Del sitio web "Derechos Chile" (http://www.chipsites.com/derechos/history_esp.html#golpe) 11 DE SEPTIEMBRE DE 1973 - EL GOLPE MILITAR La llegada de los militares El 11 de septiembre de 1973, las cuatro ramas de las Fuerzas Armadas, encabezadas por el Comandante en Jefe del Ejército, General Augusto Pinochet, derrocaron violentamente al gobierno constitucionalmente elegido del Presidente Salvador Allende, marcando el inicio de 17 años de régimen militar en Chile. Con la misión de "reencausar al país por la senda de la libertad y la ley" el régimen militar inmediatamente se embarcó en una "caza de brujas", arrestando y tomando presos a cientos de simpatizantes del gobierno de Unidad Popular de Allende y a miembros de otros partidos políticos de izquierda, así como a individuos que se creía estarían adscritos a éstos. El Golpe con sus inesperadas y sangrientas consecuencias, pone abruptamente fin a un período relativamente largo de régimen constitucional en Chile y sienta el escenario para un régimen autoritario de facto que sería sostenido por la fuerza hasta 1990. Desde 1973 hasta 1990, y particularmente en los primeros años del régimen militar, las violaciones a los derechos humanos fueron ampliamente recurridas y sistemáticas. Éstas incluyeron arrestos arbitrarios, allanamientos a casas particulares, ejecuciones ilegales, tortura, prisión, relegaciones, y exilio. Un gobierno bajo ataque "Incorporándose y sacudiéndose el polvo que le cayera, Allende preguntó si había algún herido. En el grupo que le acompañaba estaban todos ilesos, aunque el bombardeo había aniquilado a los GAP que se encontraban en algunos lugares de la Presidencia. Lo peor de la veintena de cohetes arrojados por los Hawker no era tanto la explosión en sí misma, sino el incendio y la onda expansiva que tras el estallido avanzaba por los pasillos, reventando cristales y arrancando puertas de cuajo." La Moneda, el edificio del gobierno chileno, se encontraba bajo ataque. A las 11: 52 a.m. la Fuerza Aérea empezó el bombardeo del Palacio presidencial mientras el Ejército atacaba con sus tanques . Durante los próximos veinte minutos, aviones Hawker lanzaron 20 proyectiles al corazón del edificio de gobierno, reduciéndolo a una pila ardiente de escombros. El Presidente Salvador Allende, unos cuantos de sus asesores más cercanos y algunos guarda espaldas, se habían apresurado a La Moneda temprano esa mañana para investigar informes de un sospechoso movimiento de tropas en Valparaíso. (lea testimonios) No era la primera vez que circularan rumores sobre un plan para derrocar al gobierno socialista que había sido democráticamente elegido, pero ésta parecía ser la mayor rebelión hasta aquel entonces. Inicialmente, se pensó que se trataba de un levantamiento de facciones minoritarias dentro del Ejército y la Naval. En la medida que la mañana progresaba, sin embargo, quedó de manifiesto que Allende no contaba con ningún aliado entre los líderes de las Fuerzas Armadas. El Golpe era inevitable. En los momentos previos a que los Generales a la cabeza dieran la orden de iniciar el ataque contra La Moneda, insistentemente demandaron que Allende se rindiera, ofreciéndole una salida segura del país a él y a su familia. Allende se negó a ceder y en lugar de ello, organizó la resistencia desde el interior de La Moneda, evacuando del edificio a tanta gente como le fue posible y enviando a sus más altos colaboradores a negociar con los líderes militares. Poco antes de morir, usando la única radio aún en el aire, Radio Magallanes, Allende entregó su último desafiante mensaje a la nación, en el cual ofrece su propia vida en defensa de su derecho a gobernar. Durante el 11 de septiembre y el día siguiente, los militares lograron establecer el control absoluto de todo el territorio chileno. Una brutalidad inesperada "Los militares nos engañaron a todos, porque creíamos que (el golpe) era la restauración de la democracia y eso resultó falso. Pero nosotros no podíamos creer que era falso...Todos estábamos engañados porque creíamos que era por la libertad y la democracia." (Cardenal Silva Henríquez, en La Memoria Prohibida, 1989) "A las Fuerzas Armadas chilenas se atribuyó desde mucho tiempo atrás una "tradicional actitud apolítica." Pero esa supuesta actitud de "fidelidad a la Constitución" tuvo siempre sus límites y cesaba cada vez que había que proteger los privilegios de la clase dominante. También el ejército chileno probó siempre ser un brutal instrumento de la dominación de clase." (Chile: Libro Negro, 1974) "Por sobre todo estamos conscientes y alegres de poder vivir con seguridad de que no seremos asesinado a mansalva y sin motivo, de que nuestros hijos vuelvan a estudiar sin que nadie se adueñe de sus mentes, de que nuestras esposas no serán golpeadas, insultadas o masacradas. Y, por último, felices de poder aportar todo lo que cada uno es capaz para que nuestra Patria siga siendo libre y soberana, como antes de que cayera sobre nosotros la maldición del experimento marxista y la ignominiosa lacra de un gobierno corrompido y traidor." (Libro blanco de la ingeniería chilena, en La Memoria Prohibida, 1989) Existen, inevitablemente, interpretaciones muy divergentes en cuanto a cómo las tradicionalmente apolíticas Fuerzas Armadas chilenas habrían llegado a propinar semejante golpe a su propio gobierno. Dejando de lado el análisis político, hay un hecho indiscutible sobre el golpe militar de 1973 - nadie imaginó que la dictadura sería tan sangrienta y tan duradera. Un punto de vista convergente entre los estudiosos de América Latina, era que las Fuerzas Armadas chilenas habían sido leales y habían apoyado la supremacía civil desde, por lo menos, la Guerra civil de 1891, la cual resquebrajó la unidad de las Fuerzas Armadas, y terminó con la expulsión del Presidente José Manuel Balmaceda. Los militares raramente intervinieron en la arena política después de eso, y cuando lo hicieron, fue en forma mínima. Éstos eran los militares que todos los chilenos conocían o creyeron conocer. Eran los mismos militares a los que tantos chilenos, algunos de los cuales apoyaron inicialmente el golpe, le perdieron confianza rápidamente, una vez que los horrores del nuevo régimen se hicieron evidentes. El liderazgo del Partido demócrata-cristiano, por ejemplo, que públicamente apoyó el golpe militar en un principio, lo haría sólo para revertir su posición algunos meses más tarde, cuando el triste récord en derechos humanos ya no podía ser ignorado. Perspectivas encontradas Tasas inflacionarias a nivel de récord mundial (238 por ciento a mediados de 1973), largas colas para adquirir comida, huelgas, un mercado negro fuera de control, corrupción y una creciente polarización de las posturas de izquierda y de derecha, eran la norma durante los meses previos al golpe. Correcta o equivocadamente, muchos chilenos clamaban por cambios drásticos. Sin poder prever las consecuencias de una intervención militar, algunos grupos vieron los acontecimientos del 11 como una oportunidad para rescatar a un país al borde del colapso económico y la guerra civil, argumento que más tarde fue recurrente en los primeros textos de los decretos legales de la Junta. Aquellos que explícitamente se opusieron al golpe desde un principio, eran principalmente los partidos políticos de izquierda, tanto los que formaron parte de la Unidad Popular, como otros, incluyendo a un pequeño grupo disidente de demócrata-cristianos. Más allá de interpretar el golpe como consecuencia de la ruptura del tradicional consenso político y de verlo como una solución al "caos" económico y social, muchos de estos sectores lo interpretaron como "la última carta" jugada por las fuerzas conservadoras para derrotar la única experiencia de revolución socialista en democracia, en América Latina. Argumentan que la derecha chilena aliada con intereses norteamericanos, no pudo derrotar a Allende mediante elecciones, sabotaje económico o la ayuda encubierta de la CIA. Por lo tanto, estos intereses acudieron a la única opción restante: la intervención militar.