El comité de la capital del radicalismo, presidido por

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El comité de la capital del radicalismo, presidido por Crotto, atribuyó la victoria socialista a una "confabulación tramada en el ministerio del interior contra la más gloriosa de las reivindicaciones humanal (la causa radical). . . con el concurso del voto de inmigrantes sin arraigo”. Hace notar M. A. Cárcano en Sáenz Peña. La revolución por los comicios que "el hecho no era exacto, porque los naturalizados no sumaban 14.000 y el margen del triunfo era mayor". 5. PLAZA, PRESIDENTE TITULAR. EL A.B.C. Y LA la. GUERRA MUNDIAL (1914-1916)
Intervención de Estados Unidos en México (1913-1914)
Una guerra civil en México entre el presidente, general Huerta, y el partido constitucional que respondía al general
Venustiano Carranza, llevó a los Estados Unidos a intervenir.
En setiembre de 1913 el gobierno norteamericano, presidido por Woodrow Wilson, cuyo secretario de Estado era
William G. Bryan, comunicó por circular a los países americanos que "quizá" se viera obligado a intervenir en México para
"salvar la democracia". Pedía el apoyo para esta actitud.
El gobierno argentino, presidido aún por Sáenz Peña, contestó que "no podía manifestar su conformidad" porque su
política invariable era opuesta a la injerencia en los asuntos internos de otros Estados, como lo expresó en las conferencias
internacionales donde tomó parte.
Ibarguren, ministro de Sáenz Peña, comenta en sus Memorias que el presidente hizo esta acotación irónica en la
reunión del gabinete: "Que podría sugerirse al presidente Wilson que a quien debería consultarse la intervención era a los
propios mejicanos".
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Dos meses después, el 24 de noviembre, Estados Unidos comunicaba que iba a "aislar por completo al general
Huerta de toda simpatía y ayuda extranjera y del crédito de su país, si el general Huerta no se retira por la fuerza de las
circunstancias, los Estados Unidos considerarán en su deber hacer uso de medios menos pacíficos para expulsarlo". Plaza, a
cargo de la presidencia, reiteró la posición de Sáenz Peña, contraria a una injerencia.
Los Estados Unidos, como potencia, obraban en defensa de sus intereses materiales comprometidos, pero sus gobernantes —el idealista
Woodrow Wilson y el apóstol del pacifismo William Jennings Bryan— creían sinceramente que estaba en su jurisdicción "salvar la democracia" fuera de su
país.
En abril (de 1914) se cumple la amenaza de hechos "menos pacíficos". Una escuadra norteamericana ataca Veracruz
y la ocupa con fuerzas de desembarco a costa de doscientos muertos mejicanos.
El A.B.C.
El ataque extranjero redundó en beneficio de Huerta cuya causa, en estado poco menos que agónico el día anterior,
se encontró favorecida por quienes, precisamente, querían perjudicarla. La opinión mundial clamó por el atropello y voces
condenatorias se oyeron en los mismos Estados Unidos.
Consejos de sensatez llegaron a los impulsivos gobernantes de Washington para decirles que no era ésa la manera eficaz de "salvar la
democracia". Pero, producido el hecho, no había manera decorosa de echarse atrás.
Salvo que lo hicieran a nombre de la "fraternidad americana" y a ruego de sus vecinos del continente. Hasta podía
presentarse la reculé como un homenaje de solidaridad continental, sobre todo si los argentinos, tan celosos el año anterior de
la dignidad y soberanía de México, encabezaran el petitorio.
El ministro Murature —no se dijo que por insinuación norteamericana— invitó a los gobiernos de Brasil y Chile
para que, en nombre de América Latina, "mediaran" en el conflicto. Washington aplaudió los "anhelos comunes (. . .),
colaboración americana (. . .), esperanzas de paz". Saldría del pantano donde lo precipitaron la impremeditación de Wilson y
Bryan, y, de paso, eliminaría a Huerta por mano de sus hermanos de raza.
En Niágara Falls se reunieron los delegados del A.B.C. (se llamó así la acción conjunta argentina-brasileña-chilena)
con los representantes de Estados Unidos y los de ambos bandos mejicanos en "busca de la paz". Huerta, que había querido
llevar la agresión al Tribunal Internacional de La Haya, fue convencido que la América Latina sería mejor juez para un país
latinoamericano, e inocentemente se metió en la trampa. La conferencia abrió sus deliberaciones mientras el general
norteamericano Furston "liberaba" Veracruz tomando la Tesorería, Aduana, Tribunales y demás edificios públicos, sin
conmover la solidaridad latinoamericana del A.B.C.
No hubo arreglo, porque la "mediación" partía de la base que Huerta dejase el gobierno y no hubiese indemnizaciones p ir el apoderamiento de
Veracruz. Wilson y Bryan hicieron público, sin mucho disimulo, que el objeto de la conferencia era ' la eliminación de Huerta por un medio o por otro, ya
que es inevitable. El objeto de nuestra Conferencia es efectuar lo ineludible sin derramamientos de sangre". Los delegados del A.B.C. se apresuraron a
reconocer al caudillo revolucionario, Carranza, como jefe de México.
No bien afirmado Carranza por sus pares latinos, Estados Unidos, accediendo a la solicitud del A.B.C, retiró las
fuerzas de Veracruz.
Tratado del A.B.C. (25 de mayo de 1915)
No convenía dar al A.B.C. el carácter de una incidencia transitoria, que hubiese quitado mérito a la "mediación por
la solidaridad continental". El 25 de mayo de 1914 Murature firmó en Buenos Aires con sus colegas Müller (brasileño) y
Barceló Lira (chileno), con estrépito de propaganda, un “tratado de pacificación", cuya fórmula pacifista fue dada por el
Secretario de Estado Bryan, el "apóstol de la paz".
Todo, o casi todo, el periodismo de ambas Américas batió el parche por el "acto trascendental", cuya firma "en una hora auspiciosa para la
confraternidad americana (aunque todavía estaba Furston en Veracruz), abriría nuevos horizontes (...) El A.B.C. ha pasado a ocupar un lugar en la Historia
(...); se inicia una nueva era diplomática en la historia de América". Bien es cierto que el ministro Murature, iniciador y alma del A.B.C, era el redactor en
jefe de La Nación.
El congreso argentino no lo aprobó, ni el ejecutivo mostró interés en urgirlo; tampoco los parlamentos chileno y
brasileño. El A.B.C. había cumplido la finalidad que le dio nacimiento.
Guerra Mundial (1 de agosto de 1914). Medidas inmediatas
144 El 1 de agosto se precipitó la Guerra Mundial entre Alemania y Austria—Hungría contra Rusia, Francia y Serbia;
poco después tomaban parte Bélgica e Inglaterra; al año siguiente Bulgaria, Turquía, Rumania, Grecia, Italia y Japón; en
1917 los Estados Unidos y algunos países latinoamericanos.
Apenas lo supo, Plaza reunió en so casa particular al gabinete para considerar la situación (2 de agosto). Por pronta
providencia se declararía:
a) La neutralidad argentina conforme a lo dispuesto en La Haya.
b) Una feria bancaria por cinco días, prorrogada después a 30 por ley (5 de agosto)
c) Suspender por 30 días las operaciones de la Caja de Conversión.
La tarde del 3 fueron reunidos los gerentes de los bancos nacionales y extranjeros para que dieran su opinión sobre
las medidas financieras y económicas a adoptarse. En consecuencia, el 13 Plaza sometió al congreso:
a) Prohibir la exportación de oro mientras durase la guerra.
b) Las legaciones en el extranjero recibirán oro para pagos en la República.
c) Cerrar la conversión de oro en la Caja de Conversión.
Estas medidas fueron completadas con otras: movilizar las carteras de los bancos por medio del Banco Nación que
redescontaría documentos con billetes entregados por la Caja de Conversión; la prórroga de los documentos a oro mientras
estuviese la Caja cerrada (salvo que los acreedores aceptasen papel al tipo de 1899); la prohibición de exportar trigo o harina
hasta recogerse la cosecha de 1915.
Fueron aprobadas de inmediato por el congreso.
Apresamiento del "Presidente Mitre" (28 de noviembre de 1915)
Llovieron las reclamaciones de los países beligerantes por supuestas violaciones de la neutralidad, desde artículos de
revistas y periódicos, poesías ofensivas, hasta demoras en la tramitación de pasaportes a los súbditos que querían ir al frente
de guerra.
De las reclamaciones argentinas contra países beligerantes, la más importante (durante la presidencia Plaza) fue el
apresamiento en la boca del Plata del vapor Presidente Mitre, propiedad de una empresa alemana, por el crucero británico
Orama.
El Presidente Mitre estaba matriculado en la Argentina, llevaba bandera argentina, realizaba, desde años atrás, el servicio de transporte de
pasajeros y carga a los puertos argentinos de la Patagonia y, finalmente, su tripulación era argentina. No correspondía su apresamiento por el solo hecho de
la nacionalidad de los tenedores de acciones propietarias, de acuerdo a las reglas del derecho internacional y comercial, por más que "el Almirantazgo
británico posee informes sobre la nacionalidad de sus armadores", como dijo la legación inglesa.
La Cancillería argentina consideró un "error de interpretación" el apresamiento del buque. Como el derecho
argentino era indiscutible, y si el pleito llegaba al Tribunal Internacional de La Haya se corría el riesgo de abonar una fuerte
indemnización, además del desagravio correspondiente a la bandera, el Foreign Office ofreció una transacción: devolver el
buque sin reclamar daños y sin reconocer expresamente el atropello cometido. Plaza y Murature aceptaron.
145 6. CAMPAÑA PRESIDENCIAL (1914-1916)
El problema de la sucesión presidencial
El ideal político de Sáenz Peña —lo demuestra su régimen de lista incompleta— era la coexistencia pacífica de dos
fuerzas de opinión como lo había visto en Inglaterra, Estados Unidos, y, si bien artificialmente, en la España del Pacto del
Pardo 37. Una, formada por el autonomismo y las fuerzas afines, renacía con el nombre Unión Nacional; la otra, la Unión
Cívica Radical. En su esquema, los restos del mitrismo —la Unión Cívica de Udaondo— no tenían cabida.
Un error corriente atribuye a Sáenz Peña el propósito de entregar el país a los radicales. No compartía la posición radical y lo dijo muchas veces.
Tenía una concepción patria cal de la presidencia. No era hombre de indicar candidatos, pero no renunció a señalar el rumbo.
Se valió de la Ley Electoral como medio para que los radicales dejaran la abstención revolucionaria y colaborasen con el gobierno en el papel de
"opositores de su Majestad" que les tenía reservado. Los ayudó, más allá de una justa imparcialidad, a ganar en Santa Fe como pronta providencia.
Cuando en abril de 1912 el radicalismo ganó las elecciones de la Capital, su ministro del interior quiso poner una valla a su penetración en otros
distritos. Es evidente que no procedió con ecuanimidad en Salta y Córdoba; es innegable que hubo maniobras en Salta y escamoteo de votos en Córdoba en
1912, que no habrán sido ordenados por la presidencia ni desde el ministerio del interior, pero fueron apañados allí. Con una sola provincia gobernada por
los radicales y una bancada minoritaria de diputados en el congreso, se cumplía el propósito perseguido. Tampoco dio garantías, ni siquiera mínimas, para
que los radicales participaran con alguna probabilidad de éxito en Buenos Aires.
Sáenz Peña no dejó de ser un presidente del régimen. Como Pellegrini y Figueroa, quiso gobernar con todos los
partidos, radicales inclusive, pero manteniendo él la jefatura del gobierno. Les ofreció ministerios como hicieron en su
momento Pellegrini y Figueroa (y su padre Luis Sáenz Peña). Cuando la oferta fue rechazada (como a ellos) les dio la ley
electoral para que abandonasen la abstención revolucionaria. Y también les facilitó el gobierno de una provincia importante.
Pero con prudencia, porque no era su propósito que tomasen todo el país.
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