Reseña bibliográfica de la Red Innovemos La Escuela que Queremos: Los Objetivos por los que Vale la Pena Luchar Autores: Michael Fullan y Andy Hargreaves Editorial: Amorrortu/ SEP, Secretaría de Educación Pública de México. Biblioteca para la actualización del maestro. País: México Ciudad: México DF Año: 1999 la vida Los autores parten del supuesto de que si bien no existen recetas para cambiar las escuelas, hay una serie de problemas que todos los cuerpos docentes deben enfrentar. Consideran que todos estos problemas han sido incluidos en este breve ensayo monográfico. Estamos en presencia de un texto escrito desde la perspectiva del educador, para que éste contribuya a la transformación de la escuela en una comunidad de aprendizaje. El eje que organiza el libro es la búsqueda de una integración entre la promoción de la mejora en la escuela- en particular de una cultura de la colaboración- y el desarrollo profesional y personal de los educadores. El plan de la obra es consecuente con este enfoque; en efecto, en el primer capítulo, se plantea el “problema” de los educadores, con especial referencia a la sobrecarga de tareas, el aislamiento y el mito del trabajo en equipo y la existencia de un colectivo docente. En el segundo capítulo se hace una propuesta en torno de los “educadores totales”, mientras en el tercero se describen las “escuelas totales”. Finalmente, el cuarto capítulo se concentra en “lo que hay que hacer” para mejorar las cosas, presentando lineamientos para la construcción de un profesionalismo interactivo. El texto converge en torno de la creación de una nueva cultura escolar, donde se articulen la colaboración y la reflexión desde la práctica. Como los mismos autores señalan, una cultura escolar “por la que valga la pena luchar”. De acuerdo con los autores, si bien existen fuerzas importantes impulsoras del cambio, son pocos los educadores preparados para éste. La sobrecarga de tareas, el aislamiento, la dispersión de los esfuerzos y la desesperanza creciente, describen la situación de la mayoría de los docentes. Al mismo tiempo se suman numerosas fuerzas a favor del cambio, tales como el interés por nuevos resultados educativos, como la enseñanza para la comprensión y el cambio, la autogestión escolar, el profesionalismo docente, las tecnologías de la información, las políticas multiculturales y de género, y los acelerados cambios en el mundo del trabajo. Los autores reconocen que no hay suficientes oportunidades ni suficiente aliento para que los docentes trabajen en equipo, aprendan los unos de los otros y mejoren su saber hacer como comunidad. Al mismo tiempo nos recuerdan que son numerosas las evidencias acerca de que el trabajo en equipo y la colaboración entre docentes son parte esencial de una mejora sostenida en la escuela. Todos los problemas se unen en torno de la necesidad de un mayor compromiso de los docentes con la reforma educativa tanto fuera como dentro del aula, en el desarrollo curricular y en la mejora de la escuela. A partir del segundo capítulo, los autores describen el tipo de compromiso que es necesario asumir desde los educadores. En primer lugar, se suscribe que los llamados educadores “totales” no son educadores perfectos, sino que son posibles en escuelas totales, entendiendo por tales las que “valoran, desarrollan y apoyan el saber de todos sus docentes en la búsqueda común de su mejora” (página 52). En segundo lugar se afirma que no habrá mejora sin el maestro. Consecuentemente, el mayor problema de la enseñanza es crear, retener y motivar a los buenos docentes a lo largo de su carrera. El profesionalismo interactivo es la clave. Implica la redefinición del papel de los docentes y de las condiciones en las cuales estos trabajan. En este marco, los autores proponen 12 lineamientos para los docentes, entre los cuales son centrales el reconocimiento, la escucha y la expresión de la voz interior, el desarrollo de una disposición a asumir riesgos y la práctica de reflexionar en la acción, sobre la acción y para la acción. Esto implica combinar el tiempo de trabajo en grupo con el tiempo de trabajo en soledad así como coraje con el compromiso de reflexionar. Implica también aceptar que toda reflexión se realiza con información limitada y que es necesario aprender unos de otros y crear un saber y un hacer como comunidad de educadores. La investigación, especialmente la investigación-acción, la lectura profesional y los grupos de apoyo docente, son algunas de las técnicas descritas para promover la práctica reflexiva. Estos lineamientos se complementan con otros orientados hacia el director y hacia el sistema escolar. Los autores concluyen destacando que la “enseñanza será siempre una tarea agotadora (…) y que las culturas escolares son diferentes por el tipo de cansancio que nos hacen experimentar”. Afirman que existe un tipo de cansancio que, al ser parte de una tarea compartida y reconocida, conlleva entusiasmo y permite continuar. En suma, se presenta una propuesta de cambio donde se integran el cambio en la escuela y la promoción del profesionalismo colectivo de los docentes. El corolario final, que se trasluce a lo largo del texto, es que son los propios docentes quienes, tanto en forma individual como grupal, deben crear la cultura escolar y profesional que necesitan. Este es un texto especialmente recomendable para los educadores “de aula”, pero también para todos los que trabajamos en educación.