INTRODUCCIÓN La vida del buscón, de Francisco de Quevedo, fue publicada por primera vez en el año de 1626 en Zaragoza. Desde entonces, esta obra ha suscitado una gran cantidad de lecturas y problemas tanto para el editor como para el lector moderno. Ya Roberto Duport, su primer editor, la comparaba con el Guzmán de Alfarache e incluso con el Quijote, lo que muestra los primeros problemas que tuvieron los receptores para ubicarla genéricamente. El lenguaje llevado hasta las últimas posibilidades y en diferentes direcciones por Quevedo en ésta, su única novela, para asociar entidades opuestas, para crear el chiste, ya ha suscitado un sinnúmero de excelentes estudios (como el análisis de Leo Spitzer, los de Raimundo Lida y Edmond Cros, entre otros). Este rasgo es el que indefectiblemente atrae a muchos especialistas y lectores a adentrarse en el complejo entramado del Buscón. Esto es lo que, en primera instancia, me condujo a ser uno más en la interminable lista de adeptos que intentan atravesar el umbral idiomático con el fin de conocer los hilos que se entrelazan para formar el complejo entramado de la obra quevediana. Esto me llevó a enfocar mi atención sobre un punto específico del que se desprenden otros de no menos relevancia: en la obra se despliega un discurso que impera tanto en la narración que conduce la trama como en la manifestación verbal de las individualidades a las que se les cede la voz, generando un muestrario de recursos para referir lo grotesco y lo macabro, diseminados a lo largo de toda la novela en episodios narrativos y en entidades diseccionadas por una incisiva y a veces detallada descripción. 5 La perspectiva disociada entre Pablos-narrador y Pablos-actante también es tema de las siguientes páginas. A través del discurso utilizado en la narración puede advertirse la manipulación autorial apareciendo constantemente, lo que tiende a romper el decoro discursivo del personaje y el perspectivista, y con ello toda posible verosimilitud. La problemática del encabalgamiento de perspectivas persigue un objetivo fundamental: la ridiculización de otros personajes, como los mismos padres del protagonista, lo que concluye en una autorridiculización del personaje principal. Se observará que los elementos catalizadores de la ridiculizaciónautorridiculización pueden llegar a ser varios. Por una parte encontramos la intención autorial, reflejada en el molde satírico que alternativamente se despliega con el del picaresco. Por otra parte aparece el discurso utilizado por los personajes, el cual regularmente los embota y, también, la constante perspectiva subsidiaria de un otro o murmurador, manejada a través del discurso de la entidad narrativa. Por tanto, el objetivo primordial del presente estudio consiste en observar los mecanismos que intervienen en la obra para crear, más que un sentido humorístico del texto, un sentido panorámico de los objetos contemplados, definidos en alternancia y simultaneidad de voces, de perspectivas que pugnan por destacar las características más risibles del otro, resultando en un excesivo conglomerado de atributos que lo desrealizan y redefinen siempre como una entidad inferior. Todo ello forma parte de un lenguaje esteticista que tiene su virtud en la acumulación, sobre todo de rasgos difamatorios, que constantemente está tratando de alzarse con la palma del ingenio, sin importar los factores que brinden verosimilitud al tratamiento tanto de situaciones como de los personajes descritos. No obstante, en la estética verbal de concentración semántica de 6 Quevedo la lógica y la verosimilitud no tienen cabida, porque su propósito apunta hacia otras direcciones. Este análisis se ha inspirado fundamentalmente por un estudio de Edmond Cros: Ideología y genética textual (el caso del Buscón), el cual se basó tanto en el trabajo que Leo Spitzer dedica a la novela quevediana como en las aportaciones teóricas de Bajtín sobre La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento: El contexto de François Rabelais. Es preciso enfatizar que a lo largo de todo el trabajo de investigación que aquí se muestra, el diálogo con las contribuciones críticas de otros estudiosos ha sido regular y constante, por lo que inicialmente no ha de encontrarse un apartado dedicado exclusivamente a la crítica acerca de la obra, sino que de manera simultánea al despliegue del análisis central los comentarios de diversos estudiosos se incorporan y, si es necesario, se apostillan, para el oportuno reforzamiento de las partes que lo componen. El primer capítulo inicia con un breve recorrido por las distintas ediciones del Buscón que han dejado de ver como definitivo el texto preparado por Fernando Lázaro Carreter en 1965, en el cual se presentaba la “Carta dedicatoria” como un posible original de Quevedo. La “Carta dedicatoria” ha venido siendo relegada en las ediciones más actuales de la obra que consideran a B (manuscrito Bueno) como la versión definitiva escrita por Quevedo, por no formar parte de su redacción. No obstante, en este documento observo las estrategias discursivas que comienzan a manifestarse y que seguirán observándose a lo largo de toda la novela, como el encabalgamiento de perspectivas, la ridiculización del otro y la autorridiculización del personaje a partir del otro, aspectos que dejan ver de alguna u otra forma la presencia autorial en el relato. 7 El segundo capítulo se divide en cinco partes. En la primera sección se distinguen los tipos de otro que abundan en el Buscón, conformando dos categorías. Primeramente dentro del texto se encontrará la figura del ‘otro’ como murmurador, del cual pueden discernirse, a su vez, dos sub-clasificaciones: la del murmurador que informa y variablemente aparece definido o indefinido en el texto y la del murmurador que informa, pero que también difama, con una idéntica variabilidad en el plano del texto. Asimismo se encontrará al ‘otro’ ridiculizado, el cual aparece de forma ininterrumpida a lo largo de la narración y su configuración es lo suficientemente definida: personajes o figuras retorcidas lingüísticamente que recorren las memorias de la diacronía vital del pícaro y son objeto de un flagrante desprecio, traducido en una artificiosa manipulación verbal. En el segundo apartado se revisa la inclusión en las novelas picarescas de ese otro, cuya función es ambivalente (denigra y, de manera un tanto paradójica, supone veracidad a la información registrada en el relato, vituperando incluso al mismo protagonista). La tercera y cuarta partes implican el rastreo de los diversos tipos de murmuradores en distintas partes del relato que exhiben las deformaciones y perversiones de los individuos para alcanzar la comicidad y el efectismo literario a través de dos modalidades de perspectivismo que, en las descripciones encontradas en la obra, pretenden definir a la figura examinada conforme a sus vicios o posturas, entre otros particulares de no menos importancia. La quinta y última parte del segundo capítulo pasa revista a las tres principales figuras (que no alcanzan la categoría de personajes por su tipificación arquetípica) de los tres primeros capítulos del Libro II del Buscón: el arbitrista, el esgrimidor y el sacristán coplero, los cuales serán los protagonistas en este espacio en el cual Pablos se convierte 8 meramente en un espectador divirtiéndose con las locuras de cada uno de ellos. En este apartado se analiza la locuacidad y la demencia de cada uno y las carcajadas que suscitan al pícaro, ya que, en un segundo momento de la vida del bergante se sobrepondrá la imagen principalmente de uno de ellos: el sacristanejo, con lo cual se efectuará la más devastadora autorridiculización de Pablos. En resumen, este trabajo de investigación muestra algunas directrices de cómo se distribuye el material discursivo en el Buscón y procura poner de manifiesto las principales estrategias que el autor moviliza en su ejercicio escritural. He partido de las diversas aportaciones de brillantes estudiosos, pero de alguna u otra forma estos componentes se habían venido ignorando o comentando de manera superficial. No pretendo decir con ello que he encontrado los elementos constitutivos más relevantes que dan movimiento a la burla en el Buscón, sino que he contribuido mínimamente a enfatizar, a llamar la atención más detalladamente sobre ciertos dispositivos que contiene el discurso multifacético de la obra quevediana. 9