hacia una pedagogía del conflicto (1)

Anuncio
HACIA UNA PEDAGOGÍA DEL CONFLICTO (1)
Haciendo educativo el encuentro con nuestra condición humana
(Borradores para deconstruirnos)
Marco Raúl Mejía J.
CINEP-Fe y Alegría
“... Una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores
conflictos, de conocerlos y de contenerlos. De vivir no a pesar de
ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que sólo un pueblo
escéptico sobre la fiesta de la guerra y maduro para el conflicto es un
pueblo maduro para la paz.”
Estanislao Zuleta
En una sociedad como la colombiana, atravesada por múltiples conflictos algunos de los cuales
hemos derivado en violencia, se hace urgente trabajar el conflicto no como un hecho no solamente
político o psicológico o cultural, sino construirlo como una integralidad que pueda dar cuenta de las
múltiples facetas y caras que él tiene y de la manera como hace presencia permanente en nuestras
vidas y exige de nosotros un aprendizaje para enfrentarlo, resolverlo y darle vía a los nuevos conflictos
que irán poco a poco construyendo nuestro devenir humano.
Señalar la necesidad del aprendizaje de su manejo habla inmediatamente de que es necesario
constituir el conflicto desde una mirada educativa para darle un tratamiento pedagógico que nos
permita construir los dispositivos específicos para asumirlo y convertirlo en dinámica de cambio
subjetiva y en los procesos de socialización mediante actividades que reconstruyen tejido social.
Plantearse educativamente el conflicto es ante todo tener la profunda creencia de que es posible darle
un tratamiento de economía de la agresividad mediante el cual las personas, las instituciones, los
grupos sociales pueden hacer un acto de intervención sobre ellos para producir con su dinámica una
reorganización de la sociedad desde el manejo mismo de los conflictos en el reconocimiento de los
intereses específicos de estos grupos que deben ser negociados.
Para avanzar en esta reflexión, que nos conduzca a construir propuestas metodológicas específicas
para tratar educativamente los conflictos, intentaré hacer primero un rodeo que me permita encontrar
cómo la clave de la condición humana está en el conflicto y cómo se hace muy difícil para alguien
poder entrar en él si no puede construir hoy su condición de ser humano con intereses sobre procesos
sociales existentes.
I.
El conflicto es el duro encuentro con nuestra condición humana
Normalmente uno de los signos de que algo anda en dificultades en nosotros, los humanos, es cuando
se nos presentan algunos problemas y allí nos quejamos de que algo no anda bien en nosotros, de
que normalmente en esos momentos nuestros estados de ánimo decaen, y por momentos nos
resistimos a enfrentar los problemas. Pero cuando estas situaciones se nos presentan, no son más
que las manifestaciones de que la vida nuestra crece mediante la lucha, el desafío, ya que cuando
solucionamos estos problemas normalmente emergen otros y un poco a lo largo de la vida nos vamos
especializando en resolver problemas, en enfrentarlos y cada cual va encontrando la manera de
encararlos.
(1)
Ponencia presentada al V Encuentro Nacional de Jardines Infantiles. Manizales, 1-3 octubre, 1999. Apartes
de un texto más amplio que está actualmente en construcción.
Por eso, pudiéramos decir que el conflicto nos recuerda que somos seres llenos de luchas contra
adversarios internos, externos, y en ocasiones contra adversarios virtuales que hemos constituido
para enfrentar la dureza de nuestra construcción. Es decir, vamos teniendo la certeza de que ser
humano es fundamentalmente conocer el conflicto.
Nos pregunta por ¿quién soy?
Cuando reconocemos la experiencia del problema y del conflicto siempre nos queda la certeza de que
ese encuentro es siempre una experiencia personal. Parece que hubiéramos nacido para él y es allí
donde reconocemos la raíz del conflicto, que surge del crecimiento al que me veo abocado cada día
de acuerdo a las formas sociales de organización que me plantean:
o
ser más, que es la pregunta por ¿quién soy? Y la manera como me planteo mis sentidos en mi
cultura y en el mundo que me rodea;
o
ser más con otros, que se refiere a los procesos de convivencia en los cuales estoy inscrito y
debo participar junto a grupos o comunidades para que la obra se desarrolle;
o
saber más, es la relación a la esfera del conocimiento, en donde me pregunto por los saberes
de uso social y personal que tengo y debo tener para vivir en este mundo de hoy;
o
tener más, es la presencia en la esfera de los bienes y el lugar de ellos en mi vida,
alertándome sobre la necesidad específica de su posesión para conseguir los intereses que me
plantea el ¿quién soy?
o
querer más, es la manifestación en el campo de los afectos y que hace visible no sólo lo que
siento, sino la manera como materializo esos quereres bajo la forma de deseo; y
o
hacer más, se refiere a las exigencias cotidianas de mis prácticas de vida y en últimas, a las
exigencias profesionales y productivas que van en una secuencia de hacer, hacer más y hacer
distinto.
Estos seis aspectos presentes en toda acción humana y en toda subjetividad surgen de la
construcción día a día de lo humano, en donde la tensión entre necesidades sociales y necesidades
individuales construye un camino intermedio de acción y de sentido. Esas formas sociales construyen
una tensión que termina siendo una confrontación con la fidelidad a lo que nosotros queremos ser y a
la manera como queremos enrutar nuestra vida desde las exigencias de la sociedad.
Por eso, cuando el conflicto aparece, nos está señalando que en la aparente autosuficiencia no
tenemos un control total sobre nuestras vidas y los procesos que agenciamos en ellas y es el
momento cuando aparece la paradoja más fuerte: quedarnos en donde estamos o saber que si lo
enfrentamos emprenderemos un camino más allá de nuestros límites.
Esto significa una opción anterior y es reconocernos a nosotros mismos como seres incompletos en
permanente crecimiento y el conflicto lo que me avizora es la necesidad de trabajar mi horizonte de
sentido, reconocer hacia dónde voy desde lo que soy, a la luz de las preguntas y los interrogantes que
a la fidelidad con mi vida hacen aspectos, personas, elementos, experiencias en donde lo otro
diferente a mí emerge enriqueciendo mi ser.
No siempre somos tan claros
Por eso, siempre el conflicto nos hace referencia a que algo importante está pasando en nuestras
vidas y que prestarle atención es tener la capacidad de revisar la esfera de mi yo, que ha decidido
entrar en el terreno de la duda. Por eso, siempre nos va a estar hablando de los claroscuros que hay
en nuestra existencia y para nosotros, hechos en una cultura de la verdad, de la claridad, de las ideas
y los seres claros y distintos.
Es difícil reconocer que tenemos una zona oscura y para nosotros educados en estas maneras de las
certezas reconocer que el conflicto introduce una forma ambigua que me saca de mis certezas
significa de alguna manera abrirme a la dualidad y aceptar la incertidumbre como condición del
crecimiento. Pero lo más difícil, nosotros que siempre hemos aprendido a ganar o a perder, es la
2
capacidad de aprender que las respuesta nueva no está en una de las dos cosas, sino en la disputa y
en la manera como ha construido la duda sobre lugares aparentemente claros, donde no se gana o se
pierde, sino que se aprende y se construye.
Por eso, el conflicto va a aparecer como un entramado a través del cual emerge el yo real. Ese no
siempre compuesto de las luces y claridades, sino también de las sombras que yo a veces oculto y
que no aparece porque no ha encontrado el choque con lo diferente que lo haga emerger. En ese
sentido, el conflicto no es la transformación misma que se opera en mí, pero va a ser la plataforma
que constituya la base de las transformaciones que yo debo emprender.
En razón de ello, el conflicto no es bueno o malo, es moralmente neutro. Va a hacer que sea bueno o
malo la manera como lo asumimos y lo colocamos en el entramado social y usándolo en
circunstancias de poder nos sirve para oprimir, segregar, dominar, censurar, excluir, invisibilizar a los
otros o encubrir mi zona oscura o mis maneras de relacionarme ejerciendo poder.
También dolor y sufrimiento
El conflicto nos está hablando de que ser humano no es un camino de rosas; que asumir el conflicto
significa asumir niveles diferenciados de sufrimiento, con sus consabidas manifestaciones del miedo,
el dolor, la pasión, la ira. Esto va a exigir de nosotros una lucha permanente por encontrar quiénes
somos nosotros mismos y cómo construimos nuestras fidelidades, así como el lugar del otro y los
otros en nuestra vida, y reconocer que estando el conflicto permanentemente en nuestra vidas
aprender a manejarlo es un acto de aprendizaje que requiere ir al encuentro de nosotros mismos
desde las más variadas posibilidades.
Por eso, cuando pasa el conflicto podemos, mirando hacia atrás, reconocer el costo del dolor como
parte de nuestra construcción y de nuestra cimentación, pero cuando se avizora el nuevo conflicto
éste nos está avisando que somos complejidad no controlada totalmente y que ésta nos avisa que
será posible ser de otra manera, es decir, inaugura la utopía individual. El conflicto al fortalecer el
aprender a saber que seremos de otra manera se convierte en el instrumento principal de crecimiento
y de la marcha como humanos por ser cada vez más fieles a nosotros mismos. Por ello no queda sino
reconocer que es una permanente en nuestras vidas.
II. El conflicto: punto de partida para nuestros cambios(2)
Uno de los problemas centrales cuando se aborda una mirada sobre el fenómeno de lo multicultural de
la sociedad globalizada, es la manera como desde el poder se intenta darle cauce a los conflictos, en
la naturalización de el poder es la forma sutil como se disuelve el conflicto vía pluralismo, ya que al no
ver lo desigual, lo excluido, lo segregado, considera todos los conflictos expresión de sólo la
diferencia.
Por ello es necesario desarrollar la capacidad de reconstruir pensamiento y acción desde una mirada
que sea capaz de romper los imaginarios que han permeado una visión esencialista instalada
socialmente en nuestra subjetividad haciendo que en nuestra vida cotidiana nos comportemos
ambiguamente, no siendo lo claros que decimos ser, haciendo que miremos el conflicto más bien
como causante de problemas que el propiciador de transformaciones individuales y sociales.
Asumir el conflicto significa abordarlo de otra manera a como estamos acostumbrados a hacerlo, y
convertirlo en generador de procesos, impugnador de verdades, reconstructor de poderes, y
(2)
Retomo elementos de mi texto “La paz, una cultura que se construye”, publicada en el libro Educación para
la paz. Una pedagogía para consolidar la democracia social y participativa. Varios autores. Santa Fe de
Bogotá. Mesa Redonda Magisterio-Red de pedagogías constructivas. 1999. Páginas 31 a 70.
3
organizador de propuestas. Pero la dificultad mayor está en las rupturas que tenemos que realizar en
nuestro accionar subjetivo y personal con seis procesos profundamente inscritos como impronta en la
cultura que hemos formado en la trama histórica de nuestras sociedades y que hoy bajo el capitalismo
globalizado toma el sesgo de lo universal. Estos aspectos son:
a. La verdad como esencia.
Una larga tradición que se ha desplazado desde las imágenes de lo divino al campo de la política
y en los últimos tiempos impregnado el mundo de lo científico, ha ido moviéndose en un proceso
de verdades absolutas donde no es posible sino establecer dos campos: el de la verdad y la
falsedad. Esta mirada, cuestionada desde diferentes concepciones de la ciencia hoy en día, con la
entrada de procesos complejos del caos, del azar, de los construccionismos, de los sistemas
abiertos, etc., nos muestra una realidad científica, social, cultural, constituida desde múltiples
lugares, entregándonos una mirada más rica de verdad en construcción y en expansión. Esto no
significa la negación de los elementos constituidos anteriormente, pero sí su relativización.
2. La interpretación del mundo siempre dicotómica.
Esta mirada del mundo, partiendo de la verdad (de cualquier tipo) construyó una mirada sobre lo
otro diferente como el opuesto negativo de aquello que yo afirmaba. Es así como lo mío era lo
bueno, lo de los otros era lo malo; yo era el científico, el otro era el ignorante; yo era el generoso,
el otro era egoísta; mi política interpretaba la sociedad global, la otra sólo al grupo de élite. Si
analizamos con cuidado estas miradas dicotómicas, nos podemos dar cuenta que ha sido el
sistema fácil para descalificar.
3. La producción de cosmovisiones totalizantes.
Esa forma de la verdad y la enunciación del juicio sobre el otro va a tener una característica muy
clara, en cuanto organiza miradas e interpretaciones del mundo que pretenden ser la realidad. Y
confundiendo a ésta con lo real, se autocalifica como la interpretación correcta, lo que le da
legitimidad para operar contra las otras interpretaciones, sin producir un diálogo que permitiera
enriquecerlo, construyendo realidades más complejas y múltiples.
4. La reducción del conocimiento a procesos racionales.
El hecho de configurar lo humano desde la especificidad racional llegó a producir una reducción
de otras dimensiones de la constitución de lo humano, como el deseo, el placer, lo lúdico, y éstas
fueron vistas más como manifestaciones de la parte más animal de nuestro ser. Por lo tanto,
durante mucho tiempo se excluyó el cuerpo y se redujo a un segundo plano aquellos tipos de
conocimiento en los cuales estuviera implicada la subjetividad de quien conocía.
Hoy se abren puertas para reconocer cómo lo conocido está implicado en el sujeto cognoscente y
cómo esas otras dimensiones de lo humano también acumulan las experiencias, y desde allí
desarrollan formas de conocer que no necesariamente se sintetizan en forma racional. Esto ha
abierto una cantidad de búsquedas sobre el yo interior y las nuevas identidades del ser humano.
5. El desacuerdo como enemistad.
Hemos ido construyendo en torno a nuestras verdades, certezas a las cuales deben adherir todo
el grupo humano cerca de mí, estableciendo una solidaridad de cuerpo casi feudal que me lleva,
en el caso de lo personal, a que cuando alguien del grupo cercano establece diferencias con
nuestros puntos de vista o avanza hacia construcciones diferentes, sentimos en el campo de la
emoción una especie de ruptura mediante la cual el otro se está marchando y de que traiciona la
lealtad del grupo, estableciendo en nosotros un temor a la diferencia de los próximos. El poder allí
establece formas de censura para que las comunidades cercanas se construyan no haciendo
explícita la diferencia.
Cada vez más la comunidad de pensamiento y acción abre caminos para comprender que el
desacuerdo es un instrumento de crecimiento y que en el campo de lo humano el desacuerdo es
4
un signo vital de la diversidad que nos enriquece y nos libera de las pretensiones de poder y
dominación en la esfera social e individual sobre los otros.
6. La patriarcalidad como enunciación y acción.
El ejercicio del poder ha tomado formas sociales, políticas y económicas y durante mucho tiempo
en una forma invisible una forma de explosión y segregación en el encuentro de géneros, en el
cual construido el poder desde el predominio y control del hombre hace que su masculinidad
adquiera una línea de construcción generando segregaciones que en la vida cotidiana toman
formas de relación con lo femenino de inferioridad. Formas culturales que por ser hegemónicas en
una larga constitución habitan en la subjetividad de hombres y mujeres de estos tiempos.
No va a ser posible instaurar procesos de cambio mientras no deconstruyamos la presencia
patriarcal en nuestra subjetividad en las prácticas sociales y en las maneras como intentamos
transformar y hacer diferente esta sociedad. Este ejercicio no es fácil, porque va a requerir
también un ejercicio de refundar la masculinidad y lo femenino.
Estas seis prácticas han permeado nuestra cultura de tal manera que han construido un imaginario
social del cual somos portadores y todo aquél que se ubique en una interpretación diferente a la mía
queda en el terreno de las exclusiones posibles. Y si mi mirada ha sido sancionada por el poder o en
estas nuevas épocas del conocimiento por el poder-saber, yo logro colocar a mi servicio toda la
parafernalia de éste para producir exclusiones. Pero esto no es sólo un poder a nivel macro. Se ha
convertido también en la forma de construir relaciones en el mundo inmediato o cotidiano de todas las
personas. Por ello, todo lo diferente es mirado sospechosamente y rápidamente por vía del mal
manejo del conflicto termina convertido en opositor o enemigo.
Este juego de imaginarios va rotulando el mundo en un juego de dos orillas, en el cual la introducción
de cualquier punto de disenso que podría marcar las formas de la diferencia que enriquece como
manifestación de un conflicto creativo, terminan siendo paralizantes de los procesos sociales en
cuanto fragmenta los grupos humanos y sus comunidades en los más diversos ámbitos, llevando a
construir una cultura en la cual el conflicto siempre se manifiesta no como retador y reconstructor de
relaciones sino como el espacio desde el cual encasillo la mirada del otro para entrar en la lógica fácil
del amigo-enemigo.
Es muy fácil de observar esto en la manera como hombres y mujeres desde nuestra infancia vamos
reinsertando en nuestra vida cotidiana discursos del poder blanco, aristocrático, macho, de una verdad
científica, del adulto, del mundo bipolar, del mundo bipartidista, y en últimas, teniendo prácticas y
discursos de patriarcas colonizadores y racistas conquistadores, que vamos segregando y excluyendo
a quienes se mueven en otro horizonte, quienes saben necesariamente nuestro mundo de
representación para ser negados e invisibilizados.
Por ello, plantearnos el conflicto como central requiere de una capacidad de construir diferencia,
antagonismo, no certeza, que enfrentando los problemas del poder, del saber y de las formas de la
exclusión y la dominación encuentra los núcleos conflictivos en el ámbito de la acción y la reflexión y
los coloca en un escenario público, capaz de enfrentarlos y resolverlos. Pero construir esta cultura del
conflicto significa también construir otros modelos de sociabilidad y organización social que generen la
capacidad autoreguladora de hacer emerger los conflictos en sus diferentes niveles para que las
jerarquías de poder y privilegio no se reproduzcan, generando desigualdad, exclusión o segregación.
Este paso significa la capacidad de replantear la forma de la crítica que hemos hecho hasta ahora,
porque ella también, hija de las formas culturales que hemos vivido e introyectado, se ha constituido
como verdad excluyente y dogmática. Significa la capacidad de entrar a una crítica que es capaz de
hacerse nueva cada día, y por lo tanto, provisional en la velocidad de los cambios de estos tiempos; y
significa también estar crítico con uno y abierto a lo que las otras posibilidades de un mundo más
amplio me entregan a mi para reconstruir.
5
Es importante entender que este conflicto es múltiple y no se queda sólo en el campo de lo discursivo,
sino que atraviesa procesos de acción y por ello va a abrir la posibilidad en la crítica al reconocimiento
de los intereses, y es allí donde la diferencia es politizada al ser situada en un escenario con tejido
social propio y no simplemente un juego de contradicciones en la palabra, en el símbolo, en el
discurso. Recuerden, no sólo en ellas, porque también son importantes todas las contradicciones.
Entrar en el conflicto significa abandonar el dualismo descalificador que hace invisible a lo diferente, a
lo desigual, a lo excluido, a lo segregado, aspectos que siempre se presentan como conflictivos
porque su oficio es invisibilizar al otro. Esto significa plantearnos de fondo la crisis del sujeto en el
mundo globalizado. Toda la discusión sobre su autonomía, su identidad, y la entrada en juegos de
permanente constitución de identidades híbridas constituidas por múltiples combinaciones culturales
que producen su hibridez, replantean de fondo la manera como nos relacionamos y la manera como
nuestros imaginarios han sido codificados y los principios y valores con los cuales hemos dirigido
nuestras acciones.
Aprender a leer el conflicto es la capacidad de reconocer la multiculturalidad bajo sus numerosas
expresiones con una profunda capacidad crítica que a la vez elabora los primeros elementos de una
transformación realizada por los actores que asumiendo el conflicto como elemento generador de
mundos nuevos es capaz de retomarlo para superar la protesta y enfrentar el dualismo como un lugar
del que hay que salir para reconstruir el mundo con múltiples colores y múltiples sentidos.
Cumple un papel de reconstructor de la confianza en el otro, de la importancia del diferente, aspecto
que se convertirá en eje de la reconstrucción de la solidaridad, que nos va a permitir inicialmente
trabajar juntos a pesar de las muchas diferencias que tengamos, y desde allí nos unimos para
enfrentar desigualdades, exclusiones.
III. LA DECONSTRUCCIÓN: UN CAMINO PARA REENCONTRAR PODER Y CRÍTICA
Se hace urgente encontrar los procesos que nos permitan no sólo hacer una recuperación teórica y
conceptual de la tradición crítica, sino que nos permitan hacer un análisis profundo de la materialidad
social, histórica, pedagógica y de movimientos que ha construido. Este balance requiere de nuevas
estrategias que permitan realmente ir a lo profundo de sus estructuras y ver qué elementos de su
pasado deben ser desechados como así los elementos que deben ser reconstruidos y los nuevos
elementos que deben ser allegados para convertirlos en una práctica con sentido, permitiéndonos --en
la praxis social-- entender que tenemos que desaprender mucho de aquello que constituyó la base de
nuestro quehacer para caminar con otros sentidos en estos tiempos, en este final de siglo, en el cual
la simple exclusión social y el discurso impugnador ya no la legitiman, sino que se le exige construir
unos dispositivos coherentes con estos tiempos.
En nuestra práctica social con diferentes grupos populares de nuestro país y del Continente, hemos
venido implementando para este proceso de transición estrategias de deconstrucción que nos van
permitiendo reconstruir esos núcleos básicos de una práctica social crítica que entre con piso fuerte y
empoderando a estos grupos excluidos y populares del nuevo capitalismo de final de siglo.
1. Deconstruyendo la verdad y cuestionando las certezas(3)
Entrar en el debate anterior sin jugar a polos excluyentes significa el abandono de un esencialismo
también de corte metafísico con que había sido mirado el pensamiento científico tanto en sus
vertientes naturales como sociales, síquicas y culturales para entrar a reconocer una profunda crisis
(3)
Retomo y amplío elementos de mi artículo "Cambios en el conocimiento e implicaciones para la educación
popular. Construyendo la transición de la refundamentación" publicado en la revista La Piragua, No.11, 2
semestre 1995. Santiago de Chile. CEAAL. Págs. 1 a 11.
6
de paradigmas que nos hablan de que es preferible entrar con teorías débiles para que la realidad no
quede muy atrapada y ésta pueda hablar y dar la posibilidad de nuevas teorías y de nuevas praxis.
Por eso en este último tiempo la idea de verdad relacionada a conocimiento teórico como guía y luz
del accionar ha sido objeto de una deconstrucción radical, ejercicio que ha obligado a que sus
condiciones de producción, consumo y circulación tengan que comenzar a tenerse en cuenta en su
definición, mostrando cómo el que determinadas concepciones de la verdad sobre el mundo
prevalezcan sobre otras tiene mucho que ver con circunstancias de tiempo, espacio, de condiciones
sociales que proporcionan en ese momento histórico un régimen de verdad y el papel económico y
político que desempeñan. Es de anotar cómo muchas veces intereses extrateóricos acompañan un
profundo desarrollo del conocimiento en ciertos períodos históricos, por ejemplo las concepciones
religiosas americanas del siglo pasado produjeron una profunda recomposición de la biología tratando
de rebatir los principios de Darwin sobre el origen de las especies.(4)
Estas concepciones que impregnaron una cierta mirada de la objetividad en
persisten en XX con menos fuerza que en el pasado, al olvidar todas
pretenden ver el mundo naturalizado simplemente como el producto de
repetirse por siempre. Esto significa que nos encontramos en situaciones en
el paradigma nos permite ver.
el siglo XVIII, XIX y que
esas otras condiciones
esas leyes que deben
las cuales vemos lo que
En ese sentido, los grandes sistemas de creencias científicas y políticas ligadas al proyecto de la
modernidad han comenzado a erosionarse y a surgir preguntas, ya que al intentar --con las
explicaciones que teníamos-- encajar las realidades de las que somos parte, se encuentra una
insuficiencia de las formas que aprendimos para explicar tanto los nuevos fenómenos como las
reorganizaciones más globales que se producen en el campo del conocimiento y de la acción. Esta
situación produce también una flaqueza en los criterios con los cuales construimos nuestros mapas y
diseños para reconocer la realidad, produciéndose un vacío para formular salidas correctas y una
especie de oscurecimiento de los macroproyectos que se hace visible en lo que pudiéramos
denominar la pérdida de los grandes modelos interpretativos y comenzando a emerger una época de
complejas vertientes y de dimensiones prácticas muy diferenciadas.
Estas realidades colocan más ciertas hoy las palabras de Omar Khayam, el poeta oriental, quien
decía: "Aquellos que eran los polos de la ciencia y en la asamblea de los sabios brillaban como faros,
no supieron encontrar su camino en la noche oscura."
2. Cambiar la mirada
Se podría plantear hoy de que toda esta reorganización de conocimientos, saberes, praxis, nos
remiten a un necesario cuestionamiento de muchas de las ideas que siempre nos han acompañado
sobre quiénes somos, para dónde vamos, sobre nuestros orígenes, de nuestra ética, de nuestras
instituciones sociales, de nuestros imaginarios, de nuestra forma de impugnar y por qué no decirlo, de
los sentidos de nuestra vida.
Plantearse el que se asiste al final de una visión de la historia y la vida con la que siempre operamos,
tanto en el pensamiento crítico como en el establecido, que se caracterizaba por ser homogénea,
lineal, con causalidades muy ubicadas, nos coloca frente al surgimiento de una situación en la cual no
existe una narración, un género del discurso en todas sus vertientes de explicar el nuevo sentido de la
praxis ni de mostrar un mapa único también constituido que nos pueda decir hoy cuál es el horizonte
de sentido y bajo qué nuevos elementos podemos homogeneizar las experiencias de vida, de cultura,
de ciencia, de subjetividad.
(4)
Vasco, Carlos Eduardo. Tres estilos de trabajo en las ciencias sociales. Tercera edición. CINEP. Bogotá.
1994.
7
Esas disoluciones de los discursos globales y homogéneos que nos han acompañado en la ciencia y
la cultura comienzan a emerger con una pluralización del conocimiento en la cual éste se vuelve más
complejo, emergiendo en ocasiones como discontinuo, no lineal, donde al centro se establece la
diferencia, donde no aparecemos enmarcados en una sola historia, sino que los nuevos escenarios
nos colocan también frente a la pluralización de la historia produciendo nuevos significados, nuevos
sentidos, nuevos conflictos, nuevas coordinaciones, lo que da como resultado un reordenamiento del
pensamiento que nos permita pensar la complejidad.(5)
Estas situaciones nos traen un profundo tiempo de creatividad, en cuanto exige que tengamos que
mirar de otra manera aquello de lo cual ya teníamos certezas. Es la restauración del pensamiento y
del conocimiento bajo un nuevo estatuto y una nueva organización planteándonos organizar de otra
manera.
Ya Dostoievsky había anunciado la tarea cuando dijo, "Siempre escojo temas que estén por encima de
mis fuerzas."
3. Pensar los conocimientos para la transformación en tiempos de transición
Los elementos trabajados anteriormente nos colocan frente a la pregunta ¿qué consecuencias tiene
ese proceso de caída de los paradigmas en las prácticas sociales de personas que estuvimos
interesadas en el pasado y lo seguimos estando, en creer que existen una serie de tareas ligadas a un
proyecto ético y que se preguntan por las urgentes transformaciones en la sociedad que nos
conduzcan a condiciones reales de democracia, justicia social y construcción de lo humano? Y esta
pregunta se hace importante, ya que perdimos la certeza de una guía unitaria, de un guión claro y de
unos diseños heterogéneos-homogéneos para la acción.
El cambio hoy se nos presenta con la pregunta de cómo dar el paso entre lo viejo y lo nuevo,
manteniendo un perfil crítico que es diferente, sabiendo que todavía argumentamos con los elementos
del viejo paradigma por las dificultades para construir las nuevas visiones, y en ese sentido
participamos de muchas de las convenciones que supuestamente deben ser transformadas. Surgen
las preguntas sobre cómo intervenimos por ejemplo en el mundo de los jóvenes, para quienes su
experiencia ha sido hecha y formada en el mundo nuevo y cómo allí construimos un sentido y
capacidad de dialogar con ese mundo desde una mirada como la nuestra que hoy no explica con
sentido para ellos.
Igualmente, cómo construimos el tránsito para aquellos que no quieren renunciar a las viejas prácticas
y argumentos porque le dan la certeza de mantener la crítica y cómo allí construir un pasaje de sus
praxis a las nuevas racionalidades y conocimientos que emergen haciendo más complejo el mundo.
También cómo construimos la argumentación para discutir y mostrar acciones posibles a aquellos que
abandonaron el campo de la impugnación porque creyeron, abandonado el pensamiento crítico y la
acción transformadora, en el fenómeno de la globalización y universalización de la sociedad capitalista
de final de siglo.
Podemos afirmar que de la manera cómo respondamos estas tres respuestas ante actores diferentes
vamos a poder construir el nuevo terreno de la disputa que va a permitir avanzar hacia formas más
organizadas de los conocimientos que nos coloquen con sentido en estos tiempos. Por ello, en una
época de transición se hace necesario construir puentes que nos permitan entrar con dinámica nueva
en estos tiempos en los cuales los determinismos ya no explican con la fuerza del pasado en forma
global y se hace urgente retomar la pregunta de la búsqueda biológica sobre: cómo retomar la
pregunta por el dar cuenta de los desarrollos y orígenes de la génesis de la diferencia y de la no
homogeneidad. Esto significa construir un nueva praxis mucho más compleja y un trabajo que no
(5)
Morin, Edgar. El Método, la vida de la vida. Cátedra. Madrid. 1983. Págs. 405 a 454.
8
puede resolverse en el simple activismo sin búsqueda por explicar las nuevas realidades, así como
ganar una actitud de estar dispuestos a hacer permanentes negociaciones culturales, lo que significa
estar abiertos a nuevas interpretaciones.
Aparecen perspectivas nuevas que manteniendo la distancia crítica frente al poder nos proponen
interpretar esos nuevos fenómenos de la realidad y del conocimiento para explicarnos de otra manera
estos tiempos sin perder la fuerza y la pasión por la transformación. En ese sentido, es urgente
trabajar la fragmentación, la pluralidad, las diferencias, la multidimensionalidad, encontrando un
mundo mucho más interrelacionado y mucho más complejo. Esto significa tener la capacidad desde
las miradas que tenemos, hacer complejo lo unidireccional, repensar lo secuencial y ser capaz de
mirar en una lógica que no juega disyuntivamente, sino que apunta a construir identidad a partir de
elementos contradictorios; es decir, unidades que se construyen partiendo de la diversidad y no de la
igualdad.
El llamado es a repensar lo nuestro, lo que traemos e ir ordenando los ingredientes para reordenar
nuestro mapa, de tal manera que nos permita movernos en una realidad mucho más cambiante y
además nos dé a cada uno no sólo una explicación de nosotros mismos, sino una capacidad de
sorprendernos para avanzar hacia lo nuevo. Allí emergen todavía en forma claroscura una serie de
elementos que nos permiten ir haciendo la reconstrucción de nuestra praxis para volver a colocarnos
con sentido y acción crítica en estos finales del siglo XX. Los principales elementos serían:
a. La certeza de que siempre actuamos en, desde y hacia contextos, que en ese sentido ellos están
prefigurando nuestras acciones, que allí participamos en la creación de esas realidades y que
como creadores por acción práctica o teórica somos responsables de ella. En razón de ello
debemos descubrir las cosas nuevas con las cuales va a ser posible una acción transformadora
de esos contextos.
b. Desplazamiento del punto de equilibrio. Siempre nos movimos con la certeza de teorías fuertes
que nos aclaraban los mapas y hoy se hace necesario darle cabida a lo impredecible, al azar, a la
manera cómo lo nuevo que emerge sobre territorios, grupos sociales, subjetividades, actúan y
modifican los elementos que antes ubicábamos como fijos (Aprendizaje de lo diferente).
c.
Poseer teorías que duden de ellas mismas. Es decir, teorías débiles, que nos den una entrada a la
realidad dejando los suficientes campos para que la práctica hable, es decir, necesitamos teorías
que tienen como certeza no invadir la totalidad, hecho que le va permitir mostrar las nuevas caras
de ésta y en ese sentido los nuevos perfiles de intervención, guardando la certeza de que no va a
existir nueva construcción si no es posible un tipo de reflexión de cualquier nivel (Aprender a
sospechar).
d. Campo a la creatividad social. Ese abrirnos a las nuevas posibilidades nos va a permitir dejar los
encuadres ideológicos y políticos rígidos y por tanto a abandonar la idea de verdad para caminar
más en una búsqueda de construcción de conocimientos de muy diversos tipos, no sólo
racionales, que nos van a permitir construir en una búsqueda de otro tipo (Aprender más allá de lo
racional).
e. Capacidad de cuestionar no sólo lo que sabemos, sino la forma de nuestros conocimientos.
Durante mucho tiempo nos hicimos de métodos, formas de saber que nos conducían
mecánicamente a esos nuevos lugares. Hoy se hace necesario entrar en otras lógicas que hagan
posible la pluralización del conocimiento, no sólo como experiencia racional sino como una
experiencia profunda de cómo somos nosotros (Aprender a desaprender).
f.
Convertir los interrogantes en instrumentos. Cada vez aparece con más fuerza la idea de que las
herramientas culturales no sólo son mediaciones para organizar la realidad sino para dotarnos de
procesos de acción ubicados en los momentos históricos que corresponde y esto significa un
9
ejercicio de creatividad, ya que va a cuestionar y reorganizar las visiones que tenemos del cambio
(Aprender a construir las preguntas).
g. Tenemos que aceptar ser autores con sentido para esta época que intenta pensar la acción para
la transformación de la acción y esto significa la capacidad para reconstruir una narrativa que
explique con sentido para esta época. Y estos significa también una praxis en la cual recuperemos
a los seres humanos en su inmensa heterogeneidad para actuar como protagonistas de sus vidas
(Aprender a producir mis sentidos --de norte--).
h. Emerger hoy como sujetos participantes significa la capacidad de construir un "mí mismo" y un "sí
mismo" que nos permita reconocernos a nosotros no como un componente atomístico de los
sistemas sociales sino como nexo de estos permitiendo establecer una teoría de cómo somos
nosotros (Aprender a construir identidades híbridas).(6)
i.
Praxis generadora de heterogeneidad y complejidad. El fenómeno juvenil nos ha enseñado que
los cambios de este final de siglo tiene como uno de sus componentes la aceleración que crea una
metamorfosis en la manera cómo se conoce y en la capacidad para intervenir, ya que confronta
experiencias muy distintas en estos tiempos (Aprender a cambiar en medio del cambio).(7)
j.
Urge construir comunidades de acción y pensamiento. La dispersión y los diferentes puntos en
ocasiones en contradicción sobre mismos fenómenos exigen una co-construcción de los procesos
en donde no los puedo dejar a merced de mi sola subjetividad sino que tengo que integrarlos en
una construcción mucho más social; es decir, admitido o discutido dentro de esa comunidad. Es el
caso, por ejemplo, del tipo de pedagogía trabajado por la educación popular (Aprender a construir
comunidades de acción y reflexión).
Los anteriores elementos nos colocan frente a una búsqueda por la manera cómo el pensamiento
crítico había construido sus procesos y fuimos un poco a medida que avanzábamos en la comprensión
de los grupos en las intervenciones sociales que teníamos que hacer con jóvenes, con maestros, con
obreros, con mujeres, encontrándonos frente a un fenómeno mucho más complejo donde no bastaba
sólo la actitud crítica ni generar la crítica, ya que en muchas ocasiones esa crítica daba cuenta de un
capitalismo que hoy tenía otra forma de existencia y fue donde se hizo necesario buscar nuevos
caminos metodológicos que manteniendo la consistencia de la crítica frente al poder que se da bajo
otras condiciones en este final de siglo, nos anunciara la posibilidad de una intervención
transformadora en un horizonte radical pero en las nuevas condiciones.
La búsqueda de caminos nos ha ido llevando a recuperar heterodoxamente la concepción de
deconstrucción que ha permeado ciertos campos del psicoanálisis, de la filosofía, de la literatura, de la
arquitectura, y haciendo una reelaboración de ella trasladarla a campos de la educación y,
específicamente, de la educación popular, elaborando con ella todo un dispositivo que permite
convertirla en una estrategia para ser trabajada frente a múltiples procesos desde una perspectiva
educativa (aprender a recontextualizar).
En ese sentido, nuestra búsqueda es sólo eso, un intentar buscar otros caminos sin certezas,
creyendo posible desde la deconstrucción producir un reconstrucción fundamentada de la acción
crítica. Desde esta perspectiva, los elementos que vienen a continuación son el compartir una
búsqueda. Por eso no tienen la pretensión de mostrar EL camino, sino simplemente de colocar unas
pistas para intentar reorganizar el pensamiento crítico en este final de siglo. Porque como bien decía
Hegel, "Lo que es bien conocido, y precisamente porque bien conocido, no es conocido."
(6)
W. Barnett Pearce. "Nuevos modelos y metáforas comunicacionales: el pasaje de la teoría a la praxis. Del
objetivismo al construccionismo social y de la representación a la reflexividad". En: Nuevos paradigmas,
cultura y subjetividad. Dora Fried Schitman (comp.). Buenos Aires. Paidos. 1994. Págs. 265 a 283.
(7)
Remito a mi texto "De lo escrito a lo digital o el surgimiento de nuevas habilidades educativas".
10
4. La de(s)construcción: una herramienta para re-construir (8)
1. Haciendo un poco de historia
El término de(s)construcción tiene sus orígenes en la discusión francesa de finales de la década del
'60 y comienzos de la del '70, en la cual se veía ya el advenimiento de una crisis de la civilización
occidental y se inician una serie de reflexiones sobre esa crisis buscando maneras distintas de leer la
realidad, cuestionando las condiciones de posibilidad del discurso filosófico de la ilustración y el
racionalismo. Se inicia desde la literatura, la filosofía, la psicología y el psicoanálisis. Últimamente ha
impregnado campos como la educación, la arquitectura, la ecología.
Algunos ven el trabajo planteado por esta corriente de pensamiento como una búsqueda por clausurar
la episteme lógica occidental, tanto en su versión ontológica (como esencia del ser) como logocéntrica
(la centralidad del conocimiento). Igualmente, se plantea como un cuestionamiento de las instituciones
y las organizaciones, a las que llama: "máquinas sedentarias" y de "sedentarización", planteando que
la posibilidad de ese cuestionamiento está no en el centro de ellas, sino en "el margen", que son
aquellas formas y personas que están dentro de la lógica institucional pero no atrapadas por ellas.
Se coloca un énfasis especial en la deconstrucción de la metafísica tradicional, ya que por ahí han
circulado las formas de establecimiento del poder. Igualmente, en la década del '80 se han hecho
intentos por establecer instituciones educativas que corran por estos criterios de la deconstrucción.(9)
En ese sentido, se nos presenta la deconstrucción como una estrategia que permite cuestionar y
transformar activamente el texto general de la cultura.(10)
2. Algunos elementos básicos
En la complejidad de esta problemática --que también es relativamente nueva-- surgen lecturas de
muy distinto cuño e interpretaciones desde las que plantean la imposibilidad metódica de la
deconstrucción hasta quienes la ven como un elemento técnico que puede ser utilizado para
intervención política, pasando por quienes la ven sólo como un ejercicio literario sin materialización en
el mundo de la vida cotidiana. Van surgiendo una serie de reinterpretaciones y redefiniciones, y en ese
sentido mis reflexiones no tienen ninguna pretensión de heterodoxia, sino más bien de reorganizar
algunos de estos elementos para hacerlo práctico en nuestra actual coyuntura histórica de cara a las
exigencias planteadas por los cambios de final de siglo y la realidad de la nueva teoría crítica y en
especial de la búsqueda por refundamentar la impugnación.
Revisemos algunos de esos elementos que nos permiten apropiarnos de la deconstrucción para estos
procesos.
a.
La deconstrucción como una forma de intervención activa, que originariamente se planteó para lo
literario y lo filosófico, y que ha ido invadiendo campos de lo político-práctico, de lo educativo, y de
todos aquellos campos donde existen formas de institucionalización del poder.
(8)
Retomo y reorganizo elementos de mi texto "La deconstrucción como ayuda para una nueva cultura escolar.
O cómo no hacer el Proyecto Educativa Institucional como tarea". Bogotá. Junio 1995.
(9)
El Colegio Internacional de Filosofía en Francia y la organización de algunas cátedras literarias en
Norteamérica por parte de Derrida, buscan un nuevo tipo de institución que transforme las estructuras
básicas del modelo de universidad actual en una perspectiva deconstructivista.
(10)
Derrida, Jacques. La deconstrucción en las fronteras de la filosofía. Paidos Ibérica. Barcelona. 2a edición
1993.
11
b.
La de(s)construcción como una técnica práctica que nos permite entrar en la voz y en la
autoconciencia de lo institucional y en los imaginarios de las personas, para ser cuestionado
desde su materialización con miras a ser re-construida con un nuevo sentido.
c. La de(s)construcción como un ejercicio de oír las "márgenes de la maquinaria institucional". Es
decir, la posibilidad de ver las fisuras, las grietas que tienen las instituciones, y todo aparato de
saber y de poder y de las personas que lo ejercen. Es la posibilidad de oír lo marginal con la
misma fuerza del poder.
d. La de(s)construcción como una descentración de la continuidad de la objetividad institucional. Esto
significa establecer la sospecha sobre lo que aparentemente está bien, es decir, produciendo una
fractura en la objetividad institucional.
e. La de(s)construcción como la capacidad de ver lo que invisibiliza el poder a nivel de grupo o de
institución mediante la producción de una contrastación que es capaz de reconocer en las
prácticas de las instituciones aquello que siendo funcional ya no sirve para los nuevos tiempos.
f.
La de(s)construcción como la capacidad de ir tras la "huella" que nos remite a un origen que
nunca ha desaparecido, que siempre está ahí en instituciones, personas, y que requiere ser
analizada como proceso de re-significación de la experiencia humana vivida como actor o como
institución.
g. La de(s)construcción como la capacidad de leer y escribir desde las "huellas" de mi experiencia
para reconocer las marcas que permanecen, los espacios que constituyen mi "texto" social y las
capacidades para establecer rupturas con los contextos (personales, sociales, culturales,
institucionales, etc.).
h. La de(s)construcción como la capacidad de colocarme en la inseguridad y en la incertidumbre
creando la capacidad de hacerle y hacerme las preguntas que me y le colocan en la posibilidad de
abandonar lo que es para colocarme en un horizonte de construir lo que puede ser.
3. La de(s)construcción como una actitud de búsqueda
Mucho se ha discutido sobre el carácter negativo e hipercrítico de los procesos de deconstrucción. Sin
embargo, debe verse como una búsqueda profunda y significa un cambio de disposición que no busca
sólo la aniquilacíon o la sustitución o el fortalecimiento de debilidades o a la constitución con más
certeza de las fortalezas, sino que va a encontrarse con una forma de ser del pensamiento, de la
acción, de la institucionalidad, de la organización, del saber y del ser en este final de siglo. Es decir, va
a construir una subjetividad que está dispuesta a no descansar más en el tranquilo sosiego de las
verdades ya instauradas bajo múltiples formas de la inteligencia, del cuerpo, del espíritu...
Esto es, se coloca críticamente frente al intento de construir la verdad del presente aniquilando la
verdad del pasado, ya que lo considera un ejercicio muy simple en donde lo único que se produce es
una transmutación de la verdad exigiendo una disposición interna de sujetos, de instituciones, a un
proceso en el cual siempre estaremos en construcción y a no creer que se camina siempre con la
verdad. Por lo vertiginoso de los cambios, tendremos que hacer nuevas deconstrucciones, de tal
manera que las vamos incorporando como un estado permanente de nuestra condición humana para
ser y responder a estos cambiantes tiempos.
Esto significa la capacidad de actuar sobre mis fisuras para trabajar sobre ellas y reconstruir una
nueva disposición personal, social, cultural de constante insatisfacción sobre toda estructura sobre la
que cada quien actúa, donde se materializan saber, poder y todas las relaciones sociales gestadas por
éstas. Y en ese sentido, busca una transformación de ellos, no para desaparecer el poder sino para
producir una reorganización social de él y una redistribución.
12
Estos elementos nos colocan frente a una idea de responsabilidad que desplaza la manera tradicional
como nos hemos relacionado con las estructuras, en donde nuestra labor era garantizar que nadie se
saliera de su centro y sus pequeños márgenes, surgiendo desde la de(s)construcción una idea de la
responsabilidad que me coloca en el horizonte del riesgo, de la creación, del juego, de la
experimentación. En ese sentido, nos abre la puerta a la pregunta permanente como condición de
actualización y posibilidad de sentido en el futuro, colocando como central la manera cómo el poder de
los otros toca mi vida y acción o el mío toca los otros.
Nos encontramos frente a un ejercicio de ruptura interna-externa por abandonar las miradas binarias
en los análisis y en nuestras prácticas, de tal manera que la fisura en muchas ocasiones significa no
sólo reconstrucción sino de(s)construcción, como un paso anterior. Es un abandono de lo establecido,
para ir hacia otro lugar que no se juega en el campo de la disyuntiva sino de la complejidad y desde
allí deconstruir.
4. La diferencia, pre-requisito de la experiencia de de(s)construcción
Frente a una tendencia mecánica de la globalización económica, que tiende a producir un análisis de
homogeneización a todos los otros niveles, el ejercicio de(s)constructivo nos produce una
descentración en cuanto coloca la fuerza en encontrar "mis particularidades" y la manera cómo el
ejercicio colectivo tiene que tener un centro que es capaz de recoger los "márgenes" para constituir el
nuevo campo de experimentación. En ese sentido, establece la diferencia en cuatro pasos:
a. Como la posibilidad de producir "mi versión". Es decir, el lugar desde el cual yo, con mi huella,
produzco mi texto, surgido desde mi praxis, me abro a la búsqueda de la intertextualidad (de
instituciones, personas, grupos humanos).
b. Reconoce lo "otro" hecho de mil maneras por las huellas que lo constituyen, y en ese sentido
reconoce que el encuentro posible para construcción de proyectos comunes tiene mil senderos.
c.
La diferencia como campo de experimentación, es decir, no como límite, como barrera, sino como
exigencia a construir los puentes a través de los cuales surja lo común a partir de la conjunción
entre lo necesario y lo imposible.
d. La diferencia me coloca en la incertidumbre. El reconocimiento de lo otro (la otredad) me coloca
frente a la necesidad de perder la certeza y entrar en el camino de ver aquello otro como lo que
complementa, lo que construye más totalmente (en teorías, en instituciones, en personalidad).
Nos situamos frente a una construcción de lo colectivo desde múltiples lugares, pero que ubicando la
diferencia como elemento central me constituye como ser social con responsabilidades colectivas y
que son necesarias de re-construirse en el ejercicio también de la de(s)construcción. Por ello siempre
la lógica de lo solitario no existe, porque estamos frente a unos procesos de individuación en los
cuales desde mi yo asumo lo colectivo mediante la construcción de comunidades (humanas,
intelectuales, académicas, de profesión, etc.).
La deconstrucción se convierte en un acto de transformación, ya que no afecta las estructuras desde
afuera, pues reconoce que sólo es posible y adecuar sus golpes y sus luchas habitando las
estructuras donde el poder de la dominación hace presencia. Por eso opera como una especie de
conciencia que cubre el cuerpo y el deseo más allá de la mente, sin olvidar ésta, obrando desde el
interior de los sujetos, de las instituciones, de las organizaciones, estructuras, espacios, tiempos, etc.,
extrayendo de la antigua estructura todos los recursos estratégicos, sociales y económicos de la
nueva forma de la subversión de lo real establecido a partir del empoderamiento de las acciones
humanas.
En ese sentido, se deconstruye cualquier campo de poder constituido, y allí, con esa mirada, es
posible ver cómo se modifica, cómo se fractura, generándose procesos que luchan por construir el
13
significado y el sentido de los actores en sus procesos, en sus acciones. Es decir, la deconstrucción
busca constituir un fundamento para transformar los modos de la práctica de hoy, que permitan ir
hacia el futuro. Por eso busca en los resquicios que muestra la falta de totalidad del discurso
dominante, así se recubra de esa totalidad, reconociéndolo como incompleto por las argucias
discursivas o prácticas del poder. En ese sentido, descubierto esto, articula políticas que rompen la
perspectiva de la impugnación de las diversas formas de opresión, estableciendo claramente la
separación entre lo diferente y lo desigual.
Al permitir a los actores recobrar y reconstruir sus sentidos de otra manera, la deconstrucción muestra
lo improductivo de basarse en fundamentos últimos y universales con centros fijos y estrategias
globalizantes, y siempre sospecha de esa verdad, y por ello una y otra vez emprende el ejercicio de
deconstruir para ensayar formas alternativas y diversas, en las cuales se plantea flexibilizar las
acciones y categorías con las cuales pensamos, analizamos y construimos la sociedad que nos tocó
vivir, reconociendo su carácter histórico, regional y parcial.
Evita ubicarnos en horizontes de acción o comprensión cerrados, lo que conduciría a la muerte de la
utopía, y en ese sentido nos llama a estar permanentemente inventando nuevas formas de construir la
realidad pero desde ya nos anticipa que éstas de todas maneras no serán definitivas; es decir, nos
abre el camino para imaginar día a día nuevas utopías. Por ello la deconstrucción reconstruye las
representaciones, las acciones y las teorías profundizando la crítica para reinscribirlos en un lenguaje
y en un contexto donde la nueva acción tome en serio el discurso de la democracia anticipado por una
práctica emancipatoria
En ese sentido, la propuesta de la deconstrucción es también una invitación a entrar en la estructura
profunda de nosotros mismos, educadores populares de estos últimos 30 a 40 años, para deconstruir
nuestra práctica y nuestra teoría, para sacar de allí los elementos que todavía siguen vivos para
anunciar que la reconstrucción y las nuevas luchas de la transformación son posibles y están hoy aquí
entre nosotros, reconstruyendo la impugnación del próximo milenio.
Este ejercicio de deconstrucción, que permite una lectura reflexiva profunda de las materialidades que
hemos construido, nos va a permitir pasar este período de transición realizando un balance y
dinamizarnos hacia el futuro, porque como bien dice Adriana Puiggrós en su introducción a la
versión española del texto de Pedagogía Crítica de Peter McLaren, cuando afirmando la necesidad de
construir un nuevo imaginario pedagógico democrático concluye:
"...sin refllexión no hay acumulación histórica y la 'pedagogía crítica' apela a
la historia para descubrir en ella los pedazos de los discursos que han sido
acallados, para abrir las compuertas y dejar que brote lo aún decible; pero
no se niega a enseñar. Ha comprendido que la exacerbación del
espontaneísmo niega al oprimido la posibilidad de adquirir la cultura del
opresor. Que la reflexión es un arma política y la deconstrucción una
posición de lucha."(11)
(11)
Puiggrós, Adriana. Introducción al texto Pedagogía crítica, resistencia cultural y la producción del
deseo, de Peter McLaren. Buenos Aires. Rei Argentina - Instituto de Estudios y Acción Social - Aique
Grupo Editor. 1994. Pág. 13.
14
Descargar