“La valentía no es una cualidad innata en mí”

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ENTREVISTA
El Fundi:
“La valentía no es una cualidad
innata en mí”
Una y otra vez se negaba de niño a salir a las vacas más grandes y astifinas que se tentaban en la placita de la Venta del Batán, porque lo que sentía entonces era un miedo aterrador, y por ese motivo, ya de novillero con picadores,
decidió retirarse de la profesión. Hoy, casi treinta años después, José Pedro Prados El Fundi se enseñorea por todas
las ferias con su asolerada torería como un verdadero especialista de las llamadas corridas duras. Pero aún hay más.
Está a un paso de ser figura del toreo demostrando que sabe torear.
Texto: José Ignacio de la Serna Miró
Fotos: Paloma Aguilar, Juan Pelegrín y Alberto Simón
Pregunta | Con sinceridad, ¿ha cambiado
tanto en los últimos años o ahora perciben una dimensión que antes no sabían
apreciar? Está convenciendo incluso a
los que presumían de ser anti Fundi…
Respuesta | Yo creo que las dos cosas. Pero sí,
he cambiado. Ahora mi concepto es más
puro y más torero. Antes, forzado por las circunstancias, era más guerrillero. Me salía de
lo que realmente sentía, porque tenía que subir y posicionarme. Pero ha llegado un momento en el que he visto que las cosas no siempre son como uno piensa ni suceden cuando
uno quiere. Son como son, y llegan cuando tienen que llegar. Lo importante es sentirse
uno, gustarse, hacer las cosas para ti. Nunca
antes lo tuve en cuenta.
¿Cuándo comenzó a sentir la necesidad de
expresar más cosas delante del toro?
En los momentos más bajos de mi carrera,
cuando toreaba muy pocas corridas y festivales
por los pueblos. Entonces comprobé que con
menos presión disfrutaba más de lo que hacía y que además esa forma de estar y de sentir llegaba mucho a la gente. Gustaba más. Me
di cuenta de que podía alcanzar una mayor dimensión como torero, que era posible experimentar un cambio. Pero lo cierto es que jamás imaginé que las cosas se darían tan bien
como se están dando.
¿Sorprendido?
La verdad es que sí. O no tanto. Lo que me ha
sorprendido es que este cambio en la gente se
haya producido en un momento tan determinado. Porque llevo cinco o seis años, modestia a parte, estando muy bien, sobre todo
en Francia. Pero es que ahora todos están de
acuerdo. Aunque hasta llegar a este punto, honestamente, creo que han tardado en verlo.
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¿Hubo una tarde clave?
No. Todo ha sido paso a paso, a pulso. Sufriendo. Aunque sí recuerdo una tarde en Madrid, con una de Monteviejo, donde sin llegar
a triunfar a lo grande noté al público más receptivo, y aquello tuvo repercusión. Pero lo
mío ha sido un goteo constante. La regularidad en este tipo de corridas es todo un éxito.
No te imaginas lo que cuesta arrancar una ‘orejita’ a uno de Miura.
¿Cuál ha sido la clave de está evolución, teniendo en cuenta además la clase de corridas que durante años ha matado, para
no perder el sitio, ir a menos y adquirir vicios defensivos?
La clave, o el secreto, ha sido la afición. Y después no ir a la plaza a cortar una oreja nada
más que por cortarla. Sino salir a estar bien,
a sentirte torero. Curiosamente además es la
manera de cortar las orejas y triunfar. Es
más fácil hacer esto en una plaza importante que en los pueblos, aunque en su momento también lo intentaba. Yo, que para sobrevivir he matado muchísimos festivales
sin caballos, me obligué a torear con la vista
puesta en las grandes ferias. Lo hacía para coger sitio, para coger fondo y capacidad. Consciente de que tarde o temprano mi momento
tenía que llegar. Y llegó. Triunfé con una de
Miura en Francia, y quedé marcado a fuego
hasta hoy.
¿Cuál fue la primera de Miura?
Esta que hemos comentado, en Arles, en el año
90. Corté tres orejas. Ese año entré en todas las
ferias de Francia, con las duras, sí, pero en todas las ferias.
Al principio mataba más corridas de Miura que de Victorino, ¿por qué?
Porque antes lo de ‘victorino’ lo entendía como
una pelea. Hoy, sin embargo, me siento más
realizado con este encaste cuando me centro
con uno. Aunque también estoy saboreando
lo de Miura. Lo de Victorino es más exigente,
si cabe, pero más agradecido. Me deja expresar más.
¿Es cierto que de niño pasaba muchísimo
miedo?
De niño he pegado más ‘espantás’ que Rafael
El Gallo. No te haces una idea del miedo que
pasé el día que maté mi primer becerro en
Aranjuez. Si en aquel momento me llegan a
decir que se suspende el debut, me dan la alegría de mi vida. Coño, cómo sería que en el segundo festejo, con Joselito y Bote, donde sólo
tenía que hacer un quite y poner banderillas,
dije que no iba. Y eso que ya había toreado mis
becerras en el campo y andaba por allí muy
despierto. Pero nada, no era capaz de superar
el miedo. Me podía. Era más fuerte que yo. Te
doy mi palabra de que siempre he sido muy
miedoso.
No me lo creo.
Que sí, que sí. Incluso estando en la escuela
taurina me negaba a salir cuando me tocaba
en turno una vaca grande y astifina… Menudas broncas me pegaba Enrique Martín Arranz.
“¿Cómo que no sales?” me decía. Y yo contestaba: “Que he dicho que no, que no quiero ser
torero. Déjarme tranquilo”. Y ya ni te cuento
lo que pasaba cuando iba a un tentadero con
mis compañeros. ¡Era horroroso! En fin, que
siempre he pasado mucho ‘paquete’. La valentía no era una cualidad innata en mí. Además era un niño conformista.
Con aquél sentimiento de duda y angustia permanente la vida sería como una pesadilla… Además, en su fuero interno tendría el convencimiento de que estaba engañando a alguien, para empezar a todos
los que le rodeaban. Resulta interesante,
en el libro de Chaves Nogales sobre la vida
de Juan Belmonte éste sentía en sus comienzos la misma duda ante los demás.
Cuando veía una corrida de toros pensaba que
jamás sería capaz no sólo de ser torero sino de
ponerme delante de un toro… Y no te creas que
tardé poco tiempo en superarlo. Recuerdo que
siendo ya novillero con picadores e incluso habiendo realizado una temporada muy buena,
después de torear en Madrid dos tardes me retiré. No tenía la fuerza interior necesaria. Y, desde luego, me faltaba convicción. No sabía si
quería ser torero o no. Fue a partir de la alternativa cuando realmente me convencí de lo
quería. Y comencé a luchar. Nunca hasta entonces había imaginado que esta profesión podía ser tan dura. Cuando algo se me atragantaba me costaba un mundo salvar la papeleta.
¿Lo descentró algún percance?
¡Que va! No sufrí ninguno. Es que no podía con
aquello. Era un niño que estaba acostumbrado a ver al becerrito en la plaza y cuando le vi
los rizos y los pitones al toro me asusté. Me sentí desbordado.
¿Lo dejó pensando que era para siempre?
Sí, para siempre. Además me fui medio amargado. Lo pasé fatal.
¿Cuándo decidió volver a torear?
A los dos años empecé de nuevo a enredar.
Cuando quiso volver ¿le apoyaron?
Sí, porque de novillero había dejado buen ambiente. Enseguida tomé la alternativa. Nos la
dio Joselito, el mismo día, a Bote y a mí, en Villaviciosa de Odón, en una plaza portátil. Se lo
agradecimos mucho. Él ya estaba en figura y
eso nos animaba a seguir caminando hacia delante. Mi verdadera lucha empezó ahí. No había un duro, y mataba auténticos corridones
de toros por esos pueblos de Dios; hasta el año
90, cuando rompo con fuerza en Francia.
El 96 fue un año duro e ingrato para usted.
Un año antes, en el 95, corté dos orejas en San
Isidro, una cada tarde, triunfé en Sevilla, en
Bilbao, en Pamplona… Y al año siguiente va y
resulta que no me ponen en las ferias en donde había triunfado, sin ningún motivo. Pero
ni siquiera en Arles, donde había salido cinco años consecutivos a hombros con la de Miura. Y eso me destrozó moralmente. Me vine
abajo. Recuerdo que en el 98 tenía firmadas
dos tardes seguidas en San Isidro, la primera
de Pablo Romero y la segunda de Adolfo Martín. En la segunda estuve incluso a punto de
autolesionarme para no ir.
¿Por qué?
Porque estaba hasta las mismísimas trancas,
y hundido moralmente.
Qué duro…
Durísimo. La víspera de la segunda tarde fue
el día más amargo de mi vida como torero. Caí
en un bache total. No veas lo que pasé hasta
que salí de ahí. Me hicieron mucho daño. Y
para colmo, además, cuando me ponían no estaba bien.
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ENTREVISTA
”T
riunfar en Las Ventas
sería una forma maravillosa
de decir adiós a mi profesión”
¿Qué sintió cuando por fin vio llegar la
‘pasta’?
Ser capaz de vivir de mi profesión me tenía obsesionado. Eso sí que me preocupaba. Me daba
pánico no tener donde caerme muerto después
de haber dedicado toda mi juventud al toro.
Luego, cuando empecé a ver el dinero que las
empresas me pagaban por torear en Francia
me quedé fiipao. “¿Coño, y esto nos lo dan sin
haberlo pedido?”. Comenzar a ganar dinero
me dio mucha moral. Pero hay que tener los
pies en la tierra, porque al principio pensaba
equivocadamente que una vez alcanzado ese
nivel siempre sería igual. Que el dinero sería
el mismo pasara lo que pasara. Pero amigo,
aquí hay que arrear todas las tardes. Además,
uno ya no es ninguna novedad, aparece gente nueva, al principio dispuesta a cobrar menos que tú, y luego a coger el sitio que tanto
te ha costado alcanzar, y eso siempre interesa a las empresas.
Está consiguiendo poco a poco salir de las
corridas duras, o mejor aun, a alternar
unas con otras. ¿Lo hace porque necesita
otro tipo de material para expresar lo que
lleva dentro o es una cuestión de reconocimiento y satisfacción personal?
Un poco de todo. Pero esencialmente y a estas
alturas más todavía se trata de matar las corridas que uno quiere. Que nadie te imponga
nada. Si sigo matando la de Miura es porque
quiero, y al dinero que quiero. Se acabaron
las imposiciones. Y desde luego para expresar las cosas que llevo dentro. Estoy aburrido
de la batalla, de demostrar que para eso
valgo. Pero quitarse el sello que te ponen no
es fácil. Mi satisfacción es que ahora lo estoy
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consiguiendo incluso con las duras. Mi reto
es darle a la tuerca una vuelta más. Y en eso
andamos.
El toro de Zalduendo en Barcelona el año
pasado fue una aviso a navegantes…
Me dio una moral tremenda. En Santander
me anuncié con otra de garantías, no rodó la
pelota, y me vine abajo. Por eso, cuajar ese
toro tan a gusto en una plaza de primera categoría a la que hacía años que no acudía fue
una gran recompensa. Sobre todo ver al público emocionarse como lo hizo. Sin embargo, ahora siento más presión, si cabe, porque tengo que demostrar que además sé
torear. Yo sé lo que soy, pero quiero demostrárselo a los demás.
¿Cuesta mucho cambiar el chip de una corrida a otra?
No, no me cuesta. Pero estoy atento, porque los
que hemos matado corridas duras durante
años corremos el riesgo de seguir utilizando
vicios defensivos.
Es que sin ellos, ¿cómo se libra la batalla?
Claro, claro, es que esa es la historia. Si no es
ayudándote y echando mano de los recursos
no hay forma humana de navegar. Además, no
se trata de matarla, de echarla fuera, sino de
triunfar. Y en este circuito para mantenerte necesitas arañar una orejita todas las tardes. Aunque sea tirando de efectos para la galería.
Eso es un gustazo.
Ni te lo imaginas. Decir que no es un placer.
Hubo épocas en que ni siquiera hablaban
conmigo, y eso me corroía por dentro. No
existía un mínimo de diálogo. Nada. Ahora
pongo sobre la mesa mis condiciones, y si no
voy a un sitio es porque no quiero. Hoy El
Fundi es alguien en el toreo. Ya no soy el último de la fila.
¿Se puede perder el sabor del toreo con
esas corridas?
No lo dudes. Yo he llegado al hotel aburrido, desesperado, harto de librar tarascadas y tornillazos. Aburrido y decepcionado conmigo mismo, por tanta violencia y tanta batalla. Además,
la gente que acude a estos festejos es rácana con
los toreros, es más cicatera en el aplauso. Y todo
se hace cuesta arriba, a la contra: el público, el
toro, el esfuerzo… hasta los delegados que andan por el callejón no sueltan la libreta para
apuntar si un caballo ha pasado de la segunda
raya o no, para poner una ‘multa’. El día menos pensado nos quitan los puntos del carnet.
¿El mejor apoderado?
El que sepa estimularte.
¿Y el desgaste psicológico?
Es lo que más quema.
¿Es cierto que hace un par de años José Tomás le pidió un autógrafo?
Un autógrafo no, me pido que nos hiciéramos
juntos una foto. Fue en Dax.
Esplá dice que hay que metabolizar ese
desgaste.
Tienes que organizar bien tu mente, para que
no te descentren los esfuerzos. Ser conscien-
¿Cómo se lleva con las empresas?
No me dejo manipular.
te de lo que has hecho y sobre todo por qué lo
has hecho. Y no olvidar cuál es tu camino.
de puedo, no me cuesta ningún trabajo. Lo
hago encantado.
¿Qué encaste le sigue sorprendiendo por
sus reacciones?
El de Miura. Es un toro a la antigua usanza, y
sobrevive por eso. No se parece a ninguno y tiene una personalidad propia. Ya decía El Gallo
que parecía que llevaban a una persona en la
barriga, de lo inteligentes que son. El de Victorino es mucho más agresivo y hace gala de
una bravura digamos que más depurada. Impresiona la viveza de su mirada y la agilidad
de sus movimientos. Exige torería de la buena. Y temple, suavidad en el vuelo de los engaños, mando… Hay que hacer las cosas muy
de verdad, para que aquello tenga continuidad
y vaya a más. Son toros con fondo que van
pa’lante. Oye, el otro día me encantó Morante de la Puebla en Sevilla con los ‘victorinos’.
Cuando los niños comen gominolas, ¿son
conscientes del esfuerzo que hace su padre
para comprarlas?
No hombre no, todavía son muy pequeños. Hay
que dejar que disfruten. Aún no comprenden
la profesión que ha elegido su padre. En ocasiones me preguntan: “¿Papá, otra vez te vas?
¿Pero por qué no toreas más cerca?”. El niño
de vez en cuando se pica cuando un compañero corta más orejas que yo, y me arrea, no
te creas. No sé que pasará con el tiempo, pero
creo que enredará en esto. El otro día Joselito,
que tiene dos niñas, me dijo que si alguna decidía ser torero el ayudaría en todo lo que pudiera. La verdad es que me horroriza sólo pensarlo. Ver a un hijo delante de un toro…
¡Y Rafael El Gallo que, con la moral y las
muñecas de cristal, mataba una tras otra
con éxito!
Aquella época tuvo que ser tremenda, con los
caballos sin peto, despanzurrados por el ruedo. Aunque pienso que entonces Miura no sería tan diferente a otras ganaderías. La bravura
del toro también ha evolucionado. Sin embargo, Bombita fue el primer torero que dijo
que por matar la de Miura había que ganar
más dinero, y por eso se quedó fuera de Madrid tres temporadas. Algunas cosas no han
cambiando tanto en el toreo…
Permítame este atrevimiento, cuando
mata una corrida correosa de José Escolar
¿se acuerda del ganadero, su suegro?
En la cara del toro no… Pero antes y sobre todo
después, sí. (Risas)
sólo para salir desgastado a la plaza. Lo que tenga que ser será. Sin embargo, siento que el público está más receptivo que nunca. Insisto que
en Madrid sufro de veras. No me quedan muchos años y triunfar en Las Ventas sería una forma maravillosa de despedirme de mi profesión.
En Madrid ha toreado 47 tardes.
¿47? Joder, me sorprende lo que dices. ¿Estás
seguro? No sabía que eran tantas.
¿Le han embestido los toros?
Sí, alguno me ha embestido, la verdad.
Noto cierto pudor cuando saca a relucir su
sentimiento torero…
Yo más que pudor lo llamaría prudencia, porque todavía no he demostrado a todos que sé
torear, que soy capaz de expresar más cosas,
de torear despacio, con gusto, cadencia y
sentimiento. Que además de valor y capacidad,
soy buen torero. Hasta que no me vean en esta
nueva dimensión, es un poco hablar por hablar. Joder, es que lo que yo siento no es lo que
he expresado hasta ahora. Mi carrera ha estado
¿Se arriman los toreros hoy más que nunca?
Yo creo que sí. Los toreros nos exigimos y nos exigen como nunca, aunque el toro quiera coger
y tenga peligro. Hoy hay que ponerse con todos.
Tengo una curiosidad: en Francia, cuando
se meten con un torero, ¿lo hacen en
francés o en español?
(Risas) En español, en español, y además con
guasa.
Se dice que es usted un hombre tranquilo y familiar.
Me casé hace nueve años y estoy encantado. A
mí me va bien, aunque cada persona es un
mundo. Hay otros compañeros más bohemios y ‘locatis’ por ahí, separados o divorciados, que son felices y así les va bien. No sé. Yo
estoy centrado con mi mujer y mis hijos. En
ese aspecto tengo una gran estabilidad.
¿Es cierto que cuando regresa a casa de
madrugada después de un larguísimo
viaje lo primero que hace es llevar a los niños al ‘cole’?
Sí, sí. Lo hago siempre que puedo. A veces llegó a las cinco de la mañana, duermo un par
de horas y me levanto para vestirlos, darles el
desayuno y llevarlos al colegio. No paso con
ellos el tiempo deseado, así que lo saco de don-
Esas cosas suelen salir en la cena de Nochebuena.
Él también lo pasa mal, de verdad. Aunque
siempre hay comentarios. El año pasado, por
ejemplo, un toro de Miura me pegó una cornada en Pamplona y al día siguiente mataba
una de mi suegro en Francia. Lógicamente, no
pude ir y me dijo irónicamente que si la corrida llega a ser de otro habría hecho lo imposible por torear.
¿Se considera una figura del toreo?
Todavía no, me falta cuajar una par de temporadas completas, y desde luego triunfar en
Madrid. Salir por la puerta grande. Lo necesito como persona y como torero. ¿Y por qué no?
me pregunto. En Madrid he sufrido durante
años eso que llaman miedo escénico. Salgo muy
presionado, demasiado, y eso me limita en la
cara del toro. Antes de torear me torturaba psicológicamente en la habitación del hotel.
Pero eso se ha terminado. No sirve de nada, tan
repleta de obstáculos, de sufrimiento y de pelea, pero te aseguro que El Fundi sabe torear.
Dice el maestro Ruiz Miguel que el toro
que ha nacido para cogerte te coge aunque
estés detrás de un burladero. Penar así es
un bálsamo para el espíritu…
Yo lo tengo asumido. Este año en Sevilla uno
de Palha me pegó un puntazo en la cara estando dentro del burladero. Es cierto. Y con esa
mentalidad voy a la plaza. Es un descanso asumir que uno no puede cambiar el destino.
Es usted un tipo duro.
Yo creo que sí. La capacidad de sufrimiento me
ha ayudado a salir adelante. Aquí no hay milagros. Demostrarte a ti mismo que puedes te
hace crecer interiormente. Pero jamás llegué
a imaginar las alegrías y las satisfacciones que
me estoy llevando. Estoy a un paso de ser figura
del toreo, aunque a veces todavía me cuesta
creerlo.
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