APUNTES 2º Bach. TEMA 10. LA NOVELA Y EL ENSAYO A PRINCIPIOS DEL SIGLO XX 1. LA NOVELA EN LA GENERACIÓN DEL 98 Durante los primeros años del siglo XX, autores del siglo anterior siguen escribiendo novelas. Se publican títulos importantes de Galdós, Pardo Bazán o Blasco Ibáñez, novelas naturalistas, afines a la corriente realista. Sin embargo, en esta época surge una reacción contra el Realismo y el Naturalismo. Un grupo de jóvenes escritores aparece con un deseo de innovación tanto en los temas como en las formas, buscando una renovación intelectual, artística e ideológica. Estos autores serán los conocidos como Generación del 98. Entre la novela realista y la novela del 98 se pueden establecer diferencias notables: NOVELA REALISTA NOVELA DE LA G.98 La realidad es el tema principal; interesa más la realidad externa que la personalidad. El tema principal es la visión que de la realidad tiene cada autor. El novelista analiza la realidad para justificar una tesis. El autor refleja lo cotidiano como instrumento para conocer lo esencial de la propia realidad. El protagonista es la sociedad, la colectividad, no el individuo. El relato se centra en un personaje, que focaliza toda la acción. El narrador es omnisciente, pero trata de ser objetivo e imparcial. El autor está omnipresente: a través del narrador manifiesta sus ideas y opiniones acerca del tema tratado. Estilo muy detallista y minucioso. Estilo sobrio, sin apenas recursos retóricos. La tćcnica de descripción es objetiva y detallada, Se describe la realidad desde una perspectiva como resultado de la observación de la realidad. personal. La técnica descriptiva es subjetiva. El léxico tiende a ser denotativo y desapasionado. El léxico es valorativo y abundan los localismos y arcaísmos. Relatos amplios y densos. Preferencia por los relatos cortos. Autores como Azorín, Maeztu, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y Valle-Inclán manifiestan su protesta contra las costumbres decadentes de la sociedad española y proponen una reforma total de las conductas sociales y morales de los españoles. Todos los autores comparten una serie de características : Desarrollan un idealismo de carácter neorromántico. La triste realidad de España les causaba tristeza y pesimismo, pero su optimismo los llevaba a tener la esperanza de crear un nuevo espíritu y una España mejor. Su actitud individualista los lleva al subjetivismo, una visión personal de las cosas frente a la fiel reproducción de la realidad que pretendían los autores realistas. Su inicial exaltación y rebeldía fueron evolucionando hacia una actitud más pasiva, una renuncia a luchar por la transformación de la sociedad y una evocación nostálgica del pasado. A sus deseos de transformación siguió una actitud lírica y contemplativa, a un proceso de interiorización e intimismo que les llevó a la búsqueda y reflexión de temas más trascendentales sobre el hombre y su destino. 1.1.LOS TEMAS EN LA NOVELA DE LA G.98 Los dos asuntos que más preocupaban a los autores del 98 eran el tema de España y el tema existencial. Ante estos temas, la actitud de cada autor será muy diferente: angustia y obsesión por el desarrollo de la inmortalidad, en Unamuno; preocupación por la caducidad de lo terrenal en Azorín; o incredulidad religiosa y escepticismo vital en Baroja. a) El tema de España lo abordan desde perspectivas diferentes, debido al subjetivismo e individualismo de cada autor: Unamuno parte de un planteamiento reformista y patriótico; Baroja muestra una visión más escéptica y pesimista; Azorín percibe la realidad de una forma más lírica e impresionista. Sin embargo, todos muestran una España diferente a la reflejada en los tópicos y tradiciones. Buscan descubrir el alma de España, por diferentes caminos: El paisaje, en especial el de Castilla, en el que descubren el verdadero espíritu del hombre castellano. Se trata de una visión del paisaje subjetiva e idealista. La historia, pero no la de las grandes hazañas y guerras, sino la de los pequeños sucesos que ocurren en la vida cotidiano, sin héroes, con gente normal. A esto lo llamó Unamuno la intrahistoria. La literatura, volviendo a los autores del medievo como Berceo o Manrique, a los barrocos Góngora o Cervantes, al romántico Larra. En especial, En El Quijote veían reflejadas las conductas de los españoles. b) El tema existencial que abarca diferentes aspectos como la preocupación por el sentido de la vida, el papel de la religión en la sociedad y en la vida individual, las dudas sobre la existencia del más allá y los conflictos psicológicos y morales del ser humano. 2.2.EL ESTILO NARRATIVO DE LA G.98 En cuanto a la técnica también se puede hablar de intento reformador. Las características más relevantes son: - Se huye de la grandiosidad, haciendo una prosa más sencilla y clara, pero sin perder la expresividad. - Presencia del estilo personal, que diferencia a un autor de otro. - La expresión de las emociones que la realidad provoca en la intimidad del autor. - La tendencia a la precisión léxica, con las palabras justas (a veces con localismos o vocabulario arcaizante). Abundan en el léxico las valoraciones subjetivas para desvelar los sentimientos más íntimos. - Preferencia por la oración, el párrafo corto y la expresión natural. 2.3. LOS NOVELISTAS DEL 98 Miguel de Unamuno (1864-1936) La personalidad de este autor es muy peculiar. Hombre muy polémico, en defensa de sus ideas, luchando contra todo aquello que le parecía mal. Su vida fue una permanente lucha, una agonía y él un agonista, palabra con la que define a los personajes de sus novelas. Uno de sus rasgos más característicos es el gusto por la paradoja y por la contradicción, como vía para la búsqueda de la verdad. Toda su obra se basa en la preocupación por España y en su preocupación por la existencia y la muerte, por la relación entre Dios y los hombres, entre la eternidad y la nada, y por el conflicto entre la razón y la fe. Todo evoluciona hacia una confusión entre sueño y realidad, entre razón y fe. Entre sus obras destacan: Paz en la guerra (1897), Amor y pedagogía (1902), Niebla (1914) y San Manuel Bueno, Mártir (1933), en la que el protagonista, un sacerdote tiene un verdadero drama: la falta de fe. La novela trata sobre la fe y la inmortalidad. José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967) Autor muy detallista en sus narraciones y descripciones, pues pretende captar lo esencial de la realidad, pero con una técnica sencilla, con breves frases y con orden y claridad. Su tema principal es la preocupación por el tiempo que pasa, con una prosa triste y melancólica. Sus obras principales son: La voluntad (1902), Antonio Azorín (1903), Confesiones de un pequeño filósofo (1904). Don Juan (1922), Doña Inés (1925). Pío Baroja (1879-1956) El tema principal de su obra es la protesta contra la sociedad, a la que critica por sus conductas hipócritas, sus injusticias y aburguesamiento. Su actitud es crítica y sincera, aunque también muestra compasión por lo marginal. Formalmente, sus novelas son espontáneas y antirretóricas, es decir, sin una estructura previamente definida, predomina un estilo con párrafos cortos, léxico claro y sencillo, con presencia de localismos. La sintaxis es también sencilla, sobre todo en los diálogos, que reproducen el lenguaje conversacional. Las descripciones de personajes y ambientes se hacen de un modo rápido pero expresivo. Sus novelas se pueden dividir en dos grupos: - Las novelas de pensamiento. En ellas muestra su escepticismo por lo religioso y la ética del hombre, reflejado en personajes tristes, descontentos, desesperanzados. Podemos señalar Camino de perfección (1902), La busca (1904), El árbol de la ciencia (1911). - Las novelas de acción. Son un cúmulo de sucesos y episodios llenos de acción. Las principales son Zalacaín el aventurero (1909), Las inquietudes de Shanti Andía (1911). Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936) Autor muy original, su primera gran obra es modernista, con una gran sensualidad y los temas principales son el amor y la muerte: Sonatas: Sonata de otoño (1902), Sonata de estío (1903), Sonata de primavera (1904) y Sonata de invierno (1905). En 1926 escribe Tirano Banderas, en la que intenta reflejar los aspectos lingüísticos y las costumbres de América. La acción gira en torno a un dictador que tiraniza a los hombres. 2. EL ENSAYO EN LA GENERACIÓN DEL 98 2.1.TEMAS Entre los temas más tratados en esta generación son el problema de España. y el sentido de la vida. En cuanto al tema de España, buscan un cambio en cuanto a los tópicos que se refieren al carácter español. En canto al tema existencial, son variadas las perspectivas (religión, la ética, la filosofía...). 2.2.AUTORES Quizás el autor más importante de la generación del 98 es Miguel de Unamuno. Sus dos grandes temas son el sentido de la vida y su preocupación por España. En su producción se pueden establecer dos etapas: en la primera, hasta 1905, sigue las teorías del Regeneracionismo e intenta europeizar España; en la segunda, a partir de 1905, se centra en la idea de españolizar Europa. Entre sus obras ensayísticas, podemos destacar En torno al casticismo (1895-1916), en la que se puede ver su preocupación por el tema de España, introduciendo el concepto de intrahistoria, mediante el cual opone la vida cotidiana del pueblo a la historiografía oficial. Son también importantes La agonía del cristianismo (1924) y Del sentimiento trágico de la vida (1913), en las que se plantea la cuestión de la inmortalidad. Los rasgos característicos de sus ensayos son: una estructura de diálogo mediante preguntas y respuestas; la presencia de metáforas, parábolas y paradojas, la utilización de admiraciones e interrogaciones retóricas y la búsqueda de un lenguaje sencillo y claro. José Martínez Ruiz, Azorín, fue otro ensayista con obras como Los pueblos (1905), La ruta de don Quijote (1905) y Castilla (1912). Sus obras se caracterizan por su sencillez y precisión, empleo de frases breves y gran riqueza léxica. Sus temas fundamentales son: el tiempo y la fugacidad de las cosas, el paisaje de España y la literatura. Pío Baroja criticó fuertemente la crueldad, la estupidez y la maldad de la sociedad del momento en sus obras Memorias, juventud, egolatría (1917) y Desde la última vuelta del camino (1943-1949). Antonio Machado sobresale como ensayista en su obra Juan de Mairena, donde expone sus ideas estéticas, religiosas y filosóficas. TEXTO 1 Decíase que había entrado en el Seminario para hacerse cura, con el fin de atender a los hijos de una su hermana recién viuda, de servirles de padre; que en el Semi¬nario se había distinguido por su agudeza mental y su talento y que había rechazado ofertas de brillante carrera eclesiástica porque él no quería ser sino de su Valverde de Lucerna, de su aldea perdida como un broche entre el lago y la montaña que se mira en él. ¡Y cómo quería a los suyos! Su vida era arreglar matrimonios desavenidos, reducir a sus padres hijos indómitos o reducir los padres a sus hijos, y sobre todo consolar a los amargados y atediados, y ayudar a todos a bien morir. Me acuerdo, entre otras cosas, de que al volver de la ciudad la desgraciada hija de la tía Rabona, que se había perdido y volvió, soltera y desahuciada, trayendo un hijito consigo, Don Manuel no paró hasta que hizo que se casase con ella su antiguo novio, Perote, y reconociese como suya a la criaturita, diciéndole: -Mira, da padre a este pobre crío que no le tiene más que en el cielo. -¡Pero, Don Manuel, si no es mía la culpa...! -¡Quién lo sabe, hijo, quién lo sabe...!, y, sobre todo, no se trata de culpa. Y hoy el pobre Perote, inválido, paralítico, tiene como báculo y consuelo de su vida al hijo aquel que, contagiado de la santidad de Don Manuel, reconoció por suyo no siéndolo. Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir TEXTO 2 Nadie en el pueblo quiso creer en la muerte de don Manuel; todos esperaban verle a diario, y acaso le veían pasar a lo largo del lago y espejado en él o teniendo por fondo la montaña; todos seguían oyendo su voz, y todos acudían a su sepultura, en torno a la cual surgió todo un culto. Los endemoniados venían ahora a tocar la cruz de nogal, hecha también por sus manos y sacada del mismo árbol de donde sacó las seis tablas en que fue enterrado. Y los que menos queríamos creer que se hubiese muerto éramos mi hermano Lázaro y yo. Él, Lázaro, continuaba la tradición del santo y empezó a redactar lo que le había oído, notas que me han servido para esta mi memoria. - Él me hizo un hombre nuevo, un verdadero Lázaro, un resucitado –me decía-. Él me dio fe. - ¿Fe? – le interrumpía yo. - Sí, fe, fe en el consuelo de la vida, en el contento de la vida. Él me curó de mi progresismo. Porque hay, Ángela, dos clases de hombres peligrosos y nocivos: los que, convencidos de la vida de ultratumba, de la resurrección de la carne, atormentan, como inquisidores que son, a los demás, para que, despreciando esta vida como transitoria, se ganen la otra, y los que, no creyendo más que en ésta… - Como acaso tú… -le decía yo. - Y sí, y como don Manuel. Pero no creyendo más que en este mundo esperan no sé qué sociedad futura y se esfuerzan en negarle al pueblo el consuelo de creer en otro… - De modo que… De modo que hay que hacer que vivan de la ilusión. Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir TEXTO 3 En el pueblo todos acudían a misa, aunque solo fuese por oírle y por verle en el altar, donde parecía transfigurarse, encendiéndosele el rostro. Había un santo ejercicio que introdujo en el culto popular, y es que, reuniendo en el templo a todo el pueblo, hombres y mujeres, viejos y niños, unas mil personas, recitábamos al unísono, en una sola voz, el Credo: «Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador del Cielo y de la Tierra...» y lo que sigue. Y no era un coro, sino una sola voz, una voz simple y unida, fundidas todas en una y haciendo como una montaña, cuya cumbre, perdida a las veces en nubes, era don Manuel. Y al llegar a lo de «creo en la resurrección de la carne y la vida perdurable» la voz de don Manuel se zambullía, como en un lago, en la del pueblo todo, y era que él se callaba. Y yo oía las campanadas de la villa que se dice aquí que está sumergida en el lecho del lago -campanadas que se dice también se oyen la noche de San Juan- y eran las de la villa sumergida en el lago espiritual de nuestro pueblo; oía la voz de nuestros muertos que en nosotros resucitaban en la comunión de los santos. Después, al llegar a conocer el secreto de nuestro santo, he comprendido que era como si una caravana en marcha por el desierto, desfallecido el caudillo al acercarse al término de su carrera, le tomaran en hombros los suyos para meter su cuerpo sin vida en la tierra de promisión. […] Su vida era activa y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener nada que hacer. Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: «Y del peor de todos, que es el pensar ocioso». Y como yo le preguntara una vez qué es lo que con eso quería decir, me contestó: «Pensar ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y no en lo que hay que hacer. A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor que remordimiento sin enmienda». ¡Hacer!, ¡hacer! Bien comprendí yo ya desde entonces que don Manuel huía de pensar ocioso y a solas, que algún pensamiento le perseguía. (Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir). RESUMEN: El árbol de la ciencia es una de las obras maestras de Pío Baroja. Escrita a principios del siglo XX, presenta una visión áspera y hostil de la sociedad española de finales del siglo XIX. El pesimismo del protagonista se corresponde con el del propio autor y con el ambiente dominante en la sociedad española de la época, enormemente afectada por la llamada crisis del 98. La obra tiene dos partes separadas por una larga conversación de carácter filosófico entre el protagonista, Andrés Hurtado y su tío, el doctor Iturrioz, en este diálogo, especialmente, encontramos tesis características del pesimismo existencial del que Pío Baroja fue un firme representante. Esta novela tiene un carácter semiautobiográfico. En la primera parte se narra la vida de un estudiante de Medicina, como el propio Baroja, que asiste en Madrid a una Universidad mediocre y corrompida fiel reflejo del mundo que le rodea. En la segunda parte, a través de la estancia de Hurtado en Alcolea, un pueblo manchego, Baroja nos expresa su disconformidad por las tradiciones típicas de la España rural del siglo XIX. También aquí hay ecos de la breve época en que Baroja ejerció como medico rural en el país vasco. En el campo, la situación no es mejor que en Madrid: pobreza, caciquismo, ignorancia, resignación etc. Tras una breve estancia en Alcolea, Hurtado vuelve a Madrid, en donde después de experiencias durísimas ejerciendo su profesión, encuentra un paréntesis de paz al casarse con Lulú, intermedio que acaba con la muerte de esta, del hijo que esperaban y con el suicidio del protagonista. Los fallecimientos corresponden al final de las ilusiones, de la lucha, la derrota de los ideales y la resignación hacia un mundo sin esperanza, un mundo destinado a la fatalidad. Un aspecto interesante de la novela es el uso casi único del narrador en tercera persona parcial, centrado en el protagonista, que es un ser desorientado, que no encuentra sentido en el mundo en que vive, que desea cambiar las cosas, pero a quien la sociedad acaba aniquilando, de tal manera que el lector obtiene una única visión del mundo, la del propio Andrés Hurtado, tan semejante a Baroja. También es interesante, la enorme cantidad de personajes secundarios, casi todos caracterizados de forma negativa, y que le sirven al autor para trazar una despiadada radiografía del Madrid burgués y proletario de finales del siglo XIX. El estilo de la novela es muy sencillo, de ritmo rápido y directo a pesar de la variedad de situaciones y de la gran cantidad de personajes, lo que da amenidad a una obra tan llena de sentimientos personales y de reflexiones filosóficas. Por último llama la atención el final de la novela cuando el tío califica a Hurtado de precursor, es decir de alguien que no puede soportar los valores de una sociedad que no sirven de palanca para la mejora del individuo ni para el cambio social. TEXTO 4 La Venancia era una de esas viejas secas, limpias y trabajadoras; se pasaba el día sin descansar un momento. Tenía una vida curiosa. De joven había estado de doncella en varias casas, hasta que murió su última señora y dejó de servir. La idea del mundo de la Venancia era un poco caprichosa. Para ella, el rico, sobre todo el aristócrata, pertenecía a una clase superior a la humana. Un aristócrata tenía derecho a todo: al vicio, a la inmoralidad, al egoísmo; estaba como por encima de la moral corriente. Una pobre como ella, voluble, egoísta o adultera, le parecía una cosa monstruosa; pero esto mismo en una señorona lo encontraba disculpable. A Andrés le asombraba una filosofía tan extraña por la cual el que posee salud, fuerza, belleza y privilegios tiene más derecho a otras ventajas que el que no conoce más que la enfermedad, la debilidad, lo feo y lo sucio. Aunque no se sabe la garantía científica que tenga, hay en el cielo católico, según la gente, un santo, San Pascual Bailón, que baila delante del Altísimo, y que dice siempre: “más, más, más”. Si uno tiene suerte le da más, más, más; si tiene desgracias, le da también más, más, más. Esta filosofía bailonesca era la de la señora Venancia. La Venancia conocía toda la vida íntima del mundo aristocrático de su época; los sarpullidos en los brazos y el furor erótico de Isabel II; la impotencia de su marido; los vicios, las enfermedades, las costumbres de los aristócratas las sabía por detalles vistos por sus ojos. A Lulú le interesaban estas historias. Andrés afirmaba que toda esta gente era una sucia morralla, indigna de simpatía y de piedad; pero la señora Venancia, con su extraña filosofía, no aceptaba esa opinión; por el contrario, decía que todos eran muy buenos, muy caritativos, que hacían grandes limosnas y remediaban muchas miserias. Algunas veces, Andrés trató de convencer a la planchadora de que el dinero de la gente rica procedía del trabajo y del sudor de pobres miserables que labraban el campo en las dehesas y en los cortijos. Andrés afirmaba que tal estado de injusticia podía cambiar; pero esto para la señora Venancia era una fantasía. _Así hemos encontrado el mundo y así lo dejaremos -decía la vieja-, convencida de que su argumento no tenía réplica. Pío Baroja, El árbol de la ciencia TEXTO 5 En la clase se hablaba, se fumaba, se leían novelas, nadie seguía la explicación; alguno llegó a presentarse con una corneta, y cuando el profesor se disponía a echar en un vaso de agua un trozo de potasio, dio dos toques de atención; otro metió un perro vagabundo, y fue un problema echarlo. Había estudiantes descarados que llegaban a las mayores insolencias; gritaban, rebuznaban, interrumpían al profesor. Una de las gracias de estos estudiantes era la de dar un nombre falso cuando se lo preguntaban. —Usted —decía el profesor señalándole con el dedo, mientras le temblaba la perilla por la cólera—, ¿cómo se llama usted? —¿Quién? ¿Yo? —Sí, señor ¡usted, usted! ¿Cómo se llama usted? —añadía el profesor, mirando la lista. —Salvador Sánchez. —Alias Frascuelo —decía alguno, entendido con él. —Me llamo Salvador Sánchez; no sé a quién le importará que me llame así, y si hay alguno que le importe, que lo diga —replicaba el estudiante, mirando al sitio de donde había salido la voz y haciéndose el incomodado. —¡Vaya usted a paseo! —replicaba el otro. —¡Eh! ¡Eh! ¡Fuera! ¡Al corral! —gritaban varias voces. —Bueno, bueno. Está bien. Váyase usted —decía el profesor, temiendo las consecuencias de estos altercados. El muchacho se marchaba, y a los pocos días volvía a repetir la gracia, dando como suyo el nombre de algún político célebre o de algún torero. Andrés Hurtado los primeros días de clase no salía de su asombro. Todo aquello era demasiado absurdo. Él hubiese querido encontrar una disciplina fuerte y al mismo tiempo afectuosa, y se encontraba con una clase grotesca en que los alumnos se burlaban del profesor. Su preparación para la Ciencia no podía ser más desdichada. Pío Baroja, El árbol de la ciencia