Escribir y hablar como aldeana Por: Ilka Oliva Corado Me sucede que cuando escribo o cuando hablo, me dicen que lo hago como aldeana y no como profesional (la gente tiene equivocado el concepto de profesionalismo no tiene nada que ver con títulos universitarios) cuando hablo me dicen que lo hago como alguien de pueblo y me exigen que hable como capitalina letrada. Paso. Yo soy vendedora de mercado y mi esencia es irrefutable. Hablo fuerte, directo, claro y sin pretensiones y a quien no le guste que se vista y que se vaya. Soy aldeana, soy pueblerina y soy arrabalera. ¿Qué quieren, que cambie mi esencia? Jamás. Es difícil ser guatemalteca fuera de la patria, requiere un nivel de responsabilidad. La identidad se pone a prueba día a día, la memoria y el amor. La integridad y la consecuencia. No ha sido fácil para mí ser guatemalteca en el extranjero, pero más difícil aún ha sido manejar la luz que me han dado las letras, mi vida cambió desde que comencé a escribir y también la percepción que tienen las personas de mí. Y algo que no comprenden es que escribo y que no es algo del otro mundo y que también limpio casas y que soy como los millones que viven en las sombras, que también día a día estoy expuesta a una deportación, y que me enfado, me deprimo, que exploto por perder oportunidades de desarrollo por no tener los papeles que me permitan la locomoción libre, que también he sufrido innumerables humillaciones por ser indocumentada, negra y latinoamericana. Dejé de ir a eventos sociales, a eventos comunitarios, a esos eventos culturales, dejé de ir a fiestas de cumpleaños y esas cosas, porque las personas han cambiado conmigo, la luz de las letras me ha expuesto y quieren utilizarme, ya no me ven como la Ilka que limpia casas y es indocumentada, que es como todos, ahora soy plataforma y me invitan con el único interés de que escriba de sus eventos y los publique, y los alardee. Y no es mi percepción es que me lo han dicho en mi cara, ¿por qué no escribiste del evento? ¿Por qué no publicaste de tal fiesta? Últimamente al salir de los eventos me decían que esperaban sin falta el artículo publicado al siguiente día. En plena fiesta me preguntaban si había llevado mi libreta para anotar y que no se me escaparan detalles. Ya no me invitaban como persona, como parte de la comunidad. Hay personas que tienen mi apellido en común y dicen que son mis familiares, pero antes cuando no escribía ni me volteaban a ver. No soporto estar rodeada de gente que habla pestes de Guatemala, que la denigran, que la escupen. Gente que por tener papeles estadounidenses se cree superior. Gente que por que habla inglés pretende haber olvidado el español. Me cuesta porque soy real como para vivir de pretensiones. Y lo peor de todo es que no me puedo quedar callada y cuando hablo lo hago con toda honestidad, la mayoría no lo soporta. Entonces me tachan de arrogante, de agrandada, de no sé qué tantas cosas más. Yo soy pueblo del que está pegadito a la tierra, no me siento cómoda codeándome con pretensiones, finuras falsas o arrogancias. En cambio sí voy a chiniques que nada tienen que ver con directivas, organizaciones y cívicas, donde están los que cortan grama, construyen casas, trabajan en fábricas, limpian casas, cuidan niños, ahí soy es el único lugar donde me siento libre, nadie me anda preguntando de letras ni de ni mierda, ahí soy una empleada doméstica como los millones en este país. Ahí nadie me anda pidiendo que escriba una crónica del evento porque ni idea tienen que escribo porque apenas les queda tiempo para respirar, porque trabajan extenuantes jornadas laborales como los millones de indocumentados. Porque muchos apenas saben escribir su nombre, porque trabajan día y noche para enviar las remesas que esperan sus familiares puntual. No soy de aceptar recibir reconocimientos de organizaciones, colectivos, directivas ni cívicas. En cambio soy de tomarme una cerveza a gusto con cualquier huele paga que llegó a este país y perdió el norte y se quedó sin sur. Cada día me exigen más, cada día me piden que deje de escribir con modismos, que trabaje en la gramática, que me enfoque en la secuencia. Que le baje el tono a mi voz, que modere lo que digo. Cada día me invitan más a eventos sociales como “orgullo centroamericano” no voy, porque orgullo centroamericanos son los millones que se parten el lomo trabajando en las sombras y a ellos nadie los anda invitando para darles reconocimientos. Escribir no me hace extraordinaria ni luminaria. Cuando me preguntan qué haré cuando me deporten (porque la deportación un día llegará eso es así) “porque en Guatemala no hay nada” yo les digo que regresaré al mercado que me vio crecer, lo mejor que sé hacer en la vida es vender helados, será un placer volver a mi Alma Mater y abrazar a mis colegas vendedores, a quienes me arroparon en los años de mi infancia. ¿Ahuevarme? Jamás, que no me morí de hambre de niña mucho menos lo haré hoy de mujer adulta. Estoy consciente que mi estadía en este país es pasajera, así como instantánea es la vida, por eso la vivo ambas con pasión absoluta. Me preguntan por qué no publico en medios guatemaltecos si mis textos viajan por los cinco continentes, lo que sucede es que los que se han acercado a invitarme para que escriba en sus plataformas me ponen de límite no decir en mi perfil que limpio casas y soy indocumentada, porque eso (me han explicado) les resta relevancia. Jamás negaré que soy vendedora de mercado, que limpio casas y que soy indocumentada. Me preguntan por qué no he publicado libros en editoriales guatemaltecas, toqué puertas y no se abrieron, las que se dignaron a contestarme me dijeron que no podían publicar a empleadas domésticas y mucho menos a indocumentados. Las otras ni siquiera me contestaron. Lo intenté, quise publicar primero en mi país pero mi país no me quiso publicar porque se avergüenza de quienes emigramos y trabajamos en oficios y somos indocumentados. Porque para ellos lo importante es la alcurnia y los codeos y los títulos universitarios. Los medios internacionales que me publican tienen mi fidelidad y mi entrega, tienen mi honestidad y mi agradecimiento, porque ellos sí valoran mi trabajo. Tal vez nunca publique un libro en papel con el sello de una editorial, (los que he publicado tienen el sello de la editorial de Amazon y son publicaciones de autor, tienen mi firma que es lo que los hace únicos) pero tampoco lo necesito, no me quita el sueño, lo que me hace escritora es escribir no publicar con el sello de editoriales reconocidas. No es fácil ir a contracorriente, pero lo fácil en esta vida no vale ni la pena ni la alegría. Fui, soy y seré vendedora de mercado, indocumentada y empleada doméstica. Así mis circunstancias de vida cambien. No soy capitalina, soy ni más ni menos que Comapense de pura cepa, y crecí en mi gran amor, Ciudad Peronia, lujo de arrabal. Y siento un orgullo hijueputa por lo que soy y mi honradez no se vende ni por un costal de tuzas. Mi blog tiene las puertas abiertas pero no obliga a nadie a que lo lea. Están los que tienen que estar y son más que suficientes. Pasen adelante que está sin tranca. Fuente: iberoamericasocial.com - Crónicas de una Inquilina - 27 julio, 2015