Dos siglos, dos hombres Quizás los dos últimos siglos de nuestra vida como Nación se pueden resumir en el pensamiento y obra de dos hombres: Juan Bautista Alberdi y Joaquín González. Ambos provincianos de Tucumán y La Rioja sintetizan un pensamiento humanista común y una visión integradora de la historia, la política y el devenir de un pueblo heterogéneo con escasa base indígena y con una masiva y heterogénea inmigración del mundo entero que la ha convertido en lo que en su momento llamó Manuel Galvez “Crisol de razas”. El interés que despiertan estas dos figuras más representativas del pensamiento nacional y universal es que ambos tuvieron la suficiente perspectiva como para alejarse de la inmediatez cotidiana elaborar con distintos y originales perfiles una interpretación de las mil facetas que presenta la Argentina. Uno en su casi crónico destino de exiliado voluntario en países americanos y Europeos y especialmente Francia y el otro casi sin moverse de su patria volando con alas de su imaginación amplísima cultura por el mundo de las ideas y del pensamiento. Los dos a su manera por su observación, por su perspicacia e intuición elaboraron sendos corpus intelectuales que aún hoy siguen teniendo plena y total actualidad y sentido. Para ambos el tiempo no los maltrató, antes al contrario les fue dando razón de lo mucho que pensaron y estudiaron. El pensamiento alberdiano El tucumano realizó un camino pionero y original desde sus primeras armas en la Asociación de Mayo y a él se debe aquella palabra simbólica en la que establecía la necesidad de estudiar nuestra realidad para elaborar instituciones acordes. Además su inquietud manifestada desde los primeros tiempos de su vida para lograr institucionalizar con antecedentes extranjeros y con la viva historia del presente instituciones que fortificaran el futuro del país y lo alejaran definitivamente de la improvisación, el capricho y las luchas estériles. Su proyecto de constitución elaborado con amplia base documental y análisis feliz de nuestros antecedentes hispánicos y coloniales fue el instrumento más adecuado para el desarrollo argentino. Quizás no contempló la manifiesta mala voluntad de muchos personajes que fueron sistemáticamente destruyendo esa magnifica obra. La idea primera de Alberdi era fortificar las realidades provinciales y federales en el marco de una unidad incuestionable y necesaria, incluso la figura presidencial que pensó tomando como antecedentes a los caudillos, a los que él consideraba la expresión auténtica de la democracia popular sirvió no obstante para que las ambiciones de muchos políticos la convirtieran casi en la expresión más rancia del totalitarismo. El profundo estudio que él hizo de la realidad nacional lo llevó a elaborar la más brillante obra de análisis de nuestras instituciones y examinó minuciosamente la dualidad puerto y provincias negándose a aceptar que una geopolítica incuestionable distorsionara en forma absoluta el destino de nuestra nacionalidad. Hoy leyendo sus brillantes páginas vemos que a 150 años de aquellas elucubraciones, las mismas son de absoluta vigencia. Alberdi es sin duda el hombre más esclarecido del siglo XIX y su mensaje total nos toca y guía. El pensamiento Gonzaliano En el caso del riojano su pensamiento y labor podríamos sintetizarlo en que fue Maestro total. Maestro en cuanto proyectó su pensamiento hacia lo jurídico y sus clases de derecho constitucional fueron y son de indudable profundidad, pero además su labor no se redujo a esto. Tuvo un pensamiento abierto a todas las inquietudes y así lo constituyó en el mejor instrumento para su obra tanto en lo político como en la docencia en todo sentido. Pero no fue una docencia adocenada, repetitiva y estéril sino que supo comprender que el pensamiento sin instrumentos de información y formación es huero de renovación y cambio, y esa idea la proyecta específicamente en su magnifica labor como fundador de la mejor universidad con que contó la Argentina desde principios del siglo XX hasta nuestros tiempos. Mucho antes que el movimiento de la Reforma Universitaria del 18 González aplicó los más modernos métodos pedagógicos y científicos para lograr la institución fundamental del cambio en las ideas. Pero no se quedó en este ámbito y él a pesar de estar integrado en un movimiento conservador liberal entendió que el mismo no podía ser algo quietista y pasivo como lo fue en gran parte de nuestra historia sino que había que renovarlo como lo hacía Inglaterra, Francia o Alemania como necesario para la integración de toda la sociedad en una sociedad de bienestar, de justicia y de equilibrio social. De esta postura revolucionaria surgieron dos proyectos puntuales: la reforma electoral pues consideraba que hasta principios del siglo XX la participación ciudadana en la política lo hacía bajo el signo evidente del fraude y la reforma de las normas del trabajo. La solución a la primera cuestión que no logró ser integral pero constituyó un importante antecedente a la ley Sáenz Peña de 1912 y el código del trabajo que elaborara luego del minucioso y científico informe de Bialet Massé, visión integradora de las soluciones laborales y sociales de Argentina que nunca fue considerada por el parlamento argentino y que durmió más de 50 años hasta los tiempos del primer peronismo. Perón se sirvió de esto como base para elaborar su obra de justicia social. Todo el pensamiento de González es hoy estudiando su monumental obra de plena y absoluta vigencia. Conclusión La obra de estos dos hombres no tuvo en realidad buenos continuadores o al menos personalidades de parecida envergadura. Hubo sociólogos, filósofos, historiadores, juristas y muchos más pero ninguno de ellos destacados quizás en sus estudios parciales lograron esa universalidad de pensamiento y esa claridad de visión que tuvieron Alberdi y González que fueron sin duda las personalidades más destacadas de estos dos siglos de independencia, coartada y negada en muchos aspectos también, pero independencia al fin. Miguel Bravo Tedin