superyo | testimonio He podido convertirme en un alcohólico. Sin embargo, en lugar de las excusas, preferí la constancia y la dedicación” 70+SALUD testimonio | superyo Relato de vida / Darío Lozada “La hemiplejia ha sido una lección de humildad” Un accidente en moto hace 17 años le produjo parálisis del lado izquierdo del cuerpo y le afectó el habla. Completó la carrera de Derecho en silla de ruedas y obtuvo nueve reconocimientos de excelencia académica. Hoy, se moviliza solo y ejerce su profesión desde su casa / Carlos Faigl | Fotografía Roberto Mata “La madrugada del 7 de febrero de 1993 salí de Caracas rumbo a Maturín para vender la moto en la que viajaba. Casi llegando a mi destino tuve un accidente de tránsito que me dejó hemipléjico a los 27 años. No recuerdo si fue porque me quedé dormido, si estaba cansado o si perdí el control de la moto. Cuando desperté, me contaron que un taxi me había arrollado en un semáforo. Estuve en coma durante cuatro meses. Abrí los ojos en la terapia intensiva del Hospital Domingo Luciani, al que me habían trasladado desde Maturín en ambulancia. Tenía una señora al lado que me sostenía la mano. Como me habían hecho una traqueotomía no podía hablar, entonces le pedí un papel y un bolígrafo. Escribí: ‘¿Dónde está mi mamá?’. Ella me respondió: ‘Yo soy tu mamá’, y se puso a llorar. En ese momento la reconocí y supe que me había ocurrido algo muy grave. Cuando llegó el médico me dijo que estaba despertando de un coma a causa de un accidente en moto. Sufrí una contusión en el tallo cerebral que me produjo la hemiplejia y me hizo perder el control de los músculos del lado izquierdo. Por esa razón también quedé hablando con dificultad. Los siguientes cinco meses estuve hospitalizado, haciendo terapia para mejorar los movimientos del brazo y la pierna. Desde entonces, uso una silla de ruedas. Durante cuatro años mi mamá y mis hermanas me tuvieron que bañar y cambiar el pañal que debía usar. Tuve que aprender a hablar otra vez y a ir al baño solo. Nunca salía de mi casa. Lo único que hacía era leer. Al principio, lloraba mucho. Mi vida había cambiado drásticamente. Sufría cuando veía a mi familia preocupada porque pensaba que nunca iba a poder salir adelante. Además, dos años después del accidente, mi padre murió de un infarto y mi madre quedó sola. En 1998, a escondidas de mi mamá, bajé en mi silla de ruedas al boulevard de El Cafetal, donde vivo, y tomé un taxi hasta la Universidad Santa María para entregar una carta de solicitud de reincorporación a mi carrera de Derecho, que había abandonado en el segundo año por lo ocurrido. Dos meses después, recibí una respuesta afirmativa. Mis amigos más cercanos me ayudaron económicamente. Volver a clases fue una experiencia muy gratificante, porque descubrí que me gustaba estudiar. Recibí diplomas de excelencia académica por eximir nueve materias con calificaciones sobresalientes. Creo que ésa fue la mejor prueba de que mi capacidad intelectual no quedó afectada. Los compañeros de clases me decían que les hubiese gustado tener el mismo empeño que yo. En el 71+SALUD superyo | testimonio Tuve que aprender a hablar otra vez y a ir al baño solo. Nunca salía de mi casa. Lo único que hacía era leer. Al principio, lloraba mucho” año 2002 terminé la carrera y en el acto de graduación recibí dos medallas y di el discurso de grado. Antes del accidente no era tan dedicado: había estudiado tráfico aéreo e inglés y si sacaba 12 puntos en un examen me iba a festejar como si fuera un gran logro. En el año 2004 me puse de pie por primera vez después del coma. Fue en el boulevard de El Cafetal. Llevaba tiempo haciendo ejercicios para las piernas y un día tuve fuerzas para levantarme de la silla de ruedas. Mi mamá iba saliendo del edificio en ese momento y me vio dando unos pasos. Fue una emoción muy grande. Hoy puedo levantarme, pero no mantengo el equilibrio. Nunca me arrepentí de haber hecho aquel viaje. Más bien puedo decir que le doy gracias a Dios, porque antes del accidente me creía superior a los demás, era muy superficial. Tenía motos y carros, y juzgaba a la gente por la zona donde vivía. Mi cabeza estaba llena de tonterías. De no haberme pasado esto, no habría entendido el valor de la vida. Esta experiencia, además, me ha permitido asegurar que el que quiere hacer algo por sí mismo y por los demás, puede. En el año 2004 introduje varias solicitudes en la Alcaldía de Baruta para que todas las esquinas del boulevard fuesen acondicionadas con rampas para personas en sillas de ruedas. En 2008 hicieron las obras. Siento que fue un logro mío. Cuando hay algún problema serio en la familia, o el dinero no alcanza en casa, es muy fácil echarse a morir. En mi caso, he podido convertirme en un alcohólico. Sin embargo, en lugar de las excusas, preferí la constancia y la dedicación. Llevo una vida normal. Ejerzo mi profesión: redacto documentos de compra y venta de bienes desde mi casa, y he tenido casos penales, mercantiles y de menores. Todos los días me movilizo solo. Uso taxi y metrobús, que tiene rampas de acceso para personas con discapacidad. Tengo una novia con la que mantengo una relación estable y dos hijos de 19 años: Darío, que vive en Estados Unidos, y Jeanine Alexandra, que vive en Maturín. Casi todos los días hablamos por teléfono. Me gusta leer libros de astronomía. Aprender los nombres de planetas y estrellas me sirve de ejercicio para la memoria. También leo la Biblia y rezo en voz alta para practicar la modulación, que hasta ahora me ha costado. La hemiplejia ha sido una lección de humildad: aprendí a no etiquetar a nadie y a valorar a mis amigos. Ahora, incluso, bajo al boulevard y disfruto saludando a los vecinos. Han pasado 17 años y me siento como un joven de esa edad. Ese día en Maturín volví a nacer”. • 72+SALUD