Biografía de San Luis Gonzaga

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BIOGRAFIA DE SAN LUIS GONZAGA
Jesuita italiano. Patrono de la juventud.
Nace en Castiglione delle Stiviere,
Lombardía, el 9 de marzo de 1568 y muere
en Roma, el 21 de junio de 1591.
Jesuita italiano. Beatificado por Paulo V el 19 de octubre
de 1605, y canonizado el 13 diciembre de 1726 por
Benedicto XIII, quien lo declaró patrono de la juventud,
título confirmado por Pío XI el 13 de junio de 1926. Se
celebra su fiesta el 21 de junio.
Primogénito de Ferrante Gonzaga, marqués de
Castiglione, quien en 1566, estando al servicio del rey
español Felipe II, casó en la capilla del Palacio Real de
Madrid con Marta Tana de Santena, dama de la reina
Isabel de Valois. Del padre heredó la inteligencia vivaz, el
valor, la propensión a la cólera, que hubo de dominar constantemente. De su madre
piamontesa recibió una reserva connatural y aquella firmeza de carácter que demostró
llevando una vida de piedad y mortificación en ambientes donde no siempre las normas
comunes coincidían con las suyas.
Después de la batalla de Lepanto (1571), don Ferrante recibió el encargo de preparar 3.000
infantes para la empresa de Túnez, y se trasladó a Castelmagiore con su hijo Luis que,
durante cuatro o cinco años, vivió entre los soldados. Cuando en 1573 su padre se embarcó
para África, Luis regresó a Castiglione, donde, con su madre y sus hermanos, vivió una vida
de intensa piedad. La peste de 1576, impulsó a su padre a llevar a sus dos hijos mayores,
Luis y Rodolfo, a Florencia, cuyo gran duque Francisco de Médicis, había sido compañero
suyo en Madrid.
Hasta 1580, Luis y Rodolfo estuvieron al cuidado de un ayo, Pierfrancesco del Turco, quien
les buscó maestros de caligrafía, latín, equitación y aun de baile. Jugaban en los jardines
del palacio Pitti con don Juan, último bastardo de Cosme I, y con las hijas del gran duque
Francisco: Ana, Leonor (luego esposa del duque de Mantua, Vicente IV) y María (futura
reina de Francia). Así pudieron ambos hermanos conocer las sombras y desgracias de la
familia Médicis.
Cuando en 1579 Ferrante fue nombrado gobernador de Monferrato por el duque de Mantua
Guillermo Gonzaga, hizo conducir a sus hijos a la corte ducal. En Mantua, la duquesa
Leonor de Austria amó a Luis como una madre. Una dolencia hepática obligó a Luis a
graves dietas, que le ayudaron en su vida de penitencia. A los 12 años recibió allí la primera
comunión de manos de San Carlos Borromeo.
En 1580 la amenaza de la peste obliga a don Ferrante a trasladar a toda su familia a Casale
Monferrato. Las Meditationes de S. Pedro Canisio, las Cartas de los jesuitas de la India, su
trato con los capuchinos y barbanitas y, sobre todo, el ver las graves dificultades que el
gobierno de Monferrato acarreó a su padre, hicieron madurar en él su vocación religiosa.
En 1581, su padre se trasladó a Madrid como parte del séquito de la ex emperatriz María
de Austria, hija de Carlos V y viuda de Maximiliano II; Luis y Rodolfo serían pajes del
príncipe don Diego, heredero de Felipe II. En la corte de España el Libro de la oración y
meditación de Luis de Granada fue su guía de vida interior, al paso que recibía lecciones
de ciencias del Dr. Dimas de Miguel, amigo de Juan de Herrera. El 15 de agosto de 1583,
en la iglesia del Buen Consejo, determinó entrar en la Compañía de Jesús. Los esfuerzos
de su padre por retenerlo, confiándole delicados asuntos de su familia en Lombardía, no
consiguieron nada. El 2 noviembre 1583, en el palacio de los Gonzaga de Mantua, cedió a
su hermano Rodolfo todos sus derechos como primogénito, añadiendo: «¿Quién de los dos
es más feliz?; ciertamente, yo».
El 25 del mismo mes entraba en el noviciado jesuita de Roma, donde la intensa vida interior
agravó sus enfermedades. Siguieron luego los estudios de Filosofía y Teología. En 1587
recibió las órdenes menores. Dos años después, su director espiritual, Roberto Belarmino,
le comunicó la orden del padre general Claudio Acquaviva de trasladarse a Castiglione para
poner paz entre Rodolfo y el duque de Mantua en sus disputas por el castillo de Solferino,
a petición de las madres de entrambos. Lo consiguió y, además, indujo a Rodolfo a hacer
público su matrimonio clandestino con Elena Aliprandi, sin dar importancia a las diferencias
sociales.
Luis desconoció la tristeza. Conservó siempre la alegría interior gracias a su vida de
contemplación. Cuando sus contemporáneos advertían la suave conmoción con que Luis
se elevaba ante el espectáculo de la bondad y de la providencia de Dios, notaban un punto
esencial de su espiritualidad. Sólo desde este punto de vista adquieren un sentido profundo
todas aquellas prácticas ascéticas en las que se extendieron sus antiguos biógrafos y que
sólo han servido para suscitar prevenciones contra un santo que, a pesar de ello, ha
alcanzado un culto verdaderamente popular en toda la Iglesia. El P. Archille Gagliardi, gran
maestro de espíritu, temía que tan continua contemplación apartase a Luis de la vida
apostólica, propia de la Compañía de Jesús; mas el santo le contestó: «Si experimentase
que producía en mí tales efectos, la tendría por sospechosa y poco buena para mí». Los
hechos de los últimos meses de su vida sólo se explican plenamente teniendo en cuenta
esa vida contemplativa proyectada hacia la acción apostólica.
En 1590-91 la peste hizo estragos en Roma. Cuatro papas murieron en tan breve tiempo.
Luis atendió con heroísmo a los apestados en S. Giacomo degli Incurabili, en San Juan de
Letrán, en S. María de la Consolación, y en el hospital improvisado junto al Gesú, donde
contrajo la enfermedad. Así moría a los 23 años, tras una vida tan rica en experiencias, un
santo a quien una falsa hagiografía ha solido presentar como alienado del mundo.
Reconocía que «el Señor le había dado un gran fervor en ayudar a los pobres», y añadía:
«cuando uno tiene que vivir pocos años, Dios lo incita más a emprender tales acciones».
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