Una pasión contemporánea: La ignorancia en su

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Una pasión contemporánea: La ignorancia en su más bajo nivel de saber
Isabel Martins Considera
Práxis Lacaniana/Formação em Escola
Elegí este título cuando leía la primera aula, de las seis que Lacan dio en SainteAnne, en 1972, y que se reúnen bajo el título “El saber del psicoanalista”.
En esa aula Lacan sitúa una correlación entre ignorancia y saber. De inicio nos remite
a que, en el budismo, la ignorancia es considerada una pasión y que ellos llegan a eso
por la meditación.
Al diferenciarse del budismo, dice que sólo puede hablarnos de la ignorancia a partir
de la experiencia, por ejemplo, la que tuvo cuando frecuentaba los muros de SainteAnne como residente de los asilos, en los años 24 y 25, que hoy se llaman hospitales
psiquiátricos. En una de las muchas veces que se pregunta por qué volvió a hablar en
Sainte-Anne, dice que es para rendir homenaje a esos enfermos, entre ellos Aimeé,
porque en torno de ella es que fue aspirado en dirección al psicoanálisis.
Nos recuerda que, en tiempos idos, hizo observaciones sobre la ignorancia;
ciertamente nos está remitiendo al Seminario I, de 1954, cuando trabajó las tres
pasiones del ser: el amor, el odio y la ignorancia. En esa ocasión ubica la ignorancia por
la vía de lo indecible del ser, como una pasión que no deja de articularse al fundamento
de la transferencia, en términos de una cierta posición del sujeto.
Amor, odio e ignorancia son retomados por Lacan en 1972, momento en que sitúa
que saber es goce y que el ser hablante, al hablar, produce goce y que eso tiene que ver
con el inconsciente en su relación con el significante. Retoma, entonces, la ignorancia
en relación con el saber en el campo del goce, redimensionando el saber, haciendo
distinciones.
Siguiendo con la correlación entre la ignorancia y el saber, menciona al cardenal
Nicolás de Cusa, que dice que la docta ignorancia mantiene el saber en su nivel más
elevado. Al situar esa correlación en relación a la medicina, Lacan recuerda que, en
cierta época, cundo se quería ser médico, era normal mostrar, manifestar una ignorancia
que, en el caso, era una ignorancia docta, no era certificado de ignorancia crasa, sino
manifestación de un saber más elevado.
Sin embargo, a partir de un dado momento, la ignorancia lleva el saber a su nivel más
bajo. Nos recuerda que, en la medicina, desde hace algún tiempo, la ignorancia no es
más docta, lo cual deja a la medicina en las supersticiones. Nos da un ejemplo de eso al
mencionar la circular que acabó de recibir, referida a una cierta alarma respecto de ese
movimiento que se llama antipsiquiatría. En la circular le piden que tome posición al
respecto. Y dice Lacan: ¿pero cómo, si el movimiento ya es una oposición? Y la
cuestión de las psicosis no se resuelve por la anti psiquiatría, ya que ésta no es nada más
que un movimiento de liberación del psiquiatra.
Lacan nos habla de ese asunto en 1972 y nosotros estamos en 2015, pero el hecho es
que confirmamos eso, vivimos una época en que el saber está en su nivel más bajo: la
segregación, el racismo y el prejuicio dominan en él, se habla de eso y no se sale de eso;
sólo encontramos denuncias y se quiere dar cuenta de eso por la legislación y las
denuncias policiales. Diferenciándose y ubicando la cuestión del saber en otro nivel,
Lacan, en lo que le compete, insiste en la frontera sensible entre la verdad y el saber
porque ahí, precisamente, se sostiene el discurso analítico. En esa frontera hay muchas
confusiones, surgen muchas secciones, banderas, descubrimientos. Por ejemplo,
levantar ahí la bandera del no-saber, como hizo Georges Bataille, no es una mala
bandera. Un día él hizo una conferencia sobre el no-saber y no dijo una sola palabra,
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ostentó el no- saber, rieron de él, lo que fue un error, porque hoy el no-saber cae bien, es
chic, especialmente entre los místicos.
Esa frontera, esa hiancia entre verdad y saber, tampoco e necesario cerrarla, como
hicieron Laplanche y Pontalis que, después de diez años trabajando el inconsciente
estructurado como un lenguaje, encontraron algo formidable en esa frontera, un
diccionario de filosofía, lapsus de Lacan, quiere decir diccionario de psicoanálisis,
lapsus, dice Lacan, que vale por “lalengua”. Entonces hay secciones, banderas,
descubrimientos, que surgen en esa frontera sensible, inclusive a partir de su enseñanza.
Dicho esto, destaco en el texto una pregunta en relación al saber del psicoanálisis:
¿Por qué en los sesgos que toman los saberes en cierto punto, y mismo, por ejemplo, en
relación a los psiquiatras, el psicoanálisis no mejoró en nada la situación de los saberes?
Sabemos que, en lo que respecta al psicoanálisis, es fundamental y primero, el saber.
No obstante, hay obstáculos en relación a ese saber. Freud, en 1917, en el texto “Una
dificultad del psicoanálisis”, sitúa las dificultades que hay en el avance del psicoanálisis,
porque en él, el saber de que se trata, no pasa cómodamente.
Freud da sus explicaciones para eso, pero como ahí es un lugar de muchos
deslizamientos, de muchos sesgos, Freud erra, se presta al malentendido, termina
enmascarando lo que, de hecho, se trata en ese saber. Eso porque hay una dificultad para
hacer entrar en juego una cierta función del saber y Freud también se confundió al hacer
entrar en juego esa función del saber, al quedar aprisionado en lo que llamó revolución.
El hecho es que ahí no se trata de una revolución; sea la de Copérnico, de Darwin o
mismo de Freud, esas revoluciones no sacan al hombre de ser la flor de la creación.
Pregunta: ¿Freud, de hecho, se confunde o se trata de un error necesario para dar tiempo
a los oídos burgueses que no tienen, absolutamente, la menor idea de lo que es el
principio del placer en Freud?
En el psicoanálisis se trata de un saber, pero de un saber no sabido del sí mismo del
sujeto. Ese no saber no dice respecto a la pasión del ser por la ignorancia, sino respecto
a la castración, que es el obstáculo a la entrada de ese saber. Ese saber tiene que ver con
algo a producirse en relación a la estructura del saber. Se trata de un nuevo estatuto del
saber que trae aparejado con él un tipo totalmente nuevo de discurso, que no es fácil de
sostener y que, hasta cierto punto, dice Lacan, se puede decir que todavía ni comenzó.
¿Cómo se sostiene ese saber? ¿Cuáles son las condiciones de sustentación? ¿Qué
precisa haber para eso?
Hay algo en esa frontera a la que todavía no se comenzó a tener la menor adhesión, y
Lacan comenzó a hablar de eso; sin embargo, no es seguro que eso tenga consecuencias
ya que, efectivamente, precisa interpretación y sabemos que la interpretación exige, para
ser recibida, comenzar un trabajo, para llegar a producir goce, ya que el saber es del
orden del goce. O sea, nos está diciendo que para producir goce, plus de goce, precisa el
trabajo de análisis, lo que quiere decir que, en este nivel, la intelectualización y la
comprensión no son, de ningún modo, suficientes para que algo que no cambia, cambie.
Si el saber no cambia de lugar, ¿cuáles son, por lo tanto, las condiciones para que ese
saber no sabido del inconsciente emerja? Ciertamente que sólo saber, sin trabajo
analítico para producir goce, no posibilita ese nuevo estatuto del saber.
Lo que realmente importa a Lacan es formular la sustentación para que cierta función
del saber, que tiene que ver con el psicoanálisis, entre. La cuestión fundamental del
saber del psicoanalista es saber en qué lugar hay que estar para sostenerlo. ¿Cómo
sostener esa función propia del saber del psicoanálisis?
El saber del psicoanalista es un saber que permite, en la transferencia, poner en
función el saber no sabido como tal, lo que precisa de una posición en relación al saber
que implica, fundamentalmente, la castración. Sucede que, en el nivel de la experiencia
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del análisis, a nivel de la experiencia, ese saber va más allá de lo que se lee en términos
de la represión y del retorno de lo reprimido, va en dirección al hecho de que saber y
verdad no se completan. Para que esa función del saber, que desliza fácilmente, se
sostenga, para que el analista pueda entonces operar posicionado desde su discurso, es
necesario que, en el análisis, el goce llegue a tocar en un punto de incomprensión, que
Lacan sitúa en el nivel de lo que llama incomprensión matemática en su relación con la
dimensión de la verdad. En ese punto no es suficiente la incomprensión filosófica y ni
siquiera la histórica. Los sujetos atormentados por la incomprensión matemática tienen
una insatisfacción en relación al manejo del valor de verdad, que nos orienta en relación
a lo que Lacan llega en términos del matema de los discursos.
Verificamos que lo que Lacan llama de matema tiene que ver con la introducción, en
la matemática, de un número cada vez más elevado, cada vez más elaborado, que no es
retroactivo. Matema es lo que no comporta una genealogía retrógrada, no comporta
ninguna demostración histórica, pero que, sin embargo, no puede ser separado de la
exigencia verídica. No se trata de un vacío formal, sino de un encuentro con la verdad,
un sentido que ultrapasa, en mucho, los medios.
Cantor es un ejemplo de eso, su efracción cantoriana nos presenta la dimensión de lo
patético en el encuentro con la verdad. Él fue hasta la amenaza de locura al tocar en algo
que tiene relación con el matema.
En el psicoanálisis, en esa relación del matema con la dimensión de verdad,
encontramos el campo de lalengua. Llegar a encontrar el campo de lalengua es lo que,
en el psicoanálisis, indica que no se trata, en la experiencia, de acumulación de saber,
sino de la experiencia con el saber. Por lo tanto, el discurso psicoanalítico merece que
nos dediquemos a formular su matema, para que algo se demuestre de otro modo que no
sufrido, algo que diga respecto de la dimensión del goce, que tiene que ver con la
relación del ser hablante con su cuerpo.
Los discursos y su matema no son del orden de la comprensión, la incomprensión
domina en los discursos. El objeto a sólo es un objeto, en el sentido de que está ahí para
afirmar que nada, en el orden del saber, existe sin producirlo. Es diferente de conocerlo.
Es el objeto que permite tetraedrar esos discursos; sólo es posible articular lo discursos
del artefacto lacaniano en una especie de matema, porque el discurso analítico surgió. El
discurso psicoanalítico sólo puede ser articulado al mostrar que ese objeto a, para que
haya chance de analista, precisa de una determinada operación, llamada experiencia
psicoanalítica, que exige, lógicamente, que el objeto a sea llevado al lugar del semblante
en el matema de los discursos. En un análisis es preciso producir el a como generador
que no retroactiva lo que se produce en el análisis. O sea, es el a producido por el
analizante al ubicar a su analista en ese lugar, es lo que puede hacer irrumpir la
castración y el discurso del analista.
Precisa irrumpir porque la castración, desde la entrada del discurso del capitalista,
está verwerfung en varios niveles, y las cuestiones del amor están excluidas. La pasión
contemporánea por la ignorancia deja al saber en su nivel más bajo, esto agregado al
capitalismo, que precisa del subdesarrollo del saber para desarrollarse, opera a
verwerfung.
El discurso del analista sólo puede irrumpir cuando irrumpe la castración, en el
sentido de que es posible saber del no quiero saber nada de eso de cada uno, que pone el
saber en su más alto nivel, y no en correlación con la ignorancia, sino con el no saber
que produce el saber inconsciente. El saber inconsciente no es la ignorancia docta
porque ella es pasión, y el inconsciente es el no saber que sitúa un nuevo estatuto del
saber.
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La sustentación del saber en el lugar de la verdad depende de la producción del a
como goce, o sea, de el analizante producir el analista como semblante del objeto que
otorga al analista condiciones para operar desde su discurso. El saber, en el matema del
discurso del analista, está en el lugar de la verdad, ellos no e completan; al contrario, se
descompletan, permaneciendo la hiancia, que da lugar al deseo como causa.
Para terminar me gustaría comentar lo que Lacan dice respecto de que no hay deseo
de saber. Es interesante porque es cierto que podemos decir que hay deseo de saber,
como lo evidencia el neurótico, pero ese deseo de saber, en el neurótico, es deseo del
Otro. En el discurso del neurótico, el horror al saber de la castración está velado, la
castración es velada por la fantasía del sujeto, que sostiene al Otro como deseante, eso
va muy lejos en un análisis.
El horror del neurótico a la castración mantiene, por la vía de la ignorancia, su pasión
de ser, negación de la castración que coincide con su pasión por la castración, ya que
ofrece la propia castración para que no haya falta en el deseo del Otro. Esa pasión de ser
del neurótico no tiene que ver con el saber del psicoanalista. El saber del psicoanalista
tiene como costo el goce producido que, en su discurso, conduce a la castración, un
saber solitario, sin Otro que sepa.
En “Nota Italiana”, 1974, Lacan dice que el analista debe haber circunscripto la causa
de su horror de saber, el de él mismo, destacado del de todo – horror de saber. Si él,
entonces, no es llevado al entusiasmo, es bien posible que haya habido análisis, pero
analista, ninguna chance. Como nos dice Lacan, el saber no es hecho para la humanidad.
El deseo de la humanidad es de ser feliz, ella no desea saber.
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