Alberto Masferrer

Anuncio
Alberto Masferrer
Biografia
Vicente Alberto Masferrer Mónico, fue un maestro, filósofo, periodista, ensayista, poeta
y político salvadoreño nacido el 24 de julio de 1868 en Alegría (antes Tecapa), Usulután y
fallecido en el exilio el 4 de septiembre de 1932 en Tegucigalpa, Honduras. Escritor que
marca con sus letras toda una época de la literatura salvadoreña a través de la definición
de su pensamiento inclinado a la defensa de los más desposeídos y de denuncia social.
Alberto Masferrer nació en una población del oriente de El Salvador, de origen pipil y
dominado posteriormente por los lencas. Su educación fue autodidáctica en combinación
con educación formal. Su gusto por la lectura le llevó a escoger la docencia como carrera.
Al respecto, Arturo Ambrogi expresaba que "pocas veces he visto un lector tan tremendo
como Alberto".
Entre 1928 y 1930 fundó y dirigió el periódico Patria, en el cual hacía denuncia social y
abogaba por la justicia para con los más necesitados en el marco de la pobreza
generalizada del país. Trabajó diarios y revistas nacionales e internacionales, fue redactor
de los diarios El Chileno y El Mercurio, de Santiago de Chile; el semanario La Reforma,
diario Los obreros unidos; en las revistas La República de Centroamérica, Actualidades,
Bibliográfica Científico-Literaria, El Simiente y otros.
Inició su carrera política siendo cónsul de El Salvador en Argentina (1901), Chile (1902),
Costa Rica (1907) y Bélgica (1910), así como en la Corte Internacional de Justicia en
1912; además se desempeñó como archivero de la contaduría mayor de la nación,
redactor y director del Diario Oficial (1892), Secretario del Instituto Nacional (1890) y
Asesor del Ministerio de Instrucción Pública (1916). Bajo la premisa fundamental de la
lucha pacífica por los derechos de cada individuo, se convirtió en el ideólogo y director de
la campaña política que en 1930 llevó a la presidencia al ingeniero Arturo Araujo. Ese
mismo año fue electo como diputado nacional, separándose políticamente del presidente
y de sus posturas.
Pese a su oposición a la llegada a la presidencia del general Maximiliano Hernández
Martínez, la toma del poder del militar fue inevitable. Desde ese momento, Masferrer trató
de contener la violencia que se desataría meses después, en el levantamiento campesino
de 1932, que dejaría como saldo la muerte de miles de indígenas y el exilio de Masferrer
a Honduras. Su relación con el Partido Comunista Salvadoreño es poco clara, aunque si
hay referencias acerca de la influencia pacifista que el escritor, de manera fallida, intentó
ejercer.
Ejerció la docencia en Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Chile y Argentina,
siendo bautizado como "maestro y director de multitudes" por Claudia Lars.
Como escritor, su obra se caracterizó fundamentalmente por tratar temas sociales,
exigiendo un mínimo de derechos para cada persona, dignificando al ser humano a través
del uso de palabras fundamentalmente duras, polemizando sobre las costumbres
socialmente aceptadas. Utilizó ocasionalmente el seudónimo "Lutrin".
Tras su derrota política y moral por el estallido de la violencia que trató de contener, se
exilió en Honduras, donde falleció víctima de su endeble salud y por parada
cardiorrespiratoria. Durante toda su vida adoleció de diversas enfermedades como
tuberculosis, sífilis, severas neumonías y una serie de serios accidentes cardiovasculares
los cuales lo dejaron postrado en una silla de ruedas por periodos cortos en más que
numerosas ocasiones, pasando casi la mitad de su vida en una de ellas. Los detalles
escabrosos de su muerte son desconocidos puesto que falleció en soledad. Por este
mismo motivo, se ha levantado un debate acerca del sitio de su muerte, pudiendo
encontrar minoritariamente fuentes que afirman que falleció en San Salvador.
En homenaje a Masferrer, existen diversas escuelas, universidades, plazas y
monumentos que llevan su nombre, honrándole a nivel oficial y reconociendo su fuerte
influencia sobre las generaciones de educandos y literatos nacionales. Además, por
decreto legislativo del 30 de agosto de 1949, la tumba de Masferrer se considera
monumento nacional.
Biografia Resumida
Nació el 24 de Junio de 1868 en Tecapa (hoy llamado Alegría) , departamento de
Usulutan, en el oriente de la República de El Salvador, murió el 4 de septiembre de 1932
en San Salvador. Su nombre era: Vicente Alberto Masferrer Mónico.
Maestro de Maestros para unos, polemista, orador y periodista; pensador y defensor de la
clase trabajadora para otros. Fue su vida una acción constante, discutido y querido,
atacado y defendido, su labor siempre fue seguida con interés, jamás pasó
desapercibida.
Fundó el periódico "Patria" (1928-1930) en el que planteó lo mejor de su pensamiento y
desarrolló su accionar para que El Salvador tuviese una verdadera democracia, social,
económica y política. A los veinticuatro años publicó su primer libro llamado PAGINAS.
Desempeño varios cargos públicos desde Archivero de la Contaduría mayor de la nación,
pasando por redactor y Director del Diario Oficial hasta Cónsul en Costa Rica y Bélgica
De salud pobre , ya que una parte de su vida lo paso en silla de ruedas, fue de una
fortaleza fuerte, formidable periodista que sirvió desde su visión vitalista del Minimun Vital
en el partido Laborista del Ingeniero Arturo Araujo, a quien ayudó a llegar a la presidencia
de la República, aunque éste llegado al poder no cumplieron con su palabra en favor del
pueblo.
Sus Obras
Páginas (1893)
Niñerías (1900)
¿Qué debemos saber? (ensayo epistolar, 1913)
Leer y escribir (ensayo sociológico, 1915)
Una vida en el cine (1922)
Ensayo sobre el destino (1925)
Las siete cuerdas de la lira (ensayo filosófico, 1926)
El dinero maldito (ensayo moral, 1927)
Helios (ensayo, 1928)
La religión universal (ensayo, 1928)
El minimum vital (ensayo político-social, 1929)
Estudios y figuraciones de la vida de Jesús (ensayo filosófico, 1930)
El rosal deshojado (versos publicados póstumamente en 1935)
Prosas escogidas (prosas publicadas póstumamente en 1968)
Poemas
Blazón
Un andrajo de mi vida me queda: se perdió
en misérrimas luchas lo que era fuerza y flor.
Rateros y falsarios hecen explotación
de mi luz, de mi anhelo, de mi fe y mi valor.
¡Cuánta odiosa mentira serví, sin querer yo!
¡Cuánto lucro y engaño con mi luz se amasó!
Porque fui humilde y simple; porque en toda ocasión
creí que quien me hablaba tenía sed de Dios.
Lo que no profanaron los demás, lo mejor
que me diera el Destino, eso lo manché yo;
porque siempre fui débil, instable, y porque soy
tal vez un pobre loco que enloqueció el fervor...
Y entre el diablo y el mundo hicieron de mi sol,
en vez de luz, tinieblas; en vez de paz, dolor.
Mas yo no culpo a nadie de mis caídas, no;
ni me inquieta un instante mi justificación:
si por necio o por débil mi vida fracasó
y en mi jardín florecen el mal y el error,
inútil ya sería saber si he sido yo
el culpable o la víctima de una maquinación.
Si el fruto está podrido, es que el gusano halló
en él propicio ambiente para su corrupción.
¿Fue la obra de un demonio, del azar o de un Dios?
Es igual... No revive una flor que se agostó.
Ahora con los harapos de mi fe y mi valor
y lo que todavía me resta de ilusión,
he de alzar un castillo y en él, como blasón,
en un palo de escoba y hecho un sucio jirón,
haré flamear al viento mi enfermo corazón.
Y en ese vil andrajo que será mi perdón
escribiré con sangre, menosprecio y rencor
este emblema del hombre que es su propio señor:
“Para juzgarme, nadie; para acusarme, yo.”
Ensayos
Cuatro de julio
En otro tiempo, era este un gran día para toda la América. Los del Norte celebraban su
emancipación de Inglaterra. Los del Centro y del Sur, celebraban la Independencia de la
nación poderosa y generosa, que emplearía su inmenso poder, llegado el caso, en ayudar
a sus hermanas a mantenerse libres y a desenvolverse en la libertad y la cultura.
Así , el 4 de Julio era el día de América, el día panamericano. Entonces no reinaba Wall
Street, ni los hombres del norte habían aprendido que las palabras internacionales tienen
dos usos, uno para decir y otro para hacer.
Ahora, el 4 de Julio carece de significación fuera de los Estados Unidos, y hasta se nos
vuelve difícil no sentirlo como una fecha repulsiva, de recuerdo antipático. Porque la
nación que lo conmemora y festeja, no es ya para nosotros una esperanza, ni siquiera
una tranquilidad: es la conquista, es el menosprecio, es la absorción.
Sin embargo, queremos saludar este día; queremos recordar algo que enaltezca a los que
hoy nos deprimen; queremos ensalzar un nombre que sea entre ellos y nosotros una
promesa de reconciliación, una esperanza de confraternidad.
Felizmente existe ese nombre y lo acogemos para señalarlo como un símbolo de
verdadera justicia, de sinceridad total en la palabra y en la acción.
Saludemos, pues, reverentes, el nombre inmaculado de Lincoln.
Julio 4 de 1928.
Justicia para el indio
Hace ya cuatrocientos y treinta años que los indios de América fueron subyugados, y
desde entonces son víctimas del asesinato, del robo, de la extorsión, del menosprecio, del
vilipendio en toda forma.
Se les ha ultrajado en su cuerpo, en su propiedad, en sus sentimientos, en su trabajo, en
su honra, en sus creencias. Se ha embrutecido a fuerza de malos tratamientos, se les ha
enseñado a viciosos para explotarlos y para dominarlos, y una vez caídos en el vicio, se
les ha tratado de imbéciles , de haraganes, de rehacios al progreso, de sucios, de
incivilizables.
Este crimen se está cometiendo en América hace ya más de cuatro siglos. Y no cesa de
perpetrarse, aunque su forma vaya cambiando según lo aconseja el interés o la
hipocresía de los victimarios.
Ahora bien, este crimen colectivo, perenne y secular, es la causa principal de que
América, Indoamérica, yazga en la postración, en la dependencia y en la humillación. Los
blancos y los semiblancos de la América India , que son una muy pequeña minoría,
ejercitan sus fuerzas en extirpar a los indios, que son los más , el ochenta por ciento de la
población. Tanto valdría que la cabeza cifrara su interés y su ideal en deshacerse de sus
brazos , de sus piernas , del tronco, de todo lo que forma el cuerpo.
El haber reducido a la condición de parias a la gran mayoría de sus pobladores , es el
pecado y el error monstruoso de América; es lo que estamos expiando ya , lo que
nuestros hijos van a pagar terriblemente.
Nos comprometemos nosotros luchar a favor de los indios de nuestro país, y de reflejo, a
favor de los indios de todo el Continente. Y con entera fe en la bondad de esta causa,
comenzamos ahora esta campaña, encaminada a obtener Justicia para el Indio, que
iremos desarrollando lentamente pero con insistencia, a ver si logramos que se abran los
ojos y se ilumine el corazón de estos pueblos, que están causando su propia ruina al
arruinar a quienes son sus hermanos y sus devotos servidores: JUSTICIA PARA EL
INDIO.
Hazte un cristal
Tu misión es hacerte un cristal.
No un sol - porque los soles vienen de muy alto - , sino un cristal que concentre los rayos
del sol; les abra camino a través de su transparencia y ya juntos en haz resplandeciente,
lleve su luz aun a los ojos mas nublados; aún a las mentes mas oscuras, aun a los
corazones más dolientes.
Otros, pensaron; otros descubrieron; otros penetraron el corazón del Arcano. Tú, gozoso y
humilde, hallarás tu gloria, en decir.
Tú no eres la luz; tampoco la luciérnaga es luz, pero en su cabecita lleva una antorcha.
Que tu palabra sea llama que encienda la antorcha.
Concéntrate y gloríate de ser un cristal. Un cristal que a la vez ha de ser prisma de tres
fases, una lente de gran concentración, y una simple lámina, diáfana como el agua en que
se desvanece el ventisquero. Prisma de tres fases para Bondad, para Verdad, para
Belleza. Lente que recoja y concentre, para dar tono, penetración y fuerza a los mil
imperceptibles gemidos de las criaturas tristes, que padecen porque no tienen voz.
Lámina igual y diáfana, para no deformar las palabras hondas que ya fueron escritas, y
que vienen a ti porque las hagas entender a los sencillos y a los ignorantes.
Hazte un cristal: sé medianero de la luz; sirve de puente a la Aurora, que ansía descender
hasta el alma tenebrosa del hombre, y al enfermo corazón del hombre, que anhela subir a
purificarse y diafanizarse en la Aurora.
Tu misión es hacerte un cristal. Mas al cristal sólo se llega por la senda de la Humildad,
de la Pureza, de la Sencillez, de la Alegría y del Silencio; de la PERFECTA humildad; de
la PERFECTA pureza; del PERFECTO silencio; de la PERFECTA sencillez, de la
PERFECTA alegría.
¿ Puedes tú devenir un cristal?
Perfecta es la pureza de aquel que destierra de sí, todo anhelo que no sea el anhelo de
recibir y esparcir la luz.
Perfecta es la humildad de aquél que nunca olvida que luz viene de lo Alto y no de él, y
que no viene sólo para él, sino para toda sombra y toda pena.
Perfecto es el silencio de aquél que no disemina sus pensamientos ni sus ansias de
comprender y realizar otros aspectos de la vida, sino que los concentra y totaliza en la
perenne y única ansiedad de atraer y difundir la luz.
Perfecta sencillez es la de aquel que se mantiene simple, sin engastes ni adornos,
confiado en la belleza de la diafanidad en la virtud suprema de ser verdadero y
transparente.
Perfecta es la alegría de aquél que no se deja empañar por nieblas ni tinieblas; que sabe
irisar sus propias lágrimas: que olvida su propio dolor - porque sabe que la luz es
serenidad y alborozo- , y el dolor ajeno transforma en oración - en demanda de luz -,
porque sabe que toda oscuridad y toda pena se curan con la luz…
Tu misión es hacerte un cristal…
¿Quieres tú devenir un cristal…?
Paz a los hombres de buena voluntad
A vosotros, los que amasáis riquezas fabricando el demoníaco brebaje, paz.
A vosotros, los que lucráis y gozáis de la vida comerciando con el diabólico veneno, paz.
A vosotros, los que ganáis míseramente el pan de cada día revendiendo el funesto licor
que torna al hombre en fiera, paz.
A ti, hombre de Estado o financista, que haces un río de oro de lo que es sangre y
embrutecimiento y ruina, paz.
A todos vosotros que hacéis el mal por ignorancia o inconsciencia y hasta creyendo que
hacéis bien, paz.
Pasemos una esponja sobre el ayer, y que nadie os cuente la sangre vertida, ni las
prisiones desastrosas, ni los hogares desechos, ni los niños abandonados, ni las madres
desamparadas, ni las tranquilas heredades vendidas para el vicio, ni la salud perdida, ni el
alma caída en tinieblas, ni el fracaso total de las vidas, a que llevó el tóxico fatal que
vosotros vertísteis en la copa insaciable del lucro…
No sabíais …no pensábais…no fuísteis culpable, Paz a vosotros.
Mas ahora, sabéis. Ahora vuestros ojos se abrieron y se iluminó vuestra conciencia.
Ahora, si fijáis la vista en la copa en que espumea el aguardiente, veréis cómo se vuelve
roja o negra : roja de sangre, negra de miseria y de ruina. Ahora ya sabéis que cada
moneda que echáis en vuestras arcas como precio de la fatal bebida, es la suerte de un
pobre labriego que irá a presidio; de uno que irá al sepulcro; de un niño que caerá en la
orfandad; de una esposa que verá día a día consumirse el esfuerzo de su compañero, en
el estanco o en la cárcel. Ahora comprendéis que eso es trocar en placer y en lucro, el
dolor y el hambre.
Paz a vosotros. Que se olvide el ayer, y aún el hoy. Ahora todavía, y por algún tiempo,
tendréis que seguir explotando el dinero maldito. La cantinera, el estanquero, el
importador, el destilador, y hasta el contrabandista lleno de zozobra, todos habéis caído
en las redes de la necesidad, o del hábito, o de la codicia. Y toda red aprisiona y entraba.
Todavía, durante un año, dos años, tres años, os dominará el pasado, y tendréis que
fabricar y que vender y revender veneno. Pero lo haréis ya con dolor. Los haréis con el
deseo de no hacerlo más. Lo haréis con el anhelo de cambiar vuestro negocio triste,
vuestro trabajo lúgubre, por otro que sea claro, y fecundo y vivificante. Pasarán apenas
tres años, y ya ninguno de vosotros sufrirá la esclavitud del dinero maldito. Tú , el gran
hacendado, que ahora siembras caña para el alambique, la sembrarás para el azúcar o el
pasto; si es posible, y mejor aún, sembrarás el maíz, el trigo, el frijol , el plátano, el arroz;
cosas que son salud, que son vida, que son alegría. Sin duda que no seréis así tan ricos,
pero sí mas felices.
Tú, el comerciante en grande , que importas toneladas de tóxico, invertirás tu dinero en
traer herramientas para labrar la tierra, en géneros de buena clase para vestirnos; en
buena harina para cocer buen pan; en vino puro y generoso, que conforte a los débiles y a
los enfermos.
Tú, la cantinera, y tú , el estanquero, que pasáis los días y las noches aspirando el vaho
nauseante de la ebriedad, y oyendo los gritos bestiales de los ebrios, buscaréis un oficio
honesto, limpio, benéfico; haréis pan , haréis vestidos; guardaréis los ganados; cultivaréis
el suelo; forjaréis el hierro, labraréis la madera, cuidaréis de los niños; iréis de pueblo en
pueblo, llevando las mil cosas gratas y necesarias del vivir.
Y tú, contrabandista, tú que vives en la zozobra , expuesto a que te descubran y te
aprisionen, y te despojen de tu angustiado haber; tú que pasas las noches en los
barrancos, bajo la llovizna o los insectos: tú que eres tan atrevido y valeroso; tú que eres
tan hombre, ahora que ya sabes que el aguardiente es ruina, dolor y sangre, arrojarás los
cacharros de la destilación, y vendrás con nosotros al trabajo sereno y ostensible, y más
que nosotros gozarás del fruto de tu esfuerzo, porque más que nadie tienes energía y
valor.
Sí, paz a vosotros que andábais ciegos y como ciegos hicisteis. Ahora, ya con los ojos
limpios y la conciencia esclarecida, buscaréis cada uno el camino de la liberación, y todos,
hoy algunos , mañana los demás, todos celebraréis un día, un día que está próximo, la
vuelta a la faena limpia, bienhechora y cordial.
¡ Apresurad el día, hermanos! , ¡ anhelad día y noche su advenimiento y llegaréis antes de
lo que pensáis!
Entre tanto, paz a vosotros.
El elogio del silencio
Silencio es recordar que toda palabra tiene un hoy y un mañana; es decir; un valor de
momento y un alcance futuro incalculable.
Silencio es recordar que el valor de la palabra que pronunció no tanto viene de su propia
significación ni de la intención que yo le imprimo, cuánto de la manera con que la
comprende quién la oye.
Silencio es reconocer que los conflictos se resuelven mejor callando que hablando, y que
el tiempo influye más en ellos que las palabras.
Silencio es reprimir la injuria que iba a escapársenos, y olvidar la que nos infirieron.
Silencio es recordar que si hubiera diferido una hora sola mi juicio sobre tal persona o
suceso, en esa hora pudo llegar un dato nuevo, que hiciera variar aquél juicio temerario y
cruel.
Silencio es recordar que el simple hecho de repetir lo que otros dicen, es formar la
avalancha que luego arrastra la reputación y la tranquilidad de los demás.
Silencio es no quejarse, para no aumentar las penas de los otros.
Silencio es decir HICE, en vez de HARÉ.
Silencio es recordar que la palabra al pronunciarla, se lleva una parte de la energía
necesaria para realizar la idea que aquélla encarna.
Silencio es no exponer la idea o el plan a medio concebir, ni leer la obra en borrador, ni
dar como criatura viviente lo que es apenas un anhelo.
Silencio es la raíz y por eso sostiene.
Silencio es la savia, y por eso alimenta.
Silencio es recordar que si para nuestras cuitas y esperanzas es nuestro corazón un
relicario, el corazón ajeno puede ser una plaza de feria y hasta un muladar.
Silencio es el capullo donde la oruga se cambia en mariposa y silencio es la nube donde
se forma el rayo.
Silencio es concrentarse, seguir la propia órbita, hacer la propia obra, cumplir el propio
designio.
Silencio es meditar, medir, pesar, aquilatar y acrisolar.
Silencio es la palabra justa, la intención recta, la promesa clara, el entusiasmo refrenado,
la devoción que sabe a donde va.
Silencio es SER UNO MISMO, y no tambor que resuene bajo los dedos de la
muchedumbre.
Silencio es tener un corazón de uno, un cerebro de uno, y no cambiar de sentimientos o
de opinión porque así lo quieren los demás.
Silencio es hablar con DIOS antes que con los hombres, para no arrepentirse después de
haber hablado.
Silencio es hablar uno calladamente con su propio dolor, y contenerlo hasta que se
convierta en sonrisa, en plegaria, o en canto.
Silencio es, en fin, el reposo del sueño y el reposo de la muerte, donde todo se purifica y
restaura, donde todo se iguala y perdona.
Deber
La gloria no, pero sí el deber. La gloria no, ¿hay, por ventura, algo perdurable sobre la
tierra? El mundo que rodaba entre Marte y Júpiter, del cual no quedan sino los restos,
bogando ciegamente en el vacío, ese mundo ¿no fue morada de almas? Allí hubo lucha,
allí hubo el hervidero de las pasiones; allí la ciencia, el arte, el derecho, se abrieron paso
por entre lágrimas y sangre. Allí hubo calvarios y hogueras para los mártires; allí también
ridículos y horribles tiranos se bebieron la sangre de los oprimidos. ¿Dónde está hoy la
historia de ese mundo?, ¿dónde las estatuas que inmortalizaban las grandes victorias?,
¿dónde las maravillas de la música y de la poesía?, ¿dónde el culto tributado a los
insignes bienhechores?
El deber sí. Obrar conforme a nuestra ley interior, no romper el concierto de las fuerzas,
no ser la nota disonante en la eterna sinfonía de Dios.
Esta idea es el gran móvil. Por esta idea marchamos al par de todas las criaturas; va la
espiga, y presenta su grano; va el pájaro, y ofrenda su canto; la abeja, y ofrece su miel; el
huracán, y da sus alas para llevar los gérmenes; la tierra, y presta su savia; el hombre y
tributa su pensamiento.
Esta obediencia es nuestro vasallaje al gran Rey, el único libre entre los seres.
Colera
Ella es.
Mi musa la furia de cabellos erizados que viene a azotarme la frente, a apuñalearme el
corazón, a bañarme el alma en santa ira.
La cólera es también numen sagrado.
Cantad vosotros, ruiseñores, que podéis ver la gloria de la luz sin sentir la tristeza de las
sombras, reíd, vosotros, los que comprendéis la comedia del mundo, sin palpar el negro
drama de la vida; entonad himnos a la aurora, los que no sabéis que va a llegar la noche
con sus horrores y sus crímenes. Yo me estoy bien, perdido en las tinieblas, lanzando
rugidos y maldiciones. ¡Siento en mi rededor la fría caricia de los espectros, el hálito
emponzoñado de los reptiles, el grito estremecedor de los hambrientos, la eterna queja de
los inconsolables!
La risa no es mía, A cada instante veo la risa estúpida de¡ seductor que se burla de su
víctima; de¡ necio que en vez de sacar del lodo a las flores caídas, pone sobre ellas su
planta inmunda para abatirlas más; de los imbéciles que triunfantes en su vana alegría,
insultan con su charla de mono el dolor de los que lloran; del idiota señor del oro, que
desdeña al que sufre en silencio su miseria. Ríen los indignos, ríen los pequeños, ríen los
necios, los inmundos ríen. Yo no quiero tomar parte en ese coro salido del infierno. Esa
mueca horrible no sienta bien a las almas graves que respetan las ajenas desgracias.
Satanás, cuando ha logrado perder un alma, rompe en carcajada inmensa que va
asordando todos los antros del abismo.
La risa no está bien sino como suprema ironía, carcajada cervantina que pone a temblar
en sus tronos de lodo a los dichosos sin luz. Si queréis verme reír, traedme aquí a los que
tiranizan a los pueblos, a los que lamen los pies de los déspotas, a los que sacan tesoros
de la conciencia, a los que rinden culto a ese grotesco títere que llaman sociedad, a los
que huyen de la mujer que han pervertido, a los que se honran con los malvados de
buena presencia, a los que desprecian al talento pobre y a la virtud indigente; ¡ah!
traédmelos aquí para lanzar sobre ellos carcajada interminable, hiriente, desollante, que
mate, que destroce, que aniquile todas esas basuras disfrazadas de seres humanos que
están enlodando la obra de Dios!
¡Cólera, santa cólera! Mi musa eres tú. Golpea mi cabeza; recoge en tu ancho manto
todas las bestialidades, todas las injusticias, y arrójalas sobre mi alma. ¡Quiero
sumergirme en este mar de cieno, quiero asfixiarme en las exhalaciones de este pantano,
quiero verme cubierto por ese alud de andrajos! Yo tengo fuego para consumir todo eso.
Desplegaré mis alas, lanzaré lejos de mí la podredumbre humana, y alzaré el vuelo a las
regiones luminosas donde reina el Sol.
Soy Niebla
Un inmenso sudario envuelve la llanura. De entre la mar de nieblas surge como un islote
el cerro en cuya cima estoy. Después, el enorme vellón plomizo con que se arropa el
Lempa; terso, compacto, sin un solo jirón, confundido allá en el confín del horizonte con la
pálida claridad del cielo.
De pronto, brilla por el Oriente una franja rojiza de festones oscuros; debajo asoma otra,
anaranjada, de tenue orla azulina; luego, otra celeste con cambiantes purpúreos; otra,
violeta, franjeada de oro, estalla en rayos irisados que vienen trémulos, vacilantes como
las antenas de una araña, a posarse en los dentados bordes de la cima.
Es el sol que llega arrastrando su clámide inflamada. Abajo, la niebla se mueve perezosa,
despertando a las caricias de la luz.
Allá al Sur, descubre poco a poco su hundida cresta el Chichontepec; crece, afirma sus
contornos, se empina, viene el sol en su ayuda, lo envuelve con sus cálidos besos, lo
desnuda, lo ateza, desfleca su túnica plomiza que cae hecha jirones, y el abrupto volcán
ostenta por fin su manto esmeraldino, bordado de sutiles encajes.
Aspero, rudo, huraño, el San Miguel se yergue hacia el Oriente. Al soplo de sus anchas
fauces, las nieblas huyen a refugiarse en sus flancos. El volcán las persigue, les lanza su
abrasador aliento, y ellas, temerosas del sol y del monte, vuelan despavoridas como
bandada de níveas garzas a posarse en las risueñas faldas del Oromontique. El volcán
queda libre, triunfante, mostrando fieramente sus raídos escarpes, y agitando al aire su
penacho negruzco.
Los otros montes comienzan a despojarse de sus albos ropajes. El Tigre, el
Siguatepeque, el Chinameca brotan uno tras otro del océano de brumas, y hasta el
pequeño Oromontique hace pinicos para mostrar sus flancos cuajados de cafetos. Las
nieblas huyen por todas partes; bajan de las colinas, corren desaladas por la llanura, y
van, por fin, a detenerse sobre el Lempa, que serpentea bajo las densas nubes.
El sol avanza, sube deshecho en resplandores, asesta sus rayos sobre el llano, rompe las
apretadas nieblas, y el Lempa asoma entonces sus escamas de plata, ancho, tranquilo,
deslizándose entre los matorrales.
Las dispersas neblinas huyen por todas partes como bandadas de tímidas palomas, y allá
perdidas entre la transparencia de¡ lejano horizonte, se entrevén los azulados torsos del
Volcán de Agua y del Acatenango.
De entre los tupidos follajes, bota en cascadas de trinos resonantes, la diana triunfal de
las aves.
Descargar