-Él observaba la calle desde su ventana. Miraba el mundo entero

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-Él observaba la calle desde su ventana.
Miraba el mundo entero, pero no veía nada. Podría estar en la luna,y mirar hacia la
tierra sin ver nada nuevo. No tendría delante más que un abismo infranqueable.
Hacía ya bastante tiempo que no tenía una razón para vivir, y si se levantaba cada
mañana era más por inercia que por ganas. Suspiró, y el sonido llenó toda la casa,
pero, en contraste, vació las botellas. Pensó en salir a dar un paseo, y descansar la
mente tras una eternidad sin salir del abismo.
En el descansillo esperaba el encuentro, sin saberlo, ella.
Una mujer joven, con una mente demasiado entrada en años, sin más motivo en la
vida que levantarse cada mañana para trabajar,y subsistir. Cansada de gritos de su
anterior pareja, y a la vez de la soledad, caería de nuevo en la trampa del corazón,
volvería a ser una muñeca de trapo manchada de lágrimas.
Él salió de su piso, y se encontraron casi frente a frente, sin decir nada.
Una sonrisa fingida, y el gesto alegre más triste del mundo. Dos granos de arena en
una playa. No eran más que eso. La vida para ellos era un papel sin nada escrito,
sin valor. No eran más que una mota de polvo en el mar infinito de la eternidad, y su
estancia en este mundo, algo transitorio.
Desviaron de nuevo las miradas.
No es para mí. No hay nada que pueda ofrecerle. O nada que ofrecerle a nadie,
supongo. Pensó ella.
Siempre tiene esa sonrisa tan triste. Yo sólo querría...
Él se decidió a acercarse a ella.
Sonríe, por favor. ¿Qué? Quiero verte sonreír de verdad.
Y ella sonrió, por el simple hecho de que aquel desconocido al que conocía sólo de
vista se lo pidiese.
La vida, que era tan oscura y enrevesada hace unos minutos, ahora era tan simple
como una sonrisa casual.
Él, dejándose llevar por la corriente, la abrazó, pero no sólo físicamente. No estarás
sola nunca más, dijo entre susurros.
Él no observaría más por la ventana, pasearía por las calles que antes sólo podía
mirar, y ella secaría las lágrimas sobre su almohada, prometiéndose que no lloraría
más que por lo que valiese la pena. Cogerían lo mejor del otro, y aunque no
volviesen a verse nunca más, su visión de la vida nunca sería la misma. Serían
valientes para siempre, pues quien vence una vez su miedo, ya jamás le producirá
temor lo vencido.
Llena la vida de algo más que de autocompasión, llora cuando lo necesites,pero sin
tomarlo como costumbre, y en vez de abandonar el lienzo que es nuestra vida,
pinta un cuadro precioso con tu sonrisa,por que, si uno vive simplemente para
subsistir, no tiene sueños, piensa que no alcanzará a ser nada, o piensa que ya lo
ha alcanzado todo en esta vida, no está mucho más vivo que una piedra. Sólo
tenemos una vida, y cada uno puede decidir si simplemente es un espectador de
ella, o si es de las personas que se ven caminando por la calle, y marcan la vida de
los demás.
-Si este relato hace pensar sobre su vida a alguien, habrá logrado su objetivo.
De corazón, gracias por su tiempo. J.L.Ortega
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