Sérgio Martins

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Max de Cas
Perspectivas
para la nueva MPB
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Foto: Mario Thompson
Si m on in ha
Otto
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Thompson
“Tío Sam está queriendo conocer nuestro tambolireo”.“Brasil
Pandeïro”, canción que el compositor Assis Valente (1911 –
1958) escribió en la década del 40, pronosticó que la Música
Popular Brasileña poseía vibración y pachorra para seducir no
apenas a los Estados Unidos como también a otros
países. Valente no estaba equivocado: desde los tiempos
de Carmen Miranda (que por ironía del destino, se
negó a grabar “Brasil Pandeiro’) exportamos, de la
sonoridad “cool” de la “bossa nova”, de los vocales
susurrantes de João Gilberto y Tom Jobim al “heavy
metal tribalista de Sepultura”y Max Cavalera; las
innovaciones sonoras de Tom Zé y Caetano Veloso a las
experiencias de “bossa nova” con música electrónica de
Bebel Gilberto – hija y heredera de João Gilberto.
El Brasil, sin embargo, posee más ritmos, géneros
musicales y artistas para mostrar al resto del mundo. A
pesar de ser rotulada como “Word music”, esa nueva
generación de popstars puede ser apreciada por personas
en los Estados Unidos, Mongolia, Tanzania – y nadie
podrá decir que ellos son brasileños a no ser por el golpeteo
maravilloso (batidas) y el meneo (ginga) de las canciones que
están siendo ejecutadas. Muchos de estos artistas son
razonablemente conocidos por el público internacional. Es el
caso de la diva Marisa Monte, cuyos álbunes vendieron más de
cinco millones de copias en el Brasil. Algunos críticos
internacionales pueden rotularla como “exótica”o “folclórica”,
pero Marisa Monte es una cantante excepcional y sabe excavar
algunas de las perlas de artistas veteranos del samba.
Es imposible no emocionarse con las relecturas de ella para las
canciones de Nelson Cavaquinho y Paulinho da Viola, además
del bello álbum de Argemiro Patrocínio (integrante de la “Velha
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Foto: Prensa
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Foto: Mar
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Foto: Pren
L u c ia n a
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Guarda da Portela”, cuyo disco de estreno fue producido por
Monte). La cantante mezcla con propiedad ingredientes como
belleza, carisma, talento y marketing. Marisa Monte es apenas
una de las enormes revoluciones musicales que han sucedido en
el Brasil en los últimos años. Empezando por la música pop, que
pasó por sensibles cambios desde la década del 60. La Joven
Guardia, primer gran movimiento musical adolescente, se
esmeró en traducir las canciones de bandas inglesas y
americanas de la época.
En los años 70, artistas del quilate de Tim Maia, Raul Seixas y
Novos Baianos mezclaron el lenguaje internacional (soul music,
rock) con ritmos brasileños. Otros adeptos de esa “macumba”
sonora son éxito hasta hoy. El Trío Mocotó, que acompañó
Jorge Ben en el inicio de la carrera, recoge laureles por
el recién lanzado Samba Rock. Buena parte de los
shows actuales del grupo son en aguas internacionales.
Como por ejemplo en el “Womad”, festival organizado
por el cantor inglés Peter Gabriel y que reúne los
artistas que realmente valen la pena ser conocidos por
los adeptos de la “world music”. La receta fue
perfeccionada en la década siguiente por el grupo
“Paralamas do Sucesso”en discos como “Selvagem”, de
1986. Los artistas brasileños de hoy agregaron otro
elemento a esa ensalada sonora: la sofisticación.
El desarrollo de las técnicas de estudio y la creatividad de
nuestros músicos nos colocan en una posición a kilómetros
de distancia de lo exótico.“Si yo quiero ‘vatapá’, yo voy para
el Brasil. Si tuviera que comer hamburguesa, me quedo en
los Estados Unidos mismo”, declaró cierta vez Jon Pareles,
crítico del diario americano “New York Times” y “brasilianista”
de primera hora. Ciertamente el señor Pareles está teniendo que
cambiar de opinión, en face a las brillantes bandas de rock
brasileñas. El cuarteto minero “Pato Fu”, por ejemplo, fue
incluido en una edición internacional de la revista americana
“Time”el año pasado como una de las diez bandas surgidas
fuera de los Estados Unidos y que merece audición inmediata.
La lista es aumentada por pesos pesados del quilate de
“Radiohead” y “Portishead”, grupos de alta rotación en el
mercado de la música internacional. Los discos de “Pato Fu”,
estarán siendo estrenados en los Estados Unidos y en Europa
todavía este año. En el inicio de la década pasada, el Estado de
Pernambuco nos regaló con el “manguebit” una pegada de
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“heavy metal, punk”, música electrónica y los tambores del
“maracatu”. La revolución fue iniciadas por Chico Science &
Nação Zumbi, que lanzó dos grandes discos y excursionó por
diversos países de Europa. En 1997, Science murió en un
desastre sutomovilistico. Pero,“Nação Zumbi”continúa activa
lanzando álbunes como Radio S.AM.B.A.,
que recibió loas del crítico americano Ben Ratliff.‘Si ellos
lanzasen sus álbunes por cualquier sello de “heavy metal”
americano, conquistarían el mundo”, declaró. El alter ego de la
“Nação Zumbi”es el mundo libre s/a. Ellos son liderados por
Fred 04 (que tiene este sobrenombre porque usa lentes,
o sea es “cuatro ojos”) y mezcla “punk rock”y Jorge Ben. Fred
escribe letras sensacionales, perfectos “sambas punk”sobre los
Fotos: Mario Thompson
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Pa u la L im
D a n ie l C
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problemas sociales de Recife. El mundo libre s/a generó
también Otto, excursionista del “combo”, que ha recibido
aclamaciones de la prensa internacional. Su álbum de “remixes”,
Changez Tout, fue electo como uno de los mejores discos del
año pasado por el “New York Times”. De Recife se ha de elogiar
también a artistas como Lenine, Mestre Ambrósio y el DJ
Dolores, que trató de tornar “electrónica” la música de Recife.
Belo Horizonte, que gestó el Club de la Esquina de Milton
Nascimento y más adelante el “Pato Fu”también es responsasble
por una buena revolución pop.
El quinteto “Skank” fue uno de los grandes éxitos de la música
pop de los últimos años. Vendieron más de 4,5 millones de
copias con una sonoridad deliciosa que mezcla ritmos
jamaicanos con el folclore del Estado de Minas Gerais.
Hoy ellos están volcados para el rock. El “Pato Fu”es más
creativo. Los vocales de Fernanda Takai pueden ser definidos
como una especie de “Astrud Guilberto”de la música pop.
La música del grupo huye de rótulos. Varía entre “heavy metal”,
pop y un tanto de MPB. Otro talento surgido de ese
Estado es el “Berimbrown”. Ellos se definen como
“congopop” y mezclan música negra norteamericana con
tambores de Minas Gerais. Río de Janeiro, por ser su
turno, también contribuyó con grandes zancos. O
“Rappa”empezó en la década pasada como un grupo de
“reggae”pero hoy hace de todo un poco:“reggae”, músicas
eletrónica, samba y afines. Son bastante conocidos por su
trabajo al frente de comunidades pobres de Río de Janeiro.
El gran talento de la música brasileña de los últimos años, sin
embargo, viene de São Paulo. Max de Castro, 30 años, fue
aclamado en la misma edición de la revista “Time”que aclamó a
“Pato Fu”. Sólo que el cantante y guitarrista apareció en la capa,
compartiendo el espacio con la colombiana Shakira y la
islandesa Bjork. Max de
Castro tiene dos discos en
el mercado (Samba Raro
y Orchestra Klaxon) que
son el fino de la música
brasileña. Sus
composiciones agregan
samba, ritmos
electrónicos,“bossa
nova”y “soul music”que
no
Pe d ro M a r ia
encantaron a los críticos americanos. Más que eso, Max de
Castro reasume algunas tradiciones que andaban en falta en la
música brasileña. Como por ejemplo, las melodías y las
armonías.“Los movimientos musicales siguientes acabaron por
privilegiar la letra en perjuicio del ritmo”, atestigua de Castro.
Eso no quiero decir que su música sea “alienada” (para usar un
discuro tocado de ciertas facciones de la música brasileña). Max
de Castro sabe hablar de temas como discriminación racial y
problemas sociales como una delicadeza que hace a cualquier
protagonista del cine americano desdoblarse en lágrimas. Max
de Castro pertenece a “Trama” grabadora independiente
brasileña que ha cambiado el concepto de hacer música en el
país.
Al revés de optar por ritmos de la moda, ella apuesta a nuevos
talentos de la composición.“Queremos descubrir los nuevos
Chicos, Miltons y Caetanos”, dispara João Marcello Bôscoli,
presidente de la compañía. Al lado del empresario
André Sjzaman, ellos mostraron no solamente el talento de
Max de Castro, como también el de Simoninha, hermano de
Max de Castro. Simoninha tiene un estilo diferente del
hermano. Actúa más como un “crooner”
(cantante melódico americano), en canciones que emulan
“soul music” y baladas apasionantes. El vocalista también actuó
como directo artístico de la compañía y
lanzó el último disco del guitarrista Baden Powell. La “Trama”
ha revelado artistas con talento y sofisticación para ganar al
resto del mundo. Son los casos de Jairzinho Oliveira y Luciana
Mello, brotes del cantante Jair Rodrigues Mello inclusive, se
transfirió para mayor, a la “Universal”. Otro talento de la
compañía es el cantante Pedro Mariano, hijo de Elis Regina y
del pianista y arreglador César Camargo Mariano, y una de las
voces más dulces surgidas en los últimos años en el Brasil.
Los artistas de “Trama” han despertado interés internacional.
Los DJs Marky y Patife (ambos son del cast de música
electrónica de la compañía) son presencia constante en las
fiestas más sonadas de Inglaterra y la “Trama” además cerró
contrato con el cantante y compositor Ed Motta.
La “Trama” abrió un espacio para que el público brasileño se
deleitase con otros artistas de antaño. En los últimos dos años
fueron relanzadas obras primas de astros del samba-jazz
(el saxofonista J.T. Meirelles y el baterista Edison Machado),
que a toda hora son citados por Max de Castro
como sus grandes influencias. En esta categoría hay que elogiar
también la inversión de la Petrobrás en el álbum
“Ouro Petro”, tributo al maestro brasileño Moacir Santos.
Él, que vive en los Estados Unidos desde 1967, creó una especie
de “afro-samba-jazz” que ha dejado a los americanos
enloquecidos.“Ouro Negro” reunió lo nato de la música
instrumental brasileña comandado por el saxofonista
Zé Nogueira y por el guitarrista Mario Adnet. Juntos
tradujeron y recrearon las partituras originales de
Moacir Santos en un álbum doble que trajo como invitados al
pianista João Donato y los cantores Milton Nacimento,
Joyce y Ed Motta.“Ouro Negro”también fue incluido en la lista
del “New York Times” como uno de los grandes álbunes del año
pasado y frecuenta la estantería del trompetista americano
Wynton Marsalis – que, maravillado por la música de
Moacir Santos, piensa hasta en llamarlo para una sociedad.
El propio país cayó de rodillas delante de dos herederas de la
“bossa nova”. La primera es Bebel Gilberto. Su álbum
“Tanto Tempo”, lanzado hace dos años, es el disco brasileño
más vendido en el mercado americano desde Getz/Gilberto,
colaboración entre el saxofonista americano y João Gilberto en
la década del 60. Y Luciana Souza , hija del cantante Walter
Santos, coterráneo de João Gilberto (ambos nacieron en la
ciudad bahíana de Juazeiro) y que en la década del 80 creo el
sello de música instrumental “Som da Gente”.
Las nuevas divas poseen trabajos distintos. Bebel Gilberto
recrea canciones de “bossa nova” bajo una perspectiva
electrónica – su versión de “Samba da Benção”
(clásico de Baden Powell y Vinicius de Moraes) es magistral.
Es del gusto del americano, clase media, que adora oír una
canción relajante después del trabajo. Luciana Souza es más
osada y bastante respetada dentro del circuito de jazz. Sí, Assis
Valente, Tim San aún está queriendo conocer nuestro
tambolireo. Pero se ha impresionado con la máquina de ritmos y
creatividad de la Música Popular Brasileña.
Sérgio Martins, 35 años, es subdirector de Artes & Espectáculos de la revista
“Veja”. Pasó también por la redacción de la BIZZ, una de las principales
publicaciones musicales del Brasil; de la revista “Época” y colaboró para los
matutinos “Folha de São Paulo”,“Estado de S.Paulo”,“Jornal da Tarde”.
También escribió un artículo sobre Música Popular Brasileña para la edición
americana de la revista “Time”.
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