HILANDO TEJIDOS DE MEMORIA Y JUSTICIA: EL GENOCIDIO EN

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HILANDO TEJIDOS DE MEMORIA Y JUSTICIA: EL GENOCIDIO EN GUATEMALA PAOLA ALEJANDRA CASTILLO DIAZ CENTRO PARA LA ACCIÓN LEGAL EN DERECHOS HUMANOS – CALDH GUATEMALA Hoy compartiré con ustedes cómo en Guatemala hemos ido hilvanando tejidos de justicia y memoria en medio de una sociedad a la que se le ha impuesto el olvido, un Estado racista y patriarcal que ha permitido la impunidad en la barbarie cometida por el mismo Ejército guatemalteco y sus aparatos represores. Una justicia que se construye hilvanando los fragmentos de la historia escondidos en la memoria individual y reflejándolas en la historia colectiva de un país que anhela la paz. Quiero partir del hoy, porque en Guatemala hablar de genocidio nos sitúa en el presente y su relación con el pasado, porque genocidio va de la mano con racismo, porque genocidio implica también resignificar la memoria de los y las sobrevivientes así como de aquellos que murieron, es caminar en sentido contrario a la impunidad del pasado y del presente, en sentido contrario al olvido y el silencio. Necesariamente al hablar de genocidio, he de mencionar, de manera general, los problemas estructurales que conllevaron al Conflicto Armado Interno -­‐ CAI, que duró más de 3 décadas (36 años para ser específica) y que han estado presentes en la historia de nuestro territorio desde las carabelas hasta la actualidad, como lo son el racismo, la discriminación, las grandes desigualdades, la tenencia de la tierra, la pobreza, el despojo de los territorios y la explotación de los recursos naturales, entre otros, que siguen estando latentes, reflejándose en el continuum de la violencia, la repetición de patrones y formas de operar y la existencia de estructuras del crimen organizado en las instituciones del Estado. En Guatemala, durante los gobiernos militares de 1981 a 1983 se cometió genocidio, delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra, identificando a la población maya como un peligro a la estabilidad nacional, catalogándolos bajo la definición militar de enemigos internos y bajo el pretexto de la guerra contra le comunismo acabaron con cientos de comunidades de los grupos lingüísticos Achí, K’iché’, Kachiquel, Ixil, Q’anjob’al, Chuj y Mam, ubicados en el occidente del país, tomando como hecho “el que no está conmigo está en contra mía”1 Durante este período se estableció una política de genocidio, ejerciendo el control sobre la población y del territorio, ejecutando estrategias de tierra arrasada en diversas comunidades mayas; ejecuciones extrajudiciales contra población civil, en especial lideres comunitarios y estudiantiles, sindicales y religiosos; se implementaron prácticas de tortura, provocando graves lesiones físicas y mentales; la sistemática violencia sexual contra las mujeres constituyó un acto de dominio sobre el enemigo y provocó graves lesiones físicas, psicológicas y sociales, ya que las mujeres fueron consideradas el botín de guerra; se sometió a grupos indígenas a condiciones extremas que condujeron a la destrucción física del grupo, así como el desplazamiento de 1
Memoria del Silencio, Comisión para el Esclarecimiento Histórico.
niños/as y adultos/as que dejó miles de muertes por hambre, susto y sometimiento a condiciones de vida infrahumanas. Para ejercer un control sobre la población se implementaron “aldeas modelos” (guetos o campos de concentración) que tenían como fin principal “la reeducación” de la población indígena, que dio como resultado la imposición, nuevamente, de otras formas de vida, negando la posibilidad de la práctica de su propia espiritualidad, organización política, relacionamiento, es decir de su propia cosmovisión, llevando al rompimiento del tejido social comunitario y a la creación de uno de los aparatos represivos más fuertes a nivel comunitario del Estado: las patrullas de autodefensa civil (pac) todo esto a través de la violencia como factor de control y la asimilación de una nueva cultura: la ladina, dándose así una grave afectación a la cultura e identidad maya. Durante las operaciones de tierra arrasada miles de niños y niñas que sobrevivieron a las masacres fueron trasladados a la ciudad capital y dados en adopción a familias de otros países del mundo, otros en casas de sus propios victimarios, práctica muy común en América Latina, sin ir tan lejos el ejemplo argentino, y algunos quedando como esclavos en batallones del ejército. La Comisión para el Esclarecimiento Histórico, quien tuvo la responsabilidad de realizar la investigación sobre lo ocurrido en Guatemala durante el período del Conflicto Armado Interno 1960 – 1996, estableció que se cometieron graves violaciones a los derechos humanos, 1 millón de desplazados fuera de Guatemala y dentro del país, 45,000 desaparecidos/as, 626 masacres, más de 200,000 muertos. Por ello, para Guatemala es de suma importancia llevar casos ante las Cortes Nacionales. En el 2001, víctimas sobrevivientes del Conflicto Armado Interno, de cinco regiones del país, aglutinadas en la Asociación para la Justicia y Reconciliación, (AJR) iniciaron el camino de la justicia por los delitos de genocidio y crímenes de lesa humanidad. En ese año dos organizaciones: AJR y el Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos, (CALDH) presentaron una querella contra los altos mandos militares del período 82 – 83 por ser los autores intelectuales de los delitos de genocidio, delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra. A partir de esa fecha, se inicia la investigación que acompañaría el proceso jurídico del primer caso por genocidio que se presenta en las cortes nacionales. De acuerdo al sistema de justicia guatemalteco, el Ministerio Público es el ente institucional encargado de realizar la investigación y persecución penal, sin embargo, pasaron 8 años para que eso sucediera, por lo que durante ese tiempo la responsabilidad de investigar recayó tanto en las víctimas como en quienes les asesoran. En estos 8 años, el proceso de investigación dio la oportunidad de trascender de la búsqueda de pruebas, a la reconstrucción, resignificación y dignificación de la memoria y la verdad de los y las sobrevivientes. La investigación realizada se centró en la Región Ixil, Departamento del Quiché, una de las áreas donde la política genocida azotó de una manera contundente. En este proceso participaron sobrevivientes, hombres y mujeres que vieron y vivieron los vejámenes cometidos contra ellos. Para lograr esta investigación uno de los caminos utilizados fue la reconstrucción de la historia de cada persona, en la que a través de mapas, dibujos, historias, fueron entrelazándose unas con otras y lograr después de varios años, contar con 106 reconstrucciones que son parte del proceso jurídico, sobrevivientes que participan en la elaboración de informes de expertos, como son los de desplazamiento, militar, psicosocial, violencia sexual, cultural, sociocultural, histórico, cartográfico, racismo y discriminación, niñez desaparecida durante el CAI, demográfico, patrones de exhumación, entre otros. Cada peritaje confirma los hechos sucedidos y cómo a partir de esta política se rompe el tejido social, se crean estrategias de reeducación hacia la población maya Ixil y reubicación cambiando su forma de vida. Un hecho que cabe destacar en este proceso es la lucha por la desclasificación de documentos militares. Dentro del litigio jurídico se ha solicitado al Ministerio de la Defensa la entrega de cuatro planes militares que contienen información relevante de cómo el ejército identificó al pueblo maya Ixil, sus planes contra ellos, cómo ejecutaron dichos planes y los posteriores informes de lo ejecutado que coinciden con la reconstrucción de hechos en la región Ixil. De los cuatro planes: victoria 83, Firmeza 83, Plan Sofía y Operación Ixil, el Ejército ha entregado solamente dos, un tercero ha sido judicializado en la Audiencia Nacional de España y llevado a Guatemala como prueba para el caso. A partir del 2009 inicia una etapa de apertura en el Ministerio Público y se agilizan las investigaciones, demostrando un interés por romper el manto de la impunidad enquistado en el Estado mismo. Se dan sustanciosos avances en la investigación y el mes pasado se presenta la imputación contra uno de los autores intelectuales del genocidio, dándose la primera captura y quedando ligado a proceso el general Héctor Mario López Fuentes quien fungió como Jefe del Estado Mayor del Ejército en la época más sangrienta del conflicto armado, siendo esto una luz de esperanza para las y los sobrevivientes. Durante estos años, en conjunto con una serie de organizaciones, colectivos y sobrevivientes, se realizó y continúa realizando un proceso de recuperación de la memoria histórica, planteando a nivel social la necesidad de juzgar las graves violaciones a los derechos humanos del pasado y reflexionando sobre la realidad en la actualidad y su relación con el pasado. Se han ido rompiendo los muros del temor y el miedo a hablar, a contar lo vivido, a decir la verdad… cada día más mujeres, más hombres, más jóvenes se convierten en protagonistas de la búsqueda de justicia. Todo este proceso nos ha llevado a definir algunos puntos importantes de nuestro caminar: Para una sociedad como la guatemalteca es necesario discutir el pasado y presente, relacionarlo en la construcción de los relatos, y crear las condiciones para la recuperación de la memoria histórica, lo que nos permitirá comprender el por qué de la resistencia de los pueblos durante el CAI, y en la actualidad la lucha por los recursos naturales, el despojo de las tierras, la violencia contra las mujeres o feminicidio, y la estigmatización de la juventud, así como las formas de operar y patrones repetitivos. Los y las sobrevivientes tienen un rol protagónico, es el referente principal de un proceso no es un sujeto pasivo, aporta su historia a través de la reconstrucción de la memoria y comparte su sabiduría por la experiencia vivida. Un proceso legal va acompañado de otros engranajes que lo fortalecen como son el acompañamiento psicosocial o procesos de sanación, procesos de reconstrucción de historias de vida y de su identidad comunitaria (líderes, comadronas, sacerdotes mayas, otros) que le fue despojada durante el CAI. Realizar análisis crítico con jóvenes que aporte a la resignificación de la historia y la memoria de nuestros pueblos. Asimismo, articular con organizaciones a nivel nacional e internacional, dar a conocer los procesos de justicia que se llevan en Guatemala y la necesidad de romper con la impunidad latente hasta estos días. Y por último, visibilizar el delito de violencia sexual contra las mujeres en conflictos armados, hablarlo, discutirlo y representarlo. Acompañar a las mujeres en procesos de sanación y reconstrucción de sus historias de vida de forma individual y colectiva. En este camino hemos ido aprendiendo, construyendo, hilvanando… otras formas del que hacer social y político, reafirmando que para ver hacia delante es necesario mirar hacia atrás. Por ello mencioné desde el principio que hablar de genocidio implica mirar nuestro presente, porque vivimos las consecuencias de la impunidad de ese genocidio. La Justicia por genocidio no la vemos solamente como el encarcelamiento de los autores materiales e intelectuales o la probación científica y jurídica de los hechos; la justicia por genocidio va más allá que eso, significa el reconocimiento social y político de lo ocurrido, implica la resignificación de la historia y la memoria, representa la Verdad No oficial, representa los sueños y esperanzas truncados en quienes fueron masacrados, significa los sueños y esperanzas de quienes viven cada día el dolor de la barbarie. Este atrevimiento solo es posible cuando una sociedad lastimada se continúa indignando por la violencia de ayer y la violencia de hoy, sólo puede ser posible a través de la Resistencia; esa resistencia al olvido, a un estado represor, a sociedad con amnesia, permeada por la globalización y el individualismo. Los que nos encontramos en este encuentro hemos estudiado, analizado, investigado, comparado…muchos enfoques del genocidio y de esta forma aportado a comprender lo que ha sucedido. Allá afuera se encuentran las voces, las manos de quienes continúan tejiendo con hilos de memoria y verdad, los multicolores lienzos de nuestra América Latina, porque bien lo expresa el poeta kakchiquel Humberto Acabal, en su poesía: De vez en cuando camino al revés, es mi modo de andar. Si caminara solo hacia delante te podría decir como es el olvido. Gracias por atrevernos. 
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