“¿Cómo le hará tener el debido dolor de sus pecados si no le sabe

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“¿Cómo le hará tener el debido dolor de sus pecados si no le sabe hablar bien en su lengua?”:
El debate lingüístico en la evangelización de América
Isabelle King
América Hispana
María Ximena Urbina
6 julio 2011
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1. Introducción
En el estudio histórico de la conquista de América, se habla mucho del contacto entre
españoles e indios, esta situación de encuentro que permitió la conquista y resultó en el
fenómeno de mestizaje. Se habla también de la conquista territorial, donde los españoles y
portugueses sacaron recursos de América con la mano de obra indígena para crear ciudades y
pueblos de indios y así controlar su nuevo imperio. Y se estudia mucho la conquista espiritual o
la evangelización. Pero rara vez se estudia de manera detallada la conquista lingüística. Sin
comunicación, habrían sido imposibles muchos de los avances y victorias de España y
Portugal. Sobretodo, habría sido imposible la conversión de los indios al cristianismo.
Esta investigación se pregunta por el uso de idiomas por parte de los españoles y
portugueses en sus esfuerzos por convertir a los indios. La pregunta central se refiere a cómo
intentaban comunicarse con los indios, con cuáles estrategias y en cuáles lenguas, español y
portugués o lenguas indígenas. El enfoque del estudio es el uso de lenguas por parte de La
Compañía de Jesús (los jesuitas), porque sus principios lingüísticos, en contraste con los de la
Corona y los otros órdenes religiosos, muestran bien la controversia, el mal entendido, y la
dinámica de la cuestión lingüística en la evangelización.
Para examinar el uso de la lengua de los jesuitas, este estudio utiliza como fuente
principal una gramática de la lengua aimara titulada Arte y grammatica muy copiosa de la
lengua aymara. Fue escrita por P. Ludovico Bertonio Romano, un misionero jesuita italiano que
trabajaba con indígenas en lo que hoy es Perú y Bolivia. La gramática fue publicada en 1603,
sólo 22 años después de que Bertonio empezó su trabajo en América. Mostró una facilidad
impresionante con la lengua aimara, y su libro es un estudio verdaderamente copioso de la
estructura y el vocabulario de la lengua. Pero aun más interesante es la introducción “Al lector,”
donde explica su motivación para aprender y escribir sobre la lengua y sus actitudes ante los
indios.
Hay varios estudios detallados sobre la cuestión de la lengua en la evangelización. Dos
son libros escritos por Emma Martinell Gifre, Aspectos lingüísticos del descubrimiento y de la
conquista y La Comunicación entre españoles e indios: palabras y gestos, que analizan
cronológicamente la comunicación indígena-española durante la conquista. Otro gran estudio
es una colección de fuentes sobre la lengua. La mayoría son cartas escritas por misioneros y
políticos y real cédulas, recopiladas y editadas por Francisco de Solano. Además de estos tres
libros, existen un par de artículos y varias otras gramáticas, vocabularios y catequismos
escritos por jesuitas y misioneros de otros órdenes en América. Como muchos aspectos de la
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historia de la conquista, este tema sufre de una carencia de fuentes directas. Mucho de lo que
fue escrito se ha perdido. Además, es posible que los españoles en América no consideraran
importante escribir sobre sus medios de comunicación con los indios. Sólo notaban la lengua
de uso cuando había problemas de comunicación, como por ejemplo cuando un intérprete
tradujo mal.
La conquista lingüística es un tema que permite muchas posibilidades de estudio.
Algunas áreas con potencial serán comentadas en la conclusión. Ya que el campo de
lingüística histórica es un campo relativamente nuevo en el mundo académico, es la esperanza
de esta autora que tanto lingüistas como historiadores tomen pronto el análisis de estas
cuestiones.
Este estudio empieza donde empezaron los pioneros españoles: con el uso de gestos y
otros métodos no lingüísticos. Continúa con un análisis comparativo del uso de español versus
lenguas nativas por parte de los misioneros, explorando las motivaciones y retos de cada
opción. Luego define la postura oficial de la Corona. Explora los múltiples cambios de esta
postura y las motivaciones para estos cambios. Con esta base general del uso de idiomas,
empieza el estudio de los jesuitas, usando el caso de Bertonio como ejemplo principal. Primero,
examina cómo y porqué los jesuitas decidieron predicar sólo en lenguas indígenas. Segundo,
explica el proceso que seguían los jesuitas cuando se enfrentaban con un nuevo pueblo
indígena que hablaba una lengua desconocida. Tercero, analiza la traducción cultural, proceso
donde suplementaban las lenguas indígenas para poder hablar de temas cristianos. Conecta
esta política lingüística a la expulsión del orden de los jesuitas. Termina con las conclusiones
más destacadas.
2. Desarrollo
2.1 Primeros contactos y primeros intentos de comunicar para evangelizar
Desde el primer momento de contacto entre Cristóbal Colón y sus hombres y los nativos
de La Española, los españoles estaban conscientes de los impedimentos de comunicación y la
necesidad de resolver estos impedimentos para poder cristianizar y civilizar a los indios. Los
indios a su vez querían comunicar con estos desconocidos. Ambos grupos recorrían al método
más básico y universal de comunicación: los gestos. Martinell ha estudiado en detalle la
progresión natural de comunicación. Cuando los europeos llegaban a un lugar nuevo y hacían
contacto con un grupo desconocido de indios, ambos lados empezaban con señas y gestos
instintivos. Suplementaban estas señas con regalos y algunas palabras claves. Pero este
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sistema comunicativo estaba lleno de malentendidos que provocaron guerra y otros problemas.
Sin embargo, estos problemas no desanimaban a los misioneros, que continuaban
evangelizando con gestos y cuadros didácticos. En 1524, fue reportado que los franciscanos
estaban predicando con señas “como mudos” y enseñando a los indios a rezar en latín (De
Solano XLVIII). Durante este periodo inicial en México miles de indios fueron bautizados, pero
se duda que estos indios entendieran el significado de la ceremonia.
Los españoles rápidamente se dieron cuenta de que este método comunicativo no sería
suficiente: “Era esta doctrina de muy poco fruto, pues ni los indios entendían lo que se decía en
latín, ni cesaban sus idolatrías, ni podían los frailes reprendérselas, ni poner los medios que
convenía para quitárselas, por no saber su lengua.” (Mendieta, 133, de Martinell 64). Así que
desde el principio los españoles se esforzaban también en crear intérpretes o “lenguas” como
los españoles los llamaban. En su primera expedición en 1492, Colombo llevó a varios indios
de vuelta a España para enseñarles castellano “para saber lo que ay en la tierra y porque
volviendo sean lenguas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de la fe”
(Martinell 60). Con mucha frecuencia los frailes usaban a niños como intérpretes, porque no
resistían y aprendían español con mayor facilidad. Los frailes construían escuelas y colegios
dentro de sus conventos para enseñar español y la doctrina católica (Martinell 69-70). Se
usaban adultos también, pero muchos de esos tenían que ser llevados y enseñados con fuerza
(Martinell 71).
Pero los misioneros no estaban satisfechos con el uso de intérpretes tampoco. Además
del trabajo necesario para llevar a los indios y enseñarles, su conocimiento del español varía
demasiado. Muchos intérpretes hablaban español bien, especialmente los niños y los mestizos.
Sin embargo, los adultos en particular tenían errores graves o simplemente decían que podían
hablar otras lenguas nativas cuando no podían. Otro problema fue que los españoles no
siempre podían confiar en intérpretes nativos. A pesar del fuerte control de los españoles,
había intentos de engaño. Usar indios para intérpretes les daba el poder lingüístico, cosa que
los españoles aborrecían (Martinell 73).
Además, a veces la falta de un intérprete o su inhabilidad tenía resultados trágicos para
los indios. Hernán Cortés es su conquista de México daba a los indios una oportunidad de
rendirse pacíficamente antes de atacar. Antes de empezar una batalla, hacía ser leído el
Requerimiento, un documento que les ofrecía la opción de someterse a la autoridad del Rey y
aceptar la fe católica en vez de ser matados. El Requerimiento fue leído en español, muchas
veces sin un intérprete o con uno que no hablaba la lengua local. La resulta fue la muerte de
miles de indios y, para los misioneros de la compañía de Cortés, la pérdida de miles de almas
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(Alves Filho 279). Así que los misioneros empezaban a buscar maneras de comunicación
directa con los indios.
2.2 ¿Español o lenguas indígenas?
2.2.1 El uso de lenguas indígenas
Cuando pasaron los primeros años de contacto y la exploración del Nuevo Mundo cedió
al arraigo de las colonias, los misioneros tenían que escoger entre dos estrategias
comunicativas: o aprender las lenguas de los indios o enseñarles español. Existía debate sobre
esta decisión desde los primeros encuentros y tentativas de evangelización hasta el siglo XIX.
Cual estrategia tomaron variaba notablemente según el orden religioso, la época, y el área
geográfica.
Al principio, muchos frailes optaron por las lenguas nativas por varias razones. Primero,
parecía mucho más fácil enseñar una lengua nativa a un par de misioneros alfabetos que ya
sabían varias lenguas y habían estudiado latín, que enseñar español a miles de indios
analfabetos. No había suficientes profesores ni recursos para enseñar a todos los indios (De
Solano XLVIII). Los misioneros tampoco confían en la capacidad de los indios para aprender
español. En 1550, el Fraile Rodrigo de la Cruz escribió una carta al rey, donde explicó que los
indios “Jamás la sabrán [la lengua de Castilla]…porque vemos que un portugués…está en
Castilla treinta años y nunca la sabe…A mi paréceme que Vuestra Majestad debe mandar que
todos deprendan la lengua mexicana… no hay pueblo que no hay muchos indios que no la
sepan y la deprendan sin ningún trabajo…Es lengua elegantísima…” (De Solano 45). Otros
misioneros elogiaban a las lenguas nativas, como el Fray Domingo de Santo Tomas quien
escribió en 1560, sobre la quechua: “…la gran policía que esta lengua tiene: la abundancia de
vocablos, la conveniencia que tiene con las cosas que significan, las maneras diversas y
curiosas de hablar”. Muchos misioneros preferían las lenguas nativas que parecían tener
estructuras más similares al latín. De esa manera se aceptaba fácilmente la quechua, que tiene
un sistema de declinación y que parecía “…estar ordenada y adornada con propiedades de
nombres, modos, tiempos y personas del verbo…tan conforme a la latina y española…no
bárbara” (De Solano 60).
Algunos misioneros creían que los indios tenían que oír la palabra de Dios en su lengua
nativa para recibirla claramente. Fraile Alonso de Molina escribió en 1571 que enseñar la
doctrina en español era como tomar agua clara y limpia y pasarlo por un acueducto que lo
hacía turbio. Y si fue importante la claridad en lo físico, mucho más en lo espiritual: “¿Cuánto
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será mas necesario en lo espiritual donde no va menos que la vida del alma y su salvación o
perdición? Por esta causa deberían los ministros de la fe y del evangelio trabajar con gran
solicitud y diligencia de saber muy bien la lengua de los indios, si pretenden hacerles buenos
cristianos…” Fraile Alonso incluso creía que el Espíritu Santo le había dado el talento de
aprender lenguas igual que los apóstoles de Jesús: “Por esta causa, entre otras muchas fue
dado el Espíritu Santo a los apóstoles el dia de pentecostés en diversidad de lenguas” (De
Solano 69-70).
Estos misioneros consideraban las lenguas nativas como la mejor opción para la
evangelización, pero reconocían la necesidad y dificultad de hablarlas bien. En la introducción
de su vocabulario castellano-mexica, el Fraile Alonso de Molina enfatizó que “para declararles
los misterios de nuestra fe no basta saber la lengua como quiera sino entender bien la
propiedad de los vocablos y maneras de hablar que tienen” (De Solano 69). Para lograr esto,
los misioneros que predicaban en lenguas indígenas se dedicaban al estudio intenso y
prolongado de estas lenguas. Inventaban sistemas de escritura, catalogaban los vocabularios,
estudiaban las estructuras para poder definirlas en libros de gramática. Aunque muchos
lograron hablar estas lenguas muy bien, probablemente su conocimiento fue bastante
exagerado en muchos casos. El inca Garcilaso, quien hablaba quechua como lengua materna
pero había pasado la mayoría de su vida con europeos hablando español, fue uno de los
críticos más fuertes del supuesto dominio de los misioneros de la lengua quechua. Escribió no
sólo sobre sus errores de expresión, sino también sobre sus errores en entender y aprender la
lengua, como su malentendido del sistema tonal y de los homófonos (De Solano 133).
Un factor que dificultó el aprendizaje de las lenguas nativas fue la pura cantidad de
lenguas distintas y muchas veces no relacionadas. Al enfrentarse con miles de pueblos
distintos, cada uno con su idioma distinto, los misioneros recurrían al uso (en algunos casos
casi exclusivo) de las llamadas “lenguas generales”. La mayoría eran lenguas de imperios
precolombinos. Cuando llegaron los españoles a América, estas lenguas ya eran habladas por
pueblos sometidos y usados para comunicar con los oficiales reales y con otros pueblos dentro
del imperio. La quechua, por ejemplo, era la lengua de los incas, pero además era hablado
como segunda lengua por miles de pueblos a lo largo del altiplano y costa oeste de
Sudamérica, en todo el reino de los incas. Otras lenguas generales son náhuatl, hablado en el
reino de los mexica, y el guaraní en Paraguay y Brasil (Vitar 148). Los europeos extendían el
uso de estas lenguas generales, haciéndoles reemplazar las lenguas maternas de estos
pueblos. También tomaban lenguas no generales y extendían su uso a otros pueblos, como
hacían los portugueses con la lengua tupi. Es probable que estas lenguas fueran escogidas por
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los europeos en parte por su percibida superioridad por parecerse más al latín o griego en
estructura. El cronista Lozano alabó la superioridad de la lengua guaraní porque “es diferente
del de los demás Indios: y aunque inventado de gente tan bárbara, sobremanera elegante,
pues hay quien le compare en su artificio, propiedad, y copia de palabras, y frases con la
lengua griega” (Vitar 146). Estas lenguas además pertenecían a imperios de gente percibida
como más civilizada o menos salvajes, hecho que también favorecía su uso por los europeos
(Vitar 147).
Además de estudiar cuidadosamente y limitarse a lenguas generales, los misioneros
descubrieron que tenían que modificar a las lenguas nativas para hacerles adecuados para la
evangelización. En pocas palabras, carecían del vocabulario necesario para expresar ideas
cristianas. Los misioneros reconocían esto y añadían las palabras necesarias, derivándolas de
la lengua nativa, inventándolas, o usando palabras españolas. Como otros aspectos de la
evangelización y civilización, esta modificación de las lenguas se consideraba beneficioso para
los indios, como explicó el arzobispo de México: “Al mexicano, por sí escaso y bárbaro, le
hicieron más abundante los castellanos, que le aprendieron inventando varias composiciones
de vocablos para adornarle: los indios en su lengua no tenían términos para los santos
sacramentos de la Iglesia…” (De Solano 243).
2.2.2 El uso del español
Mientras a unos misioneros les convenía el uso de lenguas indígenas, otros insistían
que el español era la mejor opción. La razón principal para evangelizar sólo en español fue el
“grande trabajo que cuesta a los religiosos y clérigos el saber y enterarse en los idiomas de los
indios,” como explicó Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán en 1690 (De Solano 202).
Incluso el inca Garcilaso no creía que los misioneros pudieran predicar en las lenguas
indígenas: “el impedimento que antes había para la predicación…ahora se ha hecho mucho
mayor por la variedad de las naciones y lenguajes que se juntaron; por lo cual (humanamente
hablando) es imposible que los Indios del Perú, mientras durare esta confusión de lenguas,
puedan ser bien instruidos en la fe y en las buenas costumbres, sino es que los sacerdotes
sepan todas las lenguas de aquel imperio, que es imposible” (De Solano 111). Como dice
Garcilaso, no sólo fue el número de lenguas el problema. Los españoles habían juntado las
naciones de indios, mezclándoles en centros urbanos. A esta mezcla se añadían los mestizos,
que hablaban lenguas indígenas a niveles diferentes, y los españoles. En muchas regiones, no
había ninguna lengua común excepto el español. Como dice Francisco Antonio de Fuentes,
“…(español) siendo la lengua general, padecerían menos engaños y molestias” (De Solano
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200). Esta confusión lingüística no fue un problema en las regiones fronterizas que no todavía
habían sido urbanizados y muchos misioneros continuaban usando lenguas indígenas allí (De
Solano LXX).
Sin embargo, había otras razones para usar el español. Algunos frailes argumentaban
que el gran trabajo de evangelización no debería ser tarea sólo de los pocos misioneros que
sabían hablar la lengua local. Enseñar español a los indios haría la evangelización tarea
comunitaria. En 1550, el Licenciado Tomás López Medel escribió una carta al rey para pedirle
que declare el español la única lengua oficial, por esta misma razón (De Solano LXIII).
Francisco Antonio de Fuentes estaba de acuerdo. Argumentó en 1690 que sería mejor enseñar
la lengua española a los indios porque “pues de tenerla y abandonar la suya paterna, naciera y
se derivara el grande beneficio de abundancia de ministros que los doctrinaran y
administraran…
Muchos misioneros encontraban que la falta de vocabulario teológico en lenguas
indígenas fue demasiado grande para llenar con invenciones y palabras de español. Según
ellos, las lenguas indígenas eran demasiado “pobres de vocablos, nombres y verbos para
significar muchas cosas importantes” (De Solano 87).
El análisis más detallado que ha sobrevivido hasta el día de hoy de porqué sería mejor
enseñar español viene del Pastoral de Don Francisco Antonio de Lorenzana, arzobispo de
México, a los curas de su diócesis en México. Escribió en 1769 que deben usar solo castellano.
Empieza con un argumento histórico. “No ha habido nación culta en el mundo,” dice Don
Francisco,” que cuando extendía sus conquistas, no procurara hacer lo mismo con su lengua”
(De Solano 241). Acá empieza un largo discurso sobre la historia de los griegos y romanos,
gentes superiores que bendecían a sus pueblos conquistados con el griego y el latín. Luego
apela a su sentido patriótico: “El hablarse un mismo idioma en una nación propio, de su
soberano y único monarca, engendra cierto amor e inclinación de unas personas a otras, una
familiaridad…” (De Solano 242). Implica que la enseñanza del español ayudará al indio no sólo
le beneficiará en un sentido concreto, sino que aumentará su amor. Luego añade un argumento
religioso lleno de simbolismo bíblico. Los indios son como ovejas, y los misioneros sus
pastores: “Deseamos, pues, que las ovejas entiendan la voz y silbo común de los pastores, no
que éstos se acomoden precisamente al balido vario de las ovejas…” (De Solano 244). Echa la
culpa del mantenimiento de las lenguas nativas a los misioneros que dedicaron tanto tiempo a
su estudio. Les reprenda, diciendo que “el mantener el idioma de los indios es capricho de los
hombres cuya ciencia y fortuna se reduce a hablar aquella lengua” (244). Finalmente, afirma
que “al principio de la Conquista fue indispensable a los ministros evangélicos dedicarse al
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idioma para lograr la conversión,” pero que “hoy cesa enteramente este motivo…tienen
adquirida o pueden adquirir fácilmente los naturales la instrucción en la española” (De Solano
245).
2.2.3 La postura oficial de la Corona
Como explica De Solano, al principio la Corona atendía “las nuevas tierras con escasa
atención por el problema lingüístico” (XLVII). No empezó a dictar sobre la cuestión lingüística
hasta aproximadamente 1550, así que al principio, los misioneros en América tenían que
decidir sobre la lengua si mismos. Cuando por fin el rey comunicó sobre este asunto
importante, fue sumamente inconsistente. En 1550, mandó a su virrey en Nueva España que
enseñe español y no mexicana “porque no conviene que entre allí esta lengua” (De Solano 51).
Escribió a sus obispos en Nueva España en 1565 que “os ruego y encargo a vos…que en
vuestras diócesis y obispos procuréis que los clérigos que hubieren de servir el oficio de curas
en los lugares donde hubíeredes de poner…sepan las lenguas de las provincias en donde
residieren” (65). Sin embargo, en 1586 mandó un real cédula al Virrey del Perú indicando que
en el obispado de Charcas se enseñe la lengua española a los indios dada la pobreza
conceptual de sus idiomas, pero que continúen exigiendo a los curas el conocimiento de las
lenguas aborígenes (Konetzke 570).
La falta de mandatos y luego mandatos contradictorios durante el siglo XVI
probablemente reflejaba una confusión general sobre este asunto. Esto fue completamente
nuevo para los españoles. Nunca se habían enfrentado con una situación lingüística así. En
Europa, no existían las lenguas desconocidas. Siempre había una manera de comunicarse.
Cuando llegaron a América, sus problemas de malentendido fueron inesperados. Entre la
confusión de los conquistadores y la multitud de opiniones que llegaron de vuelta a España, la
Corona demoró años en decidir una estrategia definitiva.
Cuando por fin decidió, estaba firmemente al lado de la enseñanza exclusiva de
español. Creía que el español, por ser cercano al latín, era una lengua mejor capacitada para
expresar la fe católica. En comparación, las lenguas indígenas eran pobres y bárbaros
(Konetzke 570). Además de considerarlo la mejor lengua del mundo, la Corona tenía otras
razones para fomentar su uso. Quería una población nativa hispanizada que sería obediente a
la Corona. Español como lengua común de todo el Imperio uniría a los nativos, borrando rasgos
individualizadores y facilitando su control y evangelización (Martinell 118). Durante el siglo XVII,
España impulsaba o mandaba más y más el uso del español. En 1681, mandó definitivamente
el uso del español en la Recopilación de las leyes de los reinos de Indias, poniendo fin a la
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evangelización en lenguas nativas (De Solano LXVIII). En el siglo XVIII, su afán para el uso
exclusivo del español fue aun más grande. En un real cédula de 1770, ordenó poner medios
para erradicar los idiomas aborígenes y solamente hablar el español, “superándose así muchos
inconvenientes” (De Solano).
2.3 Los jesuitas
2.3.1 Introducción a los jesuitas
La Compañía de Jesús fue un orden relativamente joven y radical en la historia de la
Iglesia Católica que basaba sus prácticas en ideas del renacimiento. Fue fundado por San
Ignacio en 1540 como reacción a cambios recientes en la Iglesia que San Ignacio consideraba
como negativos (Didier 16). Los frailes de la Compañía de Jesús, llamados jesuitas, basaban
su oficio en dos principios fundamentales. La base de su alabanza y vida diaria fue los
Ejercicios Espirituales, una serie de meditaciones, oraciones y ejercicios mentales para
enfocarse en Dios. Segundo, los jesuitas enfocaban siempre en la evangelización y la misión.
Estos dos principios, de meditación personal y misión exterior, fueron concebidos para impulsar
“una nueva y revolucionaria forma de santidad y evangelización” necesaria para combatir la
corrupción y el artificio de la Iglesia (Didier 15). Inicialmente, el orden era popular en la Iglesia y
se extendió rápidamente por todo el mundo. Llegaron a América en 1566, donde empezaron
una forma de evangelización muy distinta a los otros órdenes, basada en la enseñanza de
doctrina, academia y cultura en misiones y colegios aislados (Didier 24).
2.3.2 Los jesuitas y la cuestión de la lengua
Los jesuitas se destacaron lingüísticamente de los otros europeos en tres aspectos
importantes. Primero, mostraban un gran interés desde el principio en entender profundamente
las lenguas nativas. Este interés se concorde con su estilo único de evangelización que hizo
que las misiones jesuitas fueran tan diferentes del resto de América. La mayoría de los
europeos no mostraron tanto interés en la cultura y la vida de los indígenas. Muchos incluso
pensaban que esta cultura era diabólica y barbárica, y por eso tenía que ser destruida en total
para poder llevar a los indios a Dios. En contraste, los jesuitas mostraron interés no sólo en
entender profundamente a los indios, sino también en preservar ciertos aspectos de su cultura.
Toleraban ciertos elementos de su cultura, incluso elementos religiosos, que llamaban “juegos”
e intentaron basar sus enseñanzas religiosas en los elementos espirituales que los indios ya
tenían. Por ejemplo, los indios Tupi adoraban a Tupa, el Dios del trueno. Los jesuitas que
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predicaban a los indios Tupi en Brasil aceptaron a Tupa porque consideraban que, como fue el
único dios en su religión, fue una representación del Dios cristiano (Alves Filho 280).
Esta tolerancia y uso de la cultura indígena extendía a los idiomas. Mientras otros
misioneros no confiaban en la capacidad de las lenguas indígenas para comunicar los
principios del cristianismo, los jesuitas las consideraban esenciales. Creían que tenían que
hablar bien las lenguas o arriesgarían malentendido. Bertonio escribió de la necesidad de
estudiar copiosamente y practicar bien aimara, porque si los jesuitas no podían hablarla bien,
“se porna a peligro muy grande de enseñar doctrina falsa y erronea, en lugar de la catholica y
verdadera” (15). Además, reconocían que la lengua nativa del indígena tendría más fuerza
emotiva, como explica Bertonio: “¿Cómo le hará tener el debido dolor de sus pecados…y el
amor de la ley de Dios, si no le sabe hablar bien en su lengua?” (16). Sin embargo, se veían
esforzados a modificar y agregar a las lenguas nativas para expresar su teología, como se
analiza abajo.
La segunda diferencia es el aislamiento de las misiones jesuitas, que permitió una
preservación y dominio total de la lengua nativa local. A pesar de su política de separación que
intentó proteger los indios de los españoles (una política que incluyó la construcción de pueblos
de indios y la adopción de leyes restringiendo el contacto entre los dos grupos), la Corona
española nunca logró separar los indios de los españoles. El mestizaje resultó en una nueva
raza y cultura, y aportó a la pérdida de lenguas nativas en favor del español.
Sin embargo, en las misiones jesuitas, los indios se encontraban en una situación de
aislamiento completo. Los jesuitas trabajaban en terreno difícil en las selvas amazónicas, los
altiplanos, etc. Construyeron las misiones con la mano de obra exclusiva de los indios, sin
ayuda externa. Dentro de las misiones, los hermanos eran los únicos europeos. No había
ninguna necesidad de enseñarles español si todos los jesuitas hablaban la lengua de los indios.
Es más, hubo probablemente un elemento de control lingüístico en la política de los jesuitas. En
denegar acceso al español, los jesuitas aseguraron de que, mientras entendían la
comunicación de los indios, los indios no podían entender las conversaciones privadas de los
jesuitas. Esta situación contribuía al poder y control total que tenían los jesuitas dentro de las
misiones. Su rol dentro de la misión abarcaba juez, médico, chamán e incluso cacique (Alves
Filho 285). Denegar el español y el portugués a los indígenas además aseguraba que los
jesuitas serían los únicos europeos en ejercer poder e influencia sobre ellos (Vitar 153).
En tercer lugar, los jesuitas tenían mucho más éxito en dominar las lenguas indígenas
(o por lo menos las lenguas generales) que los otros europeos. Aunque hubo y hay críticas
que dicen que su dominio de las lenguas indígenas no fue tan excelente como profesaban,
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también existe evidencia de que por lo menos algunos misioneros jesuitas llegaron a un
dominio impresionante de estas lenguas. Los jesuitas que trabajaban con los aimara en Juli,
Perú “afirmaban poder hablar bien la lengua en seis meses y con fluidez pasado un año”
(Meiklejohn 132). Probablemente se puede atribuir este éxito a su trabajo y esfuerzo en
aprenderla, pero también a su sistema de colegios intensivos que era una parte clave de su
estrategia misional. Por esas tres razones, los jesuitas optaron por un uso casi exclusivo de
lenguas indígenas en sus misiones.
2.3.3 El proceso de apropiar las lenguas indígenas
Tenían un esquemático lingüístico que aplicaban en cada misión nueva para lograr el
uso de lenguas indígenas. Bertonio explica bien este proceso y su lógica en la introducción de
su gramática. Los primeros jesuitas que llegaban se esforzaban para aprender la lengua. Lo
hablaban e inventaron sistemas de escritura. No solo aprendían, sino que también intentaban
entender la estructura y la lógica de la lengua. Aplicaban su conocimiento de latín y otras
lenguas para entender las conjugaciones y declinaciones. Bertonio entendía la lengua aimara
en comparación con el latín y el italiano. Identificó gerundios, los tres modos (indicativo,
imperativo, y subjuntivo) del italiano, y seis de las siete declinaciones del latín (Bertonio 21).
Este proceso fue muy importante, porque les permitió enseñar la lengua a otros jesuitas de
manera organizada y eficiente, como explica Bertonio: “lo hallara en esta arte todo puesto con
mucha orden” (14). Una vez entendida una lengua, la clasificaban según sus características y
en comparación con otras lenguas conocidas. Bertonio entendía la extensión de uso de la
lengua, nombrando hasta los nombres de las “naciones” que lo utilizaban (10). Identificó
además dialectos dentro de aimara, y escogió un dialecto para escribir su gramática, siendo
esta variedad la más central y extensamente entendida.
Finalmente, los jesuitas decidían si la lengua era una lengua general, con un uso
suficientemente extendido para justificar su enseñamiento a otros jesuitas. Hacían esta
enseñanza a través de escuelas intensivas. Norman Meiklejohn describe una de estas escuelas
que funcionó en Juli, Perú en los siglos XVII y XVIII, y que probablemente usaba la gramática
de Bertonio. Esta escuela inicialmente enseñaba aimara, quechua y puquina, pero acabó
enseñando sólo aimara porque fue la más útil en el área. En estas escuelas, los estudiantes
tenían una gama impresionante de recursos para lograr dominio en la lengua, incluyendo
gramáticas, confesiones y vocabularios escritos en la lengua, profesores nativo hablantes y los
otros jesuitas (Meiklejohn 126).
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2.3.4 Traducción Cultural
Todo este largo proceso aseguraba el éxito de lenguas nativas como aimara como
medios de evangelización y catequismo. Con su estudio intensivo, los jesuitas evitaron muchos
de los problemas de malentendido que experimentaban otros misioneros en sus esfuerzos para
evangelizar. Pero un problema que no podían evitar fue la falta de vocabulario adecuado para
hablar del cristianismo. Esta falta viene del hecho de que las lenguas nativas se desarrollaban
sin ideas como monoteísmo y la trinidad, y por eso no se podían comunicar esas ideas
fácilmente en esas lenguas. Para superar esta dificultad, los jesuitas recurrieron a varias
estrategias. Estas estrategias, detalladas en un artículo por Paulo Edson Alves Filho y John
Milton, muestran los límites de entendimiento lingüístico y cultural de los jesuitas en América.
Los jesuitas traducían el catolicismo a las lenguas nativas en un proceso que Alves y
Milton llaman “traducción cultural”. Intentaban transferir su cultura y lengua a otra cultura
mezclando elementos de las dos. Para expresar una idea cristiana, buscaban un elemento
correspondiente en la cultura indígena. El Fray Anchieta, trabajando con los indos Tupi en el
Amazonas, tradujo ángel a “karaí-bebe”, o “chamán volador” (286). Se apropió del dios principal
de los Tupi, Tupa (el trueno) para expresar el Dios. Le dio una madre (Tupansy) y una casa
(287). Pero en hacer esta apropiación, los jesuitas cambiaron más que el nombre de Dios.
Tupa el trueno no era ni bueno ni malo. Tampoco era supremo. Anchieta escogió a Anhanga, el
dios protector de la selva y los animales, para ser el diablo aunque era, igual que Tupa, una
fuerza neutral. Expandió los poderes de ambos “dioses”. Según Anchieta, Anhanga fue el
responsable de todos los vicios de los indios, incluyendo sus antiguas ceremonias paganas,
canibalismo y poligamia. Inspiró miedo de Anhanga para motivar a los indios a hacer bien. Así
que tomó dos dioses menores y neutrales, elevó sus poderes e hizo uno bueno y el otro malo
(289).
Pero a Anchieta no sólo le faltaban palabras para Dios y el diablo. La lengua de los Tupi
carecía de muchas expresiones abstractas. Para predicar, Anchieta tenía que ser imaginativo.
Tradujo pecado a tekó-aíba (“vida mala”) aunque los indios no tenían forma de saber qué hacía
que una vida sea mala o buena. Pureza fue traducido a moro-potar-e’yma (literalmente “no
desear a la gente sensualmente”). Otras palabras el fray ni intentó traducir, y los dejó en
portugués, como domingo, tentación, reino, y Virgen María (289). Además, combinó palabras
en portugués con palabras en tupi para crear palabras nuevas como Espírito Santorámo
(Espíritu Santo). Al fin, se quedó con discursos como esto, una traducción-interpretación del
Ave María:
Ave Maria, graça resé tynysémbae,
Dios te salve, María, llena eres de gracia,
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nde irúnamo Jandé Jará rekóu
el Señor es contigo.
imombeúkatúpýramo ereikó kuña suí
Bendita tú eres entre todas las mujeres,
imombeúkatúpýrabé nde membyra, Jesus
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
Santa Maria Tupãsy,
Santa María, Madre de Dios,
eTupãmongetá oré iangaipábae resé,
ruega por nosotros, pecadores,
koyr, irã oré jekýi oré rúmebeno
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén, Jesu
Amén, Jesús. (Alves Filho 290)
Como se ve, la lengua de predicación, conversión y uso común en la misión jesuita de
Anchieta no fue, en realidad, tupi. Él, como otros jesuitas, usaba una lengua híbrida, un
mestizaje lingüístico. Fue basado en tupi, con la mayoría del vocabulario y toda la estructura en
tupi. Pero fue necesariamente y significativamente suplementado con portugués y palabras
inventadas. Esta flexibilidad permitió que los jesuitas usaran lenguas nativas, mientras otros
órdenes recurrían a la enseñanza del español. Pero también cambió drásticamente las lenguas
nativas. No solo añadían palabras sino además asignaban nuevos significados a las palabras
existentes, significados que cambiaban el mismo tejido cultural. Aunque querían hablar las
lenguas nativas perfectamente y evitaban el uso del español supuestamente para evitar errores
comunicativos, no les importaban estos cambios, que no podían sino causar confusión
comunicativa. Es más, aunque las misiones jesuitas eran un intento de aislar a los indios de las
influencias europeas, se acabaron con un mestizaje cultural igual que el resto de
Latinoamérica.
2.3.5 El fin de los jesuitas en América
De cualquier forma, la política lingüística y demás de los jesuitas eventualmente llegó a
correr demasiado en contra de los intereses de España y Portugal. Durante la segunda mitad
del siglo XVII, las misiones jesuitas empezaban a funcionar como entidades independientes, sin
necesitar ni apoyar a las coronas. Además, se veían como una amenaza porque los nativos, a
veces armados para protegerse de los europeos, podrían rebelar (Alves Filho 281). El hecho de
que se hablaban sólo lenguas indígenas, lenguas que en el siglo XVIII ya eran desconocidos
por los poderes europeos, probablemente atribuyó a su reputación desfavorable. En 1759 la
Compañía de Jesús fue expulsada de Portugal y en 1767, de España. En 1773 el orden fue
suprimido por el Papa. (Alves Filho 282). Junto con sus misiones y colegios en América,
muchas de las lenguas que habían trabajado tanto en preservar se perdieron.
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3. Conclusiones
Los misioneros, el rey y otros oficiales tenían opiniones sumamente fuertes sobre la
cuestión de la lengua en la evangelización. Profesaban una multitud de ideologías lingüísticas,
y defendían esas ideologías con una multitud de razonamientos distintos. Tenían razones
políticas, espirituales, prácticas e incluso históricas para promover o prohibir el uso de una u
otra lengua. Pero a pesar de grandes elogios sobre la superioridad de una u otra lengua, la
realidad es que todos elegían el idioma según la conveniencia. A los primeros misioneros les
convenía usar lenguas nativas por la imposibilidad de enseñar español, mientras más tarde les
convenía unir a los indios y borrar sus rasgos individuales. El mestizaje y otros cambios en las
colonias hicieron posible la enseñanza del español en esos tiempos. A los jesuitas les convenía
predicar y enseñar en las lenguas nativas, mientras a las coronas de España y Portugal les
convenía parar esa práctica.
Este estudio además nos muestra una transición paulatina e inevitable de las lenguas
indígenas al español y portugués. Fue paulatina en el sentido menor de que era imposible
enseñar español y portugués instantáneamente, pues obligaba una transición gradual de
gestos a lenguas indígenas e intérpretes a lenguas europeas. Pero fue paulatina al sentido
mayor también, porque varía según la región, el estado de la conquista y las reales cédulas.
Pasaron siglos antes de que todo el mundo estuviera de acuerdo con el uso del español. Es
más, parece haber sido inevitable esta transición porque incluso los jesuitas, que más éxito
habían tenido con las lenguas indígenas, eventualmente se veían forzados de parar su
evangelización, y la gente en sus misiones tenían que aprender español.
También se ve que en realidad, la cuestión del uso de lenguas nativas o español nunca
fue una simple elección entre dos alternativas. En la vida real, fue necesario mezclar las
lenguas, añadir a las lenguas indígenas, usar intérpretes e incluso modificar el español para
crear un sistema comunicativo funcional. Incluso los jesuitas, que estudiaban las lenguas
indígenas cuidadosamente y temían hablarlas mal, las modificaban significativamente. El
mestizaje lingüístico resultante atribuía a los dialectos de Latinoamérica, que se diferencian
tanto del español ibérico. El papel de los misioneros en la formación de los dialectos
americanos sería un tema interesante e importante para un estudio futuro.
Otro estudio futura podría ser la supervivencia de ciertas lenguas indígenas mientras
otras desaparecieron. ¿Qué papel tenían los misioneros en el hecho de que las lenguas
generales—el quechua, el náhuatl, el guaraní—sobrevivieron mejor que otras lenguas? ¿Hasta
qué punto los misioneros (especialmente los jesuitas) salvaron estas lenguas, y hasta qué
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punto estaban destinadas a sobrevivir igualmente? Este estudio sería difícil y quizás imposible,
más que nada por la falta de información confiable sobre estas lenguas. Ni siquiera podemos
saber cómo eran estas lenguas antes de la llegada de los españoles. No sabemos ni su
estructura exacta, ni su extensión entre los pueblos originarios. Sin embargo, sería un estudio
interesante que podría revelar mucho.
Por último, está claro que la reacción de los españoles ante la cuestión lingüística fue la
reacción natural de un grupo de personas enfrentadas con una situación novedosa. Aunque la
Corona de España planificaba la conquista, desde el número de los inmigrantes hasta el
trazado de las ciudades, no podía planificar la conquista lingüística. Nunca se había enfrentado
con tantas lenguas desconocidas y variadas. La evolución en el uso de lenguas en América
refleja, sobretodo, la evolución confusa en el entendimiento de cuestiones de lengua de los
españoles.
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Bibliografía
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religious texts: The translations of Jesuit priest José de Anchieta into Tupi in 16th century
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Española de Antropología Americana, 26, Madrid, Servicio Publicaciones UCM., 1996,
pp. 143-165.
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Índice
1. Introducción…………………………………………………………………………………...2
2. Desarrollo……………………………………………………………………………………...3
2.1 Primeros contactos y primeros intentos de comunicar para evangelizar….....3
2.2 ¿Español o lenguas indígenas?…………………………………………………..5
2.2.1 El uso de lenguas indígenas……………………………………………5
2.2.2 El uso del español……………………………………………………….7
2.2.3 La postura oficial de la Corona…………………………………………9
2.3 Los jesuitas………………………………………………………………………...10
2.3.1 Introducción a los jesuitas……………………………………………..10
2.3.2 Los jesuitas y la cuestión de la lengua……………………………….10
2.3.3 El proceso de apropiar las lenguas indígenas………………………12
2.3.4 Traducción Cultural…………………………………………………….13
2.3.5 El fin de los jesuitas en América……………………………………...14
3. Conclusiones………………………………………………………………………………...15
4. Bibliografía…………………………………………………………………………………...17
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