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Aprendiendo a entender la tentación
Cuando escuchas la palabra “tentación”, ¿qué te viene a la mente? Chocolate, gastar
dinero de manera imprudente, maldecir, flirtear con alguien del trabajo, beber
demasiado alcohol, perder la calma…La lista continúa; a todos nos es familiar la
tentación. Seguramente recordamos momentos en los que escogimos sabiamente y
otros en los que no. Incluso esta misma mañana o durante esta semana. Tal vez
hubo ocasiones en las que nos hemos alegrado de haber tomado la decisión
correcta, y otras en las que cedimos a la tentación y eso trajo consecuencias
terribles.
En la escritura las palabras que se han traducido como “tentación” fueron también,
en otras ocasiones, traducidas como “prueba”. Los significados de estas palabras
están muy relacionados. Una tentación es una prueba que muestra lo que es más
importante para nosotros; muestra lo que gobierna nuestro corazón en ese
momento. La tentación es una situación en la que se nos incita a tomar una
decisión pecaminosa –es una oportunidad para entregarse a lo prohibido o
marcharse. En la escritura muchas veces vemos como una situación de tentación
sirvió como prueba para revelar el corazón de alguien y para purificar su carácter.
Encontramos un ejemplo en 1 Samuel 24: cuando el rey Saúl entra en una cueva
donde David y sus hombres se escondían, David fácilmente pudo haber matado al
rey Saúl –quien había pecado contra él porque tenía envidia– pero David escogió el
camino de la misericordia. Ese fue un paso más que lo preparó para ser rey.
También encontramos al joven José en Génesis 39: la esposa de su amo intentó
seducirlo, pero él huyó. Este acto de integridad aseguró que la mano de Dios
continuara sobre su vida y lo preparó para salvar a su pueblo y convertirse en la
segunda persona más poderosa en todo Egipto. En ambos casos las tentaciones
pudieron haber apartado a David y José de Dios, pero la obediencia usó la
oportunidad como un peldaño para acercarse a Dios.
Para un verdadero entendimiento de la tentación debemos ir a la Palabra de Dios.
Uno de los pasajes clave que habla sobre la tentación se encuentra en Santiago
1:13-15.
Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no
puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada
uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego,
cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido
consumado, da a luz la muerte.i
Solamente somos tentados por las cosas que deseamos: amor, dinero, poder, sexo,
libertad, fama, respeto, placer, pereza, control, drogas, alcohol, etc. Algunos
podrían ser tentados a gastar demasiado en las rebajas en bolsos del Corte Inglés.
Otros tal vez se sentirían tentados a comprar una herramienta en Leroy Merlín que
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en realidad no necesitan. Nuestras tentaciones son diferentes porque están
determinadas por nuestros deseos.
¿Es la cocaína una tentación? Eso depende de tus deseos; es una posibilidad si la
has consumido alguna vez. Si hay gente a tu alrededor que la consume y tú deseas
que te acepten probablemente seas tentado. Si quieres rebelarte o escapar del
mundo tal vez te sientas tentado. Pero para la mayoría de vosotros la cocaína no es
una tentación porque no la deseáis.
Eso es un ejemplo extremo, pero cualquier cosa que deseamos tiene el potencial de
convertirse en una tentación. Incluso como seguidores de Cristo tenemos deseos
que fácilmente se pueden convertir en fuentes de tentación que están a la espera
para separarnos de las cosas de Dios.
La tentación es una contienda de deseos: un momento en el que diferentes deseos
entran en conflicto. Lo que en ese momento sea más importante para nosotros
vencerá. Eso revela a quién le somos leales, expone lo que adoramos. Ya sea la
pornografía en internet, el cotilleo, la pereza, copiar en un examen, o controlar
nuestra ira, toda tentación es una prueba que revela nuestras lealtades.
“¡El diablo hizo que lo hiciera!” es una frase que probablemente habrás oído en el
pasado. Eso nunca será verdad: toda tentación tiene su origen en nuestros malos
deseos. Siempre seremos responsables de nuestras decisiones, aunque hay
momentos en los que Satanás definitivamente está involucrado.
Satanás nos tienta cuando somos más vulnerables. 1 Pedro 5:8 describe a Satanás
con las siguientes palabras, “Su enemigo el diablo ronda como león rugiente,
buscando a quién devorar.i” Génesis 3 describe a Satanás como “astuto”.
Encontramos ejemplos en el jardín del Edén en Génesis 3, cuando Adán y Eva
pecaron por primera vez. También vemos la tentación de Satanás en Juan 13:2
cuando la codicia1 de Judas lo hizo susceptible a la tentación de traicionar a Jesús.
Encontramos otro ejemplo de cómo trabaja Satanás en Lucas 8:11-15 cuando no
deja que las semillas del evangelio lleven fruto en las vidas de las personas. Satanás
también usa a personas para seducirnos (cfr. Proverbios 1:10) y tergiversa la
escritura para esconder las verdades de Dios (cfr. Génesis 3:1).
La tentación brota de nuestros malos deseos; a medida que nuestros malos deseos
se debilitan, el poder de la tentación también. Los deseos salen del corazón y
solamente Dios puede cambiar el corazón. Por tanto si queremos ser libres de la
tentación debemos volvernos hacia Jesús. A medida que nos sometemos más a Dios
y resistimos al diablo (cfr. Santiago 4: 7-8) veremos a Jesucristo convertirse en
nuestro deleite y a nuestros demás deseos ocupar sus respectivos lugares; algunos
deseos incluso desaparecerán.
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Cfr. Juan 12: 4-6
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Toda situación de tentación se convierte en una oportunidad para ser probados y
ver de qué carecemos. También es una oportunidad para afirmar el valor que Dios
tiene; es un momento de adoración. Es una oportunidad para reafirmarnos y
mostrar al mundo que Dios es mejor que cualquier cosa que el mundo pueda
ofrecer.
En nuestra vida humana la tentación nuca será erradicada por completo. Siempre
será parte de nuestra vida, pero a medida que nos sometemos a Cristo y
maduramos en la fe nuestro deseo por Cristo empequeñecerá los demás deseos y
nos llevará a ser más y más como Cristo. La batalla no cesará hasta que entremos
en el cielo, pero sí que hay maneras en las que podemos jugar con ventaja en
nuestras luchas con la tentación.
La mitología griega cuenta la historia de Aquiles, uno de los guerreros que
participó en la guerra de Troya. La madre de Aquiles había intentado hacerlo
invulnerable sumergiéndolo en el Río Estigia. Al sumergirlo lo había sujetado por
uno de sus talones, haciendo que el resto de su cuerpo fuera invulnerable excepto
ese talón. La historia cuenta como al final Aquiles fue herido de muerte al ser
alcanzado por una flecha en el talón.
Esta semana, ¿le pedirás a Dios que revele cuáles son tus “talones de Aquiles”? ¿En
qué áreas de tu vida eres más vulnerable al pecado? Durante esta semana piensa
en los deseos y tentaciones con las que luchas. Empieza a entregarlos a Dios;
reconoce y entrega.
Hebreos 4:14-16
Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote
que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos. Porque no tenemos
un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que
ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado. Así que
acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar
la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos. i
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Nueva Versión Internacional (NVI) Copyright © 1999 by Biblica
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