“El Reino de Dios” 5 Catequesis de Adultos, Diócesis de Colima “Cristo te ama y yo también” 4 de mayo de 2014. 1 Presentación Después de un año de trabajos pastorales como miembros de “Encuentros Misioneros Parroquiales” de esta diócesis de Colima, en los que la mayoría estamos integrados a nuestra propia parroquia, impulsando las metas del Plan Diocesano de Pastoral, que se decretó en la clausura del “Año de la Fe” el 23 de noviembre del 2013 y que en febrero ha ratificado nuestro nuevo obispo don Marcelino Hernández Rodríguez. Nos encontramos en el Congreso Misionero del 2014, para celebrar nuestro caminar e impulsar entre todos, desde las diferentes zonas pastorales y parroquia, el espíritu misionero de la Iglesia. Hoy, con el presente material queremos facilitar las reflexiones bien sean personales o comunitarias, para que inspirados en los temas que vamos realizando seamos capaces de elaborar nuevos temas, talleres o cursos para personas nuevas, porque buscamos despertar la creatividad haciendo proceso de formación y propiciando la participación y corresponsabilidad, el sentido de Iglesia y la madurez cristiana, para que al elaborar un material que sea fruto de nuestra asimilación no solo tengamos más conciencia y espíritu cristiano, sino que esto nos lleve a formar nuevas comunidades, con alejados e indiferentes, y contribuyamos a la creación de una Iglesia más viva. Son veinte temas sobre el Reino de Dios, basados en el material de formación básica para agentes de pastoral de la Arquidiócesis de México. No están con los pasos metodológicos que estamos acostumbrados, con el fin de que cada quien vaya creando su oración inicial, los pasos del tema: ver la realidad, pensar a la luz de la palabra de Dios, que nos pide Dios ante la realidad, qué acciones vamos a realizar para cambiar esa realidad y celebrar nuestro compromiso, para que Dios nos de su Espíritu y no quede en palabras lo que hemos acordado. Saben que me alegra saberlos trabajando por el Reino, desde su propia parroquia; por eso están siempre en mi corazón, pues trabajar formando comunidades donde los miembros se aman y transmiten ese amor de Dios a los demás es la razón de mi consagración sacerdotal; por eso me goza desgastarnos a favor del Reino de Dios. Con el deseo de verlos crecer siempre y gozosos de servir al Señor, les entrego este material confiando en el buen uso que le darán, pero sobre todo que lo verán como un facilitador en su trabajo pastoral. Quien mucho les quiere: Pbro. Javier Armando Espinosa 4 de mayo de 2014. En el 3er. Congreso Misionero de la Diócesis de Colima. 2 “La promesa del Reino desde el Antiguo Testamento” Primer Tema 1.- El Reino de Dios: El Reino de Dios es una realidad inquietante para los cristianos: cuando nos acercamos a los evangelios comprobamos que Jesús no se predicó a sí mismo, sino que vivió anunciando el Reino de Dios. El Reino de Dios fue el centro de su vida y de su misión. Jesús se entregó hasta el extremo de dar su vida por causa del Reino. Más que dar definiciones del Reino, Jesús lo mostró con signos y palabras, con su vida, su muerte y resurrección. Nos invitó a formar parte de él y a colaborar para que el Reino se extendiera. Este Reino que Jesús hizo presente es una realidad pasada, presente y futura. Por eso, para adentrarnos en él, comenzaremos acercándonos a la experiencia del pueblo de Israel. 2.- La experiencia del Reino encuentra sus raíces en el Antiguo Testamento: En los Evangelios encontramos expresiones que se refieren al Reino. Estas expresiones no eran algo nuevo para los israelitas del tiempo de Jesús, sino parte de una revelación ya conocida. El pueblo de Israel: Había experimentado en su propia historia que Dios era Rey de reyes. Esperaba la llegada de un Mesías rey. Se consideraba como parte de ese Reino. 3.- Dios es rey: Al contemplar la naturaleza, nos sentimos sorprendidos por las maravillas que descubrimos. Ella nos acerca a Dios y concluimos que Él es verdaderamente grande y poderoso. Eso mismo sucedió al pueblo de Israel, quien después de haber visto las grandes hazañas que Dios hacía por él, concluye que Dios es rey. En la Biblia encontramos expresiones como “Yahvé reina”, “el Reino de Dios”, “El Señor es rey”…Dios es rey porque crea, gobierna y domina. Su dominio lo ejerce sobre los fenómenos cósmicos, los seres vivientes y la historia humana. De esta forma, Reino o reinado de Dios viene a ser la soberanía de Dios sobre todo cuanto existe. Descubrirlo fue para el pueblo de Israel motivo de gran alegría por lo que en los Salmos y en otros libros canta y alaba a Dios, reconociendo que Él es rey. “A ti, Señor, la grandeza, el poder, el honor, la majestad y la gloria. Tuyo es cuanto hay en el cielo y en la tierra; a ti Señor la realeza y el dominio sobre todas las cosas” (1 Cro. 29, 11). 4.- El pueblo de Israel reconoce a Dios como Rey de reyes: El pueblo de Israel descubrió a un Dios cercano, que actuaba en su propia historia, a través de grandes intervenciones salvíficas: la liberación de la esclavitud de Egipto, el paso por el Mar Rojo, la travesía por el desierto (Cfr. Dt. 11, 2-7). 3 Estos acontecimientos maravillosos mostraron a un Dios infinitamente superior a cualquier otro rey humano y fueron interpretados como acciones reales del soberano más fuerte y poderoso que pudiera existir: Yo soy el Señor, el Creador de Israel, su Rey (Is. 43, 15). Que tus obras te den gracias, Señor, y tus fieles te bendigan; que proclamen la gloria de tu reinado y hablen de tus hazañas (Sal. 145, 10-11). 5.- Yahvé es también el rey de todas las naciones: En la Biblia, Dios nuestra su dominio sobre el pueblo de Israel y también sobre las demás naciones: Porque solo el Señor reina. Él gobierna a las naciones (Sal. 22, 29). Todos los pueblos están llamados a reconocerte: Digan a las naciones: ¡El Señor es rey! (Sal. 96, 10). 6.- Israel es un Reino sacerdotal: Yahvé es rey del universo y reina sobre todas las naciones, por lo que el pueblo elegido – Israel- es el reino de Dios por excelencia. Dios lo estableció así al proponerle una Alianza: “Serán para mí un Reino de sacerdotes, una nación santa” (Ëx 19, 6). De ahí en adelante, Israel le pertenece a Dios como su propiedad, porque Dios lo ha amado con un amor especial y lo ha elegido (Cfr. Dt. 7, 7-9). La elección de Israel como pueblo real anticipa la elección y el llamado que Dios nos hace para pertenecer a su Iglesia, cuyos miembros son un pueblo de reyes. “Ustedes, en cambio, son descendencia elegida, Reino de sacerdotes y nación santa, Pueblo adquirido en posesión para anunciar las grandezas del que los llamó de la – oscuridad a la luz admirable” (1Pe. 2, 9). 7.- Ser parte del Reino sacerdotal implica un compromiso: La pertenencia exclusiva a Dios constituía una elección gratuita, un don; además, ser parte del reino sacerdotal implicaba una respuesta. Cuando Dios hace de Israel su pueblo le propone una Alianza: “Ahora bien, si me obedecen fielmente y guardan mi alianza, ustedes serán el pueblo de mi propiedad entre todos los pueblos” (Éx. 19, 5). De esta forma, ser su pueblo significaba cumplir con su alianza. Un signo de esta alianza está en la práctica de los mandamientos (Cfr. Éx. 20, 1-17). 8.- Israel pueblo infiel. A pesar de todas las manifestaciones de amor, predilección y cercanía de Dios, su pueblo le fue infiel en muchas ocasiones: se alejó de Él, se entregó a los ídolos y fue dominado por otras naciones. Por ello los profetas anunciaban la llegada de un Mesías rey que se encargaría de restaurar el Reino. 4 Dios quiso establecer su soberanía sobre el pueblo de Israel, pero éste no le respondió del todo. La historia de Israel es reflejo de nuestra propia historia, en la que Dios también quiere que le permitamos ejercer su soberanía. 9.- La esperanza de un Mesías rey. Como recordarán en el pasado libro “Cristo, sacramento del Padre”, revisamos las esperanzas que el pueblo de Israel tenía sobre el Mesías (Cf. Tema 2, La esperanza mesiánica de Israel). Allí reflexionamos que el Mesías rey instauraría un reinado de justicia, felicidad, paz y sabiduría (Cf. Jr. 23, 5-6). Él tendría en plenitud el Espíritu del Señor y aliviaría los sufrimientos del pueblo, haría justicia a los pobres y los llevaría a una dicha incomparable donde todos podrían convivir en paz con todos (Cf. Is. 11, 1-9). 10.- La instauración definitiva del Reino en Jesús. En Jesús, el Reino llegó a su cumplimiento (Cf. RMi 20). Él es el Mesías rey que habría de venir, el que trae la paz, la justicia y la felicidad. Por eso, acercarnos a Jesús es entrar en la dinámica del Reino. Él lo fue haciendo presente poco a poco, mostrándonos que el Reino no es un lugar o un concepto; es una realidad divina que transforma a las personas y a todo cuanto entra en contacto con él. Dejar que el reino sea establecido en hacer que Dios ejerza su soberanía sobre todo y lo restaure de acuerdo a lo que Él es: Amor. Ejercicio: 1.- ¿Qué acontecimientos de tu vida te han llevado, o no, a reconocer a Dios como rey? 2.- ¿En qué descubres que Dios reina en tu vida? 3.- ¿Qué valor tiene para ti reconocer y proclamar a Jesús como rey? “Preparación y llegada del Reino en Jesús” Segundo Tema 1.- Dios envía un precursor que anuncia la llegada inmediata del Reino. En el año 15 del reinado del emperador Tiberio apareció Juan en el desierto predicando un bautismo de conversión, y la llegada del juicio inminente de Dios. Se trataba del precursor de Jesús, quien había venido a preparar sus caminos. “Voz del que grita en el desierto: preparen el camino al Señor; nivelen sus senderos” (Lc. 3, 4). 2.- “Esta llegando”, “se acerca”, “ha llegado” el Reino. 5 Juan aparece como un profeta que anuncia la llegada inminente del Reino de Dios: “Decía: Conviértanse, porque está llegando el Reino de los cielos” (Mt. 3, 2). El decir “está llegando”, “ha llegado”, significa que es una acción que ha de venir, pero a la vez ya ha comenzado, lo cual nos da la pauta para relacionar la presencia del Reino con el mismo Jesús. El arribo del Reino es tan importante que es necesario estar preparados para recibirlo. La preparación que Juan pedía estaba ligada a la conversión o cambio de vida. 3.- El llamado a la conversión; corazón de la predicación del bautista. En el libro anterior (Tema 5, manifestación mesiánica y unción del Espíritu en el bautismo de Jesús), estudiamos que el mensaje de la predicación del Bautista estaba centrado en el llamado a la conversión para el perdón de los pecados (Cf. Mc. 1, 4). El grito de Juan: “¡Preparen el camino al Señor; niveles sus senderos!” (Mc. 1, 3). Pedía revisar la propia vida, volverse a Dios, corregir, enderezar lo que estaba torcido para que el Señor viniera. Para nosotros la predicación de Juan sigue siendo actual; es preciso enderezar nuestras vidas para recibir el Reino que viene en Jesús. A quienes ya llevamos tiempo en el camino del Señor nos hace falta redescubrir la urgencia de la conversión. Los cristianos, especialmente los comprometidos, estamos llamados a testimoniar que somos una comunidad convertida. 4.- Juan revela el corazón de los que no se convierten. A las personas que se sienten muy allegadas a Dios, Juan les reprocha porque su testimonio de vida no demostraba una auténtica conversión: “Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar del juicio inminente? Den frutos que prueben su conversión, y no anden diciendo: Somos descendientes de Abraham. Porque les digo que Dios puede sacar de estas piedras descendientes de Abraham” (Lc. 3, 7-8). Juan les hace saber que pertenecer al pueblo judío no era el único rasgo para afirmar que podían ser considerados hijos de Abraham. Así mismo, en la Iglesia, el hecho de ser bautizados o realizar incluso algún apostolado, no basta para sentirnos satisfechos. Es necesario dar frutos que demuestren una vida en constante conversión. 5.- Los frutos de la conversión. La gente que escuchó a Juan bautista se preguntaba; Entonces, ¿qué tenemos que hacer? Y este les respondía: compartir la comida y el vestido con el necesitado, practicar la justicia y la honradez (Cf. 3, 10-14). De esta manera, los frutos de una auténtica conversión estaban relacionados con la justicia y la solidaridad con los necesitados. A los que se resistían a volverse hacia Dios, Juan les anunciaba una acción inminente de Dios (Cf. Mt. 3, 10). 6 6.- Juan bautista se declara precursor del Mesías. Juan se considera a sí mismo como testigo de la luz, precursor del Mesías (Cf. Jn. 1, 6-8. 19-34). Su bautismo era de conversión y señaló a Jesús como aquel que es superior, el más fuerte, el Cordero e Hijo de Dios, el que bautiza con el Espíritu Santo (Cf. Jn. 1, 29-34; Mc. 1, 7). El papel de Juan fue decisivo para que Jesús pudiera entrar en acción. 7.- En Jesús se hace presente y se inicia el Reino de Dios. Cuando Jesús se entera de que Juan ha muerto, comienza a proclamar el cumplimiento del tiempo, anunciando la inminente irrupción del Reino en la tierra: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc. 1, 15). Este momento marca el comienzo de una nueva etapa: el tiempo de Jesús (Cf. Lc. 16, 16) que, en sintonía con Juan, anuncia que el Reino de Dios está llegando y pide arrepentimiento y fe. Esta última actitud viene a completar las disposiciones necesarias para acoger el Reino. La fe de la que habla Jesús es la fe bíblica, de la que Abraham es uno de nuestros grandes modelos, y se refiere a la adhesión de toda nuestra vida a la persona de Jesucristo. 8.- Algunos judíos reconocen a Jesús como rey. Durante la vida pública de Jesús, algunas personas lo reconocen como rey, Esto se deja ver en los títulos que recibió, ya sea de forma irónica o sincera: “rey de Israel”, “rey de los judíos”, “cuando tú reines” (Cf. Jn. 1, 49; 19, 3; Mt. 20, 21). Sin embargo, no toda la gente comprendía el tipo de reinado que Jesús quería hacer presente, por lo que él huye cuando quieren proclamarlo rey (Cf. Jn. 6, 14-15). El mismo hace alusión al origen y naturaleza de su reinado en el interrogatorio frente a Pilato: “Mi Reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis seguidores hubieran luchado para impedir que yo fuera entregado a los judíos…” (Jn. 18, 36). 9.- Jesús realizó signos que mostraron la llegada del Reino mesiánico. Los evangelistas interpretaron las acciones de Jesús como actividades encaminadas a la inauguración del Reino mesiánico. Su vida completa fue leída de esa forma: Los anuncios de su nacimiento a la Virgen. Su descendencia davídica. Sus enseñanzas. Los milagros. Su pasión, muerte y resurrección (Cf. Lc. 22, 16-18). En la encíclica Redemptoris missio n. 16 (del Papa Juan Pablo II, 1990) dice: La Iglesia ha reconocido desde un inicio que, en el Resucitado, el Reino llega a su cumplimiento 10.- La llegada del Reino hoy. El Reino de Dios llega a nuestras vidas cuando: Estamos dispuestos a abrirnos al mensaje de Jesús. Nos hemos encontrado con Él. 7 Gran parte del mundo hoy, incluyendo a muchos bautizados, se ha cerrado a este mensaje o ni siquiera lo ha conocido. La gente de la ciudad está ocupada en un sinfín de actividades y problemas y no le queda tiempo para recibir el mensaje del Reino. Nuestra vida y los problemas sociales que nos aquejan podrían encontrar una gran luz en el anuncio del Reino que Jesús hace. Ninguna realidad o persona que entra en contacto con el Reino sale igual: o se transforma o se opone. Ejercicio: 1.- ¿De qué manera puedes prepararte a recibir el Reino de Dios? 2.- ¿Qué frutos estas dispuesto/a a dar para que se vaya manifestando el Reino de Dios? 3.- ¿Qué estás dispuesto/a a hacer en tu barrio para llegar a los alejados y anunciarles el Reino de Dios? 4.- ¿Qué signos del Reino de Dios estas dispuesto/a a imprimir en tu bario? “Jesús anuncia el Reino de Dios” Tercer Tema 1.- La predicación de Jesús se caracteriza por el anuncio del Reino. La proclamación y la instauración del Reino son el objeto principal de la misión de Jesús: “Porque ha esto ha sido enviado” (Cf. Lc. 4, 43). Por ello, todo el contenido de su predicación será vislumbrado como parte de esta tarea: “El mensaje de Jesús tiene su centro en la predicación del Reino que en él mismo se hace presente y viene” (Documento de Pueblo N. 226). Lo central de la misión de Jesús está orientado al Reino, los esfuerzos de los cristianos tendrán que ir encaminados hacia la comprensión y vivencia del contenido del Reino que Jesús proclamó. 2.- Jesús anuncia el Reino en muchos ambientes. Los evangelios muestran a Jesús en una actividad incansable anunciando la buena nueva del Reino de Dios y recorriendo muchos lugares (ciudades, pueblos y aldeas) (Cf. Mc. 6, 6b). En un primer momento, este anuncio de hará solamente en ambientes judíos (Cf. Mt. 10, 5-6). Solo después de la resurrección el anuncio será universal (Cf. Mc. 16, 15). Como Jesús, los cristianos nos sentimos movidos a colaborar con él y fatigarnos en la tarea de anunciar el Reino, recorrendo colonias, pueblos, ciudades y países). El anuncio del Reino no conoce fronteras. 3.- Jesús es la buena nueva del Reino. La predicación del Reino será considerada como una buena nueva, una gran noticia: “Anunciaba la buena noticia del reino” (Cf. Lc. 4, 43; Mt. 4, 23; 9, 35). 8 Jesús en persona es esta buena nueva. Así lo afirmó él cuando se aplica a sí mismo las palabras del profeta Isaías relativas al ungido (Cf. Lc. 4, 18-19.21). Que Jesús mismo sea la buena nueva quiere decir que existe identidad plena entre el mensaje y el mensajero, entre el ser y el actuar. Su fuerza consiste en la identificación total con el mensaje que anuncia. Proclama la buena nueva, no solo por lo que dice o hace, sino también con lo que es (Cf. RMi 13). Por tanto, acoger el Reino será para nosotros recibir al mismo Jesús. 4.- Jesús proclama con palabras y hechos que el Reino de Dios ha llegado. Jesús no solo anuncia la llegada del Reino proclamándolo con palabras, sino que lo muestra con hechos y signos prodigiosos. Las curaciones y los milagros que acompañan el anuncio del Reino vienen a ser el signo concreto de que el Reino divino ha entrado con fuerza en el mundo, confirmando la verdad de su mensaje, A través de ellos, Jesús revea el poder y el rostro misericordioso de Dios, que será parte de la buena nueva que el Reino ha traído consigo. 5.- El anuncio suscita la necesidad de una respuesta. Jesús espera que los oyentes y testigos de este anuncio se adhieran al proyecto del Reino. Las palabras con las que él exhorta a recibir el Reino son (Cf. Mc. 1, 15; Lc. 16, 16): Convertirse. Creer en el Evangelio. Esforzarse para entrar en él. La invitación a recibir el Reino está dirigida no sólo a aquellas personas que no han escuchado hablar de Jesús, sino también a nosotros. La vivencia actual de nuestra fe en Jesucristo se percibe tibia. El Reino requiere de personas que, con un entusiasmo renovado, se adhieran a su proyecto. 6.- Jesús asocia a otros a la tarea del anuncio del Reino. El trabajo del anuncio del Reino es una tarea ardua, que requiere numerosos obreros, por lo que Jesús elige primero a doce (Cf. Mc. 3, 13-15) y luego a otros 72 discípulos (Número simbólico que representa a la totalidad de los pueblos de la tierra, enunciados en el contexto de Génesis 10), que Jesús también envía a misionar (Cf. Lc. 10, 1-2). Ser discípulo del Reino implica hacer vida las exigencias y los valores del Reino, pero además colaborar en la tarea de anunciarlo. El anuncio del Reino es un asunto que continuará más allá de los límites de la existencia terrena de Jesús. Así, todo discípulo de Cristo está llamado a ser misionero. 7.- Vayan y proclamen que está llegando el Reino de los cielos. Esta es la encomienda que Jesús les ha dado (Cf. Mt. 10, 5-8; Lc. 10, 9). Anunciar que el Reino de los cielos ha llegado. Sanar a los enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos. Expulsar demonios. Llevar la paz. 9 Al igual que Jesús ellos tendrán que mostrar con sus palabras y su testimonio que el Reino de los cielos ya está presente; anunciar el Reino les causa alegría porque constatan frutos extraordinarios en el apostolado, y Jesús les pide alegrarse no por los resultados, sino porque sus nombres están escritos en el cielo (Cf. Lc. 10, 20). Ellos han sido enviados a ofrecer a los hombres los efectos de la liberación que el Reino trae consigo. Este ofrecimiento constituirá un modelo y un imperativo para los misioneros de todos los tiempos. 8.- La mujer, colaboradora en el anuncio. En el proyecto de anunciar el Reino colaboraron las mujeres de modo excepcional. Ellas, después de haber experimentado sobre sí mismas los efectos de la llegada del Reino, se adhirieron a la misión de Jesús, poniendo sus personas al servicio del Reino (Cf. Lc. 8, 1-3). Las mujeres demostraron hacia Jesús y su misterio una sensibilidad especial; tanto que fueron las primeras en llegar al sepulcro y encontrarlo vacío. En ser llamadas a anunciar la verdad de la resurrección a los apóstoles (Cf. Mt. 28, 1-10). Así podemos afirmar con toda certeza que Jesús no solo tuvo discípulos sino también discípulas. La Iglesia ha constatado, a lo largo de los siglos, que el servicio y la disponibilidad de la mujer para el servicio del Reino son invaluables. 9.- Los colaboradores del Reino fueron testigos de la resurrección. Jesús encontró a sus colaboradores, mujeres y varones, en aquellos que fueron testigos de la resurrección (Cf. Jn. 20, 17-18; Hech. 8, 12). La resurrección fue el gran acontecimiento que, junto con el envío del Espíritu, hizo que los discípulos se lanzaran a la misión. Por eso, el encuentro con Cristo, vivo y resucitado, es indispensable para poder experimentar la alegría del Reino, para sentir el deseo de colaborar para entenderlo. Si hoy, pocos se sienten llamados a anunciar el Reino, es porque no han tenido todavía un encuentro personal y profundo con Jesús. 10.- Que nadie se quede con los brazos cruzados. El Reino nos impulsa a trabajar y a no quedarnos con los brazos cruzados. Así lo expresa el mensaje final del documento de Aparecida: “¡Que nadie se quede de brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras” Ejercicio: 1.- ¿De qué manera puedes convertirte en anunciador/a del Reino? 2.- ¿En qué lugares ves que hoy se necesita anunciar el Reino de Dios y por qué? 3.- ¿Qué puedes hacer para que en esos ambientes se a acepte, reconozca y viva del Reino? 10 “El Padre, la fuerza que mueve a Jesús a anunciar el Reino” Cuarto tema 1.- Entender la relación de Jesús con su Padre es necesario para interpretar su actividad. Para comprender a Jesús es preciso acercarse a lo más profundo de sus motivaciones y saber por qué pasó anunciando el Reino con tanta pasión e, incluso, aceptó morir por esa causa. Al acercarnos a su persona descubrimos que actuaba movido por una relación estrechísima, íntima, singular y única con Dios, su Padre, a quien llamaba Abbá. 2.- Nombrar Abbá a Dios, práctica constante de Jesús. La palabra Abbá, en Jesús, solo la encontramos expresamente en la cita de Marcos 14, 36. Sin embargo, se sabe que llamar a Dios Abbá era una costumbre frecuente en él. Cuando se dirige a Dios encontramos términos como: “el Padre”, “Padre” (aparece 170 veces en los evangelios), o “mi Padre” que equivalen a Abbá. ¡Estamos frente a una palabra original pronunciada por el mismo Jesús! 3.- Abbá: papito, novedad traída por Jesús. En el libro anterior vimos que Jesús revela el rostro de Dios como Padre (Cf. Tema 11, Jesús, rostro del Padre). La manera familiar como Jesús se dirige a Dios era algo nuevo y sorprendente ya que Abbá era una forma de expresión de los niños (papito). Y dicha expresión tiene un tono que implica cercanía. Llamar a Dios “papá, papi”, resultó escandaloso para los contemporáneos de Jesús, puesto que era irrespetuoso dirigirse a Dios de esa manera. No se atrevía ni siquiera a llamarle Dios, por eso decían: Elohim, El Sadday, Adonai, Yavé. Y Jesús con el término Abbá nos revela a un Dios distinto: cercano a los hombres, misericordioso, fuente de vida y amor. 4.- El Abbá. Un Padre misericordioso. Algunos judíos concebían a Dios como el Santo, santísimo, alguien tan sagrado, que no podía contaminarse con los hombres y estaba situado en lo alto. Jesús nos mostró un rostro diferente de Dios: Dios sensible a las necesidades y sufrimientos de todo hombre. Un Padre amoroso y lleno de compasión, que perdona y concede gratuitamente los dones pedidos. Juan nos dice que Dios es amor (Cf. 1ª. Jn. 4, 8.16). Todo hombre es invitado a “convertirse” y “creer” en el amor misericordioso de Dios por él; el Reino crecerá en la medida que cada hombre aprenda a dirigirse a Dios como un Padre en la intimidad de la oración (Cf. Mt. 6, 9; Lc. 11, 2) y se esfuerce en cumplir su voluntad (Cf. 7, 21; RMi 13). 5.- El Abbá, un Dios providente. Jesús nos revela también en el Abbá a un Dios providente, insertado en las preocupaciones más ordinarias de los hombres de una forma que jamás había conocido el Antiguo Testamento. Un Padre que sabe lo que necesitamos incluso antes de haberlo solicitado (Cf. Mt. 6, 8.25-34). La única condición. Buscar primero el Reino de Dios. 11 “Así que no se inquieten diciendo: ¿Qué comeremos? ¿Qué beberemos? ¿Con qué nos vestiremos? Esas son las cosas por las que se preocupan los paganos. Ya sabe el Padre celestial lo que necesitan. Busquen primero el Reino de Dios y hacer su voluntad, y todo lo demás les vendrá por añadidura” (Mt. 6, 31-33). 6.- El Reino que Jesús inaugura es el Reino del Abbá. El Reino que Jesús ha predicado es el Reino del Abbá, El reinado de un padre misericordioso, cercano y providente con sus hijos. La soberanía del amor que vive en los corazones de quienes lo reciben, de aquellos que, para entrar en el Reino, se hacen como niños (Cf. Mt. 18, 1-5). Es por eso que el proyecto del Reino solo puede ser entendido en la clave de la relación entre Jesús y el Padre. Si Jesús nos ha mostrado, con hechos y palabras, el rostro de un Padre cercano y misericordioso, nosotros habremos de ser fieles para testimoniar a otros, con nuestra vida y en nuestro servicio apostólico, el amor del Padre. 7.- Jesús, enviado por el Padre. Jesús tenía una profunda conciencia de ser enviado por el Padre. Es Él quien lo ha consagrado y enviado al mundo; es por su causa por quien Jesús habla con autoridad y se acerera problemas. “Jesús les dijo: He hecho ante ustedes muchas obras buenas por encargo del Padre. ¿Por cuál de ellas quieren apedrearme?” (Jn. 10, 32). Su misión se encuentra centrada en el cumplimiento de la voluntad del Padre (Cf. Jn. 17.15). 8.- Jesús se identifica con su Padre. Durante el anuncio del Reino, Jesús habla muchas veces de su Padre. Con sus palabras y acciones nos revela el rostro del Padre, de modo que, quien ve a Jesús ve al Padre. Es solo a través de Jesús que nosotros podemos conocer quién es su Padre y nuestro Padre (Cf. Jn. 14, 1-14). La identificación de Jesús con su Padre es tal, que le vemos actuar en todo momento como el Padre es. Sólo así comprendemos cómo en Jesús se hace realidad incluso el amor total y el perdón hacia los enemigos hasta la cruz: porque así es el Padre (Cf. Mt. 5, 43-47). 9.- Jesús se comunica constantemente con su Padre. Si reflexionamos las acciones de Jesús, podemos constatar que la relación con su Padre está fundada en una constante comunicación con Él: dialoga con Él, le implora, lo alaba, lo invoca, se entrega en sus manos…A nosotros nos enseña también a dirígenos a Él como nuestro Padre con absoluta confianza: “Jesús les dijo: Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre” (Lc. 11, 2). La oración es indispensable en el cristiano, es la medida de nuestra cercanía con el Padre y con Jesús. 10.- Los discípulos encontramos en Jesús el fundamento para actuar. Si Jesús encontraba en el Padre la razón de todo su actuar, los discípulos de Jesús estamos llamados a encontrar en el mismo Jesús el fundamento de nuestra misión. Él es la vid a la que debemos permanecer adheridos para dar frutos: 12 “Yo soy la vid, ustedes loas ramas. El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a Él, produce mucho fruto; porque sin mí no pueden hacer nada” (Jn. 15, 5). Si nos desprendemos de Jesús, nuestro apostolado será, únicamente, obra humana y no obra de Dios. Ejercicio: 1.- ¿Cómo podrías tener una relación tan estrecha con el Padre como la tuvo Jesús? 2.- ¿Qué experimentas cuando rezas el Padre nuestro y dices: Padre? 3.- ¿Reconocer que Dios es Abbá que cambios produce en ti y qué trato das a los demás? 4.- ¿Cómo puedes ayudar a muchos vecinos a que descubran que Dios es Abbá? “Características y signos del la presencia del Reino” Quinto Tema 1.- Las características del Reino son reveladas. “Jesús revela progresivamente las características y exigencias del Reino mediante sus palabras, sus obras y su persona” (RMi 14). La Biblia de América nos propone un excelente itinerario pedagógico de acceso a dichas características, al plantearnos una clasificación del evangelio de Mateo, desde ese enfoque: El Reino en palabras (Cf. Mt. 5 - 7). El Reino en acción (Mt. 8, 9-35). Las parábolas, el crecimiento misterioso del Reino (Cf. Mt. 13, 1-52). No debemos olvidar que Mateo aborda el tema del Reino como uno de los principales fundamentos de su sistema teológico y las parábolas tienen un lenguaje especial: vincula la experiencia familiar o cotidiana con otra enigmática que habrá de descubrir, pues usa imágenes conocidas en contraste con detalles desconcertantes que invitan a esforzarse por comprender. 2.- El Reino, realidad profunda y misteriosa. Las parábolas o estilo literario usado por Jesús, nos introducen de inmediato a las características del Reino: Conocer los misterios del Reino es concedido solo a algunos (Cf. Mt. 13, 11). La comprensión favorece las disposiciones internas de la persona (Cf. Mt. 13, 23). El Reino tiene un comienzo pequeño, su crecimiento es inadvertido (Cf. Mt. 13, 32). Se trata de una realidad de gran valor, por la cual vale la pena dejarlo todo (Cf. Mt. 13, 46). En él coexisten personas que no pertenecen a él y a quienes Dios rechazará al final de los tiempos (Cf. Mt. 13, 47-50). 3.- El Reino es para todos. 13 El Reino está destinado a todos, Ninguna persona queda excluida del proyecto de Jesús; su misión abarca a la humanidad en su totalidad. Para resaltar que el Reino ha llegado a todos, Jesús se acercó a los marginados de su tiempo: pobres, mujeres, pecadores, paganos, leprosos, ciegos, cojos, niños… (Cf. Lc. 5, 30; 7, 1-10. 36-50). A ellos les hizo vivir una experiencia de liberación al tratarlos como amigos (Cf. RMi 14) y hacerlos sentir que son amados por Dios (Cf. Lc. 7, 34: 15, 1-32). 4.- El Reino transforma las relaciones. El Reino busca transformar las relaciones humanas y se realiza progresivamente a medida que los hombres se aman, perdonan y se sirven. La naturaleza del Reino es la comunión de todos los seres humanos entre sí y con Dios (Cf. RMi 15). Así, cuando el Reino ha llegado a nuestras vidas, es posible experimentar una nueva forma de comportarnos, una nueva forma de relacionarnos y, por tanto, una familia, una Iglesia y una sociedad renovadas. Esto tiene consecuencias a nivel personal y comunitario. Estaremos seguros de que el Reino vive en nosotros cuando, al observar nuestras relaciones al interior de nuestras comunidades, otros puedan exclamar: “miren cómo se aman”. El Reino genera fraternidad, unidad, concordia, comunión, solidaridad, servicio y eso se nota en lo ordinario de la vida. 5.- El Reino es acción: los milagros. La fuerza del Reino se manifestó a través de las curaciones y liberaciones del demonio que Jesús realizó. Los milagros; porque éstas acciones portentosas muestras la presencia del Reino y son expresiones concretas de misericordia. Pero, sobre todo, son el sello de la autenticidad de las palabras de Jesús y los signos anunciados por los profetas para el tiempo de la manifestación de Dios. 6.- Jesús cura y perdona. Dos gestos característicos de la misión de Jesús: curar y perdonar (Cf. RMi 14). El pasaje de la sanación del paralítico es representativo de las sanación integral que Jesús trae consigo. El paralítico fue perdonado, recuperando así la salud espiritual, y luego recuperó la salud física, volviendo a caminar. “Entonces le trajeron a un paralítico tendido en una camilla. Jesús, viendo la fe que tenían, dijo al paralítico: Ánimo, hijo, tus pecados te quedan perdonados…levántate, toma tu camilla y vete a tu casa. Él se levantó y se fue a su casa” (Mt. 9, 2.6-7). Las numerosas curaciones mostraron la gran compasión de Jesús ante la miseria humana. Estas significan también que en el Reino ya no habrá ni enfermedades ni sufrimientos y que la misión de Jesús, desde el principio, tiende a liberar de todo ello a las personas (Cf. RMi 14). 7.- Las curaciones, signo de salvación espiritual. “Las curaciones son signo de la salvación espiritual, de liberación del pecado. Mientras cura, Jesús invita a la fe, a la conversión, al deseo de perdón como en el caso del paralítico. Recibida la fe, la curación anima a ir más lejos: intrduce en la salvación” (Cf. RMi 14). Así, el ciego de Jericó es sanado gracias a su fe y también se ve fortalecido en su fe gracias al milagro: “¿Qué quieres que haga por ti? El respondió: Señor, que recupere la vista. Jesús 14 le dijo: Recupérala; tu fe te ha salvado. A instante recuperó la vista y lo siguió dando gloria a Dios” (Lc. 18, 41-43). Las sanaciones son prueba de que a Dios le interesa el hombre completo; cuerpo, mente y espíritu. 8.- Jesús libera del mal. Los gestos liberadores relacionados al demonio constituyeron signos por los cuales algunos israelitas reconocieron la llegada del Reino: “Pero si yo expulso los demonios con el poder del Espíritu de Dios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios” (Mt. 12, 28). Jesús se enfrenta a los demonios que representan el mundo enajenado, el mundo del pecado, gobernado por las fuerzas del mal. Las expulsiones indican que el poder con el que actúa Jesús es superior al del maligno, de tal manera que los liberados recuperan la libertad (Cf. Mc. 5, 1-20): La paz interior. El dominio de sí mismos. Su dignidad de personas. Sus bienes, familia, derechos y lugar en la sociedad. 9.- Las personas frente a los signos. Las personas que fueron testigos de los signos obrados por Jesús respondieron con diferentes actitudes: Con fe (Cf. Mt. 8, 13). Rechazando a Jesús (Cf. Mt. 8, 33-34). Con disponibilidad de servicio (Cf. Mt. 8, 15). Con Temor (Cf. Mt. 9, 8). Con anhelo de seguirle (Cf. Mt. 8, 19). Con enormes críticas (Cf. Mt. 9, 34). Con admiración (Cf. Mt. 8, 27). Con disposición de anunciarlo (Cf. Mt. 9, 31). Con gran reconocimiento a la presencia de Dios (Cf. Mt. 14, 33). Algunas respuestas llevaron a la conversión y a la adhesión al proyecto de Cristo; otras, en cambio, a distanciarse de ese proyecto. El Reino implica de parte nuestra disposición para aceptarlo. 10.- El Reino es la obra salvífica de Dios. La llegada del Reino en Jesús anticipó ya desde esta vida la presencia salvífica y trascendente de Dios. La salvación implicó la superación de los poderes del mal, destructores, enemigos de la creación y el comenzó de una nueva vida. En la realidad del Reino se erradican el egoísmo, la injusticia, la soledad, el odio, el mal en general. Esto ocurre a través de los hombres que se dejan invadir de su soberanía. Así, el Reino de Dios es la manifestación y la realización del designio de salvación en toda su plenitud. Ejercicio: 1.- ¿Qué cambios has experimentado en tu vida por sentirte amado por Dios? 15 2.- ¿Qué milagros descubres Dios realiza en la actualidad? 3.- ¿En qué notas se han trasformado las relaciones humanas del barrio, para el bien? “El programa del Reino: las bienaventuranzas” Sexto Tema 1.- Las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas son sentencias que constan de tres partes: La expresión (¡Bienaventurado!), la mención de los destinatarios (pobres, mansos, afligidos) y la promesa (porque de ellos es…). Estas son parte del gran discurso de Jesús conocido como el Sermón del monte, y son una serie de pistas que conducen a la felicidad; también son pauta para el comportamiento cristiano. Tenemos dos versiones de las bienaventuranzas: Lucas (Cf. Lc. 6, 20-23), que presenta cuatro. Para este evangelista, las bienaventuranzas son gritos que expresan alegría por la llegada del Reino. Mateo (Cf. 5, 1-12) habla de nueve. 2.- Dichosos los pobres de espíritu. El Reino de los cielos (que es otra forma de expresar el Reino de Dios, pues los judíos preferían decir “cielo” más que Dios, para no usar tanto su nombre). Reino que les pertenece a los pobres, a los humildes de la tierra (anawuin dice Sof. 2, 3). Jesús nos enseña que la pobreza entendida como infancia espiritual, es una actitud necesaria para entrar en el Reino (Cf. Mt. 18, 1-5; 19, 13-15). Las bienaventuranzas de Mateo subrayan el espíritu de pobreza, es decir, la actitud de aquel que se sabe pequeño, frágil y limitado, por lo tanto, necesitado frente a Dios y por eso: solo en Dios pone toda su confianza. En cambio, Lucas acentúa la pobreza efectiva (Cf. Lc. 6, 20). Por eso, el desapego de los bienes es también condición necesaria para acoger el Reino (Cf. Mt. 6, 19-21). 3.- Dichosos los afligidos (los que lloran). Por “afligidos” se puede entender aquellos que viven un dolor personal, social, político o religioso. Jesús los proclama bienaventurados, no por causa de su aflicción, sino por el modo como viven su situación. Principalmente se refiere a las personas que se afligen delante de Dios, negándose a entrar en goces falsos del pecado y que ponen toda su esperanza en el mundo futuro (Cf. Sal 126, 5; Is. 61, 2-3). Esta bienaventuranza nos mueve a dolernos del mal que habita en nuestro entorno y, por tanto, nos compromete con nuestro tiempo, para erradicar el mal. 4.- Dichosos los humildes (mansos). La palabra “mansos” hace referencia a aquel aspecto de la humildad que se manifiesta en la suavidad expresada en las relaciones con el prójimo. Encuentra su modelo más perfecto en Jesús que es manso y humilde de corazón (Cf. Mt. 11, 29; 21, 5); constituye la renuncia a la venganza y prepotencia, la promoción de la no violencia como actitud. 16 Así la vivencia del Reino nos lleva a entablar relaciones pacíficas con los que nos rodean. 5.- Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia. El centro del mensaje de Jesús, ser justo se identifica con hacer la voluntad del Padre (Cf. Mt. 6, 33; 7, 21). Esto es, creer y poner en práctica el camino de la justicia (Cf. Mt. 3, 15; 5, 20; 6, 1-33) que Jesús sintetizó en el mandamiento del amor a Dios y al prójimo (Cf. Mt. 22, 37-40). Se trata de anhelar la vida comunitaria nueva que se instaura con el Reino. Ser justo implica esforzarse en buscar que las relaciones entre los hombres se rijan por el primado del amor. Hay muchas realidades en el mundo de hoy que son contrarias a la voluntad de Dios: odio, violencia, injusticias, guerras…Por eso, tener hambre y sed de justicia es trabajar de modo activo, para que Dios reine entre los hombres, es discernir sobre aquellos signos que hoy no están conforme a la voluntad de Dios en nuestro tiempo. 6.- Dichosos los misericordiosos. La experiencia de recibir el perdón y perdonar constituye una de las puertas de entrada al Reino de Dios: “Porque si ustedes perdonan a los demás sus culpas, también a ustedes los perdonará su Padre celestial. Pero si no perdonan a los demás, tampoco su Padre les perdonará sus culpas” (Mt. 6, 14-15). Esta bienaventuranza es una invitación a ser como el Padre de Jesús, el Dios misericordioso por excelencia, que perdona y se compadece de los que sufren (Cf. Lc. 6, 36; Mt. 15, 32). Practicar la misericordia es adoptar un estilo de vida que se traduce: En una actitud: el perdón constante de aquellos que nos ofenden (Cf. Mt. 18, 2135). En acciones concretas a favor de los demás (Cf. Mt. 25, 31-46): la atención a los enfermos, pobres y marginados. 7.- Dichosos los limpios de corazón. Ser limpio de corazón expresa una actitud interior transparente, recta, libre de acciones o deseos contrarios a la justicia divina (Mc. 7, 15. 20-23). El corazón limpio no sólo es aquel que está libre de pecado (Cf. Jn. 13, 10-11), sino también aquel que Dios ha creado de nuevo con su gracia. Vivir con corazón limpio hace posible el poder “ver a Dios” (Cf. Sal 24, 3-4) desde ahora y en la plenitud de los tiempos. 8.- Dichosos los que construyen la paz. Vivir en paz es algo que todos los seres humanos anhelamos. La paz es la síntesis de todos los dones que Dios hace al mundo en Jesucristo. Él mismo se presenta como aquel que otorga la paz (Cf. Lc. 24, 36), y exhorta a sus discípulos: A vivir en paz unos con otros (Cf. Mc. 9, 50). A promover la paz (Cf. Mt. 10, 12-13). La paz es un don que emana de la fuente divina y que hace “hijos de Dios” a cuantos se esfuerzan en construirla. 9.- Dichosos los perseguidos e injuriados por causa de la justicia. 17 Jesús, los profetas y todos los mártires cristianos fueron perseguidos por ser fieles a la causa de Dios. Su sangre derramada dio abundantes frutos a lo largo de la historia de la Iglesia. Ser perseguidos por hacer la voluntad de Dios es una dicha que solo podrán experimentar aquellos que se entregan radicalmente a ser promotores de los valores del Reino (Cf. Hech. 5, 41; 1Pe. 3, 14-15). Esta bienaventuranza nos anima a no tener miedo a vivir nuestra entrega a Cristo de modo radical. 10.- Las bienaventuranzas, programa y estilo de vida que inspira el apostolado. Las bienaventuranzas son el camino que nos lleva a identificarnos con Jesús, nuestro maestro. Este camino requiere de una continua opción y discernimiento. Vivir las bienaventuranzas es para nosotros optar por un estilo de vida y modo de actuar. Así nuestro trabajo pastoral estará inspirado en las preferencias de Jesús: ser sensibles a los sufrimientos de quienes nos rodean, buscar la paz y la justicia, estar dispuestos a ser perseguidos…la humildad, entendida como el hacerse “pobre de espíritu”, es una virtud que nos ha de caracterizar y llevar a estar abiertos a la corrección fraterna, al diálogo con los demás, sin imponer nuestras formas de pensar o de hacer apostolado. Jesús es el maestro, nosotros sólo discípulos y servidores. Ejercicio: 1.- ¿Qué bienaventuranza es la que más te impacta y por qué? 2.- ¿Cómo puedes vivir las bienaventuranzas y qué hacer para que más personas las vivan? 3.- ¿Cómo vivir la mansedumbre en una sociedad donde hay tanta violencia? 4.- ¿Qué hacer para que las bienaventuranzas sea la espiritualidad de nuestra vida? “Los valores del Reino” Séptimo Tema 1.- La ley y la justicia del Reino, una actitud superior. Jesús nos muestra los valores que han de regir en el Reino a través de la promulgación de la ley y la justicia del Reino (Cf. Mt. 5, 13- 7, 29). Se trata de la invitación a vivir una actitud superior que lleva a trascender toda la ley judía, y en ella, los mandamientos promulgados en el Sinaí, por la obediencia al espíritu de los mismos. Estos mandatos son llevados hasta las consecuencias más radicales (Cf. Mt. 5, 17-20) porque Jesús los ha enmarcado en la nueva relación con el Padre. 2.- Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón. 18 El mandamiento del amor a Dios y el amor al prójimo son los ejes sobre los que se sostienen los valores que Jesús nos presenta. Ellos son la clave para entender el nuevo modelo de relacionarse en el ambiente del Reino. Quien ha comprendido esto está ya muy cerca de haber encontrado el Reino de Dios (Mc. 12, 28-34). El amor a Dios y a los hermanos habrá de ser reflejado en nuestro servicio apostólico. Ofrecer un trato digno, humano y personal a quienes acuden a nosotros en busca de Jesús, es un valor que habremos de poner en práctica. 3.- De la ley del talión al amor a los enemigos. Las nuevas relaciones en el amor no solo abarcan a aquellos que no son gratos, sino que alcanzan hasta el amor a los enemigos (Cf. Mt. 5, 43-48). La no violencia, el estar dispuestos, la oración y la bendición por lo que nos persiguen son actitudes nuevas que caracterizan el comportamiento de los hijos del Reino (Lc. 6, 27-28). De esta forma la ley del talión (que era: ojo por ojo y diente por diente Cf. Éx. 21, 24-25), Jesús la transforma totalmente, porque supera la venganza y lleva a que tratemos a los demás como queremos que ellos nos traten –hacer el bien sin esperar nada a cambio- (Cf. Lc. 6, 31-36). 4.- Del no matarás al respeto y la reconciliación con el hermano. No basta con obedecer el mandamiento del no matar (Cf.Éx 20, 13), sino que es necesario mantener la cordura en el trato con el hermano y no ofender: “Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano será llevado a juicio” (Mt. 5, 22). El respeto y la reconciliación son principios que han de regular las relaciones con los otros. La búsqueda de la reconciliación precede al culto, porque solo con el corazón limpio las ofrenda agrada a Dios (Cf. Mt. 5, 21-26). Las riñas al interior de la familia, de las comunidades cristianas y de los grupos apostólicos son consecuencias de la falta de respeto con los otros. 5.- De la división a la unión de la pareja. Algunas de las fracturas en la relación de pareja comienzan desde los deseos que permite anidar el corazón (Cf. Mt. 5, 28) y constituyen sugestiones o acciones que es preciso cortar de raíz antes de alejarse del camino del Reino (Cf. Mt. 5, 29-30). Más allá de las leyes sobre el adulterio y el divorcio, Jesús sitúa la cuestión de la familia al nivel del proyecto creador de Dios (Cf. Mt. 19, 1-9). Según este proyecto, esta unión profunda es para siempre, lo cual solo puede ser entendido desde la nueva forma de vivir el amor que el Reino trae consigo y que implica una entrega radical. Nuestra sociedad cuestiona hoy este modo de vivir y proyecta otros “valores alternos”; relaciones temporales, escaso compromiso entre la pareja, desintegración… 6.- Del juramento a la transparencia en las palabras. El juramento queda superado por la credibilidad en las palabras (Cf. Mt. 5, 33-37). Ser veraces y sinceros al hablar es un valor que nos invita a vivir en esta nueva dimensión del Reino. 19 Los humanos hemos desgastado el valor de la palabra al utilizar contenidos huecos, mentirosos, caducos. Los cristianos estamos llamados a ser personas “de palabra” y devolverle así su fuerza a la palabra hablada. 7.- De la condena al prójimo a la comprensión y la misericordia. Criticar y condenar a otros es una práctica frecuente en muchos cristianos. Muchas personas se alejan de la Iglesia al constatar el ambiente de críticas que se dan en el interior de las comunidades. Jesús nos invita a poner el acento en nuestra propia forma de actuar, antes que en la del prójimo (Cf. Lc. 6, 37-38. 41-42). Las críticas, los juicios y las condenas se transforman en una especie de hipocresía que contradice los valores del Reino. Dios es el único juez; a nosotros, en cambio, nos pide comprensión, misericordia y perdón. 8.- La oración, la limosna y el ayuno. La oración, la limosna y el ayuno eran acciones caritativas a favor del prójimo, que constituían las tres principales obligaciones del judío piadoso. Jesús nos invita a seguir practicándolas, pero de modo distinto. Ellas serán realizadas buscando crecer en la relación con el Padre, libres de presunción y vanagloria frente a los hombres. La recompensa deberá ser esperada únicamente de parte de Dios (Cf. Mt. 6, 1-18). 9.- Quien sirve, es el más importante en el Reino. Santiago y Juan no habían comprendido la verdadera naturaleza del Reino por lo que pedían privilegios para sí mismos (Cf. Mc. 10, 37). Jesús les contesta que, en el Reino, el más importante no es el que domina u ocupa un puesto de honor, sino aquel que se entrega, el que se hace servidor de todos: “El que quiera ser el importante entre ustedes, que sea su servidor; y el que quiera ser el primero entre ustedes, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate de todos” (Mc. 10, 43-45). Como el maestro, que ha lavado los pies a sus discípulos (Cf. Jn. 1q3, 1-17), el discípulo de Cristo hará del servicio su cometido principal. Las actividades apostólicas y su comportamiento estarán regidos por este valor; de lo contrario, estaríamos buscando servirnos del Reino. 10.- La conversión y el testimonio, actividades para una evangelización eficaz. A través de las actividades que nos ha mostrado Jesús, hemos reconocido el itinerario que nos lleva a la conversión, a la santidad de vida. Somos llevados a permanecer en actitud vigilante para que por nuestras obras podamos dar un testimonio coherente de vida y así nuestro trabajo apostólico sea verdaderamente eficaz. Ejercicio: 1.- ¿Qué reconoces que debes cambiar para mejorar tu relación con las personas? 2.- ¿Qué antivalores debemos cambiar hoy de la sociedad para favorecer el Reino? 3.- ¿Cómo cristianos comprometidos qué necesitamos impulsar hoy en la sociedad? 20 4.- ¿Qué hacer para mostrar que el amor al prójimo es la regla de mi vida? “El crecimiento y la búsqueda del Reino” Octavo Tema 1.- El crecimiento del Reino. El Reino es una realidad en desarrollo continuo. A través de las parábolas, Jesús insinúa cómo se lleva a cabo el crecimiento del Reino. En especial, las parábolas del grano de mostaza y de la levadura (Cf. Mt. 13, 31-33) representan de modo elocuente la dinámica de este crecimiento. 2.- El Reino crece como la semilla de mostaza. La pequeñez del grano de mostaza es proverbial (Mt. 17, 20) La parábola insiste en el contraste entre la pequeñez de la semilla y las dimensiones de la planta, pues se habla de hortalizas de más de 3 metros de altura. Así es el crecimiento del Reino (Cf. Mt. 13, 31-33): Comienza como algo pequeño, insignificante. Alcanza enormes dimensiones. Su crecimiento es paulatino e inadvertido. Es Dios quien se encarga de ello. 3.- El Reino crece como la levadura que hace fermentar el pan. La parábola de la levadura (Cf. Mt. 13, 33) ilustra también el contraste entre un poco de levadura mezclada con gran cantidad de harina (La parábola habla de tres medidas de harina que equivaldrían a 40 o 45 litros). La levadura posee gran fuerza, pues hace crecer toda la masa. Así opera el crecimiento del Reino: Procede de una fuerza divina, casi escondida. Transforma la realidad con la que entra en contacto. Hace de ella algo muy grande. 4.- Confianza en el crecimiento del Reino. Las parábolas de la semilla de mostaza y de la levadura muestran que el Reino es una realidad divina; al principio parece insignificante, pero es algo que habrá de tener grandes resultados. Los comienzos pueden ser humildes, pero los resultados serán sorprendentes. Jesús nos inspira a tener confianza en el crecimiento del Reino. Cuando colaboramos con Jesús en la obra del Reino, hemos de tener confianza en el crecimiento. La obra es de Dios, y no necesariamente nos corresponde cosechar los frutos en el apostolado. Es necesario ser pacientes. 5.- Cooperar para el crecimiento del Reino. 21 Las parábolas anteriores descubren que el crecimiento del Reino es una tarea iniciada, realizada y sostenida por Dios, que va ocurriendo sin que el hombre se percate cómo va operando. Este crecimiento también requiere de la cooperación humana. Las palabras “Ustedes son la sal de la tierra, ustedes son la luz del mundo” indican que, el asumir el camino de las bienaventuranzas implica ser fermento de una nueva humanidad. Los discípulos de Cristo estamos llamados a actuar como levadura en el gran pan del mundo, Podremos ser levadura en la medida en que nuestras obras lleven en sí el sello auténtico del Reino. 6.- ¿Se busca o se encuentra el Reino? La parábola del tesoro escondido (Cf. Mt. 13, 44) remite al hecho de que el Reino es una realidad que se descubre, y también remite al carácter de don (En la antigüedad buscar o esconder un tesoro era común. El propietario de un campo, era a su vez propietario de los tesoros escondidos allí; por eso el hombre de la parábola compra el campo). El encuentro con él tesoro produce gran alegría, ya que es la dicha expresada en las bienaventuranzas. El Reino es algo de inmenso valor por lo que vale la pena apostarlo todo. Aquí radica la tarea humana, una vez que se ha descubierto el tesoro del Reino es preciso trabajar por mantenerlo. 7.- El Reino, la perla más fina. La parábola de la perla (Cf. Mt. 13, 45), que era uno de los objetos más preciosos y más buscados en la antigüedad, muestra que el Reino es equiparado a una joya de gran valor, algo que se busca con ahínco. Una vez que se ha encontrado, se adquiere incluso a costa de todo lo que se tiene. Así tendrá que ser el comportamiento respecto al Reino: la realidad más valiosa que habremos de buscar con empeño y por la cual hemos de esforzarnos. 8.- El Reino, una búsqueda prioritaria. Como ya ilustraron las parábolas, el Reino es una realidad que viene a nosotros (Cf. Mc. 1, 15) y es un bien que es preciso encontrar sobre cualquier cosa. El compromiso por buscar el Reino implica liberarse del ansia de proveerse de bienes materiales. Esto no significa que tenemos que dejar de trabajar para abastecernos de lo necesario para comer y vestir. Jesús nos dice que preocuparnos en exceso por conseguir los medios de subsistencia constituye un obstáculo para la búsqueda del Reino. Al buscar primero el Reino, todo lo demás vendrá por añadidura (Cf. Mt. 6m 33; Lc. 12, 31). 9.- Orar y trabajar por el crecimiento del Reino. El Reino de Dios ha venido para establecerse entre los hombres para que todos lo conozcamos y acojamos. En nuestra época constatamos muchas realidades humanas, fuera del Reino. Una muestra de ellos son las carencias de paz, perdón, justicia y amor que vemos en el mundo. Jesús nos invita a contribuir al crecimiento del Reino orando por su venida: “Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt. 6, 9-10). 22 Además de la oración, la Iglesia está llamada a la acción. La Iglesia no puede quedarse esperando la llegada del Reino y conformarse con implorar al Padre su venida. Por el contrario, esta petición la compromete (CEC 2818). Está llamada a orar y actuar. 10.- El crecimiento del Reino hoy. El crecimiento del Reino se va realizando a medida que Dios va habitando nuestros corazones y nuestra realidad. Tiene que ver con la mejora de las condiciones humanas, pero no se reduce a ellas. Es preciso que los cristianos, hoy, podamos diferenciar entre el crecimiento del Reino y el progreso de la cultura y de la sociedad. Aunque no son lo mismo, se relacionan. El Catecismo lo expresa así: “Con ayuda del Espíritu Santo, los cristianos deben distinguir entre el crecimiento del Reino de Dios y el progreso de la cultura y la promoción de la sociedad en las que están implicados. Esta distinción no es una separación. La vocación del hombre a la vida eterna no suprime sino que refuerza su deber de poner en práctica las energías y los medios recibidos del Creador para servir en este mundo a la justicia y a la paz” (CEC 2820). Ejercicio: 1.- ¿En qué se nota que tu trabajo pastoral favorece el crecimiento del Reino? 2.- ¿Qué alegrías has tenido ante el descubrimiento del Reino en tu propia vida y pastoral? 3.- ¿En qué notas que los católicos estamos interesados en la búsqueda del Reino? 4.- ¿Qué puedes hacer para que más personas colaboren en el crecimiento del Reino? “La parábola del sembrador y los frutos del Reino” Noveno Tema 1.- Lectura atenta del Texto bíblico de Mateo 13, 1-9. (Leerla en la biblia). 2.- Ambiente de la parábola: Jesús dirige la parábola del sembrador a la multitud que se había reunido en torno a él (Cf. Mt. 13, 1-3; Mc. 4, 1-2; Lc. 8, 4) y a sus discípulos. Después de que la gente se fue, los discípulos le preguntaron a Jesús por la explicación de la parábola: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?” (Mt. 13, 10). Jesús les responde que, a ellos, Dios les ha concedido conocer los misterios del Reino, mientras que a la multitud solo les habla en parábolas (Cf. Mt. 13, 17). Con esta respuesta, Jesús nos invita a pasar de ser multitud a formar parte de sus discípulos y misioneros. Es probable que Jesús pronunciara esta parábola para responder a las objeciones de quienes no veían llegar al Reino que él anunciaba. Jesús los invita a poner la mirada en la gran cosecha final, diciéndoles: ¡Ánimo! ¡No hay que desanimarse! A pesar del fracaso aparente, es imposible frenar la llegada del Reino, y el resultado final será maravilloso e incalculable. 23 3.- Camino de acceso a la parábola: (Todo el No. 4 es para clarificar). Leer Observar los detalles, personajes, tipo de terreno y cantidad de Mateo frutos. Por qué las semillas tienen diferentes resultados. 13, 1-9 Completa la tabla siguiente, para tener una explicación sencilla. Tipo de tierra Borde del camino Pedregosa Entre maleza Buena ¿Qué la atrofia? Pájaros MEDITACIÓN Compromiso Oración Relación con la Palabra de Dios Oye pero No entiende Agente distractor Frutos esperados Maligno Ninguno ¿Qué dice la parábola y aplícala a tu vida personal? ¿Con qué tipo de tierra te identificas y por qué? ¿Cuáles son tus distractores más frecuentes y qué haces para superarlos? ¿Qué frutos has logrado Narra una experiencia actual relacionada con éste pasaje. ¿Qué estás dispuesto/a a hacer frente a esta parábola, para mejorar tu vida cristiana y dar fruto abundante? Platica con Dios y elabora una oración relacionada con ésta parábola. 4.- Pistas que pueden ayudar a interpretar la parábola: 4.1.- Contexto: Las costumbres agrícolas en el tiempo de Jesús: Desde las imágenes que tenemos sobre la agricultura, puede parecer extraño que un sembrador desperdiciara la semilla esparciéndola en lugares donde sabe de antemano que no habrá frutos, como en el camino. Por lo general, la manera en la que un campesino trabaja la tierra en nuestra región consiste en: arar la tierra, hacerle espacio a la semilla, tirar la semilla y tapar. La parábola, en cambio, hace referencia al modo como se sembraba en el Israel de aquél tiempo: El agricultor sembraba todo el terreno que tenía a su disposición porque la tierra donde sembraba había permanecido sin cultivar la mitad del año y había sido atravesada por gente y rebaños. El agricultor esparcía la semilla y, después se sembrar, araba para enterrar la semilla en el suelo. 4.2.- Los frutos esparcidos de la siembra. 24 El sembrador sabía por experiencia que alguna parte del terreno daría buena cosecha. Obtener un rendimiento del cien por ciento era algo excepcional; en general, una cosecha bastante menor era considerada muy buena. 4.3.- Con la parábola, Jesús quiere hacer reaccionar al pueblo. Con sus parábolas, Jesús quiere despertar a un pueblo dormido, abrir los ojos a un pueblo ciego, poner en movimiento a un pueblo tullido (Cf. Jn. 5, 1-9), presentando el llamado a la conversión como el imperativo de la hora presente. 4.4.- El mensaje: Jesús alienta a los que se desaniman en el apostolado. Se puede ubicar esta parábola en el contexto del crecimiento del Reino. La parábola del sembrador parece ir dirigida a unas personas decepcionadas al ver el fracaso de su predicación. Jesús quiere comunicarles su confianza, les anuncia la venida del Reino; aclara que el fracaso no prueba nada, que la buena cosecha llegará algún día. 4.5.- Trabajar por el Reino requiere de muchos intentos. La comunidad primitiva, al reinterpretar la parábola, se interesa sobre todo por el terreno, es decir, por la calidad de personas que reciben la palabra. El sembrador vive de esperanza y no aguarda un resultado inmediato. La parábola describe un proceso largo que supone un resultado satisfactorio después de una serie de fracasos iniciales. Así es el crecimiento del Reino, el cual, a pesar de sus apariencias humildes y las dificultades que encuentra, contiene una gran fuerza de crecimiento. Es un llamado a no desalentarse. A pesar del fracaso aparente, es imposible frenar la llegada del Reino y el resultado final será extraordinario. Ejercicio: 1.- ¿Qué aspectos de tu vida ves que necesitas cambiar para dar frutos abundantes? 2.- ¿A quién de tus amigos/as estas dispuesto/a a ayudar para que mejore su vida? 3.- ¿Qué lugar ocupa en tu vida la Eucaristía y la comunión? Y ¿qué frutos te hace dar? “Los pobres, destinatarios del Reino” Decimo Tema 1.- Los pobres, destinatarios del Reino. Jesús inicia su predicación como el que ha sido enviado a anunciar la buena noticia a los pobres (Cf. Lc. 4, 18). No cabe duda de que ellos son los principales destinatarios de su misión. Durante su vida pública, le vemos dirigirse con frecuencia a los pecadores, a las 25 mujeres, a los leprosos, a los pobres en general, es decir, a aquellos que en su tiempo eran considerados como despreciables (Cf. Mc. 2, 15-17). Por eso ellos son una de las principales preocupaciones de la Iglesia: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo; nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (Gaudium et spes no. 1). 2.- ¿Quiénes son los pobres? En la Biblia encontramos que la designación “pobre” tiene dos significados: El primero se refiere a la pobreza como condición social, es decir, a las personas indigentes, que carecen de medios de subsistencia y viven en situaciones de miseria o injusticia. A este tipo de pobreza hace referencia el Evangelio de Lucas. La segunda acepción se utiliza para indicar a los anawuin de Yavhé, apuntando a la pobreza como actitud de dependencia de Dios. A este tipo de pobreza hace referencia Mateo. La diversidad de visiones entre Lucas y Mateo nos lleva a concluir que, cuando Jesús habla de los pobres, hace referencia a ambas formas de ser pobre. (Recuerda que la Legislación del Sinaí prohibía el cobro de intereses en los préstamos al indigente, exigiendo la restitución de la prenda antes de ponerse el sol: Cf. Éx. 22, 24-25). 3.- Dios se preocupa por los pobres. La preocupación de Jesús por los pobres tiene sus raíces en el Antiguo Testamento. La Biblia enseña que: Los miserables y humildes tienen en Dios un poderoso defensor (Cf. Prov. 22, 2223), quien se muestra atento con los desprotegidos (Cf.Éx 22, 20-26). Los profetas anunciaron fuertes castigos para quien abuse de ellos (Cf. Am. 2, 6-7), porque pisotear a estas personas es ofender a Dios (Cf. Prov. 14, 31). Los pobres, animados por esa protección, se dirigen al Señor esperando de él socorro y justicia (Cf. Sal 9, 19; 70, 6). 4.- Jesús, Mesías pobre enviado a los pobres. La identificación de Jesús con el pobre es tal que él mismo vino a ser el modelo de una pobreza absoluta y radical en todas sus dimensiones: Siendo Dios, elige nacer y compartir la vida del pobre (Cf. Lc. 2, 4-7; Mt. 8, 20). Vivió su vida en la actitud constante del pobre de Yahvé, abandonándose en el amor del Padre, aun en la cruz (Cf. Lc. 23, 46). Su muerte aconteció despojado de todo (ropa, amigos, bienes) Cf. Mc. 15, 24. 5.- Socorrer a los pobres: un imperativo ético. Siguiendo la línea del Antiguo Testamento, los evangelios marcan la acción de socorrer a los pobres como un imperativo ético de primer orden. Ellos no solo son los destinatarios del Reino, sino que son la medida que marca el nivel de entrega de los discípulos del reino. El juicio final se realizará en base a las obras de misericordia a favor de los pobres, ya que 26 hacer algo por ellos es hacerlo para el mismo Dios (Cf. Mt. 25, 34-46). Por eso, la Iglesia sabe que ellos merecen una atención especial. 6.- Los pobres, opción prioritaria en nuestra evangelización. En nuestro medio, la existencia de la pobreza es un fenómeno generalizado que aqueja a más de la mitad de los habitantes; y siguiendo la más genuina tradición cristiana, la Iglesia ha reafirmado la opción por los pobres y marginados como opción prioritaria en el proyecto de pastoral diocesana. 7.- La atención a los pobres, signo claro de una auténtica evangelización. La identificación de Jesús con los pobres es tal que el trabajo hacia ellos es una referencia para nosotros sobre las características de una evangelización auténtica: “Para la Iglesia de hoy, la atención a los pobres y a los alejados es signo inequívoco y exigencia primordial de una auténtica acción evangelizadora. ‘El signo al que Jesús atribuye una gran importancia es el que los pequeños y los pobres son evangelizados, se convierten en discípulos suyos, se reúnen en su nombre en la gran comunidad de quienes creen en él” (EN 12). 8.- Adecuar nuestros métodos para acercarnos a los pobres. Hacer de los pobres una de nuestras acciones prioritarias conlleve ciertos desafíos al modo como ejercemos nuestra pastoral. Es necesario revisar: Si nuestros métodos propician que los pobres se acerquen. Si nuestra pastoral privilegia el servicio fraterno a los más pobres y excluidos. Si nuestras comunidades tiene un ambiente de solidaridad con los pobres. 9.- Hacerse pobres por el Reino. No sólo es necesario atender a los pobres sino también vivir la pobreza como opción. Jesús proclama con su vida y con sus palabras la necesidad de ser como pobres para entrar en el Reino (Cf. Lc. 6, 20). La entrada al Reino se hace difícil si no se está dispuesto a abandonar las riquezas (Cf. Mc. 10, 23-25; Mt. 6, 21). El desprendimiento será ocasión de recompensa por parte de Dios (Cf. Mc- 10, 2831). Los ricos sólo obtendrán su recompensa aparente en esta vida (Cf. Lc. 16, 19-31). Con ello, Jesús nos desafía a dar un testimonio auténtico de pobreza evangélica en nuestro estilo de vida y en nuestras estructuras eclesiales (DSD 178). Ser Iglesia pobre para los pobres. 10.- Recibir el Reino de Dios como niño. Ligado a la exigencia de hacerse pobres por el Reino está la actitud interior necesaria para acogerlo. Con un gesto desconcertante, Jesús señala que es preciso ser como niños, para entrar en el Reino (Cf. Mc. 10, 13-16). Al niño se le daba poca importancia, porque la verdadera vida decían que era la del adulto; pero dada su condición es el que está abierto a los demás, no guarda rencor, 27 convive con todos, no se cree autosuficiente y por eso capaz de recibir lo que Dios brinda, con apertura y gratitud. Ejercicio: 1.- ¿En qué notas tu espíritu de pobreza y por eso tu apertura al Reino? 2.- ¿Qué haces en concreto, por los pobres, en orden al alimento, salud, economía, respeto y autoestima? 3.- ¿Qué acciones pastorales lleva a cabo tu parroquia a favor de los pobres, para que no se queden solo en la asistencia e impulsen la presencia del Reino? 4.- ¿Qué acciones llevar a cabo, con los miembros de tu parroquia por los pobres? “El Reino exige reconocer, ‘al otro’ como prójimo” Decimoprimer Tema 1.- Lectura atenta del texto bíblico: Lucas 10, 30-37 Esta parábola es un ejemplo que Jesús pone para mostrarnos las actitudes básicas de la misericordia. En ella, la pregunta ¿quién es mi prójimo? En el relato Jesús la cambia por la siguiente: ¿Cómo puedo ser yo prójimo del necesitado? 2.- Camino de acceso a la parábola (Todo el No. 3 es para clarificar). Lectura personal y en grupo Meditación sobre la realidad Compromiso Oración Leer con atención el texto de Lc. 10, 25-37 Analiza y valora las características de cada personaje. ¿Qué mensaje encuentras en ésta parábola? ¿Qué dice la parábola a tu vida personal? ¿A quiénes podrías identificar como necesitados hoy? ¿Cuál es tu actitud frente a ellos y a cuál personaje te pareces? Descubres que estás llamado/a a servir al prójimo: ¿Cómo, cuándo y dónde? Elige dos o tres personas a las que te acercarás desde hoy. Propón a tu grupo una acción concreta para algún necesitado. Dialoga con Dios las actitudes que haya despertado en ti ésta parábola; y pide la fuerza y la actitud para acercarte a los más necesitados. 3.- Pistas para interpretar la parábola: 3.1.- La relación de los judíos con los samaritanos. Podemos recordar que los judíos sentían aversión a los samaritanos, a quienes consideraban casi enemigos, porque los samaritanos: Se habían postrado frente a los dioses de los otros pueblos (Cf. 2Re 17, 24-41). 28 Su culto era considerado ilegítimo por no ajustarse al principio de un solo templo. Ellos poseían su propio santuario y no iban a Jerusalén. 3.2.- El contexto de la parábola: El prójimo es la ley judía. El judío consideraba, de acuerdo a su ley, que prójimo era todo miembro del pueblo de Dios (Cf. Éx 20, 16-17; 21, 14; Lv. 19, 13-18). La pregunta que el maestro de la ley hace a Jesús es hábil, para un grupo cerrado como el judaísmo de entonces, por las consecuencias prácticas que de ello se derivaban. A los pertenecientes al grupo no se les cobraba intereses por el dinero prestado, a diferencia de los extranjeros a quienes sí estaba permitido cobrarles (Cf. Dt. 23, 20-21). La respuesta que ofrece Jesús a la pregunta superará lo que ordenaba la ley en cuanto al trato justo con el extranjero (Cf. Lv. 19, 33-34). 3.3.- Jesús responde al maestro de la ley. El ejemplo del buen samaritano es la respuesta que Jesús ofrece al experto de la ley sobre ¿quién es mi prójimo? (Cf. L. 10, 29). El propósito del maestro de la ley era tenderle una trampa a Jesús (Cf. Lc. 10, 25). Se presupone la presencia de los discípulos que acaban de regresar de misionar (Cf. Lc. 10, 17-24). 3.4.- El contraste de personajes en la parábola: el religioso frente al impuro. En la parábola contrastan las actitudes indiferentes del fariseo y del levita, quienes representan lo “religioso”, frente a la actitud misericordiosa del samaritano, que representa al “impuro”, al “enemigo”. No necesariamente los que se piensan o se sienten muy dentro del ámbito religioso por cumplir con sus preceptos son los que poseen las actitudes que encarnan la vivencia del Reino. Las prácticas de la ley, realizadas de forma legalista, pueden oscurecer el auténtico sentido de la misma. 3.5.- El amor supera la ley. La parábola muestra una situación desconcertante que supera los límites de lo razonable cuando el samaritano, al encontrarse con el herido, se preocupa no solo de darle los primeros auxilios (Cf. Lc. 10, 34), sino de cuidar del desvalido hasta el día siguiente (Cf. Lc. 10, 35). Su generosidad no conoció fronteras. El gesto del samaritano revela el amor, no en cuanto exigencia, pues la ley no lo obligan ni su condición de samaritano, sino en cuanto don y, por lo tanto, no tiene límite. El “exceso” de los cuidados del samaritano corresponde a la riqueza de amor. De este modo, el relato descubre el error fundamental de la vida de quienes representan el sacerdote y el levita (judaísmo) y les hace sentir la carencia del amor como algo intolerable, atrayendo de este modo a su interlocutor a causa del amor sin límites. El diálogo final aclara que el socorrer las necesidades de los demás está muy por encima de cualquier otro precepto legal, es prioritario. Cualquier clase de ley debe suplirse por el amor al necesitado. 29 Ejercicio: 1.- ¿Quién es entonces mi prójimo? Y ¿Qué tengo que hacer para tratar al prójimo? 2.- ¿Qué lección saco de esta parábola y qué le digo a propósito de esto a Dios? 3.- ¿Qué les propongo a mis compañeros de grupo y parroquia, para que nuestra religión no sea como la del fariseo y el levita, sino como la del samaritano? “Los amigos y los enemigos del Reino” Decimosegundo Tema 1.- El trigo y la cizaña. El Reino de Dios que Jesús anunció tiene amigos y enemigos. Es la parábola del trigo y la cizaña (planta venenosa que crece de forma semejante al trigo y que sólo puede ser destruida cuando ya se ha desarrollado, sus raíces se entrelazan con las del trigo, por lo que es imposible arrancarla sin destruir parte del trigo). Esta es la mejor ilustración de la coexistencia entre los miembros del Reino y sus enemigos. 2.- Los enemigos del Reino se confunden con sus miembros. La parábola es extraordinaria para hacer la comparación de los amigos y los enemigos. Efectivamente, el trigo y la cizaña se parecen bastante en sus inicios. Los enemigos del Reino no necesariamente se oponen de forma clara, sino que se confunden con miembros. Por ello es necesario identificar a los que pertenecer a la realidad querida por Dios. 3.- Los hijos del Reino viven los valores que Jesús anunció. Para ser considerados hijos del Reino es preciso mostrar signos claros de que el Reino vive en nosotros. Los verdaderos y auténticos hijos del Reino: No son aquellos que sólo saben pedir al Señor, sino los que hacen la voluntad del Padre (Cf. Mt. 7, 21). No son los que hacen signos exteriores de la presencia del Reino, sino los que viven conforme a sus valores (Cf. Mt. 7, 22-23). Son los que escuchan las palabras del Señor y las ponen en práctica (Cf. Mt. 7, 24). Son los que construyen su casa sobre roca firme (Cf. Mt. 7, 25-27). Por ello, no basta con sentirse satisfechos porque hacemos algún apostolado, oramos o tenemos ciertos conocimientos sobre Dios. Es necesario dar testimonio y trabajar por el Reino, organizando la vida fraterna de los del barrio y la sociedad. 4.- Los enemigos del Reino se conocen por sus frutos. Se consideran opuestos al Reino a aquellos que: Se conocen por sus frutos malos: “No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por sus frutos” (Lc. 6, 43). 30 Su hablar los delata (Cf. Lc. 6,45; Mt. 12, 34). Actúan como los falsos profetas (Cf. Mt. 7, 15). Gustan aprovecharse de los demás (Cf. Mc. 12, 40). Pueden engañar incluso a los elegidos (Cf. Mt. 24, 24). Para los enemigos del Reino, Jesús anuncia un juicio riguroso (Cf. Mt. 13, 49-50) y su destrucción al final de los tiempos (Cf. 19, 27: Mt. 13, 41-43). 5.- De miembros a enemigos. Si los hijos del Reino no se comportan a la altura de sus exigencias, podrían llegar a convertirse en enemigos al fungir como piedra de tropiezo para el progreso del mismo (Cf. Mt. 18, 6-8; Lc. 17, 1-3): Aquellos que con sus actitudes cierran la puerta del Reino a los otros (Cf. Mt. 23, 13) Los que interpretan la ley de Dios a su antojo para sacar beneficio de ella (Cf. Mt. 23, 14-33). Los que se convierten en perseguidores de los profetas del Reino, por no haberlos reconocido porque sus criterios están torcidos (Cf. Mt. 23, 34-36). También para ellos habrá un juicio riguroso (Cf. Mc. 12, 40) y les será quitado el Reino para dárselo a otro (Cf. Mt. 8, 11-12). 6.- Con Jesús o contra Él. La opción por Jesús es radical y puede originar incomprensión y por tanto división. El Reino es exigente y requiere dar prioridad a Jesús por encima de lazos de sangre; exige también la disposición de tomar la cruz y perder la vida (Cf. Mt. 10, 34-39). En la historia de la Iglesia tenemos varios casos de cristianos que han sido perseguidos a causa de sus opciones de paz, justicia y amor. El que se opone hoy a reconocer los derechos fundamentales del ser humano, para que este pueda vivir en paz y justicia, podría ser considerado un enemigo del Reino. 7.- Coexistencia entre miembros y enemigos. Es inevitable la presencia del mal en medio del bien. Los cristianos estamos llamados a discernir y reconocer la presencia del bien y del mal en toda realidad. Con todo, no es fácil emitir un juicio exacto sobre determinadas realidades, para diferenciar el bien del mal. En nosotros mismos encontramos semillas buenas y malas. Se corre siempre el riesgo de emitir juicios prematuros; el juicio definitivo corresponde solo a Dios. Esto no impide que luchemos por esparcir y erradicar las semillas del mal. Las parábolas de la cizaña y de la red (Cf. Mt. 13, 36-43. 47-50) nos enseñan que en este tiempo presente habrá que ser tolerantes como Dios lo es, pues hasta el día final Dios hará la separación. 8.- Los enemigos perseguirán a los hijos del Reino. Jesús prepara a sus discípulos para que estén conscientes de que la predicación del Reino suscita enemigos y persecución (Cf. Mt. 16, 21). 31 El mismo Jesús fue reo de muerte por parte de aquellos que no entendieron la naturaleza del Reino y se negaron a entrar en él, al no estar dispuestos a cambiar sus actitudes y su corazón (Cf. Mt. 26, 1-5). Esta misma será la suerte que correrán los discípulos (Cf. Mt. 10, 17-18). Los mártires cristianos han mostrado un testimonio valiente de opción radical por Jesús, y han muerto a causa de la persecución, a manos de quienes los consideraron sus enemigos. En México, contamos con algunos: San Felipe de Jesús, los laicos y sacerdotes mártires de la época cristera entre los que están el santo de nuestra diócesis: San miguel de la Mora, san Cristóbal de Magallanes y el Padre Miguel Agustín Pro. 9.- No temer a los enemigos. Jesús invita a sus discípulos a no tener miedo de aquellos que son capaces de matar el cuerpo sino, al contrario, que tengan seguridad en Aquel que es el dueño de la vida, que cuida de ellos con afecto paternal (Cf. Lc. 12, 4-7). Hemos, pues, de tener confianza y valor en medio de las persecuciones. Estar de parte de Jesús tendrá su recompensa final frente al Padre (Cf. Mt. 10, 26-33). 10.- Los otros miembros del Reino. El Evangelio muestra la existencia de “otros”. Quienes trabajan por su cuenta a favor del Reino. A ellos habrá que considerarlos como miembros, puesto que están de parte de Jesús:”Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y se lo hemos prohibido, porque no es de nuestro grupo. Jesús respondió: No se lo prohíban, porque nadie que haga un milagro en mi nombre puede luego hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Cf. Mc. 9, 38-40). El proyecto del Reino supera nuestro entendimiento, por lo que habrá que reconocer que se extiende más allá de los límites de la inteligencia humana (Cf. Jn. 19, 36). “El banquete de bodas, un llamado a pertenecer al Reino” Decimotercer Tema 1.- Lectura atenta de Lucas 14, 1. 7-8. 12. 15-24. (Todo el No. 2 es para clarificar). Lectura Leer el texto de Lucas 14, 16-24 Observa los detalles e identifica los personajes ¿Qué pretextos ponen los invitados? Y ¿Cómo reacciona el Señor ante ellos? ¿Quiénes son los llamados en lugar de los invitados y cuántos caben en la cena? 32 Meditación Compromiso Oración ¿Qué te dice la parábola, al llamado que Jesús te hace a ti? ¿Por qué los invitados no acuden y hoy quienes serían esos? ¿Qué sucede para que los pobres sean invitados y hoy quiénes son esos invitados, capaces de estar en el banquete? ¿Cuáles son las excusas más frecuentes que escuchamos ente el llamado a participar en actividades del Reino? ¿Cómo debe ser nuestro trabajo para colaborar con Jesús? ¿Qué te siguiere la parábola? Establece un compromiso que te lleve a hacer vida su mensaje Dialoga con Dios a propósito del mensaje de esta parábola. Elabora una oración de acuerdo a lo que la parábola haya despertado en ti. 2.- Pistas para interpretar la parábola: 2.1.- El contexto: los banquetes mesiánicos. La parábola de la gran cena se sitúa en el ambiente de los banquetes mesiánicos. Participar en el banquete del Reino tenía un significado mesiánico y profético. El profeta Isaías había anunciado una alianza nueva en donde habría comida gratuita y abundante para todos, especialmente para los que carecen de ello (Cf. Is. 55, 1-3). Se trataba de un gran convite en el que el Señor enjugaría las lágrimas de todos los rostros (Cf. Is. 25, 6-8). Poder invitar a muchos era señal de poderío y riqueza; el Señor invita a todos los pueblos a su banquete abundante, regio. Los libros sapienciales tienen alusiones que van en esa misma línea (Cf. Prov. 9, 5). 2.2.- No hay tiempo para lo importante. Esta parábola coloca a los participantes ante los problemas de la vida cotidiana: el hombre que se desgasta demasiado en sus preocupaciones no tiene tiempo para lo auténticamente importante. Por eso se disculpa y rehúsa la invitación a participar en el banquete. 2.3.- Estar dispuestos a gastar tiempo en lo verdaderamente importante. A pesar de que los auténticos invitados no quisieron acudir a la fiesta, de cualquier forma el banquete se celebra. Esto pareciera como una especie de acto burlesco con invitados sustitutos que representan el papel que no les queda. Asisten al banquete los desocupados, los que no tienen razones para no asistir al banquete, los que tienen tiempo para festejar. Así, la fiesta está bajo el signo de la celebración sin restricciones, de la libertad. Quienes estuvieron dispuestos a perder el tiempo, lo ganaron. En esta parábola se consagra una fiesta que no tiene fin. Invita a vivirla desde ahora y a dejar de ocuparse por las cosas que hacen perder la oportunidad de gozar de la fiesta del Reino. 2.4.- Los matices de la parábola en san Mateo. 33 La parábola también nos llega a través de Mateo, con características propias (Cf. Mt. 22, 110). En ella se trata de la cena de la boda del hijo del rey. Los invitados no solamente se niegan a participar a causa de sus actividades sino que matan a los criados. A la cena finalmente acuden los pobres, pero llega una persona sin traje de boda. En ella se hace alusión a las bodas escatológicas que se llevarán a cabo al final de los tiempos entre Jesús, el esposo, y la Iglesia, la esposa. 2.5.- Dios, prepara la boda de su hijo Jesús, quien es el esposo. Juan Pablo II nos da una explicación a la parábola: La parábola del banquete nupcial presenta el Reino de Dios como una iniciativa soberana de Dios. Incluye también el tema del amor nupcial: El hijo, para el que el padre prepara el banquete de bodas, es el esposo. Aunque en esta parábola no se habla de la esposa por su nombre, las circunstancias y otros textos del Nuevo Testamento identifican a la Iglesia con la esposa (Jn. 3, 29; Ap. 21, 9; 2Cor. 11, 2; Ef. 5, 23-27.29). 2.6.- El traje de bodas es el amor. El desenlace de la parábola indica que la participación definitiva en el banquete nupcial está supeditada a ciertas condiciones esenciales. No basta haber entrado en la Iglesia para estar seguro de la salvación eterna: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el traje de bodas? (Mt. 22, 12). La parábola, que en este punto parece pasar del problema del rechazo histórico de la elección por parte del pueblo de Israel el comportamiento individual de todo aquel que es llamado, y al juicio que se pronunciará sobre él, no especifica el significado de esa “traje”. pero se puede decir que la explicación se encuentra en el conjunto de la enseñanza de Cristo. El Sermón de la montaña habla del mandamiento del amor, que es el principio de la vida divina y de la perfección según el modelo del Padre: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt. 5, 48). Se trata del “mandamiento nuevo” que, como señala Cristo, consiste en esto: “Que como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn. 11, 34). Por ello, parece posible asociar que el “traje de bodas”, como condición para participar en el banquete, es precisamente el amor” (Juan Pablo II. Audiencia general, 18 de sep. 1991,5) Ejercicio: 1.- ¿En qué descubres tu colaborar a la realización del banquete de bodas? 2.- ¿Qué te propones hacer con tus hermanos de comunidad a favor del banquete? 3.- ¿Qué impulsarán como miembros de la parroquia para tener el traje de fiesta? 34 “La Misión del Reino” Decimocuarto Tema 1.- Misión y Reino de Dios, realidades inseparables. Misión quiere decir envío. Jesús es el enviado del Padre y, por tanto, el misionero por excelencia. Si la misión de Jesús se centró en el anuncio del Reino, entonces, el Reino no se puede entender sin la actividad misionera que lo comunica y lo lleva a ser una oportunidad de salvación para los hombres de todos los tiempos. En vistas a la misión, Jesús preparó a sus discípulos durante el anuncio del Reino. 2.- Discípulos y misioneros. Ser discípulos y misioneros son dos rostros del mismo trabajo. Jesús llama a sus discípulos para estar con él y para enviarlos a predicar (Cf. Mc. 3, 14). Es necesario que los cristianos desarrollemos hoy una honda conciencia de ser discípulos y misioneros. Esto era evidente para los cristianos de los primeros siglos. Cualquier persona que opte por ser cristiana habrá de saberse enviada por Jesús y por tanto misionera. Reconocernos enviados nos lleva a permanecer adheridos a Jesús para que nuestra pastoral produzca frutos (Cf. Jn. 15, 1-8). El discípulo experimenta que estar unido íntimamente a Jesús significa asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (Cf. Lc. 6, 40), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas (Cf. DA 131). 3.- Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos: la misión universal. Jesús, después de resucitar, y con la fuerza del Espíritu Santo, envía ahora a sus apóstoles a hacer discípulos a todos los pueblos: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les ha mandado” (Mt. 28, 19). El documento Redenptoris missio lo ha expresado así: “Por medio de los apóstoles, la Iglesia recibió una misión universal, que no conoce confines y concierne a la salvación en toda si integridad, de conformidad con la plenitud de la vida que Cristo vino a traer (Cf. Jn. 10, 19); ha sido enviada ‘para manifestar la caridad de Dios a todos los hombres y pueblos’” (RMi 31). 4.- La resurrección da alcance universal a la misión. La resurrección da un alcance universal al mensaje de Cristo, a su acción y a toda su misión (Cf. RMi 16). Los discípulos, después de la resurrección, continuarán predicando el Reino, y ahora, anunciarán a Jesús muerto y resucitado (RMi 16). El anuncio contará con la asistencia permanente de Jesús y del Espíritu (Cf. Mt. 28, 20). Los misioneros deberán tener confianza en esta asistencia divina. 5.- ¡Vayan! un mandato para todos los cristianos. 35 “La orden dada a los doce: Vayan y proclamen la Buena Nueva, vale también, aunque de manera diversa, para todos los cristianos. Por eso Pedro los define ‘pueblo adquirido para pregonar las excelencias del que los llamó de las tinieblas a su luz admirable’” (EN 13). La Iglesia sabe y, por tanto, considera que el anuncio del Evangelio es su misión esencial. “Evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda” (EN 14). 6.- Discípulos formadores de otros discípulos. Ser discípulos y misioneros es una tarea de nuestro ser cristiano. Nuestros esfuerzos no solo habrán de ir encaminados a extender el Reino de Dios, sino a formar otros discípulos que a su vez sean también misioneros. Vayan y hagan discípulos a otros pueblos, ha sido el mandato de Jesús. San Pablo ha comprendido la profundidad de esto cuando recomienda lo siguiente a Timoteo: “Lo que has oído de mí, en presencia de muchos testigos, confíalo a hombres fieles, que a su vez sean aptos para enseñar a otros” (2Tim. 2,2). 7.- El que ha sido evangelizado, evangeliza a su vez. Es indudable que quien ha conocido el Reino y se ha abierto a él se siente movido a anunciarlo. No como una obligación pesada, impuesta desde fuera, sino por la misma dinámica que encierra la persona de Jesús. Nadie que se ha encontrado verdaderamente con Cristo se queda ocioso. El documento Evangelii Nuntiandi expresa con fuerza esta realidad: “El que ha sido evangelizado evangeliza a su vez. He aquí la prueba de la verdad, la piedra de toque de la evangelización: es imposible que un hombre haya acogido la Palabra y se haya entregado al Reino sin convertirse en alguien que a su vez da testimonio y anuncia” (EN 24). 8.- Anunciar el Evangelio con fe. Para el anuncio del Reino se requiere de una fe firme y grande. Jesús exhorta a sus misioneros a tener una fe que sea capaz de mover montañas (Cf. Mt. 17, 14-20). La fe ha sido puesta como condición para entrar en el Reino: ¡Crean en el Evangelio! (Cf. Mc. 1, 15). Por la fe, fueron realizados los milagros, acciones salvadoras de Dios (Cf. Mt. 13, 58). Fue la fe de las personas la que atrajo los gestos misericordiosos y liberadores de Jesús (Cf. Mt. 9, 2.28-29; Mc. 5, 34). Después de la resurrección y del envío del Espíritu, la fe en el resucitado es ahora la condición indispensable para salvarse (Cf. Rom. 10, 9-10). “Todavía no lo han visto, pero lo aman; sin verlo creen en él y se alegran con gozo indescriptible y ardiente, así recibirán la salvación, que es la meta de su fe (1Pe. 1, 8-9). 9.- Ser astutos como serpientes: dificultades en la misión. 36 La misión no es una tarea sencilla, los discípulos serán enviados como corderos en medio de lobos (Cf. Mt. 10, 16). Para responder a esta situación se requiere la sencillez, que es característica de un discípulo del Reino, pero también la astucia (Cf. Mt. 10, 16). El misionero tendrá que emplear toda su inteligencia y sus capacidades en el anuncio. Ser “astutos” implica ser sagaces e inteligentes para evitar ser engañados. Es poner toda nuestra creatividad y medios al servicio de la misión. 10.- Gratis lo han recibido, entréguenlo gratis. Jesús ha expresado que el obrero del Reino tiene derecho a su sustento (Cf. Mt. 10, 10). Con todo, el anuncio del Reino nunca deberá perder de vista la gratuidad con la que nos ha sido otorgado (Cf. Mt. 10, 8). Dicha gratuidad procede de lo más profundo de las intenciones del Padre quien nos ha regalado el don de su Hijo para la salvación del mundo. Por ello, el anuncio del Reino deberá hacer sentir la experiencia de la gratuidad de Dios por nosotros, quien hace salir el sol sobre buenos y malos (Cf. Mt. 5, 45). Ejercicio: 1.- ¿Qué relación encuentras entre Reino y misión? 2.- ¿Qué consideras debes hacer para ser discípulo de Jesús y formar a otros discípulos? 3.- ¿Qué dificultades encuentras como misionero y cómo ayudarse para ser astutos? 4.- ¿Qué siguieres a los del grupo, se puede hacer, para mantenerse con fidelidad en el anuncio del Reino de Dios? “La Parábola de los talentos y la espera activa del Reino” Decimoquinto Tema 1.- Trabajar directamente con la lectura, reflexión y compromiso a la luz de los talentos. Lectura Meditación Lee con atención el texto de Mateo 25, 14-30 Fíjate: ¿Qué texto esta antes y que texto después? Y descubre: ¿Cuál es la intención del evangelista al ponerla en esta parte? Observa los personajes, secuencia, drama y desenlace del texto. ¿Qué dice la parábola? ¿Cuál es el mensaje? ¿Qué te dice la parábola? Aplica la parábola a las respuestas que das al Señor, para poner tus talentos al servicio del Reino. ¿Cuáles son los talentos que Dios te ha dado? Haz una lista. ¿De verdad están todos estos talentos al servicio del Reino? o ¿Los estás guardando? ¿Cómo los puedes hacer que fructifiquen? ¿A cuál de los personajes te pareces más? Y ¿consideras que 37 Compromiso Oración actúas como miembro responsable, haciendo cada día más cosas por el Reino o eres miembro pasivo y conformista? ¿Qué actitudes le pides a Dios a través de la parábola? ¿A dónde te lleva la parábola? Establece un compromiso personal con Dios, para cumplirlo. Descubriste algunos talentos: ¿Cómo harás para cultivarlos más y ponerlos al servicio del Reino, en un lugar y situación concreta? Dialoga con Dios el mensaje de esta parábola. Y Prepara una oración de acuerdo a lo que en ti haya despertado esta parábola. En ambiente de oración, agradezcan a Dios los talentos recibidos y digan cuál de ellos van a desarrollar en bien del grupo. 2.- Pistas que pueden ayudar a interpretar la parábola. 2.1.- El contexto: ¿Qué es un talento? El talento se refiere a una unidad de peso: correspondía a más de 34 kg. El primer criado recibe alrededor de 170 Kg. De oro o plata, cantidad considerable. 2.2.- Enterrar el dinero era algo común. Las leyes rabínicas recomendaban enterrar el dinero (Cf. Mt. 13, 44) Por ello el tercer criado cumple con su deber y, según la ley, no habría nada que reprocharle. 2.3.- Los destinatarios son los discípulos. En Mateo, la parábola de los talentos está dirigida a los discípulos que se encuentran inquietos por la llegada del fin de los tiempos (Cf. Mt. 24, 1-3). Jesús les responde con enseñanzas diversas acerca de la citada hora. En Lucas, Jesús habla a la muchedumbre expectante sobre la manifestación inmediata del Reino (Cf. Lc. 19, 11-28). 2.4.- Los siervos inteligentes hacen fructificar los negocios. El juicio del amo no deja dudas sobre lo que pretende decir el relato: se entiende de inmediato el comportamiento aprobado por el Evangelio y qué es rechazado. Los dos primeros siervos actúan del mismo modo que hubieran procedido con sus propios bienes, es decir, no actúan como criados que se contentan en seguir órdenes, sino como siervos inteligentes que piensan en fructificar los negocios de su amo. Se comportan más como socios y estrechos colaboradores del amo que como simples criados: son inteligentes y dignos de confianza. 2.5.- El siervo que actúa por miedo es conformista. La actitud del tercer criado, por el contrario, está más cerca de la norma. Su actitud está motivada por el miedo al amo (Cf. Mt. 25, 25) En el fondo, el siervo no ha hecho nada irreprensible, pero el amo le reprocha su falta de iniciativa y su miedo de arriesgar. Con su actitud, quiso Salvar el talento que se le había confiado y lo perdió. 2.6.- Jesús espera que hagamos fructificar nuestros talentos. En el contexto de la espera de la última hora, la parábola indica que velar es cumplir las tareas asignadas por el Señor. No basta con acoger la palabra de modo pasivo, sino que 38 hay que hacerla fructificar. El Reino de los cielos es un capital que se ha puesto en nuestras manos y no tenemos derecho a dejarlo improductivo. Esa es nuestra tarea en la historia y el sentido del retraso de la parusía. Ejercicio: 1.- ¿Qué talentos descubres no hacemos producir en el grupo y la parroquia? 2.- ¿Qué propones, para que tengamos gusto y ganas de agrandar los talentos del grupo? 3.- ¿A quién le puedes ayudar a que pierda el temor y empiece a arriesgar sus talentos para hacerlos producir en bien del Reino? “La Iglesia servidora del Reino” Decimosexto Tema 1.- La misión continúa, la Iglesia nace y es enviada. Después del envío del Espíritu Santo, vemos a la comunidad apostólica en una intensa actividad misionera (Cf. Hech. 19, 8; 28, 23 y 30-31). Esta actividad continuará en la Iglesia porque ella es el fruto normal, deseado, el más inmediato y lo más visible de la acción evangelizadora de Jesús y de los doce: “Nacida por consiguiente de la misión de Jesucristo, la Iglesia a su vez es enviada por él” (EN 15). 2.- La Iglesia está orientada al Reino. La realidad del Reino no puede ser identificada sin más con la de la Iglesia, Si el Reino es Cristo en persona, entonces este es una realidad divina y trascendente. La Iglesia reconoce que ella no es un fin para sí misma, que su papel es ser signo e instrumento del Reino (Cf. RMi 18) y, como tal, está llamada a hacer presente el Reino a los hombres y mujeres del mundo. Constatar que la Iglesia es servidora del Reino nos hace más flexibles, humildes y serviciales. Los cristianos que confiamos demasiado en nuestra organización habremos de recordar que no somos el Reino, sino sus servidores. 3.- La Iglesia no puede ser separada del Reino. La Iglesia y el Reino deben ser diferenciados, pero no separados. A la vez que la Iglesia se distingue de Cristo y del Reino, está indisolublemente unida a ambos. Cristo ha dotado a la Iglesia, su Cuerpo, de la plenitud de bienes y medios de salvación (Cf. RMi 18). El Espíritu Santo habita en ella. La vivifica con sus dones y carismas. La santifica, guía y renueva sin cesar. De ahí se deriva una relación singular que le confiere un papel específico necesario. De ahí también el vínculo especial de la Iglesia con el Reino de Dios y con Cristo, dado que tiene la misión de anunciarlo e instaurarlo en todos los pueblos. 39 4.- La Iglesia, signo e instrumento del Reino hasta la consumación del tiempo. La Iglesia permanece en el mundo hasta que el Señor de la gloria vuelva al Padre. Permanece como signo; esto es: que está llamada a remitir a la realidad del Reino, a través de su ser y de sus obras, por lo que es signo opaco y a la vez luminoso, de una nueva presencia de Jesucristo, porque ella lo prolonga y lo continúa (EN 15). Es ante todo continuadora de la misión evangelizadora de Jesús. 5.- La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino. La Iglesia está llamada al servicio del Reino de Dios, a hacerlo crecer, a hacerse cada vez más el Reino de Dios: Por su escucha constante de la Palabra de Dios. Por la celebración del misterio de Jesucristo en la eucaristía y los sacramentos. Por la oración y la contemplación. Por las obras de caridad y de justicia. 6.- Acciones de la Iglesia al servicio del Reino. La Iglesia sirve al Reino de muchas maneras (Cf. RMi 20): A través del anuncio que se llama conversión (que es el primer anuncio y fundamental servicio a la venida del Reino en la personas y la sociedad (RMi 20). Fundando comunidades e instituyendo Iglesias particulares para llevarlas a la madurez de la fe, con el servicio a la persona y a la sociedad. Por el testimonio y las actividades como: el diálogo, la promoción humana, el compromiso por la justicia y la paz, la educación, el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres y a los pequeños. Por la intercesión, al ser esta por su naturaleza don y obra de Dios. 7.- El anuncio que llama a la conversión Dado que la Iglesia obedece y continúa el mandato de Jesucristo, su tarea primordial es el anuncio que llama a la conversión. Por ello habrá de preguntarse si en este anuncio no ha hablado demasiado sobre sí misma y poco sobre Dios: “La evangelización debe contener siempre –como base, centro y a la vez culmen de su dinamismo- una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios” (EN 27). Cualquier acción que se emprenda a favor del Reino quedaría incompleta si no se proclama a Jesucristo. “La Iglesia rechaza la substitución del anuncio del Reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo” (EN 34). 8.- La Iglesia busca los valores del Reino. La Iglesia busca extender los valores del Reino y llevarlos a la humanidad entera como una oferta (del latín offerre que significa ofrecer = promesa o don), de salvación. También ella en su interior busca adecuarse a esos valores. 40 La Iglesia se reconoce santa por la presencia divina de Cristo resucitado y del Espíritu, pero también pecadora y necesitada de purificación constante (Cf. LG 8) así lo expresa el Catecismo de la Iglesia: “Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros deben reconocerse pecadores (Cf. 1Jn. 1, 8-10). En todos, la cizaña del pecado todavía se encuentra mezclada con la buena semilla del Evangelio, hasta el fin de los tiempos (Cf. Mt. 13, 24-30). La Iglesia, pues, congrega a pecadores alcanzados ya por la salvación de Cristo, pero aún en vías de santificación (CEC 827). 9.- Evangelizar, acto comunitario y eclesial. El Reino se construye de forma comunitaria: “El anuncio del Evangelio no es para nadie un acto individual y aislado, sino profundamente eclesial” (En 60). Aunque un misionero o catequista se encontrará solo, en la realidad está unido a toda la actividad evangelizadora de la Iglesia, Si cada cual evangeliza en nombre de la Iglesia, ningún evangelizador en dueño de su acción y habrá de caminar siempre en comunión (Cf. EN 60). Ello exige que los cristianos realicemos nuestras acciones pastorales con espíritu de comunión y corresponsabilidad, dispuestos a colaborar con los demás miembros de la Iglesia, dando testimonio de unidad. Es poner en práctica los valores de los que hablan del Reino. 10.- La Iglesia anhela la consumación del Reino. En suma, el servicio que la Iglesia ofrece al Reino es afanarse por él: “Trabajar por el Reino quiere decir reconocer y favorecer el dinamismo divino, que está presente en la historia humana y la transforma. Construir el Reino signidica trabajar por la liberación del mal en todas sus formas” (RMi 15). En tanto la Iglesia crece poco a poco, anhela el Reino consumado, espera con todas sus fuerzas y desea ardientemente unirse con su rey en la gloria (Cf. KG 5). Ejercicio: 1.- ¿En qué descubres que la Iglesia sirve al Reino y tú en cuál de ellas colaboras? 2.- ¿Qué valores evangelicos son los que más promueves y qué haces para eso? 3.- ¿En qué descubres que tu comunidad es signo luminoso u opaco del Reino? 4.- Qué les propones hacer a las personas de tu comunidad, para trabajar con sentido Comunitario o de Iglesia, a favor del Reino de Dios? “La consumación del Reino, juicio y parusía” Decimoséptimo Tema 1.- La consumación del Reino, obra de salvación definitiva. 41 El Reino ha comenzado su instauración en Cristo, pero es una realidad que tendrá su plenitud al término de la historia, cuando el Padre reine de modo definitivo sobre la creación entera, sobre todos los pueblos de la tierra y todos los pobres. La llegada del Reino en Jesús, anticipó ya desde esta vida la presencia salvífica y trascendente de Dios. La salvación definitiva ocurrirá cuando Dios domine de modo pleno y perfecto sobre todas las cosas y personas. 2.- La Parusía, acontecimiento de esperanza. La consumación definitiva del Reino se llevará a cabo el día de la parusía (palabra griega que significa “venida”. Designa la venida en gloria y poder de Jesús, al final de los tiempos, para juzgar a vivos y a muertos). La parusía es un acontecimiento que, por su propia naturaleza, hará definitiva la historia de la salvación. En ella se realizará el anhelo de estar con el Señor y poder disfrutar la plenitud de vida; por tanto es un acontecimiento de alegre esperanza. 3.- Todas las naciones se reunirán delante de Cristo. La idea de un juicio nos asusta, porque no se nos ha clarificado en qué consiste. Su realización es comprensible desde el punto de vista de que Dios es el Señor de todo cuanto existe y dará la paz a los justos, conforme lo ha prometido. Así lo exige la realidad del Reino. Jesús se sentará en su trono de gloria, como juez (se trata de un juicio misericordioso y justo del Dios que se mostro compasivo con los hombres y dio la vida por ellos). 4.- Separará unos de otros. La separación de los hombres en base a sus obras es un anuncio que Jesús constantemente expresó a través de las parábolas (Cf. Mt. 13, 36-42. 47-50). Seremos juzgados en el amor. Aquellos que tomen posesión del Reino serán los que no se desentendieron de su prójimo; la indiferencia en cambio, será juzgada con rigor (Cf. Mt. 25, 41-46). 5.- Vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino. La expresión “Vengan, benditos de mi Padre” constituye motivo de alegría, de reconocimiento para los justos, quienes ahora podrán finalmente vivir en paz y disfrutar la plenitud del Reino, de la vida eterna (que también se le conoce como cielo, gloria o bienaventuranza. Esta es la meta última de la esperanza cristiana: el triunfo de la gracia que nos introduce en la total intimidad amorosa con Dios, con los hombres y con todo el cosmos). Ya no sufrirán amenazas porque estarán en la Nueva Jerusalén, donde la injusticia y toda clase de maldad no tienen lugar. Ahí reinará el amor; Dios será todo en todo, el hombre será todo para Dios y todos para todos. 6.- Apártense de mí, malditos, vayan al fuego que no se apaga. La idea de una condenación eterna corresponde al dato revelado (Cf. Mt. 8, 12; 13, 49-50: 24, 46; Mc. 9, 48). La muerte eterna (infierno o frustración definitiva) será la ausencia de Dios y de los demás, el fruto del rechazo a la oferta amorosa de la gracia. 42 Dios quiere que todos los hombres se salven (Cf. Jn. 3, 16-21), pero el hombre es libre y puede optar por el egoísmo llevado a su máxima expresión. El apóstol Pablo describe las actitudes de quienes no tomarán parte en el Reino de Dios: “¿O es que no saben que los malvados no tendrán parte en el Reino de Dios? No se engañen: ni los lujuriosos, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores tendrán parte en el Reino de Dios” (1Cor. 6, 9-10). La motivación para entrar en el Reino no ha de estar fundada en el temor, ha de ser el amor el que oriente nuestra vida. El Reino es una realidad maravillosa de comunión que empieza a practicarse en esta vida. El discípulo estará consciente de que hay actitudes que lo alejan del Reino. Su vida es la única oportunidad para demostrar su voluntad de agradar al Señor en todo y reconocer su soberanía. 7.- Cuando se dé la orden, los que murieron unidos a Cristo resucitarán. La resurrección de los muertos está relacionada con el día de la parusía (Cf. 1Tes. 4, 1318). Así lo ha expresado la fe de la Iglesia quien expresa con fe firme: “Aguardamos la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y salvador Jesucristo, quien transfigurará nuestro cuerpo despreciable en cuerpo glorioso semejante al suyo, y vendrá para ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable a los que creyeron” (LG 48). 8.- Cielos nuevos y tierra nueva. Hemos visto que el reinado de Dios no solo se ejerce sobre las personas sino también sobre las cosas y todo el universo. El acontecimiento de la parusía incluirá la recreación de todo cuanto existe. La creación ha sufrido un drama a causa del pecado del hombre (Cf. Rom. 8, 19-23), por lo que también el cosmos será redimido junto con el hombre. 9.- Ven Señor Jesús, ¡Marana Tha! El libro del Apocalipsis termina con la imploración Marana tha o Ven Señor Jesús (frase aramea que los primeros cristianos recitaban para invocar la venida del Señor). Así que es la expresión que nos invita a vivir anhelantes y expectantes de que Cristo vuelva, Los cristianos estamos llamados a no perder de vista que la Iglesia vive en una situación provisoria. Ello no implica desatender su propio tiempo, sino vivir la tensión del sí, pero todavía no. Mientras la parusía llega, la Iglesia deberá trabajar con ahínco por hacer crecer el Reino, sin olvidar hacia dónde camina. Por ello, la postura ante la parusía es indicativa de la autenticidad o falsedad de la vida cristiana. 10.- Vigilancia activa. Mientras la parusía llega habremos de estar preparados y vivir vigilantes (Cf. Mt. 24, 44). Como vimos en la parábola de los talentos, se trata de una espera activa. Poniendo todo nuestro empeño en construir el Reino. La meta final nos recuerda: No instalarnos en este mundo y no olvidar nuestra tarea. 43 No considerar que lo que hay en este mundo es definitivo. Esto es una tentación. La vigilancia activa nos motiva a vivir como Abraham. “Por la fe de Abraham, obediente a la llamada divina salió hacia una tierra que iba a recibir en posesión, y salió sin saber hacia dónde iba. Por la fe vivió como extranjero en la tierra que se le había prometido. Vivió así porque esperaba una ciudad de sólidos cimientas, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Heb. 11, 8-10). Ejercicio: 1.- ¿Qué esperas tú al final de los tiempos y por qué? 2.- ¿Qué estas haciendo para aguardar la segunda venido de Cristo? Y ¿Qué haces para animar a los demás a tener una esperanza activa? 3.- Si hoy viniera Cristo: ¿Qué encontraría de positivo y negativo en nuestra sociedad? Y ¿Qué consideras es necesario hacer y cambiar para que nos lleve con Él? “La parábola de las vírgenes prudentes y la preparación para la llegada del Reino” Decimoctavo Tema 1.- Pasos a realizar en la reunión: Leer con atención el texto de Mateo 25, 1-13. ¿De qué tratan los versículos anteriores? Y ¿Qué texto está Lectura después? ¿Quiénes son los personajes? y ¿En qué consistió ser joven necio o prudente? ¿A qué hora llega el esposo? Y ¿Por qué unas vírgenes quedaron fuera? ¿Cuál consideras que es el mensaje de la parábola? ¿Qué te dice la parábola? ¿Crees que estamos preparados para recibir y anunciar el Reino? ¿A cuál de las jóvenes nos parecemos: a las necias o prudentes? Meditación ¿Tomamos provisiones o hacemos lo mínimo? ¿Qué nos caracteriza la prontitud o la lentitud? Ilustra con una experiencia actual el mensaje de la parábola. Compromiso ¿A dónde te lleva la parábola? Establece un compromiso que te lleve a hacer vida su mensaje. Dialoga con Dios el mensaje de la parábola. Oración Preparen una oración de acuerdo a lo que la parábola haya despertado en ustedes. 44 2.- Pistas para interpretar la parábola (Son elementos para apoyar el trabajo del tema). 2.1.- El contexto: El cortejo de los novios. Puede ayudarnos a comprender el texto si echamos una mirada a la manera como celebraban los matrimonios entre los judíos del tiempo de Jesús: Las familias de los futuros esposos tenían que ponerse de acuerdo sobre la dote. Una vez hecho esto, se decidía la fecha de la boda. Entonces empezaban los preparativos. Antes del banquete había que afinar las últimas cuestiones de la dote, por lo que el esposo iba con su familia a buscar a su casa a la futura esposa. Se organizaba un cortejo que acompañaba a los esposos a la sala del banquete en la casa del esposo, casi siempre. Se dice que en el oriente no había horario preciso para la ceremonia. Los preparativos del banquete y del mismo cortejo podían prolongarse durante mucho tiempo, de modo que nadie sabía exactamente cuándo podía empezar la fiesta. El banquete, duraba, en general, una semana (Cf. Gn. 29, 27-29; Jue 14, 12-17). 2.2.- Los invitados a las bodas judías del tiempo de Jesús. Por razones sociales era obligatorio invitar a los miembros de las dos familias, amigos, los amigos de los amigos, y a casi todo el pueblo. Cuando los esposos habían entrado con los invitados se cerraba la puerta con la finalidad de impedir que bandidos se mezclaran entre los invitados. 2.3.- Jesús instruye a sus discípulos. La parábola de las diez vírgenes se encuentra solo en Mateo. Esta es parte de las enseñanzas que tienen que ver con el fin de los tiempos y que Jesús dirige a sus discípulos en privado (Cf. Mt. 24, 3). 2.4.- La importancia de estar preparados. La parábola de las diez jóvenes insiste en la importancia de estar preparados. Los detalles ponen de manifiesto lo inesperado de la llegada (media noche) y la importancia del asunto La diferencia de unas jóvenes con otras no es si duermen o no, sino la responsabilidad de preparar el aceite necesario para abastecer sus lámparas y poder así acompañar al esposo. Se trata de un aceite que no es posible compartir, porque la cuestión es reconocer al esposo. La parábola ofrece un llamado a los discípulos de Jesús a vivir un amor personal y lograr un trato íntimo con el Señor que permita reconocerlo. Esta preparación no se puede improvisar. 2.5.- Las vírgenes previsoras. Las vírgenes sensatas previeron lo que podía suceder. Se plantearon preguntas, imaginaron lo que podía suceder, se preocuparon por hacer frente a las eventualidades. En otras palabras, su pensamiento estaba centrado en la idea de participar en las bodas y no repararon ni en energía ni en previsiones para estar a la altura de su tarea. De este modo, participaban ya en las bodas desde el comienzo. 2.6.- Las vírgenes necias se preocuparon de lo mínimo. Las vírgenes necias, por el contrario, no pusieron la expectativa del esposo como su idea central. Solo cumplieron con su deber y un poco más. Aseguraron el mínimo, 45 tranquilizaron su conciencia y no pensaron en nada más, algo parecido a lo que ocurrió con la parábola de los talentos. Ejercicio: 1.- ¿En qué descubres que para el servicio del Reino procuras hacer lo mínimo? 2.- ¿Qué lección sacas de ésta parábola y qué te propones hacer en bien del grupo? 3.- ¿Qué sugieres hagamos entre todos para proceder como las vírgenes sensatas? “Construir el Reino en el mundo” Tema Diecinueve 1.- Trabajar por el Reino significa transformar la realidad. Con la llegada del Reino, se comenzó a experimentar la salvación mediante el perdón obtenido, la transformación de las relaciones en el amor, la liberación del pecado y de la enfermedad, la paz… Jesús nos llamó a convertirnos y creer en el Evangelio (Cf. Mc. 1, 15); su voz sigue resonando en los cristianos y es una invitación constante a transformar la realidad de acuerdo a los valores del Reino. El Reino que Jesús vino a instaurar posee una dimensión histórica, personal, estructural y social; y por tanto afecta a toda la realidad. 2.- El anuncio del Reino abarca al hombre íntegro. Jesús es el Reino de Dios ofrecido a todos los hombres; su obra hizo evidente la grandeza del ser humano: “Dios nos eligió para que fuéramos sus hijos, con el mismo origen y destino, con la misma dignidad, con los mismos derechos y deberes vividos en el mandamiento supremo del amor” (DA 382). Porque Dios nos eligió para que fuéramos sus hijos, el trabajo por el Reino nos impulsa a todas aquellas tareas dirigidas a dignificar al ser humano; abarca todos los ámbitos de la persona humana, a todas las personas, a todos los ambientes de convivencia y a todos los pueblos (Cf. DA 380). 3.- El Reino de Dios presente en el mundo. Es indudable que el Reino posee semillas verdaderas en el mundo actual. El Documento de Aparecida nos habla sobre las semillas evidentes de la presencia del Reino. “La vivencia personal y comunitaria de las bienaventuranzas, la evangelización de los pobres, el conocimiento y el cumplimiento de la voluntad del Padre, el martirio por la fe, el acceso a todos los bienes de la creación, el perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la riqueza de la pluralidad, y la lucha por no sucumbir a la tentación y no ser esclavos del mal” (DA 383). 46 Estas semillas habrán de ser promovidas como aquellas “perlas” valiosas que es necesario preservar. 4.- El Reino aun no ha llegado a todos los ámbitos. Además de encontrar muchos signos de la presencia del Reino de Dios en el mundo, también constatamos que existen realidades en donde nos topamos con el mal y el dolor, lo contrario del Reino. En los rostros de los nuevos excluidos contemplamos las necesidades y las acciones que tenemos como tareas a realizar. “Los migrantes, las víctimas de la violencia, los desplazados y refugiados, las víctimas del tráfico de personas y secuestros, los enfermos de VIH y de enfermedades endémicas, los adictos, los adultos mayores; los niños y niñas, víctimas de la prostitución; las mujeres maltratadas, víctimas de la exclusión y del tráfico para la explotación sexual; las personas con capacidades diferentes, los grupos de desempleados (as), los excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle y en las grades urbes, los indígenas y afroamericanos, los campesinos sin tierra y los mineros” (DA 402). El trabajo por el Reino nos pide la denuncia de todas las realidades en las que rigen los antivalores. 5.- El amor se demuestra en las obras. Jesús mostró el Reino con hechos, signos y palabras. El amor se evidencia más en las obras que en las palabras: “Un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada para comer, y uno de ustedes le dice ’Váyanse en paz, abríguense y coman’ pero no le da lo necesario para su cuerpo, ¿de qué le sirve? Así también la fe: si no tiene obras, está completamente muerta” (Stgo. 2, 15-16). La presencia del Reino será creíble cuando los cristianos aprendamos a traducir el amor a Dios y al prójimo en obras concretas (Cf. DA 386). Si el anuncio del Reino no nos transforma y nos mueve a actuar, se quedará en mera teoría. Un signo elocuente de la presencia del Reino en América Latina será la existencia de una Iglesia signo de amor, de solidaridad y de justicia para los más necesitados. 6.- El Reino exige promover estructuras justas. Jesús siempre tuvo gestos de misericordia con los desprotegidos. Por eso, el Reino nos mueve a trabajar por la promoción concreta de estructuras más justas (Cf. DA 384). No basta con ser “buen cristiano”, con recibir los sacramentos y estas en paz con Dios y los amigos. El Reino es exigente, nos pide fijarnos en aquellos que hoy están siendo vulnerados. En nuestros pueblos hay mucha gente que vive sin tener acceso a lo justo; por ello, nuestro trabajo por el Reino va más allá de dar limosnas y despensas, Se requiere que las obras de misericordia estén acompañadas de una verdadera justicia social (Cf. DA 385). La misericordia del Reino nos impulsa a trabajar con esmero por un mundo más equitativo donde haya oportunidad para todos. Un cristiano despreocupado de la justicia no ha entendido el mensaje del Reino. 7.- Luchar para que cada persona viva con dignidad como ser humano. 47 En la actualidad hay muchas cosas que se colocan por encima de la dignidad de la persona humana; los ídoilos de poder, la riqueza y el placer. En el Dios vivo revelado por Jesús, se encuentra el sentido, la fecundidad y la dignidad de la vida humana. Por tanto, nuestra fidelidad al Evangelio exige que todo cristiano proclame la verdad sobre el hombre y la dignidad de toda persona humana (Cf. DA 390). Una de las tareas del Reino consiste en contribuir para que cada persona pueda vivir de acuerdo a la dignidad que Dios le dio, que pueda experimentar la vida plena y feliz que Jesús trajo consigo (Cf. DA 389). 8.- Convertirse al Evangelio es ser solidarios con los pobres. En América Latina, muchos hermanos nuestros viven en una situación de desigualdad económica intolerable: carencia de servicios de salud y de agua potable, escasas posibilidades de trabajo y de estudio, destruición…, lo cual es un escándalo que va en contra de los valores del Evangelio. Convertirse es poner en práctica la solidaridad con los pobres y excluidos mediante opciones y gestos visibles, No es cristiano permanecer indiferente. 9.- Ver, en el rostro sufriente, el rostro de Cristo. La opción preferencial por los pobres es la opción radical de Jesucristo. “Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo” (DA 393). En el rostro sufriente de nuestros hermanos pobres y excluidos, contemplamos el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos. Compartir la preocupación por el Reino es dedicar tiempo a los pobres, escucharlos con interés, acompañarlos en momentos difíciles, ser sus amigos y comprometerse a buscar desde ellos, con ellos y para ellos la transformación de su situación (Cf. DA 392-398). 10.- Sumar esfuerzos para construir el Reino. Trabajar por el Reino dará más frutos su coordinamos esfuerzos. Esto puede ser realizado desde ámbitos distintos: Desde la Iglesia, a través de los planes pastorales coordinando los esfuerzos entre laicos, religiosas y sacerdotes. Desde la unidad con los cristianos no católicos. Con ellos podemos trabajar de modo coordinado sabiendo que nos une la fe en Jesucristo y los valores del Reino. Desde la sociedad, colaborando con otros ciudadanos –cristianos o no- en la erradicación de la pobreza. Ejercicio: 1.- ¿Cómo contribuyes de modo concreta al Reino desde tus quehaceres cotidianos? 2.- ¿Qué situaciones de pobreza ves que más se oponen al Reino de Dios en tu barrio? 3.- ¿Qué puedes hacer con los de tu grupo, para remediar esos males y florezca el Reino? 48 “Anunciar a Jesucristo hoy, compromiso por el Reino” Tema Veinte 1.- Jesucristo, propuesta de salvación para toda la humanidad. Jesús, el Reino en persona, se presentó ante nosotros como la luz verdadera, el camino, la verdad y la vida (Cf. Jn. 1, 9; 14, 6). El es el Hijo de Dios hecho hombre (Cf. Jn. 1, 14). La imagen perfecta del Padre (Cf. Heb. 1, 3), que nos salvó con su muerte y resurrección. Jesús es el único salvador del la humanidad. “Nadie más que él puede salvarnos, pues solo a través de él nos concede Dios a los hombres la salvación sobre la tierra” (Hech. 4, 12). Jesucristo ofreció la salvación a todos los hombres sin exclusión. Dicha salvación es una invitación a vivir liberados en el amor. 2.- Creemos y anunciamos la buena noticia de Dios. Los cristianos creemos que las palabras dichas por Jesús son espíritu y vida (Cf. Jn. 6, 63): “Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios” (Jn. 6, 68-69). Jesús es esa buena noticia para todos los hombres (Cf. Mc. 1, 1). Sus palabras nos han hecho experimentar una vida nueva y nos han movido a anunciarlas: “La Iglesia no puede dejar de proclamar que Jesús vino a revelar el rostro de Dios mediante la cruz y la resurrección, la salvación para todos los hombres” (RMi 11). Anunciar la buena noticia es llevar a las personas a la comunión con Dios. 3.- Anunciar a Jesucristo es más que una opción. La Iglesia entera ha sido enviada por Jesucristo a hacer discípulos, a extender el Reino (Cf. Mt. 28, 19-20). Anunciar el Reino es evangelizar. La tarea de evangelizar en un mandato para la Iglesia. Ella nace siendo anunciadora del Evangelio. Los cristianos estamos llamados a consagrar la propia vida en este anuncio: (EN 5). 4.- Para anunciar el Reino es preciso renovar nuestros métodos. Los misioneros y catequistas constatamos que casa vez es más difícil que las personas estén abiertas al anuncio del Evangelio. El anuncio del Reino requiere salir al mundo: ¡Vayan! Vayan a buscar a los hombres de hoy, a llegar hasta donde se encuentran. Demanda poner en práctica nuestros talentos humanos, buscar métodos dinámicos y flexibles: “Los nuevos tiempos exigen que el mensaje cristiano llegue al hombre de hoy mediante nuevos métodos de apostolado, y que sea expresado en lenguaje y formas accesibles al hombre latinoamericano” (Santo Domingo 10). 5.- Encarnar el mensaje del Evangelio en la realidad. Los creyentes vivimos nuestra fe en ambientes sociales concretos, por lo que, para que el mensaje del Evangelio alcance a las personas se ha de considerar la situación en que viven, sus problemas y necesidades. En la actualidad, el ambiente social es complejo. La 49 globalización, la secularización, el relativismo, la creciente urbanización…son fenómenos que afectan. Comprender las realidades es tomar en serio la evangelización, con nuevos métodos, ardor y lenguajes como lo proclamó Juan Pablo II: una Nueva Evangelización. 6.- Anunciar el Reino requiere sensibilidad hacia la persona de hoy. El esfuerzo evangelizador de la Iglesia requiere que seamos sensibles a buscar la liberación integral, la práctica de la solidaridad, la adecuación del mensaje del Evangelio a la cultura, tomar en cuenta a los excluidos y llevar a las personas al encuentro con Jesucristo. Para estas acciones se necesitan cristianos comprometidos y con experiencias de vida en estas dimensiones para que puedan comunicar lo que han vivido (Esto lo sustentan las distintas Conferencias Latinoamericanas: Río de Janeiro 1955, Medellín 1968, Pueblo 1979, Santo Domingo 1992 y Aparecida 2007). 7.- Llevar a la persona al encuentro con Jesucristo. Ser cristiano no sólo es confesar una doctrina, es vivir el encuentro con Jesús. Si nosotros, evangelizadores, no nos hemos encontrado con Jesús, difícilmente motivaremos a otros hacia ese encuentro. Para propiciar que otros puedan hallar a Jesucristo, hay que ofrecer experiencias cálidas de relaciones humanas, incluso con personas a quienes consideramos diferentes; seguir la misma pedagogía de Jesús: brindar nuestra amistad, compartir, perdonar, abrirnos a la esperanza. 8.- Anunciar el Reino en la ciudad. La ciudad es el ambiente en que hemos de anunciar el Reino. Llevar el Reino de Dios a la ciudad presenta desafíos especiales: Conviven diversas culturas y se imponen nuevos lenguajes. Se da una religiosidad viva y a la vez un debilitamiento de la fe. Conviven personas de diferente categoría social y coexisten lo tradicional con lo moderno. Crecen sectores de personas excluidas: ancianos, madres solteras, niños de la calle, homosexuales, enfermos, indígenas, migrantes… 9.- Anunciar el Reino en la familia. La familia es un ambiente privilegiado para el cultivo de los valores: fraternidad, solidaridad, fe…para crecer y ser personas, para anunciar y vivir el Reino. Practicar los valores del Reino en familia favorece el logro de familias evangelizadas y evangelizadoras. Nuestra cultura propaga actitudes como el egoísmo, el placer, la violencia…que han contribuido a la destrucción de los valores familiares. Por ser la familia pilar de nuestros pueblos, requiere atención especial para que sus valores humanos y cristianos sean preservados. 10.- Anunciar el Reino en la cultura. El anuncio del Evangelio tendrá que valorar la cultura de las personas, es decir, inculturarse. 50 La evangelización de la cultura reclama una pastoral diferenciada en la que se muestre una actitud de encarnación, la capacidad de sentir con los demás, solidarizarse y hacerse uno con ellos, descubrir lo noble y bueno que hay en la vida de otras culturas para engrandecer y proyectarlos en su crecimiento hacia Cristo. 11.- Contagiar nuestra pasión por el Reino. El Reino se extenderá en la medida en que nos contagiemos del fuego que ha encendido Jesús: “He venido a traer fuego a la tierra: y ¡cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc. 12, 49). Jesús ha encendido el fuego de la fe para nosotros y este fuego es una fuerza que, al tocarnos, nos impulsa a compartirlo y a esparcirlo. Los laicos están llamados a ser protagonistas del anuncio del Reino, para que con valentía y testimonio coherente contagien de esta pasión al mundo. Ejercicio: 1.- Has una lista de actividades que estas dispuesto/a a hacer de hoy en delante. 2.- ¿Qué tan dispuesto/a estas a formar un nuevo grupo, de comunidad, con personas alejadas de la Iglesia, para que les vayas evangelizando y contribuyan al Reino de Dios? 3.- ¿En qué acciones de pastoral social te vas a involucrar en tu parroquia, para promover ésta dimensión de la pastoral en más personas de tu parroquia? 4 de mayo de 2014. En el Tercer Congreso Misionero, de la Diócesis de Colima. “Cristo te ama y yo también” 51