HACIA UNA PEDAGOGÍA DEL CONFLICTO (1) Haciendo educativo el encuentro con nuestra condición humana (Borradores para deconstruirnos) Marco Raúl Mejía J. CINEP-Fe y Alegría “... Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos, de conocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra y maduro para el conflicto es un pueblo maduro para la paz.” Estanislao Zuleta En una sociedad como la colombiana, atravesada por múltiples conflictos algunos de los cuales hemos derivado en violencia, se hace urgente trabajar el conflicto no como un hecho no solamente político o psicológico o cultural, sino construirlo como una integralidad que pueda dar cuenta de las múltiples facetas y caras que él tiene y de la manera como hace presencia permanente en nuestras vidas y exige de nosotros un aprendizaje para enfrentarlo, resolverlo y darle vía a los nuevos conflictos que irán poco a poco construyendo nuestro devenir humano. Señalar la necesidad del aprendizaje de su manejo habla inmediatamente de que es necesario constituir el conflicto desde una mirada educativa para darle un tratamiento pedagógico que nos permita construir los dispositivos específicos para asumirlo y convertirlo en dinámica de cambio subjetiva y en los procesos de socialización mediante actividades que reconstruyen tejido social. Plantearse educativamente el conflicto es ante todo tener la profunda creencia de que es posible darle un tratamiento de economía de la agresividad mediante el cual las personas, las instituciones, los grupos sociales pueden hacer un acto de intervención sobre ellos para producir con su dinámica una reorganización de la sociedad desde el manejo mismo de los conflictos en el reconocimiento de los intereses específicos de estos grupos que deben ser negociados. Para avanzar en esta reflexión, que nos conduzca a construir propuestas metodológicas específicas para tratar educativamente los conflictos, intentaré hacer primero un rodeo que me permita encontrar cómo la clave de la condición humana está en el conflicto y cómo se hace muy difícil para alguien poder entrar en él si no puede construir hoy su condición de ser humano con intereses sobre procesos sociales existentes. I. El conflicto es el duro encuentro con nuestra condición humana Normalmente uno de los signos de que algo anda en dificultades en nosotros, los humanos, es cuando se nos presentan algunos problemas y allí nos quejamos de que algo no anda bien en nosotros, de que normalmente en esos momentos nuestros estados de ánimo decaen, y por momentos nos resistimos a enfrentar los problemas. Pero cuando estas situaciones se nos presentan, no son más que las manifestaciones de que la vida nuestra crece mediante la lucha, el desafío, ya que cuando solucionamos estos problemas normalmente emergen otros y un poco a lo largo de la vida nos vamos especializando en resolver problemas, en enfrentarlos y cada cual va encontrando la manera de encararlos. (1) Ponencia presentada al V Encuentro Nacional de Jardines Infantiles. Manizales, 1-3 octubre, 1999. Apartes de un texto más amplio que está actualmente en construcción. Por eso, pudiéramos decir que el conflicto nos recuerda que somos seres llenos de luchas contra adversarios internos, externos, y en ocasiones contra adversarios virtuales que hemos constituido para enfrentar la dureza de nuestra construcción. Es decir, vamos teniendo la certeza de que ser humano es fundamentalmente conocer el conflicto. Nos pregunta por ¿quién soy? Cuando reconocemos la experiencia del problema y del conflicto siempre nos queda la certeza de que ese encuentro es siempre una experiencia personal. Parece que hubiéramos nacido para él y es allí donde reconocemos la raíz del conflicto, que surge del crecimiento al que me veo abocado cada día de acuerdo a las formas sociales de organización que me plantean: o ser más, que es la pregunta por ¿quién soy? Y la manera como me planteo mis sentidos en mi cultura y en el mundo que me rodea; o ser más con otros, que se refiere a los procesos de convivencia en los cuales estoy inscrito y debo participar junto a grupos o comunidades para que la obra se desarrolle; o saber más, es la relación a la esfera del conocimiento, en donde me pregunto por los saberes de uso social y personal que tengo y debo tener para vivir en este mundo de hoy; o tener más, es la presencia en la esfera de los bienes y el lugar de ellos en mi vida, alertándome sobre la necesidad específica de su posesión para conseguir los intereses que me plantea el ¿quién soy? o querer más, es la manifestación en el campo de los afectos y que hace visible no sólo lo que siento, sino la manera como materializo esos quereres bajo la forma de deseo; y o hacer más, se refiere a las exigencias cotidianas de mis prácticas de vida y en últimas, a las exigencias profesionales y productivas que van en una secuencia de hacer, hacer más y hacer distinto. Estos seis aspectos presentes en toda acción humana y en toda subjetividad surgen de la construcción día a día de lo humano, en donde la tensión entre necesidades sociales y necesidades individuales construye un camino intermedio de acción y de sentido. Esas formas sociales construyen una tensión que termina siendo una confrontación con la fidelidad a lo que nosotros queremos ser y a la manera como queremos enrutar nuestra vida desde las exigencias de la sociedad. Por eso, cuando el conflicto aparece, nos está señalando que en la aparente autosuficiencia no tenemos un control total sobre nuestras vidas y los procesos que agenciamos en ellas y es el momento cuando aparece la paradoja más fuerte: quedarnos en donde estamos o saber que si lo enfrentamos emprenderemos un camino más allá de nuestros límites. Esto significa una opción anterior y es reconocernos a nosotros mismos como seres incompletos en permanente crecimiento y el conflicto lo que me avizora es la necesidad de trabajar mi horizonte de sentido, reconocer hacia dónde voy desde lo que soy, a la luz de las preguntas y los interrogantes que a la fidelidad con mi vida hacen aspectos, personas, elementos, experiencias en donde lo otro diferente a mí emerge enriqueciendo mi ser. No siempre somos tan claros Por eso, siempre el conflicto nos hace referencia a que algo importante está pasando en nuestras vidas y que prestarle atención es tener la capacidad de revisar la esfera de mi yo, que ha decidido entrar en el terreno de la duda. Por eso, siempre nos va a estar hablando de los claroscuros que hay en nuestra existencia y para nosotros, hechos en una cultura de la verdad, de la claridad, de las ideas y los seres claros y distintos. Es difícil reconocer que tenemos una zona oscura y para nosotros educados en estas maneras de las certezas reconocer que el conflicto introduce una forma ambigua que me saca de mis certezas significa de alguna manera abrirme a la dualidad y aceptar la incertidumbre como condición del crecimiento. Pero lo más difícil, nosotros que siempre hemos aprendido a ganar o a perder, es la 2 capacidad de aprender que las respuesta nueva no está en una de las dos cosas, sino en la disputa y en la manera como ha construido la duda sobre lugares aparentemente claros, donde no se gana o se pierde, sino que se aprende y se construye. Por eso, el conflicto va a aparecer como un entramado a través del cual emerge el yo real. Ese no siempre compuesto de las luces y claridades, sino también de las sombras que yo a veces oculto y que no aparece porque no ha encontrado el choque con lo diferente que lo haga emerger. En ese sentido, el conflicto no es la transformación misma que se opera en mí, pero va a ser la plataforma que constituya la base de las transformaciones que yo debo emprender. En razón de ello, el conflicto no es bueno o malo, es moralmente neutro. Va a hacer que sea bueno o malo la manera como lo asumimos y lo colocamos en el entramado social y usándolo en circunstancias de poder nos sirve para oprimir, segregar, dominar, censurar, excluir, invisibilizar a los otros o encubrir mi zona oscura o mis maneras de relacionarme ejerciendo poder. También dolor y sufrimiento El conflicto nos está hablando de que ser humano no es un camino de rosas; que asumir el conflicto significa asumir niveles diferenciados de sufrimiento, con sus consabidas manifestaciones del miedo, el dolor, la pasión, la ira. Esto va a exigir de nosotros una lucha permanente por encontrar quiénes somos nosotros mismos y cómo construimos nuestras fidelidades, así como el lugar del otro y los otros en nuestra vida, y reconocer que estando el conflicto permanentemente en nuestra vidas aprender a manejarlo es un acto de aprendizaje que requiere ir al encuentro de nosotros mismos desde las más variadas posibilidades. Por eso, cuando pasa el conflicto podemos, mirando hacia atrás, reconocer el costo del dolor como parte de nuestra construcción y de nuestra cimentación, pero cuando se avizora el nuevo conflicto éste nos está avisando que somos complejidad no controlada totalmente y que ésta nos avisa que será posible ser de otra manera, es decir, inaugura la utopía individual. El conflicto al fortalecer el aprender a saber que seremos de otra manera se convierte en el instrumento principal de crecimiento y de la marcha como humanos por ser cada vez más fieles a nosotros mismos. Por ello no queda sino reconocer que es una permanente en nuestras vidas. II. El conflicto: punto de partida para nuestros cambios(2) Uno de los problemas centrales cuando se aborda una mirada sobre el fenómeno de lo multicultural de la sociedad globalizada, es la manera como desde el poder se intenta darle cauce a los conflictos, en la naturalización de el poder es la forma sutil como se disuelve el conflicto vía pluralismo, ya que al no ver lo desigual, lo excluido, lo segregado, considera todos los conflictos expresión de sólo la diferencia. Por ello es necesario desarrollar la capacidad de reconstruir pensamiento y acción desde una mirada que sea capaz de romper los imaginarios que han permeado una visión esencialista instalada socialmente en nuestra subjetividad haciendo que en nuestra vida cotidiana nos comportemos ambiguamente, no siendo lo claros que decimos ser, haciendo que miremos el conflicto más bien como causante de problemas que el propiciador de transformaciones individuales y sociales. Asumir el conflicto significa abordarlo de otra manera a como estamos acostumbrados a hacerlo, y convertirlo en generador de procesos, impugnador de verdades, reconstructor de poderes, y (2) Retomo elementos de mi texto “La paz, una cultura que se construye”, publicada en el libro Educación para la paz. Una pedagogía para consolidar la democracia social y participativa. Varios autores. Santa Fe de Bogotá. Mesa Redonda Magisterio-Red de pedagogías constructivas. 1999. Páginas 31 a 70. 3 organizador de propuestas. Pero la dificultad mayor está en las rupturas que tenemos que realizar en nuestro accionar subjetivo y personal con seis procesos profundamente inscritos como impronta en la cultura que hemos formado en la trama histórica de nuestras sociedades y que hoy bajo el capitalismo globalizado toma el sesgo de lo universal. Estos aspectos son: a. La verdad como esencia. Una larga tradición que se ha desplazado desde las imágenes de lo divino al campo de la política y en los últimos tiempos impregnado el mundo de lo científico, ha ido moviéndose en un proceso de verdades absolutas donde no es posible sino establecer dos campos: el de la verdad y la falsedad. Esta mirada, cuestionada desde diferentes concepciones de la ciencia hoy en día, con la entrada de procesos complejos del caos, del azar, de los construccionismos, de los sistemas abiertos, etc., nos muestra una realidad científica, social, cultural, constituida desde múltiples lugares, entregándonos una mirada más rica de verdad en construcción y en expansión. Esto no significa la negación de los elementos constituidos anteriormente, pero sí su relativización. 2. La interpretación del mundo siempre dicotómica. Esta mirada del mundo, partiendo de la verdad (de cualquier tipo) construyó una mirada sobre lo otro diferente como el opuesto negativo de aquello que yo afirmaba. Es así como lo mío era lo bueno, lo de los otros era lo malo; yo era el científico, el otro era el ignorante; yo era el generoso, el otro era egoísta; mi política interpretaba la sociedad global, la otra sólo al grupo de élite. Si analizamos con cuidado estas miradas dicotómicas, nos podemos dar cuenta que ha sido el sistema fácil para descalificar. 3. La producción de cosmovisiones totalizantes. Esa forma de la verdad y la enunciación del juicio sobre el otro va a tener una característica muy clara, en cuanto organiza miradas e interpretaciones del mundo que pretenden ser la realidad. Y confundiendo a ésta con lo real, se autocalifica como la interpretación correcta, lo que le da legitimidad para operar contra las otras interpretaciones, sin producir un diálogo que permitiera enriquecerlo, construyendo realidades más complejas y múltiples. 4. La reducción del conocimiento a procesos racionales. El hecho de configurar lo humano desde la especificidad racional llegó a producir una reducción de otras dimensiones de la constitución de lo humano, como el deseo, el placer, lo lúdico, y éstas fueron vistas más como manifestaciones de la parte más animal de nuestro ser. Por lo tanto, durante mucho tiempo se excluyó el cuerpo y se redujo a un segundo plano aquellos tipos de conocimiento en los cuales estuviera implicada la subjetividad de quien conocía. Hoy se abren puertas para reconocer cómo lo conocido está implicado en el sujeto cognoscente y cómo esas otras dimensiones de lo humano también acumulan las experiencias, y desde allí desarrollan formas de conocer que no necesariamente se sintetizan en forma racional. Esto ha abierto una cantidad de búsquedas sobre el yo interior y las nuevas identidades del ser humano. 5. El desacuerdo como enemistad. Hemos ido construyendo en torno a nuestras verdades, certezas a las cuales deben adherir todo el grupo humano cerca de mí, estableciendo una solidaridad de cuerpo casi feudal que me lleva, en el caso de lo personal, a que cuando alguien del grupo cercano establece diferencias con nuestros puntos de vista o avanza hacia construcciones diferentes, sentimos en el campo de la emoción una especie de ruptura mediante la cual el otro se está marchando y de que traiciona la lealtad del grupo, estableciendo en nosotros un temor a la diferencia de los próximos. El poder allí establece formas de censura para que las comunidades cercanas se construyan no haciendo explícita la diferencia. Cada vez más la comunidad de pensamiento y acción abre caminos para comprender que el desacuerdo es un instrumento de crecimiento y que en el campo de lo humano el desacuerdo es 4 un signo vital de la diversidad que nos enriquece y nos libera de las pretensiones de poder y dominación en la esfera social e individual sobre los otros. 6. La patriarcalidad como enunciación y acción. El ejercicio del poder ha tomado formas sociales, políticas y económicas y durante mucho tiempo en una forma invisible una forma de explosión y segregación en el encuentro de géneros, en el cual construido el poder desde el predominio y control del hombre hace que su masculinidad adquiera una línea de construcción generando segregaciones que en la vida cotidiana toman formas de relación con lo femenino de inferioridad. Formas culturales que por ser hegemónicas en una larga constitución habitan en la subjetividad de hombres y mujeres de estos tiempos. No va a ser posible instaurar procesos de cambio mientras no deconstruyamos la presencia patriarcal en nuestra subjetividad en las prácticas sociales y en las maneras como intentamos transformar y hacer diferente esta sociedad. Este ejercicio no es fácil, porque va a requerir también un ejercicio de refundar la masculinidad y lo femenino. Estas seis prácticas han permeado nuestra cultura de tal manera que han construido un imaginario social del cual somos portadores y todo aquél que se ubique en una interpretación diferente a la mía queda en el terreno de las exclusiones posibles. Y si mi mirada ha sido sancionada por el poder o en estas nuevas épocas del conocimiento por el poder-saber, yo logro colocar a mi servicio toda la parafernalia de éste para producir exclusiones. Pero esto no es sólo un poder a nivel macro. Se ha convertido también en la forma de construir relaciones en el mundo inmediato o cotidiano de todas las personas. Por ello, todo lo diferente es mirado sospechosamente y rápidamente por vía del mal manejo del conflicto termina convertido en opositor o enemigo. Este juego de imaginarios va rotulando el mundo en un juego de dos orillas, en el cual la introducción de cualquier punto de disenso que podría marcar las formas de la diferencia que enriquece como manifestación de un conflicto creativo, terminan siendo paralizantes de los procesos sociales en cuanto fragmenta los grupos humanos y sus comunidades en los más diversos ámbitos, llevando a construir una cultura en la cual el conflicto siempre se manifiesta no como retador y reconstructor de relaciones sino como el espacio desde el cual encasillo la mirada del otro para entrar en la lógica fácil del amigo-enemigo. Es muy fácil de observar esto en la manera como hombres y mujeres desde nuestra infancia vamos reinsertando en nuestra vida cotidiana discursos del poder blanco, aristocrático, macho, de una verdad científica, del adulto, del mundo bipolar, del mundo bipartidista, y en últimas, teniendo prácticas y discursos de patriarcas colonizadores y racistas conquistadores, que vamos segregando y excluyendo a quienes se mueven en otro horizonte, quienes saben necesariamente nuestro mundo de representación para ser negados e invisibilizados. Por ello, plantearnos el conflicto como central requiere de una capacidad de construir diferencia, antagonismo, no certeza, que enfrentando los problemas del poder, del saber y de las formas de la exclusión y la dominación encuentra los núcleos conflictivos en el ámbito de la acción y la reflexión y los coloca en un escenario público, capaz de enfrentarlos y resolverlos. Pero construir esta cultura del conflicto significa también construir otros modelos de sociabilidad y organización social que generen la capacidad autoreguladora de hacer emerger los conflictos en sus diferentes niveles para que las jerarquías de poder y privilegio no se reproduzcan, generando desigualdad, exclusión o segregación. Este paso significa la capacidad de replantear la forma de la crítica que hemos hecho hasta ahora, porque ella también, hija de las formas culturales que hemos vivido e introyectado, se ha constituido como verdad excluyente y dogmática. Significa la capacidad de entrar a una crítica que es capaz de hacerse nueva cada día, y por lo tanto, provisional en la velocidad de los cambios de estos tiempos; y significa también estar crítico con uno y abierto a lo que las otras posibilidades de un mundo más amplio me entregan a mi para reconstruir. 5 Es importante entender que este conflicto es múltiple y no se queda sólo en el campo de lo discursivo, sino que atraviesa procesos de acción y por ello va a abrir la posibilidad en la crítica al reconocimiento de los intereses, y es allí donde la diferencia es politizada al ser situada en un escenario con tejido social propio y no simplemente un juego de contradicciones en la palabra, en el símbolo, en el discurso. Recuerden, no sólo en ellas, porque también son importantes todas las contradicciones. Entrar en el conflicto significa abandonar el dualismo descalificador que hace invisible a lo diferente, a lo desigual, a lo excluido, a lo segregado, aspectos que siempre se presentan como conflictivos porque su oficio es invisibilizar al otro. Esto significa plantearnos de fondo la crisis del sujeto en el mundo globalizado. Toda la discusión sobre su autonomía, su identidad, y la entrada en juegos de permanente constitución de identidades híbridas constituidas por múltiples combinaciones culturales que producen su hibridez, replantean de fondo la manera como nos relacionamos y la manera como nuestros imaginarios han sido codificados y los principios y valores con los cuales hemos dirigido nuestras acciones. Aprender a leer el conflicto es la capacidad de reconocer la multiculturalidad bajo sus numerosas expresiones con una profunda capacidad crítica que a la vez elabora los primeros elementos de una transformación realizada por los actores que asumiendo el conflicto como elemento generador de mundos nuevos es capaz de retomarlo para superar la protesta y enfrentar el dualismo como un lugar del que hay que salir para reconstruir el mundo con múltiples colores y múltiples sentidos. Cumple un papel de reconstructor de la confianza en el otro, de la importancia del diferente, aspecto que se convertirá en eje de la reconstrucción de la solidaridad, que nos va a permitir inicialmente trabajar juntos a pesar de las muchas diferencias que tengamos, y desde allí nos unimos para enfrentar desigualdades, exclusiones. III. LA DECONSTRUCCIÓN: UN CAMINO PARA REENCONTRAR PODER Y CRÍTICA Se hace urgente encontrar los procesos que nos permitan no sólo hacer una recuperación teórica y conceptual de la tradición crítica, sino que nos permitan hacer un análisis profundo de la materialidad social, histórica, pedagógica y de movimientos que ha construido. Este balance requiere de nuevas estrategias que permitan realmente ir a lo profundo de sus estructuras y ver qué elementos de su pasado deben ser desechados como así los elementos que deben ser reconstruidos y los nuevos elementos que deben ser allegados para convertirlos en una práctica con sentido, permitiéndonos --en la praxis social-- entender que tenemos que desaprender mucho de aquello que constituyó la base de nuestro quehacer para caminar con otros sentidos en estos tiempos, en este final de siglo, en el cual la simple exclusión social y el discurso impugnador ya no la legitiman, sino que se le exige construir unos dispositivos coherentes con estos tiempos. En nuestra práctica social con diferentes grupos populares de nuestro país y del Continente, hemos venido implementando para este proceso de transición estrategias de deconstrucción que nos van permitiendo reconstruir esos núcleos básicos de una práctica social crítica que entre con piso fuerte y empoderando a estos grupos excluidos y populares del nuevo capitalismo de final de siglo. 1. Deconstruyendo la verdad y cuestionando las certezas(3) Entrar en el debate anterior sin jugar a polos excluyentes significa el abandono de un esencialismo también de corte metafísico con que había sido mirado el pensamiento científico tanto en sus vertientes naturales como sociales, síquicas y culturales para entrar a reconocer una profunda crisis (3) Retomo y amplío elementos de mi artículo "Cambios en el conocimiento e implicaciones para la educación popular. Construyendo la transición de la refundamentación" publicado en la revista La Piragua, No.11, 2 semestre 1995. Santiago de Chile. CEAAL. Págs. 1 a 11. 6 de paradigmas que nos hablan de que es preferible entrar con teorías débiles para que la realidad no quede muy atrapada y ésta pueda hablar y dar la posibilidad de nuevas teorías y de nuevas praxis. Por eso en este último tiempo la idea de verdad relacionada a conocimiento teórico como guía y luz del accionar ha sido objeto de una deconstrucción radical, ejercicio que ha obligado a que sus condiciones de producción, consumo y circulación tengan que comenzar a tenerse en cuenta en su definición, mostrando cómo el que determinadas concepciones de la verdad sobre el mundo prevalezcan sobre otras tiene mucho que ver con circunstancias de tiempo, espacio, de condiciones sociales que proporcionan en ese momento histórico un régimen de verdad y el papel económico y político que desempeñan. Es de anotar cómo muchas veces intereses extrateóricos acompañan un profundo desarrollo del conocimiento en ciertos períodos históricos, por ejemplo las concepciones religiosas americanas del siglo pasado produjeron una profunda recomposición de la biología tratando de rebatir los principios de Darwin sobre el origen de las especies.(4) Estas concepciones que impregnaron una cierta mirada de la objetividad en persisten en XX con menos fuerza que en el pasado, al olvidar todas pretenden ver el mundo naturalizado simplemente como el producto de repetirse por siempre. Esto significa que nos encontramos en situaciones en el paradigma nos permite ver. el siglo XVIII, XIX y que esas otras condiciones esas leyes que deben las cuales vemos lo que En ese sentido, los grandes sistemas de creencias científicas y políticas ligadas al proyecto de la modernidad han comenzado a erosionarse y a surgir preguntas, ya que al intentar --con las explicaciones que teníamos-- encajar las realidades de las que somos parte, se encuentra una insuficiencia de las formas que aprendimos para explicar tanto los nuevos fenómenos como las reorganizaciones más globales que se producen en el campo del conocimiento y de la acción. Esta situación produce también una flaqueza en los criterios con los cuales construimos nuestros mapas y diseños para reconocer la realidad, produciéndose un vacío para formular salidas correctas y una especie de oscurecimiento de los macroproyectos que se hace visible en lo que pudiéramos denominar la pérdida de los grandes modelos interpretativos y comenzando a emerger una época de complejas vertientes y de dimensiones prácticas muy diferenciadas. Estas realidades colocan más ciertas hoy las palabras de Omar Khayam, el poeta oriental, quien decía: "Aquellos que eran los polos de la ciencia y en la asamblea de los sabios brillaban como faros, no supieron encontrar su camino en la noche oscura." 2. Cambiar la mirada Se podría plantear hoy de que toda esta reorganización de conocimientos, saberes, praxis, nos remiten a un necesario cuestionamiento de muchas de las ideas que siempre nos han acompañado sobre quiénes somos, para dónde vamos, sobre nuestros orígenes, de nuestra ética, de nuestras instituciones sociales, de nuestros imaginarios, de nuestra forma de impugnar y por qué no decirlo, de los sentidos de nuestra vida. Plantearse el que se asiste al final de una visión de la historia y la vida con la que siempre operamos, tanto en el pensamiento crítico como en el establecido, que se caracterizaba por ser homogénea, lineal, con causalidades muy ubicadas, nos coloca frente al surgimiento de una situación en la cual no existe una narración, un género del discurso en todas sus vertientes de explicar el nuevo sentido de la praxis ni de mostrar un mapa único también constituido que nos pueda decir hoy cuál es el horizonte de sentido y bajo qué nuevos elementos podemos homogeneizar las experiencias de vida, de cultura, de ciencia, de subjetividad. (4) Vasco, Carlos Eduardo. Tres estilos de trabajo en las ciencias sociales. Tercera edición. CINEP. Bogotá. 1994. 7 Esas disoluciones de los discursos globales y homogéneos que nos han acompañado en la ciencia y la cultura comienzan a emerger con una pluralización del conocimiento en la cual éste se vuelve más complejo, emergiendo en ocasiones como discontinuo, no lineal, donde al centro se establece la diferencia, donde no aparecemos enmarcados en una sola historia, sino que los nuevos escenarios nos colocan también frente a la pluralización de la historia produciendo nuevos significados, nuevos sentidos, nuevos conflictos, nuevas coordinaciones, lo que da como resultado un reordenamiento del pensamiento que nos permita pensar la complejidad.(5) Estas situaciones nos traen un profundo tiempo de creatividad, en cuanto exige que tengamos que mirar de otra manera aquello de lo cual ya teníamos certezas. Es la restauración del pensamiento y del conocimiento bajo un nuevo estatuto y una nueva organización planteándonos organizar de otra manera. Ya Dostoievsky había anunciado la tarea cuando dijo, "Siempre escojo temas que estén por encima de mis fuerzas." 3. Pensar los conocimientos para la transformación en tiempos de transición Los elementos trabajados anteriormente nos colocan frente a la pregunta ¿qué consecuencias tiene ese proceso de caída de los paradigmas en las prácticas sociales de personas que estuvimos interesadas en el pasado y lo seguimos estando, en creer que existen una serie de tareas ligadas a un proyecto ético y que se preguntan por las urgentes transformaciones en la sociedad que nos conduzcan a condiciones reales de democracia, justicia social y construcción de lo humano? Y esta pregunta se hace importante, ya que perdimos la certeza de una guía unitaria, de un guión claro y de unos diseños heterogéneos-homogéneos para la acción. El cambio hoy se nos presenta con la pregunta de cómo dar el paso entre lo viejo y lo nuevo, manteniendo un perfil crítico que es diferente, sabiendo que todavía argumentamos con los elementos del viejo paradigma por las dificultades para construir las nuevas visiones, y en ese sentido participamos de muchas de las convenciones que supuestamente deben ser transformadas. Surgen las preguntas sobre cómo intervenimos por ejemplo en el mundo de los jóvenes, para quienes su experiencia ha sido hecha y formada en el mundo nuevo y cómo allí construimos un sentido y capacidad de dialogar con ese mundo desde una mirada como la nuestra que hoy no explica con sentido para ellos. Igualmente, cómo construimos el tránsito para aquellos que no quieren renunciar a las viejas prácticas y argumentos porque le dan la certeza de mantener la crítica y cómo allí construir un pasaje de sus praxis a las nuevas racionalidades y conocimientos que emergen haciendo más complejo el mundo. También cómo construimos la argumentación para discutir y mostrar acciones posibles a aquellos que abandonaron el campo de la impugnación porque creyeron, abandonado el pensamiento crítico y la acción transformadora, en el fenómeno de la globalización y universalización de la sociedad capitalista de final de siglo. Podemos afirmar que de la manera cómo respondamos estas tres respuestas ante actores diferentes vamos a poder construir el nuevo terreno de la disputa que va a permitir avanzar hacia formas más organizadas de los conocimientos que nos coloquen con sentido en estos tiempos. Por ello, en una época de transición se hace necesario construir puentes que nos permitan entrar con dinámica nueva en estos tiempos en los cuales los determinismos ya no explican con la fuerza del pasado en forma global y se hace urgente retomar la pregunta de la búsqueda biológica sobre: cómo retomar la pregunta por el dar cuenta de los desarrollos y orígenes de la génesis de la diferencia y de la no homogeneidad. Esto significa construir un nueva praxis mucho más compleja y un trabajo que no (5) Morin, Edgar. El Método, la vida de la vida. Cátedra. Madrid. 1983. Págs. 405 a 454. 8 puede resolverse en el simple activismo sin búsqueda por explicar las nuevas realidades, así como ganar una actitud de estar dispuestos a hacer permanentes negociaciones culturales, lo que significa estar abiertos a nuevas interpretaciones. Aparecen perspectivas nuevas que manteniendo la distancia crítica frente al poder nos proponen interpretar esos nuevos fenómenos de la realidad y del conocimiento para explicarnos de otra manera estos tiempos sin perder la fuerza y la pasión por la transformación. En ese sentido, es urgente trabajar la fragmentación, la pluralidad, las diferencias, la multidimensionalidad, encontrando un mundo mucho más interrelacionado y mucho más complejo. Esto significa tener la capacidad desde las miradas que tenemos, hacer complejo lo unidireccional, repensar lo secuencial y ser capaz de mirar en una lógica que no juega disyuntivamente, sino que apunta a construir identidad a partir de elementos contradictorios; es decir, unidades que se construyen partiendo de la diversidad y no de la igualdad. El llamado es a repensar lo nuestro, lo que traemos e ir ordenando los ingredientes para reordenar nuestro mapa, de tal manera que nos permita movernos en una realidad mucho más cambiante y además nos dé a cada uno no sólo una explicación de nosotros mismos, sino una capacidad de sorprendernos para avanzar hacia lo nuevo. Allí emergen todavía en forma claroscura una serie de elementos que nos permiten ir haciendo la reconstrucción de nuestra praxis para volver a colocarnos con sentido y acción crítica en estos finales del siglo XX. Los principales elementos serían: a. La certeza de que siempre actuamos en, desde y hacia contextos, que en ese sentido ellos están prefigurando nuestras acciones, que allí participamos en la creación de esas realidades y que como creadores por acción práctica o teórica somos responsables de ella. En razón de ello debemos descubrir las cosas nuevas con las cuales va a ser posible una acción transformadora de esos contextos. b. Desplazamiento del punto de equilibrio. Siempre nos movimos con la certeza de teorías fuertes que nos aclaraban los mapas y hoy se hace necesario darle cabida a lo impredecible, al azar, a la manera cómo lo nuevo que emerge sobre territorios, grupos sociales, subjetividades, actúan y modifican los elementos que antes ubicábamos como fijos (Aprendizaje de lo diferente). c. Poseer teorías que duden de ellas mismas. Es decir, teorías débiles, que nos den una entrada a la realidad dejando los suficientes campos para que la práctica hable, es decir, necesitamos teorías que tienen como certeza no invadir la totalidad, hecho que le va permitir mostrar las nuevas caras de ésta y en ese sentido los nuevos perfiles de intervención, guardando la certeza de que no va a existir nueva construcción si no es posible un tipo de reflexión de cualquier nivel (Aprender a sospechar). d. Campo a la creatividad social. Ese abrirnos a las nuevas posibilidades nos va a permitir dejar los encuadres ideológicos y políticos rígidos y por tanto a abandonar la idea de verdad para caminar más en una búsqueda de construcción de conocimientos de muy diversos tipos, no sólo racionales, que nos van a permitir construir en una búsqueda de otro tipo (Aprender más allá de lo racional). e. Capacidad de cuestionar no sólo lo que sabemos, sino la forma de nuestros conocimientos. Durante mucho tiempo nos hicimos de métodos, formas de saber que nos conducían mecánicamente a esos nuevos lugares. Hoy se hace necesario entrar en otras lógicas que hagan posible la pluralización del conocimiento, no sólo como experiencia racional sino como una experiencia profunda de cómo somos nosotros (Aprender a desaprender). f. Convertir los interrogantes en instrumentos. Cada vez aparece con más fuerza la idea de que las herramientas culturales no sólo son mediaciones para organizar la realidad sino para dotarnos de procesos de acción ubicados en los momentos históricos que corresponde y esto significa un 9 ejercicio de creatividad, ya que va a cuestionar y reorganizar las visiones que tenemos del cambio (Aprender a construir las preguntas). g. Tenemos que aceptar ser autores con sentido para esta época que intenta pensar la acción para la transformación de la acción y esto significa la capacidad para reconstruir una narrativa que explique con sentido para esta época. Y estos significa también una praxis en la cual recuperemos a los seres humanos en su inmensa heterogeneidad para actuar como protagonistas de sus vidas (Aprender a producir mis sentidos --de norte--). h. Emerger hoy como sujetos participantes significa la capacidad de construir un "mí mismo" y un "sí mismo" que nos permita reconocernos a nosotros no como un componente atomístico de los sistemas sociales sino como nexo de estos permitiendo establecer una teoría de cómo somos nosotros (Aprender a construir identidades híbridas).(6) i. Praxis generadora de heterogeneidad y complejidad. El fenómeno juvenil nos ha enseñado que los cambios de este final de siglo tiene como uno de sus componentes la aceleración que crea una metamorfosis en la manera cómo se conoce y en la capacidad para intervenir, ya que confronta experiencias muy distintas en estos tiempos (Aprender a cambiar en medio del cambio).(7) j. Urge construir comunidades de acción y pensamiento. La dispersión y los diferentes puntos en ocasiones en contradicción sobre mismos fenómenos exigen una co-construcción de los procesos en donde no los puedo dejar a merced de mi sola subjetividad sino que tengo que integrarlos en una construcción mucho más social; es decir, admitido o discutido dentro de esa comunidad. Es el caso, por ejemplo, del tipo de pedagogía trabajado por la educación popular (Aprender a construir comunidades de acción y reflexión). Los anteriores elementos nos colocan frente a una búsqueda por la manera cómo el pensamiento crítico había construido sus procesos y fuimos un poco a medida que avanzábamos en la comprensión de los grupos en las intervenciones sociales que teníamos que hacer con jóvenes, con maestros, con obreros, con mujeres, encontrándonos frente a un fenómeno mucho más complejo donde no bastaba sólo la actitud crítica ni generar la crítica, ya que en muchas ocasiones esa crítica daba cuenta de un capitalismo que hoy tenía otra forma de existencia y fue donde se hizo necesario buscar nuevos caminos metodológicos que manteniendo la consistencia de la crítica frente al poder que se da bajo otras condiciones en este final de siglo, nos anunciara la posibilidad de una intervención transformadora en un horizonte radical pero en las nuevas condiciones. La búsqueda de caminos nos ha ido llevando a recuperar heterodoxamente la concepción de deconstrucción que ha permeado ciertos campos del psicoanálisis, de la filosofía, de la literatura, de la arquitectura, y haciendo una reelaboración de ella trasladarla a campos de la educación y, específicamente, de la educación popular, elaborando con ella todo un dispositivo que permite convertirla en una estrategia para ser trabajada frente a múltiples procesos desde una perspectiva educativa (aprender a recontextualizar). En ese sentido, nuestra búsqueda es sólo eso, un intentar buscar otros caminos sin certezas, creyendo posible desde la deconstrucción producir un reconstrucción fundamentada de la acción crítica. Desde esta perspectiva, los elementos que vienen a continuación son el compartir una búsqueda. Por eso no tienen la pretensión de mostrar EL camino, sino simplemente de colocar unas pistas para intentar reorganizar el pensamiento crítico en este final de siglo. Porque como bien decía Hegel, "Lo que es bien conocido, y precisamente porque bien conocido, no es conocido." (6) W. Barnett Pearce. "Nuevos modelos y metáforas comunicacionales: el pasaje de la teoría a la praxis. Del objetivismo al construccionismo social y de la representación a la reflexividad". En: Nuevos paradigmas, cultura y subjetividad. Dora Fried Schitman (comp.). Buenos Aires. Paidos. 1994. Págs. 265 a 283. (7) Remito a mi texto "De lo escrito a lo digital o el surgimiento de nuevas habilidades educativas". 10 4. La de(s)construcción: una herramienta para re-construir (8) 1. Haciendo un poco de historia El término de(s)construcción tiene sus orígenes en la discusión francesa de finales de la década del '60 y comienzos de la del '70, en la cual se veía ya el advenimiento de una crisis de la civilización occidental y se inician una serie de reflexiones sobre esa crisis buscando maneras distintas de leer la realidad, cuestionando las condiciones de posibilidad del discurso filosófico de la ilustración y el racionalismo. Se inicia desde la literatura, la filosofía, la psicología y el psicoanálisis. Últimamente ha impregnado campos como la educación, la arquitectura, la ecología. Algunos ven el trabajo planteado por esta corriente de pensamiento como una búsqueda por clausurar la episteme lógica occidental, tanto en su versión ontológica (como esencia del ser) como logocéntrica (la centralidad del conocimiento). Igualmente, se plantea como un cuestionamiento de las instituciones y las organizaciones, a las que llama: "máquinas sedentarias" y de "sedentarización", planteando que la posibilidad de ese cuestionamiento está no en el centro de ellas, sino en "el margen", que son aquellas formas y personas que están dentro de la lógica institucional pero no atrapadas por ellas. Se coloca un énfasis especial en la deconstrucción de la metafísica tradicional, ya que por ahí han circulado las formas de establecimiento del poder. Igualmente, en la década del '80 se han hecho intentos por establecer instituciones educativas que corran por estos criterios de la deconstrucción.(9) En ese sentido, se nos presenta la deconstrucción como una estrategia que permite cuestionar y transformar activamente el texto general de la cultura.(10) 2. Algunos elementos básicos En la complejidad de esta problemática --que también es relativamente nueva-- surgen lecturas de muy distinto cuño e interpretaciones desde las que plantean la imposibilidad metódica de la deconstrucción hasta quienes la ven como un elemento técnico que puede ser utilizado para intervención política, pasando por quienes la ven sólo como un ejercicio literario sin materialización en el mundo de la vida cotidiana. Van surgiendo una serie de reinterpretaciones y redefiniciones, y en ese sentido mis reflexiones no tienen ninguna pretensión de heterodoxia, sino más bien de reorganizar algunos de estos elementos para hacerlo práctico en nuestra actual coyuntura histórica de cara a las exigencias planteadas por los cambios de final de siglo y la realidad de la nueva teoría crítica y en especial de la búsqueda por refundamentar la impugnación. Revisemos algunos de esos elementos que nos permiten apropiarnos de la deconstrucción para estos procesos. a. La deconstrucción como una forma de intervención activa, que originariamente se planteó para lo literario y lo filosófico, y que ha ido invadiendo campos de lo político-práctico, de lo educativo, y de todos aquellos campos donde existen formas de institucionalización del poder. (8) Retomo y reorganizo elementos de mi texto "La deconstrucción como ayuda para una nueva cultura escolar. O cómo no hacer el Proyecto Educativa Institucional como tarea". Bogotá. Junio 1995. (9) El Colegio Internacional de Filosofía en Francia y la organización de algunas cátedras literarias en Norteamérica por parte de Derrida, buscan un nuevo tipo de institución que transforme las estructuras básicas del modelo de universidad actual en una perspectiva deconstructivista. (10) Derrida, Jacques. La deconstrucción en las fronteras de la filosofía. Paidos Ibérica. Barcelona. 2a edición 1993. 11 b. La de(s)construcción como una técnica práctica que nos permite entrar en la voz y en la autoconciencia de lo institucional y en los imaginarios de las personas, para ser cuestionado desde su materialización con miras a ser re-construida con un nuevo sentido. c. La de(s)construcción como un ejercicio de oír las "márgenes de la maquinaria institucional". Es decir, la posibilidad de ver las fisuras, las grietas que tienen las instituciones, y todo aparato de saber y de poder y de las personas que lo ejercen. Es la posibilidad de oír lo marginal con la misma fuerza del poder. d. La de(s)construcción como una descentración de la continuidad de la objetividad institucional. Esto significa establecer la sospecha sobre lo que aparentemente está bien, es decir, produciendo una fractura en la objetividad institucional. e. La de(s)construcción como la capacidad de ver lo que invisibiliza el poder a nivel de grupo o de institución mediante la producción de una contrastación que es capaz de reconocer en las prácticas de las instituciones aquello que siendo funcional ya no sirve para los nuevos tiempos. f. La de(s)construcción como la capacidad de ir tras la "huella" que nos remite a un origen que nunca ha desaparecido, que siempre está ahí en instituciones, personas, y que requiere ser analizada como proceso de re-significación de la experiencia humana vivida como actor o como institución. g. La de(s)construcción como la capacidad de leer y escribir desde las "huellas" de mi experiencia para reconocer las marcas que permanecen, los espacios que constituyen mi "texto" social y las capacidades para establecer rupturas con los contextos (personales, sociales, culturales, institucionales, etc.). h. La de(s)construcción como la capacidad de colocarme en la inseguridad y en la incertidumbre creando la capacidad de hacerle y hacerme las preguntas que me y le colocan en la posibilidad de abandonar lo que es para colocarme en un horizonte de construir lo que puede ser. 3. La de(s)construcción como una actitud de búsqueda Mucho se ha discutido sobre el carácter negativo e hipercrítico de los procesos de deconstrucción. Sin embargo, debe verse como una búsqueda profunda y significa un cambio de disposición que no busca sólo la aniquilacíon o la sustitución o el fortalecimiento de debilidades o a la constitución con más certeza de las fortalezas, sino que va a encontrarse con una forma de ser del pensamiento, de la acción, de la institucionalidad, de la organización, del saber y del ser en este final de siglo. Es decir, va a construir una subjetividad que está dispuesta a no descansar más en el tranquilo sosiego de las verdades ya instauradas bajo múltiples formas de la inteligencia, del cuerpo, del espíritu... Esto es, se coloca críticamente frente al intento de construir la verdad del presente aniquilando la verdad del pasado, ya que lo considera un ejercicio muy simple en donde lo único que se produce es una transmutación de la verdad exigiendo una disposición interna de sujetos, de instituciones, a un proceso en el cual siempre estaremos en construcción y a no creer que se camina siempre con la verdad. Por lo vertiginoso de los cambios, tendremos que hacer nuevas deconstrucciones, de tal manera que las vamos incorporando como un estado permanente de nuestra condición humana para ser y responder a estos cambiantes tiempos. Esto significa la capacidad de actuar sobre mis fisuras para trabajar sobre ellas y reconstruir una nueva disposición personal, social, cultural de constante insatisfacción sobre toda estructura sobre la que cada quien actúa, donde se materializan saber, poder y todas las relaciones sociales gestadas por éstas. Y en ese sentido, busca una transformación de ellos, no para desaparecer el poder sino para producir una reorganización social de él y una redistribución. 12 Estos elementos nos colocan frente a una idea de responsabilidad que desplaza la manera tradicional como nos hemos relacionado con las estructuras, en donde nuestra labor era garantizar que nadie se saliera de su centro y sus pequeños márgenes, surgiendo desde la de(s)construcción una idea de la responsabilidad que me coloca en el horizonte del riesgo, de la creación, del juego, de la experimentación. En ese sentido, nos abre la puerta a la pregunta permanente como condición de actualización y posibilidad de sentido en el futuro, colocando como central la manera cómo el poder de los otros toca mi vida y acción o el mío toca los otros. Nos encontramos frente a un ejercicio de ruptura interna-externa por abandonar las miradas binarias en los análisis y en nuestras prácticas, de tal manera que la fisura en muchas ocasiones significa no sólo reconstrucción sino de(s)construcción, como un paso anterior. Es un abandono de lo establecido, para ir hacia otro lugar que no se juega en el campo de la disyuntiva sino de la complejidad y desde allí deconstruir. 4. La diferencia, pre-requisito de la experiencia de de(s)construcción Frente a una tendencia mecánica de la globalización económica, que tiende a producir un análisis de homogeneización a todos los otros niveles, el ejercicio de(s)constructivo nos produce una descentración en cuanto coloca la fuerza en encontrar "mis particularidades" y la manera cómo el ejercicio colectivo tiene que tener un centro que es capaz de recoger los "márgenes" para constituir el nuevo campo de experimentación. En ese sentido, establece la diferencia en cuatro pasos: a. Como la posibilidad de producir "mi versión". Es decir, el lugar desde el cual yo, con mi huella, produzco mi texto, surgido desde mi praxis, me abro a la búsqueda de la intertextualidad (de instituciones, personas, grupos humanos). b. Reconoce lo "otro" hecho de mil maneras por las huellas que lo constituyen, y en ese sentido reconoce que el encuentro posible para construcción de proyectos comunes tiene mil senderos. c. La diferencia como campo de experimentación, es decir, no como límite, como barrera, sino como exigencia a construir los puentes a través de los cuales surja lo común a partir de la conjunción entre lo necesario y lo imposible. d. La diferencia me coloca en la incertidumbre. El reconocimiento de lo otro (la otredad) me coloca frente a la necesidad de perder la certeza y entrar en el camino de ver aquello otro como lo que complementa, lo que construye más totalmente (en teorías, en instituciones, en personalidad). Nos situamos frente a una construcción de lo colectivo desde múltiples lugares, pero que ubicando la diferencia como elemento central me constituye como ser social con responsabilidades colectivas y que son necesarias de re-construirse en el ejercicio también de la de(s)construcción. Por ello siempre la lógica de lo solitario no existe, porque estamos frente a unos procesos de individuación en los cuales desde mi yo asumo lo colectivo mediante la construcción de comunidades (humanas, intelectuales, académicas, de profesión, etc.). La deconstrucción se convierte en un acto de transformación, ya que no afecta las estructuras desde afuera, pues reconoce que sólo es posible y adecuar sus golpes y sus luchas habitando las estructuras donde el poder de la dominación hace presencia. Por eso opera como una especie de conciencia que cubre el cuerpo y el deseo más allá de la mente, sin olvidar ésta, obrando desde el interior de los sujetos, de las instituciones, de las organizaciones, estructuras, espacios, tiempos, etc., extrayendo de la antigua estructura todos los recursos estratégicos, sociales y económicos de la nueva forma de la subversión de lo real establecido a partir del empoderamiento de las acciones humanas. En ese sentido, se deconstruye cualquier campo de poder constituido, y allí, con esa mirada, es posible ver cómo se modifica, cómo se fractura, generándose procesos que luchan por construir el 13 significado y el sentido de los actores en sus procesos, en sus acciones. Es decir, la deconstrucción busca constituir un fundamento para transformar los modos de la práctica de hoy, que permitan ir hacia el futuro. Por eso busca en los resquicios que muestra la falta de totalidad del discurso dominante, así se recubra de esa totalidad, reconociéndolo como incompleto por las argucias discursivas o prácticas del poder. En ese sentido, descubierto esto, articula políticas que rompen la perspectiva de la impugnación de las diversas formas de opresión, estableciendo claramente la separación entre lo diferente y lo desigual. Al permitir a los actores recobrar y reconstruir sus sentidos de otra manera, la deconstrucción muestra lo improductivo de basarse en fundamentos últimos y universales con centros fijos y estrategias globalizantes, y siempre sospecha de esa verdad, y por ello una y otra vez emprende el ejercicio de deconstruir para ensayar formas alternativas y diversas, en las cuales se plantea flexibilizar las acciones y categorías con las cuales pensamos, analizamos y construimos la sociedad que nos tocó vivir, reconociendo su carácter histórico, regional y parcial. Evita ubicarnos en horizontes de acción o comprensión cerrados, lo que conduciría a la muerte de la utopía, y en ese sentido nos llama a estar permanentemente inventando nuevas formas de construir la realidad pero desde ya nos anticipa que éstas de todas maneras no serán definitivas; es decir, nos abre el camino para imaginar día a día nuevas utopías. Por ello la deconstrucción reconstruye las representaciones, las acciones y las teorías profundizando la crítica para reinscribirlos en un lenguaje y en un contexto donde la nueva acción tome en serio el discurso de la democracia anticipado por una práctica emancipatoria En ese sentido, la propuesta de la deconstrucción es también una invitación a entrar en la estructura profunda de nosotros mismos, educadores populares de estos últimos 30 a 40 años, para deconstruir nuestra práctica y nuestra teoría, para sacar de allí los elementos que todavía siguen vivos para anunciar que la reconstrucción y las nuevas luchas de la transformación son posibles y están hoy aquí entre nosotros, reconstruyendo la impugnación del próximo milenio. Este ejercicio de deconstrucción, que permite una lectura reflexiva profunda de las materialidades que hemos construido, nos va a permitir pasar este período de transición realizando un balance y dinamizarnos hacia el futuro, porque como bien dice Adriana Puiggrós en su introducción a la versión española del texto de Pedagogía Crítica de Peter McLaren, cuando afirmando la necesidad de construir un nuevo imaginario pedagógico democrático concluye: "...sin refllexión no hay acumulación histórica y la 'pedagogía crítica' apela a la historia para descubrir en ella los pedazos de los discursos que han sido acallados, para abrir las compuertas y dejar que brote lo aún decible; pero no se niega a enseñar. Ha comprendido que la exacerbación del espontaneísmo niega al oprimido la posibilidad de adquirir la cultura del opresor. Que la reflexión es un arma política y la deconstrucción una posición de lucha."(11) (11) Puiggrós, Adriana. Introducción al texto Pedagogía crítica, resistencia cultural y la producción del deseo, de Peter McLaren. Buenos Aires. Rei Argentina - Instituto de Estudios y Acción Social - Aique Grupo Editor. 1994. Pág. 13. 14