Mateo: Dejó de Servir al Dinero, para Servir a Dios

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Mateo
Dejó de servir al dinero, para servir a Dios
P o r J e ro l d A u s t
E
mpezamos a conocer a Mateo al leer el
evangelio que lleva su nombre: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre
llamado Mateo, que estaba sentado
al banco de los tributos públicos, y le dijo:
Sígueme. Y se levantó y le siguió” (Mateo
9:9). ¿Qué podemos aprender de la vida y
el ejemplo de este discípulo?
Cuando Mateo se encontró con Jesús,
era un “publicano”, un recaudador de impuestos al servicio del gobierno romano.
Con frecuencia, estas personas tenían un
nivel de vida alto porque sacaban provecho tanto de los judíos como de los romanos. Era muy común que los judíos
detestaran a sus compatriotas recolectores de impuestos. Tal vez a Mateo lo despreciaban también.
Cuando Jesús le dijo a Mateo: “Sígueme”, le estaba ofreciendo la oportunidad
más maravillosa de su vida. Sin titubear,
Mateo la aceptó y de esta manera cambió
una profesión lucrativa, aunque con una
reputación muy discutible, por un futuro
extraordinariamente diferente.
Roma y Judea
En esa época, Roma era el imperio más
poderoso de la tierra. Jerusalén y Judea
vivían a la sombra de Roma, molestos por
la presencia de un gobernador que había
sido nombrado por el emperador.
Hacía muchos años que Roma había
alcanzado el pináculo de su poderío. Su
fuerza crecía en la medida que enfrentaba a cualquiera que osaba amenazarla.
Roma intervenía para ayudar a sus aliados, pero como la naturaleza humana se
ha mantenido inalterada en toda la historia, “el deseo de ejercer un poder brutal y
destructivo, pronto se apoderó de la mentalidad romana” (Nahum Glatzer, Jerusalem and Rome [“Jerusalén y Roma”],
1970, p. 11).
Al citar al poeta Virgilio, Nahum Glatzer dice: “Roma ‘no tiene limitaciones ni
de tiempo ni de territorio’, sino que tiene
‘un dominio sin límites’. De aquí en adelante, por mucho que cambie, siempre
perdurará en la conciencia histórica y religiosa del mundo occidental la idea de
que Roma es la eterna Ciudad del Hombre” (Glatzer, op. cit., p. 13).
El poder de Roma se hacía sentir en
toda la región del Mediterráneo, y más
aún con la pesada carga de los impuestos.
Aquí es donde comienza el relato de Mateo.
Los despreciados publicanos
El senado romano decidió que era
conveniente encargar a los publicani el
trabajo de recolectar impuestos. A los
équites (ciudadanos romanos pertenecientes a una clase social entre los patricios y los plebeyos) se les otorgaban contratos que les permitían formar compañías de valores. Cada compañía debía
nombrar un director administrativo quien
a su vez nombraba subdirectores en cada
provincia. Los publicani estaban bajo el
mando de los subdirectores y eran los encargados directos de tener contacto con
todas las clases sociales de la población
(Merrill Unger, Unger’s Bible Dictionary [“Diccionario bíblico de Unger”],
1966, p. 899). Cuando en el Nuevo Testamento se habla de los “publicanos”, se
está refiriendo a este grupo de personas.
El hecho de tener que pagar impuestos
a los romanos era algo detestable para los
judíos, pero era peor aún el hecho de que
un compatriota fuera el encargado de cobrar los impuestos. Para los judíos, los
publicanos eran los peores de todos.
Con el propósito de aumentar los ingresos, los jefes del sistema tributario animaban a los recaudadores de impuestos a
cobrar sumas fraudulentas. El pueblo
veía a los publicanos como estafadores,
traidores y apóstatas, contaminados por
su asociación con los paganos e instrumentos voluntarios de los opresores romanos. Cobraban más de lo debido (Lucas 3:13) y levantaban cargos falsos con
el propósito de extorsionar a sus víctimas
y sacarles más dinero.
Con frecuencia, los astutos publicanos
ocupaban sus mentes en tratar de encontrar nuevas maneras de cobrarle a la gente más dinero en impuestos; eran muy ingeniosos para inventar nuevos impuestos:
“Impuestos por ejes, ruedas, animales de
carga, peatones, caminos, calles; por entrar en los mercados; impuestos por transportes, puentes, barcos, muelles; impuestos por cruzar ríos, por represas, por permisos; en fin, había impuestos de toda
clase. Había tantas clases de impuestos
que los eruditos modernos todavía no han
podido identificarlos todos” (Unger, op.
cit., p. 900).
Septiembre-Octubre de 2000
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Una de las prácticas más odiosas de los cobradores de
impuestos era la de detener a los viajeros
y hacerles desempacar todo lo que llevaban en los animales de carga, para inspeccionar todas sus pertenencias, aun sus
documentos personales y otras cosas.
Luego el cobrador se iba y dejaba al pobre viajero con todas sus pertenencias regadas por el suelo (ibídem).
No es de sorprender, pues, que los publicanos, como Mateo, fueran tan despreciados. Jesucristo fue duramente criticado por asociarse con “publicanos y pecadores” (Mateo 9:11); y él mismo llegó
a mencionarlos cuando estaba hablando
de personas francamente inmorales (Mateo 21:31).
Autor de un maravilloso libro
Mateo vivía en Capernaum, en la orilla
norte del mar de Galilea. En esa época,
muchas personas vivían alrededor del
lago. Para los pescadores, era la fuente de
su sustento; además, había mucha navegación y comercio en esa zona.
Los romanos habían establecido una
oficina en Capernaum para recaudar impuestos de la industria de la pesca y del
transporte de mercancía por la Vía Maris
(el Camino del Mar), que era la principal
ruta comercial de la región. Allí trabajaba
Mateo como cobrador; debió ser un puesto muy lucrativo.
Pero mientras otros lo veían como un
despreciable recolector de impuestos, Jesús de Nazaret lo vio como el escritor potencial de uno de los libros más conocidos y aceptados en el mundo.
Marcos y Lucas se refieren a Mateo
con el nombre de Leví (Marcos 2:14; Lucas 5:27). Esto puede indicar que tal vez
Mateo pertenecía a la tribu de Leví, la
cual fue absorbida en su mayoría por la
tribu de Judá cuando los babilonios llevaron el reino de Judá en cautiverio varios siglos antes.
Debido a su profesión, es probable que
Mateo supiera griego, la lengua oficial de
la región, y el arameo, la lengua nativa. Él
tenía la preparación necesaria para llevar
los registros, y era un escriba y escritor
culto. Como oficial del gobernador, es
probable que además supiera algo de taquigrafía.
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Las Buenas Noticias
El Evangelio de Mateo se caracteriza
por los largos y detallados recuentos de
las enseñanzas orales de Jesús. ¿Pudo
Mateo apuntar de una forma tan minuciosa las palabras de Jesús valiéndose de
cierta clase de taquigrafía? Veamos lo
que dice al respecto Carsten Peter Thiede, un experto en los manuscritos del
Nuevo Testamento.
“Entre los discípulos de Jesús, es probable que Leví-Mateo, el ex cobrador de
impuestos, supiera algo de taquigrafía.
Por lo tanto, los eruditos han sugerido que
de esta manera pudo haber transcrito textualmente el largo Sermón del Monte . . .
sobra decir que este concepto (de que tenemos una transcripción más o menos auténtica del Sermón del Monte) pone furiosos a los eruditos del Nuevo Testamento que consideran que San Mateo nunca
escribió el Evangelio y que este sermón
es una compilación tardía y poco confiable de enseñanzas diversas, recopilada
por varias comunidades cristianas. Lo
que debemos tener en cuenta es que no
existe una razón logística, técnica o lógica por la que Leví-Mateo no hubiera podido escribir un texto auténtico . . .”
(Carsten Peter Thiede y Matthew d’Ancona, The Jesus Papyrus [“El papiro de
Jesús”], 1997, pp. 158-159).
El llamamiento de Mateo
Los evangelios de Mateo, Marcos y
Lucas hacen un recuento del llamamiento de Mateo. Veamos la versión de Lucas:
“Después de estas cosas salió, y vio a un
publicano llamado Leví, sentado al banco
de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió” (Lucas 5:27-28).
Mateo disfrutaba de una posición lucrativa e influyente, respaldada por el poder del gobierno romano. En comparación con sus compatriotas, de seguro era
bastante rico.
Pero en la Escritura vemos que Mateo
estaba dispuesto a dejarlo todo, tal como
Jesús lo pedía: “Si alguno viene a mí, y no
aborrece [esto quiere decir tener en menor estima, poner por debajo, amar menos; ver Mateo 10:37] a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no
puede ser mi discípulo” (Lucas 14:2627). Las acciones de Mateo fueron una
prueba de su fe (Santiago 2:26).
Ahora analicemos algunos acontecimientos relacionados con una fiesta que
Mateo preparó para Jesús, sus discípulos
y sus propios amigos.
Una fiesta y
una lección espiritual
“Leví le hizo gran banquete en su casa;
y había mucha compañía de publicanos y
de otros que estaban a la mesa con ellos.
Y los escribas y los fariseos murmuraban
contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué
coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los
que están sanos no tienen necesidad de
médico, sino los enfermos. No he venido
a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:29-32).
Mateo respondió a su llamamiento con
gran júbilo e hizo una fiesta para invitar a
Jesús. Invitó además a varios de sus amigos, quienes también eran recolectores de
impuestos, demostrando con ello que no
era egoísta ni tenía miedo hacerles saber
acerca de su llamamiento. No tuvo ningún
problema para reunir bajo un mismo techo
al hombre más justo de todos los tiempos
junto con algunos de los que quizá eran
considerados como los menos justos.
Pero Jesús, y quizá también Mateo,
pudo escuchar a los fariseos cuando murmuraban porque él y sus discípulos estaban asociándose con tales individuos.
Mordazmente le preguntaron: “¿Por qué
coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” (Lucas 5:30).
Esta actitud engreída de superioridad
le permitió a Jesús responderles: “Los
que están sanos no tienen necesidad de
médico, sino los enfermos” (v. 31).
Esta era una comparación que fácilmente podían entender. Ellos sabían que
cuando las personas estaban enfermas visitaban al médico, de manera que asociarían a los despreciados publicanos con
aquellos que tenían “necesidad de médico” (v. 31).
Jesús continuó diciendo: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al
arrepentimiento” (v. 32). Como los fariseos y los escribas estaban convencidos
de su propia justicia, pensaban que no tenían nada de que arrepentirse; así, seguramente concluyeron que los pecadores a
los cuales se estaba refiriendo Jesús sí tenían muchas cosas que cambiar.
Mateo, quien transcribió las palabras
de Jesús en forma bastante detallada, incluye algo que no encontramos en el relato de Marcos ni en el de Lucas: “Id, pues,
y aprended lo que significa: Misericordia
en el reino de los cielos. Otra vez os digo,
que es más fácil pasar un camello por el
ojo de una aguja, que entrar un rico en el
reino de Dios” (vv. 23-24).
Con estas palabras, Jesús señaló
una lección espiritual muy importante. Cuando llenamos nuestras
mentes con las cosas que tienen
mucha importancia para nosotros, por ejemplo las cosas materiales, perdemos muy fácilmente de vista las cosas que son importantes para Dios. Siempre
debemos tener en mente el deseo
de buscar primeramente los tesoros
espirituales (Mateo 6:31-34).
Debemos servir
a un solo amo
Los romanos establecieron una oficina de recolección
de impuestos en Capernaum. Allí trabajaba Mateo
como cobrador; debió ser un puesto muy lucrativo.
Ilustración por Michael Woodruff
quiero, y no sacrificio” (Mateo 9:13). Estos autonombrados maestros necesitaban
aprender una lección espiritual. Jesús les
demostró que les faltaba misericordia hacia aquellos que no podían llenar la medida espiritual y los patrones legalistas que
ellos habían impuesto.
Jesús citó Oseas 6:6: “Porque misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos”.
Les recordó de una manera muy contundente que Dios se complace más en que
aprendamos a imitar sus características
de misericordia, perdón y compasión,
que en que condenemos a los demás.
Dios ama a la humanidad. Él envió a su
propio Hijo para que muriera por todos,
no solamente por unos pocos, no sólo por
aquellos que piensan que son justos.
Un camello, una aguja
y un hombre rico
Como Mateo era tal vez bastante rico,
probablemente le hizo impacto otra lección espiritual dada por Jesús. Mateo nos
habla acerca de un joven rico que se acercó a Jesús a preguntarle qué necesitaba
hacer para tener la vida eterna. Jesús le
respondió que debía “guardar los mandamientos” (Mateo 19:17).
Entonces el joven le preguntó a Jesús
que a cuáles mandamientos se refería, y
Jesús enumeró varios de los Diez Mandamientos relacionados con la forma de tratar a otros. Le citó además el mandamiento que se encuentra en Levítico
19:18: “Amarás a tu prójimo como a ti
mismo”. ¿Por qué citó Jesús este versículo en especial? Una razón tal vez sea que
quería que el joven rico se diera cuenta de
la importancia de compartir lo que tenía
con otros, ya que tenía la capacidad de hacerlo (Santiago 2:14-17).
El hombre le respondió a Jesús que
todo eso lo había guardado fielmente desde su juventud. ¿Qué otra cosa le faltaba
por hacer? Jesús le dijo: “Si quieres ser
perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo
a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo;
y ven y sígueme” (Mateo 19:21).
El joven se fue muy triste, “porque tenía muchas posesiones” (v. 22). Jesús les
dijo entonces a sus discípulos: “De cierto
os digo, que difícilmente entrará un rico
En Proverbios 16:16, Salomón
escribió: “Mejor es adquirir sabiduría que oro preciado; y adquirir
inteligencia vale más que la plata”.
Y Jesús declaró: “Ningún siervo
puede servir a dos señores; porque
o aborrecerá al uno y amará al
otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y
a las riquezas” (Lucas 16:13).
Mateo se sintió impulsado a responder
al llamamiento de Jesús. Su historia comenzó cuando era un hombre de éxito según el criterio del mundo. Pero la historia
de este discípulo terminó con más éxito
aún. Dios escribió por medio de él uno de
los cuatro evangelios, los relatos que aparecen en la Biblia de la vida y las enseñanzas de Jesús.
De la misma forma que Mateo, usted y
yo hemos sido llamados para salir de este
mundo y abandonar sus caminos egoístas
y políticos. Dios nos manda arrepentirnos
y empezar a vivir una vida de sumisión a
él y de preocupación por nuestros semejantes (Mateo 22:37-39; Hechos 17:30).
A Mateo, que una vez fue publicano, le
fue dado el gran privilegio de ser uno de
los discípulos de Jesús y uno de los 12
apóstoles originales. Él respondió inmediatamente a su llamamiento. Siendo testigo ocular, Mateo pudo escribir no solamente acerca de la vida y enseñanzas de
Jesús, sino también acerca de su crucifixión, muerte y resurrección.
Al igual que Mateo, muchas personas
en la actualidad han sido llamadas para
arrepentirse de sus pecados y ser discípulos de Jesús. ¿Responderá usted de la
misma forma en que Mateo lo hizo? BN
Septiembre-Octubre de 2000
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