Decenas de miles de manifestantes gritan: ¡Fuera Putin!

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Decenas de miles de manifestantes gritan: ¡Fuera Putin!
Extraído de Viento Sur
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Rusia
Decenas de miles de
manifestantes gritan: ¡Fuera
Putin!
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Miércoles 8 de febrero de
2012
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Decenas de miles de manifestantes gritan: ¡Fuera Putin!
Rusia está patas arriba. Nunca desde los años de la perestroika y del fin de la URSS había conocido el país tantas
movilizaciones y tantos debates. Desde hace ya dos meses tiene lugar en las grandes ciudades del país una
movilización ciudadana sin precedentes que no solo reclama que se vaya Putin, sino también una serie de reformas
radicales del sistema político y económico. Estos movimientos de oposición han logrado ganar en gran medida el
envite que plantearon el sábado 4 de febrero. A pesar del frío polar (20 grados bajo cero en Moscú) se congregaron
unas 100.000 personas a dos pasos de las murallas del Kremlin para exigir "elecciones limpias" y la dimisión de
Vladímir Putin.
La sorpresa también ha saltado en el resto del país: hubo manifestaciones en numerosas ciudades, en Magadán,
Jabarovsk (en el extremo oriente ruso), en Yekaterinburgo y en varias ciudades de Siberia, que reunieron desde
varios centenares hasta varios miles de personas, lo cual constituye un hecho insólito. Pero está claro que después
de las dos manifestaciones del 10 y del 24 de diciembre en Moscú, que cogieron desprevenido al poder, todas las
miradas estaban concentradas en la capital. En una zona acordonada por la policía, a la que los ciudadanos podían
acceder pasando bajo pórticos de detección de metales, se reunieron unas 100.000 personas para asistir a un mítin
a las 13.30 h.
En la tribuna se sucedieron personalidades y dirigentes de la miríada de movimientos y asociaciones que
constituyen hoy por hoy la galaxia contestataria. "Somos muy diferentes, pero estamos juntos para reivindicar la
libertad y el derecho. Amamos a nuestro país, no somos estalinistas, ni fascistas, ni americanos, somos rusos que
queremos libertad", declaró Grigori Yavlinski, líder del pequeño partido liberal Yábloko, cuya candidatura a la
elección presidencial del 4 de marzo acaba de ser desestimada por la comisión electoral. El exdiputado Vladímir
Rishkov denunció la "negativa del poder a negociar" y reclamó la dimisión de Putin. Olga Románova, responsable de
una asociación de ayuda a los presos, pidió la liberación de "todos los presos políticos" y de todos los injustamente
encarcelados "por nada, por motivos de dinero, porque les han querido quitar el negocio". Estado de derecho,
justicia independiente, fin de la corrupción: las reivindicaciones se sucedían.
Para no dejar la capital a la oposición, el poder había favorecido la organización de una contramanifestación que
reunió, según los recuentos de varios periodistas rusos, entre 25.000 y 30.000 personas. Esto permitió al Ministerio
del Interior ruso hacer malabarismos con los números: según su portavoz, los "antinaranja" o favorables a Putin eran
cerca de 100.000, mientras que la oposición no reunió más que a 23.000 manifestantes... Varios periodistas
coincidieron en señalar que muchos manifestantes favorables a Putin habían sido presionados, animados
encarecidamente a acudir al acto por sus patronos o jefes de departamento.
Al final del mítin de la oposición se aprobó por aclamación una resolución que resume las reivindicaciones que
plantea ahora: liberación de los presos injustamente encarcelados; convocatoria de nuevas elecciones legislativas;
reforma política para autorizar el "registro" de los partidos de oposición; elecciones limpias y observadores
independientes en los colegios electorales; fin de la censura y del control de los medios de comunicación del Estado.
"Finalmente", exclamó Rishkov en medio de una gran ovación, "ni un solo voto para Putin el 4 de marzo".
Ante esta proliferación de debates, de reivindicaciones, de críticas que los medios de comunicación públicos
reproducen tímidamente -hecho novedoso, por cierto-, el poder vacila. Porque todo esto no ocurre tan solo en
Internet, sino también en los medios locales, en las calles, las empresas y las universidades. Y esta es la otra
novedad de las últimas semanas: Putin está a la defensiva, polemiza, hace campaña, habla y explica. Esto no
estaba en el programa, ni mucho menos, cuando el pasado mes de septiembre el presidente actual, Dmitri
Medvédev, anunció que pensaba ceder su cargo a Putin para asumir, a su vez, el puesto de primer ministro.
Este "enroque", que tenía que ratificar la elección presidencial del 4 de marzo y que suponía la permanencia de
Putin en el Kremlin hasta el año 2024 (!), causó estupor en todo el país. La oposición había fijado la manifestación
para el 4 de febrero, es decir, exactamente a un mes vista de la primera vuelta de la elección presidencial. Ese 4 de
febrero recuerda a otro, el de 1990, cuando cerca de 500.000 personas desfilaron cerca de la plaza Roja para
reclamar el fin del papel dirigente del Partido Comunista de la Unión Soviética.
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Contraofensiva del Kremlin
Sin embargo, esa manifestación no fue lo único que agitó este sábado moscovita. En respuesta a la oposición, el
partido Rusia Unida, que apoya a Putin, organizó una contramanifestación en el sudoeste de Moscú, en el parque en
que se celebró la victoria en la "Gran Guerra Patria" (la Segunda Guerra Mundial). Oficialmente la convocó
"Patriotas de Rusia", un pequeño movimiento de izquierda que obtuvo menos del 1% de los votos en las últimas
elecciones legislativas. Los organizadores de este mítin-concierto, en el que contaron con la participación de
algunas estrellas de la música y la televisión pública, dijeron que esperaban a 15.000 personas.
"No es un mítin de apoyo al poder. Es un mítin contra quienes apoyan la revolución naranja", declaró uno de los
responsables, refiriéndose a la "revolución naranja" que derribó al presidente ucraniano en 2004, precisamente en
protesta por una elección fraudulenta. El sábado, las principales consignas de esta concentración se dirigieron
contra Occidente y en particular contra los Estados Unidos, a los que se acusa de querer desestabilizar a Rusia.
"Occidente, fuera las manos de nuestra patria", exclamó uno de los oradores.
La oposición ha denunciado de inmediato este simulacro, señalando que muchos maestros de escuela de la región y
funcionarios habían recibido la "sugerencia" de participar en la contramanifestación. Los "recursos administrativos",
por lo que se ve, siguen gozando de buena salud en Rusia y todavía permiten mandar a los funcionarios y
empleados a "asistir al desfile". El pasado fin de semana se manifestaron 6.000 personas en Yekaterinburgo, una
gran ciudad de los Urales, a favor de Putin: muchas de ellas admitieron inocentemente que habían ido por obligación
y que habían acudido en autocares que les habían recogido a la salida de las fábricas o las oficinas.
El Kremlin y el propio Putin utilizan desde hace dos semanas el doble registro de la apertura y la cerrazón. La
cerrazón es justamente el síndrome de la revolución naranja: financiados por EE UU, los grupos de oposición,
mezcla de liberales, fascistas, nacionalistas y criminales, pretenden hundir el país en el caos, dicen los partidarios
del Kremlin. Esto es lo que afirma un vídeo publicado en Internet y titulado "Rusia sin Putin, bienvenidos al infierno",
que presenta un escenario catastrofista, con el país sumido en apenas dos años en la anarquía (ruina económica,
huelgas, carestía, violencia, atentados chechenos, paro, delincuencia), para acabar siendo invadido -so pretexto de
una operación humanitaria- por la OTAN, Georgia, China y Japón. La "madre patria" cercada, con el imperialismo
estadounidense como enemigo principal: ha resucitado la vieja retórica soviética de la guerra fría.
Esto no ha impedido, sin embargo, que las élites rusas empiecen a hablar abiertamente del "después de Putin" y de
las reformas necesarias en el país. Ministros y oligarcas se explayaron en críticas al régimen durante el Foro de
Davos, reconociendo la amplitud de la corrupción, la burocratización acelerada, el inmovilismo, el estancamiento de
la economía y su dependencia exclusiva del gas y del petróleo. En resumen, este es su balance catastrófico de doce
años de poder absoluto de Putin.
¿Una segunda vuelta?
No obstante, Putin sigue siendo de lejos el gran favorito de las elecciones presidenciales del 4 de marzo, aunque
dentro de unas coordenadas distintas de las que estaban previstas desde hacía tiempo. Por primera vez, Putin
reconoció abiertamente, el 1 de febrero, que podría ser que no saliera elegido en la primera vuelta. "Me preparo
para ello por si hace falta, incluso si una segunda vuelta implica la desestabilización política de nuestro país." En
2000 había sido elegido en la primera vuelta con el 53% de los votos; en 2004, con el 70% de los votos; en 2008,
Medvédev ganó las elecciones también con el 70% de los votos.
La necesidad de una segunda vuelta sería de por sí una pequeña revolución política y una gran victoria para la
oposición. Una oposición que hoy por hoy se limita a unas pocas reivindicaciones simples para no acelerar sus
divisiones. La Liga de Electores, creada a mediados de enero por una serie de personalidades (escritores,
periodistas, músicos), recibe el apoyo de una compleja nebulosa de pequeños partidos y movimientos de la
sociedad civil. Antiguos ministros de Yeltsin (Borìs Némtsov, Mijaíl Kasiánov), exdiputados liberales condenados al
ostracismo por el poder, ministros u oficiales despedidos por Putin o Medvedev, marchan codo a codo con grupos
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nacionalistas, militantes de extrema izquierda, liberales...
Concluidas las manifestaciones del 4 de febrero, la cuestión principal se centra ahora en la posibilidad de una
negociación entre la galaxia de fuerzas de oposición y el poder. Alexei Kudrin, quien fue durante diez años ministro
de Hacienda hasta que fue despedido el pasado mes de septiembre, ha intentado hacer de mediador, pero sin éxito.
Putin todavía no está dispuesto a reconocer su repentina debilidad política, pues esto implicaría relanzar la lucha
entre los diversos clanes que se reparten el poder.
Los movimientos de oposición ya han anunciado por su parte que continuarían con sus acciones durante todo el
mes de febrero. La jornada del 4 de febrero aparece así como el punto de partida de nuevas movilizaciones, no
como la culminación del toque de atención al Kremlin. Así, en la manifestación se anunció la creación de comités
locales por las reformas y la democracia. "Todo esto no se parará el 4 de marzo, al contrario, todo está empezando",
avisó Grigori Yavlinski.
5/2/2012
Traducción: VIENTO SUR
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