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La Experiencia de Furaha
Cariñosa, despierta y sociable a sus 8 años de edad, Furaha tiene unos inmensos ojos negros y
una preciosa piel color canela.
Sus padres, un hombre fuerte y cariñoso de origen kenyano y una chica de origen búlgaro, se
encontraban en una situación muy inestable, relacionada con el consumo de sustancias y con
las dificultades propias de la inmigración. Sin apoyos y con importantes carencias socioeconómicas, no pudieron asumir de forma adecuada el cuidado de su hija cuando esta tenía 2 años de
edad.
Furaha ingresó en un centro de protección, manteniendo la relación con sus padres a través de
visitas y salidas. Pero, a pesar de los múltiples intentos de cambio de sus padres, las dificultades persistían, por lo que se consideró que a su corta edad, Furaha no podía permanecer más
tiempo en un centro, necesitaba un entorno familiar, una vinculación emocional estable e incondicional, para potenciar su adecuado desarrollo.
De esta forma fue como Carmen, Antonio y sus
dos hijos biológicos, decidieron, hace ya cinco años,
abrir su corazón a Furaha, e incorporarla en su
familia. Furaha, que llegó con casi 4 años, se adaptó progresivamente a su nueva vida con la familia
acogedora, que desde siempre supo aceptar y respetar su historia y dignificó su origen, ayudándola
a comprender su situación personal y familiar,
apoyándola emocionalmente ante sus temores de
sentirse sola o diferente, pero sobre todo, ofreciéndole su afecto e incondicionalidad.
Durante todo ese tiempo, Furaha mantuvo la relación con sus padres, que son un referente de sus
orígenes y le ofrecen, desde sus posibilidades, la
seguridad de saberse querida, a pesar de que no
puedan criarla.
Pero ayer, cuando Furaha acudió al encuentro mensual con sus padres, se podía percibir en ella algo de tristeza y preocupación. Tímidamente
comentó que en su colegio, un nuevo compañero había estado burlándose de ella por su nombre, ante lo cual, no supo responder. En ese momento, su padre le explicó que en su país, Kenia,
todos sus parientes y amigos hablan un idioma que se llama suahili, que es el idioma que él
hablaba de niño y el que más fácilmente expresa lo que siente en su corazón.
Ante la mirada atenta y sorprendida de la niña, su padre continuó contando que cuando ella nació, la emoción que sintieron fue tan grande, que quiso buscar la palabra más bonita que pudiera expresar lo hermosa y perfecta que era ella, y esa palabra era “Furaha” que significa alegría
en suahili.
Hay momentos en tu vida profesional que recuerdas con especial cariño, y la expresión de esperanza y orgullo con el que Furaha abrazó a su acogedora y le comentó la historia que su padre
le había contado sobre su nombre, siempre estará presente.
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