del Reino.
5. ALGUNOS CONFLICTOS QUE PUEDE GENERAR LA VIDA
LABORAL
Según dice nuestro Libro de Vida, los miembros de las Fraternidades
Marianistas, “atentos a los signos de los tiempos, cultivamos un estilo de vida, en
el que damos importancia a los siguientes aspectos: la cualificación y honestidad
profesionales, el cuidado de una vida familiar intensa, la austeridad de vida, la
solidaridad con los necesitados, la construcción de estructuras sociales más
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justas, la colaboración al servicio de la Iglesia diocesana y el anuncio explícito del
Evangelio por la educación en la fe” (pág. 21)
5.1- CONFLICTO FAMILIA - TRABAJO.
En nuestra vida, hay momentos especiales en los que se eligen las
“opciones” que marcarán nuestro proyecto vital. Son decisiones importantes que
definirán nuestra misión personal. Entre ellas destacaríamos: la elección del
estado de vida, la de la profesión y el tipo de trabajo que vamos a realizar, la
formación de una familia, la pertenencia a una comunidad como las
Fraternidades...
El trabajo no es sólo una fuente de independencia e igualdad, es también un
seguro de supervivencia que nos permite construir nuestro proyecto vital y es el
sustento sobre el que se asienta la vida familiar. La familia es una comunidad que
se hace posible gracias al trabajo y es la primera escuela de trabajo para la
persona humana. Por lo tanto, es importante compaginar adecuadamente estos
dos ámbitos de valores y muchas veces nos resulta difícil y complicado armonizar
nuestra vida profesional o de estudio con nuestra vida familiar y privada.
En determinados niveles, las exigencias son infinitas y no hay límites para la
dedicación profesional, todo el tiempo es poco y se da por hecho que otras
realidades no existen... Es imprescindible no abandonar nuestra escala de valores
y tener presente que nuestra vida es tan importante como nuestro trabajo,
entendiéndose por “vida” nosotros mismos, nuestra fe, nuestra familia, nuestra
comunidad, nuestros “otros compromisos”... Hay que encontrar el equilibrio entre
el trabajo y nuestra vida privada, asumiendo las responsabilidades que nuestras
dedicaciones conlleva pero sin renunciar a los otros ámbitos de nuestra
existencia.
5.2-CONFLICTO TRABAJO - COMPROMISO SOCIAL - ESTRUCTURAS
ECONOMICAS.
Vivimos en una sociedad cuyas estructuras promueven el individualismo, la
competencia y la rivalidad, el ideal del poseer frente al ser, el consumismo
exacerbado... y es en esta sociedad, donde debemos encarnar a Jesús. Muchos
son los comportamientos, mecanismos y actitudes que promueven la insolidaridad
social:
- Se valora a las personas por su capacidad de producción y rendimiento,
marginándose a los que no son “productivos”.
- Es una sociedad competitiva que muchas veces arrincona a los que no
pueden valerse y competir.
- Hay importantes sectores de la población que buscan el máximo lucro,
sin tener en cuenta a los más desprotegidos.
- Se exalta la felicidad basada en el tener y no se promueve la austeridad
que nos lleve a compartir nuestros bienes ni estructural ni
individualmente.
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- Las relaciones están a menudo, mediatizadas por el dinero y no se tiene
en cuenta el servicio gratuito y desinteresado.
- En muchas ocasiones, “lo útil” es el criterio de la validez y la bondad de
las cosas.
- Se considera válido aquello que te permite alcanzar los objetivos
previstos.
Por lo tanto es necesario un cambio de la mentalidad individualista a otra
con mayor sentido social, que promueva actitudes básicamente evangélicas,
también en el mundo del trabajo:
- La solidaridad y participación responsable en aquellas iniciativas
encaminadas a resolver las causas de las desigualdades
- La responsabilidad social que implica el pago responsable de nuestros
impuestos, la inversión para crear y mantener puestos de trabajo...
- El estudio responsable lleva a buscar juntos, en ocasiones, la mejor
manera de conseguir el máximo de ciencia
- Ante una posible militancia sindical o representación estudiantil, darle un
claro destino de promoción de los intereses de los más necesitados...
- Recuperar un estilo de vida sencillo y austero, compartiendo con los más
necesitados...
- Superar el utilitarismo y dar valor a muchas de las cosas que el mundo no
da valor: la gratuidad, la amistad ,la disponibilidad para servir sin la
contrapartida de una ganancia siempre creciente...
- Comprometerse activamente en el estudio, reconociendo que se
pertenece a una clase privilegiada que tiene acceso a la cultura superior,
reconociendo la necesidad de concluir los estudios en el tiempo
adecuado.
6. ACTITUDES Y VALORES QUE PODEMOS DESARROLLAR EN EL
TRABAJO.
- Considerar la calidad de nuestro trabajo, como el valor más importante del
mismo, tender a la excelencia, ser los mejores profesionales posibles.
- Asumir nuestra responsabilidad moral con la sociedad, cumpliendo
coherentemente con aquellas funciones para las que nos hemos preparado o nos
estamos preparando.
- Respetar los derechos humanos de las personas con las que compartimos
nuestro tiempo de trabajo.
- Establecer relaciones de cooperación y no de conflicto, dar prioridad a la
reconciliación y saber ponernos en el lugar del otro.
- Desarrollar nuestra capacidad de adaptación y comunicación, por medio de
una actitud de escucha y diálogo.
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- Tener responsabilidad por el futuro: responsabilidad convencida con las
consecuencias de las decisiones que tomamos en nuestro trabajo.
- Considerar como interlocutores válidos a todas las personas con las que
nos relacionamos, teniendo en cuenta sus intereses a través de los mecanismos
de participación efectiva.
- Promover la tolerancia activa que implica la predisposición a respetar los
proyectos ajenos que puedan tener valor, aunque no los comparta.
- Trabajar por conseguir para todos la igualdad de oportunidades y el
desarrollo de sus capacidades, sin que exista dominación de unos sobre otros.
- Desarrollar la corresponsabilidad frente a la apatía, recurriendo a la
creatividad y la imaginación en lugar de a la chapuza y la mediocridad.
- No renunciar a la calidad por la cantidad, a la honradez en la gestión y el
servicio por el sólo beneficio, al mutuo respeto en las relaciones, a la solidaridad...
Ø ¿Hasta qué punto eres consciente de que tu formación-preparación
profesional constituye un punto importante de tu misión como laico?
Ø Nuestra tarea fundamental es encarnar a Jesús en el mundo a través de
la vivencia de los valores evangélicos allí donde nos toque estar ¿cómo
se hace realidad esto en tu vida?
Ø A la hora de elegir, una profesión o un trabajo, ¿tienes en cuenta cómo
va a influir éste en los otros ámbitos importantes de tu vida: familia,
vivencia de comunidad…?
Ø Ser libres ante el dinero, el estatus social, la seguridad... son claves para
estar en el mundo sin ser del mundo ¿cómo vives esa libertad en relación
con tu trabajo?
Ø ¿Qué actitudes y valores mandan en tu ambiente laboral? ¿Cómo los
vives tú? ¿Cómo pueden cambiarse aquellos que son negativos?
Ø ¿Cómo planteamos nuestra intervención en la transformación de la
sociedad?:
¿Nos preocupa la honradez, la seriedad profesional, la calidad de
nuestro trabajo?
¿Buscamos la mejora de la sociedad interviniendo en las
estructuras concretas en las que estamos implicados: universidad,
empresa, sindicatos...?
¿La fe nos ha impulsado a tomar decisiones que de otra forma no
habríamos tomado?
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1. EL TRABAJO, DIMENSIÓN FUNDAMENTAL DE LA
EXISTENCIA HUMANA
2. LA CULTURA DEL TRABAJO A PARTIR DE LA
DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
3. ELEMENTOS PARA UNA ESPIRITUALIDAD DEL
TRABAJO
4. EL TRABAJO, DIMENSIÓN ESPECÍFICA DE LA
MISIÓN DE LOS LAICOS
5. ALGUNOS CONFLICTOS QUE PUEDE GENERAR
LA VIDA LABORAL
6. ACTITUDES Y VALORES QUE PODEMOS
DESARROLLAR EN EL TRABAJO
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