Comentario del texto presentado por la Escuela de Psicoanálisis de Tucumán (de Mayéutica-Institución Psicoanalítica) El texto de referencia es el producto de un trabajo colectivo institucional e intenta la articulación de las llamadas estructuras clínicas en el discurso del psicoanálisis, afirmando que se torna necesario reinventarlo para que perdure. En lo que sigue, se tratará de desmontar en el texto ciertas vertientes que con-suenan con diferencia. Leer ¿no es también proponer nuestro texto? 1- Comienza poniendo de relieve que tratará de las “posiciones subjetivas”…de la ex – sistencia1 Cabe atender al consabido modo lacaniano de escribir: ex –sistencia: de ex, ‘fuera’; es decir, que el sujeto no cuenta con un centro en sí mismo. De ahí la relación entre ex -céntrico y ex -sistencia. Vale rescatar, entonces, este sentido en un período medio de la enseñanza de Lacan, donde lo introduce como concepto, dando en resaltar – a su turno - las ‘estructuras ex -sistenciales’. Lo cual, obviamente, no se compadece exactamente con las meneadas ‘estructuras clínicas’, y en lo que sigue, ofreceré un comentario en relación con esta operatoria, en el despliegue del artículo. De inicio, me gustaría subrayar que Lacan no habló de estructuras clínicas- sí de freudianas, y también de tipos clínicos. Lo cual no impide, por supuesto, una operación de lectura que discrimine a la estructura en tanto clínica. Por supuesto, que no se trata de restricciones en contra de la idea clínica, sino de rescatarla con restrictivas salvedades críticas, a los efectos de no quedar reducida meramente a una psicopatología y por ende, diluir el énfasis puesto en el reino del diagnóstico que esta conlleva. La apuesta en juego es tomar distancia de ello, ya que –básicamente- el sujeto se enfrenta con lo que él es y con lo que él no es. Es claro, que lo detectado aquí, va más allá de lo que cualquier psicopatología pueda entender, en tanto ésta precisa un listado de síntomas, signos, síndromes, etc. En efecto, de seguir aquel derrotero, debería desplegarse qué esclarecimiento aporta a esto la articulación del análisis, con la posición del sujeto a partir del deseo”.2 Trataremos de acercar, entonces, algunas incidencias a su respecto. ¿Qué es lo neurótico? Lacan alude así a la posición subjetiva de la ex –sistencia-como decíamos- introduciéndola por la más caracterizada, que es en la neurosis. Continúa la cita de la que partíamos, de esta manera: “Sin embargo, prefiero decir las posiciones subjetivas del ser.” Ahora bien, ¿por qué cabe esa referencia al ser? Porque, no olvidemos que un neurótico ante todo, duda y lo hace, efectivamente, acerca de su ser, de lo que sabe acerca de sí y de su condición: es decir que se pregunta por la índole de su existencia. Y en este sentido, Lacan toma distancia respecto del lugar de esta interpelación, de lo que sucede al perverso y al psicótico. De ahí que el neurótico esté rajado en su ser y por lo tanto, no resulta azaroso que el maestro francés tome como punto de partida a la neurosis, para situar la interrogación por la posición subjetiva del ser. 2- Es dable advertir cuan a menudo en la dirección de una cura a nuestro cargo, los analizantes muestran que la intelección de las aludidas neurosis, no se agota según la episteme propia de la lógica fálico-edípica. Es que al estar de Lacan, por ejemplo, el Edipo es antes un mito y un sueño de Freud, cuyo relato, cuya historia no hacen sino obstruir, defensivamente, el encuentro con un real: el vacío llamado dolor de existir. 1 Jacques Lacan, Seminario 11, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis, Paidós, Buenos Aires, 1986, cap. XIX, p. 254 y Seminario 12, Problemas cruciales del psicoanálisis 2 --, ibíd. p.255 (traducción levemente modificada según versión francesa de AFI) 1 ¿Cómo lo pensamos hasta aquí? Como un enfoque nodular, tal vez, que permita leer la insistencia en una clínica psicoanalítica autonomizada de la psiquiatría, de la nosologización, de nuevas tipicidades psicoanalíticas. Quiero decir que no comporte inaugurar un nuevo cuadro clínico en la serie de tales características típicas, según ciertas vertientes actuales de las cuales nos excluimos. A cambio de ello, la propuesta es distinguir el sesgo de una clínica de la repetición, por ejemplo, propugnada –según mi lectura- por Roberto Harari,3 que no ofrenda un paradigma acabado y exhaustivo de un caso a partir del cual poder reconocer todos los análogos - en un proceder consecuente con las enseñanzas de Freud y Lacan. En esa línea, procura despejar una dinámica, una dimensión presente - en condición exclusiva o no - de un modo capaz de asumir formas diversas y en todo tratamiento analítico. Desde tal perspectiva, a veces estructura, a veces sub-estructura, a veces para-estructura, a veces super-estructura, a veces… constelaciones. Por qué no, tomadas como señal de otra cosa… 3- Ahora bien, a los efectos de que los psicoanalistas no quedemos encerrados dando vueltas en el recorrido demarcado por las obras impares de nuestros maestros, ratificando –una y mil veces- lo ya sentado por ellos en tanto episteme clínica, es que intentamos interrogar – abriendo la propuesta del texto que comentamos- lo que han dicho y escrito tanto Freud como Lacan, haciendo pie en aquellos sitios permeables de hacer rendir -por tratarse de obras abiertas- otros frutos. Se trata de abrir el campo a intelecciones novadoras tanto en la clínica como en la convivencia entre los hablantes y los psicoanalistas. Se afirma en el texto que comentamos: “…se pone en juego cómo pensamos esta ‘época’ del psicoanálisis, y si hay cambios en la clínica, éstos indican una manera de situarse en relación al discurso del psicoanálisis” ¿Es que habría una dificultad estructural de asumir la enseñanza lacaniana respecto de la clínica, donde el real en juego muestra cómo tal asunción, si reviste algún grado de roce de la verdad, no es sin consecuencias? Quiero decir que la división subjetiva que la misma sostiene, implica que no basta el manejo razonado de los textos para su práctica efectiva, ya que hay que poner en la cuenta allí, la resistencia del analista. De nuevo: desde ya que tal aseveración no conlleva una cuestión moralizante, sino una consecuencia de lo dicho: por ejemplo, la duplicidad de reclamarse lacaniano y respetar el encuadre. Diríamos a la par ¿cómo se marca hoy la pequeña diferencia de la que nos hablaba Freud? ¿Quién estipula sus parámetros? ¿Se torna viable sostener con el sindicado como diferente algún tipo de lazo social más o menos perdurable? Al menos me interesaría subrayar, aunque más no fuese, el contexto general donde situar estos interrogantes que hace al actual contrato social vigente y que tiene como telón de fondo, el horizonte latente de una eventual disgregación comunitaria localizada. Véase en consecuencia, si estar a la altura de la subjetividad de la época –según el repetido apotegma lacaniano- implica acaso su aceptación acrítica o quizás se trate de no perder nuestras categorías de análisis en pro de una seductora adaptación al espíritu de los tiempos que corren. Por tal razón, cabe atender sin más trámite, a cierta estrategia velada de culturalismo que tiñe la dilución paulatina de los efectos de la andadura de lo Real. O mejor dicho, esa ocurrencia en función de una ciega fascinación por lo fenoménico que siembra acuerdos masivos, en virtud de un imaginario social resistente a su análisis, por el confort “visible” que prodiga a los portadores del discurso corriente. 3 Roberto Harari, La repetición del fracaso, Nueva Visión, Buenos Aires, 1989 2 4- Hete aquí, la pregunta que traemos al debate: ¿en la efectuación de la cura analítica y en su dirección, se trata de la práctica del discurso y/ o también, procedemos a hacer análisis del discurso? Suele aseverarse desde la más precisa pertinencia lacaniana- es decir, desde cierto período acotado de su enseñanza- que el discurso hace lazo social. Empero, resulta que lo más relevante de un analizante, radica en todas y cada una de las expresiones palabreras capaces de desmarcarse de cualquier lazo verbal consolidado, en función de la ocupación de los lugares virtuales donde se despliegan los conocidos cuatro- o cinco – discursos postulados en su momento por Lacan. Es cierto, que el maestro francés, también ha puesto sobre el tapete –en otro período de su enseñanza- la propuesta de alojar lo que está en juego en un análisis mediante el neologismo hablaje, el cual infringe en tanto palabra valija, toda posible escisión entre lenguaje y habla (Saussure). Quiero decir que apunta –tal como el vocablo lo muestra al realizarlo en sí mismo- la invención de significantes nuevos, superando de ese modo cualquier dicotomía. En este sentido, vale declinar el lenguaje en los registros de la experiencia, Imaginario, Simbólico y Real. En efecto, quizás conviene no subsumir dicho corpus bajo la égida de la noción de discurso que hace lazo social, sino más bien, suplementar la puesta en acto del parlêtre, con el babélico y bárbaro ser de balbuceo, puesto que no sólo discursea. No otra cosa sucede con las incidencias efectivizadas por el psicoanalista en la cura, donde el mismo realiza una genuina “violencia” sobre la masa fónica ofertada por el analizante- poniendo así en obra la demanda fundamental- a los fines de articularlo a lalangue y propendiendo junto a la escucha del significante, al audicionar la voz acallada por el habla en ese cuerpo agujereado por el lenguaje. Digámoslo de otro modo: trocar su primacía, no liquida el eje previo de la lengua, sino que relativiza sus alcances, hasta el cernimiento en la cura del aludido Realenguaje, en tanto alteridad de lo que se dice. Al fin de cuentas, este apretado bosquejo, ¿caracteriza, acaso, un específico y singular lazo social? Sin duda, pues, a partir de la puesta en obra de la regla fundamental recostada en la asociación libre, nuestra praxis poiética otorga su lugar de residencia legítima a aquello de lo cual procuran apartarse todos los discursos: aludo a la betise, la tontería, la boludez. Y ésta constituye la base de tal singular e inaudito lazo social inaugurado por el genio de Freud. De otro modo: la sola cosa que vale es lo singular de la enunciación de la regla fundamental, que quiere decir: vale la pena sudar, sufrir un poco, para que lo singular no sea omitido. Más aun: si el psicoanálisis es intransmisible, es bien enojoso4 que cada psicoanalista sea forzado – no sin asco u horror5- a reinventar el psicoanálisis cada vez con cada analizante. Forzado, puesto que es necesario que lo sea allí, hasta el punto en que sólo cabe aprehenderlo en / por ese artificiar facticio de producirle violencia a la variante comunicacional del lenguaje. Ilda Rodriguez Mayéutica-Institución Psicoanalítica VI Congreso Internacional de Convergencia, Movimiento Lacaniano por el Psicoanálisis Freudiano, Madrid, 12,13,14 de junio de 2015 4 ennuyeux ( viene del occitano o lengua de Oc, de los trovadores y hablas populares modernas del sur de Francia, ‘enojar, aburrir, fastidiar, molestar’ y éste del latín inudiare ‘inspirar asco u horror derivado de la locución clásica: in odio esse alicui:” ‘ser odiado por alguien’) 5 Ambos, en el orígen, tienen que ver con el odio 3