Siglo nuevo opinión Las cosas por su nombre Adela Celorio La televisión ha demostrado que los seres humanos estamos dispuestos a mirar cualquier cosa antes que mirarnos los unos a los otros. Ann Landers ¡ Ay güey! le dije, y que agarro y que me voy -dijo la primera. ¿Y qué onda? -preguntó la segunda. O sea... -respondió la tercera de las jovencitas que desayunaban en una mesa cercana a la mía. ¡Dios, qué modos de hablar! -pensé. ¡Pásame esa cosa! –pidió impaciente la segunda, señalando el canasto del pan mientras contestaba su celular. Hambrienta y molesta por la impuntualidad de la amiga que esperaba, me almorcé a las tres jovencitas: Estas generaciones digitalizadas sabrán apretar teclas pero no saben nombrar las cosas. Usan un lenguaje escaso y ordinario, ignoran que cada pan tiene su propio nombre y que no es lo mismo cuerno, que cocol, garibaldi o magdalena. Por lo menos podrían pedir: ‘pásame los bizcochos’. Pero no, para estas niñas todo pan es pan y toda flor es flor; desconocen los nombres perfumados y musicales de la caléndula, el jacinto, la magnolia o el azahar. Son ruidosas, protagónicas, insustanciales y adictas al teléfono. Estaba a punto de devorarme a las chicas con todo y sus coloridos celulares, cuando me di cuenta de que lo que me tenía rabiosa era el hambre, y aunque la impuntual seguía sin aparecer, ordené unos huevos benedictinos, y mientras los traían remojé en mi café varios cuernitos de nuez. Ya con el PH (pinche humor) menos alto y los benedictinos en la mesa, olvidé a las jovencitas y mientras desayunaba empecé a discutir conmigo misma sobre el mundo rápido y digitalizado de hoy, donde no hay espacio ni tiempo para las largas e iluminadoras sobremesas que disfrutábamos antes de que la tele tomara la palabra. ¿Será que la costumbre de conversar tranquila y entrañablemente está en proceso de extinción? Porque eso sí, de que hablamos, hablamos, rapidito y con un lenguaje cada vez más escaso, nos ocupamos de la vida ajena: separaciones conyugales y rupturas amorosas tratadas siempre de la manera más superficial e irresponsable, ofrecen variado y abundante tema; las declaraciones del futbolista de moda; la más reciente borrachera de Britney o el amor de turno de Shakira, son inapreciable material para el manoseo informativo y la cháchara social. Se ha vuelto imprescindible saber a dónde van los famosos y con quién se a- cuestan. A nadie le importan ya los héroes, los personajes que hoy se proponen como modelos deben ser ricos y famosos auque se trate de personas rotas, sin sustancia e incapaces de echar a volar y superarse por sí mismas. Muchas horas de televisión sumadas a la proliferación de revistas que son un atentado neuronal, han conquistado el mercado porque dan mucho de qué hablar. Otro tema recurrente desde que se inventó el turismo masivo, son los viajes, las anécdotas sobre los mismos y sobre todo la competencia: si alguien menciona que fue a Cuernavaca, de inmediato otro revira: pues yo estuve en Cancún. Mi amiga Bagatela acostumbra invitarnos a cenar para enseñarnos las compras y los videos que graba en sus frecuentes lunas de miel, y mientras cenamos nos marea con información sobre los espectaculares y carísimos restaurantes que conoció con su nueva pareja. En eso pensaba cuando apareció la impuntual. ¿Qué onda? -pregunto enojada mientras ella se justifica: la lluvia, el tránsito... ¡O sea! -le digo, y que agarro y que me voy. ¡Ay güey, déjame explicarte..! –me dice. Pero no la dejo y cuando salgo, la miro por la pared de cristal marcando su celular. § Correo-e: [email protected] Sn • 23