¡el espejo me mira

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¡EL ESPEJO ME MIRA!
(CUENTOS PARA NACER A LA VIDA CONSCIENTE)
Era una día como otros tantos, no tenía ningún significado en
especial; nada en particular que despertase la curiosidad en el
alma de aquella mujer. Permanecía tumbada en su cama,
observaba cada detalle de su habitación; en su cabeza resonaba
“observar, observar…”insistentemente, compulsivamente. Tras un
largo espacio de tiempo, sintió que la experiencia era
desgarradora: no existía absolutamente nada en aquel receptáculo;
sólo vacío y soledad.
-¿Dónde me encuentro?
-¿Cómo he llegado hasta aquí?
-¿Cómo he viajado hasta este lugar oscuro y desconocido por mí?
No comprendía los motivos, entró en un estado de tristeza y en un
intento desesperado de volver a la realidad de antes, desplegó
nuevamente sus ojos por toda la habitación.
Exactamente no reconoció lo que sentía, era una sensación confusa
y extraña. Lentamente se percató de la existencia de un espejo,
marco de madera con un antiguo dorado, como aquellos que
mostraban las grandes casas señoriales, dando indicio de lo que
aparentaban y en realidad eran sus dueños.
El espejo la miraba, la observaba, casi que la llegaba a tocar con
unos sutiles fríos dedos. La mujer sintió un escalofrío recorrer todo
su cuerpo, su piel se tensó. Era él quién la observaba, no era ella
quien como siempre, todas las mañanas antes de ir al trabajo se
situaba delante de él para arreglarse ¡Nooooo! La situación había
transformado la percepción de la realidad. El espejo le comunicaba,
le hablaba, le transmitía, le devolvía una imagen totalmente
desconocida para ella.
-¿Quién era esa mujer?
No la conocía, podía ser algún espectro del pasado, pero - ¡No
había nadie más que ella!
La comprensión súbita de la realidad mostrada por el espejo la
sumergió en el más profundo y dañino sentimiento: el miedo.
Contempló su rostro marcado por arrugas, el pelo canoso
enmarañado, ojos profundamente tristes y ausentes, cuerpo
extremadamente delgado y exhausto. Sintió que era ella misma, sin
afeites, sin máscara; ella misma después de haber sobrevivido a
una experiencia aterradora que, había arrasado tanto su cuerpo
como su alma. Trabajo, familia, casa, enseres, juventud, belleza,…
Lágrimas de cristal surcaban su rostro, un cristal tallado a golpes
de amargura y desolación. Percibió que alguien le ofrecía un
pañuelo de fina seda para que se las secase y así lo hizo. Al
levantar los ojos y mirar al espejo, éste le devolvió una sonrisa de
luz, de paz y armonía; ella le correspondió, tímidamente, con otra.
La leve sonrisa dio paso a la risa y posteriormente en una
sensación de paz, tranquilidad y bienestar.-¿A qué se debía toda
aquella transformación?- se interrogaba ella.
El espejo mostraba el rostro de aquella mujer, con sus arrugas
desdibujadas por el pincel de la paz interior; sus canas
permanecían enmarcando un rostro bello y sereno; su cuerpo era
ágil y armonioso como el de una joven.
La mujer se sentó en la cama con las piernas entrecruzadas como
indicio de que meditaba. En ese estado, los recuerdos aparecieron
súbitamente en su memoria. Había vivido una experiencia terrible
originando un terrible rencor y amargura; ella los había encerrado
en lo más profundo de su alma. Se acordó de una oración de San
Francisco de Asís:
“DONDE HAYA RENCOR, PONGA PERDÓN,
DONDE HAYA ODIO, SIEMBRE AMOR…”
Y lo intentó con todas las fuerzas de un alma vivificada por el amor.
Se alisó el pelo, se puso el primer vestido que encontró y salió a la
calle. Vio la luz del sol que iluminaba su corazón y lo hacía latir al
ritmo de la vida; se encontró con un pajarillo que le regaló su bello
trinar como signo de bienvenida a la vida; una flor se prendió en su
pelo canoso e hizo que éste se adornase con un bello rojo carmín.
Una anciana le ofreció los “buenos días” más amables jamás
escuchado, ya se conoce que los ancianos son siempre muy
generosos. Ellos no tienen nada que perder, la vida consciente les
ha enseñado la verdadera sabiduría: el amor es el sustento
imprescindible tanto para el alma como para el cuerpo. Un niño con
un balón en la mano, se lo ofreció para que jugase con él; ella dudó
por unos instantes, sin embargo al contemplar la sonrisa del
pequeño, reaccionó y dio una patada al balón, de tal manera que,
creyó cobrar juventud en sus piernas, antes muertas, anquilosadas.
Se sintió un poco cansada y observó que a pocos pasos existía un
banco de madera; se sentó y contempló el paisaje. No se había
percatado de que se hallaba en un bellísimo parque con hermosos
jardines; árboles frondosos que regalaban su sombra en las tardes
calurosas de verano; fuentes con surtidores de cristalina agua cuyo
sonido embriagaban los oídos de tranquilidad, paz y armonía. Cerró
los ojos y aspiró todos los aromas, su corazón latía más
fuertemente. Lentamente, sus ojos se fueron abriendo y percibió
que alguien había depositado sobre sus manos un pequeño
envoltorio.-¿Qué sería aquello?- se interrogó. Estaba
hermosamente envuelto con un papel de fina seda color malva y
una cinta plateada. Ella, suavemente, deshizo la cinta, desenvolvió
el papel y…ante sus expectantes ojos apareció el objeto misterioso.
Se trataba de un libro muy particular ya que ofrecía todas sus hojas
en blanco; la cubierta era de color verde esperanza con pinceladas
de rosa ilusión. En la primera página alguien había escrito:
“Tu vida comienza aquí y ahora, despójate del pasado, del miedo,
de la angustia, y el aire puro inundará tus pulmones oxigenando
todo tu cuerpo y tu alma. Con tu caminar consciente por la vida irás
teniendo tantas experiencias enriquecedoras que el cuaderno será
pequeño para anotarlas todas. Abre bien los ojos, todo lo que te
encuentres en tu vida se convertirá en motivo de aprendizaje de tal
manera que si has aprehendido todos los mensajes has de llegar a
la conclusión que lo único que mueve al ser humano es el AMOR,
LA ENERGÍA PURA QUE NOS ALIMENTA”
En Aznalcóllar a 15 de Octubre de 2013
Pepi Cueto
-Plegaria de sal-
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