josé echegaray homenaje a - CICCP

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HOMENAJE A JOSÉ ECHEGARAY
A
1904-2004
en el
CENTENARIO
de su premio
NOBEL DE LITERATURA
A
en el
130 ANIVERSARIO
de su firma como Ministro de Hacienda
del
DECRETO LEY
que concedió el
MONOPOLIO DE EMISIÓN
de billetes, moneda y deuda
al BANCO DE ESPAÑA
1874-2004
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Autores: Enrique Pérez-Galdós y Natalia Pérez-Galdós
Con la colaboración de: J.A. Fernández Durán
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2004
100 años del Nobel
José Echegaray en 1872
Óleo por Domínguez
Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales
y Puertos
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en
el año
2005
Centenario del nacimiento de la
Teoría de la Relatividad
mundial
de la
Física
reDESCUBRIENDO
A
JOSÉ ECHEGARAY
JOSÉ ECHEGARAY EIZAGUIRRE - INGENIERO DE CAMINOS, CANALES Y PUERTOS - MINISTRO DE FOMENTO MINISTRO DE HACIENDA - PREMIO NOBEL DE LITERATURA 1904 - PRESIDENTE DE LA ACADEMIA DE CIENCIAS
EXACTAS, FÍSICAS Y NATURALES - DIRECTOR DE LA REAL
ACADEMIA DE LA LENGUA - PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE FÍSICA Y QUÍMICA- PRESIDENTE DE
LA SOCIEDAD MATEMÁTICA ESPAÑOLA - CATEDRÁTICO
DE FÍSICA MATEMÁTICA EN LA UNIVERSIDAD CENTRAL
- PRESIDENTE DEL ATENEO DE MADRID 1888 - SENADOR
VITALICIO 1900 - PROMOTOR DE LA LEY DEL MONOPOLIO DE EMISIÓN DE BILLETES DEL BANCO DE ESPAÑA DIRECTOR DE LA ESCUELA DE INGENIEROS DE CAMINOS.
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“Para la matemática española, el siglo XIX comienza en 1865 y comienza con Echegaray.”
ReyPastor
“No puedo morirme, porque si he de escribir mi enciclopedia elemental de Física matemática, necesito por
lo menos 25 años.”
José Echegaray
Dejamos atrás el 2004, año del
centenario de la concesión del Premio
Nobel de Literatura a José Echegaray
Eizaguirre, para adentrarnos en el 2005,
año en que el mundo entero conmemora el centenario del nacimiento de la
Física contemporánea de la mano de la
Teoría de la Relatividad de Albert
Einstein. Ambas efemérides se nos antojan muy adecuadas para traer a estas
páginas el recuerdo de un personaje,
José Echegaray, cuya labor de divulgación de las nuevas teorías matemáticas
y de la ciencia en sus múltiples manifestaciones, merece ser rescatada del
olvido.
Los cimientos del patrimonio cultural,
científico y tecnológico de una sociedad no se
construyen únicamente con los nombres de
gigantes como Albert Einstein. Para asentar las
bases del sustrato científico de un país es esencial el trabajo de centenares de personas cuyos
nombres y apellidos muchas veces sólo son
referencias en los libros para iniciados. De esta
comunidad de individuos que unas veces realizan
labores rutinarias y faltas de brillo social, otras, de
gestión, divulgación o enseñanza de la ciencia, y a
menudo, de trabajo solitario en los laboratorios,
surge el eso que solemos llamar “el progreso”
científico. José Echegaray es uno de esos personajes a quien podemos calificar de extraordinario,
si lo hacemos en relación a su contexto políticosocial o a su capacidad de trabajo; de imprescindible, si lo enmarcamos en la perspectiva de la historia de la ingeniería española y de su faceta de
divulgador; de intermedia, si abrimos el objetivo y
lo situamos en un contexto histórico más amplio.
No sería justo, sin embargo, despachar el apego de
Echegaray a la tradición newtoniana expresado en
su famosa afirmación pronunciada en 1910:
"¡Cuántos capítulos de la vieja mecánica habría que
modificar profundamente si se aceptase como buena
esta última negación [se refiere a la eliminación del
éter]!" de simple atraso decimonónico frente a los nuevos y revolucionarios derroteros de la física
europea. Para situar a Echegaray en
su justas proporciones conviene
comenzar por el principio.
Segunda edición de Teorías modernas de la
física de J. Echegaray. Imprenta y Librería de
J. Gaspar Editor, 1883. Segunda parte, 1889.
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Ingeniero
“Pues bien, en cinco años de Escuela de
Caminos, ni falté un solo día a clase, ni me anotaron
un solo minuto de retraso […] A las nueve entraba en
clase, a las cuatro de la tarde salía; jamás fui de paseo, porque el paseo era para mí cosa insípida y aburrida; directamente desde la Escuela me volvía a mi
casa, y hasta las ocho de la noche estaba leyendo
libros de matemáticas puras, materias ajenas a los
estudios del curso, obras maestras de los grandes autores, que me encantaban tanto o más que encantarme hubiera podido el mejor drama o la mejor novela […]”
taban dificultades para él. La afición por las candilejas, según cuenta él mismo en sus Recuerdos, se
remonta a la temprana edad de tres años con la
imagen de su madre sujetándolo en sus brazos
frente al escenario de un teatro.
El hijo de un médico sin grandes recursos
económicos ni contactos entre la jerarquía de
técnicos, altos funcionarios u hombres de peso en
el reinado de Isabel II, estaba destinado a la meritocracia. Estudiar en la Escuela de Ingenieros de
Caminos parecía una salida natural para aunar el
gusto por las matemáticas del joven Echegaray
con la posibilidad de ganarse la vida. Por otra parte, en la España de 1850 no existían en España
facultades de ciencias. Estos estudios permanecieron incluidos en las facultades de filosofía hasta
1857, año en que se estableció la Ley Moyano. La
Escuela de Caminos, reabierta
por tercera vez en 1834 en el
Recuerdos, José Echegaray (1917)
Pese a haber pasado los cinco primeros
años de su vida en Madrid, ciudad donde nació,
José Echegaray Eizaguirre (1832-1916), hijo de un
médico aragonés, José Echegaray Lacosta, y de la
navarra Manuela Eizaguirre Chale, no regresaría a
la capital hasta 1848. Su padre, un hombre ilustrado pero de recursos modestos, tuvo que trasladarse a Murcia destinado como profesor de Instituto en 1837.Allí sería donde, durante los años de
bachillerato, despertarían en José las dos pasiones
constantes de su vida: la matemática y el teatro. El
gusto por las matemáticas lo adquirió en el instituto donde la aritmética, el álgebra elemental, la
geometría y la trigonometría rectilínea no presen-
edificio de la Aduana Vieja, en
la plazuela de La Leña, estructurada bajo la influencia de la
École des Ponts et Chaussées
(fundada en 1747), y posteriormente, de la École Centrale des Arts et Manufactures y de la École Polytechnique, tenía una
fuerte componente de enseñanza matemática.
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Delgado, de baja estatura, proclive a los
trastornos alimentarios y a perderse en abstracciones nocturnas, el joven Echegaray obtuvo un
sobresaliente en matemáticas en el examen de
ingreso en la escuela preparatoria para ingresar en
la carrera de Caminos. Tras pasar dos años en la
Escuela Especial, así se llamaba este centro preparatorio, ingresaría en la carrera propiamente dicha. Los siguientes cinco años, transcurrirían entre
las paredes del aula, los libros de texto de Vincent,
Bourdon, Biot, Leroy o Poncelet, y las novelas de
Dumas, Sué y Balzac. La lengua, la matemática y la
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“La Energía Eléctrica a la Biblioteca de la Escuela de Ingenieros
de Caminos con motivo del homenaje a José Echegaray por el
premio Nobel que ha recibido.”
Ejemplar de Observaciones y teorías sobre la afinidad química
editado por la revista La Energía Eléctrica en 1901-2, dedicado a
la Biblioteca por su director José García Benítez
durante los primeros quince años desde la reapertura de la Escuela, de los 458 aspirantes a ingresar
en ella, sólo aprobaron 298.
La empuñadura de la espada original del uniforme
de gala del Cuerpo de Ingenieros de Caminos de
D. José Echegaray que se conserva en la Escuela de
Ingenieros de Caminos de Madrid
cultura francesa dominaban la Escuela por aquel
entonces. En septiembre 1853, cinco años después
que Práxedes Mateo Sagasta, José se graduaba
siendo el número uno de su promoción tras haber conservado ese puesto durante toda la carrera. Algo infrecuente si tenemos en cuenta que
Ejemplar de Elementos de la Teoría de
la elasticidad dedicado a la Biblioteca
de la Escuela por Echegaray
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Listado de asignaturas de la Escuela de Caminos
en 1848 (año de ingreso de Echegaray)
ba los elementos teóricos de la estática y la dinámica ya conocidos por la física del siglo anterior.
Primer curso: Cálculo diferencial e integral / Geometría analítica de
tres dimensiones / Geometría descriptiva / Trabajos gráficos relativos a
estas materias / Física / Principios de Química.
El título que le correspondió tras terminar
la carrera fue el de Ingeniero Segundo, y su primer
destino, Almería, donde debía encargarse de conservar la carretera de cincuenta kilómetros que
llegaba hasta a Gador. Durante su estancia rutinaria y sin distracciones en esta ciudad, se sumergió
en el estudio de diversas obras matemáticas entre
las que destacan, Recherches Arithmétiques de
Gauss, La teoría de los números de Legendre y la
Mecánica analítica de Lagrange. El estudio de la
obra de Gauss (1777-1855), con la que en 1810 se
abrió la nueva era en la teoría de los números,
sería fundamental para sentar las bases que más
tarde permitirían a Echegaray comprender la obra
de Galois (1811-1832), el jovencísimo genio que a
los diecisiete años ya había enviado a Cauchy sus
escritos fundamentales. A lo largo del año que
pasó en Almería, realizó una visita a las fortificaciones del Peñón de Gibraltar que le trajeron a la
memoria las mamposterías de la ladera de Patones y el acueducto de las Cuevas (obras del Canal
de Isabel II) proyectadas por Lucio del Valle, ingeniero a quien tanto admiraba. Volvió a Madrid como profesor de la Escuela de Caminos. En el trayecto de regreso, ya cerca de la capital, tuvo noticia de la sublevación de O’Donnell, un episodio
que muchos años más tarde resurgiría en su famoso drama El Gran Galeoto.
Segundo Curso: Mecánica racional / Topografía y Geodesia / Gnomónica / Aplicación de la geometría descriptiva al figurado del terreno
/ Operaciones prácticas correspondientes / Tratado de construcción
de los engranajes y demás partes de las máquinas y transmisión de
movimientos por medio de dichas partes / Estereotomía / Trabajos
gráficos y construcción de modelos correspondientes a estas materias.
Tercer curso: Mecánica aplicada a construcciones / Hidráulica que
comprende la salida de agua de un depósito; su movimiento en los
canales; su choque y resistencias; su aforo / Arquitectura civil / Mineralogía / Geología.
Cuarto curso: Curso de construcción (1ª parte) / Proyectos, trabajos y lecturas correspondientes a dicha materia / Cálculo del efecto
de máquinas, principalmente de las de vapor fijas / Construcciones
relativas a la conducción, elevación y distribución de aguas en las poblaciones / Proyectos, dibujos y trabajos prácticos correspondientes a
estas materias.
Quinto Curso: Caminos de hierro / Locomotoras su descripción y
cálculo de sus efectos / Proyectos, dibujos y lecturas relativas a estos
objetos / Torrentes, obras de defensa contra sus estragos / Navegación
de los ríos / Canales de navegación, riego, desecamiento; pantanos /
Puertos de mar / Proyectos, lecturas y dibujos correspondientes.
(Datos extraídos del libro José Echegaray editado por José Manuel
Sánchez Ron. Fundación Banco Exterior. 1990.)
Durante el último año de carrera, Echegaray
publicó su primer trabajo científico, Del movimiento
continuo, el primero de una serie de tres artículos
en el que pretendía demostrar la imposibilidad de
“una máquina en movimiento continuo”. Por aquel
entonces, el joven José no estaba familiarizado con
los trabajos relativos a la conservación de la energía de Hermann Helmholtz y únicamente maneja-
Los años de profesorado en la Escuela, entre el 54 y el 59, fueron más tranquilos de su vida.
Durante aquella época explicó Estereotomía, Cálculo diferencial e integral, Mecánica racional, Mecánica aplicada a las construcciones, Geometría
descriptiva, aplicaciones de la geometría a las
sombras y a la perspectiva, Hidráulica y, en ocasio-
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Fotografía: Clifford Charles, 1858.
Biblioteca Nacional de España.
El trabajo de Lucio del Valle en el
Canal de Isabel II comenzó en 1851.
Estuvo a cargo de esta obra hidráulica, una de las más importantes del
siglo XIX, junto a los ingenieros Juan
Ribera, Eugenio Barrón y José Morer.
Una labor que no estuvo exenta de
polémica dada su magnitud y dificultades técnicas. Durante seis años
trabajaron en ella 2000 presidiarios y
1500 obreros, y se utilizaron las
primeras máquinas de vapor usadas
en la ingeniería civil en nuestro país.
nes, Distribución de aguas. También desempeñó
los cargos de secretario y bibliotecario, y a petición de Juan Subercase, entonces Director de la
Escuela, eligió a tres compañeros de su promoción
para ocupar puestos en el profesorado. Entre
ellos, se encontraba su amigo y admirado literato
Leopoldo Brockmann. Sus días pasaban embebido
en Cournot, Lagrange o Lacroix y consultando el
Journal de Liouville (la revista de la Escuela Politécnica). Sus veladas transcurrían en las tertulias con
los amigos, asistiendo al teatro para ver las obras
de Tamayo y resolviendo problemas.
“Cuando no puedo resolver un problema estoy constantemente nervioso e irritado. Los que me ven y me
tratan con alguna intimidad, creen que tengo algún
disgusto muy profundo; y, en efecto, lo tengo, porque
un malestar profundísimo invade todo mi ser […]”
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Es en esa época, cuando
Echegaray comienza a publicar. Su
Cálculo de Variaciones y sus colecciones de Problemas de geometría
plana y Problemas de geometría
analítica, tienen un carácter eminentemente pedagógico, y como
apunta el catedrático de historia
de la Ciencia y Académico de la
Lengua José Manuel Sánchez Ron
en su estudio sobre Echegaray,
todavía son deudoras de su for-
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mación netamente francesa.Además
de su labor en el terreno de la matemática y la enseñanza, imbuido
por las ideas librecambistas de su
compañero de claustro Gabriel Rodríguez, en estos años colaboró en
la creación de El Economista e ingresó en algunos foros de ideas liberales. Comisionado por la Escuela,
también llevó a cabo un viaje para
estudiar los trabajos y las nuevas
máquinas perforadoras del túnel de
Mont Cenis que se sustanciaría en
su Memoria sobre los trabajos de
perforación del túnel de los Alpes, que
[…] Espero, sin embargo, vencer estos impulsos y sin más norte que la verdad, no perdonando medio para hallarla, ni oscureciéndola nunca por
mucho que mortifique mi orgullo nacional, voy, repito, a trazar a grandes rasgos la historia de las Matemáticas en nuestro país […]
[...] Abro la Biblioteca hispana, de don Nicolás Antonio, y en el índice de los dos últimos tomos, que comprenden del año 1500 al 1700 próximamente, tras muchas hojas llenas de títulos de libros teológicos y de místicas disertaciones sobre casos de conciencia, hallo al fin una página, una sólo, y
página menguada, que a tener vida, de vergüenza se enrojecería, como de vergüenza y de despecho se enrojece la frente del que, murmurando todavía
los nombres de Fermat, de Descartes, de Newton, de Leibniz, busca allí algo grande que admirar, y sólo halla libros de cuentas y geometrías de sastres
[...]
[…] Nuestro país, que aspira afanoso a su regeneración en todas las esferas, no podía ser extraño a este gran movimiento científico de Europa, y yo
debo consignar que, aparte de los relevantes servicios prestados a la ciencia por esta ilustre Academia, y que por sabidos es inútil repetir, a los cuerpos facultativos, así militares como civiles, y a sus Escuelas especiales se debe ese gran adelanto en los estudios matemáticos que se nota en España
de algunos años acá. No puede, en verdad, gloriarse nuestro país de ningún importante descubrimiento, porque cuando tan rezagada queda una nación, harto hace con alcanzar a las que en tres siglos la aventajan; pero el porvenir es suyo, su voluntad será enérgica, el campo del saber es infinito, y
genios tendrá cuando libre de fatales trabas, y conquistada la libertad filosófica, que es la libertad del pensamiento, se lance de lleno al estudio de esta
gran ciencia que dio a Descartes, a Newton y a Leibniz nombre inmortal.Y ésta es, señores, la historia de las matemáticas en nuestra patria […]
[…] Hay, señores, quien imagina, y personas ilustradas y respetables son por singular inconsecuencia de esta opinión, que la gran importancia, la verdadera utilidad, el incuestionable valor de las Matemáticas puras, sólo reside en la aplicación que de los principios abstractos de la ciencia pueda
hacerse a la física, a la geodesia, a la mecánica y, principalmente, a la industria; y que toda verdad científica, por elevada que sea, a la que no corresponda una utilidad práctica, y por decirlo así tangible, es vana gimnasia de la razón, fugaz relampaguear de la fantasía, juego pueril que para nada sirve,
descubrimiento estéril que, sin daño del bien común, pudo quedar algunos siglos más envuelto entre las sombras, de las que le arrancó por caprichoso entretenimiento algún desocupado geómetra […] He de sostener el estudio de la ciencia por la ciencia, sin fin alguno utilitario, o más bien, dando
a la palabra utilidad, no el sentido materialista y grosero de otros tiempos y de ciertas escuelas, sino el más científico y único aceptable de la ciencia
moderna, yo he de probar, repito, que toda verdad abstracta es grandemente útil y a todas luces provechosa […]
Historia de las Matemáticas puras en nuestra España
Discurso de toma de posesión de D. José Echegaray en la
Academia de Ciencias
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apareció en 1860. Todas estas actividades le llevaron a ser elegido miembro de la Real Academia de
Ciencias en el año 1865.Tomó posesión de la medalla nº 6, correspondiente a la sección de Ciencias Exactas, en marzo del siguiente año con un
discurso que ponía en el punto de mira el estado
de la ciencia en España a través de un repaso a la
historia de nuestra matemática.
Un discurso polémico
Según Rey Pastor, el momento fundamental
para la matemática española fue el año 1865, fecha
que coincide con la entrada de Echegaray en la
Academia de Ciencias, pese a que su famoso discurso lo pronunció en 1866. El tono de éste, apasionado, ferozmente autocrítico y “evangelizador”,
aligeró la tinta de numerosas plumas como la de
Felipe Picatoste, que se apresuraron a enjuiciarlo
desfavorablemente alegando su desconocimiento
de la historia de la matemática española. Entre los
comentadores posteriores de sus palabras se encuentran Menéndez Pelayo, José del Perojo, Gumersindo de Azcárate, Gumersindo Laverde o
Julio Rey Pastor. Tal vez éste último, alineado con
la tesis básica del erial matemático español, fue
quien supo apreciar con más finura el hecho de
que se escribió “en una época en la que la lucha de
ideales políticos opuestos alcanzaba su periodo álgido” y, por tanto, “toda labor caldeada en contacto
con el medio ambiente, se convertiría en arma de
combate”. No obstante, en este discurso se hallan
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algunos de los elementos que harían de Echegaray
un adelantado de su época, sobre todo, en lo que
se refiere a su defensa de la “ciencia pura” que
nunca abandonó a lo largo de su vida pese a que
las circunstancias le llevarían por senderos alejados de ella. Cuarenta años más tarde, el propio
Echegaray reconocería sus carencias y la aspereza
de sus palabras.
1866 es un año fundamental para la matemática española, no por este discurso, sino porque
Echegaray comienza a publicar en La Revista de los
Progresos de las Ciencias Exacatas, Físicas y Naturales
sus trabajos sobre geometría superior. En ellos
importaba a España el sistema geométrico de
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Michel Chasles que, más tarde, sería el punto de
partida de “la revolucion geométrica” impulsada
por Eduardo Torroja. Con estos problemas estaba
centrando una de las áreas de la matemática que
luego desarrollarían con más originalidad los matemáticos alemanes que recogieron el testigo
francés. En 1868 aparecía su Memoria sobre la Teoría de las Determinantes editada por la Imprenta de
los Conocimientos Útiles. Inmediata predecesora
de la teoría de los invariantes, resultaba fundamental como instrumento para físicos, ingenieros
y matemáticos. Echegaray la expuso con mucha
claridad y de forma relativamente completa colaborando así a su difusión y aplicación en nuestro
país.
Al servicio de la Polis
“He penetrado resueltamente en el año 68; voy a
aproximándome a los tiempos tempestuosos de la
Revolución de septiembre, y llego al año de la Gloriosa, bajo una impresión tristísima, del orden privado, de
que luego hablaré: me refiero a la enfermedad de mi
padre.”
Recuerdos, José Echegaray (1917)
“Si iba a la Escuela a dar clase, los profesores todos, desde los más reaccionarios hasta los
de ideas más avanzadas, hablaban de la revolución
[...] Si iba a la Revista de Obras Públicas, se habla-
ba de la revolución como cosa inminente: los generales desterrados a Canarias iban a desembarcar de un momento a otro. Si iba al Ateneo, arreciaban las noticias: la revolución sería el mes próximo, el General Prim había desaparecido, los
espías del Gobierno de González Brabo le habían
perdido la pista. Si alguna noche iba al teatro, en
los pasillos no se hablaba más que de la gorda
[...]”
1833 - 1839 Isabel II - Gobiernos liberales
moderados
1833 -1839 I Guerra Carlista
1835 -1843 Gobiernos progresistas. Regencia de Espartero. Constitución de 1837
1843 Fin de la Regencia. Gobierno moderado de
Narváez. Constitución de 1845
1848 Levantamiento Carlista
1854 -1868 Gobiernos moderados de O’Donnell
1868 - 1873 Gobierno provisional - Amadeo I de Saboya - I República: Figueras, Pi i
Margall, Salmerón y Castelar
1868 -1870 Revolución Gloriosa. Gobierno provisional.
Cortes constituyentes. Constitución de 1868.
1870 -1873 Reinado de Amadeo I de Saboya.
1873 I República. Presidentes: Figueras, Pi i Margall,
Salmerón y Castelar. Revolución cantonal. III Guerra
Carlista.
1874 Golpe de estado del General Pavía. Gobierno
del General Serrano. Pronunciamiento del General
Martínez Campos.
1875 - 1885 Alfonso XII
La restauración de Cánovas.
Constitución de 1876.
Turno de partidos: Conservador-Cánovas/ Liberal-Sagasta.
Recrudecimiento de la guerra de Cuba.
1898 “El Desastre”: Fin de la Guerra de Cuba,
Filipinas y Puerto Rico.
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1868
Comienza
el Sexenio Democrático
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Recepción de las nuevas corrientes intelectuales
europeas: Positivismo, Darwinismo, Psicofísica,
Antropología científica
Instauración de la Libertad de Prensa
Costumbrismo, Realismo, Naturalismo
Madrid: Periódicos, Tertulias y Cafés
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Puerta del Sol.
Los madrileños leyendo los
decretos del Gobierno Provisional
Grabado. 1868.
Museo Municipal de Madrid
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El “sexenio democrático” (1868-1874)
es una etapa álgida en la historia contemporánea española. La revolución de
septiembre de 1868 se inicia con un
pronunciamiento, militar y civil, que
abre una etapa revolucionaria con la
que se pretende instaurar un régimen
democrático. El sexenio aportó la primera constitución democrática del siglo
XIX. La rápida sucesión de fases, con el
destronamiento de Isabel II, el Gobierno Provisional, la monarquía democrática, la 1ª República, así como los problemas políticos y sociales que la revolución liberal arrastraba casi desde sus
comienzos -el problema carlista, las
colonias, la sublevación cantonal y el
problema de la tierra- dan idea de las
dificultades de este periodo.
a constitución del 69
Establecía un régimen de monarquía basado en
el principio básico de la soberanía nacional.
Recogía una amplia declaración de derechos y
libertades como el derecho de reunión, de asociación, el juicio por jurados, el sufragio universal y directo para los hombres mayores de 25
años y la libertad de culto.
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Se fundamentaba en los principios de la división de poderes y en la descentralización.
Las Cortes eran bicamerales (congreso y sena
do) asumían completamente la aprobación de
las leyes y tenían iniciativa legislativa.
El poder ejecutivo, de acuerdo con la fórmula
británica del “rey reina pero no gobierna”, estaba desempeñado por los ministros responsables
ante las Cortes.
Aseguraba la independencia y la democratización de la justicia, dado que establecía un sistema de oposiciones y de la institución jurado.
Después de su ingreso en la Academia de
Ciencias con 35 años, y como consecuencia de su
entrada en distintos círculos liberales y de sus
discursos en pro del librecambismo y la democracia en tribunas como el Ateneo o La Bolsa, Echegaray comenzó a saborear las caricias de una cierta fama y a dejarse seducir por la economía política, la filosofía alemana y la sociología. Desde las
tertulias del Café París, ese mismo año 1868, daría
el saltó a la Dirección General de Obras Públicas
que le fue ofrecida por el entonces ministro de
Fomento José Zorrilla perteneciente al Partido de
la Unión Liberal; un cargo en el que se acumulaban
muchos problemas con los ferrocarriles y las carreteras -sólo en este último negociado se acumulaban 2.000 expedientes sin resolver. Al año
siguiente, sustituyó a Zorrilla al frente del ministerio y obtuvo el acta de diputado en las cortes
constituyentes. En aquellas largas sesiones parlamentarias, siendo virtualmente desconocido para
el resto de los diputados, sobresalió en los debates con Pi i Margall por su brillante oposición a
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sus ideas proteccionistas. Aunque tal vez, la intervención más incisiva y polémica del joven diputado
tuvo lugar en la tarde del 5 de mayo de 1869,
cuando inició su defensa del artículo 21 y consiguió sacudir el letargo de la Cámara que escuchaba a Díaz Canaleja defender la unidad católica.
Este parlamento de Echegaray se conoce como
De la trenza del quemadero, y comenzó en un tono
conciliador con el argumento de que ciencia y
religión pueden convivir en perfecta armonía. La
famosa trenza fue desenterrada en el momento en
que el carlista Canaleja afirmó que la iglesia nunca
había perseguido a las personas.
Muchos imaginan que tal discurso fue el primero de
mis dramas, en que calculé los efectos de antemano,
en que sacrifiqué la verdad a la dramática, y, en suma,
que no hubo tal quemadero, ni tal trenza, más que en
mi imaginación y en mis procedimientos de autor
dramático. Pues nada de eso es verdad [...] El discurso
fue aplaudidísimo y tuvo gran resonancia, aun en el
extranjero, de donde me enviaron varias traducciones.
Pero sea ello lo que fuere, afirmo enérgica y hondamente que no fue invención mía, ni lo del quemadero
ni lo de la trenza...
Recuerdos, José Echegaray (1917)
De la trenza del quemadero (extractos)
“El Quemadero de la Cruz es un gran corte del terreno; es, pudiera decirse, un corte geológico. ¿Sabéis lo que es un
corte geológico? La naturaleza abre su gran libro, extiende sus grandes páginas, es decir, da un tajo al terreno, y allí se
ven, en ordenadas capas, arcillas, pizarras, areniscas, y pedernales: son las líneas del gran libro en que el geólogo va a
estudiar como se ha formado este planeta en el cual vivimos.
Pues bien: el Quemadero de la Cruz es también un gran libro, es también una gran página, una sombría página, que encierra provechosa aunque triste enseñanza: con sus capas alternantes, es el Quemadero de la Cruz un corte, que yo no me
atrevería a llamar geológico, pero que pudiera llamar, con verdad, teológico.
En esos bancos alternantes del Quemadero de la Cruz veréis capas de carbón impregnado en grasa humana, y después
restos de huesos calcinados, y después una capa de arena que se echaba para cubrir todo aquello; y luego otra capa de
carbón, y luego otra de huesos y otra de arena, y así continúa la horrible masa. No ha muchos días, y yo respondo del
hecho, revolviendo unos chicos con un bastón, sacaron de esas capas de cenizas tres objetos que tienen grande elocuencia, que son tres grandes discursos en defensa de la libertad religiosa. Sacaron un pedazo de hierro oxidado, una costilla
humana calcinada casi toda ella, y una trenza de pelo quemada por una de sus extremidades.
Esos tres argumentos son muy elocuentes.Yo desearía que los señores que defienden la unidad religiosa lo sometieran a
severo interrogatorio; yo desearía que preguntasen a la pobre costilla como palpitaba contra ella el corazón del infeliz
judío.Yo desearía que preguntasen a aquel pedazo de hierro, que fue que fue quizá una mordaza, cuantos ayes dolorosos,
cuantos gritos de angustia ahogó, y como se fue oxidando al recibir el ensangrentado aliento de la víctima, con la cual el
duro hierro tuvo mas entrañas, tuvo mas compasión, fue más humano, se ablandó más que los infames verdugos de
aquella infame teocracia.”
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XIX
ECHEGARAY
en un siglo de
NOMBRES PROPIOS
Isabel II
Pi i Margall
Cánovas
Pardo Bazán
Prim
Moret
Sagasta
Castelar
Clarín
Salmerón
Darío
Cajal
Amadeo I
Azcárate
Saav
a edra
Galdós
de Los Ríos
Pidal
Perojo
Zorrilla
Valle Inclán
V
Azorín
del Valle
V
Subercase
V
Valera
Galdeano
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) minos
La constitución de 1869 establecía una monarquía constitucional, pero dado que la elección
de un monarca no resultaba sencilla ni parecía
poder realizarse de forma inmediata, las Cortes
acordaron establecer una regencia con el general
Serrano como regente. La presidencia del gobierno recayó en el general Prim, y durante los meses
siguientes, se fueron publicando una serie de reformas encaminadas a desarrollar la constitución.
Se aprobó por ejemplo una ley sobre el matrimonio ‘civil’ muy protestada por la Iglesia y la reforma arancelaria de Laureano Figuerola, ministro de
Hacienda, que impulsaba una política de librecambio e instauraba la peseta como nueva moneda.
Como director de Obras Públicas, Echegaray tuvo
que hacer frente a un intento de supresión de la
Escuela de Caminos y elaborar El Proyecto de las
Bases en el que se establecía un principio de descentralización en materia de obras públicas para
ayuntamientos, diputaciones, provincias y regiones.
Como ministro de Fomento, dictó una Ley de
Quiebras y Convenios de Ferrocarriles.
Prim fue el encargado de buscar un rey para
España; debía ser una figura prestigiosa que no
fuera Borbón. Descartadas las candidaturas del
Duque de Montpensier y de Fernando de Coburgo, y tras la negativa de Leopoldo de Hohenzollern, Prim le ofreció la corona a Amadeo, duque
de Aosta, quien puso como condición la conformidad de las potencias europeas. El 26 de noviembre de 1870, Amadeo de Saboya era elegido
rey de España por 191 votos. El 27 de diciembre,
salió hacia España a bordo de la fragata Numancia.
13
Ese mismo día, tras abandonar la sesión parlamentaria al anochecer, el general Prim se adentró en la
Calle del Turco en su coche de caballos y su paso
fue obstaculizado por unos hombres armados que
abrieron fuego contra él. Prim moriría tres días
después de las heridas. Entretanto, Echegaray que
en virtud de su cargo había tenido que acudir a
recibir a Amadeo acompañando al General Berenguer y a Juan Topete, se enteró con estupor de la
noticia en Cartagena, ciudad que se mostró muy
hostil a la comitiva.
“En la fragata dormiría el rey, y a la otra mañana,
desde la fragata a la estación, entre dos filas muy espesas de tropa, y de la estación a Madrid a todo vapor, y ahí te quedas, Cartagena, con tus federales de
hoy, tus cantonales de mañana, con la enemiga de la
clase popular, el miedo a las clases acomodadas, y con
tu silencio y tu siniestra hostilidad.”
Recuerdos, José Echegaray (1917)
En 1872, bajo el reinado de Amadeo, volvió
a desempeñar la cartera de Fomento, y en diciembre de ese mismo año, pasó al ministerio de Hacienda en el que se ocupó de sanear las finanzas
públicas. El 23 de abril de 1873, con la instauración
de la Primera República, debido a los conflictos de
aquellos momentos y a que algunos le identificaban con la dinastía saboyana, se exiló a París durante seis meses. Regresó a Madrid tras el golpe
de Pavía como ministro de Hacienda en el gabinete presidido por el general Serrano. En los los cuatro meses que estuvo en el cargo contribuyó a
dar los primeros pasos para la transformación del
Banco de España en un Banco Nacional.
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Esta nueva etapa se inició con el decreto
del 19 de marzo de 1874 otorgado por el gobierno provisional del general Serrano y elaborado
por Echegaray (el decreto recibió rango de ley
por Ley de cortes de 1876). En aquellos momentos la situación del país era caótica: España se hallaba envuelta en el último episodio de la guerra
carlista que tardaría aun varios años en terminar;
el gobierno de Madrid era una extraña dictadura
constitucional nacida del golpe de Pavía que acabó
con la Primera República; la insurrección cantonalista había sido sofocada en Cartagena en enero
de 1874 y en Cuba se luchaba con los insurrectos.
Los apuros financieros del gobierno eran apremiantes y la necesidad de allegar fondos a la exhausta hacienda española, fue la causa del paso
trascendental que dio Echegaray. Así queda patente en la declaración textual del decreto firmada
por él.
“Abatido el crédito por el abuso, agotados los impuestos por vicios administrativos, esterilizada la amortización por el momento, forzoso es acudir a otros medios
para consolidar la deuda flotante y sostener los enormes gastos de la guerra […] En tan críticas circunstancias…, el ministro que suscribe se propone crear…
un Banco Nacional, nueva potencia financiera que
venga en ayuda de la Hacienda Pública…”
Óleo sobre lienzo.
José Echegaray pintado por Marceliano Santamaría.
Colección Banco de España
Extracto de la exposición de motivos del Decreto de
1874. (El texto completo se puede ver en Colección
Legislativa, CXII, pp.477-83)
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El billete (arriba) de
mil pesetas lleva en
el anverso el retrato
de José Echegaray, y
en el reverso aparece la fachada del
edificio del Banco de
España. Su puesta en
circulación tuvo lugar
el 22 de junio de
1974 para conmemorar el centenario
del decreto de monopolio de emisión
fiduciaria de 1874.
José Echegaray pintado por Joaquín Sorolla. Colección Banco de España
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El rasgo más destacable de este decreto es
que concedía el monopolio de emisión de moneda al Banco de España privando de esta prerrogativa a 14 bancos emisores que funcionaban al amparo de la ley de 1856. Para evitar reclamaciones,
el decreto ofrecía a estos bancos la atractiva posibilidad de fusionarse pasando a ser sucursales del
central. Con la excepción de los bancos de Barcelona y Bilbao, que no lo hicieron, el proceso
tuvo lugar con éxito. El monopolio de emisión dio
lugar a un gran aumento de la circulación fiduciaria motivada por tres aspectos básicos: las continuas peticiones de crédito por parte del gobierno,
la demanda creciente de privados de billetes de
banco para transacciones y la disminución de moneda metálica en circulación.
Para emerger del torbellino de dificultades
internas de la I República, Cánovas se procuró el
apoyo del ejército para llevar a cabo la restauración de la monarquía borbónica. El paso definitivo
hacia ésta se produjo el 1 de diciembre de 1874,
cuando Cánovas hizo firmar a Alfonso el llamado
manifiesto de Sandhurst por el que se declaraba
partidario de la monarquía parlamentaria. El 29 de
este mismo mes, desde Sagunto, el general Martínez Campos proclamó a Alfonso XII como nuevo
Rey de España. Los primeros años de su reinado
fueron exitosos ya que se logró poner fin a la
tercera guerra carlista, se aprobó la nueva constitución (1876), el código de comercio, la ley de
enjuiciamiento criminal y el código civil. Con la
restauración borbónica, Echegaray se alejó de la
política para sumergirse en toda una serie de actividades que colmaban distintas pasiones que, en
ocasiones, fueron algo prosaicas y, muchas veces,
enormemente percutivas en el tejido cultural del
país.
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Divulgador
Hoy estamos muy acostumbrados a leer los
suplementos de Futuro o de Ciencia y Tecnología
en los periódicos. Admiramos a los grandes divulgadores de la ciencia como Stephen Jay Gould o
Carl Sagan y a físicos teóricos como Stephen Hawking capaces de exponer con claridad sus teorías. La tradición de la divulgación científica no
viene de la nada; personajes como José Echegaray
la iniciaron en el siglo XIX escribiendo en los
periódicos, dictando conferencias, fundando sociedades o impartiendo clases en las universidades.
Al tiempo que desarrollaba una desenfrenada actividad teatral, Echegaray tuvo tiempo y capacidad para participar en muchas facetas de la vida
cultural española que, por aquel entonces, vivió la
irrupción del positivismo o el darwinismo, la creación de facultades de Matemáticas, Física y Química, la transición literaria del costumbrismo al realismo y al naturalismo, la proliferación de periódicos como El Imparcial, El Liberal o más tarde El
Sol, la fundación de la Institución Libre de Enseñanza o la profusa actividad del Ateneo Literario y
Científico de Madrid. Con el cambio de siglo, hay
que añadir la creación de la Junta de Ampliación
de Estudios, la fundación de la Sociedad Matemática Española o los primeros pasos de la generación
del 98. José Echegaray vivió el periodo más productivo del siglo XIX y asistió a los primeros pasos del XX.A lo largo de todos estos años, figuró
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entre los socios fundadores de la Institución Libre
de Enseñanza, firmó con Martos y Salmerón el
manifiesto con el que
nacía el Partido Republicano progresista en 1880,
dictó conferencias en el
círculo de la Unión Mercantil, fue director la Real
Academia Española de la
Lengua en 1896, pronunció
su famoso discurso de
1898 en el Ateneo -del
que era presidente en
aquel año- ¿Qué es lo que
constituye la fuerza de las
Naciones?, y tomó posesión de la cátedra de Física
matemática en la Universidad Central de Madrid
en 1905…
De entre todas
estas actividades, destacaremos las dos facetas más
relevantes de Echegaray
divulgador: su papel como introductor y expositor
de ámbitos muy fructíferos para la matemática
contemporánea y su labor de divulgación de lo
que hoy llamamos física clásica. La primera actividad, la llevó a acabo en el Ateneo Científico y
Literario de Madrid. La segunda, desde su cátedra
de Física matemática en la Universidad Central de
Madrid y desde las tribunas de la prensa diaria y
otras publicaciones de carácter científico.
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Imprenta del periódico El Imparcial.
Grabado, 1870.
Museo Municipal de Madrid
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El Ateneo
Entre los personajes que dictaron conferencias entre 1896 y 1902 en el Ateneo Científico
y Literario de Madrid (fundado en 1835 y núcleo
de efervescencia cultural fundamental de la villa y
corte durante muchos decenios) se encuentran:
Leopoldo Alas, Gumersindo de Azcárate, José
Canalejas, Zoel García Galdeano, Marcelino Menéndez y Pelayo, Joaquín Costa, Ramón Menéndez
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Pidal, Eduardo Saavedra, Emilia Pardo Bazán, Segismundo Moret, Santiago Ramón y Cajal, Ignacio
Bolivar, o Manuel Bartolomé Cossío. Echegaray
fue uno de los que comenzaron a dictar cursos al
abrirse la Escuela del Ateneo. El primer tema que
eligió: “La Resolucion de las ecuaciones de grado superior y teoría de Galois”. Si comparamos las cifras
de asistentes al curso (1896-1897) propuesto por
Echegaray -120 inscritos- con las del que impartió
de Emilia Pardo Bazán -825 inscritos-, resulta muy
llamativo el gran número de alumnos que se apuntaron al curso de Echegaray dado el tema que
abordaba.
Como explica el profesor Sánchez Ron en
el capítulo dedicado a las conferencias sobre Galois en su libro sobre José Echegaray, “el problema
de la resolución algebraica de ecuaciones figura entre
los más antiguos de la matemática. Desde los inicios
del álgebra moderna, se desarrollaron varios métodos
para resolver ecuaciones de hasta cuarto grado (entre
otros, en los trabajos de Diofanto, Tartaglia, Cardano,
Ferrari, Descartes, Gauss, o van Dermonde). Pero tales
procedimientos, en general aislados entre sí y basados
en artificios de cálculo, difícilmente podían ser considerados como constituyentes de una teoría. Más profundas, si no por los problemas que resolvieron en una
primera instancia, sí por los caminos que abrieron,
fueron las ideas y contribuciones de Lagrange. A lo
más que pudo llegar el gran matemático francés, fue
a argumentar que la solución de ecuaciones generales
de grado superior a 4 mediante operaciones algebraicas era probablemente imposible. No obstante, el
poco éxito conseguido por Lagrange en respuestas
terminantes, el método que empleo iluminó los motivos por los cuales se podía resolver el problema para
n < 4 y n = 4 y no para n > 4; tal contribución fue
importante para Abel y Galois. Además, la idea de
18
Algunas publicaciones de J. Echegaray
(1887-1915)
Monografía Disertaciones matemáticas sobre la
Cuadratura del Círculo. El método de Wanzel y la
división de la circunferencia en partes iguales.
Imprenta E.Aguado, 1887.
Submarino “el peral”. Examen de varios submarinos comparados con El Peral. Artículos publicados en El Heraldo de
Madrid, 1891.
Las instalaciones de alumbrado eléctrico. Manual práctico. G. Fournier
con prólogo de Echegaray. Imprenta Víctor Suárez, 1892.
Lecciones sobre la Teoría de Galois pronunciadas en el Ateneo de
Madrid. 1896-97 y 1897-98.
Lecciones sobre Ecuaciones diferenciales en general y, en particular, las
lineales pronunciadas en el Ateneo de Madrid 1904-1905.
Colección de artículos bajo el epígrafe: Teorías modernas de la física.
Unidad de fuerzas materiales (el método racional y el método empírico. teoría del calor, de la luz, de la electricidad y del magnetismo,
análisis espectral…). Tres volúmenes, alguno con mas de una edición;
1867, 1883, 1889.
12 conferencias sobre Física matemática y Física experimental
(curso 1905-1906 impartido en Universidad Central de Madrid).
Imprenta La Gaceta.
14 conferencias sobre Física matemática. Elementos de la teoría de
la elasticidad (curso impartido en 1907-1908 en la Universidad central de Madrid). Imprenta La Gaceta.
17 conferencias sobre Física matemática. Cuestiones de análisis.
Aplicación de la Física matemática (curso 1909-1910 impartido en la
Universidad Central de Madrid). Imprenta Pontejos.
20 conferencias sobre física matemática: hidrodinámica y teoría de
los torbellinos (curso 1910-1911 impartido en la Universidad Central
de Madrid). Imprenta Pontejos.
21 conferencias sobre ecuaciones generales de la Mecánica. 1912.
Imprenta Pontejos.
23 conferencias sobre Física matemática. Teoría de los torbellinos.
(curso 1913-1914 impartido en la Universidad Central de Madrid).
Imprenta San Marcos.
19 conferencias sobre Teoría cinética de los gases (curso 19141915 impartido en la Universidad Central de Madrid). Imprenta Renacimiento
Congresos internacionales sobre ferrocarriles, tranvías y electricidad.
Revista de Obras Públicas, 1901.
Ciencia Popular. Colección de artículos aparecidos en El Imparcial y
El Liberal recogidos por los Ingenieros de Caminos y publicados por
Imprenta de Hijos de J.A. García, 1905.
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Lagrange de que se debe considerar el número de
valores que toma una función racional cuando se
permutan sus variables, conduciría posteriormente a
la teoría de los grupos de permutación o sustitución.
Sería Niels Henrik Abel, “el Newton del Norte” como
lo denominaría Echegaray en cierta ocasión, quien
demostraría que es imposible resolver algebraicamente, por radicales, las ecuaciones generales de quinto
grado. Buscando cuáles son las ecuaciones particulares susceptibles de ese tipo de resolución, Abel obtuvo
en 1892 una una clase de ecuaciones que hoy llevan
su nombre: abelianas.
Los resultados de Abel no fueron sino el preludio de unos descubrimientos más importantes para la
teoría de la resolución de ecuaciones, descubrimientos
que asentarían esa teoría sobre una base definitiva.
Me estoy refiriendo a la obra de Evariste Galois, que
fue quien se dio cuenta, y este es el punto capital de
sus investigaciones, de que la resolución de ecuaciones
esta regido en cada caso particular por un cierto grupo de sustituciones, en el cual se reflejan las propiedades mas importantes de la ecuación algebraica
considerada. Esta descubrimiento, que los sucesores de
Galois, y en particular Camille Jordan, esclarecerían y
desarrollarían, tiene consecuencias que afectan a una
área mas vasta de la matemática que la teoría de
resolución de ecuaciones.”
La exposición de Echegaray de sus lecciones sobre la teoría de Galois y la resolución de
ecuaciones, además de haber tenido lugar en una
caja de resonancia como el Ateneo, fueron publicadas en dos volúmenes de cerca de 500 páginas,
reseñadas por numerosos comentadores y exegetas de su vida y seguidas por algunas publicaciones
científico-técnicas como la Revista de Obras Públicas o el Madrid Científico.
19
La teoría de Galois cerraba un ciclo histórico englobado por el concepto de álgebra clásica,
que recoge todas las aportaciones en matemática
encaminadas a la resolución de ecuaciones. El
álgebra clásica, que incluye la teoría de Galois,
permitía una puesta al día de conocimientos eficaz
y posibilitaba a docentes o estudiosos la lectura
directa de los textos matemáticos de vanguardia.
Echegaray conocía el manual de Joseph Serret
(1819-1885), el primer matemático que publicó un
comentario sobre Galois, que se impartía en el
nivel superior en Francia (aunque no en España) y
que contenía
algunos capítulos sobre el
álgebra de Galois. Dado que
Serret no quiso
remozar sus
libros de texto,
sus lectores,
españoles o
franceses, no
sólo se fueron
quedando progresivamente
anticuados, sino
que se desconectaron de la
catarata de inIntroducción a la geometría superior.
novaciones que
Imprenta y Librería de D. Eusebio Aguafueron generando. Madrid, 1867.
do los jóvenes
admiradores de
la obra de Camille Jordan como Klein y Lie. A estos últimos se les unirían más tarde matemáticos
de la talla de Dedekind, Kumer, Fricke, Hasse o
Frobenius. Debido a la ausencia de público receptor apto para estas novedades y al retraso en la
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concepción de los planes de estudio de los centros superiores en los que se enseñaba matemática, todas estas evoluciones de la teoría de Galois
escaparon a la percepción española. De ahí, que
cuando Echegaray comenzó a ejercer en la cátedra del Ateneo, la elección de Galois supuso, por
una parte, dar a conocer un tema de evidente
interés dado que venía avalado por la consideración de los círculos europeos y, por otra, poner a
disposición de un público más amplio unos textos
que entonces sólo manejaba una minoría.
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A las bibliotecas públicas dedican este libro los Ingenieros
de Caminos, Canales y Puertos que lo han editado en
homenaje a su insigne compañero D. José Echegaray para
difundir su labor de vulgarización científica
el 19 de marzo de 1905
Madrid Imprenta de Hijos de J. A. García
Ilusiones y realidades - Dos nuevas invenciones - El cuarto estado de la materia _ Las locomotoras - Las energías del radium - Pasteur - El tiempo del revés - Telegrafía sin hilos - Los
rayos catódicos - Imágenes eléctricas - El Newton del Norte (Abel) - Exploraciones en la atmósfera - Las manchas del sol y la metereología - Tranvías eléctricos - Fabricación del frío Los rayos X - El calor - El sol negro - Los cuerpos opacos - Máquinas de vapor y dinamos Transporte de fuerza - Nuevas lámparas eléctricas- El espacio de muchas dimensiones - El
kinetoscopio - El experimento de Faraday - Los colores - La dinamo - Fuerzas muertas y fuerzas vivas - La historia del porvenir...
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Ciencia popular. Cátedra y Prensa
La Física figuró entre los intereses científicos más destacados de Echegaray. Sus trabajos en
este campo se pueden dividir en dos fases: la primera llega hasta 1905, año en que fue nombrado
catedrático de Física matemática de la Facultad de
Ciencias de la Universidad Central. La segunda,
abarca el periodo que va desde 1905 hasta su
muerte, en 1916. Con respecto a la primera, encontramos que ya en 1853-1854 publicó los artículos acerca del movimiento continuo en la Revista de Obras Publicas que mencionábamos al repasar su etapa de Ingeniero. Después, la mayor parte
de lo que publicó a lo largo los años fueron artículos de divulgación que inicialmente aparecieron
en revistas como España, El Imparcial, Revista Hispano-Americana, El Liberal, Diario de la Marina de
la Habana, La Ilustración Artística, o la Revista la
de Obras Publicas. Éstos se publicaron más tarde
en forma de libros. El primero, que ocupó tres
volúmenes, se tituló Teorías modernas de la Física
(1867,1883, 1889), y el segundo, conformado por
artículos recopilados por sus compañeros de
profesión tras la concesión del premio Nobel, se
publicó bajo el título de Ciencia Popular en 1905.
En todos estos artículos, más de un centenar, se
comprueba la gran cantidad y variedad de conocimientos científicos y tecnológicos que manejaba
Echegaray, así como su habilidad para presentarlos
a un publico general.
22
Con estos trabajos de pluma florida y contextura didáctica y periodística, Echegaray contribuyó de forma eficaz a que muchos lectores españoles pudiesen acceder a una parte del mundo de
la ciencia y de la tecnología de finales del siglo
XIX. Esto es así independientemente de que sus
análisis no siempre exhibieran la suficiente profundidad o estuvieran en consonancia con los
últimos avances científicos o en la vanguardia de
las nuevas corrientes de la filosofía.
Un ejemplo
Los Rayos Catódicos
Artículo publicado en El Liberal de Madrid el 3 de
agosto de 1896
«Imaginemos un arroyo que tranquilamente corra
por cualquier cauce igual y suave, sin obstáculo alguno que altere su marcha.
Ni remolinos, ni espumas, ni remansos: una cinta de
plata tendida a lo largo de la ladera.
Me parece que, tratándose de rayos catódicos, es
imposible empezar en forma más poética, dado que
este principio merezca tal nombre.
Pero supongamos que el arroyo llega a un punto en
que el cauce se precipita rápido a lo largo de una
cierta extensión, para recobrar después su pendiente ordinaria y su limpidez primitiva. En este trayecto, en esta especie de caída, el agua se precipita
algo, se agitará un tanto, y en el curso regular de la
corriente tendremos una alteración del régimen general.
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Ni aun en esto sospecharían los rayos catódicos,
dado que fueran capaces de sospechar, que de ellos
voy a ocuparme en el presente artículo.
Supongamos todavía que nuestro poético arroyuelo,
y nada nos cuesta suponer que es poético, aunque
en rigor no hace falta que, lo sea; supongamos, digo,
que avanzando en su camino encuentra, no ya una
pendiente rápida, sino un verdadero escalón del terreno, si bien no muy profundo. Entonces el agua se
arrojará con nueva velocidad, y tendremos remolinos
y espumas y una lámina líquida que desde lo más
alto descenderá a lo más bajo, imitando una pequeña
catarata.
Con todo lo cual, podrá decirnos el pacientísimo lector, que los rayos catódicos no aparecen, ni hay sospechas de por dónde puedan aparecer.
Pero no se impaciente, yo se lo ruego, que hacia los
rayos catódicos vamos más aprisa de lo que imagina.
Admitamos, por último, que nuestro arroyo, que ya
por las aventuras que ha corrido debe de ser todo un
veterano, se encuentra con un corte altísimo, desde
cuyo fondo corra de nuevo el cauce de suave y continua pendiente. Claro es que el agua caerá impetuosísima por la cortadura, formando una enorme catarata, en cuyo fondo habrá remolinos y espumas, cuyos cristales pintarán el arco iris, y en que gotas desprendidas y vapor de agua formarán alrededor de la
hoja líquida una atmósfera húmeda y rutilante. Quizá
choque el agua con tanta fuerza sobre el pie del tajo,
que suban surtidores líquidos mezclados con espumosos borbotones y vapores.
Y ya estamos en los rayos catódicos, o por lo menos,
en algo que los pinta, los finge y los simboliza. Será
todo lo dicho una imagen, no más, pero es al menos
imagen clara y expresiva clara como el agua de la
corriente, expresiva como las espumas que del agua,
del aire y de los caprichos de la caída se formaron.
Esto es lo que vamos á exponer, apoyándonos siempre, para hablar á los sentidos, en el simbolismo material que precede.
23
Porque es lo cierto, que con otros nombres hemos
venido refiriéndonos a la corriente eléctrica; al huevo
eléctrico, aparato de física bien conocido; a los tubos de Geissler, que hasta fueron en años pasados
motivo de entretenimiento y recreo, y a los tubos de
Crookes o sus análogos, en que por primera vez se
estudiaron los rayos catódicos, y de donde emanan
los rayos X, como transformación, al parecer, de
aquéllos.
También la corriente eléctrica va por el alambre conductor tranquilamente, sin que nadie sospeche al
mirar el hilo de un telégrafo, de un teléfono o de una
conducción de luz eléctrica, el misterioso fenómeno
que por el hilo en forma silenciosa se desliza [...]
[…] ¿Es una verdadera corriente de éter? ¿Es vibración etérea? ¿Hay transporte y vibración á la vez?
Todas estas hipótesis se han hecho y siempre el
éter se impone: los más ateos en materia de éter, si
la palabra ateo puede aplicarse a este caso, tienen
que aceptarlo como hipótesis o como símbolo fecundo, porque sin él todo es sombras, contradicciones é imposibilidades.
Pero si el hilo conductor se interrumpe por un
elipsoide o bomba de cristal, en que se haga previamente cierto vacío, de modo que por un lado
llegue el hilo a la bomba y quede cortado en el hueco cristalino, y por el otro lado salga; la corriente
eléctrica tendrá que dar un salto, por decirlo así,
dentro del huevo o globo eléctrico, para buscar el
otro extremo del alambre, como el agua del arroyo
tenía que saltar por el escalón que interrumpía su
marcha: y veremos un globo de luz de polo a polo,
dentro del globo de cristal, como veíamos lámina de
agua, salpicada de espuma, desde lo alto a lo bajo
de la catarata. […]
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En 1905, cuando Rojas solicitó la jubilación, el gobierno ofreció a Echegaray la cátedra de
Física Matemática en la Facultad de Ciencias de la
Universidad Central de Madrid dotada con una
remuneración compatible con cualquier otra clase
de haberes. En aquel entonces, Echegaray ya había
recibido el Nobel de literatura y era homenajeado
y agasajado por todo tipo de instancias oficiales
con regularidad. Echegaray dictó su curso sobre
Física matemática desde el año académico 19051906 hasta el 1914-1915. Respecto a este curso,
hay que señalar dos aspectos fundamentales. Uno,
que constituyó el esfuerzo docente más importante realizado en Física matemática en España de
aquella época. Otro, que este esfuerzo didáctico
que ocupaba diez tomos (4.412 páginas) constituía
un auténtico monumento a la física del siglo XIX,
fundamentalmente la de inspiración francesa. Una
física que, pese a que pretendió dar acomodo a
los nuevos fenómenos que se venían observando
desde finales de siglo, perdió irrevocablemente
frente a la nueva física: la Relatividad y la Mecánica
Cuántica.
El propio Echegaray, que en aquel entonces contaba con 73 años, era consciente de la
situación. En el discurso de inauguración del curso
1905-1906 titulado La ciencia y la crítica, se aprecia
el conflicto personal de un hombre del XIX lo
suficientemente clarividente como para reconocer
una crisis en la física que no alcanzaba a entender.
Tal vez, si lo vemos con la distancia que nos dan
cien años, no sea tan sorprendente que le resultara difícil comprender las criticas de la nueva física
a conceptos de la física clásica como acción a distancia, fuerzas centrales, fuerza y masa, e incluso
que el propio concepto de espacio euclídeo estuviera en entredicho. Echegaray ya era mayor, pertenecía al siglo anterior y había vivido en un con-
24
texto, el español, no precisamente ideal si lo comparamos con el desarrollo científico europeo. Por
otra parte, la diversificación de sus intereses y su
carácter de “humanista polifacético”, como lo
llamaríamos hoy, no podían permitirle estar siempre en la vanguardia de disciplinas que ya en los
primeros años del XX requerían una especialización y dedicación total. Estas palabras de su discurso dan una idea de que se daba cuenta de que
tales críticas a la física en la que se había educado
partían de los mejores científicos de su época:
“Al ver a maestros ilustres, que parecían tener el monopolio y ejercer la hegemonía en las Ciencias Exactas, afirmar que no son tan exactas como parecen ser,
que están plagadas de definiciones arbitrarias, de resultados contradictorios, de numerosos convencionalismos y de postulados indemostrables, hay que respetar la severidad de su pensamiento y la abnegación de
sus declaraciones; pero confesemos que se presentan
ante los humildes creyentes, como sacerdotes que
reniegan de sus propios ídolos y que derriban sus propios altares […]”
Premio Nobel
El día 10 de diciembre de 1904, el secretario
de la Academia Sueca pronunció un nombre
español en su discurso de presentación.
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“Pero el cultivo de las Altas Matemáticas no da lo
bastante para vivir. El drama más desdichado, el crimen teatral más modesto, proporciona mucho más
dinero que el más alto problema de cálculo integral; y
la obligación es antes que la devoción, y la realidad se
impone, y hay que dejar las Matemáticas para ir rellenando con ellas los huecos de descanso que el trabajo productivo deja de tiempo en tiempo. Jamás, ni
en las épocas más agitadas de mi vida, he abandonado la ciencia de mi predilección; pero nunca me he
dedicado a ella como quisiera”
Recuerdos, José Echegaray (1917)
“Igual que sus antepasados, él sabe cómo presentar
el conflicto. Su interés por los diferentes temperamentos e ideales es en extremo emocionado y vital, y como ellos, disfruta estudiando las conciencias más
complejas. Es un completo maestro en el arte de provocar lástima y temor en el público, el bien conocido
fundamento de la tragedia. Lo mismo que en los
maestros del drama español clásico, hay dentro de él
una llamativa unión entre la más vívida imaginación y
el más refinado sentido artístico.”
C. D.Af Wirsen, Secretario Permanente de la Academia Sueca en su discurso de presentación de D. José
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En las páginas anteriores nos alejábamos de
la faceta de Echegaray literato para centrarnos en
su actividad de divulgador. El mismo año en que
abandonaba la política (1874), se estrenaba en
Madrid la comedia “El libro talonario” que había
escrito durante sus meses de exilio en París. En
ese momento comenzó su carrera literaria pese a
que como él mismo cuenta en sus Recuerdos ya
había realizado varias tentativas que consideró
fallidas.
En la segunda mitad del siglo XIX, convivían
en España el postromanticismo y el realismo (en
el que se encuadra la llamada “novela crítica”).
Entre los autores adscritos al romanticismo tardío
encontramos a Bécquer, Campoamor, Núñez de
Arce o José Echegaray. La novela, costumbrista,
realista y naturalista, contaba con escritores como
Fernán Caballero, Alarcón, Valera, Palacio Valdés,
Pereda, Pardo Bazán, Blasco Ibañez, Galdós o Clarín. Dentro de este panorama algo simplificado,
conviene señalar que muchos de los nombres que
se suelen adscribir sin más al realismo presentan
trayectorias que evolucionaron desde una a otra
corriente o que pasaban de un género a otro con
toda facilidad. El teatro romántico de tintes melodramáticos convivía con la comedia populachera,
el relato breve publicado en los periódicos con el
folletín de formato extenso, el realismo naïf y rural
con el naturalismo higienista o la novela crítica. A
esto hay que añadir que durante la última década
del siglo XIX España entró en una fase desacostumbrada de actividad creadora. El grupo de escritores conocido como la generación del 98, que
incluye a figuras tan dispares como Unamuno, Valle-Inclán, Antonio Machado, Azorín, Pío Baroja,
Ramiro de Maeztu e incluso al dramaturgo Jacinto
Benavente, llevó a cabo una profunda transformación del estilo y las técnicas literarias españolas.
Cartel del Teatro Capellanes. 1873. Colección Memoria
de la Seducción. Biblioteca Nacional de España.
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Crónica Universal Ilustrada
(entre 1877-1879). Biblioteca
Nacional de España.
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Genaro Alenda - Aspe, Alicante (1816-1893)- fue un
bibliotecario extraordinario
fascinado por su trabajo que
dedicó gran parte de su vida
a recolectar, ordenar y cuidar
sus «papeles varios». Gracias
a él, hoy podemos disfrutar
de una excelente colección
de carteles de finales del
siglo XIX, “Memoria de la
seducción”, en la Biblioteca
Nacional. Entre ellos, encontramos carteles de espectáculos como los toros o el
teatro, folletos informativos,
y todo tipo de papeles que
revelan el espíritu y los gustos de su tiempo.
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En la poética, bajo la influencia del modernista
nicaragüense Rubén Darío, Antonio Machado y
Juan Ramón Jiménez desarrollaron lenguajes personales y marcadamente renovadores.
A lo largo de su vida, Echegaray nunca
abandonó su pasión por el teatro: acudía regularmente a los estrenos, asistía a tertulias literarias y,
desde que abandonó la política, escribía con frenesí obras de teatro aunque también se dedicó a
la novela. Su gran productividad le llevó a estrenar
67 obras, 34 de ellas en verso.
A principios del siglo XX seguían triunfando
las tendencias teatrales de finales del XIX. El teatro romántico de Echegaray y el teatro realista de
Galdós contaban con un gran apoyo popular y
triunfaban por encima de las tendencias renovadoras de otros autores. El denominado teatro
comercial, que se consolidó en el XIX, tenía en la
burguesía un público fiel y su vocación última era
el entretenimiento El público mostraba preferencia por el costumbrismo, representado por la alta
comedia o por el sainete (madrileño o andaluz).
Frente a las tendencias mayoritarias en lo que
concierne al gusto de los espectadores, surgió un
tipo de teatro renovador y, por consiguiente, mi-
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noritario entre cuyos autores se encuentraban
Azorín, Unamuno o Valle-inclán. Las compañías
teatrales formadas por las grandes actrices y actores del momento, que además eran empresarios,
estaban dedicadas a complacer los gustos de este
público conservador y convencional.
Uno de los mayores éxitos de Echegaray
fue El gran Galeoto (1881), un drama en verso inspirado en la historia de Paolo y Francesca según el
Inferno de Dante, donde la maledicencia social
acusa a Ernesto de cortejar a Teodora, esposa de
don Julián, protector de aquél. Los hechos obligan
a Ernesto a matar en duelo a un difamador, pero la
deshonra afecta a Julián. En Mancha que limpia
(1895), Echegaray continúa con temas calderonianos y narra la venganza de Matilde, cuyo amado va
a casarse con una mujer que lo engaña. Este tipo de temas y un estilo
melodramático de exacerbado patetismo y muchos recursos efectistas,
sin embargo tenían un enorme éxito
de público. Se considerada ya en su
época como un teatro conservador
de evasión.
En 1904, el Premio instituido
por Alfred Nobel aún no había alcanzado el enorme prestigio que conoQuinta edición de
ció después y que llega hasta nuesMancha que limpia
tros días. En el ámbito de la literatura, se trataba de un galardón destinado a honrar toda una vida dedicada al cultivo de
las letras. El primer Nobel, otorgado en 1901, fue
para el poeta francés Sully-Prudhomme hoy olvidado; en 1902, fue a parar a mano del historiador
alemán de la antigüedad, Mommsen; y en 1903,
recayó en el dramaturgo noruego, Björnson. En
1904 la Academia Sueca decidió mirar al Sur y
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repartió su premio entre un poeta provenzal, Frédéric Mistral y un polifacético José Echegaray. En
aquel entonces, Echegaray no era considerado un
dramaturgo excepcional y su producción teatral
había recibido críticas severas de autores tan
solventes como Clarín o Pardo Bazán. En los
círculos literarios y extraliterarios había ardorosas
polémicas entre naturalistas o realistas y románticos, entre conservadores y republicanos o socialistas, entre anticlericales y bienpensantes. No obstante, ni siquiera el propio Echegaray se tomaba
muy en serio su labor
literaria. De hecho,
siempre mantuvo una
actitud de distanciamiento crítico hacia sus
obras; algo que se puede
apreciar leyendo sus
Recuerdos. En la concesión del Nobel a Echegaray, sin duda, influyó
el hecho de que en abril
de 1895 se estrenó con enorme éxito en el Teatro
Real de Estocolmo una versión sueca del dramón
O locura o santidad y que el secretario de la Academia Af Wirsen era un conservador notorio.
Aunque tal vez, lo más relevante a la hora de
premiarle es que Echegaray era un personaje de
enorme prestigio en nuestro país y uno de los
pocos nombres conocidos fuera de nuestras fronteras por su dedicación a la ciencia.
Esta decisión de la Academia escandalizó a
las vanguardias europeas y especialmente a la generación del 98. Azorín, Unamuno, los Machado,
Rubén Darío, Maeztu y Valle Inclán, entre otros,
firmaron un manifiesto acusándole de representar
a una España "corroída por los prejuicios y la su-
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perchería". El manifiesto, aireado en los cafés de
los alrededores de la Puerta del Sol, pronto se
conoció como ‘el manifiesto de los rebeldes’ y,
entre otras cosas, decía: "Parte de la prensa inicia
la idea de un homenaje a don José Echegaray, y se
abroga la representación de toda la intelectualidad
española. Nosotros -con derecho a ser comprendidos en ella y sin discutir ahora la personalidad
de don José Echegaray-, hacemos constar que
nuestras ideas estéticas son otras y nuestras admiraciones muy distintas." Pio Baroja se abstuvo
de firmar, no tanto por su desacuerdo, como por
su deseo de salvaguardar su autonomía que más
tarde le llevaría a afirmar:
"Ya constituida o seleccionada esta generación
de 1898, tengo que reconocer que yo no sentí gran
afinidad espiritual con ella... Los entusiasmos de aquella gente yo no los compartía..."
Mientras la generación del 98 glorificaba a
la figura de Larra por su independencia intelectual
respecto al poder de su época, se oponía a la situación de la España restauracionista. Sus ataques
se dirigieron al teatro de Echegaray, correlato
expresivo de aquella situación, y a la poesía de
Campoamor. La postura de estos intelectuales se
apoyó en las críticas a la moral oficial de la burguesía y del clero como las que se hacían en Electra de Pérez Galdós y La Regenta de Clarín. Años
más tarde, Rubén Darío aludiría al citado manifiesto con estas palabras:
“A don José Echegaray me presentó una noche Fernando Díaz de Mendoza. «Ustedes los americanos,
me dijo, tienen instinto poético...». La frase me supo
agridulce... Pero ¡vaya si lo teníamos...! Tiempos después firmaba yo con los escritores y poetas de la fa-
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mosa protesta contra el homenaje nacional a Echegaray. Mi inquina era excesiva... «Juventud, divino tesoro...».
No obstante todas estas controversias,
Galdós firmó la petición de apoyo al Nobel de
Echegaray y éste hizo lo mismo firmando junto a
otros 500 escritores y artistas la candidatura de
Galdós en 1911. El propio Benavente, tampoco
participó en ‘el manifiesto de los rebeldes’ contra
Echegaray.
Con independencia de que el Nobel de
1904 no fuera acertado, como afirma Laín Entralgo, Echegaray formó parte de un
pequeño grupo de
científicos españoles, "la rama
científica de la
generación del 98",
que alcanzó en los
albores del siglo
XX su máximo
prestigio. Se trataba de José Echegaray Eizaguirre ,
ingeniero, matemático y estadista;
Leonardo Torres
Quevedo, ingeniero, inventor y precursor de la automática; Santiago
Ramón y Cajal, fisiólogo y Premio Nobel de Medicina en 1906, y Jaime Ferrán y Clua, bacteriólogo y
descubridor de la vacuna contra el cólera.
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Don José Echegaray murió el 14 de septiembre de 1916, y como dice el ingeniero Fernando Sáez Ridruejo, tal vez, el mejor epitafio para
este personaje sea el título del artículo, “Aquí yace
del siglo XIX”, que Mariano de Cavia escribió al día
siguiente. Un final, que también vislumbraba el
propio Echegaray en la última de ‘sus tres pesadillas clásicas’:
“Ya era yo un hombre formal, o por hombre formal
me tenía. Ya era autor dramático, o autor dramático
me llamaban [...] Me presenté, en efecto, en la casa
de banca, y me dieron unos paquetes enormes de
billetes de Banco. Eran todos los atrasos: una fortuna:
cuatro o cinco millones de reales. Me atesté los bolsillos del abrigo de legajos de billetes y me marché a la
calle. Pero a la salida me detuvo un caballero muy
elegante, muy fino, y con acento italiano me dijo que
acababa de llegar Eleonora Duse; que se proponía
representar una de mis obras [...] Yo me dejé engañar
por mí mismo como el más inocente labriego; y sin la
menor desconfianza seguí al italiano del sueño. Entramos en una casa [...] Precediéndome el italiano,
atravesamos unos pasillos y llegamos a un salón; pero
de este salón ya no me acuerdo, o no lo vi dibujado en
mi fantasía, o se borró la imagen. Únicamente sé que
me quedé solo; que el italiano entro a avisar a la señora Duse, que pasó mucho tiempo, que nadie venía, y
que al fin, como despertando de otro segundo sueño
me acordé de los cinco millones [...] Por la puerta salí
y por la escalera bajé pidiendo a gritos que acudiesen
todas las autoridades gubernativas y judiciales de
Madrid. [...] No recuerdo el portal, no recuerdo la escalera, ni recuerdo el vestíbulo, ni sé cómo me vi dentro del caserón [...] Al fin, al dar la vuelta al pasillo, vi
venir hacia mí un bulto: tenía forma de persona y ta-
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maño de persona; pero no era una persona: era un
monigote muy grande de cristal de colores [...] Dime a
correr... y a cada paso me salían nuevos monigotes de
cristal danzando con una flexibilidad maravillosa, a
pesar de ser tan quebradizos y tan rígidos [...] El suelo
cada vez más lleno de vidrios y cristales, los monigotes
de cristal brotando de todos los rincones y encrucijadas, y convirtiéndose en turbas sin fin, que yo no me
cansaba de hacer trizas [...] No sé cómo ni por qué
desperté; pero la pesadilla me dejó rendido y con un
sentimiento indefinible de horror, rabia y repugnancia.”
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