Delfos La Tradición Oracular (Autor desconocido) Zeus soltó dos

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Delfos
La Tradición Oracular
(Autor desconocido)
Zeus soltó dos águilas desde los extremos
de la tierra y ambas se cruzaron en Delfos,
señalando el centro del mundo. Otra
leyenda afirmaba que su hijo Apolo mató
en el lugar a una monstruosa serpiente
llamada Pitón. En todo caso, emplazado en
un agreste paraje del golfo de Corinto, en la
Grecia central, Delfos muestra las ruinas
del que en su día fue el oráculo más famoso
del mundo. A 600 metros de altura respecto al nivel del mar, el lugar
estuvo consagrado inicialmente a la diosa de la tierra, Gea.
Emplazado en un agreste paraje del golfo de Corinto, en la Grecia central,
Delfos muestra las ruinas del que en su día fue el oráculo más famoso del
mundo. A 600 metros de altura respecto al nivel del mar, el lugar estuvo
consagrado inicialmente a la diosa de la tierra, Gea.
Zeus soltó dos águilas desde los extremos de la tierra y ambas se cruzaron
en Delfos, señalando el centro del mundo. Allí fue situada una piedra
conocida como el onfalos ("el ombligo"). Otra leyenda afirma que su hijo
Apolo mató en el lugar a una monstruosa serpiente llamada Pitón y asentó
su oráculo en el lugar que ocupaba el de Gea, utilizando a una sacerdotisa
llamada Pitonisa, como médium para responder a los visitantes.
En un principio la pitonisa era una joven sacerdotisa virgen, pero cuando
una de ellas fue raptada y violada se decidió utilizar a mujeres de más de
cincuenta años. Llegaron a ser necesarias tres, que se turnaban para
responder las preguntas. Existen dos explicaciones para explicar el
funcionamiento del oráculo. Una afirma que la pitonisa entraba en trance
masticando hojas de laurel. Otra,
la más aceptada, que se reclinaba
sobre un trípode colgado en el
abismo de una grieta sagrada de la
que emanaban vapores tóxicos.
Por influencia suya emitía sonidos
y palabras incoherentes que los
sacerdotes interpretaban como
respuestas de Apolo.
Peregrinos de toda Grecia e
incluso extranjeros se acercaban al oráculo caminando desde Atenas o en
barco hasta el puerto llamado Itea en la actualidad. Llegados al magnífico
templo de Apolo ascendiendo el Monte Parnaso por la Via Sacra, se
purificaban en las aguas de la fuente de Castalia. Entonces salpicaban una
cabra con agua fría y si temblaba con todo el cuerpo era sacrificada y el
peregrino autorizado a hacer su pregunta. Luego pagaba su tarifa y
esperaba a ser atendido. La pitonisa recibía la pregunta escrita en una
tablilla y entraba en trance para responderla. Un sacerdote interpretaba los
balbuceos y la escribía en verso entregándosela al peregrino.
Las respuestas solían ser más consejos que verdaderas predicciones, y eran
tan famosas por su ambigüedad como por sus aciertos, que no sólo elevaron
a Delfos a la consideración del oráculo más fiable, sino que lo hicieron
mantenerse en este lugar durante varios cientos de años.
El espartano Phalantos consultó al oráculo sobre la expedición
colonizadora de Italia que iba a comenzar, y recibió como respuesta que
tomaría Tarento tan pronto como sintiera caer la lluvia de un cielo claro. El
conquistador comprendió el oráculo cuando sintió en su cuello las lágrimas
de su mujer Aithra (que significa "cielo claro"). A Nerón le advirtió que
desconfiara del año 73, pero no se refería a su propia edad sino a la de
Galba, sucesor suyo, que por entonces tenía esa edad.
Pero no todo eran imprecisiones. El escéptico Creso, rey de Lidia, quiso
asegurarse de la fiabilidad del oráculo antes de confiar en él, y así envió
emisarios a varios oráculos para preguntarles en el mismo momento qué
estaba haciendo el rey. Sólo Delfos acertó en la respuesta: hirviendo una
tortuga y un cordero en un caldero de cobre. Creso recompensó al oráculo
con valiosos regalos y se atrevió a una pregunta crucial: ¿qué sucedería si
atacaba a los persas? La respuesta fue que destruiría un gran imperio. Pero
ese imperio fue el de Creso.
Independizado en el 589 a.C. se vio afectado por las rivalidades entre las
grandes ciudades y por dos guerras santas que sirvieron para saquearlo. La
politización del oráculo, que protagonizó su actividad en los últimos siglos
antes de nuestra era, le restó credibilidad y comenzó su decadencia. En el
siglo II a.C. fue conquistado por Roma, y Nerón saqueó en torno al 60 d.C.
más de 500 estatuas del oráculo. También Sila y los emperadores cristianos
contribuyeron con sus expolios a acelerar el ocaso del lugar.
Fue oficialmente clausurado por
Teodosio hacia 385, pero algunos
años antes el propio oráculo había
dejado clara su situación ante una
consulta del emperador Juliano: "Dile al rey esto: el templo glorioso ha
caído en ruinas; Apolo ya no tiene techo sobre su cabeza; las hojas de los
laureles están silenciosas, las fuentes y arroyos proféticos están muertos."
Las excavaciones arqueológicas de Delfos comenzaron en 1893 bajo la
dirección de Théophile Homolle, jefe de la Escuela Francesa de
Arqueología de Atenas. Para poder comenzar los trabajos, fue necesario
realojar en otro lugar a los pobladores de la zona.
La Via Sacra ascendía con sus revueltas por el monte Parnaso hasta
alcanzar el magnífico santuario de Apolo. Había un teatro de mármol
blanco, un estadio con 7000 plazas, un gimnasio, y una serie de pequeños
templos llamados tesoros (ver foto) y edificados para albergar las ofrendas
con que los diferentes estados agradecían a Apolo las predicciones
obtenidas.
Entre todos ellos destaca el de los
atenienses, cubierto de
inscripciones con la gloria de
Atenas y agradecimientos de sus
pobladores al oráculo. Fue
construido poco después de la
victoria contra los persas en la
batalla de Maratón (490 a.C.) y
reconstruido pieza a pieza a
principios de nuestro siglo.
Del templo de Apolo (ver foto) apenas se conservan algunas columnas. Fue
reconstruido en 546 y 373 a.C. tras haber sido destruido por un incendio y
un terremoto. En su interior operaba la pitonisa, aunque no se sabe
exactamente dónde, y no se ha encontrado la famosa grieta de la que
provenían los vapores sagrados.
Detrás del santuario hay una vertiginosa pendiente que desciende hasta el
barranco de Pleistos. El valle está cubierto por el que se afirma que es el
mayor olivar del mundo y se prolonga hasta el mismo golfo de Corinto. El
edificio más bello de Delfos se denomina Thólos (ver foto) y es una
rotonda de columnas del siglo IV cuya su finalidad aún no ha sido aclarada.
Forma parte del santuario de Atenea, construido en el siglo VI y que tiene
también dos tesoros y un templo del siglo IV.
El estadio es el mejor conservado
de Grecia y en él se celebraban los
juegos píticos. Originalmente eran
un concurso musical que se
celebraba cada ocho años pero a
partir del 582 a.C. se festejaron
cada cuatro años y comprendían
certámenes poéticos y dramáticos,
así como carreras y ejercicios
atléticos.
Al ganarlos en el 475 a.C., el príncipe siciliano Polyzelos ofrendó el
famoso auriga de Delfos, una estatua de bronce de tamaño natural que se
encontraba en un carro arrastrado por caballos y que fue exhumada en
1896.
Actualmente se conserva en el museo junto con otras piezas de gran interés
y valor, como la esfinge de Naxos, los mellizos de Argos, el tolo de
Marmaria, las esculturas de los tesoros y una copia romana del ónfalo o
piedra que señalaba en Delfos el ombligo del mundo.
LA TRADICION ORACULAR *
El culto de Apolo incluyó el establecimiento de sitios para la profecía por
medio de los cuales los dioses podían comunicar a los hombre los sucesos
futuros a aquellos que fueran merecedores de ayuda. Las primeras
referencias de la historia griega abundan en menciones de rocas y árboles
parlantes, ríos, bosques, estatuas y cuevas en los cuales moran ninfas,
dríades y daimones que formulan oráculos.
Los oráculos más famosos de la antigüedad griega fueron los de Delfos,
Dodona, Trofonio y Latona, siendo los robles parlantes de Dodona los más
antiguos. También los hubo en Claros y Didyma en Grecia; en el oasis de
Siwa en Libia; en Buto, Egipto; en Sardis, Asia y en otras numerosas
ubicaciones en el mundo antiguo. Si bien es imposible determinar la
génesis de las profecías oraculares, es sabido que muchas de las cuevas y
fisuras utilizadas en los oráculos griegos ya eran consideradas sagradas
mucho antes del nacimiento de la cultura griega.
El oráculo de Apolo en Delfos subsiste como uno de los misterios
irresueltos de los antiguos. Wilder señala que delfos significa vientre, que
habría sido elegido por la forma de su caverna y la abertura que lleva a las
profundidades de la tierra. El nombre original del oráculo fué Pitón, así
llamado por ser la morada de la gran serpiente de ese nombre, fabulosa
criatura surgida del limo dejado por el diluvio que destruyó a todos los
seres humanos excepto Deucalión y Pirra. Apolo, después de escalar el
monte Parnaso, arrojó la serpiente después de un prolongado combate,
cayendo su cuerpo en la fisura del oráculo. A partir de ese momento, el
Dios Sol, llamado Apolo Pítico, emitió sus oráculos desde aquella abertura.
El compartió con Dionisos el honor de ser el dios patrono de Delfos.
Después de ser vencida por Apolo, el espíritu de Pitón permaneció en
Delfos como representativo de su conquistador, y fué con ayuda de sus
efluvios que las sacerdotisas estaban posibilitadas de entrar en contacto con
el dios.
El nombre de Pitonisa o Pitia dado a la hierofante del oráculo significa
literalmente aquella que ha sido llevada al frenesí religioso por la
inhalación de vapores provenientes de materia en descomposición, en este
caso se suponía del cuerpo de la Pitón. Es de notar que los griegos
consideraban al oráculo de Delfos como el ombligo de la tierra,
considerando a ésta como un inmenso ser vivo. La conexión entre el
principio de la revelación oracular y el oculto significado del ombligo es un
importante secreto perteneciente a los antiguos misterios.
La historia del descubrimiento original del oráculo es la siguiente: unos
pastores que conducían su rebaño en las laderas del monte Parnaso
quedaron sorprendidos por las actitudes de unas cabras que se encontraban
cerca de un gran abismo. Estos animales efectuaban una especie de danza y
emitían extraños quejidos como nunca antes habían escuchado. Uno de los
pastores se acercó a la abertura de la que se desprendían fuertes vapores.
Inmediatamente quedó inmerso en un éxtasis profético, comenzó a danzar y
cantar para luego predecir eventos futuros. Otros se acercaron con igual
resultado. La fama del lugar se fué esparciendo, y muchos se acercaron
para saber acerca del futuro por medio de la inhalación de sus vapores,
mientras eran llevados al borde del delirio. Algunos de los llegados, se
descontrolaban arrojándose a las profundidades del abismo. Para prevenir
el peligro fué construido un cerco alrededor y nombrado un profeta para
actuar de mediador entre el oráculo y aquellos que se acercaban a
consultarlo. Más tarde, fué colocado sobre la fisura un trípode de oro,
ornamentado con la figura de Apolo bajo la forma de Pitón, sobre el que
fué colocado un asiento seguro.
Por muchas centurias desde sus orígenes, damas vírgenes fueron
consagradas al servicio del oráculo. Fueron llamadas la Febades o Pitias,
constituyendo la famosa orden. Tres días antes del momento elegido para
recibir la comunicación de Apolo, las sacerdotisas comenzaban la
ceremonia de purificación. Se bañaban en el pozo de Castalia, ayunaban,
bebían solo de la fuente de Cassotis, y antes de subirse al trípode mascaba
unas hojas de laurel. Se ha dicho que el agua contenía sustancias que
producían visiones alteradas, o que los sacerdotes de Delfos producían
gases intoxicantes que conducían hacia la fisura. Ninguna de estas teorías
ha sido probada, ni tampoco explica la exactitud de las predicciones.
Cuando la joven profetisa había completado el proceso de purificación era
conducida hacia el trípode. A medida que inhalaba los vapores se
transformaba como si un espíritu diferente ocupara su cuerpo. Ella luchaba,
tiraba de sus vestiduras y gritaba. Luego de calmarse y adoptar una postura
majestuosa, con los ojos fijos pronunciaba las palabras proféticas. Las
predicciones eran en la forma de versos en hexámetro, pero las palabras
eran frecuentemente ambiguas y algunas veces ininteligibles. Cada sonido
emitido, cada movimiento de su cuerpo, era registrado por los cinco Hosii,
hombres santos, que hacían de escribas para registrar todos los detalles de
la adivinación. Los Hosii eran designados de por vida y seleccionados de
los descendientes directos de Deucalión.
Luego de la deliberación del oráculo, la Pitonisa volvía al trance luego de
lo cual el espíritu la dejaba en libertad. Jámblico en su disertación acerca de
Los Misterios describe como el espíritu del oráculo, un daimon o aún
Apolo mismo, tomaba control de la Pitonisa y se manifestaba a través de
ella: " Mas la profetisa de Delfos, ya sea que diese oráculos a la humanidad
a través de un ardiente espíritu, irrumpiendo desde la boca de la caverna; o
bien estando sentada en el adytum en un trípode de bronce o en una
banqueta con cuatro pies, ella deviene santa para el Dios; en todo caso, ella
se entrega enteramente al espíritu divino y es iluminada con un rayo del
fuego divino. Entonces El se hace presente y la ilumina, diferenciándola de
toda otra cosa presente".
Entre las celebridades que visitaron el oráculo de Delfos estuvo el inmortal
Apolonio de Tyana y su discípulo Damis, quién consultando al oráculo si
su nombre sería recordado por futuras generaciones recibió una
contestación afirmativa, aunque aclarando que siempre sería calumniado,
como la historia lo confirmaría.
Los relatos referidos a la consulta al oráculo de Delfos nos describen el
evento: a medida que el espíritu que habita los vapores que salían de la
fisura penetraban el cuerpo de la sacerdotisa, el trípode vibraba bajo la
acción de los fuertes bocanadas que recibía. Se oían potentes tañidos que
resonaban por el eco de la caverna. El estruendo aumentaba a medida que
el control del espíritu sobre la sacerdotisa se hacía más completo, y los
crujidos y traqueteos no tenían fin hasta que el espíritu cesaba su control
sobre la Pitia.
Los tres pies del trípode simbolizarían los tres períodos de tiempo
controlados por Apolo, pasado, presente y futuro. El espacio determinado
por el trípode forma el tetraedro, el cuerpo sagrado de los pitagóricos con la
profetisa sentada sobre su ápice (vértice superior) y así como la sacerdotisa
es sostenida sobre el abismo soportada por las tres patas, de igual forma la
naturaleza espiritual del hombre es sostenida por tres hilos dorados de su
naturaleza divina.
La necesidad de la comunicación oracular
Si bien la pitonisa de Delfos emitió su última proclamación hace ya 1500
años, nunca se ha permitido que su voz se desvaneciera de la memoria. Los
historiadores desde tiempos de Herodoto han deliberado acerca de sus
palabras, métodos y misterio. Cada gastada piedra y cada inscripción rota
del templo han sido examinadas cientos de veces bajo la esperanza de
nuevos descubrimientos en una de las maravillas de la antigüedad. La
pitonisa misma, entronizada en su trípode, con los ojos cerrados en trance
extático, ha continuado inspirando a poetas, artistas y narradores a través de
generaciones.
Preguntándonos cuál es la base de nuestra fascinación por el oráculo de
Delfos, la respuesta más común es que los seres humanos siempre se
preguntaron acerca de su futuro, investigando en todas las posibles fuentes
para la precognición. Esta explicación tiene varias falencias.
Si el estudio del oráculo de Delfos hubiera sido motivado únicamente por
el hecho de tener una vislumbre del futuro de la humanidad los eruditos lo
habrían abandonado hace tiempo. La pitonisa, a diferencia de las
legendarias sibilas, mostraban poco interés en la previsión de eventos
globales o la profecía de épocas futuras. Sus pronunciamientos nunca
excedieron el marco de su propio orden cultural. Las respuestas de Delfos
que han llegado hasta nosotros a través de la leyenda reflejan las
preocupaciones de una era de contiendas, enfocándose a veces en las
actividades guerreras de facciones locales, la colonización de territorios
extranjeros, y los vaivenes de las fortunas personales.
Sabemos por Herodoto, por ej., que el oráculo denegó la inquietud de
Laconia por la conquista del territorio de Arcadia pero sugirió la
destrucción de la vecina Tegea en cambio. Creso, el regente de Lidia, fué
advertido que su campaña militar contra Persia destruiría un poderoso
imperio- el imperio que cayó fué justamente el suyo. Si bien interesantes
desde el punto de vista histórico, pronunciamientos de este tipo ofrecen
poca inspiración para los lectores actuales.
Además el interés por las respuestas oraculares se ve adicionalmente
disminuido al saber que sólo una reducida fracción de ellos es auténtica. De
los 535 oráculos analizados por el clasicista Joseph Fontenrose, solo 75
fueron juzgados históricos. Respuestas históricas son aquellas que fueron
registradas al tiempo que fueron dadas, frecuentemente en placas de estaño,
o fueron atestiguadas por un escritor viviente al tiempo de los sucesos.
Fontenrose determinó que muchos de los oráculos estaban basados en
historias de pasadas edades, interpolados con el folklore, o realizados con
propósitos literarios. La práctica de fabricar profecías después de los
hechos o de reubicar los oráculos a lugares más convenientes en el registro
histórico fué común entre los cronistas antiguos. Su intento no fué el de
decepcionar, sino el de expresar el subyacente significado divino de los
eventos señalados.
Convencidos que los pronunciamientos de Delfos no pueden arrojar mucha
luz sobre la cultura contemporánea, se podría decir que la pitonisa
satisfacía los anhelos de sus devotos de conocer el futuro, y que este solo
hecho justifica su estudio. Mas este razonamiento estaba basado en un
error. Fontenrose encontró que solo dos de las 75 respuestas históricas
ofrecía claras predicciones del futuro. Aún en los oráculos legendarios, las
predicciones no son comunes, ocurriendo solo en el 20% de los casos.
No puede sorprender entonces que los peregrinos a Delfos no se alinearan a
sus puertas para rogar por una vislumbre de sus futuros. Mas aún, muchos
personajes del mundo clásico hubieran considerado impía la búsqueda de
un conocimiento previo de los eventos. Ellos creían que la humanidad tiene
su ser dentro de la matriz del Ser Divino, y que los destinos personales no
son totalmente nuestros como para pretender determinarlos y controlarlos.
Desde su punto de vista la correcta acción espiritual es la de alinearse uno
mismo con el gran destino y promover sus intenciones a través de la recta
acción. Así se serviría tanto a los propósitos divinos como a los personales.
El oráculo ofrecía una fuente de revelación y guía para el conocimiento de
la voluntad de los Grandes Realizadores, los Dioses.
La unión con la Matriz de todo Ser
El arte adivinatorio está fundado sobre el principio de que la vida se
desarrolla dentro de una matriz unificada de existencia. Todos los
elementos de esa matriz están conectados unos con otros y con el todo. La
matriz y sus elementos no son mudos, sino que constantemente están
emitiendo señales acerca de su naturaleza, sus intenciones y sus relaciones.
La tarea del adivino es la de recibir e interpretar dichas señales con especial
claridad. Todo lo cual tiene estrecha relación con el símbolo. Plotino
mencionaba al respecto: "sabios son quienes en cada cosa saben leer otra".
Todos los miles de métodos de adivinación empleados a través de las
edades están basados en el principio de las correspondencias universales.
La posición de los cuerpos planetarios puede ser consultada para fijar una
fecha de boda porque el casamiento y los planetas se consideraban ligados
por relaciones interactivas. La forma de las columnas de humo que se
elevan de una ofrenda encendida por un suplicante podía señalar la
aprobación de un dios porque, en tan sublime momento, el suplicante, dios
y el humo se interrelacionaban para manifestar una condición de bendición.
Ningún elemento de la naturaleza era considerado sin valor para
convertirse en fuente de guía espiritual.
Para la mayoría de los hombres del mundo antiguo, la matriz que unía a
todos los seres era divina en su esencia. En todo el universo era percibida
su autoría, y su voz era escuchada hablando a través de árboles y pájaros,
peces y animales, cascadas y ríos. Los mismos seres humanos podían dar
mensajes oraculares debido a que la presencia divina podía encontrar
expresión a través de ellos.
Jámblico escribió un tratado que buscaba crear un marco filosófico para la
comprensión de las artes sagradas. El enfatizaba que los oráculos y las
adivinaciones son posibles debido a que la potencia universal que
interpenetra el universo desea comunicarse a través de toda la
manifestación. Por su propia naturaleza, esta fuerza impulsa y acrecienta
nuestra facultad de comprensión, haciendo posible una relación más
profunda con ella. Los individuos que tienen una tendencia más fuerte para
recibir y expresar tales comunicaciones están dotados para ser practicantes
de estas sagradas artes.
Muchos grandes filósofos del mundo antiguo consideraban a los oráculos
como sagrados. Sócrates confiaba en la guía de fuentes como el oráculo de
Delfos, los vuelos y cantos de los pájaros, el particular encuentro con
algunas personas, y la chance de escuchar algunas palabras estando junto a
una multitud. El también afirmaba recibir los consejos de una voz interior,
su daimon. Jenofonte decía que el filósofo muchas veces decía: "la
divinidad me ha dado un signo". Sócrates también daba consejos o
advertencias a sus seguidores, basado en la autoridad de su divina guía;
Jenofonte notó que aquellos que los seguían prosperaban, mientras que
quienes así no lo hacían luego se arrepentían.
Sócrates decía que los individuos nunca debían acercarse a los oráculos por
asuntos triviales ni con preguntas que ellos podían contestarse a sí mismos
después de un cuidadoso estudio. Solamente aquellos temas que se
encuentran ocultos a los mortales debían ser llevados a los dioses para su
iluminación. Y no hay falta de ellos, dado que los más profundos aspectos
de la vida están fuera del alcance de la razón.
Platón tenía a los santuarios oraculares en tan grande estima que los
constituyó en piezas centrales de sus ciudades ideales. En La República y
Las Leyes, el describió a los líderes consultando a los oráculos como guía
sobre donde establecer templos, venerar a las entidades divinas y promover
canales de comunicación entre los humanos y el mundo invisible. Para
Platón la realidad espiritual era de un orden superior, constituyendo el
fundamento de toda realidad material. De tal forma, la primera tarea de
toda comunidad era la de establecer las apropiadas relaciones con lo sacro.
Lo sagrado puede expresarse de muchas maneras : a través de la
inspiración del arte y la poesía, a través de las extáticas celebraciones de
los divinos misterios.
Practicadas en sus formas más elevadas, las artes oraculares otorgaron
valiosos fundamentos al mundo antiguo. Ellos ofrecieron guía, iluminaron
el pasado, confirieron sentido al presente, trazaron imágenes del futuro y
revelaron la interna coherencia de los eventos más dispares. Tal vez su
mayor contribución fué la de abrir un espacio de conexión con lo divino
que permitió a los hombres sentirse penetrados por el pneuma que
interpenetra la manifestación.
El mensaje perdurable de Delfos
En el año 362 el emperador romano Juliano envió un emisario a Delfos. Su
propósito fué el de ayudar a revivir el famoso oráculo, cuya llama estaba
prácticamente extinguida debido a la negligencia y el asalto. La leyenda
menciona que cuando el emisario preguntó que se podía hacer para
restaurar el santuario, recibió una sombría respuesta:
"Di al rey que la gran casa ha caído.
Apolo ya no tiene su morada, ni brotes de laurel sagrado;
Las fuentes están silenciosas, las voces están calladas".
Estas palabras fueron comunicadas como la proclamación final de las
sacerdotisas. Tres décadas después, el último templo de Apolo fué
saqueado y demolido por el emperador Arcadio. El altar de Delfos fué
destruido con particular cuidado. Prácticamente todas las estructuras
interiores del templo, incluyendo los altares, el adyton, y las estructuras del
culto, fueron reducidas a polvo.
Desde nuestra perspectiva actual, es de lamentar la pérdida de tan
importante santuario. Nos podemos preguntar como es que la pitonisa
misma encontraría sentido en el destino de Delfos. Si recordamos que en la
cosmología griega los ultérrimos creadores, preservadores y destructores
son los dioses, podemos suponer que dicha situación sería comprendida
filosóficamente. El oráculo podría recordarnos que las deidades son
capaces de cuidar sus santuarios cuando así lo quisieran, como evidencian
muchas leyendas. Cuando los persas atacaron Delfos durante la quinta
centuria, por ej., Apolo produjo no solo aluviones de rocas que cayeron
sobre el enemigo, sino que materializó un gigante espíritu guerrero que
aterrorizó a los invasores. Similares hechos podrían haberse empleado para
batir en retirada unas pocas tropas romanas 700 años más tarde. De aquí
que se puede concluir que los dioses permitieron o tal vez dirigieron la
destrucción de Delfos en ese particular momento histórico.
La imaginación debe guiarnos cuando no se dan oráculos, mas no es
dificultoso encontrar razones de porque los Dioses han permitido la caída
de Delfos. La lujosa habitación de los tesoros del templo, los crecientes
pagos que debían afrontar los peticionantes, los sangrientos sacrificios
animales, la cohorte de sacerdotes que caminaban alrededor sin mucho que
hacer entre ceremonias; tal vez los dioses se cansaron de tales formas y
convenciones. Hasta los símbolos del laurel y el trípode, la fuente de las
libaciones y el omphalos habían perdido su numinosidad hacia la cuarta
centuria.
En tiempos de Plutarco la sacerdotisa ideal era una que no sabía leer ni
escribir y que conocía muy poco del mundo más allá de su limitado ámbito.
Ella se hallaba confinada y sin contacto con extranjeros. Era probablemente
imposible obtener de tal persona un oráculo en hexámetro. Y aún si tenía la
gracia de pronunciarlo con arte lírico, su valor estaría perdido para sus
peticionantes, cuyas preguntas giraban alrededor del dinero, propiedades,
beneficios políticos, y todas aquellas cuestiones que Sócrates consideraba
indignas de atención por parte del oráculo. Los antiguos consideraban que
la verdadera adivinación ocurría cuando la divina presencia se conjugaba
con la receptividad humana. Seguramente las instituciones oraculares de la
antigüedad tardía no podían seguir alimentando la fuerza espiritual de
dioses y mortales.
Como indicio final del porqué los Hados pueden haber desmembrado su
santuario, podemos hacer referencia a sus orígenes mitológicos. El
santuario de Delfos pertenecía originalmente a Gea, la generadora
primordial y sustentadora de la vida, venerada por milenios. Delfos
permaneció como oráculo de la Tierra aún después que el Sol-Apolo la
reemplazó como patrono. El abrió una grieta en los misterios del mundo
subterráneo a través de los sueños y visiones. La inspiración Gea-mántica
era accesible a todo aquél que podía recibirla. Como vemos en la leyenda
del pastor de ovejas, la gente de todas las regiones eran envueltos por el
aliento divino que emanaba de la Tierra y los llenaba de interior exaltación.
Algunos peregrinos se convertían al sacerdocio. Otros retornaban al pueblo
para ser poetas o profetas. Mas entonces se tomó la decisión de restringir el
acceso universal a dicha experiencia, restringiéndola a sólo unos pocos
individuos, e imponiendo estrictas regulaciones. Tal vez los viejos
santuarios fueron destruidos para que los individuos pudieran redescubrir
su interna conexión a Gea en renovados lugares.
El mensaje perdurable de Delfos está inscripto en sus ruinas así como en su
leyenda. Los templos se elevan y caen, mas la consciencia oracular es
imperecedera. Los santuarios oraculares del mundo antiguo han servido de
fuente de sagrada canalización. Y si bien las antiguas vasijas están
quebradas hace tiempo ya, sus contenidos están presentes por siempre,
urgiéndonos a una respuesta, voz a voz, corazón a corazón.
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