LUNES DE LA SEXTA SEMANA DE PASCUA-.

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LUNES DE LA SEXTA SEMANA DE
PASCUA
LECTURAS
1ª: Hch 16, 11-15
2ª: Jn 15, 26-16, 4
1.
Nos embarcamos en Tróada y fuimos derechos a
Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; de allí
pasamos a Filipos...
La lectura de esas palabras ha de ir acompañada de
la oración. En la simplicidad de un relato de viaje
¡esconden estas palabras la primera penetración del
evangelio en "Europa"! Los que habitamos este
continente, somos cristianos porque un día Pablo
pisó la playa de Neápolis al descender del barco que
provenía de Tróada (Asia Menor).
La epopeya misionera da aquí su primer paso
decisivo.
Efectivamente, Europa ha sido «tierra de misión».
La aventura de la Fe comenzó en Jerusalén, junto a
un Gólgota y a una Tumba vacía... luego la Fe se
extendió por Samaria, y Antioquía de Siria... luego
por Asia Menor. Y he aquí que aborda un nuevo
continente. Nos encontramos probablemente en la
primavera del año 50. Veinte años después de que
Jesús "diera su vida" y resucitara. En los siglos
siguientes, esa misma corriente de vida llegará a
todos los países. ¡Y estamos todavía en los
comienzos! Queda mucho por hacer. ¡Envía, Señor, a
un nuevo «san Pablo» a todos los pueblos nuevos!
¿Cómo es mi labor misionera? ¿Cuál es mi
preocupación por el progreso de la Fe?
-Un sábado salimos fuera de la ciudad -de Filipos- a
orillas de un río, lugar donde la gente solía reunirse
para orar.
La primera ciudad de Europa donde, según el
evangelio, se instala Pablo es Filipos. Será la primera
comunidad cristiana de este continente, a la que
pronto dirigirá su Epístola a los Filipenses, que hoy
leemos en la misa.
Notemos que el relato de los «Hechos de los
Apóstoles» que hasta aquí estaba escrito en tercera
persona del singular o del plural -hicieron esto, hizo
aquello- pasa ahora a la primera persona del plural nos instalamos a orillas de un río-. Ocurre esto
porque Pablo encontró a Lucas, el convertido de
Antioquía, el «médico estimado» a quien embarcó en
su aventura misionera. De ahora en adelante, Lucas
será el compañero de viaje y el confidente directo de
Pablo. Cuando leemos el evangelio de san Lucas,
tenemos pues algo de la predicación de Pablo.
Tenemos: la manera de hablar Pablo de Jesús.
-Nos dirigimos a algunas mujeres.
Y así empezó la misión en Europa: unas mujeres
reunidas para orar. Son judías puesto que respetan
el sábado. Son un pequeño grupo. Demasiado
pequeño para disponer de una sinagoga, en esa gran
ciudad pagana. Por lo tanto, ¡se reúnen fuera, a la
salida de la ciudad, bajo los eucaliptos, a orillas de
un riachuelo! Para orar. Y es allá donde Pablo ha ido
a encontrarlas. La gran ciudad, tan cercana, ignora el
acontecimiento histórico que comienza con ellas.
-Una de ellas, llamada Lidia, vendedora de púrpura,
nos escuchaba. El Señor le abrió el corazón, para que
se adhiriese a las palabras de Pablo.
Pablo habla. Pero es Dios quien «dispone el corazón»
a la escucha. Esta primera creyente, una
comerciante, -una «jefe de empresa» como diríamos
hoy- es una mujer decidida. Acto continuo pide el
bautismo, y ofrece la hospitalidad de su casa a los
misioneros ambulantes.
Señor, da ese dinamismo a todos los cristianos.
Que mi oración y la ofrenda de mi vida se eleven hoy
por la evangelización de los hombres y mujeres que
esperan la buena nueva.
2.
La Iglesia va preparando a los cristianos para el
tiempo de la desaparición visible de Jesús, que
comienza el día de la ascensión, el próximo domingo,
y quiere que aguardemos con ansia al Espíritu Santo,
que es el que va a conducir la vida de los cristianos a
través de este mundo hasta el encuentro definitivo
con Dios.
El Evangelio trae un anuncio grave del Señor para el
tiempo posterior a su elevación a los cielos. Asegura
que el Paráclito, el Espíritu Santo que él prometía
como "abogado" que es el Espíritu de Verdad "dará
testimonio de El". El Espíritu descubrirá la verdad
sobre los acontecimientos de la vida de Cristo. Y los
Apóstoles también darán testimonio de Cristo ya que
estuvieron con El desde un principio.
Es misión del Espíritu Santo revelar a los Apóstoles
toda la verdad sobre Cristo, sobre sus hechos, sobre
su vida y su muerte, y fortalecerlos para que sean
capaces de dar testimonio. Testigo/ Mártir.
Porque ser "testigo" es confesar la verdad con todas
las consecuencias, exponerse, arriesgarse, dar la
cara.
"Testigo" aparece precisamente en el N.T. con el
sentido de "mártir"; dar la vida es el gran testimonio,
confesar con la sangre la Verdad. No solamente la
muerte por Cristo sino también la vida cristiana
vivida con todas sus consecuencias tiene un valor de
"martirio" y por esto de testimonio.
En boca de Jesús, la misión de testigos asignada a
los Apóstoles es misión de mártires. Se lo advierte
para que no se extrañen; sufrirán persecuciones y
hasta los matarán. ¿Quién? Los que no han conocido
al Padre ni a Cristo. Los que no han querido
conocerlos; los que no han reconocido en ellos a
Dios, al Señor y no se han sometido a su Plan, a su
llamada, a sus exigencias, porque hubieran tenido
que renunciar a otros intereses y acabar con muchas
situaciones establecidas.
Porque existe el pecado, el mal, el egoísmo, fue
perseguido JC y serán perseguidos los cristianos. En
un mundo donde el mal echa sus raíces como la
yedra y vive, crece y domina, tiene que surgir la
violenta oposición contra quien viene a condenar el
mundo del mal y anuncia una "vida nueva" y un
"mundo nuevo" hechos de amorosa sumisión a Dios
y de servicio desinteresado a los demás, de perdón y
de amor, hasta para los enemigos. A un hombre así
se le niega la autoridad, se le acusa de loco, de
blasfemo, de comunista o de lo que sea para acabar
con El; porque estorba hay que quitarlo de en medio;
aceptarlo sería reconocer la propia maldad y
renunciar a muchos intereses creados... Esto ocurrió
con Cristo: no le conocieron; no reconocieron su
divinidad y bajo la acusación de que se hacía Dios lo
quitaron de en medio. Cuando se ha fabricado un
dios a la medida de los propios intereses se es capaz
de negar al verdadero Dios con la conciencia de que
se hace en defensa de Dios y se defiende el dios de
los propios intereses. Por eso dice Jesús que quien
los mate creerá que honra a Dios.
Mientras exista el mal, es inherente a la profesión
cristiana la oposición, la violencia, la persecución.
Los cristianos están en este "mundo" pero
pertenecen al "Reino de Cristo, al "mundo nuevo"
que anunció el Señor; y ellos tienen que proclamarlo
y construirlo a base de vivir la "vida nueva" que trajo
El, al margen del mal de este "mundo" y aun en
contra, desenmascarándolo. Es lógico que estorben
porque son un reproche vivo para el mal y para
todos los intereses fundados en el mal; son la luz
que descubre demasiadas cosas; son la sal que
escuece.
Cristo no canonizó las críticas, las oposiciones y la
persecución que podemos sufrir los cristianos por
nuestras faltas, por nuestros abusos, por nuestras
injusticias personales; hemos de procurar no
ganarnos persecuciones y críticas justas y a no
comprometer el cristianismo.
La persecución se convierte así en el destino de la
Iglesia y en un signo de su fidelidad a Jesucristo.
Los cristianos probablemente se escandalizan de que
se rechace el evangelio y se persiga a la Iglesia,
cuando en realidad ella solamente pretende la
salvación del hombre. Pero lo que afirma el evangelio
es, precisamente, todo lo contrario; que cuando
realmente hay que escandalizarse, es cuando la
Iglesia no sea perseguida de cualquier forma, porque
la ausencia de persecución debería ser una señal
inquietante de falta de fidelidad al Evangelio, porque
"todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo
Jesús, sufrirán persecuciones" (/2Tm/03/12).
Testimonio: aquel cristiano cuya conducta manifiesta
la presencia de Dios en el mundo. Aceptar a Cristo y
su Palabra sería reconocer la propia maldad y
renunciar a muchos intereses creados. Esto ocurrió
con Cristo: "me quereis matar porque mi palabra no
entra en nosotros".
3. ES/DEFENSOR:
Continuamos la meditación del "discurso después de
la Cena". Hasta aquí, Jesús ha hablado sobre todo de
amor...
Pero el tono va a cambiar. En esta segunda parte de
su conversación, Jesús va a hablar mucho sobre el
"odio": quiere prevenir a sus discípulos de la
atmósfera de lucha que conocerán frente al rechazo
del mundo.
-Cuando venga el "defensor" que Yo os enviaré de
parte del Padre.
Hemos olvidado bastante ese título que daba Jesús al
Espíritu.
El "Defensor", el "Paráclito" en griego. Esto da un
tono de lucha. Dios tomará la defensa de los suyos.
¿Tengo conciencia de que soy atacado, amenazado?
Sí, me encuentro constantemente enfrentado al mal
a la desgracia, y al Maligno: el pecado, la
adversidad, Satán... triple cara de lo que me provoca
para destruirme y alienarme.
Jesús lo sabe bien. El, que tan a menudo ha tomado
la defensa del hombre, para salvarle del pecado, de
la enfermedad o de la muerte y del demonio. El nos
envía otro 'Defensor": su Espíritu. A menudo, Señor,
me olvido de ese aspecto dramático que tiene la vida
cristiana; y corro el riesgo de dejarme llevar a una
buena vidita muy tranquila, en vez de continuar
alerta, vigilante... y presto al combate contra
cualquier forma de mal.
-El Espíritu de verdad que procede del Padre, dará
"testimonio" ("martyresei") de mí. "Espíritu de
verdad es otro título que Jesús da al Espíritu.
La verdad libera, la verdad es la única fuerza capaz
de contrarrestarle el mal.
Ser, cada vez más, un hambriento de la verdad, para
ser, cada vez más, un testigo ("martyr" en griego)
de la verdad.
-Y vosotros me daréis también testimonio
("martyreite").
La suerte de las palabras es ir cambiando de sentido
en el curso de los años. Y por esto la Iglesia se ve
obligada a adaptarse constantemente, es decir, a
usar palabras nuevas para expresar la misma
realidad. Los lectores de san Juan, aquí, oían en sus
oídos griegos la palabra "martyr", que hoy
traducimos por "testigo". "Vosotros también seréis
mártires míos = vosotros seréis también mis
testigos."
-Os echarán de las sinagogas... os matarán...
Jesús preveía lúcidamente la extrema dificultad de
ser cristiano. En este tiempo pascual, en la primera
lectura (Hechos de los Apóstoles) oímos de qué
modo Pablo, por ejemplo, ha sido perseguido, tenido
por sospechoso, azotado, encarcelado, martirizado.
Todavía hoy, el desarrollo en profundidad del
evangelio tropieza con las mismas oposiciones, las
mismas tentativas de ahogo. El cristiano auténtico es
a menudo tenido por sospechoso. Si esto no sucede
conmigo es quizá porque he desvirtuado la virulencia
y la novedad del evangelio.
-Vosotros daréis testimonio de mí porque desde el
principio estáis conmigo... Os tratarán de ese modo
porque no conocieron al Padre ni a mí...
"Estar con"... "conocer al Padre y conocer a Jesús"...
Es la condición para ser testigo. ¿Soy realmente el
testigo (mártir) de Dios? ¿Estoy de parte de Dios?
¿Es Dios al que defiendo, o es a mí, mis opciones,
mis ideas? Sé que tengo un Defensor. El Espíritu está
ahí conmigo.
Gracias. Concédeme, Señor, el no tener nunca
miedo.
.
4.
1. Hechos 16,11-15
a) Conducidos por el Espíritu, como leíamos el
sábado pasado, Pablo y sus acompañantes se
deciden a dejar Asia y entrar en Europa. Y así llegan
a Filipos, capital de Macedonia.
Filipos era una colonia romana. No parece que
hubiera una sinagoga para los judíos. Y por tanto
Pablo va a buscar, a la orilla del río, a unas personas
piadosas -sobre todo mujeres, que desde siempre y
en todas las culturas se han distinguido por su
religiosidad- que se reúnen allí para rezar. Dios
«abre el corazón» de una de ellas, Lidia, vendedora
de púrpura, para que se convierta. Será la primera
europea que cree en Jesús. Y además, es una mujer
hospitalaria, que invita a Pablo y los suyos a
hospedarse en su casa.
La comunidad cristiana de Filipos recibió más tarde
una de las cartas más amables de Pablo: señal que
guardaba recuerdos muy positivos de ella. No es
extraño que el salmo sea optimista, porque la
entrada de la fe cristiana en Europa ha sido
esperanzadora: «el Señor ama a su pueblo... cantad
al Señor un cántico nuevo».
b) ¿Dónde nos toca evangelizar a nosotros?
Pablo se adaptaba a las circunstancias que iba
encontrando. A veces predicaba en la sinagoga, otras
en una cárcel, o junto al río, o en la plaza de Atenas.
Si le echaban de un sitio, iba a otro. Si le aceptaban,
se quedaba hasta consolidar la comunidad. Pero
siempre anunciaba a Cristo.
Así la comunidad cristiana -en su nivel universal y en
el local- debería tener tal convicción de la Buena
Noticia que, conducida por el Espíritu de Jesús, no
deberia conocer barreras, y anunciar la fe en Asia y
en Europa, en Africa y en América. En grandes
poblaciones y en el campo. En ambientes favorables
y en climas hostiles. En la escuela y en los medios de
comunicación. Cuando nos ofrecen hospedaje amable
y cuando nos detienen o persiguen.
Y cada uno de nosotros, si en verdad estamos llenos
de la Buena Noticia de la Pascua del Señor y nos
dejamos comunicar su vida, deberíamos dar
testimonio de nuestra fe en cualquier ambiente en
que nos toque vivir, desde nuestra familia hasta el
trabajo y toda actividad social.
2. Juan 15,26 -16,4
a) Ya el sábado pasado escuchábamos cómo Jesús,
en su cena de despedida, avisaba a los suyos que
serían odiados por el mundo, porque el mundo ama a
los suyos, y los discípulos de Jesús, en principio,
aunque «están en» el mundo, no «son del» mundo.
Ahora les sigue anunciando dificultades: les
excomulgarán de las sinagogas, y «llegará incluso
una hora cuando el que os dé muerte pensará que da
culto a Dios». Este sufrimiento de los cristianos se ve
como una continuación del mismo de Cristo, a quien
tampoco le aceptó el mundo. A ellos también les
perseguirán: «el siervo no puede ser más que el
señor». Lo que no quiere Jesús es que cuando llegue
esa hora «se tambalee vuestra fe», sino que «os
acordéis de que yo os lo había dicho».
El encargo fundamental para los cristianos es que
den testimonio de Jesús. El día de la Ascensión les
dijo: «seréis mis testigos en Jerusalén y en Samaría
y en toda la tierra, hasta el fin del mundo».
Pero hay un factor muy importante para que esto sea
posible: para esa hora del mal y del odio, les
promete la fuerza de su Espíritu, que van a necesitar
para poder dar ese testimonio. Al Espíritu -de quien
desde ahora hasta Pentecostés las lecturas van a
hablar con más frecuencia- le llama«Paráclito»,
palabra griega («para-cletos»), que significa
defensor, abogado (la palabra latina que mejor
traduce el «para-cletos» griego es «ad-vocatus»). Le
llama también «Espíritu de la Verdad», que va a dar
testimonio de Jesús. Con la ayuda de ese Abogado sí
que podrán dar también ellos testimonio en este
mundo.
b) Que como seguidores de Jesús iban a tener
dificultades lo experimentaron los cristianos ya desde
el principio. El libro de los Hechos, que hemos ido
leyendo en el Tiempo Pascual, nos ha narrado una
sucesión de persecuciones, detenciones, azotes, y
hasta la muerte, como la de Esteban.
A lo largo de los dos mil años, ha seguido la misma
tónica. Como al Señor le crucificaron, a sus fieles los
han crucificado de mil maneras. Si la comunidad de
Jesús, fiel al Evangelio de su Maestro, da testimonio
de justicia o de amor, o defiende valores que no son
los que la sociedad defiende, o denuncia situaciones
que se dan contra la dignidad humana o contra la
voluntad de Dios, es lógico que sea odiada, porque
resulta incómoda. A veces será perseguida hasta la
muerte, y otras, desprestigiada, ignorada, impedida
en su misión. La palabra griega para decir «testigo,
testimonio» es la de «mártir, martiría». Dar
testimonio del Evangelio de Jesús comporta muchas
veces sufrimiento y martirio. Pero también ahora
tenemos la ayuda del Espíritu, el abogado, el
defensor. Con su fuerza podemos librar la batalla
entre el bien y el mal, y permanecer fieles a Cristo
en medio de un mundo que a veces se muestra
claramente contrario a su Evangelio, y dar testimonio
de Cristo en nuestro ambiente, siendo de palabra y
de obra fieles a su estilo de vida y a sus
convicciones.
Si celebramos bien la Pascua -y estamos en su sexta
semana- ése debe ser uno de los signos de que nos
estamos dejando comunicar la vida nueva del
Resucitado y de su Espiritu: la valentía en dar
testimonio de Jesús.
«Que los dones recibidos en esta Pascua den fruto
abundante en toda nuestra vida» (oración)
«El Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a
los humildes» (salmo)
«Que no se tambalee vuestra fe» (evangelio)
«Jesús les dijo: Paz a vosotros» (comunión)
«Mira, Señor, con bondad a tu pueblo»
(poscomunión)
5.
Primera lectura: Hechos 16, 11-15 Si están
convencidos de que creo en el Señor, vengan a
hospedarse en mi casa.
Salmo responsorial: 149, 1-2.3-4.5-6a.9b El Señor
ama a su Pueblo.
Evangelio: Juan 15,26 - 16,4 Cuando venga el
Paráclito, el dará testimonio de mí: y también
ustedes darán testimonio.
Es el tiempo en que las primeras comunidades
cristianas que empiezan a aparecer todavía no se
han apartado de los templos judíos. Ya están viendo
la reacción que provoca la iglesia de Jesús en la
jerarquía sacerdotal judía. Y se empieza a presentir
que vendrán tiempos duros en los cuales se tendrá
que pasar incluso por el martirio, que será señal de
un elemento de identificación y unión con el proyecto
de Jesús.
En medio de esta persecución aparecerán ofertas que
tienten el corazón incluso de los líderes más
convencidos de la razón de su Causa. Muchos podrán
sentir también un gran desánimo cuando vean a
otros caer. Pero en medio de estos momentos
difíciles, Jesús va a estar siempre presente con el
Espíritu en el alma de la comunidad. Esta fuerza va a
acompañar a quienes lo estén testimoniando.
El Espíritu se mostrará a través de la vida de la
comunidad. Quienes se hayan decidido transparentar
a Jesús Resucitado quedarán también absorbidos por
el Espíritu de Jesús, porque el Padre, el Hijo y el
Espíritu son inseparables, donde esté uno están
siempre los tres. Ninguno se puede separar de los
otros. A quien inhabita uno ya lo inhabitan los tres.
El Espíritu va a dar a la persona la fuerza para que
pueda convencer al mundo de su pecado. Por eso es
por lo que los enemigos de Jesús quieren eliminar a
sus seguidores, porque cada vez que ellos en su
comportamiento muestren un comportamiento
distinto al del mundo desenmascararán la maldad
presente en este. Luego, el Espíritu será el
encargado de juzgar al mundo porque no está
humanizado como debe ser. Entonces, cuando un
cristiano transparenta a Jesús, de suyo está
actuando contra el mundo malo, a favor del Mundo
Nuevo, el deseado por Dios.
6.
La objeción del Espíritu de Jesús a los planes de
Pablo permite que la misión se encamine hacia
Europa. Filipos era una colonia romana, con una
población mayoritariamente griega y romana. Pablo
insiste en buscar, por lo menos, simpatizantes del
judaísmo. Ante la ausencia de sinagoga, los
prosélitos simpatizantes de la religión judía se
reúnen los sábado cerca del río para orar. Allí acude
Pablo y los trata de convencer.
La comunidad dirigida por el Espíritu, identificada por
el «nosotros» (Hch 16, 10-11), anuncia el Evangelio
a las mujeres. Lidia, una comerciante de telas finas,
por mediación del Señor presta atención al mensaje
de Pablo. Recibe el bautismo junto a toda su familia.
Como se ha visto en anteriores ocasiones (Hch 9,
36-43), las mujeres animan la comunidad cristiana.
En el caso de Lidia, ella, como cabeza de hogar,
encamina a toda su familia hacia el Evangelio.
El evangelio de Juan nos presenta un pasaje que es
muy significativo para comprender la situación de la
comunidad que escribió el evangelio. El problema se
puede articular en tres núcleos: el testimonio, la
expulsión de la sinagoga y la persecución.
La comunidad se presenta como un testigo fiel del
resucitado. Comunica una experiencia de vida. Sus
palabras tratan de encender la luz de la verdad allí
donde se ha establecido una forma cerrada de
pensar. Pronto se enfrenta al fanatismo religioso de
sus opositores, que consideraban insulso cualquier
testimonio a favor de Jesús. A pesar de esto, la
comunidad se mantuvo fiel en el amor a la verdad y
en la amistad con Jesús. Esta actitud le ayudó a
hacer frente al embate judío.
Los cristianos fueron expulsados de la sinagoga
antes del año 100. Para la comunidad esta situación
constituyó una experiencia dolorosa. Esta comunidad
de Juan vivía en una región donde los judíos tenían
gran influencia política. Por esto, en el evangelio casi
siempre aparecen «los judíos» como una autoridad
amenazante. Además, predomina el partido Fariseo,
que tomó el liderazgo del pueblo de Israel luego de
la destrucción de Jerusalén. Para los cristianos la
exclusión de la sinagoga no sólo significaba una
marginación de tipo religioso. Ponía también en
peligro su capacidad de sobrevivencia en un medio
mayormente hostil.
La persecución era evidente. Los defensores del
fanatismo se creían con la autoridad para oprimir a
los disidentes. Más aun, creían dar culto a su dios
dando muerte a sus opositores. Una religión que cree
tener el derecho fundamental a matar, excluir u
oprimir a sus opositores ciertamente, tiene por culto
la muerte. Jesús se opuso radicalmente a esta
mentalidad. El siempre se empeñó en dar vida a su
pueblo. La comunidad de Juan enfrentó una situación
similar. Reconoce que Jesús es el Mesías, que el Dios
de la vida es el único y verdadero Dios, por tanto se
convierte en obstáculo para los fanáticos. De esto
nos da testimonio el libro de los Hechos con la
muerte de Esteban y Santiago y con la persecución
desatada sobre los cristianos.
7.
Testimonio y persecución. Dos claves para este día.
Dos claves para la vida. ¿Cómo se articulan?
Persecución a causa del testimonio. Testimonio en la
persecución.
El testimonio de Lidia. Una mujer que ya se reunía
con otras mujeres para orar antes de que llegara
Pablo y que creía en el Dios verdadero. Con ella se
bautizan todos los suyos, con la fuerza que tienen
todas las madres de ser sembradoras de vida,
aglutinadoras de familia. No importan las dificultades
que a partir de ahora puedan sobrevenir. La prueba
de fe es la aceptación de la hospitalidad. Compartir
la mesa y el techo. "Y nos obligó a aceptar". Bueno,
parece que Lidia les ayudó a decidir. ¿No os recuerda
a tantas madres deshechas en atenciones, a tanto
corazón hospitalario entregado al máximo? ¿Acaso
hay testimonio mejor?
Quizá sí. El testimonio en medio de la persecución.
Como los primeros cristianos, como tantos cristianos.
"Llegará incluso una hora cuando el que os dé
muerte, pensará que da culto a Dios". Cuando leo
esta frase cuánto dolor se me condensa en el
corazón. Qué miedo me da cuando el otro día
aparecía una fotografía de Le Pen con un crucifijo en
la mano o echando un discurso junto al monumento
de Juana de Arco. Uno se estremece cada vez que ve
manipular los símbolos religiosos en favor de
intereses políticos, económicos, militares. Pienso en
los muchos que a lo largo de la historia creyeron que
al enarbolar la espada, el fusil, el tanque o la bomba
en su pecho estaban dando culto y gloria a Dios.
¡Qué equivocados! La gloria del Dios es que el
hombre viva. Pero la frase de san Ireneo no se
queda ahí, sino que continúa: vita hominis visio Dei.
La vida del hombre es la visión de Dios. Y quien ve al
Hijo, ve al Padre. Miremos a Jesús. Aún en medio de
la persecución. Ése será nuestro mejor testimonio.
8.
Empezamos esta semana sobrecogidos por las
consecuencias que ha tenido el terremoto de
Argelia. Por si no tuviéramos bastante con las
secuelas de la guerra de Iraq y la cadena de
atentados suicidas (en Arabia, en Marruecos, en
Israel), la naturaleza se encarga de añadir más
muerte a la muerte. ¿Queda espacio, oportunidad,
ánimo, para el anuncio de una buena noticia “en
nombre de Jesús”?
El encuentro de Pablo con Lidia, la vendedora de
púrpura, natural de Tiatira, tiene el encanto de un
flechazo cristiano que se convierte en una pequeña
joya de lo que significa un itinerario de
evangelización. He aquí sus elementos:
•
Maniobra de aproximación. Pablo no se queda
en su casa sino que sale, se pone en camino, va
•
•
•
•
a un sitio donde pensábamos que se reunían
para orar. Este “ir hacia la gente”, en los
lugares en los que vive, es esencial. Porque
todo el que va se está vaciando de su seguridad
para abrirse al otro. ¿No os parece que a
nuestra evangelización actual le falta a menudo
esta audacia para ir a los lugares donde está
reunida la gente?
Juego de anuncio-escucha. Pablo traba
conversación con las mujeres que estaban
sentadas a la orilla del río. Y, mientras él hablaanuncia, una de las mujeres, que adoraba al
verdadero Dios, estaba escuchando. Es verdad
que la fe viene “por el oído”. Supone la
aceptación del mensaje que se anuncia.
Aceptación en la fe. La mujer Lidia siente que lo
que Pablo comunica conecta con lo que ella
siente, y busca, y por eso se adhiere. El texto
de los Hechos utiliza una frase feliz para
explicar en qué consiste ese misterio del creer
en el que se hermanan la gracia de Dios y la
propia decisión: El Señor le abrió el corazón
para que aceptara lo que decía Pablo.
Bautismo. La decisión de fe se sella, se hace
eclesial, con la celebración del bautismo: Se
bautizó con toda su familia.
Signos de vida nueva. Finalmente, la nueva
vida se expresa con el signo de la hospitalidad:
Si estáis convencidos de que creo en el Señor,
venid a hospedaros en mi casa.
A veces, los relatos más simples, esconden luces que
pueden iluminar nuestro presente. En el ambiente en
el que vivimos, sin alardes, podemos salir al
encuentro, trabar conversación, contar nuestra
experiencia y constatar que el Señor “abre los
corazones” de algunas personas. Recordemos que
San Felipe Neri, cuya memoria celebramos hoy, fue
un experto en practicar esta estrategia.
9.
COMENTARIO 1
vv. 26-27: Cuando llegue el valedor que yo voy a
mandaros recibiéndolo del Padre, el Espíritu de la
verdad que procede del Padre, él dará testimonio en
mi favor. 27Pero también vosotros daréis testimonio,
porque desde el principio estáis conmigo.
Antes ha prometido Jesús a los discípulos la permanencia en ellos del Espíritu de la verdad (14,17);
ahora les anuncia la actividad del Espíritu en la
misión: dará testimonio a favor de Jesús, condenado
por el mundo. Dará ese testimonio dentro de la
comunidad, asegurándola de la verdad de su
mensaje y actuación. Se trata del testimonio
profético, que confirma la experiencia interior y
consolida la ruptura con el mundo. El testimonio ha
de ser continuado por los discípulos (también
vosotros). El enfrentamiento de Jesús con el mundo
no va a terminar con su muerte; al contrario, va a
multiplicarse por medio de los suyos. Estar con Jesús
desde el principio, requisito para dar testimonio en
cualquier época, significa aceptar como norma toda
la vida de Jesús, sin separar al Jesús resucitado del
Jesús terrestre, como en la tentación espiritualista
que prescinde del compromiso.
vv. 1-2: Os voy a decir esto para que no os vengáis
abajo: 2Os excluirán de la sinagoga; es más, se
acerca la hora en que todo el que os dé muerte se
figure que ofrece culto a Dios...
Jesús previene a los discípulos, para evitar su
deserción en el futuro. Podría parecerles inexplicable
verse combatidos por las instituciones religiosas.
Jesús les anuncia que serán marginados por los que
se llaman representantes de Dios e intérpretes de su
voluntad. No sólo los marginarán, sino que llegarán a
darles muerte. Las instituciones religiosas adoran a
un dios que acepta como culto la muerte del hombre
(se figure que ofrece culto a Dios). Si ése es su dios,
son homicidas por esencia. De hecho, los máximos
representantes de la institución religiosa judía han
decretado ya la muerte de Jesús (11,53) y la de la
comunidad, representada por Lázaro (12,10).
vv. 3-4: y obrarán así porque no han conocido al
Padre ni tampoco a mí. 4Sin embargo, os dejo dicho
esto para que, cuando llegue la hora de ellos, os
acordéis de que yo os había prevenido.
Jesús libera a los suyos del respeto a las
instituciones religiosas. Bajo su impresionante
fachada se esconde un fraude, pues no conocen al
Padre (5,37; 8,19.47.54s). El dios a quien ofrecen
culto no es el verdadero (17,3), pues no está en
favor del hombre (5,10; 9,24.29): es la antítesis del
que se manifiesta en Jesús. Al vaciar a Dios de su
propio ser, llenan su nombre con la proyección de
sus propias ambiciones, que despliegan su capacidad
destructora. De ahí el dios homicida (8,44).
Este mundo injusto tendrá su hora, la de su triunfo
aparente.
COMENTARIO 2
Seguimos leyendo en el libro de los Hechos de los
apóstoles la gesta evangelizadora que llevó el
Evangelio del Medio Oriente a Europa, logrando la
constitución de comunidades cristianas que, a su
vez, se hicieron misioneras. Hoy escuchamos parte
de uno de esos “pasajes nosotros”, que según
explicábamos el sábado pasado (4 de Mayo),
aparecen como si hubieran sido escritos por un
testigo presencial. El itinerario transcurre por la
parte norte del mar Egeo: el puerto de Troas en el
litoral asiático, la isla de Samotracia, y el puerto de
Neápolis ya en territorio macedonio. De dicho puerto
el grupo misionero va un poco hacia el interior de la
península Balcánica, a la ciudad de Filipos que, como
el mismo texto anota, era una de las más
importantes ciudades de la provincia romana de
Macedonia. Su nombre evocaba al gran Filipo II rey
de Macedonia, que en el siglo III AC la había
fundado, Se encontraba en un lugar muy bien
escogido, con fuentes abundantes de agua, cerca de
importantes yacimientos de metales preciosos y
rodeada de campos muy fértiles. Cuando la visitan
los misioneros cristianos es una ciudad
completamente romanizada, habitada por veteranos
del ejército que derrotó a los asesinos de Julio César
en el 44 AC, sus habitantes tienen la ciudadanía
romana con todos los demás privilegios e
instituciones de una ciudad libre. A los antiguos
dioses de Grecia se han sumado los de Roma e,
incluso, hay testimonios arqueológicos de otros
cultos exóticos: dioses egipcios y orientales.
La colonia judía debía ser muy pequeña ya que, al
parecer, por el relato de Hechos, no tenían ni
siquiera una sinagoga, sino que los pocos
simpatizantes del judaísmo, principalmente mujeres,
se reunían al aire libre, en las afueras, a orillas de un
riachuelo.
Si nos hemos demorado en la descripción de la
ciudad se debe a que la comunidad cristiana fundada
allí por Pablo y sus compañeros llegó a ser
importante. Pablo le dirigió la famosa carta a los
Filipenses que, según algunos eminentes exégetas,
es el resultado de la fusión de al menos dos cartas
recibidas del apóstol por esa comunidad. Además los
vínculos entre Pablo y los cristianos de Filipos fueron
estrechos, emotivos, hasta el punto de que solo de
ellos se dejó Pablo ayudar económicamente (Flp
4,10-20). Y pensar que los primeros cristianos aquí
fueron mujeres: Lidia, una extranjera, comerciante
de púrpura, una tintura fina para telas, en cuya casa
terminaron hospedándose los misioneros, y algunas
otras simpatizantes judías.
Ya hemos leído antes que era el Espíritu Santo el que
guiaba el itinerario de los predicadores cristianos y,
como lo dice hoy la lectura, el que habría los
corazones de los oyentes para aceptar el evangelio y
sus compromisos. Así sigue siendo hasta hoy.
Dos temas podemos destacar de la lectura del
evangelio de Juan, sin olvidar que seguimos leyendo
los capítulos 13-17, los llamados discursos de
despedida de Jesús durante la última cena. En
primer lugar la reiterada promesa del envío del
Espíritu Santo, aquí llamado: “Espíritu de la Verdad”.
No porque vaya a revelar a los discípulos teorías
abstractas, verdades filosóficas o teológicas. Sino
porque procede del que es verdadero por
antonomasia: el mismo Dios, porque trae su energía
creadora y salvadora, la verdad del amor y del
perdón, las verdades que se convierten en realidades
de vida para quien lo recibe. Este Espíritu de la
Verdad dará testimonio de Jesucristo, es decir, hará
que muchísimos seres humanos, a lo largo de los
siglos, aceptemos su Palabra, nos acojamos a su
salvación, nos integremos a la comunidad de sus
discípulos. Nos dará fuerza y sabiduría, también a
nosotros para seguir testimoniando, como los
primeros predicadores cristianos, la verdad del amor
de Dios que ofrece su salvación a todos los seres
humanos
En segundo lugar Jesús anuncia a sus discípulos las
persecuciones y contradicciones a que se verán
sometidos. De parte de los judíos que expulsarán de
sus sinagogas a quienes se atrevan a confesarlo
como Mesías e Hijo de Dios. Y de parte también de
los poderosos del mundo que llegarán incluso a dar
muerte a los cristianos, creyendo que hacen algo
grato a Dios. Fue lo que pasó durante las
persecuciones del Imperio Romano contra los
cristianos: se les acusaba de impiedad y de ateísmo
porque no adoraban las divinidades del estado
totalitario. Lo que pasó en otras muchas épocas de la
historia, por ejemplo durante el gobierno de Hitler y
de su partido nacional socialista en Alemania, cuando
muchos cristianos, católicos y protestantes, se vieron
hostigados, perseguidos, y asesinados por el poder
de ese estado totalitario. Lo que sigue pasando en
tantos lugares del mundo, ahora en nuestro tiempo,
cuando se persigue a los cristianos por oponerse a
regímenes inhumanos cuyo dios es la fuerza y el
poder del dinero.
Jesús ha anunciado a sus discípulos que serán
partícipes de sus sufrimientos, pero que el Espíritu
de la Verdad los alentará para que su fe no
desfallezca. Y que al final, recibirán los mártires el
don supremo de la resurrección.
Podríamos preguntarnos hasta qué punto somos
dóciles al Espíritu que Jesús envía a su Iglesia, hasta
que punto nos abrimos a su influjo, acatamos sus
inspiraciones. Y podríamos preguntarnos también
qué haríamos si no persiguieran por ser cristianos.
¿Estaríamos dispuestos a continuar siendo
cristianos?
10.
Alegría de fe, urgencia de misión
Toda la historia de salvación es encuentro renovado
de Dios con sus criaturas, diálogo personal,
escenario de amores y desamores, prueba de
fidelidades e infidelidades, dádivas divinas con
escaso agradecimiento humano, revelación de
verdades que engrandecen al ser humano y que le
piden no sea olvidadizo del Amor que lo creó y lo
mantiene en su existencia.
Parte de esa historia de salvación es el compromiso
de cada cristiano en ser testigo del amor que nos
redime, anunciador de la Buena Noticia de Jesús,
comunicador de la experiencia de vivir en la fe,
esperanza y caridad que nos hacen sentirnos hijos de
Dios.
Pablo y Silas son nuestros modelos en la celebración
de hoy.
Y el discurso de Jesús, anunciándonos que Él y el
Padre nos enviarán el Espíritu consolador y
animador, es palabra que nos da aliento y fuerza
para saber esperar amando y saber amar esperando
su venida.
ORACIÓN:
Señor Jesús, en esta celebración pascual de la
Palabra y de la Eucaristía, queremos abrir
sinceramente nuestro espíritu a la Verdad, nuestra
alma a la misión, nuestra esperanza a la llegada del
Reino, nuestro servicio a la fraternidad de todos los
hombres. Tú, que subes y estás con el Padre,
llénanos de tu Espíritu. Amén.
Palabra que alienta nuestra fe
Hechos de los apóstoles 16, 11-15:
“Pablo y Silas zarpamos de Troade rumbo a
Samotracia, y al día siguiente salimos para Neápolis
y de allí a Filipos, colonia romana, capital del distrito
de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días. El
sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del
río a un sitio donde pensábamos que se reunían para
orar. Allí nos sentamos y trabamos conversación con
las mujeres que habían acudido.
Una de las mujeres..., Lidia, que adoraba al
verdadero Dios, estaba escuchando; y el Señor le
abrió el corazón para que aceptara lo que decía
Pablo. Se bautizó con toda su familia, y nos invitó
diciendo: si estáis convencidos de que creo en el
Señor, venid a hospedaros en mi casa”.
La narración invita a reflexionar y a completar
detalles. ¿Era la orilla del río un lugar de trabajo, de
lavandería, de encuentro, de juego, de oración a la
diosa de la naturaleza..? No importa lo que fuera:
significaba una oportunidad para hablar del Dios
revelado en Jesús.
Evangelio según san Juan 15, 26-16,4:
“Jesús decía a sus discípulos:
Cuando venga el Paráclito, que os enviaré desde el
Padre, el Espíritu de la Verdad, que procede del
Padre, él dará testimonio de mí; y después también
vosotros daréis testimonio, porque desde el principio
estáis conmigo. Os he hablado de esto para que no
se tambalee vuestra fe....”
Este párrafo forma parte de la despedida de Jesús,
de sus últimas y saludables recomendaciones, de la
revelación de sus intimidades: revelación del misterio
trinitario y de su providencia sobre nosotros. Cuando
Jesús vuelva al Padre será el Espíritu quien anime a
la Iglesia, a nuestra comunidad creyente.
Momento de reflexión
Alegres en la fe y gozosos en la misión.
Celebremos, en primer término, la alegría de la fe y
la amistad que la fe genera o debe generar entre los
hermanos.
Fijémonos en la sencillez con que los apóstoles
proceden en su misión evangelizadora. No hay que
inventar castillos para convocar en sus salones a las
gentes. Hay que acudir a la orilla del río, al lugar
donde la gente tiene costumbre de reunirse, y
compartir allí con los hermanos nuestras vivencias de
fe.
-Si de cuando en cuando hay una mujer de buen
espíritu, como Lidia, la vendedora de púrpura, a
quien el Espíritu mueve eficazmente a abrazar la
fe en Cristo, nos congratularemos.
-Si su alegría pide y logra amistad fraterna y
ofrece mesa para compartir, demos gracias al
Señor y hablemos desde la fe.
-Si no hay una Lidia que se comprometa en
fidelidad con Cristo, sepamos que Dios también
está en el silencio, en la espera, en la siembra.
El Espíritu nos adoctrinará.
En segundo lugar, dediquemos unos minutos a la
meditación de las palabras de Jesús.
Él nos ha amado, nos ha hablado, nos ha enseñado
su mensaje; y nosotros tal vez no lo hemos
comprendido o asimilado como se merecía.
Ahora nos encarece que estemos abiertos y
preparados para cuando un toque del Espíritu nos
haga revivir, a nueva luz y calor, aquello mismo que
en Galilea o en Jerusalén él nos mostró con sabiduría
de divino Maestro.
Y hagámoslo en actitud orante, como se hacen las
grandes hazañas del espíritu: en traje de humildad,
de confianza, de desposeimiento de intereses
mezquinos. Él, que habla en el silencio amoroso,
escucha también en el silencio.
11.
26. Intercesor: Otros vierten: Defensor. Hay aquí
una bellísima explicación del dogma trinitario. El
Espíritu Santo procede del Padre y también del Hijo.
Nuestra salvación fue objeto del envío del Hijo por el
Padre, que nos lo dio; ahora anuncia Jesús que
nuestra santificación va a ser objeto de la misión de
otra Persona divina: el Espíritu Santo, que El enviará
desde la diestra del Padre (16, 7 y nota). Dará
testimonio de Mí, p. ej. en la Sagrada Escritura, que
es por eso un "tesoro celestial" (Conc. Trid.). Del
testimonio del Espíritu Santo será inseparable la
predicación y el testimonio de los apóstoles porque
por su inspiración hablarán. Cf. Hech. 13, 9; Rom. 9,
1; I Tes. 1, 5; II Pedr. 1, 21.
1. No os escandalicéis, al ver que la persecución
viene a veces de donde menos podía esperarse.
Jesús nos previene para que no incurramos en el
escándalo de que habla en Mat. 13, 21: " pero no
teniendo raíz en sí mismo, es de corta duración, y
cuando llega la tribulación o la persecución por causa
de la palabra, al punto se escandaliza".
2. Creerá hacer un obsequio a Dios: es decir, que se
llega a cometer los más grandes males creyendo
obrar bien, o sea que, por falta de conocimiento de
la verdad revelada que nos hace libres (8, 32),
caemos en los lazos del padre de la mentira (8, 44).
Por eso dice: porque no han conocido al Padre ni a
Mí, esto es, no los conocían aunque
presuntuosamente creían conocerlos para no
inquietarse por su indiferencia (cf. Apoc. 3, 15 s.). Es
ésta la "operación del error" (de que habla con tan
tremenda elocuencia a S. Pablo en II Tes. 2, 9 ss.), a
la cual Dios nos abandona por no haber recibido con
amor la verdad que está en su Palabra (17, 17), y
nos deja que "creamos a la mentira". ¿Acaso no fue
éste el pecado de Eva y de Adán? Porque si no
hubieran creído al engaño de la serpiente y confiado
en sus promesas, claro está que no se habrían
atrevido a desafiar a Dios. Nuestra situación será
mejor que la de ellos si aprovechamos esta
prevención de Jesús. Rara vez hay quien haga el mal
por el mal mismo, y de ahí que la especialidad de
Satanás, habilísimo engañador, sea llevarnos al mal
con apariencia de bien. Así Caifás condenó a Jesús,
diciendo piadosamente que estaba escandalizado de
oírlo blasfemar, y todos estuvieron de acuerdo con
Caifás y lo escupieron a Jesús por blasfemo (Mat. 26,
65 ss.). El nos anuncia aquí que así sucederá
también con sus discípulos (véase 15, 20 ss.). 4.
Cuando Jesús estaba con ellos. Él los protegía contra
todo (17, 12; 18, 8).
12.
Entrada: «Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene
dominio sobre Él» (Rom 6, 9).
Colecta (textos del Gelasiano y del Sacramentario
de Bérgamo): «Te pedimos, Señor de misericordia,
que los dones recibidos en esta Pascua den fruto
abundante en toda nuestra vida».
Ofertorio: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia
exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu
Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos
participar de este gozo eterno».
Comunión: «Entró Jesús, se puso en medio y les
dijo: “Paz a vosotros. Aleluya”» (Jn 20,19).
Postcomunión: «Mira, Señor, con bondad a tu
pueblo, y ya que has querido renovarlo con estos
sacramentos de vida eterna, concédele también la
resurrección gloriosa»
–Hechos 16,11-15: El Señor abrió el corazón de
Lidia, para que aceptara lo que decía Pablo. La
misión en Europa comienza por una conversión.
Pablo predica, pero es Dios quien abre el corazón de
Lidia y la conduce a la fe y al bautismo. La
hospitalidad de Lidia no es mera cortesía oriental,
sino una auténtica manifestación de caridad
cristiana, como verdadero fruto de la fe. Esta fe que
profesamos y renovamos en la celebración
eucarística tiene que fructificar en una vid de
auténtica unión.
Comenta S. Juan Crisóstomo:
«Qué sabiduría la de Lidia! ¡Con qué humildad y
dulzura habla a los apóstoles: “Si juzgáis que soy fiel
al Señor”! Nada más eficaz para persuadirlos que
estas palabras hubiesen ablandado cualquier
corazón. Más que suplicar y comprometer a los
apóstoles, para que vayan a su casa, les obliga con
insistencia. Ved cómo en ella la fe produce sus frutos
y cómo su vocación le parece un bien inapreciable».
Y dice también el mismo Santo Doctor:
«Nada puede hacerte tan imitador de Cristo como la
preocupación por los demás. Aunque ayunes, aunque
duermas en el suelo, aunque -por decirlo así- te
mates, si no te preocupas del prójimo poca cosa
hiciste, aún distas mucho de su imagen» (Homilía
sobre la primera Carta a los Corintios).
–El contenido del anuncio cristiano, para el que Dios
abre el corazón del hombre, es la victoria de
Jesucristo sobre sus enemigos, especialmente sobre
la muerte. Por eso nos alegramos con el Señor y le
cantamos con el Salmo 149: «Cantad al Señor un
cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea
de los fieles, que se alegre Israel por Creador, los
hijos de Sión por su Rey. Alabad su nombre con
danzas, cantadle con tambores y cítaras, porque el
Señor ama a su pueblo, y adorna con la victoria a los
humildes. Que los fieles festejen su gloria y canten
jubilosos en filas con vítores a Dios en la boca».
–Juan 15,26-16.4: El Espíritu de la verdad dará
testimonio de Mí. Los discípulos se verán asistidos en
medio de la persecuciones por el Paráclito, el
Defensor, el Espíritu de la Verdad, que les enviará
Cristo desde el Padre. Las persecuciones son una
continuación del proceso judicial del mundo que
condenó a Jesús y le seguirá condenando en los
suyos. Pero el Espíritu Santo está en su Iglesia y con
Él nada pueden temer. Pasan los perseguidores, y
Cristo permanece ayer, hoy y siempre. San Agustín
exclama:
«Señor y Dios mío; en ti creo, Padre, Hijo y Espíritu
Santo. No diría la Verdad: “Id, bautizad a todas las
gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo”(Mt 28,19), si no fuera Trinidad. Y no
mandarías a tus siervos bautizar, mi Dios y Señor,
en el nombre de quien no es Dios y Señor. Y si vos,
Señor, no fuerais al mismo tiempo Trinidad y un solo
Dios y Señor, no diría la palabra divina: “Escucha,
Israel: El Señor tu Dios, es un Dios único” (Dt 6,4). Y
si tú mismo no fueras Dios Padre y fueras también
Hijo, y Espíritu Santo, no leeríamos en las Escrituras
canónicas: “Envió Dios a su Hijo” (Gál 4,4); y tú, ¡oh
Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo: “que el Padre
enviará en mi nombre” (Jn 14,26) y que “yo os
enviaré de parte del Padre” (Jn 15, 26)...
«Cuando arribemos a tu presencia, cesarán estas
muchas cosas que ahora hablamos sin entenderlas, y
tú permanecerás todo en todos, y entonces
modularemos un cántico eterno alabándote a un
tiempo unidos todos a ti. Señor, Dios uno y Dios
Trinidad, cuanto con tu auxilio queda dicho en estos
mis libros, conózcanlo los tuyos; si algo hay en ellos
de mi cosecha, perdóname tú, Señor, y perdónenme
los tuyos. Así sea»
13.
Comentario:
«Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad,
Él dará testimonio de mí»
Hoy, el Evangelio es casi tan actual como en los años
finales del evangelista san Juan. Ser cristiano
entonces no estaba de moda (más bien era bastante
peligroso), como tampoco no lo está ahora. Si alguno
quiere ser bien considerado por nuestra sociedad,
mejor que no sea cristiano —porque en muchas
cosas— tal como los primeros cristianos judíos, le
«expulsarán de las sinagogas» (Jn 16,2).
Sabemos que ser cristiano es vivir a contracorriente:
lo ha sido siempre. Incluso en épocas en que “todo el
mundo” era cristiano: los que querían serlo de
verdad no eran demasiado bien vistos por algunos. El
cristiano es, si vive según Jesucristo, un testimonio
de lo que Cristo tenía previsto para todos los
hombres; es un testigo de que es posible imitar a
Jesucristo y vivir con toda dignidad como hombre.
Esto no gustará a muchos, como Jesús mismo no
gustó a muchos y fue llevado a la muerte. Los
motivos del rechazo serán variados, pero hemos de
tener presente que en ocasiones nuestro testimonio
será tomado como una acusación.
No se puede decir que san Juan, por sus escritos,
fuera pesimista: nos hace una descripción victoriosa
de la Iglesia y del triunfo de Cristo. Tampoco se
puede decir que él no hubiese tenido que sufrir las
mismas cosas que describe. No esconde la realidad
de las cosas ni la substancia de la vida cristiana: la
lucha.
Una lucha que es para todos, porque no hemos de
vencer con nuestras fuerzas. El Espíritu Santo lucha
con nosotros. Es Él quien nos da las fuerzas. Es Él, el
Protector, quien nos libra de los peligros. Con Él al
lado nada hemos de temer.
Juan confió plenamente en Jesús, le hizo entrega de
su vida. Así no le costó después confiar en Aquel que
fue enviado por Él: el Espíritu Santo.
14.
Reflexión
Jesús, como parte de la preparación final a sus
apóstoles antes de la pasión (que lo podemos decir
también para antes de separarse físicamente de ellos
en la Ascensión), los instruyó sobre dos cosas: la
primera y más importante, es que serían revestidos
de una fuerza interior que los convertiría en
auténticos testigos de su amor y de su Reino; por
otro lado que el convertirse en auténticos testigos los
llevará a afrontar una serie de dificultades, incluso a
perder la vida como prueba de fidelidad. Estos dos
elementos han estado presentes siempre en la
Iglesia: el testimonio de Cristo, Mesías, llevado hasta
las últimas consecuencias y la presencia activa del
Espíritu que conforta, anima, e impulsa a testificar
que Jesús es el Señor y que solo en él hay Vida en
Abundancia. Quizás sería bueno esta semana
reflexionar sobre la eficacia de nuestro testimonio
ante los demás. Nuestro testimonio con nuestros
compañeros de trabajo y en nuestra misma familia. Y
por otro lado hacernos conscientes de la presencia
activa del Espíritu que obra en nosotros y nos
asegura que solo en Jesús hay vida..
Que la resurrección de Cristo, llene de amor tu
corazón.
15. Anuncio sobre lo que ha de pasar
Reflexión
Estos versículos del evangelio de san Juan han sido
tomados de las palabras de “despedida” que Jesús
dirige a sus discípulos antes del huerto de
Getsemaní. Y es por ello que nos transmiten los
íntimos sentimientos de Jesús en esos momentos. “Y
habiendo amado”... sí, hasta el extremo de instituir
la Eucaristía, el memorial de su Pasión y
Resurrección para nuestra salvación. El Maestro sabe
que Judas lo ha traicionado, que será juzgado como
un malhechor, que será azotado, coronado de
espinas, crucificado. Y, sin embargo, de todos estos
dolores, el que más fuertemente oprime su corazón
es el conocimiento de que la salvación será
rechazada por muchos.
Para tantos corazones, ver a Cristo crucificado no
significa nada... Para otros significa muy poco.
Porque sólo cuando se experimenta la pequeñez y
miseria propias en presencia del Creador, cuando se
comprende lo breve que es nuestro peregrinar por el
mundo, entonces se valora todo el sacrificio que el
Hijo de Dios ha tenido que hacer para que no
muriésemos en nuestras tristezas, sin esperanza.
Y entonces quien ha experimentado, quien ha pedido
humildemente al Señor el don de encontrar y
contemplar su rostro sufriente, es ahora tierra fértil
para la acción del Espíritu Santo, es ahora un alma
que producirá el cien o el treinta por ciento. El fuego
Divino consumirá su corazón, lo impulsará a dar
testimonio de ese Jesús a quién tanto ama y al que
debe tanto. Ni persecuciones, ni calumnias, ni
injusticias, podrán parar a este nuevo apóstol de
Jesucristo, que camina con él hacia Getsemaní.
16.
El tiempo del Espíritu
Comenzamos la última etapa de la Cincuentena
Pascual. En los próximos tres domingos están
centrados temáticamente en el don o gracia pascual
del Espíritu Santo, que Jesucristo envía desde el
Padre (Pentecostés), luego de ser exaltado en la
gloria (Solemnidad de la Ascensión, próximo
domingo).
Esta es la culminación del Misterio Pascual, cuando el
Señor resucitado y ascendido hasta el Padre, no nos
deja solos, sino que nos comunica, desde el seno de
la Trinidad, aquel Don personal que une al Padre y al
Hijo y que nos hace partícipes de la naturaleza
divina.
El Don del Espíritu convierte a la Iglesia en un
misterio muy semejante al de la Encarnación del Hijo
de Dios, pues tiene en su ser parte de divino y parte
de humano, de modo que la acción de este grupo de
creyentes no es sólo una sociedad religiosa, sino la
continuación de la obra de Jesucristo para la
salvación de la humanidad.
17. Los regalos de Dios
Cuando hablamos del Espíritu Santo en nuestros
mensajes parece que se anima el Programa. Ese día
estamos pensando en Dios más que nunca. Y esto a
lo mejor es lo que nos va a pasar hoy...
Un himno de la Liturgia se dirige al Espíritu Santo y
le dice: Eres el regalo grande del Dios altísimo. Tan
grande, que Dios echó el resto con el Espíritu Santo
y se quedó sin nada más que darnos.
Parece mentira cómo hace Dios las cosas. Todas las
hace en grande, como Dios que es. En Él no cabe
hacer nada pequeño. Y así es cómo se nos ha dado
Dios desde el principio. Ha ido escalonando las cosas
que daba, y al fin se ha quedado sin nada más.
¿Y el Cielo?, preguntarán algunos. Sí, Dios a estas
horas nos ha dado ya también el Cielo. Porque
incluso el Cielo ya lo llevamos dentro. Lo único que
falta es que se rompa el velo de la carne mortal para
que podamos disfrutar en gloria lo que ya poseemos
en gracia.
Las Tres Divinas Personas se nos han dado las tres,
cada una a su manera, y se han dado del todo en
forma asombrosa. Aunque, cuando se nos daba una
Persona, se nos daban las otras por igual, cada una
según es en el seno de la Santísima Trinidad.
El primero que se nos dio fue el Padre con la
creación. Toda la obra inmensa que contemplan
nuestros ojos salió de sus manos amorosas y la puso
en las manos nuestras para que la disfrutemos a
placer. Nos creó en inocencia y nos dio su gracia, de
modo que desde el principio éramos hijos suyos.
Se nos daba después el Hijo en la obra de la
Redención. Cuando cometimos la culpa y perdimos la
gracia, Dios manda su Hijo al mundo para que nos
salve, y ya sabemos cómo se nos dio Jesús. Desde la
cuna de Belén y desde Nazaret hasta el Calvario, y a
través de todos los caminos de Galilea, ¡hay que ver
cómo se entregaba Jesús! Y cuando había de
marchar de este mundo, se las ingenió para irse y
quedarse a la vez. Porque, si no, ¿qué otra cosa es la
Eucaristía?... Y, ya en el Cielo, nos va a hacer junto
con el Padre el regalo de los regalos.
Finalmente, le tocaba el turno al Espíritu Santo.
Sentado a la derecha del Padre, Jesús, con todo el
poder que tiene como Dios, nos manda el Espíritu
Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad,
para que tome posesión de nuestros corazones,
derrame en nosotros el Amor increado de Dios, nos
llene de su santidad, nos colme con todos sus dones,
produzca en nosotros todos los frutos del Cielo, y sea
la prenda de nuestra vida eterna.
Así Dios, el Dios Uno en las Tres divinas Personas de
la Santísima Trinidad, siendo infinitamente rico, se
queda sin nada más que darnos...
El Espíritu Santo es el resto, el colmo, el regalo
grande del Dios altísimo, que ya no puede inventar
nada mayor para poderlo regalar.
Son muchas las personas que en nuestros días,
volviendo a la devoción que la Iglesia de los primeros
siglos tuvo al Espíritu Santo, nos han dado una
verdadera lección de felicidad. ¡Hay que ver cómo
disfrutan del Espíritu Santo en sus asambleas!
Parecen tener la feliz enfermedad de un Felipe de
Neri, el Santo más simpático que llenó la Roma del
siglo dieciséis.
Se preparaba para celebrar la fiesta de Pentecostés,
porque era muy devoto del Espíritu Santo, cuando se
sintió de repente abrasado por un fuego devorador.
- ¡Que no puedo más! ¡Que no puedo más!...
Los que le rodeaban empezaron a buscar agua fría,
le aplicaban al pecho paños mojados, y nada... El
corazón palpitaba como un tambor. Hasta las
costillas se levantaban como para estallar.
Felipe no podía aguantar el gozo inexplicable que le
invadía:
- ¡Basta! ¡Que no puedo con tanta felicidad!...
Aquel fenómeno místico no se lo explicaba nadie,
porque aquel calor le duraba como duraban las llagas
a San Francisco de Asís o al Padre Pío...
Llegaba el invierno y tenía que descubrirse la ropa
del pecho para que el calor del amor no se sintiera
tan intenso. Y como nadie sabía de qué procedía, el
Santo, como hacía con todas sus cosas, lo tomaba a
risa delante de los demás. Caminaba así descubierto
en pleno invierno por las calles de Roma, por mucho
frío que hiciese, y se les reía a los jóvenes:
- ¡Vamos! A vuestra edad, ¿y no aguantáis el poco
frío que hace?
Los médicos, que tampoco entendían nada, le daban
medicinas equivocadas y no conseguían nada
tampoco. Ni disminuían las palpitaciones, ni se
arreglaban las costillas. El Santo seguía riéndose:
- Pido a Dios que estos médicos puedan entender mi
enfermedad...
Pues, bien. Eso que ni los jóvenes ni los médicos
entendían, es lo que hace en nosotros el Espíritu
Santo que se nos ha dado. Así estalla su amor en el
corazón. Dios lo quiso manifestar externamente en
Felipe Neri para que nosotros entendiéramos la
realidad mística y profunda que llevamos dentro.
El
el
el
la
El
la
Espíritu Santo es el Huésped de nuestras almas y
que santifica nuestros cuerpos. El Espíritu Santo es
que ilustra nuestras mentes para que entendamos
verdad y penetremos en las intimidades de Dios.
Espíritu Santo es quien nos empuja hacia Dios con
oración que suscita en nosotros.
El Espíritu Santo, don grandísimo de Dios, lo último
que le quedaba a Dios... Eso, eso es lo que Dios nos
ha dado...
18.
En estos dos días la liturgia nos presenta el
ministerio de Pablo en la ciudad de Filipos. Este
relato tiene una unidad, que descubrimos en la
estructura de 16, 11-40.
Misión en la ciudad de Filipos: 16, 11-40
Estructura de esta misión:
a) Pablo llega a Filipos. Conversión de Lidia y los de
su casa: 16, 11-15
b) Pablo y la muchacha esclava-conflicto con las
autoridades: 16, 16-24
Centro: Liberación milagrosa de Pablo y Silas de la
cárcel
Conversión del carcelero y los de su casa: 16, 25-34
b) Inocencia y libertad de Pablo: 16, 35-39 (continúa
el relato de 16, 16-24)
a) Pablo y Silas animan a la comunidad y abandonan
Filipos: 16, 40
Pablo llega a la ciudad de Filipos: De Tróade a la isla
de Samotracia hay un día de viaje en barco; de
Samotracia a Neápolis igual otro día. Esta ciudad era
el puerto de Filipos, que quedaba a 18, 5 Km de
distancia hacia el interior. Filipos es una ciudad
importante de la provincia de Macedonia. La capital
de provincia era Tesalónica, pero Filipos debe su
importancia a que fue transformada en colonia
romana el 42 a.C., para albergar a militares romanos
licenciados. Filipos, como colonia romana era una
pequeña Roma en otro lugar. Sus habitantes tenían
los mismo derechos como si vivieran en Roma.
Conversión de Lidia y toda su casa (vv.13-15): El
sábado Pablo y Silas salen fuera de la ciudad, a la
orilla de un río, donde suponían habría un sitio para
orar. No hay una sinogoga, sino un lugar informal de
oración donde se reunían judíos y adoradores de
Dios (griegos simpatizantes del judaísmo). Pablo
habla a las mujeres que habían concurrido. Es
interesante resaltar aquí esta comunidad más o
menos establecida de mujeres fuera de la ciudad.
Una de ellas es Lidia, originaria de la ciudad de
Tiatira, situada en el Asia. Ella no es judía, sino
gentil, adoradora de Dios. Su profesión era
vendedora de púrpura. Lidia era jefe de hogar, no
sabemos si era viuda o madre soltera. Muchos
comentaristas afirman que Lidia era una persona de
dinero. Por el contrario, lo más probable es que su
situación fuera modesta o pobre. Como mujer sola
debía trabajar arduamente para poder subsistir. Los
artesanos y pequeños comerciantes tenían además
una vida de mucho trabajo para lograr apenas
sobrevivir. así Pablo, como artesano, debe trabajar
día y noche para no ser gravoso a nadie (1 Tes. 2,
9). El hecho que Pablo se aloje en su casa, no quiere
decir necesariamente que tuviera una gran casa y
que fuera rica. También los pobres reciben
huéspedes en sus casas. Lidia recibe a los misioneros
apelando a su fidelidad al Señor (v.15) y no a sus
riquezas. Lidia se convierte al escuchar las palabras
de Pablo y Silas. Su fe es por la Palabra, no porque
viera milagros u otras cosas extraordinarias.
Convertida al Señor, se bautizó ella y toda su casa
(v.15). Lucas da mucha importancia a la casa como
espacio de la pequeña comunidad cristiana. En la
carta a los filipenses, Pablo evoca a otras dos
mujeres: Evodia y Síntique, las cuales "lucharon por
el Evangelio a mi lado" (Flp.4, 2-3).
Pablo enfrenta al espíritu en una muchacha esclava
(vv.16-18): "Sucedió que al ir nosotros al lugar de
oración, nos vino al encuentro una muchacha esclava
que tenía espíritu pitón" (literalmente). Pitón era la
serpiente que guardaba el oráculo de Delfos y que
profería palabras divinas. El espíritu pitón permitía a
la muchacha "tener un discurso inspirado", lo que
daba a sus amos mucho dinero. El espíritu gritaba a
Pablo y compañeros: "Estos hombres son siervos del
Dios altísimo, que les anuncian un camino de
salvación". La expresión "Dios altísimo" (Theós
húpsistos) era usada por judíos y gentiles. Pablo se
enfrenta al espíritu y en nombre de Jesucristo le
ordena salir de la muchacha. La situación de la
muchacha era muy difícil: como mujer, como esclava
y como explotada económicamente en su capacidad
espiritual de decir discursos inspirados. La muchacha
no está endemoniada y lo que dice a los misioneros
es teológicamente correcto. Aparece aquí un caso,
común en los Hch, de enfrentamiento del Evangelio
con la religión popular helenista. Para Lucas y los
cristianos de su época esta religión popular era
demoníaca y utilizada como medio de lucro (aquí y
también en 19, 23-27 en el caso de los orfebres de
Éfeso), por eso Lucas presenta la acción de Pablo
aparentemente como un exorcismo. En el relato de
Lucas, sin embargo, podemos descubrir un sentido
más profundo, que podría identificarse con el
pensamiento e intención misma de Lucas. El texto
dice que "Pablo, cansado (por los gritos de la
muchacha), se volvió y dijo al espíritu..." (v. 18).
Pablo no actúa con talante profético, sino
simplemente porque está cansado y molesto con los
gritos. Además se enfrenta con el espíritu que está
en la muchacha, que le permitía hacer discursos
inspirados. Es cierto que sus amos explotaban esta
capacidad espiritual de la muchacha esclava, pero lo
real aquí es que Pablo de hecho destruye una
capacidad espiritual en la mujer. Quizás su situación,
después de encontrarse con Pablo, fue peor. Hay
comentaristas que hacen una interpretación crítica
de la acción de Pablo, no como liberación, sino como
destrucción de una capacidad espiritual de la mujer.
Es curioso que en el relato de Lucas, en el preciso
momento cuando Pablo enfrenta al espíritu,
desaparece el "nosotros", que representa la
comunidad del Espíritu. Antes de desaparecer se
hace una distinción entre Pablo y el "nosotros" (v.
17). ¿Será que desaparece el "nosotros" por este
enfrentamiento entre Pablo y el Espíritu que había en
la mujer?
Conflicto de Pablo con las autoridades (vv.19-24):
Pablo y Silas son arrastrados hasta el ágora ante los
magistrados, que en el v. 20 los mismos son
llamados pretores (en griego estrategas y el latín
pretores, que era el título que recibían los
magistrados de la ciudad). La acusación contra Pablo
y Silas es muy importante desde un punto de vista
histórico y redaccional (presentamos una traducción
lo más literal posible):
"Estos son los hombres
que alborotan nuestra ciudad siendo judíos;
predican costumbres
que a nosotros no es lícito aceptar ni practicar siendo
romanos" (vv.20-21).
Aquí aparece una clara contradicción entre romanos
y judíos. Los filipenses, como colonia romana, están
muy orgullosos de su ciudadanía romana y
desprecian a Pablo y Silas como judíos. Los judíos en
realidad tenían un estatuto jurídico respetable,
constituían un "collegium licitum" y su religión era
"religio lícita". ¿Por qué los pretores los mandan a
desnudar, azotar y a meterlos en una prisión de alta
seguridad? No hay juicio previo y el castigo aparece
exageradamente severo. Las "costumbres" que aquí
se denuncian, no son en realidad las leyes judías,
sino la práctica misma de los cristianos, tanto en el
contexto histórico de Pablo, como en las
comunidades del tiempo de Lucas. Pablo anuncia el
Evangelio y enfrenta una religión explotadora como
negocio. Es evidente que la práctica cristiana
alborotaba la ciudad, práctica que los romanos no
podían ni aceptar ni mucho menos practicar. Aquí
aparece nítidamente la contradicción entre Evangelio
cristiano e Imperio romano.
Liberación de Pablo y de Silas (vv.25-28): Pablo y
Silas en medio de la noche estaban en oración
cantando himnos a Dios. Es la actitud de los mártires
en la noche de la persecución. Se produjo entonces
un terremoto, que conmovió los mismos cimientos
de la cárcel. Lo curioso es que se soltaron las
cadenas de los presos, cosa que no sucede en ningún
terremoto. Aquí se trata más bien de una
intervención divina, que conmueve los cimientos
mismos del sistema de opresión y rompe todas las
cadenas. Fue la oración de los mártires Pablo y Silas
lo que provocó la intervención de Dios. Lucas nos
informa que a los otros presos también se le soltaron
las cadenas. Estos presos comunes son mencionados
tres veces en el relato. Cuando son liberados no
huyen tampoco de la cárcel, pues están sobrecogidos
por la intervención de Dios. Quizás todo esto
simboliza la solidaridad de Dios y de Pablo con los
demás oprimidos por el Imperio romano. Pablo salva
la vida del carcelero, que quería suicidarse pensando
que los presos se habían escapado. Esta liberación
de la cárcel es la tercera en Hechos: en 5, 17-20 los
apóstoles y en 12, 6-11 Pedro es liberado. En ambos
casos los libera el Angel del Señor, que en el caso de
Pedro parece ser Jesús mismo. Aquí los libera un
terremoto, que tiene también un carácter simbólico.
Conversión del carcelero y los de su casa (vv.29-34):
El carcelero, antes de hablar, realiza un serie de
movimientos: pide luz para ver qué pasa, entra de
un salto en la prisión, tembloroso se arroja a los pies
de los misioneros y luego los saca fuera de la cárcel
(el texto occidental especifica que deja a los otros
presos adentro). Luego viene la pregunta del
carcelero: ¿Qué tengo que hacer para salvarme? Los
misioneros piden al carcelero fe en el Señor Jesús,
para que se salve él y su casa. Luego les anuncian la
Palabra del Señor a él y a todos los de su casa. Por
último, luego de lavar las heridas de Pablo y Silas,
reciben el Bautismo él y todos los de su casa.
Después de todo esto, el carcelero les hizo subir a su
casa y les preparó la mesa, donde posiblemente (no
lo dice el texto) celebraron la Cena del Señor. Y así
se alegró con toda su familia por haber creído en
Dios. El texto insiste cinco veces en la participación
de toda la casa del carcelero en la fe y la salvación,
el anuncio de la Palabra, el Bautismo, la Eucaristía y
el gozo. El carcelero y toda su casa ha encontrado a
Dios en la liberación de Pablo y Silas. ¿Por qué esta
insistencia en la casa? Porque ésta era la estructura
básica de la ciudad. La casa (oikos) y su lógica o
racionalidad (la oiko-nomía) era la base de la ciudad
(la polis) y la raíz de la ciudadanía (la politeía). El
evangelio lo recibe personalmente el carcelero, pero
al mismo tiempo todos los de su casa. Hay una
encarnación personal y estructural del Evangelio en
la ciudad. Es interesante notar también el camino de
salvación que sigue el carcelero y su casa: fe en el
Señor Jesús-escucha de la Palabra del SeñorBautismo-Eucaristía-Gozo.
Inocencia de Pablo y Silas - abandonan Filipos (vv.
35-39): Continúa el relato de 16, 16-24. Al llegar el
día, los pretores mandan liberar a Pablo y Silas de la
cárcel (lo que supone que después de todos los
sucesos gloriosos de la noche volvieron a la prisión).
¿porqué esta orden? Algunas variantes del texto la
relacionan con el terremoto. No es este el sentido
que le da Lucas. En realidad el v. 35 continúa el
relato que termina en el v. 24. Las autoridades de la
ciudad nada saben de la historia de salvación
ocurrida en la noche. Lucas más bien quiere mostrar
la inocencia legal y moral de los misioneros,
reconocida ahora por las autoridades romanas. La
acusación que se les hizo era injusta e ilegal. La
culpa la tuvo la gente que se amotinó contra Pablo.
Para que quede públicamente clara la inocencia de
Pablo y Silas, estos rehúsan salir de la cárcel y de la
ciudad a escondidas. Pablo y Silas hacen además
valer su condición de ciudadanos romanos y el
carácter ilegal del azote y de la cárcel que sufrieron
sin haber sido juzgados. Esto asusta a los pretores,
que en persona vienen a aclarar las cosas. Una
variante trata de justificar el abandono de la ciudad,
por miedo a un nuevo tumulto. Llama la atención en
todo este texto el conocimiento que tiene Lucas de
las jerarquías romanas: pretores (los dos
magistrados que presidían la ciudad), lictores (los
que azotaron a Pablo) y finalmente el carcelero.
También llama la atención que Pablo y Silas no
hayan invocado su ciudadanía romana antes de ser
azotados. Quizás el tumulto no lo permitió. Por otro
lado es cierto que, si Pablo hubiera invocado su
ciudadanía romana, cosa que históricamente es bien
dudoso, habría evitado la cárcel y no se hubiera dado
la conversión del carcelero.
Visita a la casa de Lidia (v.40): Pablo y Silas no
obedecen inmediatamente, pues antes de salir de la
ciudad fueron a casa de Lidia, visitaron a los
hermanos y los animaron. Este versículo hace
inclusión con la primera parte, donde se narra la
conversión de Lidia. La casa de Lidia está al
comienzo y al final.
Reflexión pastoral sobre Hch 16, 11-40
1) Lidia y los de su casa aparecen al comienzo en los
vv.14-15 y al final en el v. 40. Tenemos aquí una
pequeña comunidad cristiana, una Iglesia doméstica,
dirigida por una mujer. También aparece una
comunidad de mujeres que se reúne fuera de la
ciudad (v. 13) y una muchacha esclava, explotada en
su capacidad espiritual (vv. 16-18). Reflexionemos
sobre estos textos desde la perspectiva de la mujer y
sobre su importancia para nuestra Iglesia hoy.
2) ¿Cómo vivimos hoy la acusación (vv20-21) que
sufren Pablo y Silas? ¿Son los cristianos hoy en día
acusados en términos semejantes a la acusación
contra Pablo y Silas?
3) Lucas nos muestra la fuerza que tiene el
testimonio de los mártires Pablo y Silas en la cárcel
(vv. 25-28). ¿ Cuáles son estos efectos y cómo los
vivimos hoy en América Latina?
4) Reflexionemos sobre la conversión del carcelero
(vv. 29-34). El texto habla de 5 momentos: Fe en el
Señor Jesús, escucha de la Palabra del Señor,
Bautismo, Eucaristía y Gozo. ¿Que significa esto y
cómo vivimos hoy este camino de salvación que vivió
el carcelero?
5) Cinco veces de menciona la casa o familia del
carcelero. ¿Qué significa esta evangelización de la
casa y qué consecuencias pastorales tiene esto?
6) ¿Cuál es la relación, en el contexto de Hechos y
en tiempos de Lucas, entre la comunidad cristiana y
el orden romano? ¿Existe tal legalidad? ¿Es favorable
el orden y la legalidad romana a la misión cristiana?
Algunos piensan que si y otros que no. ¿Qué dice el
texto al respecto?
7) Si leemos la carta de Pablo a los filipenses
podemos completar el cuadro histórico que nos da
Lucas. Comparemos ambos texto y saquemos
algunas perspectivas para nuestra Iglesia actual.
19.
Las palabras de Jesús son alentadoras el día de hoy.
Realmente son palabras de vida eterna, que cada día
son nuevas a nuestros oídos. “Les he dicho todo
esto, para que no pierdan la fe en la prueba” Jesús
conoce la condición humana de sus discípulos y sabe
que cuando él se vaya y vengan las pruebas, ellos
podían perder la fe. Así nosotros, por eso, sus
palabras son palabras de vida eterna. Si hacen vida
hoy. La Biblia no es historia, es palabra de Dios, que
hace vibrar nuestros corazones el día de hoy, nos
trae consuelo, esperanza, sabiduría.
Te pedimos Señor fidelidad para poder mantenernos
en la fe, en la espera, en la confianza ante la prueba.
20.
Al oír a Pablo, Lidia abrió el corazón
Quien mantiene abierto su espíritu a la Verdad,
acaba encontrándola.
La palabra de un testigo fiel es siembra de verdad y
amor.
Quien se avergüenza de vivir en Cristo no ha
valorado su grandeza.
Las dificultades que encuentran Pablo y Silas para
entablar el diálogo, desde su fe, con otras culturas y
religiones, nos advierten que no podemos ser
ingenuos ni demasiado crédulos en la vida.
Toda la historia de la salvación está salpicada de
encuentros y desencuentros de las criaturas con su
Creador y Padre, y entre sí mismas. La vida entera
es por doquier escenario de amores y desamores,
fidelidades e infidelidades, acogidas y desprecios. Es
preciso revestirse de Cristo para mantener encendida
la llama de la confesión y la predicación de la Palabra
salvífica.
Si nos consideramos elegidos, como Pablo y Silas,
para trabajar en la Viña del Señor, que es su Reino,
armémonos de humildad y fortaleza, de confianza y
esperanza. Y pidamos sinceramente que, tras la
Ascensión del Señor, el Espíritu venga sobre
nosotros.
La luz de Dios y su mensaje en la Biblia
Hechos de los apóstoles 16, 11-15:
“Pablo y Silas zarpamos de Troade rumbo a
Samotracia, y al día siguiente salimos para Neápolis
y de allí a Filipos, colonia romana, capital del distrito
de Macedonia. Allí nos detuvimos unos días, y un
sábado salimos de la ciudad y fuimos por la orilla del
río a un sitio donde teníamos noticia que las gentes
se reunían para orar; nos sentamos y trabamos
conversación con las mujeres que habían acudido.
Una de las mujeres ..., Lidia, que adoraba al
verdadero Dios, nos escuchaba; y el Señor le abrió el
corazón para que aceptara lo que decía Pablo. Se
bautizó con toda su familia, y nos invitó, diciendo: si
estáis convencidos de que creo en el Señor, venid a
hospedaros en mi casa”.
Evangelio según san Juan 15, 26-16,4:
“Jesús decía a sus discípulos: cuando venga el
Paráclito, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu
de la Verdad, que procede del Padre, él dará
testimonio de mí; y también vosotros daréis
testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Os he hablado de esto para que no se tambalee
vuestra fe....”
Reflexión para este día
Silenciosamente acojamos con alegría las palabras
de Jesús. Están llenas de amor y esperanza para
nosotros, y piden que nos comprometamos con ellas
y por ellas. Vivamos seguros de que Dios, nuestro
Padre, nos ha amado y nos ama de verdad, y
cerciorémonos –con intensa mirada interior- de que
hemos asimilado su mensaje.
En traje de humildad y confianza, y haciendo un
esfuerzo de desprendimiento de otros intereses que
no sean los intereses del Reino, oremos
sinceramente para que el Espíritu prometido venga a
cada uno y nos haga fértiles instrumentos de paz,
solidaridad, hermandad... Que no se cierre en
nuestro corazón y en nuestros labios una actitud
abierta –como la de Lidia- que siempre es premiada
con el regalo del cielo y la felicidad de los hermanos.
Si obramos –a imitación de Pablo y Sila- con la
sencillez que nos acerca siempre a los hombres y a
sus problemas, nos acercaremos también al corazón
de Dios.
21
Se nos narra hoy el momento en que irrumpe por
vez primera el cristianismo en Europa. Por tanto se
nos invita a hacer una acción de gracias y, en un
segundo momento, a hacer una lectura creyente de
la situación de Europa: constitución europea, unión,
desajustes, diferentes intereses y proyectos
comunes... el bien común (¿de todo el mundo, del
primer mundo, del tercero, de Europa?) por encima
del interés de un solo país.
De la Palabra de Dios de hoy, quiero hacerme eco de
tres frases: la primera es: “el Señor le abrió el
corazón [a Lidia] para que aceptara lo que decía
Pablo”. El protagonista es el Señor no Lidia. El papel
que le toca a Lidia es pasivo. A la luz de esta frase
será bueno recordarnos: lo nuestro no es tanto
buscarle a él, sino no escondernos de su búsqueda;
no tanto hablarle, sino escucharle; no tanto hacer
cosas por él, sino dejar que él las haga en nosotros.
No se trata ante todo de emprender, sino de
secundar su impulso, de consentir a su acción. Lo
mejor que podemos hacer siempre por Dios es tratar
de no ser un impedimento a lo que él está
constantemente intentando hacer en nosotros.
La segunda frase es: “Si estáis convencidos de que
creo en el Señor”. Nos recuerda ahora Lidia que
además de la responsabilidad de dar testimonio,
tenemos la responsabilidad-servicio de confirmar la
fe de los otros. ¿No os parece que nos dejamos
vencer con demasiada frecuencia por la tentación de
no decir nada, de no pronunciarnos, de “no ser quién
para decir algo” sobre la vivencia de fe de otros?.
Pero esta responsabilidad-servicio sigue siendo
necesaria hoy. La ejercemos –o no- cuando
admitimos a alguien para que reciba un determinado
sacramento. También la ejercemos –o no- cuando
somos testigos de ese acontecimiento: un bautizo,
una primera comunión, una confirmación, una boda,
una ordenación sacerdotal... porque nuestra
presencia es también aval de lo fundado que está
ese acontecimiento en la vida de fe de esa persona.
La tercera frase se nos presenta en el Evangelio de
hoy: “para que no se tambalee vuestra fe”. La
Palabra nos recuerda una experiencia cotidiana:
cuando las cosas salen mal, cuando se nos tuercen
las cosas... decimos: ¿será que Dios me ha olvidado
y ya no está conmigo; que se ha olvidado de su
promesa y ya no está junto a mí? Y así volvemos a
caer en la vieja tentación de creer que por ser
creyentes todo en nuestra vida va a ser ir cuesta
abajo, todo irá sobre ruedas... ¿fue acaso así la vida
del Maestro?. Más bien lo que se nos invita a vivir es
la confianza y la esperanza en los momentos de
prueba como lo hizo nuestro Maestro. “Estaré
contigo, aunque tú no lo sepas, o no te des cuenta,
estaré contigo siempre”.
Vuestro hermano en la fe,
22.
LECTURAS: HECH 16, 11-15; SAL 149; JN 15, 26-16,
4
Hech. 16, 11-15. La Obra de salvación no es obra del
hombre. Es la Obra de Dios en el hombre. Dios es
quien abre las mentes de quienes escuchan a sus
enviados, para que entiendan y acepten, de un modo
personal, la obra de salvación que Dios quiere
realizar en ellos. Por eso no sólo debemos pedir a
Dios que nos dé su Sabiduría para poder proclamar
dignamente su Palabra; también hemos de pedir por
todos aquellos que nos escucharán para que se
siembre eficazmente en ellos esa Palabra y produzca
abundantes frutos de salvación. La Palabra de Dios,
una vez aceptada, debe traducirse en obras de
servicio en el amor fraterno, preocupándonos de
hacer el bien a todos, especialmente a los pobres, a
los peregrinos, a los injustamente tratados. Quien
viva así, estará demostrando con su vida misma, que
su fe es sincera, pues en verdad Dios ha
transformado a esa persona y la ha hecho un signo
de su amor misericordioso entre nosotros.
Sal. 149. Entonemos un canto nuevo al Señor. Los
cantos de maldad, de pecado, de injusticia, de
egoísmo, de infidelidades, que más que una alabanza
son una ofensa al Señor, deben quedar atrás,
superados por la Victoria de Cristo, de la que
participamos quienes creemos en Él. Sólo así, quien
lleve una vida en una constante conversión, podrá
hacer que su alabanza al Señor en la reunión
litúrgica sea grata a Él, pues vendremos con un
corazón sincero y sin hipocresías. A partir de esa
presencia del Señor en nosotros; a partir de ser
fortalecidos por el Señor en las acciones litúrgicas,
podremos volver a nuestros hogares para llenarlos
de alegría y regocijo, pues no llegaremos con la
levadura del pecado y de la muerte, sino de la vida,
de la paz y del amor que Dios infunde en nuestros
corazones.
Jn. 15, 26-16, 4. Vamos tras las huellas de Cristo. Él
nos ha concedido en abundancia su Espíritu Santo, el
cual nos ha enseñado todas las cosas referentes a
Jesús, tanto a su Persona como a su Evangelio de
salvación. Quien realmente viva una intensa
experiencia personal del Señor, le amará con toda
verdad. Entonces deberá convertirse en un testigo
decidido y valiente de aquello que ha experimentado
del Señor. El Espíritu Santo que hemos recibido no
es un espíritu de cobardía, sino de valentía. No
podemos, por tanto, dejarnos acobardar por las
persecuciones, por las críticas o por las amenazas de
muerte. El Señor va delante de nosotros, cargando
nuestros pecados bajo el peso de su cruz; ese es el
camino de liberación que hemos de seguir nosotros,
no sólo buscando nuestra salvación, sino la salvación
de los demás aun a costa de hacer nuestras sus
miserias y pecados, e incluso llegar a entregar
nuestra vida por ellos, pues el mundo no conoce a
Cristo ni al Padre en el amor que nos han tenido
hasta el extremo. Ese mismo amor con el que
nosotros hemos sido amados debe ser el amor con
que nosotros amemos a nuestro prójimo, impulsados
por el Espíritu Santo, que habita en nosotros.
Contemplando el paso del Señor entre nosotros,
viéndolo encarnado y hecho uno de nosotros,
mirando su misericordia para con los pecadores y los
pobre, experimentado su amor por nosotros hasta el
extremo, que le llevó a morir clavado en una cruz
para salvarnos, viéndolo glorificado como el Hijo
amado de las complacencias del Padre Dios por su
filial obediencia, quienes nos unimos a Él mediante la
Eucaristía y hacemos nuestra su Vida y su Misión,
sabemos cuál es el camino que hemos de seguir para
llegar a la Gloria del Padre. Pero en este caminar no
vamos solos. El Señor nos ha infundido su Espíritu
Santo para que nos acompañe y, desde nosotros, dé
testimonio de la Verdad en el mundo. Vivamos estos
momentos de nuestra Liturgia cristiana con gran
amor, pero, al mismo tiempo, con una gran decisión
de dar testimonio del Señor en medio de nuestros
hermanos para que también ellos encuentren el
camino que los una con Dios y se salven.
Quienes participamos de la Vida y del Espíritu de
Dios, que se nos ha concedido por medio del Misterio
Pascual de Cristo, debemos ser testigos de la
Resurrección del Señor en el mundo. Ese testimonio
no sólo lo hemos de dar con el anuncio del Evangelio
hecho con los labios, sino con la vida convertida en
un evangelio viviente de Dios en el mundo y su
historia. La Iglesia, en la que se ha derramado el
Espíritu Santo con todos su Dones y Carismas, debe
convertirse en la cercanía concreta de Cristo para
todas las naciones. Por medio de ella el Señor
continúa buscando al pecador, perdonándolo,
dándole su vida y comunicándole su Espíritu para
que proclame la Verdad y el Amor, con una vida
íntegra y con un sincero servicio en el amor fraterno.
No importa que, por causa de Cristo y por dar
testimonio de Él tengamos que entregar nuestra
vida; lo único que debe importarnos es no perder
nuestra relación amorosa con Cristo, y nuestro
compromiso con nuestros hermanos, para
conducirlos a la salvación eterna.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la
Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de
saber dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, de
tal forma que no sólo escuchemos la Palabra de Dios,
sino que la pongamos en práctica; más aún, que el
Espíritu de Dios nos haga ser una auténtica
encarnación del Evangelio para que, como Iglesia,
seamos la Buena Noticia del amor que Dios sigue
proclamando en nuestro tiempo para todos los
pueblos. Amén.
23.
Hch 16, 11-15: El Señor le abrió el corazón
Salmo: 149, 1-6.9: El Señor ama a su pueblo.
Jn 15, 26 - 16, 4: El Espíritu de la verdad dará
testimonio de mi
Jesús reitera una vez más la promesa del Espíritu
Santo. El es el Defensor enviado por el Padre por la
intercesión de Jesús. Es el Espíritu de la verdad. Aquí
entendemos la verdad como la absoluta
transparencia, la coherencia de vida, la autenticidad.
Por eso este Espíritu dará testimonio de Jesús, es
decir, confirmará la misión realizada por El.
La promesa del Espíritu está orientada a fortalecer la
frágil fe de los discípulos. Asediados por
persecuciones y señalamientos fácilmente pueden
caer y abandonar el camino de Jesús. La misión del
Espíritu será, entonces, fortalecerlos en la fe. El
rechazo de los Judíos y la persecución cruenta de los
romanos caracteriza la vida de las primeras
comunidades. Muchos se apartaron de la comunidad
por temor a la persecución y a la muerte. Por eso
Jesús les asegura la presencia del Espíritu para
quienes perseveren hasta el final.
También nosotros podemos claudicar fácilmente. Los
ídolos de hoy nos asedian por doquier. La Publicidad,
la sensualidad, el mundo ilusorio que nos muestran
los medios masivos de información como una verdad
absoluta, se convierten en una verdadera amenaza
para el seguimiento de Jesús. Por eso necesitamos la
luz del Espíritu de Jesús para mirar con ojos críticos
la realidad, para no traicionar la causa de Jesús a
pesar de las presiones. Necesitamos el amor del
Espíritu para vivir en radicalidad el compromiso con
nuestros hermanos más pobres a pesar de las
persecuciones y señalamientos.
¿Qué dificultades encontramos hoy en la vivencia del
evangelio en nuestra comunidad? ¿Qué mecanismos
estamos utilizando para fortalecernos y animarnos
frente a las dificultades?
24.
Ustedes darán testimonio
Reflexión
Para oír basta con no estar sordo. Para escuchar
hacen falta muchas otras cosas: tener un alma
despierta; abrirla para recibir al que, a través de sus
palabras, entre en ti; ponerte en la misma longitud
de onda que el que está conversando con nosotros;
olvidarnos por un momento de nosotros mismos y de
nuestros pensamientos para preocuparnos por la
persona y los pensamientos del prójimo. ¡Todo un
arte!
Este relacionarse, «ser social», es algo propio,
natural de todo hombre. "La vida social no es, pues,
para el hombre sobrecarga accidental. Por ello, a
través del trato con los demás, de la reciprocidad de
servicios, del diálogo con los hermanos, la vida social
engrandece al hombre en todas sus cualidades y le
capacita para responder a su vocación". (Gaudium et
Spes, nn. 24-25)
El mensaje que Jesús nos propone hoy retumba
fuertemente en el mundo actual. Nos promete que
nos enviará al Consolador. Nos dice que daremos
testimonio de Él. Y nos previene para que no nos
escandalicemos: seremos perseguidos, calumniados,
e incluso, muchos morirán en su nombre. Este es el
resumen del cristianismo a lo largo de dos milenios.
Un Espíritu que sopla y conforta. Un testimonio único
e invaluable de caridad cristiana. Un número
incontable de mártires y defensores de la fe. Para un
enfermo es la compañía sonriente la mejor de las
medicinas. Para un anciano no hay ayuda como un
rato de conversación sin prisas y un poco de
comprensión. El indigente necesita más nuestro
cariño que nuestra limosna. Para el parado es tan
necesario sentirse persona trabajando como el
sueldo por el trabajo que le pagarán. Y es que la
esencia del cristianismo es la caridad. No hay tarea
más hermosa que dedicarse a tender puentes hacia
los hombres y hacia las cosas. Sobre todo en un
tiempo en que abundan los constructores de
barreras.
En un mundo de zanjas ¿qué mejor que dedicarse a
la tarea de superarlas? En este sentido, tenemos un
gran ejemplo en Juan Pablo II. Un cristiano auténtico
que supo acoger en su alma al Espíritu Santo. Que
dió testimonio de Cristo en todo el mundo. Que vivió
la caridad y aceptó el dolor por el bien de la Iglesia y
del Reino de Dios.
Cuando un jugador de fútbol de la talla del croata
Savor Šuker, describe su encuentro con el Papa Juan
Pablo II dice: «Este encuentro con el Papa, para mí,
vale más que cualquier victoria en un partido de
fútbol. Yo soy futbolista, pero lo que realmente
queda en la vida son otras cosas, y entre éstas, el
testimonio de fe que el Santo Padre ofreció a todo el
mundo».. O aquella del chileno Marcelo Salas, tras
haber saludado al Papa por primera vez: «No sé ni
siquiera describirlo. He experimentado una alegría
inolvidable. He soñado con encontrarle a lo largo de
muchos años. He tenido una oportunidad
excepcional».
Todo cristiano está llamado a dar testimonio de fe,
de amor y de santidad. Ojalá que quien se acerque a
nosotros se quede marcado para siempre, no por
nuestra personalidad o nuestras cualidades, sino
porque somos reflejo del amor de Cristo al hombre, a
todo hombre. Que se diga de nosotros lo mismo que
se decía sobre los primeros cristianos: «¡Mirad, cómo
se aman!».
25
Temas de las lecturas: El Señor tocó el corazón de
Lidia para que aceptara el mensaje de Pablo * El
Espíritu de verdad dará testimonio de mí.
1. La mujer que abrió la puerta de la fe para Europa
1.1 Ha avanzado un buen trecho del tiempo pascual
y es sano recordar que el primer día de la primera
pascua del Nuevo Testamento fueron las mujeres las
primeras en recibir la Buena Nueva, y las primeras
también en transmitir su gozo y su testimonio a los
Apóstoles.
1.2 Bueno recordarlo, porque el texto de la primera
lectura de hoy nos presenta la figura discreta pero
vigorosa de aquella mujer, Lidia, que abrió la puerta
de la fe para Filipos, ya en Europa. Fue ella quien
recibió en su casa a los predicadores del Evangelio,
quien los hospedó con alegría, quien de alguna
manera hizo posible el nacimiento de esa comunidad
cristiana que le trajo tanto consuelo y soporte a
Pablo: los filipenses.
1.3 Dios: concédenos aprender de esta mujer
sencilla, abierta, humilde, franca y audaz; que
nosotros, a ejemplo de ella, sepamos abrir nuestros
hogares a la predicación, nuestros corazones al
Evangelio, y nuestra voz a la proclamación de la fe
que salva. Amén.
2. A la espera del Espíritu
2.1 A partir de esta sexta semana de Pascua la
Iglesia quiere que nuestra atención se concentre
cada vez más en la llegada de la Promesa, es decir,
el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo.
2.2 No hay mejor camino para enamorarnos del
Espíritu Divino que escuchar a Jesús cómo predica de
su presencia, su eficacia y sus dones, y ello es lo que
nos ofrecen los textos del evangelio de hoy y de los
días siguientes.
2.3 Al Espíritu, en efecto, se le conoce
fundamentalmente por su obra, y sólo después por
su presencia. No está “ante” nosotros como Cristo,
sino que percibimos su efecto en el modo como nos
transforma consolándonos, educándonos, cambiando
nuestra voluntad hacia el Bien y el Amor, es decir,
para expresarlo de un modo corto: divinizándonos.
2.4 Hoy Jesús nos enseña que el Espíritu “da
testimonio” de él. El Espíritu es el “Gran Testigo”
cuyo testimonio se apodera de nuestro
entendimiento induciéndolo de modo suavísimo y
firmísimo a la vez al perfecto asentimiento a la
palabra predicada. Guiados por el susurro de este
testimonio interior que nos convence y fortalece,
llegamos a proclamar la fe, con lo cual este Testigo
nos hace testigos. ¡Ven, ven Espíritu de Dios, ven
Espíritu Santo.
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