Notas séptima clase, aquí

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Seminario sobre Verdad y Método, de H.-G. Gadamer.
Cátedra Hermenéutica de la cultura del Programa Lectura Mundi de la UNSAM
Coordina: Carlos Ruta
Séptima clase (21/05/13)
En la clase dictada el miércoles veintiuno de mayo, estudiamos la noción de gusto
empleada por Gadamer en Verdad y Método. En primera instancia, observamos que el autor
establece una doble reducción: en la primera, restringe el sentido común al gusto y en la
segunda, realiza una reducción del concepto mismo de gusto. Lo que a Gadamer le interesa,
en este punto de su obra, es saber si el gusto nos puede brindar un conocimiento del objeto,
es decir, saber si se trata de una mera reacción o de un conocimiento objetivo.
Para poder responder a esto, como hizo con el resto de los conceptos, realiza un análisis
histórico. Es allí donde hace referencia a Baltasar Gracián. Éste denomina al gusto como la
primera “espiritualización de la animalidad”1, la cual se encuentra en un punto intermedio
entre lo sensorial y lo espiritual. A pesar de ser la base sensorial que nos pone en contacto
con lo real, ya existe en él una toma de distancia de las necesidades más urgentes de la vida
que le permite discernir, juzgar, elegir, respecto a lo cual se enfrenta. En base a lo
planteado, Gracián, afirma que una buena sociedad, una sociedad cultivada, debe educarse
en el gusto, puesto que la cultura es producto tanto del ingenio como de este mismo.
Entonces, cuando hablamos de gusto nos referimos a un modo de conocer que a pesar de no
dar razones tiene una pretensión de validez, apunta a ser “buen gusto”, y es por ello que el
hombre debe renunciar a las preferencias privadas en pos de la prioridades de la
comunidad. Aquí pueden verse las paradojas que introduce la cuestión, porque a pesar de
no tratarse de una capacidad meramente empírica, ya que realiza un discernimiento y una
renuncia de lo individual para ser universal, no puede justificarse. Sin embargo, siempre
está seguro en el momento del discernimiento. El gusto nada sabe de vacilaciones. La
pregunta que surge a partir de estas paradojas es si puede existir un conocimiento que sea a
su vez empírico y universal.
1
Cfr. Gadamer, H.; Verdad y Método, Buenos Aires, Ediciones Sígueme, 1977, pg. 67.
Además, para comprender mejor lo que es el gusto, Gadamer, establece un contrapunto con
el concepto de “moda”. Esta última se refiere a una generalidad empírica, a una imposición
social que se caracteriza por cambiar constantemente. Es un “modus”, podría ser así como
de otra manera. El gusto, en cambio, es una capacidad de discernimiento espiritual y no
meramente empírica, tiene la libertad de distanciarse de las imposiciones de la sociedad.
Por lo tanto, mantiene la cordura frente a la moda y refiere sus exigencias a un todo para
luego adaptarlas a sí. Aquí Gadamer intenta advertirnos que no podemos dejar de tener
gusto pero que, al ser empírico y universal al mismo tiempo, se lo puede educar y de esta
forma determinar el pensar. Por el contrario, en la moda, al ser sólo empírica, no podemos
educarnos en ella, ya que va cambiando constantemente.
Luego de todo este análisis, notamos que Gadamer adhiere a lo que plantea Gracián y que
su adversario es Kant. La acusación que nuestro filósofo le hace es que con su filosofía ha
borrado los momentos estéticos y los sentimientos de la ética. Kant establece una ruptura en
su época al desplazar la experiencia del gusto del centro de la filosofía. Así queda cerrado
el camino de fundamentación de las ciencias del espíritu, ya que no se dirige al estudio de
la tradición para encontrar la verdad sino que se la busca en el conocimiento teórico. Sin
embargo, debemos comprender en profundidad cuáles son los problemas de la estética
kantiana para poder realizar una crítica satisfactoria, que nos permita responder si la obra
de arte es poseedora de verdad o no lo es. Con este cuestionamiento dimos por cerrada la
clase con la promesa de ahondar en esta cuestión en los próximos encuentros.
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