Delito económico, causa política : falsificadores y contrabandistas

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Delito económico, causa política :
falsificadores y contrabandistas
en el imperio de los Austrias
durante el siglo XVII
Elena María García Guerra (CSIC-Madrid)
Résumé : Durant le XVIIe siècle le
système bimétallique de la couronne de
Castille subît de sérieuses tensions,
conséquences des continuels changements de valeur et de législation expérimentés par la monnaie fractionnaire ou
la monnaie de billon, décretés par les
autorités à la marge des va-et-vient du
marché. Ces variations, en plus d’altérer les prix et d’encourager les fraudes
et les falsifications des pièces en circulation, créèrent un important mal être et
furent à l’origine de nombreuses altérations de l’ordre public. Notre propos est
d’analyser la législation royale et une
partie de la documentation relevant des
Juges de l’Hôtel et de la Cour et de la
chancellerie de Valladolid – tribunaux
supérieurs de la cour ou du royaume de
Castille – selon trois objectifs : en premier lieu, savoir comment les autorités
poursuivaient les faux monnayeurs et
les problèmes issus de la superposition
des juridictions au moment de les juger;
en second lieu, quelles furent les mesures adoptées pour enrayer les activités
de ceux qui pratiquaient le change entre
les espèces monétaires sans respecter
les taxes établies, lesquelles avaient à
voir avec l’arrivée des galions des
Indes ; et en troisième lieu, offrir quelques idées autour du délit de contrebande, accentué par le pouvoir d’attraction
qu’avaient les monnaies d’or et d’argent castillanes pour les habitants des
différentes nations européennes –
Hollande, Angleterre, France – qui
dominaient le commerce avec
l’Amérique.
Palabras clave : monedas castellanas, vellon, galeones de Indias, falsas monedas
ANUARIO AMERICANISTA EUROPEO, N° 4-5, 2006-2007, p. 83-104
Resumen : Durante el siglo XVII en la
Corona de Castilla el sistema monetario bimetálico sufrió serias tensiones
como consecuencia de los continuos
cambios de valor y ley experimentados
por la moneda fraccionaria o de vellón,
decretados por las autoridades al margen de los vaivenes del mercado.
Dichas variaciones, además de alterar
los precios y fomentar fraudes y falsificaciones de las piezas circulantes, crearon un fuerte malestar y fueron el origen de numerosas alteraciones del
orden público. Nuestra comunicación
analizará la legislación real y cierta
documentación procedente de la Sala
de Alcades de Casa y Corte y de la Real
Chancillería de Valladolid – máximos
tribunales en la Corte y en los reinos
castellanos –, con tres objetivos : en
primer lugar, conocer cómo perseguían
las autoridades a los monederos falsos
y los problemas derivados de la superposición de jurisdicciones a la hora de
juzgarlos ; en segundo lugar, cuáles
fueron las medidas adoptadas para atajar las actividades de quienes practicaban cambios entre especies monetarias
sin respetar las tasas establecidas, las
cuales tanto tenían que ver con la llegada de los galeones de Indias ; y, en tercer lugar, ofrecer algunas ideas en
torno al delito de contrabando, agudizado por el poderoso atractivo que tenían las monedas de oro y plata castellanas para los naturales de las diferentes
naciones
europeas
– Holanda,
Inglaterra, Francia – que dominaban el
comercio con América.
Mots clés : monnaies castillanes, billon, galions des Indes, fausses monnaies
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omo consecuencia de la progresiva monetarización de las
sociedades urbanas y rurales durante la Edad Moderna,
uno de los objetos que conocerá mayor difusión y que
pasará a formar parte de la vida cotidiana de las gentes serán las
monedas metálicas. Partiendo de esta premisa, en la Corona de
Castilla desde finales del siglo XVI y durante el siglo XVII el sistema monetario bimetálico propio del periodo sufrió serias tensiones como consecuencia de los continuos cambios de valor y ley
experimentados por la moneda fraccionaria o de vellón decretados
por los reyes de la Casa de Austria al margen de los vaivenes del
mercado y con una finalidad claramente fiscal. Medidas sobre el
vellón que contrastaron con el empeño de esos mismos monarcas
– Felipe II, Felipe III y Felipe IV – de mantener invariables, también al margen del mercado, las características de las monedas de
plata o reales. Decisiones que desembocaron en la coexistencia de
una moneda preciosa de valor intrínseco superior al legal con otra
fraccionaria de escaso valor intrínseco pero de elevado valor
nominal1.
Las masivas acuñaciones de vellón ya sin liga de plata a partir de 16022, los resellos – cuya serie comienza en 16033 –, las
consiguientes bajas de su valor – la primera decretada en
16284 – y, como contraste, la estabilidad de la plata entre 1497
y 1686, además de alterar los precios y fomentar los fraudes y
las falsificaciones, crearon en la Corona de Castilla un fuerte
malestar y fueron el origen de numerosos incidentes callejeros.
De ahí que este trabajo tenga como objetivo dejar constancia de
cuáles fueron los delitos más comunes cometidos como consecuencia de las manipulaciones monetarias, teniendo como base
principal el análisis de la documentación generada por la Sala
de Alcaldes de Casa y Corte que en Madrid y en sus alrededores ejercía la jurisdicción penal y actuaba como tribunal supremo en causas criminales5.
La preocupación general por mantener el orden público se reflejará de un modo más concreto en diversas órdenes del rey y del
Consejo en las que se recalca el especial cuidado que debía poner
la Sala en la persecución tanto de los monederos falsos y de los
trocadores que cambiasen monedas a mayor tasa que la establecida, como de los que expandieran rumores sobre variaciones en el
valor de las piezas6.
DELITO ECONÓMICO, CAUSA POLÍTICA : FALSIFICADORES Y CONTRABANDISTAS
EN EL IMPERIO DE LOS AUSTRIAS DURANTE EL SIGLO XVII
En estas cuestiones y en la del contrabando nos vamos a centrar
a continuación, fijándonos primero en algunas noticias de los
Libros de Gobierno de la Sala7, para después hacer una estadística
de los delitos de índole económica juzgados por este tribunal,
basándonos en los Libros Inventarios de causas criminales.
Dado que este aspecto de la delincuencia monetaria es el que más
atención ha merecido por parte de los investigadores, he seleccionado dentro de la bibliografía disponible, tres títulos para dar a
conocer ciertas cuestiones básicas sobre las falsificaciones de piezas en la Edad Moderna : las penas aplicadas, el modo de actuar de
los delincuentes y los métodos de fabricación. Comenzaremos por
el trabajo de Jaime Lluis y Navas dedicado a la sistematización del
derecho sobre las falsificaciones realizada por los Reyes Católicos8.
En el intento de estos monarcas de evitar que nuevos desórdenes
y falsificaciones hicieran fracasar la política de restauración monetaria emprendida con la Ordenanza de 1497, las penas aplicadas a
los falsificadores se endurecen con relación a las establecidas en
tiempos de Enrique III (1379-1406). Aunque seguirá perdurando la
pérdida de la mitad de los bienes y la consideración de “aleves”9
para este tipo de delincuentes, a partir de ahora el castigo estipulado será la pena de muerte. Además, los Reyes Católicos regularon
la tenencia de moneda falsa, es decir, establecieron penas para los
coautores y cómplices – cuatro años de destierro y pérdida de la
mitad de los bienes –, pues era evidente que para poner estas piezas en circulación eran necesarios diversos colaboradores.
Desde un punto de vista más práctico, el trabajo de Cruz
Valenciano10 analiza las diferentes pautas que seguían los falsificadores, según actuasen en la ciudad o en el campo. La mayoría
de los delincuentes en el ámbito urbano operaban de manera individual o en grupos muy reducidos y, habitualmente, eran acusados de entregar monedas manipuladas que a veces habían recibido de terceras personas o que habían fabricado ellos mismos; por
el contrario, en los núcleos rurales, los falsificadores formaban
bandas organizadas y se dedicaban a fabricar las piezas, a veces,
en grandes cantidades11. Por otra parte, las habilidades necesarias
y la relativa cualificación profesional hacían de los falsificadores
de moneda unos delincuentes bastante originales cuya extracción
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social se localizaba entre las clases medias del estado llano y la
pequeña nobleza rural.
En consecuencia, uno de los aspectos que más preocuparon a la
Administración fue el carácter colectivo que adoptaba este delito
en muchas ocasiones. Se generaban de este modo peligrosas
redes de complicidad – en las que a menudo se veían implicados
representantes de la autoridad local tras haber accedido a sobornos o cedido a extorsiones –, que podían llegar a crear serios problemas de orden público y amenazar las bases políticas y sociales
del sistema.
Por último, Pere Ripollès12 se centra en el conjunto de monedas
encontradas en una cueva de Picassent (Valencia), realizadas en el
reinado de Felipe III13. Las piezas falsificadas – algunas de gran
calidad frente a la mayoría realizadas con cuños muy toscos y
esquemáticos –, pertenecen a un único valor : diners o menuts
valencianos. Lo interesante del texto es que describe los dos métodos utilizados para efectuar la imitación. El primero consistía en
cortar pequeñas tiras de metal de cobre de una plancha o de objetos. A partir de estas tiras se obtenían pequeños recortes cuadrados
que, mediante un martilleo previo a la acuñación sobre un yunque,
tomaban forma más o menos circular, ampliaban su superficie y
disminuían su grosor.
El segundo procedimiento se basaba en la fusión del metal. El
examen de estos cospeles revela que para realizarlos, se usó un
molde plano y abierto, en el cual había diversos alvéolos con una
forma tronco-cónica de una determinada profundidad y diámetro.
El metal fundido se vertía sobre el molde y los cospeles obtenidos se martilleaban igualmente hasta adoptar una apariencia
redondeada. Finalmente, los cospeles se acuñaban poniéndolos
sobre el cuño inmóvil del anverso y golpeándolos con el cuño del
reverso14.
Centrándonos ya en la documentación que nos aportan los Libros
de la Sala, aunque sus datos sean escasos en torno a las falsificaciones de moneda, sin embargo, resultan de un gran interés porque testimonian el impedimento que para la recta administración de justicia representaba la superposición de jurisdicciones (ordinaria, militar, eclesiástica, señorial, universitaria, consular) y la estrecha relación existente entre alteraciones monetarias y trastornos en el
comercio.
Comencemos por la consulta que el Consejo Real eleva a Felipe
IV el 15 de julio de 1654 que recoge el malestar de la Sala de
Alcaldes respecto de ciertas causas fenecidas en este tribunal y
retenidas después en el Consejo de Guerra. Entre ellas, está la que
se siguió contra Jorge Forquier por “fabricador y expendedor de
moneda falsa”. Considerado culpable dos veces, por autos de vista
y revista, en esta última instancia los Alcaldes le condenaron a
pena de fuego. No obstante, aduciendo su condición de soldado,
apeló al Consejo de Guerra para que de nuevo se viera su caso.
La Sala representará los inconvenientes que resultaban de permitir la interposición de declinatorias y recuerda que en este tipo de
delito no se admitía la alegación de ningún fuero15. Por tanto, en la
consulta, el Consejo de Castilla pedirá que “corra la cosa juzgada”
y que el de Guerra se inhiba en el conocimiento del proceso contra
Jorge Forquier. A lo que el rey contestó : “Assí lo e mandado”16.
En el mismo sentido girarán las dos consultas del Consejo, elevadas a finales de mayo de 1660, las cuales refieren, de nuevo, el
conflicto de competencias creado entre la Sala de Alcaldes, que
estaba conociendo una causa sobre falsificación de moneda de
plata, y el Consejo de Guerra. A éste habían acudido los acusados
– don Francisco de Castro, don Diego de Benavides y don Antonio
de Villarroel –, pretendiendo gozar de su fuero militar. De él habían conseguido la provisión de un auto que les concedía quince días
para traer las certificaciones del tiempo que habían servido en el
ejército y que les indicaba que en el ínterin el proceso quedaría
paralizado.
La decisión del rey otra vez se decantó a favor de la Sala:
“He mandado que el Consejo de Guerra alze la mano del
conocimiento desta causa y la deje correr por la Sala de
Alcaldes”17.
Con ocasión de la acuñación en 1660 de la moneda ligada de
molino, una de sus consecuencias inmediatas fue la masiva introducción de moneda falsa en el mercado. Una provisión del
Consejo, fechada el 7 de octubre de 1661 y que intentaba frenar
esta invasión, prohibió a todos los hombres de negocios y mercaderes de la Corte dar o recibir la moneda nuevamente acuñada en
esportillas o por peso, obligándoles a contarla “a la mano”. Esta
orden se basaba en que la moneda falsa pesaba menos que la legal
y era muy fácil de identificar a la vista18.
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La verdadera importancia del consiguiente auto de la Sala estriba en que es notificado a más de noventa comerciantes y asentistas. Esta circunstancia nos permite conocer quiénes eran los que
por aquellos años dominaban el mercado madrileño de las finanzas y del abastecimiento de productos básicos. Al repasar sus
nombres, se constata cómo vuelven a ser hombres de negocios
castellanos19.
Nos hacemos eco, por último, del auto de la Sala publicado a
instancias del Consejo Real el 20 de junio de 1685. Por él se
manda a los marcadores nombrados en los repesos para el reconocimiento de los doblones y de la moneda de plata, que cuando llegase a sus manos alguna pieza falsa, la cortasen y así la devolviesen a sus dueños. El origen de esta medida hay que situarlo en el
último cuarto del siglo XVII cuando empezó a circular una gran
cantidad de escudos falsificados que contenían de un 25 a un 50 %
menos de oro, además de numerosas piezas legales desgastadas.
Para evitar negativas a la hora de aceptar los escudos legítimos faltos de peso, el 22 de febrero de 1687 se estipuló que estos escudos
se pesasen para valorarlos con el correspondiente descuento según
la escasez que tuvieran20.
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Las acuñaciones masivas de vellón y sus cambios de valor
durante el siglo XVII y el mantenimiento de las características
intrínsecas y del valor nominal de los reales castellanos, hicieron
aparecer la tasa del premio o sobrevaloración de la moneda de
plata respecto a la de vellón. A lo largo del siglo, el premio o
“agio” fue la manera a través de la cual los castellanos dieron a
cada moneda no sólo su valor sino también el que les correspondía respecto a las otras. Este sobreprecio comienza a ser aplicado
en Castilla desde el primer resello de 1603 en las contrataciones y
obligaciones entre particulares y sólo será aceptado por las autoridades a regañadientes, a partir de 1625, cuando establezcan un
porcentaje del 10 %. Paradójicamente, serán estos porcentajes
– que irán aumentando de manera vertiginosa y desmedida a lo
largo del siglo XVII –, los que vendrán regulados de vez en cuando por los gobernantes y no el curso o valor nominal de la moneda de plata. Y el establecimiento de tasas oficiales nacerá de la
aparición del mercado libre de valoración del premio.
De entre las ciudades castellanas, fue en Sevilla donde más se
notaron los inconvenientes provocados por la abundancia del
vellón, debido a su condición de puerto de mar al que acudían todos
los extranjeros y navíos procedentes de las Indias y era un lugar
propicio para intercambiarlo por el oro y la plata. Esta circunstancia influía en la variación de las tasas del premio que se aplicaban
en la Villa y Corte. Como comenta Fernando Serrano Mangas,
siguiendo las anotaciones del mercader genovés afincado en
Madrid Cosme Micón, en el tiempo que las Armadas y Flotas se
aproximaban a la Península se producía el trasvase de grandes cantidades de moneda de cobre hacia Sevilla y puertos atlánticos de
Andalucía. Sus dueños, con esta práctica, pretendían especular
ventajosamente con la plata, haciendo subir los premios. No obstante, a veces, hasta los hombres de negocios más avezados se
equivocaban y eso porque “en saliendo plata, había tantos pretendientes de ella que no sólo daban lugar que bajase el premio, mas
era causa de que hacía subir en esta Corte y otras partes”21.
Si descendemos a ejemplos concretos de este delito de cambios
fraudulentos conservados en el archivo del tribunal considerado,
tenemos que comenzar por la orden del Consejo de Castilla a la
Sala, fechada el 6 de octubre de 1628. En ella se le indica que no
continúe el proceso iniciado contra Antonio Martínez Peña y
Gaspar Francisco, su cajero, acusados de haber trocado con premio
moneda de plata a vellón, pues lo habían hecho a la tasa legal permitida del 10 %22. No sucede lo mismo con la causa incoada a
Alonso Román, la cual ha de seguir su curso porque él sí se había
excedido en el cambio23. Recordemos en este sentido que desde el
8 de agosto de 1628 ya no estaba en vigor el monopolio de los trueques que había correspondido a las Diputaciones para el consumo
del vellón24 desde su fundación en marzo del año anterior.
También en 1628 tienen lugar las peticiones de Fabián González
y de Juan Allende el Río, solicitando a la Sala un traslado autorizado del auto del 6 de octubre25. El primero no justifica su demanda
con lo cual no podemos saber para qué lo quería26. El segundo, por
el contrario, aduce que es agente de negocios de muchos genoveses – principalmente de Francisco Crema –, de los que tiene poderes para cobrar y hacer pagas. El problema reside en que algunos
de ellos, al no disponer de moneda de vellón, le ofrecen pagar en
plata con un premio moderado no superior al 10 %. Especie con la
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que Allende el Río, a su vez, habría de pagar a los correspondientes de dichas personas. Por tanto, la copia del auto la quiere para
“guarda de su derecho” en el caso, injusto a todas luces, de que se
procediera contra él27.
A pesar de la confianza que se había puesto en la medida, enseguida se constató que la baja de moneda de vellón decretada en
agosto de 1628 no sirvió para cortar la subida de los trueques de
moneda ni, mucho menos, para que cesasen28. Ante esta realidad, y
en un nuevo intento por controlar los cambios, el 5 de marzo de
1629, Felipe IV mandó publicar un pregón en el que declaraba que
aquel que cambiase a más del 10 % permitido sería desterrado del
reino y castigado con la pena del cuatro tanto de lo trocado.
Además, advertía que para la probanza de este delito se admitirían
testigos singulares29, se favorecería al que viniera a delatarse y de
las penas no se concedería “relajación ni gracia”.
Por otra parte, en este decreto real se da comisión particular al
licenciado Rodrigo de Cabrera para que conozca cualquier causa
que por este motivo se suscite y se advierte que sus sentencias sólo
podrán ser apeladas ante el Consejo de Castilla. El pregón elaborado por la Sala se publica el día 6 de marzo de 1629 y en él se
indica que serán ocho los años de destierro para los culpables30.
Damos un salto en el tiempo y nos situamos en el 11 de enero
de 1651. Ese día está fechada la orden del Consejo dirigida al
Gobernador de la Sala, don Pedro de Amezqueta, para que se
hagan causas y se castigue a los que truecan los doblones de oro
a más de 46 reales de vellón, que era la tasa establecida31.
Un poco más adelante nos encontramos con la petición de
Ambrosio de la Torre quien, en nombre del receptor del Consejo
Supremo de Aragón, Gabino Penducho, solicita un testimonio a la
Sala donde los escribanos de cámara indiquen el nombre de las
personas condenadas por haber trocado la plata a más del 50 %
permitido entre los años 1639 y el día de la publicación de la baja
del vellón de 164232, cuándo se inició el proceso y cuál fue la sentencia impuesta. Un papel que don Gabino quiere presentar en el
pleito que en dicho Consejo se sigue por la toma de cuentas de la
receptoría y que, en palabras de su procurador, servirá para justificar que a su parte no se le puede hacer cargo de la plata que redujo a vellón, pues lo hizo al precio determinado por las pragmáticas33. Suponemos, benignamente, que el receptor dio su plata a
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algunos cambistas quienes la trocaron por vellón a mayor precio
sin su conocimiento ni consentimiento.
Para poner fin a este bloque sobre los cambios, citamos el decreto de Felipe IV de 11 de febrero de 1661, dirigido al Presidente del
Consejo, en el que manda castigar con el máximo rigor, tanto en
Madrid como en todo el reino, a los que trocasen los doblones a
precios excesivos. Para el monarca es intolerable que los dueños de
las monedas de plata y oro las hagan pasar no por la ley que tienen
sino por la que les dicta “su codiçia y maliçia”34.
Efectivamente, la entrada de vellón falso y la salida ilegal de las
monedas de plata y oro, se vieron fomentadas por el poderoso
atractivo que tenían los reales o los escudos castellanos para los
intercambios comerciales de otros estados y por la puesta en circulación de ingentes cantidades del nuevo vellón de puro cobre a
partir de 1602. Hablamos de un delito en estrecha relación con el
de las falsificaciones y cuyo desarrollo se estructuró y basó en la
aparición de importantes redes, de grupos humanos muy bien
organizados que lograban superar los oportunos controles aduaneros disimulando sus cargamentos de moneda entre las mercancías,
y descargando anclados lejos de las costas.
Motivo de preocupación y queja tanto entre los arbitristas
como entre los procuradores de Cortes, esta evasión de capitales se veía, a su vez, favorecida, no lo olvidemos, por las licencias de saca concedidas por la Corona a determinados asentistas, las cuales eran también objeto de compra y venta entre
mercaderes35.
Según Bernardo García, durante el reinado de Felipe III, se crearon dos grupos diferentes de redes de contrabando de moneda
falsa : “primero, los holandeses que comerciaban con la Península
valiéndose de licencias concedidas a ciudades hanseáticas y francesas, o del librecomercio permitido en las treguas, y [que contaron]
con el apoyo de correspondientes en los puertos españoles y [con]
la corrupción de los oficiales aduaneros; [segundo], las redes orientadas a la extracción de grandes cantidades de plata castellana a
Francia, que contaban con importantes tramas interiores organizadas por franceses y portugueses desde distintas ciudades de la
mitad norte peninsular”36.
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El fenómeno alcanzó tal magnitud que una de estas redes compuesta por falsificadores flamencos y distribuidores conversos portugueses afincados en La Rochelle – quienes podían pasar la frontera para llegar hasta Castilla a través de los puertos secos arrendados por sus compatriotas – llegaron a introducir entre 1606 y 1619
moneda falsificada de vellón, por un valor equivalente a 39 millones de ducados, sacando como contrapartida moneda de oro y
plata37.
La situación se fue agravando con el tiempo y los medios ordinarios empleados para luchar contra este tipo de contrabando se
mostraron claramente ineficaces. Los consejeros de Hacienda
desestimaron en repetidas ocasiones medidas tales como nuevos
embargos de bienes de ciudadanos holandeses, pues contravenían los términos de las treguas, o como la devaluación de las
monedas de plata y oro castellanas, y consideraron suficientes
las penas severas que estipulaba la ley contra estos delitos, de las
que nos ocuparemos más adelante.
Una vez presentados los términos generales del problema, veamos ahora otros de sus aspectos.
En primer lugar, que por las fronteras no sólo se introducía
moneda de vellón falso. Otra manera de crear problemas en la
circulación monetaria era metiendo en el mercado moneda de
plata falsa o falta de peso y ley. Un ejemplo de este contrabando
nos lo ofrece el alcalde ordinario de la villa de Viana (Reino de
Navarra), don Juan Garcés de Garibay.
A principios de 1610, escribe a Madrid informando que allí se
ha hallado moneda falsa, tanto de plata como de vellón, de la que
envía unas muestras38. Concretamente, ha recogido dos reales de
a dos, parecidos a los que se fabrican en el Ingenio de Segovia y
realizados, según los plateros a los que ha preguntado, como las
medallas mediante la técnica del vaciado.
El Consejo resolvió que por ser la primera vez que en aquel
reino se detectaba moneda falsa, fueran los del Consejo de
Navarra quienes instaran a actuar al alcalde “como la gravedad
del caso lo requiere”.
Podemos deducir de la respuesta del Consejo que la frontera
franco-navarra no era por aquel entonces el punto de entrada más
habitual de la moneda falsa, sino más bien las fronteras con los
territorios de Aragón39. A pesar de las medidas cautelares y de los
avisos efectuados por los procuradores de Cortes en 1608 y, sobre
todo, desde finales de 161040, los reales sencillos faltos de peso y
ley – o “bosqueteros”41 – siguieron entrando. El 4 de junio de
1611, el Consejo de Castilla dicta un auto por el que se prohibía
dicha introducción, bajo pena de diez años de galeras y pérdida de
todos los bienes42. Poco efecto debió de tener esta medida, pues no
será hasta el auto definitivo del 29 de agosto de 1612, cuando
comience a verse solución a este problema.
Pero ya hemos señalado que el incumplimiento de sus funciones
por parte de los oficiales aduaneros estaba en la base de este fraude monetario. Era una quimera luchar contra el contrabando, si los
vigilantes de las fronteras se dejaban sobornar y cohechar y cuando miembros de las propias redes administraban los puertos
secos43. Sin embargo, la corrupción no sólo afectaba a los niveles
más bajos de las guardas. Cuando ciertos mercaderes iban a dedicarse a esta actividad con regularidad o pretendían, en un momento dado, introducir grandes cantidades de moneda, se necesitaba la
ayuda de personas más influyentes y situadas en un más alto nivel
de la administración44.
Así lo hace saber el fiscal del Consejo de Indias a Felipe III, el
26 de agosto de 1618, cuando le comunica las sospechas que hay
de que cierta compañía de mercaderes sevillanos, “conoscidos y
poderosos”, no sólo han sobornado a los aduaneros de la ciudad,
sino que cuentan con “valedores” dentro del citado Consejo, circunstancia que les permite actuar con impunidad. Para poner coto
a esta situación, el fiscal, recogiendo la opinión del propio
Presidente de Indias, dice que la comisión destinada a averiguar
este delito, no se despache por dicho Consejo, sino que una vez firmada por su presidente, con todo secreto se envíe a Felipe III a fin
de que mande nombrar una Junta que provea justicia45. Es decir,
que la existencia de grupos de presión es otra clave del fenómeno
del contrabando.
Por último, la ignorancia de las gentes desempeñaba también un
papel esencial en la labor de introducción de moneda falsa. Como
ejemplo, podemos citar lo ocurrido el 8 de noviembre de 1650,
cuando el corregidor de Málaga escribe una comunicación al
Consejo de Castilla en la que informa que ha apresado a un marinero inglés pues tenía en su poder algunos “cuartos de a dos resellados que, reconosidos, an parezido falsos”46. Interrogado uno de
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los guardas del puerto, dijo que, estando en su puesto, se acercó a
él Francisca de Flores, mujer de un albardonero, y le pidió examinara cierta moneda que le habían dado unos ingleses por la compra de unas escobas y que otras personas le habían dicho era falsa.
El guarda confirmó tal extremo y aconsejó a la mujer que se los
devolviera a los mencionados ingleses.
Cuando Francisca de Flores se acercó a uno de los que todavía
andaba por el puerto y le dijo que le diera el importe de la compra
en buena moneda, él respondió que no la conocía y que no le había
comprado ninguna escoba. En ese instante, se acercaron algunas
personas que corroboraron la falsedad de las piezas, momento que
aprovechó el marinero para coger una barca y huir hacia su navío47.
Los guardas lo apresaron dentro del batel donde le cogieron una
taleguilla con cierta cantidad de vellón falso y algo de plata.
Finalmente, más allá de la anécdota, el corregidor inicia el proceso pertinente para saber la procedencia y carga del navío, qué
escalas había realizado, a quiénes iba consignada dicha carga, si
los destinatarios eran conocedores del fraude, cuánto tiempo llevaba anclado el navío en el puerto de Málaga, qué moneda tenían los otros miembros de la tripulación, etc48.
En consecuencia, ante todas estas circunstancias, podemos afirmar que ni la creación el 4 de octubre de 1624 del Almirantazgo
de los países septentrionales y, poco después, el 13 de enero de
1625, del Consejo, junta y tribunal superior del Almirantazgo, ni
la legislación que se dictó a lo largo del reinado de Felipe IV consiguieron atajar este delito del contrabando. Pragmáticas que cada
cierto tiempo se ocupaban de la cuestión, demostrando que se
referían a un fenómeno de larga tradición, aunque acentuado por
la política monetaria llevada a cabo por los monarcas castellanos,
la venalidad de los oficios reales, la predisposición a perdonar a
los contrabandistas a cambio de sustanciosos donativos y la gran
demanda de los productos importados del norte de Europa que
obligaron a la Corona a autorizar cierta legalización del comercio
fraudulento mediante la venta de licencias de comercio49.
Teniendo en cuenta estos factores, la reiteración de la legislación
contra el contrabando no dejaba de ser el signo más palpable de
su incumplimiento50.
No obstante, de entre toda ella, nos detenemos en la pragmática dictada el 16 de septiembre de 1628, pues, además de su inte-
resante contenido, nos hace comprobar, una vez más, la distancia abismal que existía entre ley y realidad.
En este extenso texto se regula el comercio exterior de mercancías, una de las vías de escape más fáciles de nuestra moneda de
oro y plata.
En primer lugar, se reconoce que grandes han sido los daños
derivados de la abundancia del vellón y que para nada servirá la
baja del vellón dictada poco antes, sino se vigilan los puertos51. Por
tanto, para que pueda controlarse la moneda de cobre que entra y
sale por ellos, la pragmática manda que nadie la pueda llevar sin
registrarla ante la justicia del puerto. Ese registro se hará en un
libro público en el que también se anotará el nombre de quien la
trae, la persona que la envía, a qué lugar y persona va dirigida y
por qué motivo. De todo esto se dará un despacho al arriero que
deberá presentarlo ante la justicia del lugar donde ha de hacer la
entrega de la moneda. Toda aquella que no se haya registrado de
la manera dicha, se considerará moneda falsa.
En segundo lugar, la pragmática señala que son muchos los que
con la intención de defraudar los derechos debidos a la Real
Hacienda, no dejan constancia de las mercaderías que entran y
sacan del reino ni de la moneda en que las pagan52. Así, se dispone que todos los mercaderes, ya extranjeros o naturales, lleven un
libro en el que asienten estos datos, de la misma manera que se le
exige a los arrendadores y administradores de los puertos, que
apunten el nombre de estos mercaderes y los derechos que adeudan. Pérdida de todos los bienes y destierro perpetuo del reino, son
los castigos aprobados para los que incumplan lo explicado.
Un tercer punto de preocupación era el descuido y fraude que
existía a la hora de registrar las mercancías extranjeras y así eludir el obligatorio retorno que había de hacerse con mercancías
castellanas. Por tanto, el rey querrá que se lleve un control
exhaustivo de todos estos intercambios ; en caso contrario, las
mercancías se darán por perdidas.
De esta obligación de manifestar y afianzar las mercancías que
vinieran de fuera, tampoco podrán eximirse los comerciantes castellanos a cuyo nombre vengan consignadas, a pesar de las pretensiones y alegaciones que vienen haciendo en sentido contrario.
El texto recuerda que a su nombre podrían venir productos cuyos
destinatarios verdaderos fueran mercaderes extranjeros.
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Otra práctica comercial condenada por esta pragmática era el
recibir la paga por las mercancías que se metieren en el reino
mediante letras pagaderas fuera del mismo y así excusar la obligación de llevarse a cambio productos castellanos. No se olvida, además, el hecho de que la mayoría de las dichas letras eran fingidas.
En línea con todo lo anterior, se sitúa el problema arriba aludido, de las licencias de saca de metales preciosos concedidas tanto
a mercaderes naturales como a hombres de negocios extranjeros.
A los primeros se les suspenden, mientras que a los segundos, sólo
se les concederán por el Consejo de Hacienda y por mitad de la
cuantía de las provisiones que tuvieran que hacer fuera del reino53.
Para el cumplimiento de todo lo dictado, se pone especial hincapié en que las justicias, alcaldes de sacas, arrendadores de los
puertos, pongan el máximo cuidado en su vigilancia, so pena de
ser castigados como participantes en el mismo delito de saca54.
Además, se especifica que estas salidas de metal sólo podrán
hacerse a través de los puertos reales “y conocidos, y no de señorío”. Incluso, se recomienda que si al Consejo de Hacienda le
parece oportuno, podrían señalarse los caminos y veredas por
donde más específicamente pudiera transportarse la plata con el
objetivo de considerar como descamino todo lo que se encontrare
fuera de las dichas rutas.
Por último, esta extensa pragmática se ocupa de los castigos que
deberían imponerse a los que introdujeran moneda de vellón en
Castilla. A pesar de ser considerado un delito de “lesa majestad”,
las penas no parecen haber asustado a este tipo de delincuentes.
Lógico si tenemos en cuenta que es siempre el mercado y la búsqueda de beneficios lo que manda en la economía y no las medidas
punitivas del poder político, que suelen mostrarse bastante ineficaces. No obstante, las autoridades piensan que ha llegado el momento de endurecer las penas que regían hasta entonces y así, los introductores o receptores de dicha moneda de vellón falsa, serán condenados a morir en la hoguera y a la pérdida de todos sus bienes.
En éstos se incluyen el barco o recua en el que hubiere entrado el
vellón. Además, sólo la intención de realizar este delito, se condenará con la pena capital, mientras que los encubridores conocerían
la de galeras55.
En el texto, se pone especial cuidado en resaltar que este tipo de
fraude será competencia exclusiva de la justicia ordinaria, en pri-
DELITO ECONÓMICO, CAUSA POLÍTICA : FALSIFICADORES Y CONTRABANDISTAS
EN EL IMPERIO DE LOS AUSTRIAS DURANTE EL SIGLO XVII
mera instancia, y que sólo se podrá apelar ante el propio Consejo
de Castilla, inhibiendo de este conocimiento al resto de justicias y
tribunales. Por otro lado, no se consentirá la alegación de ningún
tipo de privilegio o fuero especial, tan comunes en el Antiguo
Régimen56, y que tantos problemas estaba ocasionando en el caso
de los falsificadores de moneda como explicamos arriba.
Pero de la serie de castigos impuestos me parece de especial
relevancia destacar aquellos que afectan a la honra del infractor
y sus descendientes :
No estamos más que ante la asunción de la idea de que el contrabandista de moneda podía asimilarse o compararse con el
hereje, pues actuaba en contra de los intereses de una Monarquía
que defendía en todo el mundo la religión católica57. Argumento
muy debatido en los primeros años de esta década del siglo XVII
y que culminaría en 1627 con la concesión a la Inquisición de la
facultad de entender en este delito, explicitándose en la pragmática que instituye las Diputaciones para el consumo del vellón
del 27 de marzo58. No obstante, aunque poco duró este conocimiento que pretendía estrechar la vigilancia sobre los barcos que
fondeaban en puertos españoles, lo importante es que perdura el
fundamento ideológico que le dio origen, pues como hemos visto
aquí, a partir de ahora volvería a ser competencia exclusiva de la
justicia ordinaria. Y aunque sabemos que este conocimiento por
el Santo Oficio de causas de corte económico que pasaban a convertirse en delitos de conciencia no contaba con la aprobación
del Papa Urbano VIII que nunca concedió el Breve a Felipe IV,
podríamos pensar también que el contrabando dejó de ser materia de Inquisición porque perjudicaba de manera directa a los
conversos portugueses, precisamente los hombres de negocios
que se encargarán de hacer préstamos a la Corona a partir de
finales de los años 20 del siglo XVII, tras las dificultades y retirada de los genoveses59.
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“y excluimos a los hijos de los dichos delinquentes, hasta la
segunda generación inclusive, de todos los oficios onoríficos,
assí de justicia, como de las demás honras, hábitos y familiaturas en que se hazen pruebas de calidades”.
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PORCENTAJES DE DELITOS
Si nos basamos en los datos que nos ofrece José Luis de las Heras
Santos60, entre 1754 y 1767, se realizó un inventario de las causas
criminales existentes en aquellos momentos en el archivo de la Sala
de Alcaldes61. Tras su estudio el autor comenta que entre 1542 y
1700, la Sala vio 13.963 causas, a una media de 107 por año. La
etapa de 1583 a 1630 fue la de mayor esfuerzo para este tribunal,
si hacemos caso del gran número de procesos registrados, que dan
una media de 188 causas al año.
Entre 1633 y 1660, se inicia un periodo en el que la media anual
de procesos inventariados es de 18, destacando los numerosos
altibajos que se producen. Después de 1660, se produce un cambio en la tendencia, abriéndose un nuevo ciclo de apogeo en el
cual cada año el número de procesos registrados irá en aumento
hasta alcanzar la cifra de 318 causas vistas en 170062.
Pues bien, sobre todos los datos expuestos63, nosotros hemos contabilizado todos los procesos que anualmente conoció la Sala referidas a las materias abordadas en las páginas anteriores y datadas en
el siglo XVII, para establecer el tanto por ciento que con relación a
la media por periodos representó cada uno de los delitos escogidos.
Con los resultados hemos elaborado las siguientes tablas.
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Sobre los 188 procesos de media anual entre 1583 y 1630 :
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Sobre los 18 procesos de media anual entre 1630 y 1660 :
Sobre los 115 de media anual entre 1660 y 170064 :
En consecuencia, podemos concluir que, según la fuente utilizada, el delito de contrabando alcanza su punto culminante en la
década de los veinte del siglo XVII, que es cuando más regulaciones sufre precisamente, mientras que las causas por cambios fraudulentos mantienen unos valores estables y moderados a lo largo de
la centuria. Por el contrario, los procesos sobre falsificaciones de
moneda no sólo mantienen una importancia constante en todos los
periodos considerados sino que su presencia va aumentando conforme avanza el siglo, sobre todo tras la aparición de la moneda
ligada de molino y, por ende, muy en consonancia con los testimonios conocidos de otras fuentes coetáneas.
Por último, la gravedad de los delitos que hemos comentado a
lo largo de estas páginas y la voluntad del poder político para
erradicarlos, queda especialmente de manifiesto con la publicación el 19 de octubre de 1629 de la Real Cédula dirigida al
Corregidor de Granada comunicándole que, por el feliz alumbramiento de la Reina, se ha resuelto el indulto de los delincuentes, debiendo ser puestos en libertad los presos por causas civiles y criminales, excepto los condenados por delitos de lesae
majestatis, pecado nefando, falsedad, testigos falsos, renegados,
blasfemos, ladrones, monederos falsos y resistencia armada a
las justicias65. Es decir, que como estos delincuentes habían atentado directamente contra los intereses del monarca, quedaban
excluidos del beneficio de una de las características esenciales
que conformaban el poder real : la gracia.
NOTAS
1 Domínguez Ortiz, Antonio. Política y hacienda de Felipe IV. Madrid : ed.
Pegaso, 1983, p. 238.
2 Los periodos de fabricación masiva fueron entre 1602 y 1606 y entre 1618 y
1626.
3 Tuvieron lugar también en 1636, 1641, 1651, 1654 y 1661.
4 Otros momentos en los que se ordenó una devaluación del valor del vellón
fueron 1642, 1652, 1658-1659, 1664 y 1680.
5 “La Sala, como una institución policial característica del Antiguo Régimen,
además de sus competencias judiciales y policiales, tenía asignadas ciertas tareas de gobierno, abastecimiento, regulación de precios y ornato del espacio
urbano. Su jurisdicción abarcaba la Corte y su rastro, un área que se extendía
a cinco leguas alrededor de la residencia regia – aproximadamente 30 kilómetros. La función esencial de este organismo se concretó en su actividad penal,
al gozar de una “absoluta y suprema jurisdicción, sin apelación ni súplica de
sus sentencias si no era ante ella misma”. De hecho, en el ámbito de la justicia
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real ordinaria, todas las causas criminales de la ciudad, incluso las instruidas
por los tenientes de corregidor en el juzgado de la Villa, debían pasar por el tribunal de la Sala, en grado de apelación, si es que había lugar a ella, o bien para
confirmar las sentencias dictadas en la audiencia municipal”. Alloza Aparicio,
Ángel. La vara quebrada de la justicia. Un estudio histórico sobre la delincuencia madrileña entre los siglos XVI y XVIII. Madrid : Los libros de la
Catarata, 2000, p. 31. En líneas generales, la Sala la formaban seis Alcaldes y
para el cumplimiento de sus funciones, tenían a su mando diez alguaciles, un
escribano del crimen con dos oficiales y seis porteros de vara. Sánchez Gómez,
Rosa Isabel. Estudio institucional de la Sala de Alcaldes de Casa y Corte
durante el reinado de Carlos II. Madrid : Ministerio del Interior, 1989, p. 50.
6 Archivo Histórico Nacional, Consejos, Libro 1422. En adelante, A.H.N.
7 Sobre esta base, insertaremos algunos documentos procedentes de otras fuentes.
8 Lluis y Navas, Jaime. La represión de la falsificación de moneda en tiempos
de los Reyes Católicos. Numisma, Núm. 7 (1953), p. 81-99.
9 Alevoso. La alevosía es una cautela para asegurar la comisión de un delito contra las personas, sin riesgo del delincuente. Es circunstancia que agrava la pena.
10 Cruz Valenciano, Jesús. Aspectos de la delincuencia en el siglo XVIII. Las
bandas de falsificadores de moneda. Cuadernos de Historia Moderna y
Contemporánea, Núm. 7 (1986), p. 33 y ss.
11 Su actividad pasaba más desapercibida que en la ciudad y solían recurrir a
cuevas, casas de campo o corrales.
12 Ripolles Alegre, Pere P. La Cova de l’Aguila: un taller de falsificadores de
moneda (siglo XVII). Numisma, Núm. 233 (1993), p. 261-293.
13 Otros ejemplos de acuñaciones realizadas en este tipo de escenario los describen Toledo, A. Encuyació de moneda falsa a la Cova de l’Aigua. D.Y.A.,
Centre Excursionista de Tavernes de Valldigna, Valencia, 1979, p. 22-23 ;
Dhenin, M. y Nony, D. Un atelier de faux monnayeurs du XVIIe siècle a
Despeñaperros (Jaén). Acta Numismática, Núm. 8, 1978, p. 207-212 y
Mateu y Llopis. Para la historia monetaria de Felipe III. (A propósito de una
falsificación de “quartos”). Numisma, Núm. 12, 1954, p. 49-56.
14 Domínguez Ortiz, Antonio. Falsificación de moneda de plata peruana a
mediados del siglo XVII. Homenaje a Don Ramón Carande, Vol. II,
Madrid, 1963, p. 141-155, el cual se ocupa de la falsificación de los reales
de a ocho de Potosí. Para conocer el origen y la expansión universal de la
moneda objeto de falsificación remito a García Guerra, Elena María.
Itinerarios mundiales de una moneda supranacional : el real de a ocho o
peso durante la Edad Moderna. Studia Historica, Vol. 28, 2006, p. 241-257.
15 Una “declinatoria” es una petición que se hace a un juez para que se abstenga
de conocer un asunto y lo remita al juez competente; es una de las excepciones
dilatorias.
16 A.H.N., Consejos, Libro 1239, fol. 404.
17 A.H.N., Consejos, Libro 1245, fol. 90.
18 A.H.N., Consejos, Libro 1246, fol. 261. Referencia citada por Hamilton, E.
Guerra y precios en España, 1651-1800. Madrid : Alianza Editorial, 1988,
p. 46.
19 Si exceptuamos a Andrea Piquinoti o Domingo Grillo. A.H.N., Consejos,
Libro 1246, fols. 262-267.
20 Hamilton, E. Guerra y precios..., p. 53-54.
21 Serrano Mangas, Fernando. Vellón y metales preciosos en la Corte del rey
de España (1618-1688). Madrid : Servicio de Estudios del Banco de
España, 1996, p. 24.
22 Así lo disponía la Premática en que Su Majestad manda que por el tiempo que
fuere su voluntad, el premio de la reducción de la moneda de vellón a la de oro
o plata, no pueda pasar de diez por ciento, (8 de marzo de 1625). Biblioteca
Nacional Española, Varios Caja 60/70. En adelante, BNE. Por tanto, a partir de
ahora, no se podrían admitir denuncias que no superaran ese porcentaje.
23 A.H.N., Consejos, Libro 1213, fol. 520.
24 Cédula de Su Majestad en que prohibe los trocadores, corredores y medianeros
de trueques de moneda y comete a la Junta de Diputación general la tassa de
los premios, de que no se ha de poder exceder en los trueques que se hiziesen
en las Diputaciones y en las casas que se pusieren por ellas, a quien solamente
y con cuya intervención se permite trocar moneda. Y auto de la dicha Junta en
que pone tassa al trueque de los meses de agosto y setiembre deste año, (1 de
agosto de 1627). Biblioteca Nacional, Varios Especiales, 37/85 y 38/41.
25 A.H.N., Consejos, Libro 1213, fols. 592 y 702.
26 Además la respuesta de los Alcaldes, fechada el 3 de noviembre, fue : “No
a lugar lo que pide”.
27 El 20 de diciembre la Sala contestó : “Se le dé un testimonio”. Podemos suponer que Fabián González era otro agente de negocios u otro trocador de la Villa.
28 Premática en que Su Majestad reduze toda la moneda de vellón que en estos
Reynos huviere a la mitad de los precios que ahora corre que es el estado
antiguo que tenía antes que se doblasse, (7 de agosto de 1628). A.H.N.,
Consejos, Libro 1213, fol. 410.
29 El que es único en lo que declara. Es decir, que con sólo una persona que
testifique en contra del acusado, la causa seguirá su curso.
30 A.H.N., Consejos, Libro 1214, fols. 109-110.
31 A.H.N., Consejos, Libro 1236, fol. 5.
32 Ley y premática de la baxa de la moneda de bellón, (31 de agosto de 1642).
A.H.N., Consejos, Libro 1227, fols. 332-343.
33 El 11 de noviembre de 1651, el premio de la plata se había establecido en el
50 %. La petición que comentamos fue realizada el 13 de mayo de 1652 y
obtuvo respuesta afirmativa un mes después exactamente. A.H.N.,
Consejos, Libro 1237, fol. 436.
34 El decreto nos informa de que uno de los acusados por este delito, el cajero
de Domingo Grillo, cuando se dio orden para prenderle “se huyó y metió en
una iglesia”. A.H.N., Consejos, Libro 1246, fol. 25.
35 Sanz Ayán, Carmen. Los banqueros de Carlos II. Valladolid: Universidad de
Valladolid, 1989, p. 73-76.
36 García García, Bernardo José. La Pax Hispanica.Política exterior del duque
de Lerma (1598-1621). Leuven : Leuven University Press, 1996, p. 391-392.
Mucha de esta moneda falsa se introducía por los puertos vascos, como
queda constancia por estos pleitos: “Domingo de Leniz y Juan de Soto, de
Bilbao, por la introducción de moneda falsa de vellón por los puertos de
Vizcaya” (1611), Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Sala de
Vizcaya, Legajo 1154.0004; “Domingo de Aguirrechea, de Mundaca, por
introducción en estos reinos de cierta cantidad de moneda de vellón” (1612),
ARCV, Sala de Vizcaya, Legajo 0273.0006; “Haber pretendido Juan
Maletón, mercader francés, pasar a Francia 64 doblones y medio en oro contra las disposiciones del reino” (1617), ARCV, Sala de Vizcaya, Legajo
0920.0007 ; “Imputar a Pedro de Legorraza, de Bermeo, haber introducido
en el reino de Castilla moneda falsa de vellón” (1620), ARCV, Sala de
Vizcaya, Legajo 1355.0022.
37 Carrasco Vázquez, Jesús. Contrabando, moneda y espionaje (el negocio del
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vellón : 1606-1620). Hispania, Vol. LVII/3, Núm. 197, 1997, p. 1081-1105.
Bernardo José López Belinchón pone de relieve el importante papel desempeñado por los mercaderes conversos lusos en el comercio ilegal que se desarrolló como consecuencia de la política de bloqueos comerciales desarrollada por
la Monarquía Católica, inicialmente contra las Provincias Unidas y, más tarde,
sobre Francia y Portugal. López Belinchón, Bernardo José. Sacar la sustancia
al reino. Comercio, contrabando y conversos portugueses, 1621-1640.
Hispania, Vol. LXI/3, Núm. 209, 2001, p. 1017-1050. Las casas de negocios
portuguesas aprovecharon la ruptura de la tregua con Holanda en 1621 para
convertirse en el cauce adecuado para el desarrollo de un importante contrabando al contar con una sólida red comercial situada en los puntos clave de las
rutas comerciales, de Ámsterdam a Madrid y con el control de algunas de las
aduanas más importantes.
38 Real Academia de la Historia, Col. Pellicer, Tomo 10, Fol. 352-359. En el
documento pueden verse las marcas de óxido dejadas por las piezas.
39 Circunstancia que pronto cambió cuando se afiancen las redes portuguesas
citadas anteriormente. Sus miembros hacían llegar mercancías holandesas a
Francia – a Bayona y San Juan de Luz – y desde allí las introducían en Castilla
por los puertos vascos o por la vía terrestre de Navarra; desde este destino, las
encaminaban a los puertos secos de Logroño, Ágreda, Cervera, Arcos y
Alcanadre, que administraban. El destino mayoritario de estas mercancías era
Madrid y las ferias comerciales del interior de Castilla. López Belinchón,
Bernardo José. Sacar la sustancia del reino… p. 1020-1026.
40 Remitimos al Tomo XXIV, p. 588; Tomo XXVI, p. 249-375 y Tomo XXVII,
p. 143 de las Actas de las Cortes de Castilla.
41 En general, el adjetivo se aplicaba a toda la moneda falsa, pues, reitero, se
fabricaba en lugares apartados.
42 A.H.N., Sec. Consejos, Libro 1.201 (Año 1611), Fol. 96.
43 Caso de los portugueses.
44 “Todo el tráfico de moneda falsificada era conocido por las autoridades, sin
que pudieran, supieran o quisieran poner remedio a la situación, lo que nos
habla de una lucha intestina, protagonizada por fuerzas antagónicas que, en su
intento por lograr la hegemonía del poder, no dudaban en movilizar sus recursos tomando partido, no precisamente contra aquellos que socavaban la pujanza económica de Castilla”. Carrasco Vázquez, Jesús. Contrabando, moneda y
espionaje... p. 1083.
45 Felipe III contestará : “Buelve firmada y esto conviene llegallo al cabo”.
46 Se refiere a ochavos, o monedas de a 2 mrs. Tal vez quisieran hacer pasar
estas piezas por las que resultaron del resello decretado en 1641 : Cédula
Real en que Su Majestad manda que las piezas de moneda de dos y quatro
maravedís labradas en el ingenio de Segovia se resellen y valgan la de dos
maravedís seis y la de quatro doze maravedís, (22 de octubre de 1641).
A.H.N., Consejos, Libro 1226, fol. 267.
47 A.H.N., Consejos, Leg. 44.222, Núm. 90.
48 Los detalles de este suceso fueron ya reproducidos en mi artículo. García
Guerra, Elena. La monetarización de las sociedades urbanas mediterráneas en
los siglos XVI y XVII. Torre de los Lujanes, Núm. 45, octubre 2001, p. 155171. Entre los puertos usados para el comercio ilícito durante los primeros
años de la década de los veinte del siglo XVII, destaca el de Málaga. La presencia de navíos británicos en este puerto está confirmada por diferentes testimonios, si bien durante el periodo 1625-1630 desaparecieron de nuestras
costas como consecuencia de la guerra hispano-británica. López Belinchón,
B. J. Sacar la sustancia del reino … p. 1034-1035.
49 “De la dificultad para conseguir la efectividad de los bloqueos sin sufrir las
consecuencias del desabastecimiento de los mercados, surgió el sistema de
licencias o “permisiones para introducir mercancías de contrabando”, esto es,
artículos que pese a estar vedados por los bandos se autorizaba su entrada previa fiscalización por parte de la Real Hacienda”. Alloza Aparicio, Ángel.
Europa en el mercado español. Mercaderes, represalias y contrabando en el
siglo XVII. Valladolid : Junta de Castilla y León, 2006, p. 109.
50 Pragmáticas y pregones dictados el 14 de diciembre de 1624 (A.H.N.,
Consejos, Libro 1215, fols. 411-414), el 8 de mayo de 1626 (R.A.H.,
Colección Pellicer, Tomo 26, fol. 423), el 16 de septiembre de 1628 (A.H.N.,
Consejos, Libro 1213, fols. 479-486) y el 21 de enero de 1640 (A.H.N.,
Consejos, Libro 1225, fols. 11-18). “Desde el punto de vista de la guerra económica, y más en concreto desde el relativo al papel que la teoría asignaba a
los bloqueos comerciales, tal vez las represalias no fueron todo lo eficaces que
cabía esperar. De hecho, terminada la tregua con Holanda en 1621, el contrabando llegó a representar uno de los obstáculos más difíciles de salvar para
cerrar de forma inescrutable los mercados de la Monarquía a Holanda, Francia
e Inglaterra. Sin embargo, una vez conocida la actividad de instituciones ad
hoc como la junta del Almirantazgo, que consiguió controlar y dirigir en beneficio propio una parte importante del comercio ilegal, no cabe achacar inactividad al gobierno de Madrid”, Alloza Aparicio, Ángel, Europa en el mercado
español…, p. 224.
51 Secos y marítimos y diez leguas tierra adentro.
52 En contravención de la ley 10, titulo 18, libro 5 y de la ley 3, titulo 18, libro
16 de la Nueva Recopilación.
53 Licencias que no se podrán vender, ceder o traspasar. Sobre este punto, remitimos
a las discusiones sobre las condiciones de millones que tuvieron lugar en las convocatorias de Cortes de 1607-1611 (Actas de las Cortes de Castilla, Tomo XXIV,
pp. 74-76 y 422), de 1617 a 1620 (Actas de las Cortes de Castilla, Tomo XXXII,
pp. 84, 142-150, 533-534, 582; Tomo XXXIV, pp. 102, 272-274, 504, 546-547) y
de 1623-1629 (Actas de las Cortes de Castilla, Tomo XL, pp. 392, 402-403).
54 A su vez, se ordena que cada seis meses las justicias y escribanos que registren las licencias, envíen una relación al secretario del Consejo de Hacienda
para que el control sea más efectivo.
55 Un memorial del doctor Sebastián Benítez Negrete, Medios que propone
para impedir la saca de la plata y entrada del vellón falso, escrito en 1628,
aboga también por el uso y aplicación de medidas coercitivas y rigurosas
para solucionar este problema del contrabando, sin profundizar en los verdaderas realidades de la situación económica castellana. A.H.N., Sec. Consejos,
Leg. 51359, Núm. 13.
56 Ver en este sentido los estupendos trabajos recogidos en Martínez Ruiz,
Enrique y Pi Corrales, Magdalena de Pazzis (coords.). Instituciones de la
España Moderna. Las jurisdicciones. Madrid : Ed. Actas, 1996.
57 Idea sistematizada por Domínguez Ortíz, Antonio. La sociedad española del
siglo XVII. Madrid: C.S.I.C., 1970, p. 232-233 y recogida por Juan Ignacio
Gutiérrez Nieto en la página 298 de su colaboración en el tomo XXV de la
Historia de España de Menéndez Pidal. Como dirá John ELLIOTT, se trata de
relacionar “la subversión económica con la herejía”. Elliott John. El CondeDuque de Olivares. El político de una época de decadencia. Barcelona : Ed.
Crítica, 1990, p. 309.
58 Premática que Su Majestad mandó publicar con la forma y medios de la reduc-
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ción de la moneda de vellón a su justo valor que ha de començar a correr y
tener su efeto en esta Corte, desde el lunes de Cuasimodo, que se contarán
doze de abril deste presente año de 1627 y fuera della desde quinze días después de publicada, (27 de marzo de 1627). A.H.N., Reales Cédulas, Núm.
4911. Esta ampliación de jurisdicción contó con el acuerdo los procuradores
reunidos por entonces (Actas de las Cortes de Castilla, Tomo XL, pp. 400-401)
y de algunos arbitristas.
59 “El comercio ilícito de los portugueses socavaba la política de Olivares de
asfixia económica de Holanda lo que forzó al Conde Duque a emplear contra ellos, bien es cierto que de modo tamizado, a la Inquisición. Olivares no
dudó en utilizar la Inquisición como arma para amedrentarlos puesto que
casi todos los procesados durante la década de los treinta por delito de contrabando mantuvieron incólume su fortuna y siguieron negociando tras salir
de la cárcel. Se trataba más de asustarlos y reconducir sus actividades hacia
donde quería la Corona que de eliminarlos”. López Belinchón B.J. Sacar la
sustancia del reino … p. 1030 y 1049.
60 Heras Santos, José Luis de las. La justicia penal de los Austrias en la
Corona de Castilla. Salamanca: Universidad de Salamanca, 1994, p. 84-85.
61 A.H.N., Consejos, Libros 2783, 2784, 2785, 2786 y 2787.
62 Los datos sobre número de procesos y temas juzgados por la Sala obtenidos
de la misma fuente, los Libros Inventarios de causas criminales, son procesados y analizados de otra manera por Ángel Alloza Aparicio en su ya citado La
vara quebrada de la justicia…, p. 101-110. Divide los pleitos por décadas y
ofrece informaciones más detalladas del número de reos y de su división por
sexos. Los resultados porcentuales también varían respecto a los que yo doy
a continuación.
63 Respetamos las divisiones por periodos hechas por dicho autor porque consideramos que coinciden con momentos monetarios significativos. Así, en 1628
tiene lugar la baja de moneda más conocida del siglo y en 1660 se inicia la fabricación del tipo de moneda que más falsificaciones sufrirá : la “de molinos”.
64 En esta ocasión se trata de un promedio aproximado, dado que no ha sido
ofrecido por el autor y nosotros lo hemos deducido a través de una gráfica
que inserta en el libro.
65 Referencia tomada de Gil Ayuso, Faustino, Textos y disposiciones legales de
los reinos de Castilla impresos en los siglos XVI y XVII, Madrid, 1935.
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