Los Pactos de la Uribe FARC- EP (1984 y 1986) y Dialogo Nacional con el M19, EPL y ADO (1984) Acuerdos de La Uribe El 24 de marzo de 1984 se firmó en La Uribe, Meta, el pacto entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC que dio inicio a las treguas e intentos de solución política al conflicto armado que marcaron toda la década. El documento fue firmado por una delegación de la Comisión de Paz designada por el Presidente, encabezada por John Agudelo Ríos, Alberto Rojas Puyo y Margarita Vidal, y por parte del Estado Mayor de las FARC firmaron Manuel Marulanda, Jacobo Arenas, Raúl Reyes, Jaime Guaracas y Alfonso Cano. En ese pacto de La Uribe se acordó el procedimiento para la tregua, la formación de una comisión nacional de verificación con 9 subcomisiones regionales; se definió un periodo de prueba de un año para que las FARC fueran organizando su transito a la política y el gobierno entre tanto avanzaría en programas de rehabilitación en las regiones más afectadas y en poner en marcha los compromisos de política social y apertura democrática para atender a lo que llamó “causas objetivas” de la violencia. La persecución a los paramilitares o “masetos” se enunció en lenguaje oficial. Las FARC reafirmaron la condena al secuestro, la extorción y el terrorismo y el compromiso de ayudar “a que termine su práctica, como atentados que son contra la libertad y la dignidad humanas”. Además, a los integrantes de las FARC se les otorgó la amplia amnistía aprobada en la ley 135 de 1982. Los compromisos del gobierno quedaron consignados bajo palabra de los comisionados de paz. 8. La Comisión de Paz da fe de que el gobierno tiene una amplia voluntad de : a). Promover la modernización de las instituciones políticas, dirigidas a enriquecer la vida democrática de la nación, e insistir ante las Cámaras en la pronta tramitación de los proyectos sobre reforma política, garantías a la oposición, elección popular de alcaldes, reforma electoral, acceso adecuado de las fuerzas políticas a los medios de información, control político de la actividad estatal, eficacia de la administración de justicia, impulso al proceso de mejoramiento de la administración pública y nuevas iniciativas encaminadas a fortalecer las funciones constitucionales del Estado y a procurar la constante elevación de la moral pública. b). Impulsar vigorosamente la aplicación de una política de reforma agraria en reconocimiento a que los problemas de la tierra están presentes en los actuales conflictos sociales, y las demás acciones de las agencias del Estado dirigidas a ampliar permanentemente los servicios al campesinado para mejorar la calidad de su vida y la normal producción de alimentos y de materias primas para la industria, para lo cual dispone del instrumento jurídico contenido en el artículo 32 de la Constitución Nacional, que establece la dirección de la economía por el Estado. c). Robustecer y facilitar la organización sindical, de usuarios campesinos y de indígenas, las asociaciones cooperativas y sindicales, en favor de los trabajadores urbanos y rurales, así como sus organizaciones políticas. d). Hacer constantes esfuerzos por el incremento de la educación a todos los niveles, así como de la salud, la vivienda y el empleo. e). Mantener su propósito indeclinable de que para la protección de los derechos que en favor de los ciudadanos consagran la Constitución y las leyes y para la conservación y restablecimiento del orden público, sólo existan las fuerzas institucionales del Estado, de cuyo profesionalismo y permanente mejoramiento depende la tranquilidad ciudadana. f). Promover, una vez establecida la paz, y tal como ocurrió en otras oportunidades iniciativas para fortalecer las mejores condiciones de la fraternidad democrática, que requiere perdón y olvido, y del mejor estar en lo económico, político y social de todo el pueblo colombiano. La tregua se inicio formalmente el 28 de mayo de 1984 con la orden unilateral de las FARC de suspensión de hostilidades y el anunció casi simultáneo por parte del gobierno. Las piezas del proceso se ponen en marcha y después de 10 meses de cese al fuego no exento de incidentes y conspiraciones en contra de los acuerdos, el 30 de marzo de 1985 se anuncia la formación de la Unión Patriótica. Braulio Herrera, Iván Márquez y otros lideres de esa guerrilla son comisionados para integrar la dirección del nuevo movimiento en alianza con el Partido Comunista, el Frente Democrático y otros sectores. El modelo de pacto de La Uribe es de excepcional originalidad en la historia de Colombia y de difícil comparación con acuerdos de paz en otras latitudes. El cese al fuego y a las hostilidades es parte de un “periodo de prueba” en el cual se mantienen las estructuras armadas de la guerrilla sin restricción territorial de movilidad; no se habla de entrega de armas como en 1953, ni se condiciona la amnistía a cosa distinta que el tramite automático por parte de los tribunales civiles; el partido político promovido por las FARC en alianza con otros es autorizado legalmente y participa con éxitos en las elecciones del 9 de marzo de 1986 logrando 6 senadores y 15 representantes entre los cuales varios comandantes de las FARC en receso. Un nuevo acuerdo suscrito el 2 de marzo de 1986 decidió prolongar la tregua de manera indefinida, dando con este hecho un mensaje a quienes incrementaban la critica o la oposición desde los partidos, las fuerzas armadas, la prensa y sectores empresariales; de esa manera se le da también una señal de continuidad al proceso ante el cambio de gobierno que debe ocurrir desde el 7 de agosto de ese año. Para fortalecer los acuerdos de paz, el Congreso de la República aprobó, en junio de 1985, la ley 49 de indulto para cobijar situaciones no incluidas en a amnistía de 1982. Por otro lado, la reforma constitucional que estableció la elección popular de alcaldes fue el cambio institucional más importante que se realizó con posterioridad al Pacto de la Uribe y fue sancionado por el Presidente Betancur el 9 de enero de 1986. Las elecciones de marzo de ese año incluyeron por primera vez el voto por alcalde y en Bogotá a nombre de la UP se inscribió Clara López Obregón. En las elecciones presidenciales realizadas el 25 de mayo fue elegido Virgilio Barco y el candidato de la UP, Jaime Pardo Leal, obtuvo el 4,5% de los votos. El nuevo gobierno liberal en sus primeros meses mantuvo los acuerdos de La Uribe y las conversaciones con las FARC fueron encargadas al comisionado de paz Carlos Ossa Escobar. Pero en realidad de la tregua ya quedaba poco y la ola de violencia y de asesinatos de lideres de la UP que había venido en ascenso desde su fundación, llegó a niveles generalizados en lo que es reconocido como una operación sistemática de exterminio. La orden presidencial, dada el 17 de junio de 1987, de considerar rota la tregua allí en donde se presenten ataques a la fuerza pública o actos de violencia armada es la formalidad, autoriza la acción por encima de esos acuerdos y según la apreciación de cada comandante de Brigada. Se llegó de esta manera a la situación paradojal de ruptura no declarada de la tregua al tiempo que continuaba la vida legal de la UP ya reconocida como partido, con presencia en el Congreso de la República, Asambleas y Concejos, e incluso incluida con delegado en el Consejo Nacional Electoral. Los diálogos y procesos en busca de la paz por la vía política fueron asumidos por el gobierno de Belisario Betancur desde su posesión el 7 de agosto de 1982. Sin duda las apuestas por la paz de este gobierno significaron una ruptura con las duras políticas de las administraciones liberales de Alfonso López Michelsen (1974 – 1978) y Julio Cesar Turbay Ayala (1978 – 1982). Desde los primeros días de gobierno Betancur buscó acercamientos con el M-19 y tomó medidas encaminadas a una salida pacifica como el nombramiento de la Comisión de Paz, la Cumbre Multipartidaria y el impulso unilateral de una amnistía amplia y sin condiciones para todas las guerrillas. En este periodo se entrelazaron las exploraciones de paz con las FARC, los acuerdos de diálogo nacional con el M 19, EPL y ADO, con el ascenso del paramilitarismo y narcoparamilitarismo encabezado por el MAS y escuadrones de la muerte, y la oposición creciente de los sectores más poderos de los partidos liberal y conservador y desde las Fuerzas Armadas. La frustración de este intento de paz está por descifrar completamente volviendo a retomar la realidad de fuerzas e interés en conflicto, con sus determinantes políticos y militares, nacionales e internacionales. EL DIALOGO NACIONAL: ACUERDOS CON EL M19, EPL Y ADO El 24 de agosto de 1984 se firmó en Corinto, Cauca y en El Hobo, Huila, el acuerdo de cese al fuego para adelantar un dialogo nacional sobre reformas: “el cese de los enfrentamientos armados entre las fuerzas institucionales del Estado y los movimientos populares alzados en armas, es requisito para estudiar y sentar las bases de las reformas de carácter político, económico y social que necesita el país y anhela el pueblo colombiano”. (Ver Texto del Acuerdo: www.centromemoria.gov.co/acuerdosdepaz/ ). Po el gobierno firmó la Comisión de Negociación y Diálogo integrada por Bernardo Ramírez, Alfonso Gómez Gómez, Horacio Serpa Uribe, Abel Rodríguez, Enrique Santos, Laura Restrepo. y por el M19 su Comando Superior en cabeza de Iván Marino Ospina, Álvaro Fallad, Carlos Pizarro , Antonio Navarro, Luis Otero, Gustavo Londoño, Germán Rojas Niño, Otti Patiño, Marco Antonio Chalita y Julia Jiménez. Simultáneamente se firmó el pacto en Medellín firmaron John Agudelo, Emilio Urea y Gloria Zea por el gobierno y los voceros del EPL Oscar William Calvo, Jesús Calvo con el visto bueno de Ernesto Rojas, Bernardo Jaramillo. En la sede de la Federación de Trabajadores Metalúrgicos, en Bogotá, se sumó al pacto el Movimiento de Autodefensa Obrera, ADO. El texto del documento compromete al M 19 y al EPL a declarar la tregua desde el 30 de agosto de 1984, rechazar el secuestro y cualquier acto de terrorismo. Por su parte el gobierno, una vez el Presidente sancione el pacto, se compromete a suspender acciones contra esas organizaciones, a dar garantías para que funciones comisiones de diálogo nacional, apoyar las investigaciones sobre desaparecidos, actuar en contra del MAS y grupos similares, promover el acuerdo político para medidas de apertura democrática. La Comisión de Verificación acordada para el pacto con las FARC se amplio en numero y composición para que cumpliera su función también con respecto al nuevo acuerdo. No se firmó un pacto de paz sino un escenario en tregua para hablar de los problemas del país en la búsqueda de la paz. Tampoco se hicieron explícitos objetivos comunes sobre los objetivos de ese diálogo, quedando a la interpretación de las partes su sentido final. En el capitolio Nacional se instalaron las 10 comisiones del diálogo nacional con más de 300 participantes, se definieron sitios para su funcionamiento y una agenda que incluyó asuntos diversos como la reforma agraria y urbana, servicios públicos, educación, salud, cambios constitucionales y de justicia, empleo y reforma laboral. Para el M19 ese Diálogo Nacional era un muestra de la propuesta popularizada por Jaime Bateman como el “sancocho nacional” hacia la paz. La toma de 14 embajadores como rehenes en la Embajada de la República Dominicana, en febrero de 1980, fue el momento de mayor divulgación de esa iniciativa: “La paz es posible pero negociada”, dijo entonces Bateman. La muerte de Bateman en 1983, en un accidente de la avioneta en la que se desplazaba a Panamá, no condujo al cambio de esa orientación y por el contrario fue la justificación que se dieron para llegar a los acuerdos de Corinto y el Hobo. En respuesta al clamor nacional de paz que se multiplicó en los últimos años de la administración de Julio Cesar Turbay, Belisario Betancur desde el primer momento de su gobierno definió la búsqueda de la paz mediante el diálogo como la prioridad de su programa. Darle la oportunidad a la palabra en lugar de las balas, fue su apuesta para materializar la estrategia de responder a los factores subjetivos o personales que constituían el conflicto o situación de insurgencia armada y los llamados factores objetivos que la alimentaban con pobreza y falta de libertades. (ver intervención de Betancur en Oslo 2011, http://www.youtube.com/watch?v=zt9ieJoFJe4 ) Mientras transcurría el año de prueba del cese al fuego y apertura pactado entre el gobierno y las FARC, en noviembre se inició el Dialogo Nacional en medio de una polarización creciente de posiciones entre grupos de poder y de la escalada de atentados promovidos por militares, paramilitares y narcoparamilitares. La tregua firmada no logró en sus primeros seis meses evitar sucesivas confrontaciones militares y en estos meses se registraron episodios y batallas de gran proporción como la de Yarumales en diciembre de 1984 y otras en el norte del Cauca y en Valle del Cauca. Se pusieron en marcha dos modelos de dialogo y camino hacia la paz, los dos por un tiempo indeterminado en el cual las armas se silenciaban pero no se hablaba de entrega o dejación. El modelo del acuerdo con las FARC suponía una transición de la guerra a la paz basada en dos pilares: el montaje de un partido político que sirviera, en palabras de Belisario Betancur, de “rampa de empalme entre la situación guerrillera anterior y la incorporación a la vida civil” y, de otra parte, la puesta en marcha por parte del gobierno de cambios de justicia social y apertura política. En el otro modelo, el cese al fuego era entendido como paréntesis para dialogar sobre los más importantes temas económicos, institucionales y sociales del país y en ese camino ir diseñando rutas hacia la paz. El diálogo con el M19 fue entendido por el gobierno como una fase de exploración, sin mayores compromisos y destinada a ambientar pasos más sólidos hacia la terminación del alzamiento armado. En cambio para el M19 era una táctica en el proyecto político de poder y en lo inmediato intentaba que las propuestas del diálogo fueran llevadas luego a la aprobación del Congreso de la República. Unas semanas antes de la firma de los acuerdos, Alvaro Fayad había manifestado ante la cumbre de la Dirección Nacional: “ … El objetivo global de toda nuestra actividad: el poder. Y el instrumento militar adecuado para derrumbar el instrumento fundamental del enemigo, es la construcción de nuestro propio ejército”. “ O desarrollar el diálogo con todas sus consecuencias, si se abre; y si después de la protesta no se realizan las reformas del diálogo, tendremos en verdad que asumir la perspectiva de ser un gobierno para cumplir con esa exigencia” (citado por Villamizar D, 1995, p. 373). La lógica del M19 era: primero las reformas y luego la dejación de armas, en cambio la de Betancur era ir haciendo las reformas posibles y simultáneamente desmontando las guerrillas. Y ninguno de estos supuestos tenían bases en la realidad de fuerzas encontradas ni en la situación de Colombia a mediados de los años ochenta. El fracaso del Dialogo Nacional y la crisis del Pacto de La Uribe En noviembre de 1984 se instala la Comisión Nacional y las subcomisiones temáticas del Dialogo Nacional pero su funcionamiento se ve alterado en diciembre por las operaciones militares a gran escala en el Cauca en contra de la base del M 19 en Yarumales. El Congreso convocado por el M19 en Los Robles, Corinto, se desarrolló en medio de un cerco militar y de incidentes en la zona cafetera y en municipios del Valle del Cauca. Cuando terminó la IX Conferencia del M19 el 21 de febrero de 1985, la suerte del Diálogo estaba marcada por la férrea oposición de los mandos militares con el apoyo de poderosos gremios económicos y sectores de los partidos liberal y conservador y, desde la otra orilla, por la determinación del nuevo mando del M19 de preparar la iniciativa hacia centros urbanos para combinar la llegada de los batallones guerrilleros y una supuesta insurrección popular. Los enfrentamientos no cesaron a pesar del acuerdo que puso fin a la batalla de Yarumales. La iniciativa del M19 de formar “campamentos de paz” en las grandes ciudades, dirigidos por comandantes y milicianos del M19, fue respondida con prohibición y represión. El atentado contra Antonio Navarro y otros delegados al Dialogo, lo mismo que la formación de la Coordinadora Nacional Guerrillera entre las organizaciones en tregua y otras en plena acción militar como el ELN, Quintín Lame y el siniestro Frente Ricardo Franco, indicó que se imponía la opción de la guerra y que la terminación formal del pacto era solo asunto de días. La CNG convocó a paro nacional para el 20 de junio y ese mismo día Carlos Pizarro le anunció al país que la tregua había terminado: “Nuestros hechos van a hablar por nosotros. Hemos sido defensivos hasta hoy. Pero el M 19 sabe que le ha llegado la hora de lanzarse en una actitud más ofensiva y más decidida a ser gobierno (…) El pueblo colombiano en el 87 tiene que ser poder. El pueblo colombiano no va a posponer treinta años su independencia, ni su prosperidad ni su futuro. Desde hoy estamos construyendo el nuevo gobierno. En poco tiempo tendremos zonas liberadas, pueblos insurrectos y hombres libres”. (Entrevista a Carlos Pizarro, citada por Villamizar D, 1995, pag. 412). Mientras la guerra sucia seguía su curso y chocaban las estrategias en juego con el diálogo nacional, el gobierno de Betancur se vio presionado por los Estados Unidos a enfrentar al narcotráfico y a revisar las alianzas que se venían construyendo entre narcotraficantes y políticos en muchas regiones del país. La operación de la DEA contra los inmensos laboratorios en Tranquilandia, en la región del Ariari, tuvo como represalia el asesinato del Ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla que había colaborado y encabezaba el señalamiento a los capos del cartel de Medellín metidos en política, incluido el entonces congresista Pablo Escobar. El Gran Dialogo Nacional que se pactó en agosto de 1984 abrió una tribuna política a las guerrillas sin que a cambio de ello se comprometieran a un acuerdo siguiente de incorporación a la vida civil o de desmovilización. La desconfianza con la exploración intentada por Betancur llevó a que ese diálogo fuera socavado desde el origen por las violaciones a la tregua y por la falta de respaldo desde las Fuerzas Armadas y los grandes empresarios. En marzo de 1985 el Gran Diálogo Nacional estaba ya en crisis y las hostilidades y atentados no dejaban ocultar que estaban en marcha los preparativos para la ruptura formal y el paso a una escalada de confrontaciones armadas. La ofensiva militar del M19 se inició en junio de ese año y culminó con el demencial asalto al Palacio de Justicia en pleno centro de Bogotá: la justificación fue anunciar un juicio por traición al Presidente ante la Corte Suprema de Justicia sometida por las armas. Ese asalto sangriento y la toma de rehenes fue respondido por el alto mando del Ejército con un plan de guerra previamente elaborado que no permitiría negociación alguna; el desenlace fue el aniquilamiento de centenares de personas, incluidos magistrados, empleados, visitantes y sobrevivientes. Casi todos los integrantes del comando murieron. http://www.youtube.com/watch?v=ObMuKzY1Xqk Lo que se ha conocido como el Holocausto del Palacio de Justicia, ocurrido el 6 y 7 de noviembre de 1985, significó la crisis irreversible del gobierno de Belisario Betancur y de su política de pactos con las guerrillas y la derrota histórica al alzamiento armado iniciado por el M19 en 1973. Lo acuerdos del gobierno de Betancur con las FARC se vieron afectados por la crisis agudizada después de los hechos del Palacio de Justicia y el surgimiento de la UP se dio en medio de un escalamiento de la oposición a los acuerdos que permitían su irrupción en política en medio de una tregua incierta. El desmantelamiento de los laboratorios de cocaína en Tranquilandia llevó a las mafias a trasladar sus bases rurales al Magdalena Medio o Urabá y a romper las alianzas con las guerrillas que les brindaban seguridad en la selva. Se dieron las bases para el surgimiento de los narcoparamilitares y de nuevas versiones de paramilitares protegidos, según informe del Procurador General de la Nación, por oficiales de las Fuerzas Armadas. Antecedentes ¿Cómo se llegó a los pactos de paz de 1984? ¿Porqué se dio ese cambio de la política dura en los gobiernos anteriores de Estado de Sitio y Estatuto de Seguridad hacia otra de diálogos y apertura? Durante dos décadas de Frente Nacional y régimen bipartidista, las guerrillas guevaristas y comunistas que nacieron en los años sesenta fueron militarmente marginales; el ELN fue prácticamente desmantelado a los pocos meses de su fundación y las FARC se replegaron a la selva, a nuevas zonas de colonización y fueron orientadas por el Partido Comunista a una función de resistencia. Fue en la segunda mitad de los años setenta cuando irrumpió la guerrilla en Colombia como fuerza de impacto nacional y con pretensiones de ser el pilar de una lucha armada por el poder. Algunos analistas hablan de este periodo como la segunda ola de la insurgencia. Al decir de Rafael Pardo, consejero de paz durante el gobierno Barco ex ministro de Defensa, “La segunda ola de guerrillas, iniciada a medidos de los setenta, se motivó en Colombia por los mismos parámetros internacionales: la derrota de la vía electoral por el golpe miliar en Chile contra el Gobierno socialista de Salvador Allende y la derrota militar de Estados Unidos en Vietnam. En la política interna, el sistema político seguía siendo percibido como cerrado, aunque el fin de la alternación entre los partidos liberal y conservador del Frente Nacional, terminado en 1974, abrió posibilidades de participación política a grupos de izquierda democrática”. (Pardo R, 2004, La historia de las guerras, pág. 460). El triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1979, cuando derrotó mediante un levantamiento guerrillero e insurreccional a la dictadura de Somoza, le dio un impulso sin precedentes desde la revolución cubana a los movimientos armados en Centro América y en varios países de Sudamérica. En la contraparte se fortalecieron las alianzas militares con los Estados Unidos que respondió con operaciones encubiertas y abiertas como el bloqueo a Nicaragua y la propagación de políticas de seguridad nacional para contener los movimientos legales o ilegales que pudieran animar la amenaza allendista o sandinista en el subcontinente. En Colombia desde finales de los sesenta se mostró la incapacidad del Frente Nacional bipartidista para responder a la protesta urbana y a las demandas de los sectores medios y de asalariados. Desde el campo se agitaba el inconformismo por las reformas incumplidas y el bipartidismo liberal – conservador fue agrietado por la emergencia de la Alianza Nacional de Oposición que con el ex general Rojas Pinilla a la cabeza, canalizó el descontento y le disputó las elecciones al candidato conservador predestinado a ser Presidente. Esas elecciones realizadas el 19 de abril de 1970 quedaron marcadas por el fraude y hasta hoy se debate sobre la magnitud de la alteración de los resultados en las urnas. Durante los años setenta se combinaron protestas sociales de gran impacto: entre 1968 y 1975 se registró la movilización campesina e indígena por la tierra de mayor dimensión en el Siglo XX; en este mismo periodo se registraron movilizaciones estudiantiles en casi todas las universidades públicas de Colombia y se reorganizó el sindicalismo bajo la dirección mayoritaria de las corrientes de izquierda. La protesta urbana y desde las cabeceras de municipios de población rural tomó la forma de centenares de paros cívicos y todo ese concurso de agitación social se expresó en el Paro Cívico Nacional realizado en 1977 durante la administración de Alfonso López Michelsen. Desde 1974 el país comenzó a actuar el M19 que se formó por la confluencia de un sector de la ANAPO y una pequeña disidencia urbana de las FARC. El nombre, Movimiento 19 de abril y el lema “Con el pueblo, con María Eugenia, con las armas al poder”, resumió el programa de esa guerrilla. Se hizo celebre por el robo de la espada de Bolívar, el asesinato del líder sindical liberal José Raquel Mercado y por el secuestro de empresarios y narcotraficantes. Pero su mayoría de edad, en diciembre de 1978, fue el robo de 5000 fusiles por un túnel bajo el depósito de armas en el Cantón Norte en Bogotá. Varios centenares de militantes fueron detenidos y juzgados por tribunales militares. Durante los gobiernos de López y de Turbay la protesta social fue entendida como expresión de la subversión y se le respondió con Estado de Sitio y medidas de excepción. El reto guerrillero se sumó a las justificaciones del régimen en crisis para la militarización, la aprobación del Estatuto de Seguridad y la practica de retenciones arbitrarias y de torturas. En plena administración Turbay “Las denuncias de violación de derechos humanos eran permanentes y el gobierno enfrentaba criticas y aislamiento internacional” (Pardo R, 2004). Los primeros carteles del narcotráfico y el MAS En los años setenta crecieron los carteles de la droga en Colombia y penetraron todas las esferas de la vida en los centros urbanos y de la política. Los señores de la droga pasaron a financiar a los políticos regionales y a muchas figuras nacionales; en las principales capitales se volvieron socios de empresarios tradicionales o irrigaron varias esferas legales con sus emergentes fortunas. La incipiente guerra contra las drogas se mezclaba aún con las alianzas de la contra en Centro América como las que encabezó el Coronel North en Nicaragua recurriendo a las finanzas del narcotráfico. El M19 en sus primeros años y siguiendo la experiencia de las FARC, recurrió al secuestro para financiarse pero le agregó la ocurrencia de dirigir sus operaciones hacia los capos de la mafia: “ en octubre y noviembre de 1981 secuestraron a varios traficantes y a miembros de sus familias” (Henderson, J. (2102) La historia de cómo el narcotráfico destruyó la paz de Colombia. Pág. 95). Según narra Henderson, secuestraron a Carlos Ledher y a tres hijos del traficante Carlos Jáder Álvarez; el primero se escapó herido y los otros fueron asesinados al no recibir el rescate. La respuesta de los narcos de todo el país a estas operaciones de finanzas del M19 y en especial al secuestro de Marta Nieves Ochoa fue la creación del Movimiento Muerte a Secuestradores – MAS que en encabezó el ya narcotraficante Fidel Castaño, socio de Pablo escobar. http://www.youtube.com/watch?v=j_sitRsGG8E (surge el MAS) El MAS inauguró entonces el método del asesinato de civiles presuntamente relacionados con la guerrilla para responder no solo al secuestro o a la extorción guerrillera, sino a toda suerte de situaciones contrarias a sus intereses. Centenares fueron asesinados en pocos meses y después de la liberación de Marta Nieves Ochoa se transformó en un aparato de guerra sucia y en razón social para la persecución de lideres o de opositores. El gobierno de Turbay se mostró indiferente a la emergencia del MAS y a los llamados de muchos sectores a desmantelar esa hidra de cien cabezas que desde su origen mostró su capacidad de corrupción y de ejercicio desmedido y criminal de la violencia. La toma de la Embajada de República Dominicana por un comando del M19, volvió a colocar al orden del día los temas de la democracia y de la paz. Los guerrilleros tomaron a 14 embajadores como rehenes, incluidos los de Estados Unidos y el Vaticano, y exigieron amnistía, levantamiento del Estado de Sitio y diálogos por la paz. El manejo incruento de este asalto guerrillero le permitió a Turbay recuperar sanos y salvos a los diplomáticos, pero en la situación convulsiva que se vivía el balance fue más favorable para el M19 que apareció, mediante un hecho violento, como opositor a un régimen represivo y como abanderado de la paz. La amnistía condicional fracasó en 1981 El rechazo internacional y nacional a la represión y al recorte de las libertades ciudadanas creció durante la segunda parte de la administración liberal de Julio Cesar Turbay Ayala. Los movimientos en contra de dictaduras crecían en el mundo bajo el impacto de la derrota de Estados Unidos en Vietnam y en particular en centro América desde el derrocamiento de Somoza por el levantamiento sandinista en julio de 1979. Con toda esa presión en Colombia se volvió a hablar de paz y Turbay promovió una amnistía condicionada mediante la Ley 37 de marzo de 1981. ftp://ftp.camara.gov.co/camara/basedoc/ley/1981/ley_0037_1981.html Esa Ley 37 fue rechazada por las guerrillas con diversos argumentos pero coincidían en que no respondía a la realidad de la rebelión al establecer en el artículo 1: “ La amnistía no comprende los casos en que los delitos de rebelión, sedición o asonada, fueren conexos con el secuestro, la extorsión, el homicidio cometido fuera de combate, el incendio, el envenenamiento de fuentes o depósitos de agua, y, en general, con actos de ferocidad o barbarie”. El nuevo liberalismo y sectores del partido conservador se unieron a las demandas de amplia amnistía con un discurso de paz: “La alternativa, hoy, es dictadura o democracia, guerra o paz – decía Luis Carlos Galán, candidato a la presidencia de la República – Queremos paz, apoyamos el diálogo, invitamos a la nación a participar en el diálogo ...” (Galán, L, citado por Villamizar, 2004, pág.226). Betancur inició su gobierno con amnistía y discurso de paz El triunfo de Belisario Betancur en las elecciones de 1982 inició con un cambio de discurso que no esperaban las guerrillas. En materia internacional giró del tradicional seguimiento a Estados Unidos a la vinculación de Colombia al Movimiento de Países No Alineados; se propuso el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba y promovió la mediación internacional apoyando con Venezuela y México el Grupo de Contadora para negociaciones de paz en Centro América. A las pocas semanas de su posesión, Betancur apoyo el proyecto de Ley de amnistía presentado por el socialista Gerardo Molina y 19 congresistas liberales. La Ley 35 de noviembre de 1982 se convirtió en la amnistía más amplia de la historia de Colombia, eliminando toda restricción por conexidad con delitos comunes o atroces: “ART 2o. Para los efectos de esta Ley, entiéndese por delitos políticos los tipificados en el Código Penal como rebelión, sedición o asonada, y los conexos con ellos por haber sido cometidos para facilitarlos, procurarlos, consumarlos u ocultarlos”. http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/sociologia/papeles/papeles7.htm La amnistía incondicional era solo una cuota inicial para la paz. Pero con ese paso, apoyado mayoritariamente por conservadores y liberales en el Congreso de la República, el gobierno recuperó la iniciativa y obligó a las guerrillas a reacomodar sus proyectos de guerra. La amnistía y las iniciativas de la Comisión de Paz que comenzó a actuar desde el primer mes de gobierno, llegaron en un periodo en el cual las FARC estaban pasando de guerrilla de resistencia a “Ejercito del Pueblo” para la ofensiva por el poder, tal como lo definió la VII Conferencia de esa organización. Durante la administración Turbay se habían multiplicado y pasaron de 9 frentes en 1978 a 27 en 1983, cuando en la VII Conferencia deciden por primera vez en 20 años volverse una guerrilla ofensiva de lucha por el poder y no de reserva, autodefensa o resistencia. En esas condiciones las FARC entran a los diálogos cuando estiman que el país se acerca a una situación revolucionaria propicia para la toma del poder mediante la ofensiva del ejército guerrillero y el levantamiento popular. La apreciación de la nueva situación creada por las iniciativas de paz de Betancur los lleva a la fórmula Cese al fuego tregua y Paz sin renunciar al plan a ocho años “que debe culminar con la estructuración de un potente Ejército Revolucionario y la creación de un gobierno provisional”. Jacobo Arenas, Cese al fuego, FARC – EP, Junio de 2000, pág. 118). También el M19 había tenido su VIII Conferencia el 7 de agosto de 1982 y allí reafirmo los propósitos de lucha revolucionaria y conformación de una fuerza militar como columna vertebral de la estrategia. La iniciativa de Betancur le obligaría a adaptar rápidamente el discurso y llegar a los acuerdos del Diálogo Nacional que se presentaron en los términos demandados por Bateman desde años atrás. Como señaló Carlos Pizarro años después en entrevista con Belisario Betancur “en 1984 no estábamos maduros para la paz” . CONSECUENCIAS DE LA RUPTURA DEL DIALOGO Y DE LA TREGUA Con la ruptura del Gran Diálogo Nacional entró en crisis todo el intento de solución política y se acrecentó también la oposición a los Pactos de La Uribe. Los grupos paramilitares que venían conformándose desde la administración Turbay se recompusieron y tomaron la iniciativa. La investigación realizada por el Procurador General de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, le permitió advertir al nuevo gobierno que del MAS original formado por las mafias se había pasado a un “mecanismo criminal de contraofensiva social, económica y política, al que han venido paulatinamente cediendo y apelando, en forma cada vez más recurrente y masiva, distintos sectores de nuestra población, en la ciudad y en el campo, para combatir las más diversas manifestaciones del conflicto social”. (Carta del Procurador Carlos Jiménez Gómez al Presidente de la República, Febrero 4 de 1983). En este recurso generalizado a la guerra sucia, según el Procurador, confluían elementos importantes de las Fuerzas Armadas y “finqueros y ganaderos, comerciantes, líderes de nuestra política lugareña, o regional,, o simples activistas …” (Oficina del Alto Comisionado para la Paz, El Proceso de Paz en Colombia 1982 – 1994, publicado por la Presidencia de la República, Bogotá 1998, pág. 511). La lista de los miembros del MAS suministrada por la Procuraduría el 23 de febrero de 1983 incluyó a militares del Magdalena Medio, Antioquía, Santander y Arauca; a efectivos de la Policía Nacional en el Valle y una larga lista de civiles de las mismas regiones. http://www.semana.com/especiales/articulo/el-dossier-paramilitar/11674-3 Las FARC renovaron los compromisos de la Uribe días antes de la posesión del nuevo Presidente, pero la solución negociada en los términos pactados en 1984 ya no era la política de la Administración Barco. La atención se dirigió a la guerra de los carteles que llevó el terror a varias regiones y en especial a Bogotá, Medellín y Cali. Los secuestros de familiares de gobernantes y personalidades de la elite social y política se alternaron con los magnicidios. En medio de este panorama la UP se convirtió en objetivo militar y centenares de sus lideres fueron asesinados. Solo al final de esta administración se volvió a formular una política frente a las guerrillas, como parte de la estrategia contra la violencia.