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HOMOLOGACIÓN UNIVERSITARIA Y SUS BEMOLES
Eduardo Quirós Sánchez
Durante el segundo gobierno de Belaúnde fue promulgada la llamada Ley
Universitaria, en cuyo art. 53 se dispone que los sueldos de los docentes son
homologables a los que perciben los magistrados del Poder Judicial, dispositivo que no
cumplió ni él ni los gobiernos que le sucedieron. La respuesta ante el silencio fue la
organización de marchas y movilizaciones que de nada sirvieron.
En el Poder Judicial sí se han logrado significativos reajustes, utilizando el argumento
de que por los sueldos bajos, los jueces y magistrados cometen actos de corrupción,
hipótesis tan falsa como admitir que los litigantes ya están libres de las coimas y las
jugadas tinterillescas con las cuales se ganan los juicios o los actos de verdadero
prevaricato, típicos de los jueces accidentales.
Cuando se promulgó la ley fue factible su cumplimiento, debido a que el número de
universidades estatales lo permitía. Hasta la década del 60, fuera de la Universidad
Mayor de San Marcos, sólo existían tres universidades nacionales en todo el país: San
Agustín de Arequipa, San Antonio Abad de Cusco y aquí en Trujillo, la Universidad de
La Libertad. Por intereses políticos, más que por una clara necesidad académica, Perú es
el país que tiene mayor número de universidades estatales con educación superior
gratuita. Las privadas no se quedan atrás, porque hasta se dan el lujo de crear filiales en
otras ciudades con el claro ánimo de lucrar, considerando a las universidades como un
buen negocio.
La última huelga nacional de los docentes universitarios, incluyendo a sus propias
autoridades, ha tenido un efecto positivo, como es la decisión del Presidente Alejandro
Toledo de restituir el cumplimiento del art. 53. Ante la férrea posición de la docencia, el
Congreso dio pase a la homologación que debe ser escalonada, con porcentajes anuales
de incremento y no de una sola vez, como lo exigía un sector de los reclamantes. El
lunes pasado se levantó la huelga, pero las clases no empezaron por el paro de los
transportistas, con el grave daño causado a la economía nacional.
La soñada homologación tiene que enfrentarse a serias dificultades, algunas de las
cuales fueron tratadas en un comentario anterior. La Ley Universitaria es muy clara
cuando establece categorías y modalidades de trabajo, todas ellas alcanzadas por
concurso y no a dedo. Los docentes ordinarios deben cumplir labores lectivas, es decir
dictado de clases, investigación y proyección social, dentro de las 40 horas de labor
semanal. Estas obligaciones no son cumplidas, salvo el dictado de clases que es función
única para muchos. Los docentes con tiempo completo pueden dictar un máximo de
diez horas en otro centro superior, pero los
Docentes con dedicación exclusiva están prohibidos, terminantemente, de disfrutar ni
siquiera de una hora de clase.
El propio Vicerrector Administrativo de la Universidad Nacional de Trujillo ha
declarado públicamente que hay docentes con dedicación exclusiva al servicio de
universidades privadas, que están ganando “a dos cachetes”, porque se valen, incluso,
de tener sus testaferros para tares de evaluación en las que tienen que firmar
documentos. No basta descubrir la inmoralidad y mantener en reserva los nombres de
los implicados. Ya en oportunidad anterior intervino Contraloría de la República, cuyos
pesquisidores vinieron y mediante el acceso a las planillas de las pocas universidades
que habían se descubrió la misma transgresión, aunque no se aplicó la sanción que debía
ser la pérdida de la Dedicación Exclusiva y el pase a profesor por horas.
El Viceministro de Educación y Gestión Pedagógica, Idel Vexler Talledo acaba de
afirmar: “Los profesores de educación básica y universitaria pueden trabajar en uno o
más lugares”. Su opinión confunde porque no precisa que esta libertad puede
corresponder a docentes de tiempo parcial o contratados, pero no a los que están ligados
por la ordinarización, así como por la dedicación, a tiempo completo o dedicación
exclusiva. Si por estas irregularidades y el incumplimiento de lo que la ley dispone en
cuanto a investigación y proyección social, muchos docentes resultarían excluidos de
los beneficios de la homologación.
Para finalizar, que quede muy claro que quienes ya no estamos en la universidad,
también hemos luchado por esa causa, no mediante movilizaciones en la ciudad, sino
con presencia en la plazuela Bolívar, frente al Congreso, durante varios días con sus
noches, sin resultado positivo. La homologación alcanzada después de tantas jornadas
inolvidables, debe aplicarse con suma tansparencia y que los casos denunciados deben
merecer una sanción ejemplar.
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