strauss ii - Tierra Firme

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STRAUSS II
Esteban: Hoy seguimos, porque nos quedamos “enganchados” con los valses de Strauss junto a
Salvador, y queremos hablar de los famosos hermanos Strauss y todo el impacto que ellos produjeron
en la Europa del siglo XIX, dejando un legado que hoy seguimos disfrutando.
La familia Strauss tenía un carácter que sería muy interesante conocer y el por qué produjeron esta
música.
Salvador: Si, pero no solamente la familia Strauss, pues hasta hoy cuando uno recorre Viena siente el
influjo de aquel viejo esplendor que produjo el vals.
Los palacios y las catedrales, de algún modo pregonan una gloria imperial que pertenece al pasado por
supuesto, pero cuyo resplandor aún se ve.
Los valses están ligados a una sociedad, y cuando uno la mira, sociedad de emperadores y
emperatrices, uno piensa que los Strauss de algún modo fueron también emperadores, pero de la
música.
Los Strauss son una dinastía. Johann Strauss (padre) tuvo tres hijos: Johann el mayor, que será a la
postre el mejor músico, José el segundo y Eduardo el tercero.
Johann Strauss (padre) escribe por ejemplo: “La marcha de Radetsky”, Johann Strauss (hijo) escribe:
“El Danubio Azul”, “Sangre Vienesa”, “Los cuentos del buque de Viena”, “Voces de primavera”, por
todo esto es el más conocido, el de los vals más famosos.
José (Joseph) Strauss, escribe: “Golondrinas de los pueblos de Austria”, que también es un tema
conocido, en tanto que Eduardo Strauss, compuso más de seiscientos vals, pero la fama la adquirió
como director, no como músico.
Los Strauss como familia tuvieron un comienzo difícil, pero más tarde los hijos tomaron el rumbo
musical, el padre se opuso a los tres, pero parece que la prédica no tenía efecto, porque era tan fuerte
la pasión paterna, que los hijos terminaron por asimilarse a esa pasión.
Quien más problemas tuvo, fue Johann como hermano mayor, que tuvo, (como dijimos en el programa
anterior) disgustos con su padre, hasta que comenzó a brillar con luz propia y se reconciliaron.
Johann hizo una carrera increíble, la demanda fue tal, que llegó a tener funcionando seis orquestas
simultáneamente.
Él hacía que cada una de ellas, con un director subsidiario, estuvieran en un lugar determinado
tocando sus vals. Él recorría estos lugares, llegaba a un lugar, dirigía dos o tres vals, la gente se
enloquecía, se iba y dirigía otra orquesta en otro lugar. Esto sin lugar a dudas, habla de la importancia
que tenía.
La gente no sólo se interesaba en él por su producción, sino que también por su dirección.
Se dice que él era histriónico (tenía una personalidad muy emotiva) y que en alguna forma por eso
golpeaba a la audiencia.
Su fama fue tal, que llegó hasta la Rusia zarista, la cual llegó a adoptar el vals de Viena, como un vals
propio y durante muchos años, de mayo a septiembre tuvo que llevar la orquesta hasta un lugar
cercano a San Petersburgo (lugar de veraneo ruso).
Él tocaba hasta que llegaba la noche, luego tomaba un tren e iba a San Petersburgo. Pero una noche,
se excedió en la música y el tren se fue vacío, cosa que hace notar el influjo tan grande que poseía,
nadie tomó el tren, todos se quedaron a escucharlo hasta la madrugada. Era un hombre que cautivaba.
No obstante, por más que tenía mucha fama, esto no lo llevó a transigir con mucha de la frivolidad que
reinaba en su época.
Por ejemplo, llegó a París con 28 músicos y tuvo que interpretar su música ante un auditorio sin duda
muy selecto. El público era diplomático, y era costumbre que los músicos se disfrazaran para crear un
clima especial. Pero Johann se negó rudamente. No transigió ante los ruegos de que siguiera la moda y
se disfrazara.
Él dijo: “somos músicos, no payasos”. Hizo respetar eso, y fue vestido de etiqueta como hacía siempre.
Era el respeto que tenía por lo que estaba haciendo.
Odiaba viajar, era una de las cosas que lo ponía frenético.
Un día los norteamericanos lo llamaron para que viajara a aquel país, no había forma de que fuera,
hasta que le ofrecieron 100 mil dólares.
Finalmente, en 1872 viajó a ese país para dirigir un festival en Boston a la usanza americana, ¿qué
quiero decir con esto? en algunos conciertos, tuvo que dirigir coros de 20 mil voces.
Cuando tuvo que ejecutar el Danubio Azul, la señal de comienzo la dio un cañonazo. Lo acompañaban
18 directores que seguían cada uno de sus gestos, y llegó a dirigir 18 conciertos.
En los EEUU pasó algo muy curioso, Johann tenía el pelo ensortijado, y las damas de la sociedad
norteamericana le pedían algunos de sus rizos, pero le pedían tantos que lo iban a dejar calvo. En
aquel tiempo tenía un perro terranova, entonces le cortó los rizos al perro, satisfaciendo de este modo
los pedidos de la gente. Lo que la gente no sabía era que se llevaba los rizos de un perro y no los de
Johann Strauss.
Era un hombre bien divertido, además de tener la capacidad de hacer una música brillante.
Componía en todo lugar. Cuentan que cuando se acostaba a dormir, despertaba en la noche y
componía. Trataba de escribir la melodía en la camisa con la que estaba vestido, aunque después en la
mañana no entendía nada, pero esa forma tan festiva de vivir, fue lo que caracterizó también a su
música, porque era muy alegre, y hasta hoy cuando uno pasea por Viena, escucha al caer la tarde su
música y siente que su espíritu se eleva por encima de todas esas cosas.
Su música representa a Viena, recordemos el “Danubio Azul”, “Sangre Vienesa”, “Cuentos de los
bosques de Viena” y “Voces de primavera” que de alguna forma, representa la primavera allí en
Austria.
Esteban: Vamos a hacer entonces de cuenta que estamos en medio de la primavera austríaca,
escuchémoslo…
MÚSICA: “Voces de primavera” J. Strauss…
Esteban: “Voces de primavera” de Johann Strauss, es lo que nos alegraba en este programa de Tierra
Firme el día de hoy y nos movía a otro ritmo.
Salvador: Sí, sin duda nos movía al ritmo del vals, recorriendo un poco una de esas vidas maravillosas,
pero también muy extraña, como fue la de Johann Strauss.
Tengamos en cuenta que no estamos en la sociedad moderna, la forma de trasladarse de un lado a
otro era mucho más lenta, pero sin embargo, este hombre que nació en un hogar humilde, logró darle
al vals una dimensión universal, porque como decíamos en el bloque anterior, llegó a Rusia y a Estados
Unidos. En cada lugar que visitó fue recibido como héroe, como el “emperador del vals”. Además hizo
“estallar” a París con esta música.
Cuando nombramos estas ciudades y países (Rusia, Estados Unidos-Boston, Paris-Francia) hablamos de
los dos extremos del mundo, y de las grandes capitales culturales. Es decir que Johann Strauss en
alguna forma fue un “ídolo popular”.
Si algo tiene el vals, es justamente eso, que se relaciona con el pueblo, a pesar de pertenecer a la
música culta (aunque algunos lo niegan) o clásica, es de fácil captación para el pueblo.
La alegría del vals es accesible a todas las personas.
Decíamos hace un momento atrás que él tenía mucho miedo a viajar y ese era uno de los problemas
de Strauss.
Tenía grandes temores, esta es la tremenda ambivalencia que poseía, pues a pesar de ser un hombre
brillante, que dedicó su vida a la composición y ejecución de música, y eso lo hizo rico y famoso,
durante su vida tuvo todo lo que un hombre puede aspirar para ejercitar su vocación, pues se le abrían
todas las puertas a todos los niveles, no obstante, cuando uno ahonda en su vida, penetra en una
esfera muchas veces ignorada de él, y es que Johann Strauss era un hombre temeroso y cobarde frente
a los problemas y adversidades de la vida.
Tal vez ese miedo a viajar sea parte de ese temor tremendo que tenía.
Por ejemplo: no toleraba las malas noticias, estas lo desequilibraban, hacían que perdiera todo su
aplomo y alegría, deprimiéndose.
No aceptaba la realidad de la muerte. Para él la misma era un misterio insondable, del cual se quería
mantener lo más alejado posible.
Cuando la muerte tocaba cerca de él, desaparecía, literalmente no lo podían encontrar. Esto le sucedió
cuando falleció su madre, en el momento en que recibió la noticia de su fallecimiento, huyó,
desapareció y no lo pudieron encontrar por muchos días.
Eludía el hecho de tener que enfrentarse con la muerte.
Pero esto no le ocurrió tan sólo con la muerte de su madre, sucedió lo mismo cuando falleció su
esposa, desapareció, se esfumó.
Su hermano Eduardo, en aquella ocasión, fue quien se tuvo que hacer cargo del funeral de su madre y
recibir las condolencias, porque Johann no aceptaba el hecho de estar en un funeral o de recibir las
condolencias.
Ante estos acontecimientos, Johann se iba muy lejos, para que ni siquiera le llegaran las noticias de lo
sucedido.
Me parece notable esto, en un hombre como Johann Strauss. Notable, porque contrasta con su
música, y toda la alegría que brinda en toda su obra.
Nos muestra una faceta, tal vez desconocida, del corazón de Johann Strauss.
Salomón escribe en el libro de Eclesiastés que “todo tiene su tiempo” y muestra, (como hombre sabio
que fue), a la existencia humana en todas sus facetas. Como diciendo que todas las experiencias
forman parte de la vida humana, entonces dice: “hay un tiempo de llorar…hay un tiempo de
alegrarse…hay un tiempo de gozar… hay un tiempo de reír…y hay un tiempo de sufrir..”. Es decir, están
todas las experiencias humanas equilibradas, nosotros no podemos elegir la experiencia que vamos a
vivir.
Esteban: Ni siquiera sabemos lo que va a pasar.
Salvador: Claro. Hay tiempo de alegría, de risas, de plenitud, pero también de llanto, dolor y angustia,
no podemos negar esta realidad ni elegir cada uno de nosotros nuestros tiempos. Nadie puede decir:
“este va a ser el tiempo de risas y alegrías” porque de pronto la adversidad se cruza en nuestro camino
y lo que era gozo se transforma en tiempo de dolor.
Si nosotros pudiéramos elegir, sería muy fácil. Porque a nadie le gusta el sufrimiento, todos tenemos
en el fondo el sentimiento de Johann Strauss, no queremos esto. ¿Pero qué significaba para él la huída
precipitada? Significaba, la incapacidad de enfrentar la otra cara de la vida, el deseo de quedarse
solamente con una de las caras de la moneda: el vals, que representa a la alegría. Esa otra cara que él
eludía tenía muy poco que ver con el brillo del vals, pero también estaba presente.
A Johann Strauss le faltaba una fe profunda y genuina que lo ayudara en ese momento. Creo que ahí
está justamente la realidad y la importancia de la fe, porque la vida no es solamente un vals, esta,
también tiene acordes fúnebres que forman parte de la existencia.
Solamente una fe auténtica, que posee respuestas para lo fúnebre: lo que viene detrás, para esos
momentos en que la realidad muestra su cara más oscura, solamente esa fe es la que sostiene al
hombre.
Ninguno de nuestros oyentes, ni nosotros podemos decir que la tristeza estará ausente de nuestra
existencia.
Por esta razón, es importante que Dios esté siempre presente en nuestra vida, para que la alegría no
sea solamente una máscara. Porque cuando uno conoce los “entretelones” de la vida de Strauss,
piensa si toda esa alegría del vals era auténtica, o más bien la máscara con la cual él se escapaba.
Creo que esto es algo para pensar, nada va a estar ausente en nuestra vida, y solamente la presencia
de Dios hace que la alegría no sea una máscara, que no sea una mueca. Porque si la alegría es una
máscara, se derrite ante el dolor, si es una mueca, se deshace también; pero si es verdadera, perdura
en el recuerdo porque fue auténtica y marca de alguna manera nuestra vida.
Cuando escucho la alegría y el gozo de los vals de Strauss, pienso en la tortura de aquel hombre que
quiso vivir permanentemente en la alegría del vals y no pudo, porque nadie puede vivir
permanentemente en la alegría, el dolor, la muerte y el sufrimiento, aparecerán inexorablemente, por
eso buscamos respuestas. Y cuando lo hacemos sinceramente, nos damos cuenta de que la única
respuesta está en Dios.
Por eso dije: creo que el problema de Johann Strauss era que le faltaba una fe trascendente y sólida.
Tal vez, se confesaba religioso, pero de una fe superficial, sin consistencia profunda en el alma, una fe
tal vez hecha con algunos ritos y ceremonias externas, pero que no calaba hondo en su corazón. Creía
(y ahí está la tontería de Strauss) que huyendo físicamente se pueden huir de destinos que son
ineludibles y finalmente no pudo hacerlo
Fue una lástima, que un hombre tan brillante, no entendiera cuál era y es el misterio de la vida y que
no se haya encontrado con Dios.
Ahora pienso en nuestros oyentes, todos tenemos que vivir las dos caras de la moneda y es importante
que Dios esté presente para sostenernos, tanto en el momento de la adversidad como de la felicidad.
Jesucristo, es la gran respuesta al problema del hombre y a los grandes interrogantes que este tiene. Él
vino y nos dejó una respuesta acerca de dolor y la muerte, que nadie pudo ni podrá superar, porque es
la respuesta de Dios, respuesta que le faltó a Strauss. Rogamos que esta respuesta no le falte a usted.
MÚSICA-PUENTE…
Esteban: Strauss y sus vals, dejándonos también junto a su música enseñanzas de vida, de cómo se
encaraba toda su filosofía, su idea de lo que era vivir.
Si usted quiere opinar al respecto puede hacerlo por los siguientes canales:
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Nos despedimos hasta la próxima, cuando anunciemos una vez más Tierra Firme.
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