CONCIENCIA. (CUENTOS PARA NACER A LA VIDA CONSCIENTE). El año había constituido una auténtica aniquilación para la pequeña comarca de agricultores; un valle siempre generoso con sus pobladores, ofreciéndoles ricas cosechas de cereales, siendo el sustento principal. Eran personas sencillas que se dedicaban al cultivo del campo, a la elaboración de productos artesanales, tanto para consumo propio como para la venta en comarcas colindantes. Nadie encontraba una explicación al extraño suceso desencadenante de aquel fatídico desenlace. El sol había brillado alimentando con su luz a los cultivos; la lluvia se había mostrado muy generosa en el momento adecuado; los hombres habían trabajado…y entonces ¿Qué?, ¿Por qué?, se interrogaban incesantemente. Inesperadamente, apareció por el pueblo, un hombre de extraña apariencia; claro, las apariencias son tenidas muy en cuenta para las personas que exclusivamente ven el exterior del otro, es la primera visión que nos ofrece. El hombre en cuestión, se dedicó, con sumo silencio y esmero, a recorrer los campos, observar y extraer conclusiones. Anotaba en un viejo cuaderno, de tapas de cuero, con un lápiz todas las observaciones que creía oportunas e interesantes. Los habitantes, al percatarse de ello, lo seguían, eso sí, en silencio y con bastante cautela, a fin de cuentas era un desconocido y según el dicho popular “de los desconocidos no hay que fiarse”. Observaban todas las anotaciones que el extraño aparentaba escribir, hasta que, éste detuvo en seco su actividad. Lentamente, con parsimonia, el extraño se fue despojando de sus raras vestimentas: un sombrero de un tamaño excesivo, unas largas barbas rizadas y de color pelirrojo, unas botas con punteras hacia arriba, un viejo zurrón de cuero al igual que su cinturón. Y apareció ante ellos la figura de un adolescente de aproximadamente 17 años; mostraba un rostro amable y bondadoso; ojos dulces color del trigo en verano y un cabello negro azabache. Los perplejos pobladores, se sentaron en el suelo, expectantes, para descubrir lo que aquel joven les iba a comunicar. Y he aquí lo que empezó a exponer: “La naturaleza es sabia, es un ducho tan pronunciado que ha perdido su auténtico significado para las personas. Y este año de cosechas nefastas para vosotros, se ha cansado, desilusionado, ha perdido vigor. Por ello, ha querido que la observarais con los ojos del corazón, con amor. Quitaos de vuestras mentes el que todo es como debe ser: buen sol, lluvia adecuada, excelentes cosechas. ¡NO! Hay algo más trascendente. La naturaleza, La Madre Naturaleza, es generosa con todos sus hijos, a cada uno le ofrece lo que necesita…pero todos estamos perdidos en nuestro mundo, tan perdidos, que hemos olvidado la palabra que ella necesita y espera; del mismo modo que una madre desea el beso amoroso de su hijo: GRACIAS. ¿Habéis pensado alguna vez con detenimiento, el milagro tan maravilloso que constituye la siembra, y…que de ahí obtengáis el grano, que lo podáis convertir en harina, fabricar pan…? ¡Pensad! ¿Y si la Madre Naturaleza no os regalara la buena tierra para sembrar, el sol necesario para crecer y el agua para regar? El mensaje que os traigo es que, dejéis atrás las falsas apariencias, que depositéis en mi zurrón todos los conceptos vanos y absurdos; lo atéis bien atado con mi viejo cinturón y lo echéis en el pozo más profundo de vuestra comarca. Mi cuaderno de cuero no tiene anotado nada, sois vosotros los que con vuestros descubrimientos personales, con la observación de la naturaleza y los sentimientos que ella os produce, los que anotéis y le deis mil gracias por su bondad y generosidad. Lo único que ella espera es gracias, gracias de luz, gracias de amor. Podéis sembrar, regar…pero, si no prestáis atención al momento, a la acción, si perdéis el sentido de lo que hacéis, si no sois plenamente conscientes,...la vida se os escapa como el agua entre los surcos de la tierra que no va a parar a ninguna planta, se pierde. La Naturaleza os da una segunda oportunidad: plena conciencia de lo que deseáis y hacéis y así, lograréis vuestros propósitos, cosechas ricas y abundantes que os nutran tanto el cuerpo como el corazón. La vida en sí misma consiste en ir plantando lentamente; tenemos que tener en consideración las malas hierbas, las tempestades y lo más importante, el estar preparado para ellas. Si no lo estamos, podremos aprender para comenzar nuevamente la siembra; regar con mimo, amor y podar las hojas secas que pueden estropear al resto. No penséis en la gran cosecha que recogeréis al final de la temporada, no; es el día a día, el disfrute al ver un tallo crecer; una mariposa volandera que se aproxima a una flor…Es el camino, el andar paso a paso, porque de lo contrario nos perdemos lo importante de la cosecha, de la vida. La felicidad no se encuentra al final del camino, no creáis en las falsas ideas impuestas. Lo pleno y satisfactorio es vivir cada instante como único y especial, porque es irrepetible. Cuando yo pronuncie la siguiente palabra, la anterior, ya es pasado, ya no existe; el futuro es irreal, no sucede ni ha sucedido, es una potencialidad. ¡Despertad! ¡Sed conscientes del aquí y ahora! Dad GRACIAS DE LUZ a la Madre Naturaleza que os ha transmitido una lección de vida.” Todos los pobladores permanecieron sentados en el suelo ,mientras veían, que el joven con paso lento en un primer instante y posteriormente ,más ágil hasta ir casi danzando, se alejaba de ellos dejando tras de si un rastro de buenos sentimientos. Al cobrar conciencia de lo que había acontecido, dieron gracias a Dios, al Ser Superior, al Universo por la nueva visión de la realidad manifestada a través de aquel joven, de extraña apariencia, pero que encerraba en su corazón la sabiduría para vivir conscientemente. En Aznalcóllar a 1 de Noviembre de 2013 Pepi Cueto -Plegaria de sal-