por Xavier Tubau Las 10 1. El primer capítulo de la

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SOLUCIONARIO: EL PRÍNCIPE DESTRONADO DE MIGUEL DELIBES
por Xavier Tubau
Las 10
1. El primer capítulo de la novela supone el encuentro del lector con
un narrador que trata de reflejar el punto de vista sobre las cosas
de un niño de tres años. A lo largo de la novela se insiste en
varios elementos que subrayan precisamente este punto de vista.
En este capítulo, puede destacarse el modo en que la pequeña
estatura de Quico condiciona la perspectiva que tiene de las
personas que le rodean. Se alude a la madre por la «bata» que
llevaba puesta: «la bata se aproximó hasta él» (p. 94); se
menciona también «la bata listada de azul de la Vítora» (p. 98); la
señora de la tienda se identifica con un «abrigo de pieles»: «dijo
el abrigo de pieles» (p. 103). El propio narrador señala en una
ocasión que «el niño levantó la cabeza para ampliar las
perspectivas de los bajos de la bata listada de azul de la Vítora»
(p. 98), y precisa en la escena de la tienda que «la Señora le
sonreía desde su altura» (p. 102).
2. La Guerra Civil española (1936-1939). Con este sintagma se tituló
la película de Antonio Mercero basada en esta novela (1977).
3. En este capítulo se presenta, por un lado, la experiencia de la
religión, asociada a la culpa, el pecado y el infierno (por ejemplo:
«— ¿Culo es pecado? — Eso; y si lo dices te llevan los demonios al
infierno», p. 98; «—¿Es pecado, Vito? — ¿Pecado? ¡Y de los
gordos! Si te agarran ahora los demonios no paran hasta dejarte
en los infiernos» (p. 103) -téngase en cuenta que estos elementos
reaparecerán en las últimas páginas de la novela, cuando Quico
no puede dormirse (p. 243); por otro lado, la guerra civil en la
que había participado el padre de Quico. Conviene subrayar la
aparición de estos elementos y prestar atención, de ahora en
adelante, a las diferentes maneras (no siempre explícitas) que
elige el narrador de aludir a ellas. En estrecha relación con el
tema de la guerra se encuentra también el de la muerte,
representada en este capítulo por la muerte del gato de la vecina,
llamado «Moro» por su color negro.
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4. Marruecos había obtenido la independencia en 1956 y trató desde
entonces de recuperar una serie de territorios que eran
posesiones españolas, como el llamado Sáhara español u
occidental (sur del actual Marruecos). Esta situación motivó una
serie de conflictos militares que se concretaron finalmente en los
acuerdos de Angra de Cintra (1959), según los cuales España
entregaba a Marruecos la zona de Tarfaya pero conservaba la de
Sidi Ifni y el Sáhara español. España mantuvo la posesión de Ifni
hasta 1969, mientras que el control sobre el Sáhara occidental se
prolongó hasta 1975, cuando se firman los Acuerdos de Madrid.
La novela transcurre a lo largo de un día del mes de diciembre de
1963, un momento en el que, debido a la inestabilidad de la zona,
seguían destacándose en ella a muchos jóvenes militares, como
Femio, el novio de la Vítora (p. 181). Para explicar las
circunstancias políticas y militares del momento en que sucede la
acción de la novela convendría servirse de un mapa de Marruecos
para visualizar las diferentes zonas (teniendo en cuenta, además,
que el problema del Sáhara occidental, a pesar de los citados
Acuerdos de Madrid, no se ha resuelto todavía).
5. Juan está enfermo. Dice su madre: «Mañana irá al colegio. Ayer ya
no tuvo fiebre» (p. 105). En general, Juan muestra desinterés por
todas las cosas que le muestra Quico, pidiéndole que no le
moleste («déjame», p. 105), o no participando de la fantasía de
Quico, cuando éste le indica que en unas gotitas de leche está
viendo la playa de San Sebastián (donde veranea la familia) y él
le responde: «no se parece nada» (p. 107).
6. Se trata de un recurso estilístico del narrador para sugerirnos el
asco que le produce esa comida y el hecho de que, desd el punto
de visto de Quico, se prolongue mucho en el tiempo. La Vítora
arrojó al cubo de la basura los restos de la papilla, «tomó
cuidadosamente unas mondas de patata y los cubrió» (p. 110).
7.
Quico abre y cierra «dos docenas de veces escuchando
atentamente y sonriendo» el pestillo de una rinconera que hacía
«“clip” al abrirse el portillo, y “clap” al cerrarse» (p. 110). Poco
después, trata de reproducir el sonido de la gota de agua que cae
del grifo en la pila (p. 111). La receptividad de los sentidos de
Quico es un elmento que refuerza su caracterización como niño
pequeño.
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8. Se trata del tema de la imitación que llevan a cabo los niños del
comportamiento
de
los
adultos,
que
está
relacionado
directamente con el problema general sobre la educación de los
niños, central en la novela. El lechero, al pillarse dos dedos en el
enrejado, exclama: «¡Leche, me pillé!» (p. 116); Quico «le miraba
atentamente, poniendo el mismo gesto de dolor que veía en la
cara del otro y cuando Santines se frotó los dedos lesionados
contra el delantalón gris, él lo hizo también contra las blandas
estrías de su pantalón de pana». Un poco después, Quico, al
pillarse un dedo contra la silla, repite la misma exclamación del
lechero, ante la sorpresa desagradable de su madre. Se trata de
una escena aparentemente sin importancia, pero a lo largo de la
novela se repite esta clase de mimetismo por parte de los niños
con asuntos mucho más importantes, como el de la guerra. De
este modo, los reiterados disparos de Juan con una metralleta
imaginaria (con los cuales “imita” a su padre en la guerra, así
como a los protagonistas de sus tebeos y novelas) acaban
apareciendo en boca de Quico y de Cristina. Asimismo, en varias
ocasiones la madre se pregunta dónde ha aparendido Quico
determinadas expresiones o ideas que, en realidad, han
expresado las mismas personas que lo rodean en el ambiente
familiar (Quico todavía no va a la escuela).
9. Quico, con sus tres años, no entiende el significado metafórico de
las expresiones: «día de perros» y «está mosca». Con estas
preguntas, que importunan a la Domi, el autor refuerza la
verosimilitud en la caracterización del personaje.
10. El narrador indica en varias ocasiones que se trata de una
«vieja», con lo que deja claro que estamos delante de una mujer
mayor que la Vito. La Domi y la Vito son personajes que el autor
ha caracterizado de forma opuesta de manera deliberada.
Mientras que Vito representa a la mujer joven, dispuesta a
trabajar hasta el límite, la Domi, cansada de su trabajo como
criada, procura estar lo menos ocupada posible e incluso no tiene
reparos en engañar a la madre (en este sentido, conviene leer la
escena de las pp. 234-235, en la que la Domi está a punto de ser
despedida, a la luz de su comportamiento a lo largo de la novela).
El tratamiento que recibe Quico de la Domi es opuesto al que
recibe de la Vito. La aparición de la madre marca siempre el
cambio de actitud hipócrita por parte de la Domi (como se
observa claramente en las pp. 122-123).
11. VOCABULARIO:
Mercar: „comerciar‟.
Amolar: „enfadar‟.
Mocha: „cabeza humana‟.
Rutar: „murmurar‟.
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12. Para subrayar que, a diferencia de Cris, la hermana pequeña, él
ya sabe controlar sus ganas de orinar. De este modo, él trata de
diferenciarse de su hermana ante los ojos de los mayores
(justamente lo que la Domi trata de negarle: «Y tú te haces pis, y
eres un zángano y en cambio nadie te dice nada», p. 137). En
este sentido, imita los gestos de los mayores cuando «levantaba
el dedo índice y reconvenía a su hermana» diciéndole: «Por qué
no lo pides, ¿di?» (p. 137).
13. Se trata de Alfredo di Stéfano (Barracas, ciudad de Buenos Aires,
1926). Jugador de fútbol que vistió la camiseta del Real Madrid
entre 1953 y 1964. Durante estos años el equipo madrileño logró
alzarse con la liga de fútbol nacional en diez ocasiones y con la
copa de Europa en cinco. En el momento en que transcurre la
novela, Di Stéfano estaba a punto de jugar su último partido
como madrilista (27 de mayo de 1964). Aparece aquí como
paradigma de delantero goleador.
14. VOCABULARIO:
Cretona: „Tela fuerte comúnmente de
estampada. Su usa en tapicería‟.
Barahúnda: „ruido y confusión grandes‟.
algodón,
blanco
o
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15. En el primer capítulo se ha hablado de «la guerra de papá»,
aludiendo a la Guerra Civil. Ahora se indica que su voz era «dura
y contundente como la de un general» (p. 140). El narrador nos
ha dado ya, por lo tanto, dos claves para adivinar la profesión
militar del padre.
16. Pablo habla en primer lugar de los efectos de la bomba atómica
en las personas (pp. 141-142); poco después Marco comenta a
Pablo que tiene que realizar un trabajo sobre el Congo y la ONU
(p. 143). El Congo había logrado su independencia de Bélgica en
1960. Entre 1960 y 1965 hubo una gran inestabilidad en el país.
Por otra parte, el Congo belga había vendido a Estados Unidos el
uranio necesario para la fabriación de la bomba atómica lanzada
sobre Hiroshima (1945). La situación del Congo, el papel de la
ONU, la elaboración de bombas atómicas son temas relacionados
con conflictos militares internacionales y guardan relación
estrecha con el ambiente bélico que se respira en la casa (tebeos
de tema militar, películas de indios, jugar a guardias y ladrones,
interpretar una batalla), teniendo en cuenta además la profesión
del padre y su apología de la guerra («Lo malo es la paz: el
teléfono, la Bolsa, los líos laborales, las visitas, la responsabilidad
del mando...», p. 149).
17. A Pablo le imponen el siguiente domingo las «insignias» militares
en «el estadio». Pablo no desea hacerlo, pero no se atrave a
contradecir a su padre. La madre trata de mediar en el asunto sin
fortuna («¿No se te ha ocurrido preguntarle si quiere hacerlo?», p.
148). Más adelante insiste: «a lo mejor Pablo piensa que es más
hermoso no prolongar por más tiempo el estado de guerra» (p.
149).
18. El lanzamiento del plato está descrito desde el punto de vista de
Quico, que no valora el hecho, sino que se limita a observarlo: «el
plato que arrojó Papá por encima de su cabeza planeaba ya hacia
el salón y se quebró de pronto, estrepitosamente, en mil pedazos
al chocar contra el suelo» (p. 150).
19. El padre de Quico está recordando la Guerra Civil, en cuyo bando
republicado militaría el padre de su esposa.
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20. Por el ambiente tenso que se ha generado después del
lanzamiento del plato contra el suelo.
21. El padre identifica el tener «personalidad» con su propia forma de
ser: no aceptar opiniones contrarias. Asocia la masculinidad a un
carácter belígero («verles agarrados a una metralleta como
hombres», p. 154). Finalmente, considera que en el matrimonio,
la mujer debe quedarse en casa, sin pretensión alguna de opinar
por sí misma. La madre, en cambio, expone a Quico que debe
aprender a ser «imparcial» y «comprensivo» (p. 152) y que debe
huir de aquellas personas intolerantes con las ideas de los otros,
es decir, que se comportan precisamente según el ideal de
comportamiento que acaba de exponer el padre.
22. Esta escena entre Juan y Quico supone el reflejo en los juegos de
los niños de la casa de las palabras que pronuncia el padre sobre
la guerra. Juan quiere «matar más de cien malos, como papá» (p.
159; cfr. p. 150), e incluso, para dar mayor realismo a la muerte
de Quico, mancha la frente, las manos y las rodillas de Quico con
el mercurocromo (p. 160). El autor ha introducido esta escena en
el marco de este capítulo para subrayar la influencia directa
(relacionada con el tema de la educación) de la actitud y las
palabras del padre sobre sus hijos e insistir.
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23. La función es la de poner de manifiesto el tema central de la
novela, el tema del «príncipe destronado». Tía Cuqui, como
después el doctor Emilio (pp. 213-215), es la que hace tomar
conciencia a la madre del periodo de adaptación complejo que
está sufriendo Quico: «No olvides que hasta hace un año era el
rey de la casa. Es el príncipe destronado, ¿oyes? Ayer todo para
él; hoy, nada. Es muy duro, mujer» (p. 165).
24. Este diálogo puede utilizarse en clase como punto de partida para
un debate sobre la influencia del medio familiar y social en la
educación de los niños. Este debate podría orientarse hacia una
solución intermedia: el medio influye más o menos en función de
cada carácter, de modo que no pueden proponerse afirmaciones
tajantes en un sentido u otro. La novela, en este sentido, es un
ejemplo de esta conclusión: Pablos, el hijo mayor, no está
convencido de las ideas de su padre; Juan, en cambio, de
momento, las asume sin problema (desde su mirada todavía
infantil). Convendría explicar, además, que la preocupación por el
comportamiento de los niños era un tema objeto de atención por
parte de la psicología contemporánea (desde Freud al
conductivismo).
25. Juan está habituado a leer historias de contenido bélico, de ahí
que rechace cualquier solución sin violencia. Quiere que el soldado
mate a la muchacha y se emociona al imaginar «cuánta sangre
echaría» por la herida provocada por el «puñal de dos filos» (p.
175); más adelante, en el capítulo siguiente, preguntará a Quico
si Femio, al morder a la Vítora, «le hizo sangre» (p. 191). Quico
imita el gesto de Juan de denegar con la cabeza la posibilidad de
que el soldado bese a la muchacha, pero este gesto de
denegación lo hace, como subraya el narrador, «sin saber bien a
qué». Esta conducta debe ponerse en relación con lo comentado
en la pregunta 8.
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26. Femio habla de los «chavales de casa fina» (p. 181), observa el
termo para fregar con agua caliente y dice: «A todo lujo» (p.
185). Estos comentarios son útiles para que los alumnos tomen
conciencia de las diferencias sociales y culturales entre criados y
dueños que se ponen de manifiesto en esta novela. Estamos ante
una familia que cuenta con tres criadas (la Vítora, la Domi y Seve,
que no aparece en la novela porque ha tenido que ir a cuidar a su
madre), que veranea en San Sebastián, que están al tanto de la
vida social europea (tienen un ejemplar de Paris-Match encima de
una mesa, p. 150). El hecho de que Femio no tenga reparo en
lanzar la colilla de su cigarro al suelo de la cocina (p. 187) es un
gesto indicativo de un falta de educación y, en este contexto, de
un nivel social y económico humilde.
27. El matrimonio de los padres de Quico ha fracasado desde hace
tiempo, como la misma madre reconocerá más adelante («Lo
nuestro hace años que ha terminado», p. 226). Tanto él como ella
tienen una relación más o menos estable fuera del matrimonio. La
«Otra casa de Papá» es una manera sutil de aludir a esta vida
paralela del padre. Más adelante, con la visita al doctor Emilio,
también se hará evidente el adulterio de la esposa.
28. VOCABULARIO:
Chavea: „muchacho‟.
Andoba: „persona cualquiera que no se nombre. Se usa en sentido
despectivo‟.
Engaratibar: „trepar‟.
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29. «Pareces un indio de la tele» (p. 200), dice Quico; «Parece un
piel roja» (p. 201), dice su hermano. De nuevo, se pone de
manifiesto las influencia del cine bélico americano y del libro sobre
La conquista del Oeste, que Juan va leyendo de forma
intermitente a lo largo de la novela.
30. Teniendo en cuenta que Quico sí recibe palmotazos de su madre,
puede deducir de la explicación de su madre que él ya no es un
niño pequeño y que su comportamiento se rige por otros
parámetros.
31. VOCABULARIO:
Baquelita: „resina sintética muy usada en la industria,
especialmente en la fabricación de objetos moldeados (como
debía de serlo el «pájaro de baquelita» aludido aquí)‟.
Palitroque: „palo pequeño, tosco o mal labrado. Berrete: lo que
queda pegado alrededor de la boca después de haber bebido
o comido algo (aquí, la «barra» de labios»)‟.
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32. Todo parece indicar que Quico no ha empezado la confusión de
forma deliberada. Todo se ha precipitado sin buscarlo él de forma
consciente: «Quico asintió, sin valor para contradecirla» (p. 204).
Sin embargo, tan pronto como se da por hecho que se ha tragado
la punta, Quico pasa a convertirse en el centro de atención
exclusivo de su madre, lo cual es motivo de satisfacción por parte
del niño, que «miraba con una sonrisa radiante» (p. 207) a su
madre angustiada mientras hablaba por teléfono con el médico.
Esta misma atención acaparada es la que lo impulsa a informar a
todas las personas que va encontrándose de la que, para él, es
una pequeña hazaña: «Me he tragado una punta, Juan» (p. 207);
«Anda, Vito, me he tragado una punta», le dice «sonriendo» (p.
207).
33. El médico se dirige a Mamá con una complicidad que va más allá
de lo que cabría esperar entre dos personas que se conocen: el
tuteo, los apelativos cariñosos, los movimientos del cuerpo son
indicios de que Emilio y Mamá mantienen alguna clase de
relación. En el capítulo siguiente, una conversación telefónica de
Mamá con el médico (no se indica que sea él, pero el contenido de
la conversación es inequívoco al respecto) parece ratificar este
particular: «Sí... ya hablaremos... no me atrevo... cualquier otro
sitio... sí... ya... claro... sí... de acuerdo... de acuerdo... están
aquí... no puedo ahora... también yo tengo ganas... sí, ya lo
sabes... lo sabes de requetesobra... bueno... eres tonto... de
acuerdo... adiós» (p. 227). El hecho de fumar, sin duda, podría
interpretarse en el marco de esta misma relación hipotética del
médico y la madre. En todo caso, esta escena podría servir para
reflexionar en clase sobre el cambio de actitud que se ha
experimentado hacia el tabaco en las últimas décadas en
contraste con la valoración positiva socialmente que tenía en los
años cincuenta y sesenta.
34. Es poco verosímil que dos personas utilicen por casualidad un
mismo sintagma para referirse a la situación de Quico. Delibes
prescinde aquí de la verosimilitud en beneficio de la cohesión
entre el título de la obra y el contenido de la misma. Convendría
explicar a los alumnos que esta clase de remisiones al título de
una obra en el texto de esa misma obra son un recurso literario
empleado por los escritores desde época clásica (por ejemplo, en
las obras de teatro del Siglo de Oro).
35. Al final del capítulo, cuando Quico admite que se ha «repasado»
ante su madre, ésta, «tras la reacción inicial de destemplanza,
sonrió generosamente», y en lugar de propinarle un cachete, le
dice: «Ha sido del susto, ¿verdad, chiquitín? Pero ya no lo vuelves
a hacer. Ahora te quedas quietecito con Mamá y mañana ya estás
curado» (p. 215). Mamá, que en un principio rechaza todas las
sugerencias sobre la teoría del «príncipe destronado» aplicada a
su hijo Quico, demuestra en esta escena un cambio de actitud
cifrada en esa «reacción inicial» de destemplanza corregida por
una sonrisa generosa. Ha tomado conciencia, de alguna manera,
de la necesidad que siente su hijo de contar con ella.
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36. La Domi cantaba canciones de historias trágicas (la Rosita
Encarnada, asesinada por un soldado que había servido en
África). Merche, en cambio, escucha música pop del momento,
desenfadada y sin los componentes trágicos de las citadas
canciones (Bailando el Twist, del Dúo Dinámico; America the
beautiful, interpretada por Hayley Mills; Speedy Gonzáles, de
Ennio Sangiusto).
37. Mamá ha afirmado que su matrimonio con Pablo, el hermano de
Cuqui, es un desastre. Ahora simplemente finge para ocultárselo a
los niños: «Mi vida es una comedia» (p. 226). Tía Cuqui, sin
embargo, le sugiere que finja no solo ante los niños, sino también
ante su marido: «¿por qué no lo tomas más arriba y finges con tu
marido?». Este consejo puede interpretarse de dos maneras: la
solución no está en el divorcio, muy delicado desde un punto de
vista social y religioso en la época, sino en la aceptación de la
situación y el fingimiento de normalidad; o bien, la solución está
en fingir con tu marido y mantener una relación extramatrimonial
secreta.
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38. Durante la dictadura franquista, el poder eclesiástico estuvo muy
vinculado al poder político y militar establecido. Los miembros de
la jerarquía eclesiástica más jóvenes era más fácil que tuvieran
ideas distintas a las del régimen, como la de una hipotética
reconciliación entre los dos bandos que lucharon en la guerra, tal
y como señala aquí Pablo. Este diálogo entre madre e hijo supone
una continuación del mantenido entre Papá y Mamá en el capítulo
de las 3 de la tarde. Aquí Pablo expone abiertamente (antes no se
había atrevido) sus dudas sobre la ideología paterna.
39. Delibes ha reunido al final de la novela a Quico y a Mamá para
subrayar el modo en que ambos han conseguido acercarse.
Mientras que en el principio de la novela Mamá era simplemente
la «bata de flores rosas y verdes», ahora ya es «Mamá»;
asimismo, si la madre apenas prestaba atención a Quico en las
primeras horas del día, ahora termina por acercarse ante los
gritos de un Quico atemorizado por imaginaciones (suscitadas por
las propias criadas de la casa) y tranquilizarle con su mano hasta
que se queda dormido.
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