19º Domingo durante el año (Ciclo A).

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: ESPACIO PARA PENSAR
Yo soy el PAN de VIDA
Meditando el Evangelio
10 de Agosto
19º Domingo durante el año (Ciclo A)
«Y Pedro,
bajando de la barca,
comenzó a caminar sobre el agua
en dirección a él.
Pero al ver la violencia del viento,
tuvo miedo,
y como empezaba a hundirse,
gritó: “Señor, sálvame"».
EVANGELIO
REFLEXION
Comenzó a caminar sobre el agua
Son muchos los cristianos que se
sienten a la intemperie y como
desamparados en medio de una crisis
y confusión general. Los pilares en
los que tradicionalmente se apoyaba
su fe se han visto sacudidos
violentamente desde sus raíces. La
autoridad de la Iglesia, la
infalibilidad del Papa, el magisterio
de los Obispos, ya no pueden
sostenerlos en sus convicciones
religiosas. Un lenguaje nuevo y
desconcertante ha llegado hasta sus
oídos creando un malestar y una
confusión antes desconocidos. La
«falta de acuerdo» entre los mismos
sacerdotes y hasta entre los Obispos
los ha sumido en el desconcierto.
Del Evangelio según san Mateo (Mt 14, 22-33)
Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la
barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después,
subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya
estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la
madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo
caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se
pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro
le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo
Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él.
Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó:
"Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía:
"Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se
calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres
el Hijo de Dios".
Con mayor o menor sinceridad, son
bastantes los que se preguntan:
“¿Qué debemos creer? ¿A quién
debemos escuchar? ¿Qué dogma hay
que aceptar? ¿Qué moral hay que
seguir?” Y son muchos los que, al no
poder responder a estas preguntas
con la certeza de otros tiempos,
tienen la sensación de estar
«perdiendo la fe».
Sin embargo, no debemos confundir
nunca la fe con la mera afirmación
teórica de unas verdades o
principios. Ciertamente, la fe
implica una determinada visión de la
vida y una peculiar concepción del
ser humano, de su tarea en el mundo
y de su destino último. Pero ser
cristiano es algo más profundo y
radical. Y consiste, antes que nada,
en una apertura confiada a Jesús de
Nazaret como sentido último de toda
nuestra existencia, como criterio
definitivo de nuestro amor a los
demás, y como esperanza última de
nuestro futuro.
Por eso, se puede ser un verdadero
seguidor de Jesús y no ser del todo
capaz de formular con certeza
determinados aspectos de la
concepción cristiana de la vida. Y se
p u e d e ta mb i é n a fi rma r c on
seguridad absoluta la creencia en los
diversos dogmas cristianos y no vivir
confiando plenamente en Dios y con
una auténtica actitud de fe.
En el evangelio de hoy Mateo nos
describe la verdadera fe al presentar
a Pedro como alguien que «comenzó
a caminar sobre el agua» en
dirección a Jesús. Eso es creer. Es
caminar sobre el agua y no sobre
tierra firme. Es apoyar nuestra
existencia en ese Dios cuya sutil
presencia a veces alcanzamos a
intuir en lo más profundo de nosotros
mismos, y no pretender apoyarla en
nuestras propias razones,
argumentos y definiciones. Es vivir
sostenidos no por nuestra propia
seguridad, sino por nuestra
confianza en Él. Es albergar en
nuestros corazones una esperanza
inquebrantable en que al final,
siempre y pase lo que pase, «todo
estará bien» porque estamos en sus
manos.
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