El Monumental de la Gaita, siempre presente entre los zulianos

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El Monumental de la Gaita, siempre presente entre los
zulianos
Maracaibo, 08 Nov. AVN.- Sólo faltaban 10 días para la celebración de la santa patrona de los
zulianos, la Virgen de la Chiquinquirá. Llovía tercamente y el sol resplandeciente que caracteriza el
cielo marabino, estaba ensombrecido.
Era 8 de noviembre de 1969, día en que los habitantes de Maracaibo se sumieron en una sola
tristeza, en una sola lágrima, como esa lluvia pertinaz, tras haber conocido la fatal noticia: Ricardo
Aguirre, El Monumental, se marchó a otro paisaje sin despedirse.
Un accidente de tránsito en el sector Veritas, le había arrebatado la vida a quien elevó a la
ciudadanía nacional la gaita, a quien protestó con la Grey Zuliana por su Maracaibo olvidada.
El pueblo marabino se volcó a las calles para despedir su cuerpo. Su espíritu continua vivo luego de
46 años y por siempre, porque El Monumental está presente entre los zulianos con su voz
inconfundible y sus inmortales gaitas.
Fue el martes 9 de mayo de 1939, cuando del vientre de Ida Cira González nació Ricardo Aguirre
González, quien creció en medio de la ejecución del cuatro, del furro, la tambora y de versos
improvisados, en El Empedrao, en el barrio Santa Lucía de Maracaibo.
Su madre Ida Cira y su padre Luis Ángel Aguirre, aseguraron en una oportunidad que el haber nacido
enmantillado, —que en términos médicos significa nacer con el saco del líquido amniótico intacto—
dio avisos de que el niño venía al mundo a cumplir una noble misión.
El maestro necesario
Fue un niño inteligente y con bastante temple. En medio de la dictadura, sus padres decidieron
enviarlo a estudiar para maestro normalista en la Escuela Normal Nacional Gervasio Rubio, en Rubio,
municipio Junín del estado Táchira.
Se graduó a los 19 años y comenzó a dar clases en la escuela Rafael Urdaneta de Bachaquero, para
luego desempeñarse en las aulas de la Escuela Monseñor Francisco Antonio Granadillo, a la que le
escribió su himno, cuya música fue colocada por Jorge Samper, docente de música de la institución
escolar situada en el Barrio 18 de Octubre de Maracaibo.
Como una gloriosa bandera / hoy flamea la luz del saber/ porque nuestros maestros se esmeran/ en
desear que se logre aprender/Ascender, ascender, ascender /es principio de todo estudiante/ en el
afán de seguir adelante/ nuestras ciencias quieren conocer. Esa, quizás, fue su primera composición
a la que se le colocó música, pues, en investigaciones del gaitero y compositor Miguel Ordoñez, ya
Ricardo hacia versos.
Ordoñez apenas tenía siete años cuando conoció al maestro a quien todos respetaban por ser severo
ante cualquier mal comportamiento de los estudiantes, pero admirado por sus ocurrencias, por su
solidaridad con los escolares y porque era el encargado de montar los actos culturales, entre los que
destacaba la interpretación de la gaita.
Una anécdota de ese maestro necesario, fue que en una oportunidad un alumno no tenía zapatos
con que ir a la escuela y se apareció con unas alpargatas rotas, con las cuales no lo dejarían pasar.
Fue Aguirre, el maestro, a comprarle unas alpargatas nuevas, para que ese muchacho no perdiera
sus días de escolaridad.
La monumentalidad
"La admiración que le tenía como maestro fue grande. Ella se sumó cuando a través de un
compañero de clases me entero que las gaitas que se escuchaban en la radio eran interpretadas por
él. Ya no sólo era el maestro, sino el gaitero a quien admiraba", expresó Ordoñez, escritor de las
publicaciones Ricardo Aguirre, voz y mito de la gaita y Ricardo Aguirre El Monumental.
Como director de Los Sabrosos y con la agrupación Santa Canoíta, se inició como gaitero y en 1962
ingresó a Cardenales junto con sus hermanos Rixio, Ricardo y Alves, poco después de la división del
conjunto, donde propuso que le añadiera un complemento al nombre y así surgió Cardenales del
Éxito.
Fue despedido del magisterio por desacuerdos con el director de la escuela y, en ocasiones, hubo
que dedicarse a la pintura de brocha gorda para solventar las necesidades de su familia compuesta
por cuatro pequeños y su esposa Teresita Suárez, también maestra.
Dejándolo sin trabajo se quiso callar la voz del cantor, que con sus versos protestó ante la
negligencia del gobierno. Sus canciones se convirtieron en interpretaciones populares que
retumbaron en los oídos de quienes se desentendían de su pueblo.
Sus primeras gaitas las grabó en 1963, Golpe Tradicional de Rixio Aguirre, Gaita, Gaita de Pedro
Colina y Gaitas Tradicionales de Luis Ferrer y Rixio Aguirre. Empezó así su largo camino de éxitos
con, entre otros: La Parrandera, La Bullanguera, Vieja y Famosa, Madre, los Piropos, Mi Danza, La
Gaita del 65, Reina Morena, Mi Chinata, Imploración y La Boda del Cachicamo.
En 1967 se une al conjunto Saladillo y con ellos grabó: El Indolente, Ronda Antañona, La Cantarina,
La Flor de la Habana (1y2), Dos Madres Antañonas y La Grey Zuliana (1968), ésta última bautizada
como el Himno de la Gaita Zuliana por su gran proyección.
En 1969 fue reenganchado en el magisterio y nombrado supervisor regional de educación para los
distritos Mara y Páez. Regresó a Cardenales del Éxito donde grabó El Decreto Papal, La
Vivarachera y Maracaibo Marginada.
También fue intérprete de Poema Gaitero, Gaitoneando, Soberbia Gaitera, La Pica Pica, Gloria de un
Parrandón y Remembranzas 2.
En sus investigaciones, Ordoñez consigue una entrevista hecha al El Monumental de la Gaita. Al
preguntársele que era para él la gaita, refirió que "la gaita es para gritar a todo pulmón las angustias
de un pueblo".
"La figura más importante de la gaita en estos últimos 50 años es Ricardo Aguirre, quien con apenas
siete años dentro de vida dentro de la gaita profesional defendió y enriqueció el género con sus
composiciones y su voz de bajo profundo, afinado, brillante", destacó.
Al tararear la primer estrofa de Maracaibo Marginada: Un pueblo noble / Y creyente fe reclama /Y
entristece la penumbra /En su dolor /Casi se esconde de su sol /Como apenado por el olvido /En que
se encuentra su región, termina expresando que "cualquier mortal no escribe este verso, no sólo por
la metáfora, sino por la profundidad del planteamiento de Ricardo Aguirre, El Monumental
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