haced esto en memoria mía

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 FIESTA DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO (B)
7 de junio de 2015
“HACED ESTO EN MEMORIA MÍA” Hoy, como todos los domingos del año, los cristianos nos reunimos para celebrar y compartir la eucaristía. Pero no lo hacemos por cuenta propia, lo hacemos en memoria de Jesús, para recordar y rememorar lo que él hizo y lo que nos invitó que hiciésemos cuando nos reunimos en su nombre. Lo que Jesús hizo aquel jueves, la noche antes de cargar con la cruz, lo sabemos muy bien. Se reunió en una cena de despedida con sus discípulos, pero no una cena cualquiera, sino la cena pascual que los judíos celebraban en recuerdo de la liberación de su esclavitud en Egipto. Yavéh había sido el artífice de su fortaleza en aquel país y quién les había liberado del yugo del faraón. Esa era la cena que Jesús hizo con sus amigos. Pero fue una cena diferente. Aquel jueves Jesús realizó algo nuevo, cambió los elementos de la cena, dándoles otro sentido y otro significado. Cambió el cordero pascual por el Cordero de Dios –Él mismo-­‐ y el pan y el vino por su cuerpo y su sangre. Jesús hizo de los elementos de la cena los elementos de su propio sacrificio. Se hizo ofrenda y alimento. Aquella cena se convirtió en Eucaristía. Y eso es lo que nosotros celebramos cada domingo, nuestra liberación no de Egipto, sino la liberación total y definitiva que nos alcanzó Jesús, la liberación incluso de la muerte. En ese pan y en ese vino que ponemos sobre el altar ponemos sacramentalmente el cuerpo y la sangre de Jesús, la entrega total de su vida en la cruz, una cruz que fue “peaje” para la Resurrección. Desde aquel jueves, los seguidores de Jesús, celebramos cada domingo la memoria y el encargo del Maestro, repetir su gesto de entrega absoluta: <Haced esto en memoria mía>. Compartir y celebrar la eucaristía lleva dentro de sí la llamada a llevar a la práctica en nuestra vida lo que Jesús nos enseñó con su propia vida. La reflexión que tenemos que hacer es sí eso que Jesús nos mandó, lo hacemos de verdad o simplemente hemos reducido la eucaristía a un rito, a unas fórmulas, a unas bonitas palabras que no nos comprometen a nada. Si celebramos el amor de Dios y no hacemos de ese amor un amor a nuestro prójimo, estaremos pervirtiendo la memoria de Jesús. Estaremos convirtiendo la eucaristía en un gesto trivial e insignificante. Y desde luego no será ‘Su Eucaristía’. Hoy es el Corpus. Que de verdad sea una fiesta de recuperación del compromiso que nos pide comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Que la eucaristía sea no comulgar a Jesús, sino comulgar con Jesús; haciéndonos, como Él, ofrenda a Dios para los hermanos. Agustín Fernández, sdb 
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