Sermón 1 – Transcripción

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Sígueme…
y valora
a las
personas
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SÍGUEME SERIE DE SERMONES POR JOHN C. MAXWELL
TRANSCRIPCIÓN
SÍGUEME …
Y VALORA A LAS PERSONAS
JOHN C. MAXWELL
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Acababa de graduarme de la universidad y me preparaba para ir a mi primera iglesia como pastor.
Me senté con mi padre y le pregunté: «Papá, ¿tienes algún consejo que darme ahora que voy a
empezar a pastorear?». Nunca olvidaré sus palabras. Me dijo: «John, si valoras a las personas y
las amas incondicionalmente, tu iglesia siempre estará llena». Continuó explicándome que pocas
personas reciben amor incondicional y son bien valoradas por otros. Después me dijo: «Si haces eso,
la iglesia se llenará».
Quiero hablarles de una persona mucho más sabia que mi padre que dijo estas palabras mucho antes
que él: Jesús.
Jesús dijo: «Si me sigues, te enseñare cómo valorar a las personas».
Mateo 4:18-22 TLA
Jesús pasaba por la orilla del Lago de Galilea cuando vio a Simón Pedro y Andrés, dos hermanos
que eran pescadores. Mientras ellos pescaban con sus redes, Jesús les dijo: «Síganme. En lugar
de pescar peces, les voy a enseñar a ganar seguidores para mí». En ese mismo instante, Pedro y
Andrés dejaron sus redes y siguieron a Jesús. Jesús siguió caminando por la orilla del lago y vio
a Santiago y a Juan, otros dos hermanos que también eran pescadores. Los dos estaban en una
barca arreglando las redes, junto con su padre Zebedeo. Jesús llamó a los dos. Ellos salieron de
inmediato de la barca, dejaron a su padre y siguieron a Jesús.
Reflexiones acerca de «Sígueme»
Hay tres reflexiones sobre el llamado que Jesús hizo a seguirle que quiero que integremos
inmediatamente a nuestras mentes y corazones.
1. Jesús está buscando personas que le sigan.
Él quiere que tú y yo seamos sus discípulos; quiere que lo sigamos. De hecho, miren ahora a su vecino
y díganle: «Jesús quiere que lo sigas».
2. Él encuentra a la gente en su ambiente.
En otras palabras, Jesús llegó a donde ellos estaban. Eran pescadores, estaban en sus barcas.
Él viene a donde estamos tú y yo. El mismo hecho de la encarnación, Cristo dejando el cielo y
viniendo a la tierra, nos demuestra que Dios nos encuentra en donde estamos. Él no dice:
«encuéntrame tú a mí; búscame y buena suerte, yo soy Dios. Espero que de alguna manera
puedas llegar a mí». Más bien dice: «voy a encontrarte ahí donde tú estás».
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3. Su invitación, «sígueme» es la invitación de liderazgo más grande que se ha
pronunciado en la historia.
¿Por qué? Porque la persona que hizo la invitación fue Jesús.
«Sígueme» significa que...
1. Jesús será tu ejemplo.
Él estaba diciendo: «Si me sigues, te voy a mostrar cómo vivir. Te voy a enseñar los valores que
necesitas tener, mírame bien. Solo obsérvame».
2. Jesús estará contigo.
Esto significa que quiere ser nuestro compañero. Quiere estar con nosotros, quiere tener una
relación con nosotros; quiere comunicarse y conectarse con nosotros.
3. Jesús te ayudará a descubrir tu valor.
Estos hombres eran pescadores de oficio y de repente llegó Jesús y les dijo: «si me siguen, voy a promoverlos,
van a hacer algo mejor. En lugar de pescar mojarras y robalos, voy a ayudarles a pescar personas».
Su respuesta fue instantánea. Esto siempre me asombra. Ellos escucharon estas palabras y
respondieron inmediatamente. Yo me hago esta pregunta todo el tiempo: ¿Cuál fue la razón por la que
respondieron tan rápido? ¿Fue por lo que Jesús dijo? Sé bien que lo que dijo fue muy sorprendente; o
¿sería por su reputación y por quién era? ¿Sabrían quién era Jesús? O pudo haber sido, y creo que por
eso fue, que había algo diferente en Jesús, algo que notaron cuando interactuó con ellos, algo que los
hizo darse cuenta de que los valoraba. Quizás por la forma como los miraba o quizás por el tono de voz,
pudieron ver que verdaderamente Jesús los valoraba como individuos.
Los seguidores le hacen tres preguntas a sus líderes:
1. ¿Te interesas en mí?
Antes de que alguien nos siga a ti o a mí, ellos quieren saber que nos interesan, quieren estar
seguros de que buscamos su beneficio.
2. ¿Puedes ayudarme?
En otras palabras, si te sigo, ¿progresarán las cosas? ¿va a cambiar mi vida? ¿van a mejorar las
cosas y mi futuro será más prometedor? Por eso, ellos están dispuestos a formarse y hacer fila
para seguir a un líder.
3. ¿Puedo confiar en ti?
Si te sigo, ¿serás fiel a tu palabra? ¿Me serás fiel a mí?
Ante estas tres preguntas: ¿Te interesas en mí?, ¿Puedes ayudarme? y ¿Puedo confiar en ti?
Jesús responde con un gran SÍ. Sí, estoy interesado en ti, sí puedo ayudarte y sí, puedes confiar
en mí. Así que, esa invitación a seguirle se hace muy contagiosa. Llega a ser muy agradable
escucharla cuando sabes que la persona que te invita a seguirle es digna de confianza, se
preocupa por ti y puede ayudarte. Así es Jesús.
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He oído muchas veces que es maravilloso cuando la gente cree en el líder, pero más maravilloso
es aún cuando el líder cree en la gente que le sigue. Jesús creía en las personas. Se fijó en esos
pescadores que otros habrían pasado por alto en la sociedad. Nadie jamás vería a estos hombres,
que estaban en los botes arreglando las redes y atrapando peces, y pensaría que se convertirían
en líderes transformacionales que serían conocidos por los siguientes siglos. Nadie hubiera tenido
esa visión, pero Jesús sí. ¿Por qué? Porque los valoró. Jesús no vio ese valor solo en los pescadores,
también lo ve en ti y en mí. Él nos valora.
Sigue los pasos de Jesús en los Evangelios y te darás cuenta de que Jesús valoró a la
gente.
Un ejemplo...
Zaqueo - Lucas 19:1-10 TLA
Jesús entró en Jericó. Allí vivía Zaqueo, un hombre muy rico que era jefe de los cobradores de
impuestos. Zaqueo salió a la calle para conocer a Jesús, pero no podía verlo, pues era muy bajito
y había mucha gente delante de él. Entonces corrió a un lugar por donde Jesús tenía que pasar y,
para poder verlo, se subió a un árbol de higos. Cuando Jesús pasó por allí, miró hacia arriba y le
dijo: «Zaqueo, bájate ahora mismo, porque quiero hospedarme en tu casa». Zaqueo bajó enseguida,
y con mucha alegría recibió en su casa a Jesús. Cuando la gente vio lo que había pasado, empezó
a criticar a Jesús y a decir: «¿Cómo se le ocurre ir a la casa de ese hombre tan malo?». Después
de la comida, Zaqueo se levantó y le dijo a Jesús: «Señor, voy a dar a los pobres la mitad de todo
lo que tengo. Y si he robado algo, devolveré cuatro veces esa cantidad». Jesús le respondió:
«Desde hoy, tú y tu familia son salvos, pues eres un verdadero descendiente de Abraham. Yo, el
Hijo del hombre, he venido para buscar y salvar a los que viven alejados de Dios».
Jesús valoró a Zaqueo más que lo que Zaqueo se valoraba a sí mismo.
Jesús valoró a Zaqueo más que lo que otros valoraban a Zaqueo.
¿Qué hizo el resto de la multitud? Se indignaron. No podían creer que Jesús iría a la casa de un ladrón.
Esta es una bella historia que demuestra el hecho de que Jesús nos califica con 10 (excelente) a todos.
Cuando nos ve, nos da la calificación más alta. ¿Por qué es que hace eso? Muy simple: Él nos creó
a Su imagen. Nos dio dones. Nos dio un propósito, una razón para vivir. Cuando Jesús nos ve, nos ve
con un 10 en nuestra frente.
Cuando la gente del pueblo veía a Zaqueo, no veía un 10 en su frente, créanme. Tal vez veían un 10
pero sería un -10. ¿Están conmigo? No veían nada positivo, de eso estoy seguro. Quiero que vean de
nuevo cómo Jesús valoraba a las personas; valoró a Zaqueo de tal manera que lo sorprendió.
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Vamos a otra historia...
La mujer samaritana - Juan 4:7-9, 27 TLA
…mientras los discípulos iban al pueblo a comprar comida. En eso, una mujer de Samaria llegó
a sacar agua del pozo. Jesús le dijo a la mujer: «Dame un poco de agua». Como los judíos no se
llevaban bien con los de Samaria, la mujer le preguntó: «¡Pero si usted es judío! ¿Cómo es que me
pide agua a mí, que soy samaritana?».
… En ese momento llegaron los discípulos de Jesús, y se extrañaron de ver que hablaba con una
mujer. Pero ninguno se atrevió a preguntarle qué quería, o de qué conversaba con ella.
Oh sí, hemos visto caras extrañadas. ¿Verdad? Hemos visto esas caras en cristianos que quedan
sorprendidos cuando alguien se acerca a una persona que los demás no valoran.
Jesús valoró a la mujer samaritana más que lo que ella se valoraba a sí misma.
Jesús valoró a la mujer samaritana más que lo que los discípulos la valoraron.
¿Están empezando a entender lo que está sucediendo aquí? Quiero que todos escuchen esto: Jesús
te valora más que lo que tú mismo te valoras. Jesús te valora más que lo que otras personas te valoran.
Ese es el Jesús de quien yo estoy enamorado. De hecho, Él quería asegurarse de que captáramos
bien la idea. No solo tenemos a través de los evangelios descripciones de Él interactuando con
personas, mostrándoles cuánto las valoraba; además, para asegurarse de que lo entendiéramos bien,
un día dijo: «Déjenme contarles una parábola». Les dijo una parábola que todos conocemos,
la parábola del hijo pródigo.
Vamos a empezar a la mitad de la historia. El hijo menor ya había pedido su herencia, se había ido y
gastado todo su dinero; lo había despilfarrado todo. Ahora está en una pocilga con cerdos y no tiene
nada. Está desesperado y empieza a entrar en razón; es aquí donde la historia empieza a mejorar.
El hijo pródigo - Lucas 15:17-32 TLA
Versículos 17-24
Por fin comprendió lo tonto que había sido, y pensó: «En la finca de mi padre los trabajadores tienen
toda la comida que desean, y yo aquí me estoy muriendo de hambre. Volveré a mi casa, y apenas
llegue, le diré a mi padre que me he portado muy mal con Dios y con él. Le diré que no merezco ser su
hijo, pero que me dé empleo, y que me trate como a cualquiera de sus trabajadores». Entonces regresó
a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre corrió hacia él lleno de amor, y lo recibió
con abrazos y besos. El joven empezó a decirle: «¡Papá, me he portado muy mal contra Dios y contra
ti! ¡Ya no merezco ser tu hijo!». Pero antes de que el muchacho terminara de hablar, el padre llamó a los
sirvientes y les dijo: «¡Pronto! Traigan la mejor ropa y vístanlo. Pónganle un anillo, y también sandalias.
¡Maten el ternero más gordo y hagamos una gran fiesta, porque mi hijo ha regresado! Es como si
hubiera muerto, y ha vuelto a vivir. Se había perdido y lo hemos encontrado». Y comenzó la fiesta.
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Noten esta frase. «Ya no merezco ser tu hijo. Trátame como a cualquiera de tus trabajadores». Cuando
llegó a la casa de su padre, el hijo comenzó a hablar con su padre. Es interesante, el hijo comenzó a decir
su discurso. Este muchacho había estado practicando su discurso todos los días mientras volvía a la casa
de su padre, al que había abandonado, al que le había exigido su herencia. Practicó bien este discurso
porque quería arreglar las cosas. Me encanta lo que él dijo: «está bien lo que he estado practicando todos
los días, ahora voy a decírselo a mi padre. Voy a asegurarme de que mi padre escuche esto». ¿Cuál fue
el discurso que había estado practicando? «¡Papá, me he portado muy mal contra Dios y contra ti. Ya no
merezco ser tu hijo!».
Me encanta esta frase: «Pero antes de que el muchacho terminara de hablar…» ¡El padre ni siquiera
lo estaba escuchando!
¿Qué estaba haciendo el papá? Esto es lo que estaba haciendo. Estaba llamando a los sirvientes.
Dijo: «pronto, traigan la mejor ropa y vístanlo. Pónganle un anillo y también sandalias. ¡Maten al ternero
más gordo y hagamos una gran fiesta porque mi hijo ha regresado! Es como si hubiera muerto y ha vuelto
a vivir. Se había perdido y lo hemos encontrado». Y comenzó la fiesta. ¡Me encanta!
La primera respuesta del padre fue celebrar, no condenar.
No se pierdan este detalle. La primera respuesta del papá fue celebrar: «Mi muchacho regresó a
casa». No comenzó a decirle: «hijo, ¿qué has estado haciendo? ¿Te das cuenta de que malgastaste
todo tu dinero?». Yo le habría dicho eso. Y ustedes, ¿no hubieran hecho lo mismo? Pudo haberle
dicho toda una lista de cosas. Podría haber considerado que era una oportunidad para educar a su
hijo. En vez de eso, fue una oportunidad para amar al muchacho. Él quería celebrar, no condenar.
Versículos 25-32
«Mientras tanto, el hijo mayor estaba trabajando en el campo. Cuando regresó, se acercó a la casa
y oyó la música y el baile. Llamó a uno de los sirvientes y le preguntó: “¿Qué pasa?”. El sirviente le
dijo: “Tu hermano ha vuelto sano y salvo, y tu padre mandó matar el ternero más gordo para hacer
una fiesta”. Entonces el hermano mayor se enojó mucho y no quiso entrar. Su padre tuvo que salir
a rogarle que entrara. Pero él, muy enojado, le dijo: “He trabajado para ti desde hace muchos años,
y nunca te he desobedecido; pero a mí jamás me has dado siquiera un cabrito para que haga una
fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que vuelve ese hijo tuyo, después de malgastar todo tu dinero
con prostitutas, matas para él el ternero más gordo!”. El padre le contestó: “¡Pero hijo! Tú siempre
estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. ¡Cómo no íbamos a hacer una fiesta y alegrarnos por
el regreso de tu hermano! Es como si hubiera muerto, pero ha vuelto a vivir; como si se hubiera
perdido, pero lo hemos encontrado”».
Veamos algo, el hermano mayor estaba contrariado y se negó a unirse a la celebración. Su padre salió
y trató de hablar con él. Aquí hay una frase: «pero él, muy enojado le dijo…»… es decir, el hijo mayor
no quería escuchar. El hijo mayor dijo: «“He trabajado para ti desde hace muchos años, y nunca te
he desobedecido; pero a mí jamás me has dado siquiera un cabrito para que haga una fiesta con mis
amigos. ¡Y ahora que vuelve ese hijo tuyo, después de malgastar todo tu dinero con prostitutas, matas
para él el ternero más gordo!”. El padre le contestó: “¡Pero hijo! Tú siempre estás conmigo, y todo lo
que tengo es tuyo. ¡Cómo no íbamos a hacer una fiesta y alegrarnos por el regreso de tu hermano! Es
como si hubiera muerto, pero ha vuelto a vivir; como si se hubiera perdido, pero lo hemos encontrado”».
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El padre valoró al hijo más que lo que el hijo se valoró a sí mismo.
El hijo dijo dos veces: «Ya no merezco ser tu hijo». De hecho, el hijo estaba tan decepcionado de
sí mismo que tenía muy bajas expectativas de cómo respondería el padre. Practicó su discurso:
«No merezco ser tu hijo. Voy a ser tu trabajador. Dame una litera en el granero, y haré las tareas
con el resto de los trabajadores».
No podemos decepcionar a Dios.
Verán, la decepción es la brecha entre las expectativas y la realidad, pero no podemos sorprender
a Dios. Él es Dios. Lo sabe todo. Cuando cometemos un error Él no mira y dice: «Oh Dios mío,
no esperaba eso. No tenía idea de que pecarías. Me sorprendes. ¿Qué voy a hacer contigo?».
No podemos decepcionar a Dios. Lo que pasó fue esto: debido a que el hijo pródigo estaba
decepcionado de sí mismo, bajó sus expectativas respecto de cómo lo recibiría su papá. Pensó
que tal vez lo aceptaría como sirviente, pero nunca consideró la idea de que lo aceptaría como hijo.
El padre valoró al hijo más que lo que su hermano lo valoró.
De hecho, ninguno de los dos escuchó. El padre no escuchó porque amaba a su hijo incondicionalmente y por ese amor incondicional lo veía como alguien de mucho valor. Cuando el hijo comenzó a
decirle su discurso, el padre dijo: «Yo no estoy escuchando eso. Te amo incondicionalmente. Te amo
tal como eres».
Cuando el hermano mayor oyó la música y la fiesta, quedó sumamente decepcionado, tampoco
escuchó. No quiso escuchar lo que su papá trataba de decirle: «Mira, tu hermano ha regresado,
estaba perdido y lo hemos encontrado». No escuchó
El amor incondicional valora a las personas.
El legalismo sobrevalora las obras y subestima a las personas.
El hijo mayor era un legalista. Básicamente, su primera respuesta no fue celebrar sino condenar.
¿Pueden ver la gran diferencia entre el padre y el hijo mayor? El hijo pródigo llega a casa y el papá
dice: «¡Dios mío, vamos a celebrar!». No lo condenó. El hermano mayor dice: «Oh Dios mío, ¡qué
sinvergüenza!, ¡hay que condenarlo!… Yo he trabajado muy duro y mi hermano no». ¿Notaron cómo
el hermano se sobrevaloraba a sí mismo? Sobrevaloró todas las cosas que estaba haciendo para
su papá. Llevaba la cuenta. Estaba contando todas sus obras, todas las cosas buenas que estaba
haciendo.
Sin amor incondicional, no se valora a la otra persona. En el versículo 29 (traducción de la versión en
inglés, El Mensaje), dijo: «Mira cuántos años me he quedado aquí sirviéndote. Nunca te he dado ni un
momento de dolor». ¿Les digo algo? El hermano mayor le estaba dando al padre todo tipo de dolores.
Qué declaración tan arrogante.
¿Saben lo que le da dolor a nuestro Padre? Cuando no amamos y valoramos a las personas como
Él las ama y valora. Eso aflige el corazón de nuestro Padre. Miren… Dios valora a las personas. Si yo
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valoro a Dios como un seguidor de Cristo, entonces también necesito valorar a las personas.
Estaba con Mark Cole, nuestro Presidente Ejecutivo, en Pebble Beach, en un torneo de golf para
EQUIP y me dijo: «Mi familia está aquí. ¿Podrías ir a cenar con nosotros?». «Me encantaría», le
respondí. Tuvimos un tiempo maravilloso. En el camino de regreso, Mark me dijo: «Gracias, John.
Tú realmente aprecias a mi familia». Le contesté: «Para mí es un gusto. Por supuesto, que aprecio
a tu familia. Te aprecio a ti y tú aprecias a tu familia».
¿Les digo algo? Cuando valoras a una persona, tienes que valorar lo que ella valora. Si decimos tú y
yo que somos seguidores de Cristo y no amamos incondicionalmente a las personas, es que somos
seguidores de Cristo de palabra, pero ciertamente no de hecho.
Traje algo que por mucho tiempo he disfrutado leer. Resume este mensaje de como Jesús valoraba a
las personas.
El Pozo
Un hombre cayó en un pozo y no podía salir de él.
Una persona SUBJETIVA llegó y le dijo:
«SIENTO mucho que estés allá abajo».
Una persona OBJETIVA llegó y le dijo:
«es LÓGICO que alguien se caiga allí».
Una persona de CIENCIA CRISTIANA llegó y le dijo:
«es que tú PIENSAS que estás en un pozo».
Un FARISEO le dijo:
«sólo las personas MALAS se caen en un pozo».
Un REPORTERO
quería tener la exclusiva de la historia de su caída en el pozo.
Un FUNDAMENTALISTA le dijo:
«mereces estar ahí».
Un CALVINISTA le dijo:
«si fueras salvo, nunca te hubieras caído a ese pozo».
Un SEGUIDOR DE WESLEY le dijo:
«eres salvo y aún te sigues cayendo en ese pozo».
Un CARISMÁTICO le dijo:
«solamente confiesa que no estás en ese pozo».
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Un REALISTA le dijo:
«eso es un pozo».
Un agente de la OFICINA DE HACIENDA
le preguntó si estaba pagando impuestos por estar en el pozo.
El INSPECTOR DEL MUNICIPIO
le preguntó si tenía un permiso especial para cavar un pozo.
Una persona EVASIVA
llegó y evitó por completo el tema del pozo.
Una persona AUTOCOMPASIVA le dijo:
«esto no es nada comparado con MI POZO».
Un CORREDOR DE APUESTAS le dijo:
«cualquiera tiene la PROBABILIDAD de caerse en ese pozo».
Un OPTIMISTA le dijo:
«PODRÍA ser peor».
Un PESIMISTA le dijo:
«esto SE PONDRÁ peor».
Pero Jesús, viendo a la persona, la tomó de la mano
y la SACÓ del pozo.
~Kenneth D. Filkins
[Oración]
Señor, te pido que hoy nos ayudes a cada uno de nosotros a ver a las personas como tú las ves y a
valorarlas como tú los valoras. Ayúdanos a no ser como el hermano mayor, siempre enfocados en las
cosas buenas que hacemos por ti, pensando en cuánto más debemos ser tus hijos favoritos por todas
nuestras obras maravillosas.
Ayúdanos a entender que tú nos amas incondicionalmente. Ayúdanos a tener el corazón del Padre: un
corazón que celebra, salta de alegría y se regocija cuando se encuentra a una persona perdida. Un
corazón sin una larga lista de reglas; sin legalismo y condenación que tan rápidamente imponemos
a los demás. Ayúdanos a ver a la gente como tú la ves. Ayúdanos a amar a la gente como tú la amas.
Ayúdanos a valorar a las personas como tú las valoras. En tu Nombre oramos, y todos decimos: Amén.
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